1.
La sorprendente e interesante historia del hombre de una aldea minera de Gales quien creyó que los acontecimientos del mundo podían ser cambiados por medio de la oración.
REES HOWELLS
INTERCESOR
Norman Grubb
CONTENIDO
CAPITULO
1. Primeros Años
2. Dos golpes
3. Conociendo Personalmente al Salvador Resucitado
4. El Avivamiento Gales
5. El Espíritu Santo Toma Posesión
6. Amando a un Proscrito Rechazado Por la Sociedad
7. Un Pueblo No Tocado por el Avivamiento
8. Los Vagabundos
9. Atando al Hombre Fuerte
10. Una Rama en la Vid
11. La Mujer Tuberculosa
12. ¿Qué Es Un Intercesor?
13. Desafiando la Muerte
14. Un Padre para los Huérfanos
15. Lord Radstock
16. Llamado a una Vida Oculta
17. La Brigada Sin Sombrero
18. El Voto de Nazareo
19. La Sanidad del Tío Ricardo
20. Llamado a Dejar de Ser un Asalariado
21. Madeira
22. Matrimonio y Llamado Misionero
23. Esperando en la Fila
24. Avivamientos en África
25. Compra de la Primera Propiedad en Gales
26. El Instituto Bíblico de Gales
27. Compra de la Segunda Propiedad
28. La Tercera Propiedad y el Hogar de Niños
29. Libro de Oración: Eduardo VIII
30. La Comisión a Toda Criatura
31. Etiopía
32. Visitación del Espíritu
33. Cuarta Propiedad y los judíos
34. Intercesión por Dunkerque
35. La Batalla de Inglaterra
36. Rusia, África del Norte, Italia, el Día "D"
37. Llamado al Hogar Celestial
Nota Final
ILUSTRACIONES:
Rees Howells teniendo entre sus brazos la pequeña Rutie
Rees Howells en sus 34 años
La casa donde nació Rees Howells
Glynderwen, la primera propiedad comprada
Derwen Fawr, la segunda propiedad comprada
Sketty Isaf, la tercera propiedad comprada
Sr. Howells y la señora con el Emperador de Etiopía
Sr. Howells, la señora y Samuel en los jardines de Derwen Fawr
Cuerpo docente del Instituto
PREFACIO
Considero como uno de los mayores privilegios de mi vida el haber ayudado en la preparación de esta biografía de Rees Howells. Conocí al señor Howells en 1928, en ese tiempo yo era un misionero de vacaciones, y pasé varios días con él en el Instituto Bíblico de Gales que en esa época estaba en sus primeros días. La luz simplemente se derramó en mi alma cuando me contó sobre algunos de los tratos más íntimos del Señor con él. Esta fue una de las mayores experiencias de mi vida. Aprendí secretos sobre el Espíritu, como el de que El es Quien descendió para hacer Su obra poderosa por medio de seres humanos, lo que revolucionó mi ministerio futuro.
En los años que siguieron tuve muchos períodos de íntima comunión con el señor Howells, a pesar que siempre me maravillaba pensando en el por qué se me había permitido tener semejante privilegio, a mi mente vino en muchas ocasiones el pensamiento de cuánto me hubiera gustado tener impreso para el mundo ese testimonio, esa luz que el Señor había revelado a Su siervo, y esos tratos maravillosos del Espíritu con él. Ahora, eso parece una preparación incógnita para lo que iba a venir. Yo nunca pensé que el Señor se llevaría a Su siervo tan pronto, pero cuando lo supe, estos pensamientos de años anteriores volvieron a mi mente.
Fue por esto que Samuel Howells, el único hijo del señor Howells, y la señora Howells, me ofrecieron el gran honor de escribir sobre la vida de él. Pero ahora quiero dejar bien en claro que, en realidad, yo he sido solamente el último miembro de todo un equipo que escribió esta narración. En primer lugar, la señorita Mary Henderson, la secretaria honoraria del señor Howells, archivó durante los últimos diez años, en forma fiel, las pláticas matutinas y vespertinas de él en el Instituto —diez y ocho libros manuscritos llenos de referencias de sus propias experiencias. Luego pasó semanas clasificándolo todo en preparación para la biografía, de tal modo que yo pudiera ir directamente a los pasajes importantes. Hemos sido colaboradores preparando diariamente el libro y ella ha sido capaz de mantenerme en el camino recto y angosto de la exactitud en muchos puntos y ha agregado detalles vitales de información.
Además, el Dr. Kingley Priddy, el director del Instituto Bíblico, ha dedicado horas de su tiempo a leer cada capítulo y darnos muchas sugerencias valiosas. Con su apreciación profundamente sensible del contenido espiritual de la vida del señor Howells, ha podido dar una y otra vez el toque necesario para sacar a relucir la esencia íntima de cada acontecimiento.
Combinado con esto ha estado el trabajo de la señorita Marie Scott, B.A. Como profesora de literatura inglesa en la escuela bachillerato y en la Universidad, y siendo uno de aquellos cuyas vidas fueron revolucionadas por sus contactos con el señor Howells, ella ha pulido muchos pasajes toscos y a menudo ha agregado toques de inspiración.
La señorita Doris Ruscoe, B.A. la directora, ha sido otro miembro del equipo y ha ayudado particularmente a encontrar los mejores métodos para producir la biografía. Finalmente, todo ha sido revisado por el señor Samuel Howells, M.A., actual director del Instituto Bíblico, y por la señora de Rees Howells, quien estuvo con su esposo desde los primeros días de su ministerio. Ella misma fue testigo ocular de mucho de lo que está registrado en el libro.
Me ha parecido que producir un libro en equipo en vez de hacerlo en forma individual ha sido una experiencia muy saludable y estimulante, y cada día hemos estado maravillosamente conscientes de que la buena mano dé Dios está sobre nosotros.
Por algunos de los datos sobre el comienzo del ministerio de Rees Howells, nos sentimos en deuda con el señor John Howells, su hermano mayor, quien siempre fue respetado por la familia. La deuda es también con otro hermano suyo, el señor Dick Howells, un gerente retirado de una mina. Asimismo con su hermana, la enfermera Catherine Howells, quien lo admiraba profundamente. Nuestro agradecimiento también al señor Tom Howells, el único miembro de la familia que aún vive en la antigua casa.
Este hombre de Dios tenía un corazón grande sin medida, era irreprensible en el gozo del Señor que brotaba de él ("El Espíritu está lleno de bromas", dijo una vez osadamente). Llevaba en su corazón el profundo sufrimiento y pecado del mundo hasta que lo quebrantó . . . El podría haber contado su propia historia de manera mucho más vívida de lo que nosotros jamás podríamos hacerlo. Esperamos que Dios se revele a Sí mismo, aun por medio de estas páginas, a través del velo de la carne humana, mediante un hombre "transformado de gloria en gloria en Su misma imagen, como por el Espíritu del Señor". El señor Morgan James, un funcionario retirado del Gran Ferrocarril del Oeste, y amigo del señor Howells, se expresó bien al decir: "El fue el cristiano con el corazón más grande que jamás he conocido". Los hombres de Dios de su generación reconocieron la unción particular de Dios sobre él: Lord Radstock; Albert Head, el presidente de la Convención de Keswick; D.E. Hoste, director de la Misión al Interior de la China; Stephen Jeffreys, tan usado poderosamente en el evangelismo y sanidades, quien en sus últimos años se apoyó mucho en la fe del señor Howells; Dan Williams, fundador de la Iglesia Apostólica; Paget Wilkes, de la Banda Evangelística al Japón; el Reverendo Andrew Murray, quien escribió de él un tratado y lo invitó a visitarlo; la señorita Bentham; el Dr. Bernardo; y la señora de Charles Cowman, autora de Manantiales en el Desierto.
Henry Griffiths, un contador de la Junta Nacional del Carbón, dijo de su primer encuentro con él en 1921: "Leí sobre el poderoso movimiento del Espíritu por medio de él en el África. El iba a venir a Llanelly y esa noche caminé casi cinco kilómetros para escucharlo.. . Y después de eso anduve casi veinte kilómetros para ir a oírlo. El era para mí el misionero más maravilloso del cual había leído. Su forma de hablar era diferente, en tal forma el Espíritu había permanecido en él. Recuerdo a un joven cristiano que le preguntó, ¿cómo conocía él la voz de Dios?, y le confesó: "¿No puedes diferenciar la voz de tu madre de cualquiera otra?". "Sí, desde luego", respondió el joven. "Bien, yo conozco la voz de El exactamente así". Nunca olvidaré la reunión en la Convención de Llandrindod, después de que él regresó del África. Francamente, estaba solo. Tenía aproximadamente cuarenta años de edad y estaba en la plenitud de su vida. Elevó la reunión a un plano tal que todos estaban fascinados. Nadie podía moverse, nadie podía seguirlo. Se le pidió que probara al grupo y preguntara a quiénes les gustaría darse a sí mismos a Dios tal como él lo había hecho, y todos se levantaron, incluyendo ministros. Al día siguiente se me permitió ir a una reunión de pastores en la cual estaba hablando el señor Paget Wilkes. Este hombre rápidamente reconoció al Espíritu en el señor Howells y dijo: "Hay alguien aquí entre nosotros con el cual iría yo por todo el país, llevando su bolsa de equipaje y limpiando sus botas".
Quiera Dios se encuentre con muchos de los que lean este libro, así como lo hizo con el autor al escribirlo. N.P.G.
Capítulo Uno
PRIMEROS AÑOS
Rees Howells nació el diez de octubre de 1879, siendo el sexto hijo de una familia de once. La casita blanqueada donde vivieron está todavía en la vía Llandilo, en el pueblito minero de Brynamman, Gales del Sur. Allí Tomás y Margarita Howells criaron sus tres niñas y ocho muchachos. ¡Es un milagro que todos pudieran caber en una casa tan pequeña!
En los primeros años la lucha fue muy dura . . El padre de Rees tenía un empleo en una fundición y luego estuvo en una mina de carbón. Su salario, la suma "considerable" de dos chelines y tres peniques o dos chelines y seis peniques al día, era la única fuente de entradas para la familia. Algunas veces, cuando había huelga, no recibía nada. Tampoco había beneficios o ayuda del gobierno para los desempleados. Años después, abrió una tienda pequeña en el pueblo, en la cual se vendían y reparaban zapatos. Cuando los niños mayores dejaron de estudiar y entraron a trabajar, las cosas marcharon mejor.
Pero ellos eran una familia feliz, porque la piedad y el amor tenían la preeminencia en el hogar. El amor de su madre fue una de las impresiones más profundas en la juventud de Rees, especialmente cuando la observaba cuidar incesantemente a uno de los tres miembros pequeños de su círculo, quienes más tarde fueron llevados de entre ellos. En cuanto al orgulloso padre, un día un visitante dejó perplejo al joven Rees cuando mirando alrededor a todos los niños le dijo al padre: " ¡Cuán rico eres!". Después Rees preguntó a su padre: ¿Cómo puede él decir que eres rico?". "Bien . . . ¿por cuánto te podría vender a ti?", respondió el padre. "¿Por mil libras? ¿O, vendería a John, a David, o a Ricardo por mil libras cada uno? " ¡Así de rico soy!".
La mayoría de los niños comenzó a trabajar en el molino de estaño de la localidad, que estaba en el fondo del valle, a la salida del pueblo. La única educación que obtenían era en la escuela del valle. Ellos no debían ser empleados antes de tener los trece años, pero cuando Rees tenía solamente doce y llevaba los alimentos a sus hermanos que trabajaban en el molino, el administrador le preguntó un día si le gustaría trabajar un poco. Su nombre no figuraría en la nómina, pero se le daría un sueldo que sería colocado bajo el nombre de su hermano Moisés. Así que, la instrucción escolar de Rees terminó a los doce años y los siguientes diez años los pasó en el molino donde se le consideraba como buen trabajador. Su trabajo le exigía doce horas al día, levantándose a las seis de la mañana y no regresando a casa hasta casi las seis de la tarde.
Tanto Rees como sus hermanos sentían la necesidad de obtener más educación y semanalmente asistían a clases nocturnas en la escuela del pueblo. En aquellos días no había tal cosa como una biblioteca en el pueblo. El único centro de lectura era una pequeña venta de periódicos donde por un penique al mes ellos podrían ir a leer el diario o pedir prestado un libro. Usando estos medios fue como dos de sus hermanos pasaron varios exámenes: John, el mayor, fue a trabajar en la Compañía del Ferrocarril y Ricardo llegó a ser gerente de una mina. Rees no se dedicó a ninguna línea específica de estudios, ¡pero dio señales de capacidad para organizar! Cuando la madre daba a los muchachos tareas para hacer, los otros hacían sus trabajos por sí mismos, pero Rees usualmente se las arreglaba para conseguir más o menos media docena de sus amigos para ayudarle .. . ¡Y luego solicitaba a su mamá que les diera a todos de comer! ¡Ella debió preguntarse si valía la pena pedirle a Rees que hiciera una tarea! ¡La generosidad, característica notoria en su madurez, también era visible en su niñez. El repartía todo lo que tuviera. Uno de sus hermanos cuenta que un cliente vino a la tienda a comprar unos zapatos cuando su padre estaba ausente . . . El cliente intentó persuadir a este hermano para que le rebajara el precio de tres chelines y nueve peniques, a dos chelines y seis peniques, pero él rehusó. Pocos días más tarde, la señora llamó y narró el incidente al padre, dando una descripción del "vendedor" . . La descripción dada podía ser la de Rees o la de su hermano, pero al padre no le tomó ni un segundo saber cuál fue, ¡él sabía que Rees no lo podía haber rechazado!
Rees desarrolló un físico excelente y tenía interés en el entrenamiento del cuerpo. El trajo a la casa pesas, guantes de boxeo y demás, midiéndose con sus hermanos en peleas amistosas. Un apetito saludable acompañaba un cuerpo saludable. . . Ricardo y Rees, algunas noches, regresaban tarde de sus varias ocupaciones. Si Ricardo llegaba primero, su madre, que ya estaba arriba, preguntaba: "¿Eres tú, Ricardo? Sírvete un pedazo de torta". Pero si Rees llegaba antes que Ricardo, su mamá preguntaba: "¿Eres tú, Rees? Hay una torta sobre la mesa. ¡Déjale un pedazo a Ricardo!".
Pero lo destacado de los primeros años de la vida de Rees era la forma como estaba consciente de Dios. Parecía como si una Presencia invisible le hubiera amparado desde su nacimiento. . . Aquel que, como a Pablo, lo separó desde el vientre de su madre y lo llamó por Su gracia. Los abuelos de Rees fueron la influencia más poderosa en este aspecto en sus primeros años. La casa de ellos era otra también blanqueada y pequeñita, llamada Pentwyn, arriba en la Montaña Negra, y cruzar el umbral de la puerta de ellos, dijo Rees años más tarde, era pasar de la tierra al cielo. Ellos se habían convertido en el Avivamiento de 1859, y Rees siempre creía que la bendición de ellos había llegado hasta él. Algo lo atraía en aquel pequeño hogar: "Dios era su atmósfera", decía. Le encantaba la caminata desde su casa en el valle de Amman, hacia arriba —atravesando potreros— dejando atrás una por una las casas, hasta que un portón de hierro hacía su mido metálico tras él, estaba afuera, en los espacios silenciosos de las faldas de las montañas. Estas, en los años futuros fueron a menudo su lugar de cita con Dios. Allí los únicos sonidos que perturbaban la quietud eran la canción de la alondra, el balido ocasional de la oveja y la música de un arroyo bajando la montaña.
Por sobe la cumbre fría el joven Rees bajando los doce kilómetros al otro lado del verde valle galés extendidos ante él, hasta que llegaba a su amada Pentwyn, encaramada en las empinadas cuestas, donde el páramo daba lugar nuevamente a los jardines y campos. Mientras cruzaba el umbral, oía como de costumbre la voz de la abuela leyendo la Biblia a su inválido tío Ricardo. Esto nos recuerda a otro joven que probablemente pasó muchas horas en otra Montaña Negra, Kara-Dagh, con Listra a los pies de la colina, donde el joven Timoteo creció también bajo la influencia piadosa de su "abuela Loida y su madre Eunice".
Efectivamente, los jóvenes de los tiempos bíblicos, como José y David, quienes temían y servían a Dios desde su juventud, tuvieron gran influencia sobre Rees. Su sabio padre había criado a los niños con las historias bíblicas; los recuerdos que Rees guardaba de su niñez estaban relacionados con las lecturas vespertinas y los efectos de éstas en su vida. La historia del Salvador, Su nacimiento, vida y muerte, sobresalía a las demás y lo guardó de alguna vez tomar Su nombre en vano u osar pecar con El. Ni aun los placeres normales del mundo llegaban a tener atracción sobre él. . . Caminaba kilómetros para oír predicar a alguien que lo trajera "bajo la influencia de Dios", pero "no cruzaba la calle para ir a escuchar un concierto". Solamente una vez fue a un partido de fútbol. Mientras la multitud estaba "gritando y vociferando" alrededor de él, sintió que ese no era su lugar e hizo el voto de que, apenas tuviera sus pies fuera de allí, nunca volvería a un sitio como ese y jamás regresó. El apóstol Pablo hace una declaración notable sobre el servir a Dios, tal como lo hicieron sus antepasados, con conciencia limpia; y Rees parecía otro ejemplo de esto. "Yo no caía en el pecado" dijo años más tarde. "Siempre había una restricción en mí. Parece que algunas personas son mucho más sensibles que otras, aun antes de la conversión. Manché mi conciencia una vez cuando mi padre me envió a entregar unos zapatos a un cliente y le pedí un chelín y diez peniques cuando el precio correcto era 1.9. Ese penique lo gasté en manzanas. Aunque confesé a mi padre mi pecado, no pude sacarme eso de la mente, ¡especialmente cuando veía manzanas! Desde luego, ese efecto sobre mí me guardó de cosas mayores". Pero aquello también tuvo otra consecuencia, de la cual él se desilusionaría más tarde, porque agregó: " ¡En aquellos días pensé que probablemente había nacido con una buena naturaleza!". A los trece años de edad se hizo miembro de la capilla, y resolvió —de acuerdo a la luz que tenía en ese entonces—que él debía ahora "cumplir en su vida la enseñanza del Salvador". Esta idea se le ocurrió al leer el libro de Sheldon, En Sus Pasos, solo para darse cuenta más tarde que, desde luego, no podía hacerlo. El contacto con otros jóvenes del molino no alteró sus gustos. Swansea quedaba a sólo 32 kilómetros, pero "la vida de la ciudad, una vida superficial, nunca me llamó la atención", decía. "No era ninguna prueba para mí el no ir a un teatro; no me gustaban esos lugares. Me sentía bien en las capillas y en reuniones de oración. La naturaleza, las colinas, los valles y los arroyos, me atraían. Los domingos por la mañana eran tiempos hermosos para mí; esa quietud y paz en todo. Sentía que podía darle la cara a Dios cada noche porque vivía una vida tan limpia y pura, y había cientos en Gales que vivían así".
De carácter tranquilo, buena vida, buen trabajador. . . no había muchas cosas que atrajeran la atención de este joven galés o que vislumbrara su vida futura. La excepción, tal vez, era una piedad no acostumbrada, que podría ser extraña a los ojos ingleses, aunque probablemente no a los galeses. Pero. . . ¿no es acaso Dios quien convierte lo ordinario en extraordinario cuando se le da la oportunidad?
Capítulo dos
DOS GOLPES
Nada sucedió para alterar el curso tranquilo de su vida casera hasta que Rees tuvo 22 años. Para ese entonces tenía una buena apariencia, siendo un joven de hombros amplios y cerca de 1.82 de estatura, con manos sensitivas. Tenía la frente cuadrada que algunas veces se ve entre los galeses, y sobre todo, unos ojos notorios, claros como el cristal y penetrantes; los ojos de un vidente. Sin embargo, bajo esa superficie tranquila se movía una corriente fuerte: la ambición. Deseaba ver el mundo, conseguir dinero y Estados Unidos se convirtió en un imán. Varios jóvenes del pueblo habían ido a Estados Unidos y mandaban informes entusiastas sobre lo que estaban ganando, obteniendo en un día lo que se conseguía en Gales del Sur en una semana. Cuando Rees oyó esto, nada pudo detenerlo, ni siquiera los lazos del hogar. El "puso en balanza las pérdidas y las ganancias y Estados Unidos ganó cada vez que lo hizo". Sus hermanos estaban estudiando para ejercer carreras pero él decidió " ¡hacer dinero y jubilarse siendo todavía joven!". Tenía un primo, Evan Lewis, quien había emigrado y conseguido trabajo en New Castle, en el área del acero que quedaba alrededor de Pittsburgh, Rees se embarcó y se unió a él, consiguiendo empleo en un molino de estaño.
Antes de salir de Brynamman, sin embargo, vino a él una palabra del Señor, algo que él consideró la mayor bendición que recibiera antes de su conversión. Un do mingo por la noche, un mes antes de embarcarse, llegó tarde a la iglesia y como estaba llena, se paró en el vestíbulo. . . El pastor estaba leyendo Hebreos 12:1: "Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos. . .". "Estos testigos", dijo él, "son los hombres de fe mencionados en el capítulo anterior y debemos darnos cuenta que ellos están alrededor nuestro. Sabemos que son reales porque Moisés y Elías hablaron al Salvador en el Monte de la Transfiguración y los discípulos los vieron". El pastor luego dijo, como si supiese que Rees estaba escuchando, "Joven, tal vez estás por dejar tu hogar, quizás estás por ir a un lugar donde tus padres no te verán; pero recuerda: la nube de testigos y Dios te verán". Las palabras dieron en el blanco; Rees. Ellas eran nuevas para él y el efecto fue "una impresión del otro mundo" viniendo sobre él. "Vi el Monte mencionado en Hebreos 12:22", dijo, "la ciudad del Dios viviente, la asamblea general y la iglesia primitiva", y los vió no como a espías, sino como si estuvieran con él para animarlo y fortalecerlo. Era la mano protectora de Dios otra vez, colocando una restricción externa en Su vaso escogido hasta que le revelara Su Hijo; hasta que ese día llegara, esa nube de testigos permanecería como "la más grande realidad" de su vida.
Cuando dejó su tierra natal, Rees siguió llevando la misma vida religiosa en los Estados Unidos, donde se hizo miembro de una Iglesia y nunca faltó a una reunión de oración. En una sola ocasión por poco se rinde a una tentación de diversiones mundanas cuando un amigo lo invitó a ir a una exhibición de boxeo. Sin duda alguna, la atracción provenía de su interés anterior en el boxeo. Pero la Mano de la Restricción estaba sobre él. .. El día anterior a la pelea, el pensamiento vino a su mente: "Si tu padre o tío estuvieran aquí, ¿irías? ¿Y la nube de testigos?". ¡Le dijo a su amigo que no lo acompañaría esa noche ni por una fortuna!
Viviendo una vida recta como esa, ¿de qué manera podía Dios llevarlo a darse cuenta de que había nacido en pecado y necesitaba ser salvo? Hasta el pastor de su Iglesia pensaba que era "el mejor joven de la congregación", ¡lo cual era una indicación de que el pastor mismo debería estar necesitando lo mismo que Rees! Su caso no era diferente al de Pablo: "En cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible"; y hasta que no haya una convicción de la necesidad, nunca podrá haber un deseo de cambio. Pero Dios tiene Sus métodos.
La primera huella que Dios dejó en él fue por medio de su primo, Evan Lewis. Una noche él le dio a Rees una sacudida súbita al preguntarle si él era "nacido de nuevo". Rees nunca había oído esa expresión; él estaba "tan ignorante como Nicodemo". Pero sabía que estaba herido y sacó sus defensas: "¿Qué quieres decir? Mi vida es tan buena como la tuya". "No estoy hablando de eso. . . Ponlo en estas palabras: ¿Sabes si eres salvo?". "Soy un cristiano, y eso es lo suficientemente bueno para mí". Pero, aunque daba la impresión de no estar convencido, su satisfacción consigo mismo fue sacudida. Su primo fue persistente y no dejó el asunto pendiente, aunque siempre parecía terminar en un argumento infructífero. Pero un día la flecha realmente dio en el blanco. . . Su primo le dijo que cuando su hermana estaba muriendo le había hablado de su necesidad del Salvador y, mientras ella le hablaba, él "había visto el Calvario". Una vez más, Rees no sabía lo que él quería decir, pero sintió por instinto que estaba en terreno santo y una voz parecía advertirle que no discutiera más. La impresión fue tan fuerte que decidió dejar ese lugar y buscar trabajo en otra parte para no "tocar lo prohibido". Se fue a vivir a unos 160 kilómetros, a Martin's Ferry, pero cuando su primo lo despidió en la estación, hasta sus últimas palabras dirigieron la flecha al blanco: "Si sólo fueses nacido de nuevo no me importaría que te fueras, pero me atribula verte yéndote cuando no estás bien con Dios". Rees no pudo olvidar esas palabras. El divino Sabueso celestial seguía sus pasos "con una persecución sin prisa, con paso imperturbable, "con aquellos pies fuertes que seguían y seguían detrás".
La luz realmente comenzó a alborear cuando un día estaba leyendo un libro destacado en ese tiempo, La Ley Natural en el Mundo Espiritual, del profesor
Henry Drummond. El autor estaba diciendo cómo nunca había pensado que fuese posible dar una definición de la vida, hasta que encontró una en las obras de Herbert Spencer quien dijo que la vida es correspondencia con el medio ambiente. Un niño nace con cinco sentidos y varios miembros corporales y cada uno se corresponde con algo de su medio ambiente: el ojo ve, el oído escucha sonidos, los pulmones respiran aire, y así sucesivamente. . . "Mientras pueda tener correspondencia con mi medio ambiente tengo vida", dijo Spencer, "pero si me sucede algo que me impida corresponderme con mi medio ambiente, entonces estoy muerto; la muerte es falta de correspondencia". Drummond llevó la definición de regreso hasta Adán. El Señor le había dicho que el día que desobedeciera moriría con toda seguridad. ¿Murió él? En cuanto a la definición de Spencer, murió espiritualmente, porque aunque continuó teniendo una vida natural, perdió su correspondencia con Dios y solamente podía retornar a El por el camino del sacrificio, por medio de una víctima muerta en su lugar.
Al leer esto, el primer pensamiento que se le ocurrió a Rees fue: "¿Tenía él correspondencia con Dios? ¿Podía decir que su Salvador era tan real para él como su madre? ¿Conocía a Dios como una Presencia diaria en su vida, o solamente pensaba en El durante las reuniones de oración? Si moría, ¿tenía otro medio ambiente con el cual corresponderse? Aunque estaba lejos de sus padres, la distancia no interfería con la comunión entre ellos, pero no tenía una relación como esa con Dios. Volvieron a su mente aquellas palabras que su primo había estado citando constantemente: "A no ser que un hombre nazca de nuevo, no puede entrar al reino de Dios". " ¡Lo vi!", dijo Rees. "Yo creía en el Salvador, pero sabía una cosa: no era nacido de El. En cuanto a tener correspondencia con el medio ambiente del Salvador, yo era un hombre muerto, estaba fuera del reino al cual toda mi vida buena y mi religión nunca me habían capacitado para entrar. Estaba afuera, y aunque no era un borracho o un ladrón, estaba afuera porque no tenía correspondencia con Dios".
Su conformidad religiosa se hizo añicos. . . No había una gran convicción de pecado, pero sabía que existía un gran abismo entre él y Dios, y un interés más profundo por su destino eterno que por cualquier otro asunto poseyó su mente.
Capítulo Tres
CONOCIENDO PERSONALMENTE
AL SALVADOR RESUCITADO
"De cerca, de cerca, rastrea la caza". Lo que Rees había empezado a meditar en teoría, pronto tuvo que enfrentarlo cara a cara. De repente fue derribado por fiebre tifoidea, siempre peligrosa pero en aquellos tiempos a menudo fatal y rápidamente tuvo que estar frente a frente con la muerte. Durante esta amarga experiencia estuvo en pensiones sólo y lejos del hogar. Aquí de nuevo se ve la mano de Dios, porque él más tarde dijo: "Hallé el miedo en mí por primera vez y cuando enfrenté la posibilidad de dejar este mundo y entrar a un campo desconocido, los remordimientos me dominaron de una manera como nunca había sentido antes. Gracias a Dios, mis padres no estaban allí para quitarme ese miedo. . . Gracias a Dios, esa simpatía humana no me encegueció por la eternidad. Se puede vivir en medio de una multitud, pero tanto a Dios como a la eternidad se les conoce y enfrenta estando sólo".
El gozo que él había tenido ganando dinero, viajando y haciendo turismo fue olvidado. Ahora imploraba al Señor que le diera vida eterna. Clamó a Dios que no le permitiera morir. "Dame una oportunidad más", pidió llorando, "y te daré mi vida". Hubo un voto en ese lloro. . . Mientras aún clamaba, Rees supo en su corazón que no iba a morir. Desde ese momento comenzó a recuperarse, pero era un hombre cambiado. "Mientras me enfrentaba a perder todo y a entrar a una oscuridad eterna, toqué la vida real por primera vez", dijo. "Había visto lo mejor del mundo llevándome a una eternidad perdida, y descubrí que debía todo al Dios que me había liberado". Desde ese día en adelante él nunca consideró la eternidad ligeramente, porque se había enfrentado a la realidad del infierno, una separación de Dios para siempre.
Mientras se recuperaba, la gravedad de su experiencia reciente lo hizo examinar su posición con renovada seriedad. Había sido liberado de la muerte pero no del miedo a ella. Siempre había creído en la encarnación, la expiación y la resurrección, eran las verdades más preciosas de su vida. ¿Entonces, por qué no eran reales para él? Si Cristo había conquistado la muerte, ¿por qué sentía miedo de morir? Aquellos que lo han oído contar de este período de su vida, nunca olvidarán cómo evoca la respuesta a estas preguntas: "Me di cuenta que tenía solamente un Cristo histórico y no un Salvador personal que podía llevarme al otro lado".
Durante cinco meses buscó diariamente el camino hacia Dios. Dijo que gastaría con gusto hasta su último centavo, y que iría de un lado del vasto país hasta el otro si solamente pudiera encontrar un hombre que le mostrara el camino hacia la vida eterna. Fue a donde el único en quien podía pensar. Hizo el viaje de 160 kilómetros de regreso a New Castle para preguntarle a su primo acerca de ello, pero aunque su primo conocía el camino para sí mismo, parecía incapaz de explicárselo claramente a Rees.
En estos meses hizo otro viaje, a Connellsville, Pennsylvania. Ahí, por fin, la "cacería" llegó a su fin. "Detiene cerca de mí esa pisada. .. ¿Es mi tristeza, después de todo, Sombra de Su Mano extendida acariciándome? ¡Cuán maravillosamente cada movida agitada había sido un paso más hacia adelante en la búsqueda y captura de la presa. Rees no había estado mucho tiempo en su nuevo hogar, cuando oyó que un judío convertido, Maurice Reuben, de Pittsburgh, había venido a la ciudad para una misión. La primera noche que fue a escucharlo, Reuben contó la historia de su conversión y de cómo el Espíritu Santo le había revelado el Calvario. "Yo había oído predicar sobre el Calvario muchas veces antes y lo creía", dijo Rees, "pero nunca antes de esa noche había visto el Calvario". Fue llevado de vuelta al mismísimo punto que tanto le había impactado en el testimonio de su primo.
Maurice Reuben narró que pertenecía a una familia rica y cómo llegó a tener lo mejor que el mundo podía ofrecerle. También contó de cómo había vivido para ganar dinero. El era uno de los directores de Solomon & Reuben, una de las tiendas más importantes de Pittsburgh. Pero la vida de uno de sus compradores lo puso bajo una convicción profunda, y un día le dijo: "Usted debe haber nacido feliz". "Sí", replicó el comprador, "en mi segundo nacimiento. Acepté al Señor Jesucristo y nací de Dios. ¡En mi primer nacimiento no fui más feliz que usted!". Este testimonio conmovió tanto a Reuben que compró un Nuevo Testamento. Le impresionó el hecho de que todos los que siguieron a Jesús eran judíos: Juan el Bautista señalándole como el Cordero de Dios; Pedro, Santiago y Juan, los discípulos principales; y, a un judío el Salvador le había dicho: "Sobre esta roca edificaré mi Iglesia". Luego llegó a la historia del joven rico. Este fue un momento dramático, ¡un judío rico del siglo veinte, y bajo convicción, leyendo sobre el trato del Salvador con un judío rico del primer siglo! Reuben vio el asunto así: si Jesús le había dicho a ese rico que vendiera todo para heredar la vida eterna, ¿cómo podía él, Reuben, heredar el mismo regalo a no ser que fuera bajo la misma condición? Esta era la prueba suprema. . . Si se convertía en un discípulo, sabía que también estaba en posición de perderlo todo. Pero era muy tarde para volverse atrás; lo había visto y debía seguir. Mientras que Reuben decía estas palabras, Rees hacía eco de ellas en su propio corazón. También era demasiado tarde para él, volverse atrás.
Reuben hizo frente en forma imparcial y honesta y calculó el costo. Su esposa podía abandonarlo; era posible que su hermano lo sacara del negocio, y que ni un solo judío lo siguiera. . . Pero ya estaba decidido, pensaba hacerlo aunque lo perdiera todo. Entonces un día, camino a la tienda, Reuben oyó una voz que le repetía las palabras de Juan 14:6: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí". La verdad resplandeció sobre él, aceptó a Cristo y entró a la vida en ese momento. Luego les contó lo sucedido a su hermano y a otras personas. De acuerdo con el testamento de su padre, él perdería hasta el último centavo si cambiaba de religión. Su hermano ofreció darle 70.000 libras —su parte en el negocio— si cruzaba los Estados Unidos y se retiraba a vivir en Montana. Pero Reuben replicó: "He recibido la luz en Pittsburgh, y voy a testificar en Pittsburgh".
Ese sábado tarde en la noche, unos detectives vinieron y lo llevaron a la estación de policía. El lunes, dos doctores lo visitaron en su celda y le hicieron preguntas respecto a la voz que había oído. "¿Dudan de mi sanidad mental?", pensó. Dos horas más tarde vinieron unos vigilantes del asilo y lo llevaron a una habitación en la cual había 29 dementes. La amargura de su estado lo venció. Tuvo victoria en el calabozo, pero esto parecía ser más de lo que podía soportar. Cayó de rodillas al lado de la cama y derramó su corazón delante del Señor. No supo cuánto tiempo estuvo de rodillas pero le pareció perder el sentido y se le apareció una visión del Calvario. Dijo que fue testigo de cada etapa de la crucifixión. Olvidó sus propios sufrimientos en los sufrimientos del Salvador y, mientras contemplaba la cruz, el Maestro mismo le dijo: "¿Debo cargar la cruz sólo y todo el mundo estar libre?". Desde su corazón quebrantado, Reuben respondió: "No. Hay una cruz para cada uno, y hay una cruz para mí". Desde ese momento, él fue un hombre nuevo. En vez de quejarse por estar en el asilo, comenzó a orar por los otros 29. Le dijo al Salvador: "Permíteme sufrir por Ti. No importa lo que me permitas pasar, nunca me quejaré de nuevo".
Dos semanas más tarde, el hermano de Reuben vino a verlo y le reprochó por su necedad al meterse a sí mismo en tal situación. "¿Por qué no serás sabio?", dijo. "Sal de aquí y vete a Montana". "Ah. . . ¿Todavía permanece en pie esa oferta? ¡Entonces no es la condición médica sino algo más lo que me mantiene aquí!", dijo Reuben con toda la agudeza de su mente lógica. Algunos amigos cristianos, con los cuales estaba en contacto, hicieron que se iniciaran investigaciones. Su liberación se logró en seis semanas. Esto se convirtió en un caso de corte y la prueba era en cuanto a la voz que oyó. El juez llamó al doctor y le preguntó por qué había certificado que este hombre estaba demente. "Porque él oyó una voz", dijo el doctor. "¿No oyó una voz el apóstol Pablo?", contra atacó el juez, quien era un hombre cristiano. "Esto es una desgracia para la bandera americana", expresó, y le dijo a Reuben que entablara una acción de juicio contra todos los que tuvieran algo que ver con ello. "Nunca demandaré a ninguno", respondió Reuben, "pero voy a hacer una cosa, oraré por ellos". Cruzó hasta el otro lado y le ofreció la mano a su hermano quien le dio la espalda. Fue hasta su esposa y ella hizo lo mismo. Pero . . . ¡qué victoria tuvo en su propia alma!
Arrendó una habitación pequeña en Chicago donde vivió sólo con el Señor y ganó muchas almas. Durante dos años casi nunca tuvo una comida realmente satisfactoria. Un año más tarde, su esposa vino a oírlo en una reunión que se celebrada en un campamento y se convirtió. Por primera vez vio a su hijito pequeño, el cual había nacido después de abandonarlo su esposa. Ella deseaba unirse con el de nuevo pero solamente si optaba por trabajar para ganarse el pan de cada día como lo hacían otros cristianos. El corazón de Reuben se apegó a su pequeño hijo y esta prueba fue aún mayor que la primera. El pedido de ella parecía tan razonable, pero él sabía que el Señor lo había llamado del mundo a una vida de fe. Le rogó al Señor, pero la única respuesta que recibió fue: " ¡De regreso a Egipto!". Esto fue suficiente, y Reuben abrazó la cruz una vez más. Vio partir a su esposa y a su niño. Fue una experiencia costosa. Mientras el tren salía de la estación, parecía que Dios derramaba el gozo del cielo sobre su alma. Literalmente bailó sobre aquella plataforma. No vio a su esposa durante otros tres años. Luego, en otra reunión de campamento, ella también tuvo una revelación de la cruz. Como resultado de esto, testificó que aún cuando era creyente no había querido compartir la vida sacrificada de su marido, así fuese para la gloria de Dios, ahora estaría dispuesta a mendigar su pan de puerta en puerta. Se unieron otra vez y ella llegó a ser una maravillosa colaboradora en su ministerio.
Algo que había impedido a Rees Howells hacer realidad su conversión antes, era que mientras las personas decían que eran nacidas de nuevo, él no podía ver que sus vidas fueran mejores que la suya. ¿Cómo podía convencerse entonces que ellos tenían algo de lo cual él carecía? Pero algunas veces había dicho al Señor: "Si alguna vez veo una persona que está viviendo el Sermón del Monte, me rendiré". Antes de que Reuben llegara al final de su historia, el Señor le dijo a Rees: "¿Es éste tu hombre?".
Rees Howells cuenta en sus propias palabras lo que sucedió a continuación en aquella pequeña Capilla Metodista: "Mientras Maurice Reuben ponía delante de nosotros aquellas escenas sagradas, yo también vi la cruz. Parecía como si hubiera estado siglos a los pies del Salvador; lloré y lloré. Sentí como si hubiera muerto solamente por mí. Me perdí. Había estado viviendo con miedo a la muerte, y lo vi a El sufriendo esa muerte por mí. Mis padres me amaban mucho y, hasta entonces, para mi no había nadie como ellos. Aún así, nunca sufrieron la muerte por mí. El lo hizo. Su amor hacia mí, comparado con el de ellos, era tan alto como los cielos sobre la tierra. Se ganó mi amor completamente. Me quebrantó, y mi todo fue directamente hacia El.
"Luego me habló, y dijo: 'Mira que estoy a la puerta y llamo. ¿Puedo entrar en ti como entré en Reuben y tomar el lugar de esposa, hijo, hogar, provisión y mundo? ¿Me aceptarás?'. 'Sí', repliqué, y El entró. En ese momento cambié. Nací a otro mundo. Me encontré en el reino de Dios, y el Creador se tornó en mi Padre. Esa noche recibí el don de la vida eterna, el regalo que no se puede comprar con dinero.
Cuando volví a casa, el amigo que me había acompañado a la reunión, pero que no había visto nada en ella, me pareció muy tosco. El Salvador llegó a ser todo para mí. ¡No sólo era el más hermoso entre diez mil, sino entre millones! Ese amor Suyo había estado siempre allí, pero antes de que lo viera no había respuesta de mi parte, ahora sí, tenía muchas. Todo lo de este mundo se me hacía tosco, pero lo relacionado a El me parecía muy santo, puro y hermoso. Cambié totalmente. Ninguno de mis amigos de antes podía entender lo que había sucedido. No tenía comunión con las cosas naturales. Lo que vi no fue un punto de doctrina; no, era el Calvario. No fue un sentir mental; no, el velo fue quitado, mis ojos fueron abiertos y lo vi. Aquella noche vi este mundo como un lugar maldito y me vino el pensamiento de nunca tocarlo de nuevo.
Me fue revelado el amor del Salvador. No se puede explicar lo que es una revelación. Vi que el Salvador y Padre, antes de que yo sufriera, preferiría sufrir por mí. Ningún amor natural está en el mismo mundo que el Suyo. No se trataba meramente de que el Salvador me ayudaba desde fuera de Sí mismo; no, El tomó mi lugar. Vi todos los demás amores muy toscos en comparación al Suyo. El ego era la motivación de aquellos, pero podía ver este amor durable por todas las incontables edades de la eternidad. Cuando se recibe al Salvador, se recibe el amor de Dios. Ese amor inundó mi ser y desde entonces lo está inundando. Entendí que por Su entrada en mí, El amaría a los pecadores a través de mí, tal como me amó. No sería forzándome a mí mismo a amar a otros más de lo que el Salvador se forzó a Sí mismo para amarme. Nadie podría ser mi enemigo, porque yo había sido enemigo de El antes de haber sido reconciliado. Si vivo en el reino en el cual está El, vivo para tener misericordia y ser amable, para amar a otros. ¿Podría hacer daño a alguien el amor de Dios que está en mí? Había dejado al mundo y sus locuras, y había nacido a ese Reino donde lo único que hay es el amor de Dios; la vida más atractiva que existe sobre la faz de la tierra".
Rees siempre habló de este día, el de su cumpleaños espiritual, como el más destacado de su vida. También fue el día que puso fin a su estadía en Norteamérica. Nunca olvidó que fue en los Estados Unidos que halló al Salvador y por medio de un judío. Tenía una deuda con el pueblo escogido por Dios y la pagaría en los años posteriores. Sentía que debía testificar primero a su propia gente, a aquellos que lo habían nutrido en las cosas del Señor. El pensamiento de volver a su tierra natal se cristalizó en pocos días por medio de una tentación aguda en el punto de su debilidad previa —el amor al dinero. El gerente de obras en el lugar donde trabajaba tenía un alto concepto de él, y le ofreció un trabajo remunerado a dos libras diez chelines diarios, un buen salario aún en América en esos días... pero demandaría más de su tiempo. Le dijo a su amigo que se iba tan pronto como pudiera "porque el gerente está colocando una tentación delante de mí, y le he dicho al Señor que nunca más viviría para el dinero". La nueva vida lo estaba empujando rápidamente hacia afuera de la antigua. Como dijo' había dejado de hacer turismo pero había contemplado la mayor escena que había en el mundo: ¡El Calvario!
Capítulo Cuatro
EL AVIVAMIENTO GALES
El regreso de Rees a Gales fue en un año estratégico. Era 1904, la época del gran Avivamiento, y su propia experiencia reciente lo capacitó para tomar parte en él. "En poco tiempo, todo el país estaba encendido", dijo. "Cada Iglesia fue conmovida hasta sus profundidades. Los hombres fuertes estaban en lágrimas de penitencia, y las mujeres fueron movidas con nuevo fervor. La gente fue dominada por el Espíritu Santo como en el día de Pentecostés, y fueron tenidos por borrachos. En los cultos estaban orando, cantando y testificando. Era un Avivamiento eclesiástico, llevando a los cristianos para testificar por doquier: 'Ciertamente no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído"'.
La presencia y poder del Espíritu Santo en la Iglesia siempre ha sido un hecho reconocido por los creyentes verdaderos. No era cuestión de pedirle a El que viniera sino de reconocer Su presencia y pronto se percataban de Su poder. Pero a menudo, tenían que orar primero para quitar los estorbos a la bendición; la desobediencia y los corazones rencorosos eran dos pecados con los cuales tenían que tratar constantemente. Por otro lado, la obediencia a las direcciones del Espíritu Santo y la confesión abierta de Cristo hicieron descender la bendición. Una vez que se entonaba el primer himno, el culto se dirigía solo. No había quien estuviera dirigiendo la reunión, pero la gente sentía un control invisible. Frecuentemente los predicadores eran interrumpidos por un coro de cánticos y oración, pero no había un sentir de disonancia o rompimiento de la armonía. Había ruido, animación y emoción en las reuniones, pero era solamente el efecto de gente siendo liberada de la esclavitud. Cuando algunos se quejaron, ¡un predicador viejo dijo preferir el ruido de la ciudad al silencio del cementerio!
El Avivamiento probó lo que el Espíritu Santo podía hacer a través de un grupo de creyentes quienes tuvieran un mismo espíritu y una misma mente, como en el día de Pentecostés. Se había visto una y otra vez lo que el Señor podía hacer por medio de un evangelista o un pastor rendido a El, como Moody o Finney. En el Avivamiento galés fue el poder divino manifestado a través de la Iglesia. La clave es "la humillación de la Iglesia y la salvación del mundo". La única meta era salvar almas. El Salvador dijo que hay gozo entre los ángeles por un pecador que se arrepiente, y ellos podían decir que había gozo en la Iglesia por los convertidos. Las campanas del cielo sonaban a cada momento, y había un grito de victoria en el campamento.
Bajo la influencia del Espíritu Santo había un poder irresistible. Los más débiles eran revestidos a menudo con una majestad que era indescriptible. Sus palabras tenían unción cuando mostraban que el Salvador había sido "muerto por nuestras ofensas y levantado de nuevo para nuestra justificación". Congregaciones enteras fueron enternecidas, y las personas exclamaban en agonía del alma: "¿Qué debemos hacer para ser salvos?". Las multitudes experimentaban el poder de la sangre de Jesucristo para limpiarlos de todo pecado.
Pero el problema real comenzó cuando el Avivamiento continuó y miles de almas fueron agregadas a las Iglesias. .. Había más niños nacidos que enfermeras para cuidarlos. Discipular a los convertidos se convirtió en la mayor necesidad, que si no se suplía sería la debilidad más peligrosa del Avivamiento. Mientras el entusiasmo disminuía, habría muchos quienes habían dependido más de los sentimientos y que no habían aprendido a tener su fe basada sólidamente en la Palabra de Dios. El diablo sacó provecho de esto, muchos se volvieron fríos e indiferentes y comenzó el conflicto espiritual. Aquellos como Rees Howells, que aunque jóvenes en el Espíritu, pero al menos estaban un poco más avanzados que los convertidos en el Avivamiento, fueron necesitados como intercesores y maestros para llevar la carga de los bebés recién nacidos, orar y guiarlos hacia adelante. Pero estos jóvenes intercesores pronto comenzaron a ver cuán poderoso es el enemigo de las almas y que un conflicto, no contra carne y sangre sino contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, no podía ser luchado con armas carnales. Necesitaban lo que ellos mismos no habían recibido todavía, la capacitación del Espíritu Santo para el servicio. Como dijo Rees Howells más tarde: "La intercesión del Espíritu Santo por los santos en este presente siglo malo debe ser hecha por medio de los creyentes llenos del Espíritu Santo" (Ro. 8:26-27).
Esto fue lo que le llevó a él y a otros a sentir la necesidad de la plenitud. Nada faltaba en el gozo y la satisfacción que Rees encontró en el Salvador para su vida personal, pero no conocía el secreto del poder para el servicio. "Muchos culpaban a los nuevos convertidos por volverse atrás", dijo, "pero nosotros nos culpamos a nosotros mismos por no estar en una posición de orar por ellos hasta obtener la victoria. Oh, ¡qué tragedia estar frente al enemigo sin ayuda cuando estaba zarandeando a los nuevos convertidos! En Isaías 59 leemos que Dios vio que no había hombre, y se preguntó por qué no había intercesor, y ese era exactamente nuestro caso. Muchos sentimos la necesidad de ser 'revestidos de poder de lo alto'. Estábamos en la misma posición que aquellos discípulos a quienes el Señor les dijo que esperaran hasta que fuesen revestidos. La Biblia relata que ellos 'lo adoraron y retornaron a Jerusalén con gran gozo'. Tuvieron el gozo antes de tener el poder, entonces ese gozo no era prueba de que hubiesen sido revestidos por el Espíritu Santo. Tuvimos ese mismo gozo en el Avivamiento, al conocer al Cristo resucitado y la seguridad de la vida eterna, —un gozo inexplicable—, pero al mismo tiempo sentíamos la falta de poder para el servicio".
Capitulo Cinco
EL ESPIRITU SANTO TOMA POSESION
A su regreso de Norteamérica, Rees se estableció de nuevo en la antigua casa de la familia, donde había recibido una gran bienvenida. Sin embargo, en vez de volver al molino, como varios de sus hermanos, halló empleo ahora en una mina de los alrededores como a un kilómetro de distancia en el valle. Allí trabajaba bajo tierra en el frente de arranque del carbón, el trabajo más duro de todos.
Su tiempo libre lo invertía en las actividades del Avivamiento. La necesidad espiritual estaba creciendo entre los trabajadores, así que en 1906 una gran mayoría de ellos decidieron pasar su semana de vacaciones de verano buscando al Señor de manera especial. Fueron a la Convención de Llandrindod Wells, la contraparte en Gales de la Convención inglesa de Keswick. Su objetivo era obtener profundidad en la vida espiritual. Para Rees Howells, este iba a ser, después de su nuevo nacimiento, el evento más revolucionario de su vida.
Poco tiempo antes de que salieran hacia allá, Rees estuvo en una reunión en Brynamman donde una mujer joven leyó Romanos 8:26-30. Ella solamente podía leer en forma muy lenta, lo que dio tiempo para que cada palabra penetrase: "Predestinados. . . justificados. . . glorificados". Mientras oía, se dijo a sí mismo: "Sé que soy predestinado de acuerdo a la presciencia de Dios, y justificado, pero. . . ¿he sido glorificado?". Eso lo dejó perplejo y la pregunta estaba constantemente en su mente: ¿Qué significa ser glorificado?
Dos días más tarde, en el tren rumbo a Llandrindod, con este pensamiento aún en su mente, una voz le habló: "Cuando regreses serás un hombre nuevo". "Pero. . . yo soy un hombre nuevo", protestó. "No", fue la respuesta, "eres un niño". Los otros que iban en el vagón estaban cantando el himno más reciente del Avivamiento, La Canción de la Gloria, pero Rees nunca lo oyó. Se mantuvo caminando por el corredor con esa voz sonando en sus oídos: "Serás un hombre nuevo".
En la primera mañana de la Convención, el predicador, quien era quizás uno de los mayores expositores de la vida en el Espíritu que había producido Keswick, el Reverendo Evan Hopkins, habló sobre Efesios 2:1-6: "Y él os dio vida a vosotros. . . nos resucitó. . . y nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús". Señaló que fue el Señor resucitado Quien se apareció a los discípulos después de la resurrección, pero cuando el Espíritu Santo descendió, reveló al Salvador exaltado a la mano derecha del Padre. Luego, el señor Hopkins preguntó: "¿Han recibido ustedes vida por medio de Cristo? ¿Han sido resucitados para sentarse con El en los lugares celestiales?". En su corazón, Rees respondió: "Sí, sé que me ha sido dada vida, pero no he sido resucitado con Cristo a esa posición de poder". En el momento que dijo esto, vio al Señor glorificado. "Tan realmente como había visto al Cristo crucificado y al Cristo resucitado, vi al Cristo glorificado. La voz que oí en el tren me dijo: ¿Te gustaría sentarte allí con él? Hay un lugar para ti', y me vi a mí mismo al lado Suyo. Ahora sabía lo que significaba ser 'glorificado'. Lo vi a El tal como Juan lo vio en Patmos y fui deslumbrado como el apóstol Pablo. Cuando El revela algo, es exactamente así, no es imaginación. Toda aquella noche estuve en la presencia de Dios y mi Salvador glorificado. No hay nada en la naturaleza, refinado lo suficiente, como para describir esto. Veía a los hombres como a árboles caminando".
A la mañana siguiente, el señor Hopkins habló sobre el Espíritu Santo. Dejó bien claro que El es una Persona y que tiene todas las facultades de una Persona, exactamente como el Salvador. Tiene inteligencia, amor, y una voluntad propia. Como Persona que es, antes de venir a vivir en un hombre, se le debe dar total posesión de ese cuerpo. "Mientras él hablaba", dijo Rees, "el Espíritu Santo se me apareció y supe que era Aquel que me había hablado el día anterior y que me había mostrado ese lugar de esplendor y gloria al cual los ojos naturales jamás pueden mirar. Nunca se me había ocurrido antes que el Espíritu Santo era una Persona exactamente como lo es el Salvador, y que debe venir y habitar en carne y sangre. De hecho, la Iglesia sabe más sobre el Salvador, Quien estuvo en la tierra solamente treinta y tres años, que sobre el Espíritu Santo quien ha estado aquí durante dos mil años. Solamente había pensado en El como una influencia viniendo sobre las reuniones, y eso era lo que la mayoría de los que estábamos en el Avivamiento pensábamos. Nunca había meditado en que El debe vivir en cuerpos, tal como el Salvador vivió en el Suyo sobre la tierra".
El encuentro de Rees Howells con el Espíritu Santo fue tan real como el que tuvo con el Salvador unos años antes. "Lo vi como una Persona aparte de carne y sangre, y me dijo: 'Como el Salvador tuvo un cuerpo, así habito yo en el templo purificado del creyente. Soy una Persona. Soy Dios, y vengo a pedirte que me des tu cuerpo para poder trabajar por medio de él. Necesito un cuerpo para ser Mi templo (1 Co. 6:19), pero debe pertenecerme sin reserva, porque dos personas con diferentes voluntades nunca pueden vivir en el mismo cuerpo. ¿Me darás el tuyo? (Ro. 12:1). Pero si entro, lo hago como Dios, y tú debes salir (Col. 3:2, 3). No me mezclaré con tu yo'.
Me dejó muy en claro que nunca compartiría mi vida. Vi el honor que me concedió al ofrecer habitar en mí, pero había muchas cosas muy queridas para mí y sabía que no me dejaría quedarme con ni siquiera una de ellas. El cambio que haría estaba muy claro. Significaba que cada pedazo de mi naturaleza caída debería ir a la cruz, y que El pondría dentro de mí Su propia vida y Su propia naturaleza".
Se trataba de una entrega incondicional. Al salir de la reunión Rees se fue a un campo abierto donde derramó su corazón, porque, como dijo después: "He recibido una sentencia de muerte tan real como la de un prisionero en el banquillo de los acusados. He vivido en mi cuerpo durante 26 años y ¿cómo podría abandonarlo fácilmente? ¿Quién podía entregar su vida a otra persona en una hora? ¿Por qué un hombre lucha cuando viene la muerte, si es fácil morir? Sabía que había solamente un lugar adecuado para la vieja naturaleza: la cruz. Pablo hace esto muy claro en romanos seis. Una vez que esto se hace realidad, es para siempre. No podía apresurarme. Intenté hacerlo, pero ¡oh! ¡Cuán costoso! Lloré durante días. Perdí dos kilos y medio de peso, sólo porque vi lo que El me estaba ofreciendo. ¡Cómo deseaba no haberlo visto nunca! Una cosa que me hizo recordar fue que El solamente había venido para tomar lo que yo había prometido ya al Salvador, no en parte, sino del todo. Puesto que El había muerto por mí, yo había muerto en El, y sabía que la nueva vida era de El y no mía. Eso había estado claro en mi mente por tres años Así que había venido solamente para tomar lo que era suyo. Entendí que solamente el Espíritu dentro de mí podía vivir como lo había hecho el Salvador. Todo lo que dijo me llamaba la atención; era sólo la cuestión de la pérdida que sufriría al hacerlo. No le di mi respuesta en el momento y El tampoco deseaba que lo hiciera".
Me tomó cinco días hacer la decisión, días que pasé solo con Dios. "Como Isaías, vi la santidad de Dios", dijo, "y viéndolo a El contemplé mi propia naturaleza corrompida. Lo que vi no fueron los pecados, sino la naturaleza afectada por la caída. Estaba corrompido hasta la médula. Sabía que tenía que ser purificado, vi que había tanta diferencia entre el Espíritu Santo y yo como la que hay entre la luz y las tinieblas".
"Nada es más real para mí que el proceso por el cual pasé durante toda aquella semana", continuó. "El Espíritu Santo siguió tratando conmigo, exponiendo la raíz de mi naturaleza, que era el yo. Solamente se puede extraer algo cuando se hace desde la raíz. El pecado estaba cancelado, y no era el pecado con lo que El estaba tratando, era con el yo, el resultado de la caída. El no iba a aceptar cualquier tipo de entrega superficial. Apuntó Su dedo a cada parte de mi vida de ego y tuve que decidir a sangre fría. El nunca quitaría nada hasta que yo diera mi consentimiento. Luego, en el momento que se lo daba, había una purificación (Isaías 6:5-7) y nunca más podría volver atrás. No se trataba de decir que había sido limpiado y aun así seguir dominado por ese detalle. Era un rompimiento y el Espíritu Santo tomando el control. Este trato continuó día tras día. El estaba entrando como Dios, y yo había vivido como hombre; y lo que es permisible para un hombre ordinario', me dijo, 'no será permisible para ti".
Esta "experiencia de Llandrindod" fue la crisis que fue seguida por el proceso de santificación. El Espíritu Santo, en base a su entrega inicial, reemplazó paso a paso la naturaleza egoísta por Su propia naturaleza divina (2 Pedro 1:4). Primero fue el amor al dinero, aquella "raíz de todos los malos", lo que anteriormente había llevado a Rees a Norteamérica. El Señor le dijo que se llevaría de su naturaleza todo gusto por el dinero y cualquier ambición de poseerlo. "Tuve que considerar lo que esto significaba", dijo Rees. "El dinero no sería para mí más de lo que había sido para Juan el Bautista o para el Salvador. En cierta medida, esto fue tratado en mi nuevo nacimiento, pero ahora el Espíritu Santo estaba llegando a la raíz". La lucha duró todo un día, pero ya al atardecer, su "actitud hacia el dinero había cambiado totalmente".
Luego vino el hecho de que nunca tendría derecho a escoger para formar un hogar. "Vi que nunca podría dar mi vida a otra persona para vivir exclusivamente para ella. ¿Podría el Salvador haber dado Su vida y atención a una persona, en vez de a un mundo perdido? Tampoco podría hacerlo el Espíritu Santo. Se tomó Su tiempo para mostrarme lo que significaría: la vida que El viviría sería por la humanidad. ¿Estaba yo dispuesto a ello?". Otras cosas que fueron tratadas incluían la ambición. ¿Cómo podría ser ambicioso si el Espíritu entraba en él? La forma como Dios le mostró esto fue así: Suponiendo que él tuviera una misión en una ciudad y otra misión se estableciera en el mismo lugar y hubiera celos entre las dos. Y si fuera mejor para la ciudad tener solamente una misión, entonces sería la suya la que tendría que irse. O supongamos que él y otro hombre se presentaran para el mismo empleo, tendría que dejar que el otro lo obtuviera. O si estuviera ganando doce chelines al día y otro hombre padre de familia estuviera recibiendo mucho menos, el Espíritu le diría que diera su trabajo a ese hombre. Vio al Espíritu como tomando el lugar del otro y sufriendo en su lugar. Sí, Rees estaba dispuesto a hacerlo.
Al quinto día fue tocada su reputación. Mientras él estaba pensando en los hombres de la Biblia quienes fueron llenos del Espíritu Santo, y particularmente en Juan el Bautista, el Señor le dijo: "Entonces podré vivir a través de ti la clase de vida que viví por medio de él". ¡Un nazareo, vestido con pieles de camello, viviendo en un desierto! Aún si así fuera, o lo que pudiera ser su equivalente en los tiempos modernos, era necesario tomar una decisión real. "Si vivo mi vida en ti, y ese es el tipo de vida que escojo, no puedes detenerme", fue la palabra del Señor. El debía estar dispuesto a ser despreciado tal como fue el Salvador.
El viernes por la noche cada punto había sido confrontado. Sabía exactamente lo que se le había ofrecido: la elección entre la ganancia temporal y la eterna. El Espíritu le resumió el asunto: "Bajo ningún circunstancia te permitiré acariciar ni un simple pensamiento de tu ego. La vida que viviré en ti será un cien por ciento para los demás. Nunca podrás salvarte a ti mismo, no más de lo que el Salvador pudo cuando estaba en la tierra. Ahora, dime, ¿estás dispuesto?". Debía dar una respuesta final.
Esa noche un amigo le dijo: "Si algunos de nosotros venimos después de la reunión, ¿nos contarás sobre tu posición en Cristo?". En seguida el Espíritu lo desafió: "¿Cómo puedes hacerlo? Has visto la posición de los vencedores pero todavía no has llegado a ella. He estado tratando contigo por cinco días. Debes darme tu decisión a las seis en punto esta noche y recuerda, tu voluntad propia tendrá que salir. Bajo ninguna circunstancia te permitiré introducir cosa tuya. Irás a donde te envíe; harás lo que yo te diga". Esta era la batalla final sobre la voluntad.
"Le pedí más tiempo", continuó Rees, "pero El dijo: 'No tendrás ni un minuto más después de las seis en punto'. Cuando oí eso, fue exactamente como si una bestia salvaje se hubiese despertado dentro de mí. 'Me diste libre albedrío', respondí, 'y ahora me estás forzando a abandonarlo'. 'No te obligo', replicó, "¿pero no has estado diciendo durante tres años que no te perteneces y que deseas dar tu vida al Salvador tan completamente como El dio la Suya por ti?'. Descendí en un segundo. La forma como lo había dicho era un insulto a la Trinidad. 'Lo siento', le dije, 'eso no fue lo que quise decir'. 'No estás obligado a abandonar tu voluntad', dijo de nuevo, 'pero a las seis en punto recibiré tu decisión. Después nunca más tendrás otra oportunidad'. Esta era mi última oferta, ¡mi oportunidad final! Vi aquel trono (Ap. 3:21) y todo mi futuro yéndose para siempre. Dije: Por favor, perdóname, deseo hacerlo'.
Una vez más vino la pregunta: ¿Estás dispuesto?'. Faltaban diez minutos para las seis. Quería hacerlo, pero no podía. La mente se agudiza cuando uno está bajo prueba y en un instante vino a mí lo siguiente: "¿Cómo puede el ego estar dispuesto a abandonar al yo?'. Cinco para las seis. Sentía miedo de aquellos últimos cinco minutos. Podía contar los tics del reloj. Luego el Espíritu habló de nuevo: 'Si no estás dispuesto, ¿te gustaría que te ayudara? ¿Quieres estar dispuesto a abandonar tu ego?". 'Cuídate', susurró el enemigo. ¡Cuando una persona más fuerte que tú está del otro lado, estar dispuesto a que te ayude a estar dispuesto es igual que estar dispuesto! Mientras estaba pensando en ese punto, miré el reloj. Faltaba un minuto para las seis. Incliné mi cabeza, y dije: "Señor, estoy dispuesto".
En una hora, la Tercera Persona de la Trinidad había entrado. Le dio la palabra que se halla en Hebreos 10:19: "Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el lugar santísimo por la sangre de Jesucristo...". "E inmediatamente', dijo Rees, "fui transportado a otra esfera, dentro de aquel velo sagrado donde viven el Padre, el Salvador y el Espíritu Santo. Oí a Dios hablándome, y he vivido allí desde entonces. Cuando el Espíritu Santo entra, lo hace para 'permanecer para siempre'. ¡A la Sangre sea la gloria!
¡Cómo adoré la gracia de Dios! Es Dios Quien va hasta el punto de darnos el arrepentimiento. Fue Dios Quien me ayudó a abandonar mi voluntad propia. Había algunas cosas que El había solicitado le entregara en la semana, cosas que podía darle por ser yo el amo de ellas. Pero cuando me pidió abandonar mi ego y mi voluntad, no pude hacerlo hasta que El prestó Su ayuda.
Un testigo ocular nos dice que no hay palabras que puedan describir la pequeña reunión en la casa aquella noche; la gloria de Dios descendió. Rees comenzó el coro "Hay poder en la Sangre", y no pudieron dejar de cantar durante horas. Desde las nueve de la noche hasta las dos y media de la mañana, "sólo se oía al Espíritu Santo hablando cosas de las cuales nunca soñé y exaltando al Salvador".
Cuando despertó a la mañana siguiente, dijo: "Me di cuenta que el Espíritu Santo había venido para 'quedarse para siempre'. Sentía que El me había 'llevado a la casa del banquete y que Su bandera sobre mí era amor'. Es imposible describir los diluvios de gozo que siguieron".
Rees Howells no era una persona dada a hablar en público, por naturaleza era tranquilo y de vida retirada. Cuando el Espíritu entró soltó su lengua y puso Su propia osadía en él. Hubo una reunión de alabanza en la carpa de la Convención, con casi un millar de personas presentes, incluyendo unos doscientos ministros. La primera persona a quien Rees vio fue a su propio pastor, y si había algo que podía impedirle hablar era el hecho de su presencia allí. Pero durante la reunión, él se puso en pie y les contó clara y tranquilamente que los estaba llamando a ser testigos de que el mismo Espíritu que había entrado en los apóstoles en el día de Pentecostés había penetrado en él, y que produciría resultados similares. El efecto fue tal que durante la semana siguiente, cuando se habían reunido multitudes para escuchar los mensajes de un predicador famoso, cientos vinieron a preguntarle a Rees cómo había entrado el Espíritu Santo en él. Esta fue la primera corriente de los ríos prometidos que, como dijo Jesús, fluirían de aquellos en quienes habita el Espíritu.
Capítulo Seis
AMANDO A UN PROSCRITO RECHAZADO
POR LA SOCIEDAD
Cuando el dueño divino toma posesión de una propiedad, tiene un doble objetivo: Cultivo intensivo, y productividad abundante. Pero si el terreno es baldío, El solamente puede labrarlo metro por metro. Ahora veremos al Dueño labrando Su campo recién adquirido.
El primer metro que puso bajo labranza fue la vida de oración de Rees Howells. Rees acostumbraba hacer oraciones generales, pero si alguien le hubiera preguntado si sabía que iba a recibir una respuesta, él no hubiera sabido que contestar. Ahora el Espíritu le dijo: "El significado de la oración es la respuesta y de todo lo que te dé, ve que no pierdas nada". También le dijo que la oración eficaz debe ser dirigida por el Espíritu, y que no debía orar más por todo tipo de cosas de acuerdo con su antojo o imaginación, sino hacer solamente las oraciones que el Espíritu Santo le diera.
Junto con ésta, había otra lección importante: Nunca más debería pedirle a Dios que contestara una oración por medio de otros, si podía ser contestada por medio de él. Eso incluía su dinero. Cuando se oraba solicitando dinero, debería permitir que fuera usado el suyo. El Espíritu Santo le mostró que sin rendirse a El, podía pasar tiempo pidiéndole a Dios por las necesidades de los campos en el extranjero y por otras causas, y aún no estar dispuesto a que Dios contestara esa oración ' por medio de él. Le indicó que el Señor a menudo "se cansa con nuestras palabras". Toda esta falta de realidad debía ser abandonada para poner por obra las Sagradas Escrituras que actuarían en el sentido más práctico.
La primera oración de esta clase que el Espíritu Santo hizo por medio de él fue por un hombre llamado Will Battery. Hacía algunos años que había venido al distrito para vivir con su tío después de haber sufrido meningitis, lo cual lo dejó en una condición muy débil. En este estado el licor se había apoderado de él y fue de mal en peor. No había dormido en una cama durante los dos últimos años, sino que pasaba sus noches en las calderas del molino de estaño. Estaba sucio y sin afeitar, no usaba medias y nunca ataba los cordones de sus zapatos. El Avivamiento había llegado al distrito y cientos se habían convertido, pero nadie lo había alcanzado. Para su sorpresa, fue por este hombre que Rees Howells halló al Espíritu Santo intercediendo a través de él con gemidos indecibles. Debía orar por él en cuanto a sanidad y salvación y amarlo no "de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad". "Nunca había venido a mi mente la idea de amarlo", dijo, "pero cuando el Espíritu Santo entra, también hace penetrar el amor del Salvador. Parecía como si pudiera dar mi vida por este hombre, un amor que nunca antes conocí estaba vertiéndose desde mi interior. Hablando en forma natural, él hubiera sido la última persona con quien pasaría mi tiempo libre, y el molino sería el último lugar a donde me gustaría ir.
En sus horas libres, Rees se hizo amigo de este hombre y pasaba todos sus domingos con él. Tenía más gozo en procurar ganar a este, que en la capilla en compañía de los otros creyentes. Hasta caminó alrededor del pueblo con él, aunque se avergonzó una o dos veces cuando la gente se volvía y los señalaba, pero "el Señor me ayudó", dijo.
Aproximadamente diez días antes de la Navidad, el Espíritu le preguntó a Rees que le gustaría recibir de regalo, ya que esta era la primera Navidad desde que Él había entrado en su vida. La elección de Rees era obvia que Will Battery tuviera una bendición, A partir de ese día Battery desapareció. "Lo busqué durante diez noches", dijo Rees, "como una madre busca a su niño.
Aún no conocía los métodos del Espíritu Santo, ni sabía que deseaba que confiara en El". Entonces un día antes de la Navidad, Battery vino a buscarlo. "Todavía puedo oír sus pasos", dijo Rees, "y, oh, ¡qué sensación! No tenía ni la más mínima idea acerca del amor del Espíritu Santo por un alma perdida, hasta que El amó a una a través de mí. ¡Qué noche pasamos! Al siguiente día, tuve el gozo de pasar mi primera Navidad después de que el Espíritu había entrado a mí, en el molino con este joven desde las diez de la mañana hasta las seis de la tarde. Mi madre me había dado una canastilla con la cena de Navidad para nosotros dos, pero mi gozo era demasiado para poder comer. ¡Battery se lo comió todo! A las cuatro de la tarde, me preguntó si podía venir conmigo a la reunión en la casa de campo. ¡Qué gozo sentí al caminar con él hasta allá! Yo mismo nunca le había pedido que fuera, por miedo de avergonzarlo".
Pero la obra no fue hecha en unas pocas semanas o meses. El fue ayudado paso a paso, hasta que Rees pudo ubicarlo en hospedajes y conseguirle un trabajo en la mina. Pero aún entonces hubo tropiezos, como cuando Rees fue llamado a enfrentar a una propietaria de hospedaje, muy enojada. Will Battery se había acostado con sus ropas de trabajo puestas, ¡inclusive con las botas! Rápidamente, Rees le dijo que enviara las sábanas a la lavandería, ¡pagando él el costo! Llegó el día cuando la gente de la capilla se maravilló al ver a Battery sentado en las reuniones y vestido en forma decente. Pero tomó tres años obtener la victoria final, cuando al fin el señor Howells fue capaz de persuadirlo a ir a la casa de su madre. Ella era una mujer convertida y había orado por él durante años. "De esta manera", comentó el señor Howells, "comencé desde el fondo y amé sólo a uno, y si se ama a uno, se puede amar a muchos; y si a muchos, se puede amar a todos".
La segunda oración destacada que el Espíritu Santo hizo por medio de él fue respecto a un hombre conocido por el nombre de Jim Stakes, pero cuyo nombre verdadero era James Thomas. Este fue también el medio que el Espíritu Santo usó para darle a Rees su primera lección sobre "dar abundantemente". Como lo narró él más tarde: "Puesto que mi dinero pertenece ahora al nuevo Dueño, el dueño anterior tiene que ser imparcial sobre la cantidad que El da. El nuevo Dueño es, por Su naturaleza, más generoso que el anterior; este último ha vivido tanto en Egipto y más tarde en el desierto, bajo la ley, que la mejor forma en que ha sido usado en dar el diezmo. Entonces, cuando el nuevo Dueño quiere dar ofrendas abundantes, prueba primero si la entrega a El ha sido real. Si ha sido genuina, entonces no habrá conflictos futuros cuando se soliciten grandes sumas". La prueba para Rees fue respecto a Jim Stakes.
Este hombre había sido de un carácter tan bajo, que el comentario común era: ¡Lo que Jim Stakes no hace, el diablo mismo no puede hacerlo! Era uno de los peores borrachos, y hubo una gran sensación durante el Avivamiento cuando el estuvo bajo convicción y aceptó la salvación en una reunión de oración. Tenía una casa llena de niños y debido a la bebida, estaba en gran pobreza. Rees Howells sólo se lo había encontrado una vez, pero lo conocía bien por su reputación. Una mañana estando en oración, casi inesperadamente, este hombre se "paró delante" de él. "Nunca antes había sabido de un conflicto tal por un alma en las esferas celestiales", dijo Rees. "Durante una hora, lo más que pude hacer era dejar que el Espíritu Santo orara a través de mí. Vi al diablo atacándolo, y si lo podía hacer volver al pecado, esa sería una de sus mayores victorias para contrarrestar la obra del Avivamiento. Vi que era un conflicto entre Dios y el diablo por un alma, y le dije al Señor que haría cualquier cosa si lo guardaba".
Esa misma noche, vino un hombre a la puerta para ver a Rees. Nunca había tenido una sorpresa mayor, ¡era Jim Stakes! Había venido desde una distancia de tres kilómetros y medio, porque según dijo, mientras estaba trabajando en la mina aquella mañana, Rees Howells "se había parado" delante de él. ¡Fue a esa misma hora en la mañana que Jim Stakes se había "parado delante" de Rees y la carga de oración había venido sobre él! "¿Estás en problemas?", le preguntó Rees. Efectivamente, estaba en líos. Tenía dos años de atraso en el pago de su arriendo y esa mañana los alguaciles habían cotizado sus muebles y venían para llevárselos. ¡Dos años de arriendo! Era mucho dinero. Después de una indecisión momentánea, el señor Howells dijo: "Te daré el alquiler equivalente a un año, y tengo un amigo quien creo, te dará la otra mitad". Subió a buscar el dinero, pero antes de llegar, el Espíritu Santo le habló. "¿No me dijiste esta mañana que darías todo lo que tenías para salvarlo? ¿Por qué le estás dando la mitad? ¿No pagó el Salvador toda tu deuda y te liberó?". Rees Howells se dio vuelta y corrió escaleras abajo, y le dijo al hombre: "Siento mucho el haberte dicho que te daría solamente un año para el alquiler. Voy a darte lo necesario para pagar los dos años y además todo lo que necesites. Voy a liberarte de tal manera que el diablo no podrá usar más ésta situación para meterse contigo". "En el momento en que lo dije", declaró después el señor Howells, "descendió el gozo del cielo. Fue como si algo cambiara en mi naturaleza, y se volvió más bienaventurado dar que recibir". El monto del regalo fue de setenta libras.
Aquella noche el señor Howells lo llevó directamente a ver a un amigo, y oraron juntos. En el camino, le preguntó si su esposa era convertida. ¿No había visto ella un cambio en él, ni estaba contenta? "Sí", contestó Jim, "pero ella no es salva; no ha tenido ropas para ir a las reuniones". Mientras escuchaba, Rees Howells dijo que sentía en el Espíritu como si hubiera salido virtud hacia ella, y supo que ella también se convertiría. El domingo siguiente, fue a la casa de ellos y la encontró bajo convicción. El "regalo abundante" la había quebrantado; el amor había vencido y el Espíritu Santo la guió al pie de la cruz. Allí ella vió que había una deuda todavía mayor que había sido pagada por ella, y cancelada con un precio más grande: La sangre preciosa de Cristo.
La bendición de esta pareja fue lo que Rees llamó "el comienzo" en el distrito. Se iniciaron reuniones caseras en su hogar cada sábado y domingo por la noche, presididas por Rees y sus amigos. Muchos vinieron, y algunos de los peores entregaron sus corazones al Señor,
En esta nueva experiencia de la vida en el Espíritu Santo, Rees tenía una persona cuya comunión significaba mucho para él: su tío Dick. Cuando regresó de Llandrindod, no todos los creyentes, de ninguna manera, podían ver la necesidad de esta entrega total al Espíritu Santo y algunos hasta se opusieron. Pero Dios le dio a él en su tío uno de su misma mente y corazón. Entre todos los creyentes del distrito, se podía pensar que tío Dick era quien menos tenía necesidad de esta entrega total. Había sido inválido durante 26 años, no podía caminar más que unos pocos metros, ni leer más de unos pocos minutos a la vez. Había aceptado esta condición como la voluntad de Dios y pasaba diariamente horas en oración, o en oír la lectura de la Biblia que le hacían sus familiares. Antes del Avivamiento, cuando el estado espiritual del país había sido tan bajo, se había unido en oración con muchos pidiendo un avivamiento y se gozó grandemente cuando llegó la respuesta.
No obstante, también sabía de su propia necesidad. Antes del Avivamiento, aún entre los más piadosos de las Iglesias había pocos que sabían de la vida eterna como un regalo totalmente gratuito o de la seguridad del perdón de los pecados. Ni siquiera después del Avivamiento la verdad acerca del Espíritu Santo como una Persona viviendo dentro del cuerpo del creyente era conocida por la mayoría. Esto incluía al tío Dick. El tenía un anhelo de más poder en la oración, y nunca había sabido cómo obtenerlo.
Se alegró mucho en la conversión de Rees, quien seguía considerándolo como su guía espiritual más valiosa. Naturalmente, él sería la primera persona a quien Rees iría al regresar de Llandrindod, para contarle su nueva experiencia. Pero la visita no era una de esas fáciles, porque el Señor le había revelado a Rees que debía ofrecer el Espíritu Santo a su tío, y mientras el más joven se había acostumbrado a ser bendecido a través del mayor, ahora el caso era al revés.
Pero el tío Dick estaba listo. En cuanto Rees le contó sobre la bendición y el precio que demandaba una completa rendición de la voluntad sin reservas, su tío lo reconoció como la Palabra del Señor y la verdad de las Escrituras. Le tomó tres semanas clarificar el asunto. En cada visita de Rees, su tío decía: "Estoy seguro que lo lograré en unos pocos días", y cuando lo hizo, fue una victoria gloriosa. El fue un ejemplo del hecho de que aún cuando un hombre sea piadoso y devoto, necesita al Espíritu Santo, y halló que de ninguna manera es fácil hacer una entrega total.
Desde esa ocasión en adelante y durante muchos años, la comunión en el Espíritu entre tío y sobrino fue muy profunda. Era un compañerismo espiritual en el cual el tío Dick llegó a ser el principal compañero de oración de Rees. El continuó su obra de oración por unas ocho horas al día, pero con esta diferencia: Hasta cuando el Espíritu Santo se posesionó totalmente de él, cualquier necesidad que surgía se volvía automáticamente un pedido de oración; pero de ahora en adelante, tal como con Rees, la misma era presentada en oración con objetivos específicos, agonía victoriosa y respuestas definitivas.
Capítulo Siete
UN PUEBLO NO TOCADO POR EL AVIVAMIENTO
A casi ochocientos metros del hogar de Jim Stakes, había un pueblo donde no había ni siquiera un cristiano, ni siquiera un sitio de adoración. Durante el tiempo del Avivamiento hubo quienes empezaron reuniones de oración allí, pero pronto fracasaron. Después que Jim Stakes y su esposa habían tenido aquella bendición de ser salvos, el Señor le dijo un día a Rees Howells: "Habiendo tenido tal gozo en ayudar a estos dos, ¿no te gustaría ayudar a todo un pueblo? Pero al ir allí, tengo otra lección por enseñarte: Tú debes ser el primero que sufra". Esto significaba que debería ser como un padre quien es el primero en sufrir por su familia, o como un buen pastor quien da su vida por las ovejas.
El Espíritu le mostró que el Salvador tomó el lugar del pecador llevando sus pecados, llevando sus enfermedades y sus cargas. Al ir a ese pueblo debía permitir que el Espíritu revelara el amor del Salvador por medio de él de una manera práctica. Esta gente había oído las mejores predicaciones durante el avivamiento, pero no habían sido alcanzados. El Espíritu estaba llevando a Su siervo allí ahora para que fuera el primer sufriente, y todo aquel que estuviera en necesidad tendría derecho a que él le supliera la misma.
Así que un domingo por la mañana el señor Howells, con su amigo Johnny Lewis, la señorita Elizabeth Hannah Jones, —quien más tarde llegó a ser la señora Howells— y otros jóvenes obreros cristianos que se habían unido a él, visitaron el pueblo. Nunca antes habían contemplado una vista como aquella. Había barriles de vino colocados al aire libre y la gente estaba bebiendo, apostando dinero y practicando todo tipo de juegos. El lugar había sido bautizado muy bien "La Caldera del Diablo". El señor Howells declaró más tarde: "Yo tenía solamente un pensamiento, que el Espíritu Santo estaba yendo allí y que El tenía la autoridad para expulsar demonios y perdonar pecados".
Y así resultó ser en el primer hogar que visitó. La mujer de la casa no quería que sus visitantes supieran que estaba horneando en domingo y dejó que el pan se quemara en el horno. Cuando el señor Howells supo esto, regresó y le dijo que había venido a pagarle por el daño que él había hecho. ¡El colocó una moneda de una libra sobre la mesa!
Una buena obra tiene alas, y muy pronto los habitantes del pueblo supieron que este grupo de jóvenes, todos ellos trabajadores en la mina o en el comercio, venían con algo más que meramente palabras. La mujer abrió su casa para las reuniones, y ella y su marido, que habían sido borrachos ambos, fueron los primeros convertidos. La mujer, particularmente, continuó siendo una de las mejores cristianas del pueblo.
El Espíritu dijo claramente al señor Howells que "mostrara externamente" la Biblia a la gente. Como las ropas de ellos eran diferentes de las suyas, debería vestirse más sencillamente, no atrayendo así la atención hacia sí mismo. Rees había traído un reloj de oro de Norteamérica y había dado uno a cada uno de sus hermanos y hermanas, pero no debía usar el suyo más. "Si eres el primer sufriente, no tengas nada que esta gente no pueda tener", le dijo el Señor. Casi todos en el pueblo tenían necesidades y el Espíritu le recordó el Sermón del Monte: "Al que te pida, dale". "Cualquiera que se halle en necesidad, puede reclamar de ti", le dijo. "Me has dado todo lo que tienes y te digo que todo esto es para la gente y ellos tienen tanto derecho a ello como tú".
El gran comienzo surgió cuando el cabecilla de los borrachos se convirtió. Durante mucho tiempo, el señor Howells oró por él y solicitó una oportunidad de alcanzarlo. Este hombre podía ver el amor de Dios expresado hacia otros, pero todavía no lo había experimentado en sí mismo. La oportunidad llegó. Hubo algún problema fuera del pueblo y este hombre estaba involucrado. Iba a ser un caso para la Corte. Entonces el Señor le dijo a Rees Howells: "Ahora es tu oportunidad, ofrece solucionarle el caso". Así que llamó a la casa del hombre y le dijo: "¿Se sentiría usted aliviado si este caso fuera arreglado fuera de la Corte? ¿Si las otras personas estuvieran dispuestas a aceptar una compensación, le gustaría que la pagara por usted?". El hombre se quedó mudo. "Era un hombre de pies a cabeza", dijo Rees, "las meras palabras nunca lo alcanzarían, pero cuando vio el amor de Dios en esta forma, fue tocado en un punto vital y se derribó. Confesó haber sido el culpable y empezó a venir a las reuniones, pudiendo sentir su amor por uno".
Pronto había más de una docena de convertidos, y se iniciaron las reuniones en forma periódica, incluyendo una Escuela Dominical y una Banda de la Esperanza. Fueron tantos los que dejaron las tabernas y se volvieron al Señor, que el grupo de obreros sintió que debían dar todo su tiempo para estar con ellos. Celebraban cinco reuniones a la semana, y otras dos noches visitaban los hogares. La obra del Espíritu se extendió más allá de este pueblo y pronto hubo convertidos esparcidos por todas las cercanías. Había tal poder en el ministerio, que se volvió costumbre decir: Si Rees Howells visita un hogar; fíjate bien, ¡alguien será convertido allí!
El señor Howells estaba ganando su salario semanal en la mina de carbón y también tenía otros ahorros, pero a este ritmo vió que su dinero se acabaría pronto. Fue entonces cuando el Espíritu le mostró tanto un mandamiento como una promesa. Al joven rico el Señor le había dado un mandato: "Vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres. . . y ven, sígueme". Y a quienes así les seguían les prometió "No hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo. . .". Rees vio que si él daba una libra, el Salvador le decía que iba a recibir cien libras. ¿Podría ser verdad? Si lo era, esperaría ansiosamente por el día, cuando llegara a un punto de extrema necesidad. Pero... ¿era verdad? Eso fue lo que capturó su imaginación, no el hecho de estar sin dinero, sino la posibilidad de que ese dinero le fuese reemplazado por medio de las promesas. ¿Podría realmente suceder ese cambio y recibir el ciento por uno?
Llegó el día cuando le quedaba su última libra. Entonces el Espíritu Santo le dijo: "Corta las cuerdas y toma las promesas". Fue un llamado directo para confiar en Dios. Pero siempre es más fácil hablar de tales cosas que realmente hacerlas. Había sido mucho más fácil dar cien libras sacándolas de la abundancia, que partir con esta última libra y llegar al final de sus ahorros por primera vez en quince años. “¡Oh, cómo se compadecía de mí el diablo y qué argumentos me presentó!", comentó Rees. "Me dijo que sería dar un paso en la oscuridad y que si había una convención o algo por el estilo, no podría ir a menos que tuviera esa libra ahorrada. Pero el Espíritu Santo me mostró que si Dios deseaba que fuera a alguna parte, El seguramente proveería los recursos". El peligro es el siguiente. Mientras que una persona tiene dinero, puede proceder sin consultar a Dios. Así lo hizo Jonás porque tenía dinero para pagar su pasaje e irse huyendo de El. De modo que no podemos ser siervos Suyos realmente hasta tanto El controle nuestros recursos.
Fue así como dio el paso decisivo y aprendió la bendita verdad de que su necesidad era la oportunidad de Dios. Sus ojos fueron abiertos al hecho de que tenía derecho a que Dios le proveyera cuando no podía hacerlo por sí mismo. Tan seguramente como el Espíritu le había dicho que la gente del pueblo tenía derecho sobre su dinero para suplir sus necesidades, vio también ahora que él tenía derecho a que los recursos de Dios suplieran la necesidad suya. La primera semana su necesidad fue de dos libras y pudo decirle al Señor en su oración que si las tuviera por sí mismo no habría venido a El. "Sólo le pedía al Señor que hiciera lo que yo habría hecho si tuviera el dinero y fuese para Su obra. ¡Recibí lo pedido y tuve mucho gozo al saber que había terminado con los recursos limitados del hombre y comenzado con los recursos ilimitados de Dios! Las promesas de Dios habían reemplazado al dinero guardado en el banco y se convirtieron en iguales a la moneda corriente para mí. ¡No tenía que cargar más mi tesoro conmigo donde quiera que fuese, porque sabía dónde estaba el Tesoro y cómo llegar a él!
La mayor prueba en el pueblo vino cuando una huelga era inminente. La última había durado ocho meses, con grandes dificultades para los trabajadores. El señor Howells se dio cuenta que la próxima podría durar lo mismo. Cuando tenía esta carga pesando sobre él, el Señor le hizo una pregunta, ¿permitiría que el Espíritu Santo hiciera por esta gente del pueblo lo que él haría por su propia familia? La Biblia había prometido que el pan y el agua estarían seguros, que no faltarían. ¿Haría él esa promesa al pueblo y les daría pan, queso, té y azúcar? Sabía que los dos tenderos le darían crédito, aunque no harían lo mismo con cualquier otra persona del pueblo. ¿Dejaría que la deuda llegase a cien libras? Este era un desafío tremendo. ¿Cómo podía hacer tal cosa? No fue hasta el domingo por la noche, antes del momento en el cual debía empezar la huelga, que él llegó a una conclusión. Luego les dijo en la reunión: "Esta huelga puede durar nueve meses, pero ninguno de ustedes estará necesitado de lo que Dios ha prometido. No es necesario que ninguno esté atribulado o temeroso". La bendición que descendió aquella noche fue tan grande, dijo él, que tuvieron que terminar la reunión y salir al aire libre. "Parecía que el canto ascendía al cielo y que los ángeles habían descendido para venir a nuestro encuentro".
A la mañana siguiente sucedió que hallaron a un agnóstico muy conocido, quien inmediatamente comenzó a refunfuñar sobre la inutilidad de la Iglesia y a hablar contra las autoridades de la mina como causantes de la huelga. "Bien, ¿qué va a hacer usted mismo por la gente en sus sufrimientos?", le preguntó el señor Howells, y luego le comentó lo que el Señor le había hecho prometerles la noche anterior. El hombre se quedó mudo. Este era un cristianismo contra el cual no había argumento. Antes de que se pudiese recobrar, el muchacho vendedor de periódicos vino con la noticia de que la huelga había sido solucionada.
Durante tres años, Rees Howells fue cada noche a ese pueblo, caminando más de seis kilómetros de ida y vuelta. Esto lo hacía después de haber terminado su día de trabajo. El clima nunca lo hizo detenerse. Una noche, cuando llegó a casa empapado después de caminar bajo un aguacero, su padre comentó: "No hubiera caminado hasta allá esta noche ni por veinte libras". “¡Yo tampoco lo hubiera hecho por veinte libras esterlinas!", respondió Rees.
Capítulo Ocho
LOS VAGABUNDOS
Todo siervo del Señor, en sus comienzos, tiene que aprender a dominar su cuerpo, y en los primeros días de su entrenamiento, pasa por las disciplinas necesarias.
.. Si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala...".
Dios comenzó a tratar con un apetito simple en Rees Howells, el amor por la comida. Esto sucedió en una ocasión cuando él sentía un gran peso por una cierta convención, la cual había sido interrumpida por asaltos del enemigo. El Señor lo llamó a un día de oración y ayuno, lo cual era algo nuevo para él. Acostumbrado, como él estaba, a un hogar confortable y a cuatro buenas comidas al día, fue como un choque el darse cuenta lo que significaba que no tendría almuerzo. Estaba muy agitado al respecto. ¿Sería solamente una vez? ¡Suponiendo que Dios le pidiera hacerlo todos los días!
Cuando llegó el mediodía, estaba arrodillado en su habitación, pero no hubo oración durante esa próxima hora. "No sabía que tal apetito estaba en mí", dijo él después. "Mi agitación era la prueba del dominio que tenía sobre mí. Y si no tenía poder sobre mí, ¿por qué argumentaba?".
A la una, su mamá lo llamó y él le contestó que no iba a almorzar. Pero ella lo llamó de nuevo, como lo haría una madre, y le urgió: "No te tomará mucho tiempo el comerlo". El buen aroma que provenía de abajo fue demasiado para él, y bajó. Pero después del almuerzo, cuando regresó a su habitación, no podía entrar a la presencia de Dios. Se vió cara a cara con su desobediencia al Espíritu Santo. "Me sentí como el hombre en el jardín del Edén", dijo. "Subí la montaña y caminé kilómetros, maldiciendo a ese 'viejo hombre' que había dentro de mí. Sentí que si Dios me quitaba el almuerzo hasta el final de mis días, estaría justificado por hacerlo. A algunos les parecerá que no hay nada malo en lo que hice, pero una vez que uno es el canal de Dios, de ninguna manera puede desobedecerle o introducir sus propias ideas. Derramé muchas lágrimas y casi parecía como si El nunca me permitiría regresar a Su presencia, hasta que me dijo: 'Te perdonaré, pero no te quedarás sin castigo. Levanta tus manos mientras oras de 6 a 9 en punto'. (Ex. 17:11-12; 1 Ti. 2:8). Mientras más cerca está una persona a Dios, más terrible parece ser el mínimo pecado.
A continuación no almorzó por muchos días, sino que pasó esa hora con Dios. Como dijo más tarde: "En el momento en que logré la victoria sobre ello, no fue algo muy grande; fue solamente un paso para el próximo llamado del Señor. Es solo mientras deseas una cosa que no puedes quitar tu mente de ella. Cuando te sobrepones, El puede devolvértela; pero entonces no te es imprescindible".
No mucho tiempo después, y sólo unos meses luego de haber comenzado el ministerio en el pueblo, el Señor le dio otra comisión para la cual estas lecciones eran una preparación obvia. Dios puso sobre él la carga de los vagabundos, muchos hombres que iban a ser encontrados en ese distrito errantes de lugar en lugar, sin hogar y sin trabajo. Deberían darle una oportunidad a cada vagabundo que llegara a la Misión. Sería una lección práctica de lo que el amor divino es para el pecador que no lo merece. El Espíritu puso bien en claro lo que debían hacer: dar a cada hombre ropa nueva, buscarle alojamiento y trabajo y pagar su mantenimiento hasta que obtuviera su primer salario. "Fuimos llamados a poner en práctica Isaías 58", comentó el señor Howells.
. Parte tu pan con el hambriento y a los pobres errantes alberga en tu casa; que cuando veas al desnudo lo cubras. . .'. En nuestro primer amor, habíamos condenado a todos los que no creían que la Biblia era verdadera literalmente, ¡y el Espíritu nos movía ahora a poner en práctica nuestra propia creencia! El Sermón del Monte declaró las leyes del reino, y debíamos actuar totalmente sobre la base de ellas: ... quítate la túnica, déjale también la capa. . . Al que te pida, dale... Amad a vuestros enemigos. .
Pronto me dí cuenta también que la meta del Espíritu Santo en esto era llevarme al grado de vida en el cual amaría a aquellos a quienes nadie amaba. Mi naturaleza egoísta y amor natural tendrían que ser cambiados por la naturaleza y amor divinos antes de que yo pudiese amar a un vagabundo como si fuese mi propio hermano".
El mismo día en que les fue dada esta nueva comisión, vieron por primera vez a un vagabundo en su reunión. Este hombre había estado en la carretera durante meses, sin trabajo ni alojamiento, y había oído los cánticos en la Misión. Fue vencido por la recepción que se le brindó. . . Uno de los creyentes le proveyó habitación y le buscó trabajo. A los dos días, llegó otro. "Las noticias de la caridad hecha vuelan", dijo el señor Howells. "Fueron llevadas a lo largo y ancho sin pérdida de tiempo, y llegó una cantidad mayor de la que esperábamos. No nos era permitido detenerlos. Si venían por su propia voluntad, no osábamos echarlos. Yo no los llamaba vagabundos, prefería el nombre que el Salvador usó y los llamaba pródigos. Aprendí de acuerdo con 1 Juan 4:20, que no se ama al Salvador ni un poquito más de lo que debe amarse al menor de aquellos por quienes El murió".
En todo, el Espíritu Santo estaba guiando a Su siervo más y más hacia el secreto de la intercesión: la identificación del intercesor con aquellos por quienes ora. Lo había llamado a asociarse con Will Battery, lo cual tocó su orgullo. Lo había hecho responsable por las deudas de Jim Stakes, habiendo afectado su bolsillo. Ahora lo había llamado a compartir los sufrimientos físicos de los desvalidos, lo que afectaría su cuerpo. Debía aprender un poco sobre cómo sentir lo que ellos sentían y sentarse donde se sentaban. Los vagabundos no tenían la comida abundante que otra gente poseía, y Dios lo llamó a bajar hasta el nivel de ellos. Las casas de alojamiento del gobierno daban dos comidas al día a los vagabundos, y el Señor le dijo a Rees Howells que viviera de la misma manera: comería dos comidas de pan, queso y sopa. Los ayunos a la hora del almuerzo habían sido una preparación para esto.
La dificultad residía, naturalmente, en su propio hogar. Su madre no estaba dispuesta a dejarlo vivir así mientras realizaba el pesado trabajo de un minero. Sin embargo, él insistió y apoyó sus argumentos refiriéndose a los cuatro jóvenes que estaban en Babilonia, quienes después de sus días de abstinencia, tenían apariencia de estar "mejor y más robustos" que los demás. Su madre tuvo que consentir, aunque se dice que hacía la sopa de la tarde lo más nutritiva posible.
Se alimentaba por primera vez a las 6:30 de la mañana y por segunda vez a las 5:30, después de su día de trabajo en el túnel y antes de salir para el pueblito. Al principio fue una lucha tanto física como mental el comer en la misma mesa con otros pero tener que ingerir alimentos diferentes. "Había muchas sospechas en cuanto al paradero de todo esto", dijo, "y cuál era mi objetivo al hacerlo. Ni ellos ni yo habíamos visto nunca a un hombre llamado al ayuno y ellos pensaron que el `experimento' pronto llegaría a su fin. Pero en menos de una quincena el Señor había cambiado tanto mi apetito, que prefería aquellas dos comidas a las cuatro de antes. Me fue quitado ese anhelo insaciable por la comida, y durante todo esto período mi salud estuvo mejor que la de los demás. Nunca tuve ni sombra de un dolor de cabeza, y mi cuerpo estaba en muy buena forma". Vivió así durante dos años y medio.
El suplir las necesidades de los vagabundos absorbió pronto las entradas del pequeño grupo de la misión, y fueron forzados a entrar más y más en una vida de fe. La parábola del amigo que viene a medianoche fue muy real para ellos en aquellos días, con una sola diferencia: él fue a molestar a su amigo solamente una vez, ¡pero ellos eran obligados a hacerlo casi todas las noches!
Probaron, dijo Howells, lo que el Reverendo Evan Hopkins acostumbraba a enseñar sobre las tres posiciones: Lucha, adhesión y descanso. La ilustración que el Rey. Hopkins usaba era la de un naufragio, cuando la gente era arrojada al mar. En la posición de lucha, están en el agua debatiéndose en medio de las olas y están en necesidad de ayudarse a sí mismos. En la posición de adhesión están aferrados al barco, casi a salvo ellos mismos, pero no pueden ayudar a nadie más porque sus manos están ocupadas. En la posición de descanso están sentados en el barco, con ambas manos libres para ayudar a otros. La liberación resultaba cuando descansaban en Dios por fe.
"Cuando empezamos a ayudarlos", dijo Rees, "temíamos que muchos vinieran en la misma quincena y no pudiésemos proveer para ellos. Mientras hubiera miedo, había lucha interior. Pronto vimos que no podíamos proveer para todas sus necesidades, y ese era exactamente el punto al cual el Señor deseaba que llegáramos. Luego tuvimos que darnos cuenta que Dios podía hacerlo si confiábamos en El. El Espíritu Santo nos dejó fracasar una o dos veces, y así dejamos de luchar e intentar hacerlo por nuestras propias fuerzas. Nos asíamos de las promesas de Dios suplicándole que viniera a nuestro rescate, y El nunca nos falló.
Después de muchas experiencias difíciles, hallamos el lugar de descanso. Llegamos a ser como camareros sirviendo en un restaurante, no era problema nuestro si venían diez, quince o veinte. Sabíamos que el Gerente no fallaría en proveer lo que era necesario. ¡Le dijimos al Señor que enviara tantos como quisiera! Pagábamos la cuenta de los víveres cada dos semanas, cuando nos reuníamos y vaciábamos nuestros bolsillos. En una ocasión cuando sabíamos que la cuenta era grande, un hermano enfermo, quien no había tenido entradas, dijo: "Estoy avergonzado de tener solamente cuatro centavos y medio. ¿Puedo darlos"?. La respuesta fue "Sí, será como la ofrenda de la viuda". Entramos a la tienda, nos dieron la cuenta, y vimos que los cuatro centavos y medio completaban el dinero necesario para pagar la deuda. Esa noche aprendimos a no despreciar las ofrendas pequeñas. Una y otra vez vimos cómo el dinero llegaba a la cantidad requerida, y nos daba más gozo que si hubiéramos tenido diez libras sobrantes".
En tres meses muchos de estos hombres fueron ayudados. Cada uno recibió ropa nueva, se le buscó empleo, y se les ubicó en buenos alojamientos. Algunos recibieron la vida eterna. Una noche, 16 de ellos estaban en la reunión, bien vestidos, y cantando desde lo más profundo de sus corazones, "Mi alma está bien". Un hermano que estaba sentado al lado de Rees susurró: " ¡Y sus cuerpos también!".
Pero solamente aquellos quienes han hecho tal trabajo pueden conocer lo que cuesta. Hubo ocasiones cuando el mismo vagabundo regresó después de que se le había dado todo un juego de ropa nueva. ¡La había vendido y venía por más! Había una mujer anciana que había caído muy bajo por el vicio de la bebida y vagaba por las calles "viendo cosas". Le buscaron alojamiento, pero cuando se enfermó de pulmonía, sus hijos no vinieron a cuidarla. El mismo señor Howells estuvo cuidándola toda una noche. Al regresar a su casa en la mañana, su madre lo regañó por "haber perdido una noche cuidando a esa vieja pecadora". Rees tuvo que recordarle que el Padre nos recibió "sin tener nada, a no ser nuestros harapos sucios". En otra ocasión, le encontró casa a una familia de vagabundos y consiguió trabajo para el esposo. Cuando otra familia vino buscando ayuda, le pidió a los primeros que compartieran su casa con ellos porque era lo suficientemente grande. “¡Qué, poner vagabundos en nuestra casa!", fue la respuesta que recibió. Sin decir una palabra, se dio vuelta y buscó otro lugar para ellos.
"Después de muchos meses en la escuela de la fe", contó Rees, "el Espíritu Santo puso tanto amor en nuestros corazones por esta gente, es preferible estar nosotros sin algo que permitir que estuvieran ellos en alguna necesidad. Nos convertimos en padres para ellos. Hubo muchas desilusiones, pero a algunos se les permitió decepcionarnos porque era parte de nuestro entrenamiento. Algunos no apreciaban la bondad, tal como nosotros no siempre hemos apreciado Su bondad. Entristecían a menudo al Espíritu Santo y pisoteaban la Sangre del Pacto. Teníamos suficientes pruebas para hacer callar a los muchos críticos.
La prueba final de Rees con los vagabundos fue en su propia casa. Se había acostumbrado a llevar al pueblo todo lo que hallara de ropa desechada en su hogar. En efecto, su madre bromeaba diciendo que mientras que antes tenían una habitación llena de ropa usada ya no podía encontrar ni siquiera un pedazo de tela para hacer un remiendo. Pero la prueba se hizo más severa cuando los vagabundos comenzaron a llegar a la casa. El Señor le había dicho a Rees que no debía tener un lugar diferente para él en su casa del que le era asignado a los vagabundos. "Sabía que echarlos sería echar al Salvador", dijo, "y podía ver venir la prueba". Quizás tendría que tomar una posición y abandonar su hogar. Entonces una noche, llegó al punto crítico. Algunos miembros de la familia dijeron que abandonarían la casa si las cosas seguían como estaban. Cada vez que llegaban a la casa después del trabajo, los vagabundos estaban allí. Se sentaban siempre en la silla de su padre y nunca se levantaban cuando él entraba. También dijeron que no se harían responsables si le sucedía algo a su madre mientras ellos no estuvieran en la casa. "Fue una de las peores pruebas de mi vida", dijo Rees, "al ver la posibilidad de que se dividiera el hogar de mi padre. Pero a él le fue dada mucha sabiduría en la respuesta que dio. Dijo a los demás: "Si no dejo venir a los vagabundos, ¿están ustedes dispuestos a que no deje venir tampoco a sus amigos? Todos nosotros traemos a nuestros amigos a casa. Si Rees se ha hundido tan bajo como para tener solamente vagabundos por sus amigos, a ellos también debe dárseles la libertad de venir". Se obtuvo la victoria, y lo más extraño de todo fue que nunca más volvió un vagabundo a la casa.
Capítulo Nueve
ATANDO AL HOMBRE FUERTE
Una noche cuando Rees Howells y sus amigos estaban regresando del pueblo, pasaron cerca a un grupo de mujeres que nunca habían venido a las reuniones. Se podía notar por sus voces que habían estado bebiendo. Uno del grupo exclamó: "¿Dónde está el poder para cambiar a esta gente?". Era un desafío, y Rees lo aceptó. Al instante, el Espíritu le concedió elegir a la cabecilla de aquellas mujeres, quien era de mala fama y una borracha confirmada. Oró para que ella llegase a ser parte del Reino antes del Día de Navidad.
Esto era algo nuevo. El había visto a muchos borrachos convertirse, pero el Señor había trabajado a través de sus contactos personales con ellos. En este caso sin embargo, él no tenía ninguna conexión con la mujer. El Señor le había dicho que no ejerciera ninguna influencia personal sino que la alcanzara a través del Trono. Sería una prueba real de fortaleza. ¿Podría el Espíritu Santo, a través de él, usar el poder de la expiación para romper con el poder del diablo en la vida de ella y así se cumpliese la palabra del Salvador en Mateo 12:29 respecto a atar al hombre fuerte y robarle sus bienes? Vio que si podía obtener esta prueba visible de la derrota del diablo, el Espíritu Santo podría aplicar a través de él, la victoria en mayor escala. Para hacer esto, el Espíritu le dio Juan 15:7: "Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis, y os será hecho". Todo dependería de su permanencia en El.
Ya que esta "permanencia" tomaría un lugar tan central en su vida futura de intercesión, es importante ver lo que el Espíritu le enseñó al señor Howells sobre ello. Este texto clave, Juan 17:7, deja bien en claro que la promesa es ilimitada, pero que su cumplimiento depende de la permanencia. Aquí está la razón del porqué en todos los casos de intercesión, el señor Howells hablaba constantemente de guardar su "lugar de permanencia". La clave bíblica para la permanencia está en 1 Juan 2:6: "El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo". En otras palabras, significaba estar dispuesto a que el Espíritu Santo viviera por medio de él la vida que el Salvador hubiera vivido si estuviese en su lugar.
La manera como el señor Howells mantuvo esta permanencia, fue pasando un tiempo dijo de espera en Dios cada día durante el período que duraba la intercesión. Entonces, el Espíritu Santo le hablaba por medio de la Palabra, revelándole cualquier nivel que debía alcanzar, particularmente en "las leyes del Reino" en el Sermón del Monte. Tenía que cumplir toda orden que el Espíritu le diera, ya que la manera de permanecer es guardando Sus mandamientos (Juan 15:10). El Espíritu también examinaba su corazón y arrojaba luz sobre su vida diaria, revelando cualquier motivación o acción que necesitaba confesión y limpieza en la Sangre. Pero las relaciones del Espíritu no eran tantas como las faltas exteriores con la naturaleza interior, egoísta, de la cual emanaban. No debía repetirse nunca ninguna trasgresión, sino que se le exigiría obediencia específica en ese punto hasta que se efectuara un cambio interior radical. Fue "purificado. . . por la obediencia a la verdad mediante el Espíritu. . ." (1 Pedro 1:22). Nunca podría llegar hasta la presencia de Dios a menos que hubiese obedecido todo lo que le había sido encomendado el día anterior.
La necesidad de la permanencia se ve en ese mismo capítulo, Juan 15. La vida está en la Vid. Mientras la rama permanece unida a la Vid, la vida produce el fruto por medio de la rama. En otras palabras, el poder está en Cristo. Cuando el intercesor sigue unido a El mediante la permanencia, Su poder opera a través de él y lleva a cabo lo que necesita ser hecho.
En tanto que el señor Howells continuara en este lugar de permanencia día a día, estaría cada vez más consciente de que el Espíritu estaba en batalla con el enemigo, hasta finalmente tener plena seguridad de la victoria. Entonces, el Espíritu le diría que la intercesión había finalizado, que se había obtenido la posición y que esperara la liberación visible en alabanza y fe.
Hay grados y etapas de permanencia. Mientras más profunda sea la unidad, más puede operar el poder de la vida resucitada de Cristo por medio del canal y se ganan nuevas posiciones de autoridad espiritual. La permanencia de Rees Howells estaba siempre de acuerdo a la luz recibida hasta ese momento. En ese sentido, la permanencia en un período particular podría ser denominada "perfecta" y reclamarse la victoria, aún cuando quedaran algunos aspectos de su vida que debían cambiar.
Durante la primera semana de permanencia, el Señor le habló cada noche sobre muchas cosas. "Comenzó a tratar con mi naturaleza", dijo, "y me mostró cosas que nunca soñé que estuviesen allí, yendo a la raíz de mis motivos. Era una muerte diaria. Pensé una y otra vez: ¿Es posible retroceder?". Pero con la obediencia vino la limpieza, hasta que en la segunda semana dijo: "Me he acostumbrado más a mi posición, y puedo ver al Espíritu Santo atando el diablo. Pronto me dí cuenta que no estaba luchando contra carne y sangre, sino 'contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes". Las siguientes semanas, a medida que obedecía inmediatamente al Espíritu Santo, en todas las cosas, fueron tiempos de comunión maravillosa. Al final de la sexta semana el Espíritu le dijo que la permanencia estaba completa y la victoria asegurada. "Estaba permaneciendo sin ser llamado a hacerlo, caminando en la posición, y el Señor me dijo que ya podría esperar ver a esta mujer dar un paso".
Esa misma noche, con emoción en su alma, la vio por primera vez en la reunión al aire libre y dijo al diablo: "Ahora sé que el Espíritu Santo es más fuerte que tú; has sido llevado a la ruina en el Calvario".
No tomó ningún paso para ejercer influencia sobre la mujer, pero ella pronto comenzó a asistir a las reuniones de la casa de campo. Un gran número de personas se volvieron espectadores en cuanto oyeron de la oración. Este era ahora un caso de alabanza antes de la victoria, y en las seis semanas que restaban para la Navidad el Espíritu Santo no le permitió a Rees orar por ella. "Era un conflicto el no orar", dijo, "porque el adversario nos presionaba diciendo que había necesidad de orar, pero esa hubiera sido una oración de duda". Durante ese tiempo, no hubo señal exterior de arrepentimiento en la mujer.
Llegó la mañana del día de Navidad, y la palabra que él tenía era sube y toma posesión. "Tuve oportunidad de experimentar lo que sentían hombres como Moisés al decir algo de antemano", comentó. Ni una sola duda vino a mi mente ese día. ¡Tenía fortaleza! Estuve alabando al Señor todo el día. No miraría mis tarjetas de Navidad o regalos, ¡porque éste era mi regalo de Navidad!".
Cuando llegó el momento de la reunión, la mujer estaba allí. Mucha gente había traído sus niños y había mucho ruido. En ninguna manera la atmósfera podría influenciar a una persona a arrepentirse. Pero a mitad de la reunión, "ella cayó de rodillas y clamó a Dios pidiéndole misericordia. Fue una victoria incalculable; y ella sigue firme hasta hoy".
Dentro de poco tiempo, Rees Howells pudo comprobar de nuevo que había aprendido un gran secreto. El encargado de unas obras en la vecindad, aunque alardeaba de nunca haber orado de rodillas, fue impactado por lo que se había hecho con los vagabundos y les dio trabajo en su empresa. Decía a los que se le acercaban: "¿Estás viviendo a costillas de aquellos jóvenes, verdad? “¡Mañana comienzas aquí!".
Su esposa había sido bendecida, así que el grupo de jóvenes obreros comenzaron a orar por la salvación de él. Mientras esperaban en Dios, surgió la pregunta: ¿Cómo podían alcanzarlo? Finalmente fueron guiados definitivamente a orar para que los invitara a su casa. Los invitó el domingo siguiente. Para evitar asustarlo no dijeron nada sobre sus oraciones sino que cantaron himnos solamente. Pasaron unos buenos tiempos juntos. Fueron invitados de nuevo para tomar el té y esta vez él se sintió más cómodo. Luego, les pidió que vinieran el jueves siguiente para tener un culto. "Tan pronto como abandonamos su casa aquella noche", dijo el señor Howells, "el Espíritu Santo me indicó que aplicara la posición de intercesión ya obtenida. Nos unimos en un círculo, y oramos: "Ahora, Señor, el diablo ha sido atado. No permitas que este hombre escape, no le des una segunda oportunidad". Entonces el Señor nos dijo que permaneciéramos hasta el próximo jueves y obtendríamos la victoria".
Cuando llegó la noche del jueves, cuatro de ellos estaban caminando hacia el pueblo. Al pasar cerca a un grupo de casas, el Espíritu le dijo al señor Howells, sin ninguna advertencia previa: "Ve a esa casa y llama a la puerta". ¿Cómo podría hacer tal cosa? No conocía a nadie que viviera en esa fila de casas. ¿Cómo podría golpear a una puerta ajena sin razón alguna o sin siquiera tener un tratado para darles? La indicación parecía ser tan extraña, que no pudo hacerlo. Pasó la casa y caminó sólo unos cientos de metros cuando la mano del Señor vino sobre él diciéndole en forma enfática que no debía ir a la reunión a no ser que primero fuera a esa casa. Rees sabía ahora que no había escape y regresó con uno de sus amigos. Cuando tocaron a la puerta, abrió una niña y, sin hacer preguntas, los invitó a entrar. Allí encontraron a una mujer que yacía en cama, en las últimas etapas de tuberculosis. Cuando el señor Howells dijo quienes eran, ella levantó sus manos y exclamó: " ¡Dios ha respondido mi oración! ¡Durante todo el día le he estado pidiendo que los enviara aquí!". La noche anterior, sus amistades pensaron que estaba muriendo y enviaron por el ministro. El había traído el sacramento, pero ella rehusó tomarlo porque no tenía paz. Alguien le había contado acerca del trabajo de estos jóvenes en la Misión y pensó que aquellos que habían traído tal bendición allí seguramente podían ayudarla a tener paz.
La mujer había sido miembro de una iglesia durante años, pero no tenía seguridad de salvación y se estaba hundiendo, tenía miedo de morir. Pudieron mostrarle el Calvario y aceptó a Cristo aquella noche. La libertad y la seguridad produjeron un "gozo insondable como el mar". Después de esto, cada jueves por la noche tuvieron reuniones en su casa y ella nunca cesó de darles las gracias hasta que un día se fue tranquilamente a la presencia del Rey.
Se les había hecho tarde para la reunión en la casa del encargado de las obras, pero el Señor hizo más en pocos minutos por medio de su obediencia, que lo que podría haber hecho en horas sin ella. Mientras contaban lo que había sucedido con la mujer que estaba muriendo, el encargado de las obras, como si le hubieran disparado, y echándose la silla encima, cayó de rodillas pidiéndole a Dios que tuviera misericordia de él. "Aquello fue un cielo abierto", dijo Rees Howells, "y nos unimos a los ángeles en el gozo por un pecador arrepentido".
Capítulo Diez
UNA RAMA EN LA VID
Iban a tener una reunión especial en el pueblo una noche y un amigo de Rees Howells debía dirigir. Los dos habían acordado caminar juntos hasta el pueblo, pero a la hora de partir, el predicador invitado envió a decir que no podría venir. Al oír esto, Rees se disgustó mucho y se dio cuenta por qué. No había sentido una carga por la reunión, lo que usualmente hacía, sino que había estado dependiendo más en su amigo que en el Espíritu Santo. Pronto se dio cuenta de que la Presencia que lo acompañaba siempre en el viaje nocturno hasta el pueblo se había retirado, y que el Espíritu estaba entristecido. Caminó casi hasta la mitad del camino sintiendo un peso en su corazón, hasta que no pudo soportarlo más "Por favor, perdóname", le dijo al Señor. "Te prometo que nunca volverá a suceder. Si vienes y nos das la victoria en esta reunión, te prometo que, como Jefté, al regresar esta noche te daré lo que me pidas".
Hubo una gran bendición en la reunión, y de regreso a casa, al llegar al lugar donde hizo su promesa, le preguntó al Señor qué era lo que solicitaría de él. La respuesta fue inesperada: "Después de esta noche", dijo el Señor, "deseo que seas un mayordomo y no un dueño. ¿Renunciarás a todo derecho sobre tu dinero por Mí?". Rees no entendió. ¿Acaso su dinero no había sido entregado ya al Señor? Fue entonces cuando el Señor le mostró su posición. Anteriormente había enfrentado el hecho de que no podía pedirle a Dios que supliera una necesidad si él mismo podía cubrirla. De modo que, todo su dinero se había invertido efectivamente en la obra del Señor. Pero aún así, era su dinero y tenía el gozo de obsequiarlo y el derecho de darlo o negarlo. "En el futuro, como mayordomo", dijo el Señor, "no tendrás derecho ni siquiera a dar sin mi permiso. Ni un centavo de Mi dinero se gastará en lo que no sea esencial". Para explicarle lo qué quería decir con esto, el Señor le preguntó: "¿Si tuvieses una familia de niños que estuviesen sin comida o ropa, gastarías un centavo en el periódico o en algo que no fuera indispensable?". "No". "Bien, el mundo es mi parroquia y mientras haya una persona que tenga necesidades básicas, no gastarás ni un centavo en otra cosa".
Rees hizo frente a lo que significaría perder ese gozo de dar y la obligación a la que estaría sujeto por el resto de sus días. Pero había venido ante Dios para pagar su voto. Así que, desviándose del camino, se arrodilló sobre la hierba al lado de la vía, y como no había nadie presente, puso a las estrellas y a las nubes por testigos para registrar que de esa noche en adelante sería solamente un canal.
Mientras caminaba, el enemigo le susurró al oído: "¿Sabes lo que has hecho? Estás peor que un hombre en la cárcel de Swansea. El ahorra un poquito que pueda gastar cuando salga, pero tú nunca tendrás ni un centavo". "Sí", respondió Rees, "pero recuerda esto, escogí hacerlo". En el momento de su respuesta, "pareció como si todo el cielo estuviese iluminado" y el Espíritu Santo le dijo: "Permíteme decirte lo que has hecho. Esta noche te he injertado en la Vida y toda la savia puede fluir a través de ti. Eres una rama en el Salvador. La rama no obtiene nada, es el necesitado quien recibe el fruto. Pero después de esta noche, desde este lugar de permanencia, lo que el Padre desee derramar en el mundo a través de ti, podrá hacerlo. "En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto. Debido a que has hecho esto por mí, ya no eres más un siervo, sino que te he llamado mi amigo". ¡Un amigo de la Trinidad! Esta fue una revelación personal de las palabras del Salvador en Juan 15. Durante días, comentó Rees, el gozo y la comprensión de lo sucedido lo anonadaron.
Durante los 18 meses siguientes, Rees nunca gastó ni un solo centavo si no era imprescindible. Fue durante este período que dejó de sentir que era propietario de su dinero. La verdadera prueba, como sucede a menudo, fue sobre un detalle muy pequeño, y no vino hasta que pasaron cuatro meses. Era asunto de un centavo y, como él observó, "muestra con cuanto interés cuida el Agricultor a la rama".
En la última Convención de Llandrindod había conocido a un caballero de Londres, el señor John Gosset, de quien vamos a saber más. Este amigo le había pedido su dirección y después, en Navidad, le envió dos libros y una tarjeta. El conflicto surgió por el deseo de Rees de responder la tarjeta de este amigo con otra similar, además de una carta de agradecimiento. Dijo: "Naturalmente, yo deseaba devolver la atención. Pensé que solamente me costaría un centavo, pero el Espíritu Santo dejó muy en claro que lo que importaba no era la cantidad sino el principio y la obediencia en mantener la posición. ¡Una tarjeta de año nuevo no era una necesidad de vida o muerte!". Fue así como le escribió al señor Gosset agradeciéndole por los libros, al mismo tiempo que le daba la razón por la cual no le enviaba una tarjeta. Después de dejar la carta en el correo, vino un ataque de parte del acusador de los creyentes. “¡Ahora has insultado a tu amigo! Estás sugiriendo que hace mal uso de su dinero". Sin embargo, el joven mayordomo pudo confiar en que su Señor no dejaría al enemigo transmitir una impresión falsa que no era la que se pretendía comunicar.
Dos semanas más tarde, estaban orando por dos libras que debían conseguir para cierto día. Esa misma mañana llego una carta de Londres; era del señor Gosset. Cuando Rees Howells la abrió, lo primero que vio fueron dos libras. La carta decía: "Recibí tu carta, y la bendición que me trajo fue de más valor para mí que todas las tarjetas de Navidad y Año Nuevo juntas. Cada domingo visito el Hospital de Westminster, y el domingo pasado, tu carta fue mi sermón para los pacientes: Una posición obtenida por la gracia. Cuando necesites dinero para tu obra, si me lo comunicas será un gozo compartir en ella". Esto, desde luego, nunca lo haría el señor Howells, pues sus necesidades debían hacerse conocer solamente a través del Trono. "Pero", agregó, " ¡encontré que era muy fácil alcanzar a este caballero de esa forma! Llegó a ser un gran amigo y fue usado con frecuencia por el Señor para contestar nuestras oraciones".
Al comentar más tarde sobre este trato radical del Espíritu con él, el señor Howells dijo: "No volví a sentir que era propietario de nada. Me volví tan insensible hacia el dinero como lo eran las piedras en la carretera. En aquellos días era un gran gozo pensar que el Salvador me había hecho una rama, solamente un canal a través del cual Su propia vida resucitada podía fluir para el mundo necesitado. No existe una relación más íntima que la de una rama y la Vid. Pero una cosa que el Agricultor no puede hacer es el injertar la vida vieja o injertar en la Vid. El ego nunca puede habitar en el Salvador, ni siquiera con sólo un átomo de él. Antes de poder ser injertado en la Vid uno debe ser separado de la vida antigua. Así estaba sucediendo y había muchas etapas en mi vida antes de que llegase a este nivel. Sin Su vida nueva, toda nuestra actividad y trabajo es nada a los ojos de Dios. No obstante, la Vid no puede hacer nada sin la rama. Toda la savia del árbol corre a través de la rama. Cuando esta nueva vida fluye a través de nosotros, todo nuestro ser se estremece, hasta nuestro mismo cuerpo. Si la Vid tiene gozo, la rama tiene el mismo gozo y los necesitados reciben el fruto".
En los años venideros Rees Howells manejaría el dinero del Señor por miles y como dijo más tarde, "Nunca me ha cuestionado ningún gasto". La experiencia de aquella noche y la obediencia durante 18 meses conformaron la preparación esencial para tal mayordomía sin un solo reclamo posterior en cuanto a la pertenencia.
Capítulo Once
LA MUJER TUBERCULOSA
El primer caso de enfermedad grave entre los convertidos en el pueblo trajo un nuevo desafío para el señor Howells. Fue aquella mujer del pan quemado en el horno. Tenía tuberculosis. El doctor la había desahuciado y se esperaba que muriera. Entonces una noche se recuperó notablemente y anunció a sus amigos que el Gran Médico le había dicho se iba a sanar.
En la mañana envió por el señor Howells y le cuestionó si el Señor le había revelado algo a él. Rees le dijo que no porque aún el Espíritu no le había dado nunca oraciones para sanidad. Sucedió lo mismo durante las tres noches siguientes, pero él la consoló diciéndole que oraría al respecto.
A la noche siguiente, mientras esperaba delante del Señor, el Espíritu le dijo que podía orar por ella. Rees hizo la súplica de Moisés registrada en Números 12:13: "Te ruego, oh Dios, que la sanes ahora". Recordó la palabra que Dios le había dado con tanta frecuencia: "Si permanecéis en mí,. . . pedid todo lo que queráis" (Jn. 15:7). La mujer se animó grandemente al saber que había venido palabra del Señor. Esto causó sensación en todo el pueblo cuando se supo cuál sería el próximo desafío de fe.
Aunque estaba listo para ir a una mayor profundidad con el Señor, Rees confesó que tuvo algún temor al comenzar éste período de "permanencia". La obediencia había sido ya tan costosa que temía de lo que pudiera suceder ahora al obtener esta nueva posición. No le fue dicho al principio cuánto tiempo duraría, pero estuvo orando por ella durante seis meses. Comentó: "Hubo obediencia diaria, permanencia diaria, y cada día un adelanto".
Mientras continuaba orando, dos cosas se estaban apoderando de él en una medida siempre creciente. En primer lugar, fue atraído por aquel versículo que dice: "El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias" (Mt. 8:17). Se dio cuenta por primera vez que, por medio de Su sacrificio expiatorio, el Salvador había provisto no solamente el perdón de nuestros pecados sino la redención plena de todos los efectos del pecado y la caída. Puesto que El fue hecho "maldición por nosotros", ¿por qué debían estos sufridores continuar llevando los efectos de esa maldición?
El Sr. Howells creía que Cristo "llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero", así que ofrecía siempre a los pecadores la libertad del pecado y de la condenación. También les ofrecía libertad del poder y dominio del pecado. "Pero", razonaba, "si El también `llevó nuestras enfermedades' ¿por qué no ofrezco con la misma libertad la sanidad en Su nombre? ¿Por qué no puede haber libertad del poder y dominio de la enfermedad?". Sentía que cualquier cosa inferior a ésta era no dar al Salvador la gloria que merecía. Resolvió pagar cualquier precio por comprobar que este poder estaba en la expiación.
En segundo lugar, durante la "permanencia" de aquellos meses, aprendió mucho más que nunca antes sobre el Espíritu Santo como un Intercesor divino. Es parte de Su ministerio en la tierra el "interceder por nosotros con gemidos indecibles. ...” (Ro. 8:26, 27). La gran verdad estaba llegando a Su siervo con claridad siempre en aumento. Aprendió que el Espíritu Santo sólo puede interceder a través de aquellos templos humanos en los cuales El habita y que no puede interceder nunca en un sentido arbitrario, sino sólo en la medida que Su canal sea uno con El en la intercesión.
El señor Howells ya había conocido algo sobre los gemidos indecibles del Espíritu a través de él por los necesitados y afligidos del pueblo, por Will Battery y, por los vagabundos. Conocía la obediencia que era necesaria. Pero, ¿qué implicaría interceder por una tuberculosa? Como intercesor, debía entrar en los sufrimientos y tomar el lugar de la persona por la cual oraba. Sabía que una tuberculosa postrada en cama no podía tener una vida normal de hogar. Estaba confinada a una habitación, alejada de todo lo que una vez le placía e interesaba en la vida. De modo que, durante este tiempo de permanencia el Espíritu Santo profundizó mucho más en cuanto a identificar a Rees con el sufrimiento de otros. Al hacerlo, no solamente el sufrimiento de esta' mujer tuberculosa vino sobre él, sino la carga de todos' los tuberculosos y sufridores del mundo.
Muy pronto Rees tuvo la convicción de que antes de obtener la victoria, el Señor dejaría que esta enfermedad viniera sobre él. Solamente como un verdadero tuberculoso podría interceder plenamente por los tuberculosos. El hecho de que esto no era una mera imaginación tonta sino una posibilidad práctica, se vería más tarde en su vida cuando, luego de pasar grandes riesgos personales para cuidar de una tuberculosa, pareció como que había contraído la enfermedad. Más aún, en todas las primeras intercesiones él tuvo que tomar literalmente el lugar de aquellos por quienes oraba y vivir como ellos.
Experimentó lo que esto implicaba y halló gracia para estar dispuesto a aceptarlo si a cambio el Señor restauraba esta madre a su familia. Sintió gran gozo al pensar que después de la victoria en un caso, el Señor podría liberar a muchos más.
Durante los meses que el Señor estuvo hablándole de esta manera, también estuvo ayudando a la mujer de una manera maravillosa. Ellos eran muy pobres y no podían comprar todas las comidas que a ella le gustaban. Pero cuando tenía algún antojo, siempre llegaba alguien a traerle exactamente lo que fuera el antojo. Cada tarde, el señor Howells y los demás venían a oír sobre sus oraciones contestadas, y "reían alegremente como niños". Todo el distrito llegó a saber que estaban orando por ella, y el doctor dijo que no estaba viviendo por sus pulmones sino que "estaba viva por la oración".
La crisis llegó la noche antes del Viernes Santo. Esa noche, ella les dijo a sus amigos que se estaba debilitando y que sentía que iba a morir. El señor Howells no podía aceptar esto y la exhortó a no perder su fe después de todos esos meses de intercesión. A todo el distrito se le había dicho que ella se sanaría, y él no podía aceptar el fracaso. Pero ella persistió en decir que se estaba muriendo. Al salir para su casa, Rees pudo entender plenamente lo que ella había dicho. Fue un momento de obscuridad. "Obscuro afuera", dijo, "pero más obscuro en el interior". Procuró examinar su posición: ¿Había algo errado en su permanencia? No, él la había vivido "día tras día, hora tras hora" y el Espíritu le dio testimonio de ello. "Entonces ella no morirá", le dijo al Señor. Pero recibió una respuesta inesperada: "La intercesión que has hecho era por una tuberculosa, ahora ha llegado la muerte. Si ella ha de ser liberada, acepta la muerte en su lugar esta noche".
El se había ofrecido con toda sinceridad para ser un tuberculoso en su lugar, pero no había realizado que el fin de la tuberculosis es una muerte prematura. El Señor solamente le estaba pidiendo llevar a cabo lo que él había afirmado que estaba dispuesto a hacer —tomar el lugar de esta mujer para que ella pudiera ser sanada. Pero entonces, esto ahora implicaba la muerte en cuestión de unas horas. El había sentido con frecuencia que había cierto resplandor en las palabras del Señor: "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos", pero ahora no había ningún brillo en ellas, sólo obscuridad.
No se trataba de que ataduras carnales lo retuvieran en este mundo. Pero tenía el trabajo de la Misión, las almas a quienes amaba allí, y el futuro que creía el Espíritu Santo había delineado para él. Dejarlo todo ya, y enfrentar a sangre fría la separación de alma y cuerpo era más de lo que estaba dispuesto a hacer.
Dijo: "Fue una noche espantosa porque había perdido el rostro de Dios. Esa fue la primera noche que me fui a la cama sin orar; decidí no continuar la vida de intercesión ni mostrar a nadie este punto de fracaso.
Toda la noche me culpé a mí mismo por haber comenzado en esto. Habría sido mejor, pensé, si hubiera seguido en una vida de fe sin tocar el aspecto de sanidad.
Me levanté a la mañana siguiente sin intención de ir a trabajar, pero no me arrodillé; no podía dar la cara al Espíritu Santo. Sentía que El era un extraño para mí. Fui a ver a mi amigo quien también estaba orando por ella, y la primera pregunta, como siempre, fue: ` ¿Como está ella?'. Luego, ` ¿cual es el lugar de permanencia?'. Ahora comencé a llorar y le conté mi fracaso diciéndole que no podía continuar. Era peor que estar en las tinieblas egipcias.
Aquella noche, el Espíritu me habló de nuevo. Nunca lo olvidaré, cuán suave me pareció Su voz. Me dijo: 'No te diste cuenta que lo que te ofrecí ayer era un privilegio'. ` ¿Un privilegio?'. ¿Sí, se te ofreció un lugar entre los mártires? Las escamas cayeron de mis ojos en un momento, vi al ejército glorioso de mártires en la ciudad celestial, y al Salvador mirando por mil años a aquellos que habían hecho por El lo que El había hecho por ellos. Un mártir es una persona que voluntariamente ha acortado su vida aquí en la tierra por la causa del Salvador. No es meramente uno que muere en el cumplimiento de una responsabilidad. El Señor me mostró que debía estar entre ese número de personas. Al principio temí haber perdido mi oportunidad por no estar dispuesto a ello la noche anterior. Rogué al Señor que me perdonara, haría gustosamente lo que me pidiera. Ocupé la posición de la muerte, ¡pero no había muerte allí! Entendí que el Salvador había bebido cada gota de aquella copa por nosotros. 'La amarga copa El la bebió, y las bendiciones abundan para mí', comprendí que estaba 'al otro lado"'.
Tomado por la gloria de lo que había visto, el señor Howells corrió más de dos kilómetros a la casa de la mujer enferma, para contarle lo que había sucedido. Los llamó a todos a orar para que el Señor hiciera la transacción ya, que la sanara y que lo llevara a él a la gloria aquella noche. Sintió que no era casualidad que fuese Viernes Santo, y seguramente era la voluntad de Dios aceptar su vida en el día que el Salvador había sido "obediente hasta la muerte". Muchos estaban llorando, la mujer misma se rehusaba a orar.
Cuando la visitó a la noche siguiente, rápido notó que algo había sucedido. Su rostro estaba radiante como el de un ángel y estaba deseosa de que todos vinieran a su habitación para contarles. Mientras meditaba sobre lo que el señor Howells le había dicho, no estaba dispuesta a ello, porque él había sido más que un padre para ella y para muchos más en el pueblo. Entonces se arrodilló en su cama y oró: "Señor, no quiero la sanidad. No permitas que ninguno ore para que esta enfermedad sea puesta sobre él. El es más útil para Ti que yo y no deseo ser liberada a costa de él". Al momento de haber orado, fue elevada a Su presencia y se sumió alabando al Salvador. La habitación se llenó de Su gloria y continuó alabando al Señor toda la noche.
"Las semanas que siguieron no fueron menos que el cielo en la tierra", dijo el señor Howells. "No orábamos; no había necesidad de oración, sólo esperábamos que Dios hiciera Su voluntad. Había mucho más atractivo en ser llamado a llenar el vacío e ir directo a la gloria, que en permanecer aquí para llevar a cabo un poco de trabajo misionero. Cada día durante tres meses esperé que me fuera quitada la vida. El Señor lo permitió así para que yo no sólo estuviera dispuesto bajo la influencia del Señor".
Luego, después de tres meses, el Señor la llamó súbitamente al hogar celestial. Un sábado por la mañana, cuando Rees estaba trabajando, llegó el mensaje de que se le necesitaba inmediatamente. Pero, antes de que llegara, ella había fallecido. Mientras estaba sentado en la casa, el Señor trató con él por más de una hora. "A pesar de que había otras personas en la habitación", dijo, "yo estaba sólo con Dios. Me dijo que aunque había aceptado mi intercesión, no iba a tomar mi vida ahora sino que deseaba usarme como un `mártir viviente'. Yo nunca había oído esta expresión antes, pero El me hizo entender que si alguna vez reclamaba algún derecho sobre mi vida, más del que tiene un muerto, perdería mi posición".
En cuanto al caso de la sanidad, debería considerarlo como si fuese un fracaso y no dar ni una palabra en defensa. Todo el distrito sabía que estaba orando por la sanidad de esta mujer y ahora, había fracasado abiertamente. Ese fue el resultado en vez de la gloria que habíamos previsto. Apenas llegué a estar dispuesto a esto, una de las convertidas entró. Dijo que nuestra querida hermana, antes de partir con el Señor, había dejado un mensaje para mí. `Díganle a Rees y a los demás que no puedo esperarlos. El Salvador ha venido por mí, y quiero irme con El. Cuéntenles que volveré para encontrarlos'. (1 Ts. 4:14). Luego se había despedido, estrechando las manos de los que estaban con ella y se había ido con el Señor.
Ese testimonio glorioso de la primera persona de la Misión que descansó en Jesús, hizo de `fracaso' la cosa más dulce del mundo. La primera prueba vino en el funeral. Cientos de personas se habían reunido, porque habían oído tanto sobre ella y especialmente sobre la sanidad. El ministro que ofició no estaba de acuerdo con el ministerio de ellos en aquel tiempo. Abrió su Biblia en Job 13:1-5, y leyó: 'He aquí que todas estas cosas han visto mis ojos, y oído y entendido mis oídos.... Porque ciertamente vosotros sois fraguadores de mentira; sois todos vosotros médicos nulos. Ojala callarais por completo, porque esto os fuera sabiduría'. El estaba a un lado de la tumba y yo en el otro, ¡y eso en más de un sentido! Escuché lo que dijo pero permanecí inmóvil como si no hubiese oído. Luego el Señor me guió a hacer unos comentarios antes de que fuésemos al pueblo, sobre la vida de ella y la vida transformada posteriormente. La prueba era el triunfo que ella había tenido sobre la muerte, porque la muerte había sido absorbida en victoria. Conté como dijo ella que el Señor había venido a buscarla, cuánto deseaba irse y que se había despedido de todos los que estaban con ella. Dije: ` ¿Han oído alguna vez sobre una persona que está muriendo y estrecha las manos de todos como si se fuera de viaje?'. La gente empezó a cantar como en un avivamiento. Los cielos se abrieron y la victoria fue tal que todos comenzaron a agitar sus pañuelos incluyendo los dolientes. Nunca sentí tanta lástima de un hombre como la que sentí del ministro. La tumba triste se había convertido en la entrada al cielo; y desde ese funeral comenzó la vida de resurrección en la Misión.
"Poco después el Espíritu Santo reveló por qué había sido necesario culminar el caso en la forma que lo hizo: `para que ninguna carne se gloríe en Su presencia'. En una gran situación como ésta, Dios no tendría la libertad de obrar por medio de una persona que primero no hubiera `muerto' a la suya. Primero está la muerte y luego la resurrección. Así como debían devolvérsele al Señor los primogénitos y las primicias de los frutos, así también el primer caso de sanidad, los primeros frutos de esta intercesión, pertenecían al Señor y tenían que ir al altar".
Capitulo Doce
¿QUE ES UN INTERCESOR?
La verdad de mayor importancia que el Espíritu Santo le reveló gradualmente al señor Howells y que fue el caudal principal en su ministerio durante toda su vida, fue la intercesión. Se puede ver al Espíritu guiándolo en este aspecto en todos Sus tratos con él; desde que tomó plena posesión de él en la Convención de Llandrindod hasta cuando en su trato con la mujer tuberculosa el significado de la intercesión quedó totalmente claro. En adelante, el Espíritu estuvo guiándolo constantemente a obtener nuevas posiciones como intercesor y a revelar las verdades preciosas que había aprendido a aceptar. Por eso será útil detenernos por un momento para considerar en más detalle el significado de ser un intercesor.
Dios busca intercesores pero raras veces los encuentra. Esto es evidente en Su exclamación afligida en Isaías: "Y vió que no había hombre, y se maravilló que no hubiera quien intercediera. . .". Su protesta de desilusión en Ezequiel nos muestra lo mismo: "Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y se pusiese en la brecha delante de mí, a favor del pueblo,... y no lo hallé".
Tal vez los creyentes en general han considerado la intercesión sólo como una forma de oración intensificada. Lo es, siempre y cuando haya gran énfasis en la palabra "intensificada". Hay tres cosas por ser vistas en un intercesor, las cuales no se encuentran necesariamente en la oración ordinaria: identificación, agonía y autoridad.
La identificación del intercesor con aquellos por quienes intercede se ve perfectamente en el Salvador. De El se dijo que derramó Su alma hasta la muerte: Fue contado entre los transgresores; llevó el pecado de muchos, e hizo intercesión por los transgresores. Como Intercesor Divino que intercedió por un mundo perdido, apuró la copa de nuestra condición de perdidos hasta su última gota. El "gustó la muerte por todos". Para ello, en el sentido más completo posible, se sentó donde nosotros nos sentamos. El tomó nuestra naturaleza sobre Sí mismo y aprendió la obediencia por medio del sufrimiento. Fue tentado en todos los puntos en que nosotros lo somos y se hizo pobre para nuestro bien. Finalmente se hizo pecado en nuestro lugar. Por tanto, obtuvo la posición de tener toda autoridad siendo Capitán de nuestra salvación, hecho perfecto a través del sufrimiento. Tiene plena comprensión de todo aquello por lo cual pasamos. De modo que puede vivir por siempre para interceder por nosotros. Por medio de súplicas efectivas al Padre, "puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios". La identificación es entonces, la primera ley del intercesor. El ruega con efectividad porque da su vida por aquellos por quienes intercede. Es su representante genuino. Ha sumergido sus propios intereses en las necesidades y sufrimientos de ellos y, hasta donde le es posible, ha tomado su lugar.
Hay otro Intercesor y en El vemos la agonía de este ministerio; porque El, el Espíritu Santo, "intercede por nosotros con gemidos indecibles". Este, el único intercesor presente sobre la tierra, no tiene corazones en los cuales pueda depositar Sus cargas, ni cuerpos a través de los cuales pueda sufrir y operar, a no ser los corazones y cuerpos de aquellos en quienes habita. Por medio de ellos, hace Su obra intercesora sobre la tierra. Se convierten en intercesores porque el Intercesor habita en ellos. Es una vida verdadera a la cual le llama, una vida igual, en menor medida, a la que el Salvador mismo vivió en la tierra.
Pero antes de El poder guiar a un vaso escogido a tal vida de intercesión, primero tiene que tratar a fondo con todo lo que es natural. Trata con el amor al dinero, la ambición personal, el afecto natural por los padres y seres amados, los apetitos del cuerpo, y el amor a la vida misma. Todo lo que aún a un hombre convertido lo obliga a vivir para sí, para su propia comodidad o provecho, para su propio progreso, hasta para su propio círculo de amigos, tiene que ir a la cruz. No es una muerte teórica sino una crucifixión real con Cristo, tal como sólo el Espíritu Santo puede hacer real en la experiencia de Su siervo. Debemos apropiarnos del testimonio de Pablo; como crisis y proceso: "He sido y sigo con Cristo juntamente crucificado". El ego debe ser liberado de sí mismo para convertirse en agente del Espíritu Santo.
Cuando procede la crucifixión, comienza la intercesión por medio de cargas y de llamados a obediencia, el Espíritu empieza a vivir Su propia vida de amor y sacrificio por un mundo perdido a través de Su canal ya limpio. Esto lo vemos en la vida de Rees Howells. En su mayor altura también lo vemos en las Sagradas Escrituras. Miremos a Moisés, el joven intercesor, dejando el palacio por libre elección para identificarse con sus hermanos esclavos. Veámoslo acompañándolos a través del desierto. Contemplemos cómo alcanza la cumbre misma de la intercesión cuando la ira de Dios estaba sobre ellos debido a la idolatría; y su destrucción como pueblo era inminente. No es su cuerpo lo que ofrece por ellos como intercesor, sino su alma inmortal: ". Que perdones su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro te ruego". Efectivamente, llamó esto "hacer expiación" por ellos.
Veamos al apóstol Pablo, admirable hombre de la nueva dispensación, tal como Moisés lo fue de la antigua. Durante años su cuerpo, por medio del Espíritu Santo, fue un sacrificio vivo para que los gentiles pudieran recibir el Evangelio; finalmente, su alma inmortal fue ofrecida sobre el altar. El mismo que estuvo regocijándose con los Romanos porque nada podía separarlos a él y a ellos del amor de Dios (Ro. S), dice un momento más tarde, con el Espíritu por testigo, que desearía ser él mismo "anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne" (Ro. 9). Este es un intercesor en acción. Cuando el Espíritu Santo realmente vive en un vaso escogido, no hay límites para los extremos a los cuales lo lleva en Su pasión por advertir y salvar a los perdidos. Isaías, aquel aristócrata, tuvo que andar "desnudo y descalzo" durante tres años, como una advertencia a Israel. ¡Difícilmente podemos creer tal cosa! Oseas tuvo que casarse con una prostituta para mostrar a su pueblo que el Esposo celestial estaba dispuesto a recibir a Su esposa adúltera. A Jeremías no se le permitió casarse, como una exhortación a Israel contra los terrores y tragedias de la cautividad. A Ezequiel no se le dejó derramar una lágrima por la muerte de su esposa, "el deleite de sus ojos". Y así podríamos continuar con la lista. . . Cada instrumento usado grandemente por Dios ha sido, en su medida, un intercesor: Wesley por la Inglaterra apóstata; Booth por los que estaban en la miseria; Hudson Taylor por la China; C.T. Studd por el mundo no evangelizado...
Pero la intercesión es más que el Espíritu compartiendo sus gemidos con nosotros y viviendo Su vida de sacrificio por el mundo a través de nosotros. Es el Espíritu logrando Sus fines de gracia abundante. Si el intercesor conoce la identificación y la agonía, también conocerá la autoridad. Es la ley del grano de trigo y la cosecha: ". . . si muere, lleva mucho fruto". La intercesión no es substitución por el pecado. Solamente ha habido un Substituto para un mundo de pecadores, Jesús el Hijo de Dios. Pero la intercesión se identifica tanto el intercesor con el sufriente, que le da un lugar prevaleciente delante de Dios. Conmueve a Dios. Hasta hace que El cambie de forma de pensar. Logra su objetivo o, más bien, el Espíritu lo logra a través de él. Fue así como Moisés, por medio de la intercesión, se convirtió en el salvador de Israel y previno la destrucción de ellos. No podemos dudar que el acto supremo de intercesión por parte de Pablo por el pueblo escogido de Dios resultó en la gran revelación que le fue dado en aquella época; la evangelización del mundo y la salvación final de Israel (Ro. 10 y 11). Esta intercesión misma permite a Dios llevarla a cabo.
El señor Howells hablaba a menudo de la "posición de intercesión obtenida", y la verdad de esto es obvia en muchas ocasiones en su vida. Es un hecho experimentado. Cuando se paga el precio, se cumple con la obediencia y las luchas interiores y los gemidos se ejercitan a capacidad, entonces "viene la Palabra de Dios". El débil canal es revestido con autoridad por el Espíritu Santo y puede emitir la palabra de liberación. Se hacen "mayores obras". No solo esto, sino que se obtiene y se mantiene una nueva posición de gracia. Aún entonces, esa gracia solamente puede ser apropiada y aplicada en cada instancia bajo la guía directa del Espíritu. El señor Howells, usando las frases del Sr. Mueller, lo describía como entrando a "la gracia de la fe", en contraste con recibir "los dones de fe". Lo que quería decir era que cuando oramos en forma normal podemos esperar que Dios, en Su bondad, nos dé lo pedido. Si lo hace, nos regocijamos; es Su regalo para nosotros; pero no tenemos el poder o la autoridad para decir que siempre vamos a recibir la misma respuesta en cualquier ocasión. Tales son los dones de fe. Pero cuando un intercesor ha logrado el lugar de intercesión en cierto campo, entonces ha entrado a la "gracia de la fe". Junto a ese sitio especial está abierto para él el inmensurable mar de la gracia de Dios. Ese es el lugar de la intercesión obtenida.
Rees Howells se refirió a la experiencia de Jorge Muller. El señor Mueller nunca había logrado un lugar de intercesión sobre la enfermedad, pero en una ocasión Dios levantó una persona por quien él oró. En otra ocasión, oró por otra persona enferma pero no hubo sanidad. Sin embargo, el señor Muller dijo que este no era un fracaso en la oración. Dijo que él nunca había logra, do un lugar de intercesión sobre la enfermedad y que por eso la respuesta a la primera oración era meramente un "regalo de fe", el cual no tenía necesariamente que repetirse. Pero sí había obtenido un lugar de intercesión por los huérfanos. Siempre estaba listo a ser el primero en sufrir por ellos. Si sólo había comida para todos menos uno, él era quien se quedaba sin comer. En cuanto a provisión, Dios lo hizo responsable de ver que todas las necesidades se suplieran siempre. Las puertas del Tesoro de Dios habían sido abiertas permanentemente para él, y podía tomar todo lo que necesitaba.
El Pastor Blumhardt, de Alemania, por su parte, era un hombre que había logrado una posición de intercesión por los enfermos. En sus primeras luchas con los espíritus malignos, pasó más de 18 meses de oración y ayuno antes de lograr la victoria final. Hubo quejas de que estaba siendo negligente con su trabajo ministerial por dedicarse a sanar a los enfermos. Pero él dijo que el Señor le había dado la parábola del amigo a medianoche y los tres panes y que aunque indigno, seguiría golpeando a las puertas. El oraba y Dios obraba. No solamente fueron bendecidas cientos de personas, sino que dejó sentado un precedente para la iglesia. Después de la victoria final, logró acceso al Trono con tal facilidad que a menudo, cuando las cartas llegaban pidiendo oración por gente enferma podía saber la voluntad de Dios en cuanto a si iban a ser sanados o no, con sólo levantar la vista por un momento. Se dolía tanto con los sufrimientos de los demás, que rogaba por ellos como si lo hiciera por sí mismo. Eso era intercesión.
prueba de ello fue que el Señor respondió a nuestras oraciones y nos capacitó para poder cumplirlo. Después de terminar nuestros estudios en Edimburgo y Londres, el Señor abrió la puerta para que yo fuera un farmaceuta junto a un médico durante seis meses, y mi esposa tomó un curso de maternidad. La experiencia obtenida nos fue muy útil en el campo misionero"
Más o menos una semana antes de embarcarse, recibieron dinero de la misión para pagar sus gastos en Londres. Todavía necesitaban algunas cosas para completar su equipaje, y una vez más se aplicó la regla de que la primera necesidad es la primera que se suple. "Siempre existe la tendencia a guardar dinero para Capítulo Trece
DESAFIANDO LA MUERTE
Enfrentando aún este aparente fracaso con la mujer tuberculosa, el señor Howells supo que había obtenido la posición de intercesión. No necesitaba prueba de ello para sí mismo, pero estaba seguro de que el Señor colocaría un sello exterior a la victoria interior. Este llegó unos pocos meses más tarde. Fue llamado a ver a un hombre que estaba muriendo en el pueblo. Lo encontró ya inconsciente. Su esposa no podía contener su llanto porque tenían diez hijitos y él era el único sostén de la familia. El efecto que esto causó en el señor Howells fue inmediato. El sufrimiento de la mujer vino sobre él como si fuese su propia hermana; salió hacia un campo y lloró y, como dijo más tarde, "Una vez que lloras, o el Espíritu Santo lo hace en ti, o eres el indicador para alcanzar el Trono".
El sabía que la única manera de ayudarla era devolviéndole a su marido sano, pero el hombre estaba fuera del alcance de todo tipo de ayuda humana. Sin embargo, parecía como si el Señor lo hubiera hecho penetrar en los sentimientos de ella hasta el punto en que tales sufrimientos se volvieron suyos y la necesidad de ella pasó a ser responsabilidad de él. Dios es "un Padre para los huérfanos" y "sostiene a la viuda" de modo que sabía que a menos que pudiese prevalecer por el marido enfermo, el Espíritu Santo insistiría en obtener esa posición a través de él y sería responsable por proveer el sostenimiento de la señora y sus hijos.
Regresó a la casa de la mujer y estando sentado allí, esperando que ella bajara, oyó una voz hablando desde un plano que le parecía nuevo, diciendo: "El no va a morir, vivirá". “¡Qué tranquilidad hubo en aquella salar, dijo el señor Howells! "Era la tranquilidad que Dios trae cuando El llega". La esposa bajó y él le dijo inmediatamente: "Desde la última vez que la vi, he sentido una gran carga de orar por su marido y el Señor me ha dicho que no va a morir, que vivirá". Pero ella no estaba convencida. .. El pudo ver que no le había creído y, naturalmente, tenía razón para no creerle ante la condición de su marido, y además el hecho de que la última persona a quien el señor Howells le había dicho que sanaría, había muerto muy recientemente.
Salió y regresó a su casa. Pero mientras iba, el Señor empezó a hablarle de nuevo y le dijo: "No le hablaste a esa mujer en la forma que lo haces cuando estás realmente seguro. Mañana temprano debes regresar, decírselo de nuevo, e irte sin dudar". Esta confirmación fue tan fuerte que, al irse a la cama, declaró en alta voz: "Mañana regresaré a desafiar la muerte y le diré 'no te llevarás a este hombre".
Como debía tomar el tren a la mañana siguiente a las ocho en punto, salió para el pueblo antes de las seis, pues la caminata era de tres kilómetros. Nevaba y todo estaba muy obscuro. Y el maligno lo atacó por todo el camino. "Era como si legiones de demonios me estuvieran deteniendo", dijo. "Me sentía como caminando contra la corriente y el enemigo seguía diciéndome: 'El hombre murió tan pronto como saliste anoche"'. Fue una prueba severa para su fe, pero después de batallar durante todo el camino, al acercarse a la casa, "fue dulce ver la luz". Cuando entró, le dijo a la señora: "No la culpo por no creerme ayer, pues no se lo dije con la certeza con que digo las cosas que sé. Pero he venido esta mañana para contarle ahora que su marido no morirá y, como prueba de ello, si él muriere, la sostendré económicamente a usted y a sus hijos". Ella se animó visiblemente, pues esta vez sí creyó y él regresó con gran gozo como había ido. "Parecía como si el cielo hubiese descendido para regocijarse. Supe que la muerte nunca podría llevárselo en esta ocasión. La muerte no estaba allí", dijo.
Estuvo lejos por dos días, durante los cuales rehusó prestar atención a los ataques del enemigo. En su viaje de regreso el diablo todavía seguía diciéndole que lo estarían esperando para darle las noticias de que el hombre había muerto y para pedirle que hablara en el funeral. Cuando llegó a la estación había algunos creyentes esperándolo; uno le gritó: " ¡Está fuera de peligro en el momento en que saliste de la casa comenzó a mejorar!".
El próximo caso fue más difícil. Se trataba de una mujer quien era una de sus mejores convertidas, en cuya casa celebraban reuniones hogareñas. Ella era la esposa de un creyente, William Davies y cuñada de la mujer tuberculosa. Estaba gravemente enferma después de dar a luz un niño. El doctor no le había dado esperanza de recuperación. Cuando Rees llegó a la casa estaban todos llorando. "¿Sabes cuál es la voluntad del Señor?", fue la primera pregunta ansiosa de William Davies. "No me la ha revelado todavía", respondió, "pero no creo que se la llevaría sin decírmelo". Ese fue el primer rayo de luz. No había tiempo para demoras, y William, en su ansiedad, lo presionó aún más: "¿Crees que El hablará hoy?". "Creo que lo hará", dijo para tranquilizarlo. "Caminaré a casa ahora y estoy seguro de que me hablará".
La pregunta vital, desde luego, era: ¿Cuál era la voluntad de Dios? Aunque había obtenido victoria en la intercesión, la voluntad de Dios debía ser revelada en cada caso; y en éste, el mismo hecho de que deseaba verla viva podría ejercer influencia en su juicio. Solamente siendo imparcial se puede hallar la voluntad de Dios, tal como el Salvador dijo en Juan 5:30. En la caminata de tres kilómetros, Dios hablaba siempre con Su siervo. "Os he llamado amigos", no era una teoría inútil para él, sino que era una relación práctica y preciosa. Rees siempre esperaba que el Maestro compartiera estos secretos con él. Así que mientras caminaban ese día, la palabra del Señor vino de nuevo a él: "Ella sanará y no morirá". "En el mismo instante que lo oí", dijo Rees, "tuve el gozo de la sanidad".
Regresó temprano en la tarde, porque cada minuto contaba. . . Ahora hasta podía bromear un poco con William Davies. "Si te cuento la voluntad de Dios, ¿me creerás? Si lo haces y te digo que tu esposa va a estar bien, ¡procura que no haya más lágrimas! ¡Si deseas llorar, mejor hazlo ahora antes de que te cuente!". "El Espíritu Santo estaba en aquella casa", dijo el señor Howells, "y supe que El había vencido la muerte. Naturalmente, la muerte estaba en la habitación, pero yo tenía perfecta paz. Nos arrodillamos y oramos, con seis de los niños uniéndose a nosotros. ¡Qué reunión de alabanza tuvimos, y ella comenzó a recuperarse ese día!".
Por medio de la posición ganada en su intercesión por la mujer tuberculosa, el siervo de Dios desarrolló una sensibilidad a Su voz como nunca antes, en casos de enfermedad. En ese ascendió espiritualmente con mucho trabajo, pero ahora en un momento podía tener la palabra del Señor. Tenía tantos casos de este tipo en ese tiempo, que parecía como si fuera a ser su ministerio especial. A menudo dijo de ese período que creía que había comenzado una nueva era de sanidad para la iglesia cristiana. Tal vez solamente la eternidad revelará cuánto de la intercesión del Espíritu y fe por medio de él ha contribuido al avivamiento de sanidad espiritual que se ha experimentado en muchas partes del mundo en años recientes.
Capítulo Catorce
UN PADRE PARA LOS HUERFANOS
Cuando la mujer tuberculosa murió, dejó cuatro niños pequeños. Esto fue una prueba tan dura para su marido, que cayó en malos hábitos por la bebida y los descuidó mucho. Un día, el señor Howells estaba agobiado por esto y Dios le mostró claramente que tendría que hacer algo por los niños. Le preguntó qué debía hacer el con ellos, y cuando Rees no le dio respuesta, Dios le dijo: "A menos que me des una respuesta, tendrán que ir al asilo de los pobres". Luego le preguntó: "Si algo le sucediera a tu hermano o a tu cuñada, ¿permitirías que sus hijos fueran al asilo?". "Claro que no", respondió el señor Howells. "¿Por qué me respondes tan rápido respecto a tu propia familia", dijo el Señor, "y no tienes nada qué decir respecto a estos cuatro huerfanitos?". "Bueno, pues son de mi propia sangre". "Sí, ¡pero el Espíritu es más que la sangre!".
El asunto llegó a una crisis cuando el padre se fue y abandonó a los niños. El primer pensamiento de Rees Howells fue hacerse responsable él mismo por ellos, como un guardián, y pagar a una mujer para que fuera y los cuidara en la casa. Ya era más de lo que otros hubieran hecho, pero el Señor le dijo: "Ellos lo que necesitan es un padre, no un guardián. Yo soy un Padre para los huérfanos, pero no puedo serlo para ellos estando en el cielo, por eso debo serlo por medio de ti".
Tenía que hacer frente a lo que eso significaría, constituir un hogar con ellos y ganar suficiente dinero para mantenerlos hasta que el menor fuera mayor de edad. Sería invertir en ello quince o veinte años de su vida y olvidarse de sus esperanzas de llevar algún día, el mensaje del Espíritu Santo al mundo. Más aún, ellos no eran sus hijos; no sentía el amor de un padre hacia ellos, y no existía nada en él que desease hacerlo.
Esta era la primera prueba sobre la realidad de su posición como mártir, que vino súbitamente contra él. En cuanto a esto el Espíritu lo desafió: El debía haber tomado el lugar de la madre en la tuberculosis y en la muerte, pero el Señor se la había llevado a ella y lo había devuelto a él como un "mártir viviente". Si esto era real, entonces debía reemplazarla tomando su lugar en el cuidado de los cuatro pequeños. No tuvo respuesta y no se atrevió a cuestionar la autoridad del Espíritu Santo en su vida. "Pero", dijo, "debes tener la naturaleza de Dios para amar a los niños de otra gente como si fueran los tuyos". Así que le dijo al Señor: "Estoy dispuesto a que seas un Padre por medio de mí, pero no puedo hacerlo a menos que los ames a través de mí para que no sean como adoptivos sino como hijos engendrados. Y para llevar a cabo esto, tendrás que cambiar mi naturaleza".
Rees nunca pensó en realidad que Dios podría hacerlo, pero El lo hizo. Una noche, arrodillado al lado de su cama, sintió el amor de Dios derramándose sobre él. Su amor por los huérfanos era un amor sin límites por aquellos cuatro niños. Ahora nada podía impedirle ir a vivir con ellos. Sintió que los niños tenían derecho a él. Lo definió de esta manera: "Cualquier niño sin padres tiene derecho a que Dios sea su Padre. Entonces, estos cuatro huérfanos tienen derecho a que el Espíritu Santo sea un Padre para ellos por medio de mí". Pero el amor divino no podía limitarse solamente a cuatro. Dijo: "Sentí que amaba a cada niño pequeño en el mundo que no tuviera a nadie que lo cuidara. Era el amor de Dios fluyendo a través de mí".
Hizo arreglos para que alguien cuidara a los niños temporalmente mientras hacía los preparativos para irse a vivir con ellos. Para él ya no era una prueba, sino un gozo. Sin embargo, el mismo día en que debía irse, tres tías de los niños dijeron que les gustaría llevárselos para darles un hogar. El Señor le mostró que esa era Su provisión para ellos, pero que él había obtenido la posición de "padre para los huérfanos".
Esto se comprobaría años más tarde cuando en el Instituto Bíblico el señor Howells y su esposa cuidaron con amor a los niños de los misioneros y a hijos de refugiados judíos. A algunos los cuidaban en su propia casa y a muchos otros en el hogar para los niños de los misioneros. Todos podían ver cómo Dios les había dado un corazón de padre y madre, el cual podía juntar, no a cuatro sino a setenta niños bajo sus alas.
Comentando sobre esto, tiempo después, el señor Howells dijo: "El lugar de intercesión logrado aquella primera vez aún permanece firme. No hubo necesidad de que el Señor me examinará de nuevo, a no ser que en mí hubiera existido indiferencia o algún desvío. Desde esa posición obtenida, uno puede orar continuamente por los huérfanos y pedir al Señor que sea un Padre para ellos aun por medio de otros, porque uno solamente le pide que haga a través de otro lo que está dispuesto a hacer por medio de uno mismo.
Esa es la ley de la intercesión en cada nivel de la vida. Sólo podemos interceder por otros cuando hemos sido examinados y comprobados que estamos dispuestos a hacerlo nosotros mismos. Cristo es un Intercesor por qué El tomó el lugar de cada uno por quien oró. Nunca se nos llama a interceder por el pecado, pues ya El lo hizo una vez y para siempre, pero a menudo sí se nos llama a interceder por los pecadores y sus necesidades. El Espíritu Santo nunca puede 'atar al hombre fuerte' por medio nuestro, en un nivel mayor que aquel en el cual El ha obtenido primero victoria en nosotros".
Dios también usó a Rees Howells de una manera maravillosa para revelar Su amor hacia el padre que había abandonado a los niños. Durante 16 años, desde que era un muchacho, el señor Howells había pagado dinero al Club Recabita para Beneficio del Enfermo, pero ahora el Señor le dijo que no debía seguir pagándolo más. "Mientras el Señor fuera el dueño del dinero", dijo Rees, "yo no podría usarlo sin Su permiso. El diablo estaba ocupado advirtiéndome que no tendría provisiones para el día lluvioso, y, en lenguaje más claro, que mi fin sería en el asilo de pobres. ¡Durante toda mi vida le había temido hasta al nombre de ese lugar!". Pero el Señor lo hizo permanecer firme sobre un versículo: "El que recogió mucho, no tuvo más, y el que poco, no tuvo menos", (2 Co. 8:15). Fue así como el Club Recabita tuvo que "ir al altar", y no se le permitió reclamar las cantidades ya pagadas.
Ya habían pasado tres meses desde que el padre abandonó a sus niños y dejó el distrito por un pecado que había cometido. Entonces el señor Howells fue guiado a pagar los atrasos del hombre en el Club Recabita y de ahí en adelante mantenerle los pagos al día. Era una indicación sorprendente, porque si no debía pagar sus propias cuotas del Club, ¿cómo podría ser correcto que pagara las de este hombre? Pero el Espíritu Santo le reveló que su error no había sido pagar al Club, sino la motivación que había tenido en mantener sus pagos al día. Dios lo había llamado a la Escuela de la Fe, y por lo tanto, una vez obtenida la posición de fe, sería un sustituto absoluto para el Club contra el asilo de los pobres. "Vi igualmente claro", dijo el señor Howells, "que no podemos decir que algo es errado para otros sólo porque hemos sido llamados a dejar de hacerlo; ello depende de nuestra posición o grado en la vida". De modo que pagó el Club por este hombre y nadie más lo supo.
No tuvo noticias sobre el hombre hasta casi cinco meses más tarde cuando recibió una carta de él diciendo que yacía en cama con tuberculosis, y que había tenido una hemorragia severa. Durante dos semanas había luchado consigo mismo para arrodillarse y pedirle perdón al Señor, pero estaba muy avergonzado de hacerlo porque había deshonrado el "Nombre bendito". Sin embargo, un domingo en la mañana vinieron los del Ejército de Salvación al frente de la casa donde permanecía, y mientras ellos cantaban, salió de la cama, se arrodilló, y recibió el perdón y la paz. Ahora escribía a Rees para decirle cuánto sentía el haberse rendido a la tentación y haber deshonrado a la Misión con su pecado. Pedía a los amigos que lo perdonaran, puesto que el Señor ya lo había hecho. No tenía dinero para pagar su alojamiento y ya el doctor había hecho arreglos para que lo llevaran al asilo de pobres a la semana siguiente. Cuando el hombre supo lo que el señor Howells había hecho por él, el amor de Dios lo quebrantó. En vez de ir al asilo, fue llevado a la casa de su padre. También recibió un pago semanal durante cinco meses hasta que se fue apaciblemente a estar en la presencia del Señor, y sus pequeños recibieron 38 libras después de su muerte. El incidente causó un gran impacto en el pueblo. También fue una prueba para Rees de que si daba obediencia perfecta al Espíritu, Dios no lo dejaría ir al asilo, sino que por medio de él evitaría que otros fueran allí.
En todas estas experiencias, el Señor tenía un doble propósito: La bendición para los necesitados, y la transformación de Su siervo. "El Espíritu Santo me llevó de un nivel a otro", dijo. "El proceso de cambiar la naturaleza de uno (el reemplazo de la naturaleza egoísta por la divina), es muy lento y amargo. Fue un diario morir para mostrar en adelante la vida de Cristo, pero esa vida era la de una víctima. Cristo fue la más grande Víctima en la cruz, pero también fue el más grande Vencedor, y el camino por recorrer diariamente era el sendero de la cruz. Cada motivo egoísta y cada pensamiento egocéntrico era tratado inmediatamente por el Espíritu Santo. En mis días de muchacho, el hombre más estricto que conocí fue mi maestro de la escuela primaria. Con cuanta frecuencia dije más tarde que el Espíritu Santo es mil veces más estricto. El profesor de la escuela podía juzgar solamente por los hechos, pero el Espíritu Santo juzga según los motivos".
Una noche, por ejemplo, Rees y su amigo estaban predicando al aire libre. El amigo dio su sermón primero y el Espíritu Santo lo usó tanto que Rees comenzó a preguntarse si se atrevería él predicar de nuevo. (Howells no era una persona muy bien dotada para predicar al aire libre). Ese sentir se incrementó tanto que llegó a convertirse en celos. "Nadie lo sabía", comentó, "pero aquella noche el Espíritu Santo me fustigó y me humilló hasta el polvo. Me mostró la fealdad de ello y cuánta ventaja sacaría el diablo de tal cosa para hacer daño a las almas de aquella gente. Nunca hubo nada que yo detestara más que eso, y podría haberme maldecido a mí mismo por ello. ` ¿No viniste a predicar al aire libre para que estas almas fueran bendecidas?', dijo El. 'Y si es así, ¿qué diferencia hay si les bendigo por medio de uno o del otro?'. Me pidió que confesara mi pecado y que si alguna vez lo veía de nuevo en mí, tendría que hacer una confesión en público. Desde ese día en adelante no me he atrevido a albergar un pensamiento de celos, porque nunca el Espíritu Santo se ha retractado de lo que me ha dicho. Cualquiera que fuera la advertencia de castigo que El me hiciera, si le desobedecía recibía todo el castigo. Hay quien pueda pensar que llevaba una vida de esclavitud y miedo. Sería así para la carne, pero para el hombre nuevo en Cristo era una vida de libertad total. Al principio tuve la tendencia de sentir compasión de mí mismo y de quejarme por el castigo debido a la desobediencia. Pero pronto vi que debía perder el ego corrupto aquí o llevar la vergüenza de que fuera mostrado públicamente en el futuro. Entonces estar de parte del Espíritu Santo contra mí mismo y ver el castigo como una liberación en vez de una pérdida".
Capítulo Quince
LORD RADSTOCK
En la convención de Llandrindod, en agosto de 1909, el señor Howells encontró de nuevo a su amigo, John Gosset, aquel con quien había tenido correspondencia sobre la tarjeta de Año Nuevo. Oyéndolo hablar en una de las reuniones sobre la oración y la intercesión, el señor Gosset fue tan bendecido que le contó sobre ello a su amigo Lord Radstock. Como resultado, se le pidió a Rees Howells hablar en una reunión especial de creyentes. El les contó lo que había probado en su experiencia en cuanto a la diferencia entre un guerrero de oración y un intercesor. Vale la pena registrar los puntos que él enfatizó aunque ya se hayan tratado en un capítulo anterior.
Un guerrero de oración puede orar para que se haga algo sin estar dispuesto a que la respuesta venga por medio de él, y ni siquiera está obligado a continuar orando hasta que sea respondida la petición. Pero un intercesor es responsable por lograr su objetivo y nunca podrá estar libre hasta haberlo obtenido. Llegará a cualquier extremo para que la oración sea respondida a través de él mismo. Una vez que una posición de intercesión se ha obtenido, se ha examinado y comprobado que es efectiva, el intercesor puede reclamar todas las bendiciones en ese nivel siempre y cuando sea la voluntad de Dios que lo haga. Nunca tiene necesidad de pasar por el mismo terreno dos veces, a menos que esté incierto en cuanto a algo relacionado con el asunto.
Durante su disertación, el señor Howells también tocó el tema de la sanidad divina. Contó acerca del trato del Señor con él en cuanto a la mujer tuberculosa: cómo el primer caso en el cual obtuvo la victoria tuvo que ir al altar porque los primeros frutos o primicias pertenecen al Señor. Les contó de cómo se le consideró un fracaso aún cuando el Espíritu Santo le dio testimonio de que había salido victorioso. Narró también cómo por medio de ello el Señor dio tal sentencia de muerte a la carne, que en los casos futuros de sanidad el ego no se llevaría la gloria.
Al comentar esto, Rees no tenía idea de que Lord Radstock había sido guiado por el mismo camino. La historia se registró después en su biografía. El había aceptado la verdad de la sanidad divina por medio de Santiago 5:15: "Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados". Fue así como se empeñó en poner su fe en práctica. El creía, en efecto, que la negligencia de la Iglesia en cuanto a este mandato era la causa de mucho sufrimiento. Después de haber tomado esta posición, su hija mayor cayó gravemente enferma. El conocía a muchos doctores entre sus amigos de la fe, pero se sintió guiado a rehusar la ayuda de ellos aunque, a pesar de su fe, "no hubo respuesta y la niña murió". Al pié de su lecho de muerte pudo decir: "Aunque El me matare, en El esperaré". Esta fue una prueba tremenda para su fe y le causó gran agonía personal, pero salió de la aflicción más que vencedor y luego fue usado en cientos de casos de sanidad divina. Sin embargo, nunca había entendido por qué había muerto su hija, hasta que oyó al señor Howells. En seguida comprendió la palabra referente a los primeros frutos yendo al altar. Se maravilló que el Señor hubiera podido revelarle estas leyes a su siervo aún tan joven. Fue tal su impresión, que ofreció pagarle los estudios universitarios a Rees. Con ello, estaría mejor capacitado para compartir la luz que había recibido, con toda la Iglesia de Cristo. También lo llevó a ver a muchos de sus amigos y le pidió que les hablara sobre el mismo punto. Pero, como dijo el señor Howells en cuanto al derecho que tiene Dios sobre las primicias: "Sólo una persona que haya vivido la experiencia podría verlo".
John Gosset quedó tan complacido con el resultado de la visita, que quiso que Rees conociera a muchos de sus amigos en Londres, incluyendo a Sir Robert Anderson, el Director General de Correos, y lo invitó a ser su huésped. Esta fue una nueva puerta abierta para el joven minero para conocer a "gente distinguida". Como dijo él, "nada podría agradar más al hombre natural, y mi primer pensamiento fue: no sabes dónde terminará todo esto. Tenía nuevas puertas abiertas desde muchas direcciones, pero esta me agradaba más que cualquiera otra y sentía alguna satisfacción secreta en darlo a conocer a mis amigos. Cuando les conté a mi familia, se mostraron muy complacidos y pensaron que sería el final de esta vida extraña, de la comida humilde y demás. Fue un gran honor que se me pidiera hablar sobre la oración y la intercesión a hombres como Lord Radstock y Sir Robert Anderson. Nada sabía yo de la gran lección que el Señor tenía que enseñarme a través de ello".
Capítulo Dieciséis
LLAMADO A UNA VIDA OCULTA
Casi un mes después de recibir la invitación del señor Gosset, vino un nuevo llamado a la intercesión. Aunque habían sido convertidos gloriosamente muchos borrachos del pueblo, había algunos hombres quienes no habían alcanzado victoria. Asistían a las reuniones y mostraban deseos de seguir al Señor, pero estaban tan terriblemente esclavizados a la bebida que el enemigo no los dejaba en libertad. Una vez más había necesidad de "atar al hombre fuerte y robarle sus bienes". En realidad, la intercesión probó ser el primer paso de un ministerio público a uno más bien latente.
Durante tres años, después de su día de trabajo, Rees Howells había estado en la misión cada noche. Había reuniones cinco noches a la semana y las otras dos se usaban para visitación. Su trabajo en la mina era desde las siete de la mañana hasta las cuatro y media de la tarde y luego, debía caminar un poco más de tres kilómetros, tanto de ida como de vuelta, cualesquiera que fuesen las condiciones del clima. No había tiempo para asistir a ninguna otra reunión porque él difícilmente dejaba su rebaño, sólo lo hizo durante la semana de la Convención de Llandrindod, a la cual se llevaron a todos los nuevos convertidos que les fue posible. La obra estaba tan bien establecida que mucha gente venía desde los distritos cercanos los domingos por las noches. Era como un avivamiento continuo. El efecto exterior en el pueblo había sido que tres años antes la cervecería enviaban dos vagones y un carro cargados con barriles de cerveza quincenalmente, y ahora sólo enviaban un carro, y éste lleno solamente hasta la mitad. ¡Era una broma común decir que valdría la pena si la cervecería persuadiera a Rees Howells y a sus amigos para que se hicieran accionistas! "El único enemigo que teníamos", dijo el señor Howells, " ¡era el diablo mismo! Toda la gente nos respetaba porque sabían que estábamos allí por su bienestar. Aunque a menudo estábamos pasando por luchas y pruebas, a ellos nunca se les dijo de éstas; era un avivamiento perpetuo para ellos. ¡Oh, cuán precioso era el Nombre de Jesús para nosotros! En los cultos al aire libre, todo el distrito resonaba con el himno 'Bendito Sea el Nombre de Jesús'.
La dificultad que el señor Howells tenía era encontrar tiempo para la oración. Realmente, su única oportunidad para orar estaba en aquellos tres kilómetros de caminata hasta la misión, pues más o menos kilómetro y medio se caminaba por un terreno solitario. Siempre procuraba estar sólo durante este kilómetro y medio, y después de dejar atrás la última casa, se quitaba el sombrero y continuaba en actitud de oración. Las costumbres en aquellos días el no usar sombrero fuera de la casa, era una cosa inaudita. Aún así, cuando estaba sólo, la presencia del Señor era tan real que siempre se descubría la cabeza. Esto se volvió un hábito tal que nunca cruzaba el terreno sin quitarse el sombrero, y cuando regresaba tarde por la noche, después de que las luces de la ciudad se habían apagado, seguía todo el camino así, sin cubrirse. Pero, por curioso que nos pueda parecer en nuestros días, ¡nada lo hubiera convencido a salir sin un sombrero durante el día! Como dijo, " ¡La brigada sin sombrero era desconocida en aquellos días!".
Este hábito aparentemente trivial, fue lo primero que el Espíritu usó para hacerlo morir a la influencia del público. Un domingo temprano en la mañana, estaba con el Señor en oración, comentó: "La gloria de aquella mañana era muchísimo más brillante que la luz del sol. Había tal paz y quietud solemne. Sentí que el suelo era sagrado. Algunas veces había percibido lo mismo antes, pero fue mucho más intenso aquella mañana, como si las palabras de Isaías se hubieran vuelto realidad: `. ..Y la luz del sol será siete veces mayor, como la luz de siete días. . .'. El Señor me mostró luego el lugar de permanencia en la intercesión al cual me había llamado. Se trataba de estar en actitud de oración durante todo el día. Por primera vez, ¡no podía llevar mi sombrero! Caminar por toda la ciudad así, para ir hasta la misión, ¡sería imposible! ¡No podría hacerlo! ¡Nunca! La gloria se alejó pronto, y el sol no tenía más luz que la normal, si acaso menos, y ¡oh!, ¡la oscuridad que vino sobre mí! Cuánto deseaba no haber salido aquella mañana. Ni el ayuno podía ser comparado con esto. Solamente los de mi casa estuvieron involucrados en la prueba del ayuno, pero en esto era yo quien debía ser un espectáculo delante de toda la población. ¡Ellos nunca habían visto a un hombre sin sombrero en la calle!".
Cuando se llegó la hora de ir a la misión, el Espíritu Santo le dijo que no debía ir a menos que le obedeciera. Mientras estaba de rodillas, el Señor le preguntó qué razones tenía para no querer obedecer. ¿Deseaba salir de la presencia del Señor? No, no era eso. La única razón que podía dar era que la influencia del público sería muy grande sobre él, y no sería capaz de soportarla. Entonces, el Señor le dijo que esa era exactamente la razón por la cual le había pedido que lo hiciera. No debía predicar de nuevo sobre el estar muerto al mundo hasta que tuviera la victoria sobre esto. “¡Cuánto del mundo está en nosotros, y pensamos a menudo que estamos muertos a él!", comentó el señor Howells. "Yo me reía de un hombre que se ponía el gorro del Ejército de Salvación, ¡pero ese día deseé que el Espíritu Santo me permitiera usar por lo menos eso! Pero El no transigiría para llegar a un acuerdo. . . Tuve que decir: 'Soy un esclavo de amor, Tú me sacarás del apuro'.
Pensó que si pudiera evitar herir a su madre lo demás no le importaría mucho. Esto, encima de lo del ayuno, de seguro la haría pensar que algo andaba mal en él. Su familia era muy conocida y altamente respetada en la ciudad, y el solo pensamiento de deshonrar a sus padres hizo esta prueba doblemente dura. "Estaba arriba orando", dijo, "intentando obtener tanta fortaleza como me fuera posible, pero el Señor parecía estar muy lejos. A menudo en una prueba, da la impresión de que no hay Dios en el mundo".
Su madre se dio cuenta que se había tardado en salir. Al oírlo descender, fue a su encuentro con el sombrero en la mano, limpiándolo con un cepillo con todo el cuidado amoroso de una madre. "Cuando le dije que no iba a usar el sombrero", dijo él, "pensé en las palabras del viejo Simeón a María: `... y una espada traspasará tu misma alma. . .'. ¡Cuánto significa para los padres ver a uno de sus hijos caminando por una senda extraña!".
"Nunca olvidaré el cruce por la ciudad aquel día y la gente que pasaba rumbo a otras iglesias. ¡Predicar sobre estar muerto al mundo! ¡Cada nervio sensitivo de mí estaba vivo al qué dirán! No estaba mejor que un ciego. Parecía que el diablo había juntado todas las fuerzas del infierno para atacar esta simple obediencia. En realidad no era nada; yo había sido llamado a pasar el día entero en actitud de oración y eso significaba un poco de separación del mundo. Oh, ¡qué profundidades las de esta respetable naturaleza egoísta! Pero estaba en proceso de ser cambiada por la naturaleza divina. Fue alivio llegar a la misión. Era como una Ciudad de Refugio que nos protegía del enemigo. Entre nosotros mismos había siempre una sonrisa después de la prueba".
Pero la actitud de oración no solamente debía ser conservada los domingos. "Ya fuera que estuviera trabajando, caminando o haciendo cualquier otra cosa", las almas por las cuales oraba debían estar en su corazón. Esto implicaba pasar cada día sin usar su sombrero. "Hasta cierto punto tuve la victoria", comentó, "pero era una muerte verdadera ir a trabajar sin sombrero. Sin embargo, ya era más difícil desobedecer que obedecer y la gente se acostumbró a verme así".
Al separar a Rees para Si, el Señor planeaba llevarlo mucho más lejos que esto. Iba a sacarlo del ministerio público y el próximo paso vino por medio de un ataque del enemigo sobre su amigo especial y ayudante en la misión. Ellos se amaban mutuamente. "Por naturaleza", dijo Rees, "él era una de las personas más encantadoras que jamás conocí, y como Apolos, era elocuente y poderoso en las Escrituras". Pero el enemigo, por medio de algunos creyentes, comenzó a decirle que mientras permaneciera con Rees Howells en el pueblo, nunca daría lo mejor de sí. El necesitaba tener una obra propia. El Señor le mostró a Rees Howells la seriedad de este ataque, y le indicó que él sería la única persona que podría salvar a su amigo: "La única manera de hacerlo es dándole lo mismo que el enemigo le dice que nunca conseguirá. ¿Por qué no le das el liderazgo de la misión? Retírate a la sombra de él y sé su intercesor. Ora para que la misión tenga un éxito aún mayor en sus manos que el que ha tenido en las tuyas". Y le recordó que éste era uno de los puntos que había tratado con él años antes en Llandrindod.
Tenía que hacer frente al efecto que esto tendría en su vida. . . "Durante tres años había invertido tiempo, dinero y cuanto tenía en la misión", dijo, "y había estado allí cada noche. Y ahora, cuando había grandes perspectivas, El me estaba pidiendo ceder mi puesto y que ayudara a mi amigo, y ayudarle como él lo había hecho anteriormente para mí. La misión estaba creciendo y se haría todavía más popular. La gente, naturalmente, atribuiría todo el éxito a mi amigo. Nunca verían ni recordarían que se había necesitado de alguien para fundar la base. El permitir que mi amigo se llevara el éxito exterior fue un gran conflicto interior. Este era el próximo grado de orgullo con el cual iba a tratar el Espíritu Santo y fue un proceso duro el dejar que mi Yo fuera reemplazado por Su naturaleza divina. Durante tres días no pude aceptarlo voluntariamente, pero sabía que Dios me ayudaría. Es Su forma de trabajar en uno.
Así prepara el terreno para que tenga el mismo gozo en una vida oculta y anónima como en una abierta y exitosa. Si mi meta en la vida era hacer la voluntad de Dios, entonces podría decir que de una forma u otra, el gozo sería el mismo. Le ayudó en esta ocasión el testimonio de Madame Guyon, donde el proceso de santificación se veía claramente. Aún en su celda decía: "No pido nada sino Tu perfecta voluntad".
Dios lo ayudó e hizo otro cambio profundo en su naturaleza. Como Jonatán, pudo amar al hombre que tomó su lugar. Habló el asunto con su amigo y le contó cómo Dios lo estaba guiando. De ahí en adelante la misión sería suya, mientras que Rees le respaldaría en oración: "Edifícala como una gran misión. El Señor ganará almas por medio de ti, y yo estaré orando. Quiero que la misión llegue a convertirse en un éxito mayor a través de ti, que lo que fue por medio de mí".
Capítulo Diecisiete
LA BRIGADA SIN SOMBRERO
Corto tiempo que el señor Howells había entregado la misión a su amigo, vino de Londres la esperada carta del Sr. Gosset invitando a Rees a ser su huésped a la semana siguiente. Su primer pensamiento fue que no podría ir porque había sido llamado a obtener este nuevo lugar de intercesión, y el viaje tomaría tres meses. Se acostó sintiendo que había hecho todo un sacrificio, pero a la mañana siguiente el Señor le preguntó: "¿Por qué no vas a Londres?”Por mi intercesión". "¿Por qué no puedes interceder desde Londres?". El Espíritu Santo siempre sondearía hasta la misma raíz del ego con que quería tratar. "Dame tu verdadera razón para no ir", le dijo. El señor Howells tuvo que confesar que era porque no podía enfrentarse ir a Londres sin su sombrero. "Tuve la victoria entre los míos", comentó, "pero ir a Londres así y a ser huésped de gente importante, era algo que no podría hacer. Sabía que el señor Gosset nunca permitiría un insulto. Yo era sensible a los sentimientos de los demás y, después de su amabilidad hacia mí, yo mejor hubiera rechazado cualquier cantidad de dinero en vez de herirle. ¡La carne elaboró mil y una excusas! Pero el Espíritu Santo no aceptó ninguna de ellas; había planeado todo esto para verificar si le obedecía a El antes que al hombre. La gente afirma, muy ligeramente a veces, que es un honor ser un tonto por causa de Cristo, pero en realidad, es muy diferente a ser llamado por el Espíritu Santo a portarse así.
El conflicto era agudo. Pasó por su mente, momentáneamente, el pensamiento de si sería posible salir de "esta vida de sumisión, de esclavitud voluntaria, y vivir solamente la vida cristiana ordinaria predicando el evangelio y ayudando a los pobres", como hacían muchos de sus amigos. Pero el Espíritu Santo le indicó la realidad de su posición de "mártir viviente", sin más derecho sobre su vida aquí que el que tiene un hombre muerto. Hubo algunas dudas, como siempre las había hasta que realmente llegaba a ser uno con el Espíritu Santo en lo que El estaba haciendo. Sabía que no tenía opción en el asunto, y por nada se atrevería a mostrar una falta de voluntad verdadera con tal dé no perder la privilegiada posición de mártir viviente.
El Espíritu, "Quien nunca impone", lo atrajo con las cuerdas del amor, mostrándole la amarga cruz que el Señor llevó. Como dicen las Sagradas Escrituras: "Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido". “¡Pero qué amarga lucha era caminar con El ahora! Le pedí que me mostrara por medio de la Biblia que había llamado a Sus siervos a hacer lo mismo que yo. Esto por si acaso el señor Gosset y sus amigos me pedían la base bíblica para lo que estaba haciendo. Si Dios me lo mostraba, entonces yo iría. Como un relámpago, trajo ante mí a Juan el Bautista y a Elías. El uno vestía solamente de cuero de camello y su comida era miel silvestre y langostas; el otro había pasado tres años y medio entre una cueva y la casa de una viuda, donde cada día consumían los últimos comestibles. Este había sido el camino de ellos a la cruz de poder.
El Señor siempre me ponía contra la pared, y luego yo reía y decía: 'Sí, Señor, Tú me ayudarás'. Así que cedí, pero esta vez había refunfuñado un poco, ¡y cuando El me recordó a Juan el Bautista, tuve miedo de que me mandara a Londres con algo menos que un sombrero! De modo que me mantuve ocupado todo aquel día, por si acaso El agregaba algo más a la obediencia".
Llegó el día de partir para Londres. La madre de Rees se había acostumbrado a verlo sin sombrero en su propia ciudad, pero ya había alistado y cepillado el sombrero aquella mañana. ¡Esa era la primera prueba! ¡El diablo también le sugirió que sería mejor llevar una gorra en su bolsillo en caso de que lloviera a lo que tuvo que decirle que un paraguas sería más apropiado!
Cuando el tren ya llegaba a Paddington, ¡Rees se sentía como que iba a morir! El señor Gosset estaba allí para recibirlo y le dio una bienvenida como a un rey al verlo descender del carruaje. Metió luego su cabeza dentro del compartimento y dijo: "Has olvidado el sombrero". "No, no lo traje". "¿Qué? ¿Venir a Londres sin sombrero? ¡No, querido! Debes darte cuenta, Rees, que ahora no estás en el campo. No puedes venir a Londres sin sombrero". "Entonces. . . debo regresarme". "No es cosa de devolverte", replicó Gosset, "es cuestión de usar un sombrero".
"Nunca sentí tanta lástima de un hombre como esta vez la tuve de mi anfitrión", dijo Rees, "mientras íbamos de Paddinton a Piccadilly en un carruaje abierto. Estaba tan rojo como una langosta de mar. Por el camino, dijo: 'Tengo en casa una gorra nueva, la cual es muy cara, pero no me queda bien; te la daré'. Tuve que decirle, entonces, que si me dieran todas las gorras de Londres no las recibiría porque ir sin sombrero era una de mis posiciones de permanencia para lograr un lugar de intercesión. Más tarde dijo que su orgullo nunca había sido herido tanto como lo fue en aquel entonces. El Señor había intentado alcanzarlo antes, pero él no permitía que nadie se acercara a su ego. Comentó que se había sonrojado más durante ese viaje que durante toda su vida anterior".
Si el sombrero había levantado tal conflicto, ¿cómo sería cuando se hablara del ayuno y de la comida abundante? ¿Qué pensaría él del "Menú de Daniel"? Mientras esperaban la comida, el Sr. Gosset le leyó todas las invitaciones para cenar. “¡Qué carga vino sobre mí!", dijo Rees. "Tenía que tomar otra posición. Sabía que solamente podía tomar dos porciones de comida simple dos veces al día, entonces. . . ¿para qué las cenas? No dije una palabra, nunca podría explicarlo, a no ser que fuese movido a ello, y aún así no tendría ánimo para decírselo. La campana sonó, y nos sentamos a comer. `Todo esto ha sido preparado para ti', dijo, 'y quiero que pruebes todo lo que hay en la mesa'. Entonces tuve que confesarle que durante los próximos tres meses yo debía tomar solamente dos comidas al día, ¡de pan, queso y sopa! Levantó sus manos en alto y exclamó: "¿Qué has hecho conmigo, Rees? ¿Qué dirán de mi huésped? ¿Qué es, uno de los antiguos profetas?". Ambos nos reímos con gusto. Le conté de cómo había sido una prueba para mí el obedecer al Señor e ir a Londres. Le expliqué que insultarlo con mi actitud a cambio de sus muchas bondades para conmigo, era mucho más de lo que yo imaginaba sucedería al tomar mi lugar de permanencia. "Y pensar que estás haciendo todo esto para alcanzar a las almas perdidas", fue su respuesta; "Y aquí estoy yo, un hombre de edad que prácticamente no he hecho nada para llevarles el evangelio". Luego me dijo: "No desobedezcas a Dios, ni así al rey mismo si te invitara a cenar", pero dijo seguidamente, " ¡No puedo andar contigo por Piccadilly! ¡Vas a tener que andar dos metros delante de mí, o dos detrás! Reímos durante horas. Qué cruz, ¡pero qué victoria!".
Gosset lo llevó a visitar a sus amigos y le dieron "una gran bienvenida y pasé un tiempo muy agradable con todos ellos, especialmente con Lord Radstock y Sir Robert Anderson. El Señor me estaba probando para ver si esa clase de sociedad me impactaba, y puedo decir que estaba muerto a todo ello".
Pero el propósito verdadero de Dios para esta visita sólo salió a la luz la noche antes de su partida. El señor Gosset vino a su habitación y le dijo: "Dios me ha revelado algo. Me ha dicho que va a bendecir mi casa porque estás aquí, tal como bendijo la casa de Obed-edom porque el Arca de Dios estaba allí". Mientras hablaba, Rees dijo que "el lugar se llenó de Dios y casi no podía resistirlo". A la mañana siguiente, el Señor guió a Rees a leer sobre la mujer sunamita y a decirle a Gosset: "¿Sabes que has hecho para mí exactamente como la mujer sunamita hizo con el profeta? Y yo también, quiero preguntar: ` ¿Que quieres que haga por ti?'. Dios te dará cualquier bendición que quieras. El se quebrantó y lloró. Dijo que tenía un gran deseo. Su hijo estaba en el ejército, el Capitán Ralph Gosset, y había abandonado los caminos del Señor en los que le habían criado. Ahora estaba por regresar del África y su deseo era que no trajera vergüenza a la familia. "Dios hará más que eso", respondió el señor Howells. "El no volverá al ejército sin ser un hombre convertido". Este era un cumplimiento de la palabra del Señor a los setenta: "En cualquier casa donde entréis, primeramente decir: Paz sea a esta casa. Y si hubiere allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él".
Capítulo Dieciocho
EL VOTO DE NAZAREO
El camino de intercesión del señor Howells tomó ahora una precisión nueva y comenzó a ascender de forma extraordinaria. Los casos difíciles por quienes se le llamó a interceder de nuevo eran todos del pueblo y habían estado bajo su influencia personal. Pero no conocía al hijo del señor Gosset y probablemente nunca lo conocería, no tenía medios para ejercer influencia sobre él, a no ser a través del Trono. El Señor le dijo: "Este será el caso que probará tu intercesión". Era evidente que el Señor había estado preparando a Su siervo para lograr una posición mucho más alta de lo que él se había dado cuenta. Por esta razón sería sacado de su trabajo entre los hombres para tratar solamente con Dios. La petición se definió claramente pues la anotaron en una tarjeta, firmada tanto por el señor Gosset como por Rees, y ambos retuvieron una copia de dicha tarjeta. El señor Howells consideraba ésta como una de sus posesiones más valiosas.
Al regresar de Londres, como parte de su permanencia, fue llamado a orar de rodillas por tres horas cada noche, de seis a nueve, después de haber vuelto de la mina. Vio cómo el Señor lo estaba preparando para esto cuando unas pocas semanas antes tuvo que entregar el. Liderazgo de la misión a su amigo. Ahora el llamado era a dejar de lado todas las actividades espirituales, y ni siquiera podría asistir a las reuniones que se celebraban en la misión. Debía leer toda la Biblia de rodillas, que en realidad era la forma en que siempre lo hacía, y el Espíritu Santo sería su maestro. "Me tomó tiempo aprender a estar quieto delante de Su presencia", dijo. "Había estado tan acostumbrado a predicar, que cuando recibía alguna nueva luz sobre la Palabra estaba listo para predicar; ¡aunque en el momento no hubiera a quien predicarle! Tenía que contenerme todo el tiempo". Las condiciones iniciales para la permanencia fueron: (1) Tener dos comidas al día. (2) Vivir en actitud de oración, lo que implicaba estar sin sombrero. (3) Abandonar todo trabajo exterior en la misión, y no ir a ningún culto. (4) De seis a nueve cada noche debía orar de rodillas; dos horas leyendo la Palabra, y una esperando delante de Dios. El sabía que había otros lugares de permanencia, pero aún no los conocía.
Esta vida era realmente distinta de la que había vivido hasta ahora: una vida oculta, después de años de actividad. En vez de tener comunión con los cristianos, sería solamente con el Señor. Ni siquiera se le permitió contar a los suyos o a sus amistades, que había tenido que entregar la misión a su amigo y que por elección propia había entrado en este sendero de intercesión. Así que se difundió el rumor de que algo lo había desilusionado en su visita a Londres, y lo había hecho abandonar la misión para nunca más asistir a un lugar de adoración.
Al principio sentía que no podía obtener de la vida oculta el mismo gozo que tenía en el trabajo activo. Le parecía una gran tragedia el estar recibiendo tanta luz en la Palabra y no poder compartirla. Hasta tuvo la idea de que Dios nunca le permitiría predicar de nuevo. Otra desventaja era que en las noches no podía orar con la facilidad que lo hacía en las mañanas. Los acontecimientos del día se quedaban en su mente y al principio se le hacía difícil deshacerse de ellos. Decía: "Aunque estemos lejos de otros, es muy difícil silenciar las voces del ego. Pero después de un tiempo, el Señor me llevó al lugar donde, al momento en que cenaba la puerta a las seis en punto, dejaba el mundo afuera y tenía acceso a la presencia de Dios. Era una comunión perfecta.
El Señor le dijo luego que debía estar dispuesto a ser llevado por El a cualquier posición que los profetas o los apóstoles tomaron. "Ví cómo fue descargada sobre Ezequiel la iniquidad de la nación", dijo, "pero no sentía miedo de ser probado en cuanto a comida como él lo fue. Tampoco temía a Jeremías, pero sí a Isaías. Nunca hubo un profeta como aquel hombre. Fue un hombre de calidad, y uno de los mejores escritores. Vi cómo lo había humillado el Espíritu Santo en el trabajo que lo llamó a hacer (Isaías 20). El único consuelo que tenía era que al comenzar a leer desde Génesis, ¡pasarían como dos meses antes de llegar a Isaías! Pero mucho antes, encontré algo más a lo que no pude escapar. No había sido probado en el Génesis, pero llegué a Números 6:2-6: 'El hombre o la mujer que se apartare haciendo voto de nazareo,. . . Durante todo el tiempo de su voto no pasará navaja sobre su cabeza, ... será santo; dejará crecer su cabello . . . no se acercará a persona muerta'. El Espíritu Santo me dijo: 'Debes vivir así durante el período de esta intercesión. Si tu padre o madre mueren, no te les acercarás, y por ninguna razón uses navaja'.
"Le dije al Señor que sería mucho mejor morir que hacer esto. Yo tenía treinta años de edad, y era uno de seis hermanos quienes habían vivido todas unas vidas muy respetables. Sabía que en casa nunca se me permitiría tal cosa. El no usar sombrero era difícil, pero esto era mil veces peor. Sabía que todos los que se dejaban crecer la barba se la recortaban por lo menos, cada semana. Pero un nazareo no puede tocar su cabello o barba. El diablo me susurró: 'A este ritmo, en seis meses te llegará a las rodillas y el único lugar para ti será el asilo. No estaría tan mal si te fueras al asilo tu sólo; lo peor será que contigo té llevarás a tus padres'.
"Le dije al Espíritu Santo que no sabía de nadie quien hubiera sido llamado a hacer tal cosa en esta generación y, ¿cómo podría hacerlo yo? Pero, como siempre, El insistió en llegar a la verdadera razón para mi falta de voluntad. Las excusas nunca serían válidas para El. 'Dime la verdad', dijo, ` ¿por qué no estás dispuesto a andar como Samuel y Juan el Bautista?'. Respondí: `Debido a mis padres. ¿Quieres que les lleve a la tumba o a un asilo?'. En realidad pensé que ésta era mi razón, pero el Señor me dijo: Pon a tus padres en la cruz. Cuando yo, la mayor Víctima que el mundo jamás ha conocido colgaba de la cruz, mi madre estaba entre la multitud mirando. Dime la verdadera razón por la cual no estás dispuesto a hacerlo'. Entonces le dije: 'La verdadera razón es el qué dirán; es demasiado para mí. `Exactamente, y esa es mi razón para que lo hagas. Si no hay mundanalidad en ti, ¿cómo puede influenciarte el mundo? ¿Puede el mundo influenciar un muerto? Serás un nazareo hasta que todo esto sea quitado de ti'. También agregó: ` ¿Acaso no es la barba más natural para un hombre que el afeitarse?'. Tuve que admitir que lo era, pero le dije al Señor: 'Me fue muy difícil llevar vagabundos a casa, pero que yo sea un vagabundo. . Sé que mis hermanos no querrán convivir conmigo. Déjame ir a hospedajes' Pero me respondió: 'No, debes pasarlo en casa. Antes de obtener esta posición debe ser quebrantado todo afecto natural, cada lazo tierno, hasta que las almas de los demás lleguen a ser para ti como las de tus seres queridos"'.
Sabía que tendría que hacerlo, pero necesitaría Su ayuda. ¡Cuánto la necesitaba ahora! Tenía unos pocos días de gracia antes de que sus familiares, o el mundo exterior notaran la ausencia de la navaja. Debía prepararse para el efecto que causaría sobre ellos. Todo esto estaba sucediendo solamente unas pocas semanas después de las aparentes perspectivas para su vida por medio de la invitación a Londres. El padre del señor Gosset era un amigo personal del Rey Eduardo VII, y la visita de Rees a la casa de Gosset fue todo un acontecimiento para la vida de él. Hubo noticias de ello en el periódico local y Rees sabía que provenía de su padre. Era absolutamente correcto que la gente viera que una persona con el Espíritu Santo podía estar en compañía tanto con señores de alta sociedad como con vagabundos. Sus padres estaban realmente orgullosos de él, y esperaban que tales puertas se siguieran abriendo. En todos los caminos extraños por los cuales había sido guiado en los meses anteriores, ellos nunca habían dudado de su sinceridad; su única objeción era que llevaba las cosas demasiado lejos. Pero, ahora, ¡sería su "locura" suprema!
Lo primero que notaron fue que no salía en las noches como de costumbre y pensaron que algo andaba mal en la misión. Luego vieron que no salió de su habitación los domingos. Sus padres se quedaron en vez de ir a la capilla ese día, y él podía oírlos susurrando: "¿Qué le ha pasado? ¿Fue decepcionado en su visita a Londres?". Finalmente, cuando notaron que no se había afeitado y que estaba pasando todo el tiempo en su habitación, ¡pensaron que había llegado a lo peor! "Bebí esa copa hasta el fondo", dijo el señor Howells. "Me costó hacer esto a mis padres y ellos habrían hecho cualquier cosa por evitar que yo fuera un fracaso abierto ante los ojos del público. ¡Cuánto deseaba darles una palabra de explicación! Hubiera sido un alivio, pero no; el camino a seguir era: 'No abrió su boca'. Esto fue tan doloroso para mí como mi muerte ante el mundo exterior.
"Fue una gran muerte. Era el tema de conversación en el pueblo. A la carne no debería ahorrársele dolor en ningún punto. Muchos pensaron que mi apariencia exterior era el resultado del fracaso, pero no podían detectar dónde había fracasado. Hasta mis ropas en ese tiempo eran como para hacer a los míos avergonzarse de mí, porque el Señor me había hecho regalar lo mejor y quedarme solamente con un traje. Durante las dos primeras semanas no tuve victoria, e ir al trabajo era la experiencia más dolorosa. Cuando caminaba con Will Battery, años antes, la gente volteaba a mirar con asombro y yo me sonrojaba. Yo nunca había visto a un hombre como él sin afeitarse nunca, con el cabello largo, los cordones de los zapatos sueltos. . . Pensé en aquel entonces: 'Me ruborizo de caminar con él, ¡pero, si yo tuviera que tomar su lugar. . .! Había recordado cómo el Salvador tomó su lugar, murió su muerte y puso toda esa desgracia sobre Su propia familia terrenal, mientras que yo estaba sensitivo y sonrojado por apenas estar con él. Entonces pensé lo siguiente: 'Algún día tendrás que caminar así', y ahora estaba teniendo que hacerlo. Si siquiera me ruborizaba cuando pasaba delante de ciertas personas, el Espíritu me hacía devolverme y caminar frente a ellos de nuevo. Me vigilaba en cada punto hasta que me torné tan muerto como una persona que realmente ha dejado de existir. Solamente el valor de un alma perdida era lo que me obligaba a hacerlo".
La crítica que recibía no era solamente del mundo, pues mucha provenía de gente religiosa. Aseguraban que estaba yendo demasiado lejos; habían profetizado esta caída y ahora había acontecido. Era la experiencia del Salmo 69:8: "Extraño he sido para mis hermanos, y desconocido para los hijos de mi madre". Y la razón fue dada en el versículo siguiente: "Porque me consumió el celo de tu casa; y los reproches de los que te vituperaban cayeron sobre mí". Solamente unos pocos de sus amigos íntimos sabían que era por elección propia que había escogido este camino de intercesión, y que el Espíritu Santo le estaba haciendo pisar el mismo sendero de vergüenza al cual eran arrastrados tantos por el pecado. Muchos pensaban que "era como los monjes, que se le había metido en la cabeza una idea ridícula", o que todo esto era el efecto del fracaso y que se había vuelto loco.
Solamente podemos imaginarnos lo que esto significaba para la señorita Elizabeth Jones, quien permaneció como su compañera espiritual íntima aunque ya habían abandonado la esperanza de contraer matrimonio. En cierta ocasión, cuando debían encontrarse y ella tuvo inconvenientes para llegar a tiempo, el señor Howells pensó que al fin ella había fallado y no podía aceptar que la siguieran viendo con él, con su barba y cabellos largos y descuidados. Pero ella nunca falló. Permaneció firmemente con él a través de todo.
Pero si al principio el mundo lo estaba afectando, al final era él quien estaba afectando al mundo. La gente sentía la presencia del Señor con él y así lo decían. Hasta algunos sin fe religiosa se quitaban el sombrero cuando pasaban frente a él en las calles, y un hombre viejo acostumbraba a decir a las gentes: "Tomen nota de mis palabras: Ahí va un Juan Bautista moderno". Hay evidencia del efecto que él ejercía sobre el distrito. Un hombre, quien no le conocía, preguntó al recolector de boletos de tren que dónde "vivía el hombre que tenía el Espíritu Santo", y le indicaron como encontrar al señor Howells.
Su comentario sobre esta prueba fue: "En dos semanas tuve la victoria y me volví muerto a la influencia del mundo. Fue como dijo Pablo: 'Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria' (2 Co. 4:17). Oh, ¡la gloria de aquella vida interior! Las tres horas de oración era un tiempo pasado en la gloria; era el mismo Espíritu Santo iluminando la Palabra. ¡Qué perfecta paz me dio el Espíritu y qué amor por las almas perdidas! Hasta entonces temía los escrutinios del Espíritu Santo. Temía a los nuevos niveles de permanencia porque nunca podía rechazarlos, y mientras que haya el mínimo miedo, no hay libertad perfecta. La gente puede pensar que no tiene miedo, pero eso es porque nunca han sido probados. Yo pensaba que no temería ir contra el mundo y sus opiniones, y que lo más fácil sería estar muerto al mundo. Este fue el mayor error que pude haber creído. El Señor tenía que ayudarme a cada paso. Era el proceso de santificación donde la naturaleza egoísta y todas sus codicias tienen que ser cambiadas por la naturaleza divina (Ro. 6:6; 2 P. 1:4). Yo disminuía cada día, y El crecía. Cuando pasaba las pruebas, sentía como si estuviera en el mismo cielo, en Su gloria".
Después de caminar seis meses como un nazareo, el Señor le dio la seguridad de que la intercesión había sido obtenida y entró en una libertad maravillosa en la presencia de Dios. Inmediatamente fue a decirle a su madre que estaba libre y que podría afeitarse. Ella se sintió tan llena de gozo que lo único que podía decir una y otra vez era: " ¡Gracias a Dios!".
En la correspondencia entre él y el señor Gosset durante los meses siguientes, hubo numerosas referencias, de ambos, a la seguridad en cuanto a su petición. Las únicas indicaciones inmediatas a su respuesta eran que el hijo cambió su forma de vivir, cumplió su término y abandonó el ejército yéndose al Canadá como granjero. No fue sino hasta que pasaron doce años que el señor Howells recibió la noticia acerca del resultado pleno de la intercesión. Llegó una carta del señor Edgar Faithfull, Secretario de la Misión General del África del Sur, escrita el tres de agosto de 1921, desde Ciudad del Cabo, y decía:
Mí querido señor Howells: Habrá usted oído de la muerte del señor John Gosset, el doce de marzo pasado, después de estar enfermo durante una semana con pulmonía. Sus últimas palabras fueron: "El Señor ha venido". El señor Pirouet recibió la noticia del hijo de él, Ralph Gosset, quien nos habla de su propia conversión: Un evangelista había estado teniendo reuniones, a las cuales fueron él y su esposa. El hombre habló sobre El Hijo Pródigo, y las palabras "volviendo en sí" se clavaron en los oídos de Gosset. Al día siguiente, cuando estaba arando, estas palabras lo obsesionaron. A los pocos días, él y su esposa se pusieron de pie en la reunión y testificaron. Esta es una gran noticia, y sé que estará feliz de saberla. Creo que usted ha pasado tiempo orando en forma definitiva por él, hace años, y puede tener la seguridad de que su oración ha sido respondida. Creo que Ralph Gosset está de granjero en algún lugar del Canadá.
Capítulo Diecinueve
LA SANIDAD DEL TIO RICARDO
Al completar los seis meses de intercesión por el capitán Gosset, en la Pascua de 1910, Rees Howells estuvo libre para volver a la vida normal, pero el Señor le hizo la oferta de continuar en ese ministerio oculto por otros cuatro meses. Dios quería que obtuviese otros niveles de intercesión, siendo uno de ellos por las viudas niñas de la India, cuyos sufrimientos eran muchos en el sistema de esa época. El escogió continuar en la vida oculta porque, según dijo, "la comunión que tenía con el Señor sobrepasaba todas las que había tenido jamás con seres humanos, y tampoco había terminado de leer toda la Biblia con el Espíritu Santo. Lo más difícil en mi vida se había convertido en lo más dulce".
El Señor le señaló luego que estas viudas vivían con solamente un puñado de arroz al día, y le recordó acerca de la ley de intercesión: que antes de poder interceder por ellas, debería vivir como ellas. Así que su dieta consistiría de una comida de avena cocida cada dos días, " ¡a la cual el diablo sería capaz de llamar comida de cerdos!". Debía dejar el pan, el té, y el azúcar, además tomaría cada dos días la cantidad de leche equivalente a un penique. Todo esto costaba menos de un penique y seis chelines por semanas. El Señor también le dijo que se fuera de su casa y viviera en una pieza alquilada, pues su mamá nunca lo hubiera dejado vivir de esa forma. Comprendía plenamente que antes de que esta intercesión pudiera ser completada, tendría que llegar ala posición de nunca querer cambiar. ¿Podría el Espíritu Santo alterar tanto su gusto como para que la comida que iba a consumir ahora fuese tan satisfactoria para él como la excelente alimentación a la que estaba acostumbrado en su propia casa?
"Que punzadas de hambre sentía", dijo después. "El Señor no facilita las cosas. No te lleva sobre alas de águila. La victoria está en sobreponerse. Recuerdo cómo me sentí el primer día cuando no tuve pan. Hubiera dado cualquier cosa por una migaja de pan. Cuando se toma el lugar de otro, se toma el sufrimiento de él en cada detalle. Al llegar la hora de cada comida, no había nada para mí. Lo maravilloso es que no sucumbía ante ello ni me dí por vencido. Solamente Ezequiel era mi amigo, y todo lo que yo podía decir era: ` ¿Cómo lo hizo?"'. (Ez. 4). Tampoco se debe pensar que la intercesión del señor Howells implicaba meramente actos costosos de obediencia. Debido a sus propios sufrimientos, elevó a Dios un clamor continuo por el alivio de los sufrientes cuya carga él estaba llevando.
Continuó así durante diez semanas, y le tomó diez días obtener la victoria. Vio que la razón del ayuno es poner el cuerpo en sujeción al Espíritu. "Cada ayuno, si se lleva a cabo bajo la guía del Espíritu, implica que nuestros cuerpos se vuelvan más habilitados para llevar cargas". Comenzaba el día a las cinco de la mañana, pasándolo todo sin comer, y luego dormía sobre el piso. Al día siguiente estaba en pie de nuevo a las cinco en punto y pasaba otro día sin comida hasta las cinco de la tarde. "Hubiera continuado así todos los días de mi vida para liberar a aquellas viudas de la India", dijo. Y cuando logró la victoria, una comida cada dos días ya era para él igual que tener tres al día. "Sabía que estaba obteniendo una victoria para el Señor", comentó, "por la cual El podría liberar a aquellas viudas". Es un hecho significativo que con la independencia de la India y la nueva Constitución de 1949, se hizo por lo menos, un cambio legal en las leyes de la herencia para el beneficio de las viudas, y que alboreó un nuevo día en cuanto a la emancipación en general de las mujeres. ¿Quién sabe qué contribución hizo este tiempo de intercesión para esta liberación y, efectivamente, para la apertura de puertas a través de toda la India para la expansión del evangelio hoy?
En este período de intercesión, las posiciones finales de ayuno a las cuales Dios lo llamó fueron, primero, a una comida cada tres días y luego, a un ayuno total de quince días. Al séptimo día él dijo: "Me sentía muy feliz y no estaba afectado por ello. Me sentía exactamente igual en el séptimo día como en el primero. No había agotado del todo mi fortaleza y no sentía la necesidad de comida". Pero el Señor le dijo que la intercesión se había logrado y que el ayuno podía terminarse, aunque él mismo deseaba completarlo.
Durante estos meses finales de intercesión, un incidente tuvo lugar que el señor Howells consideró siempre como una de las mayores experiencias de su vida. En la Montaña Negra, vivía todavía el inválido tío Ricardo, en la vieja casa de los abuelos en Pentwyn. En el Día de Año Nuevo, antes de ir a visitarlo, Rees subió corriendo a su habitación. Era su costumbre, antes de salir, pedirle al Señor que lo cubriera con Su sangre y lo guiara a donde cualquiera que necesitara su ayuda. Pero aquella mañana, casi inesperadamente, el Espíritu Santo le habló: "Es la voluntad del Padre restaurar a tu tío". Parecía "demasiado bueno para ser realidad y demasiado grande para creerlo" que su tío, después de todos estos treinta años, pudiera caminar de nuevo como los demás.
Cuando llegó a Pentwyn, su tío, quien siempre esperaba con ansias su visita semanal, le hizo la pregunta acostumbrada: "¿Algo nuevo de parte del Señor?". "Sí", respondió Rees, "y es acerca de ti". “¡Sobre mí", fue su respuesta llena de sorpresa! "¿He hecho algo malo?". "No, sino que el Señor me ha dicho que es Su voluntad sanarte". Sólo podemos imaginarnos cómo esta noticia debe haber sonado a sus oídos. . . Todo lo que atinó a decir fue que debía salir y ver al Señor para preguntarle al respecto. Después de un cuarto de hora de permanecer en el pequeño jardín ubicado detrás, volvió con su rostro radiante. "Sí", dijo, "voy a ser sanado en cuatro meses y medio, será el quince de mayo".
Si hubieran dejado el asunto indefinido y no se hubieran comprometido con una fecha, habría sido mucho más fácil dar a conocer la sanidad públicamente. Pero el punto sobre el cual el Espíritu Santo presionó era que debería ser tan real ahora para ellos como lo sería para los demás cuando ya fuera un hecho consumado. "Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" (He. 11:1). "Este no era un caso de lucha de fe", dijo el señor Howells, "sino de permanecer firme y ver la salvación del Señor". La intercesión se había obtenido en los seis largos meses de batalla por la mujer tuberculosa, y "obtenerla una vez significaba lograr la posición; podría usarse en cualquier otro caso que el Espíritu deseara".
Entonces, en aquella semana, se hizo pública la gran noticia y pronto estuvo en la boca de todos los habitantes del distrito. Muchos sintieron lástima del tío y dijeron que se había dejado llevar por mal camino. Algunos llegaron a preguntar por qué el Señor había dicho cuatro meses y medio, en vez de un mes o una semana o un día. "Pero esas cosas no las entendíamos y por eso no tratábamos de explicarlas", dijo el señor Howells. "La gente siempre pregunta ` ¿por qué?'. Lo único que podíamos decir era que `los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas', y Dios dio esa fecha".
Dos semanas después de darse a conocer la noticia, su tío empeoró y estuvo en cama durante un mes. La gente decía que en vez de ser restaurado ¡estaría en la tumba cuando llegara la fecha indicada! Aunque estaba muy enfermo, el Espíritu Santo les advirtió que no oraran. Si lo hacían, sus pedidos serían oraciones de duda. En realidad, el Señor le había dicho al tío de Rees que en vez de orar durante las diez horas diarias, se preparara para el ministerio público que vendría para él después de la sanidad.
Dos semanas antes de la fecha de la sanidad, el Señor le hizo saber a Rees Howells que debía dejar su casa por unos pocos meses. Después de decírselo a su tío, no debería visitarlo de nuevo hasta después de la sanidad. Esto era debido a que no era la voluntad de Dios que ningún hombre fuese elogiado por la curación. Cuando fue a Pentwyn, su tío le preguntó, teniendo la gloria del Señor en su rostro: "¿Te ha dicho el Señor por qué dijo cuatro meses y medio y mayo quince? Ese día será Domingo de Pentecostés, y me está sanando en memoria de ello. ¡Me ha dicho que me sanará a las cinco en punto de la mañana y que debo caminar ida y vuelta a la capilla (una distancia de cinco kilómetros) por primera vez en treinta años!".
Como el señor Howells había ido a visitar a su tío cada semana y ahora no volvería, naturalmente el primer pensamiento que tendrían todos, sería que él había huido y abandonado a su tío en la estacada. "Nos reímos todo el día ante la grandeza del plan divino", dijo, "y nuestra tónica para aquellas dos últimas semanas fue la misma: "Permanece firme y ve la salvación del Señor contigo".
La noche antes del Domingo de Pentecostés, su tío estaba tan mal como siempre. Cada noche, entre la una y las dos de la mañana, tenía que levantarse ya que no podía permanecer acostado. Aquella noche anterior al milagro también tuvo que levantarse. Era el último ataque del enemigo, quien susurró: "Se acabó todo. Estás exactamente igual ahora que en cualquier otra noche y sólo te quedan tres horas". Pero un minuto es suficiente para el Señor. Volvió a la cama, y vino sobre él un sueño profundo. Lo próximo que oyó fue el reloj dando las cinco, y se encontró perfectamente restaurado. Llamó a la familia, y hubo un temor tan solemne en la casa, que todos sentían miedo de moverse al darse cuenta que Dios mismo había hecho aquella gran proeza en esa misma hora. Cuando se llegó el momento de caminar hacia la capilla, el diablo sugirió que podía llevar un bastón en caso de que necesitara un poco de apoyo; él tuvo que decirle: " ¡Apártate de mí Satanás!".
Llegó a la iglesia y tuvieron "otra razón más para dar gracias en el Día de Acción de Gracias". Al día siguiente vino gente de todas partes del distrito para verlo, y el corresponsal galés de The Life of Faith (La Vida de Fe), el Rev. Wynne Evans, escribió un artículo en ese periódico sobre la maravillosa sanidad.
Ese Domingo de Pentecostés, el señor Howells había invitado a dos de sus amigos a venir desde una distancia como de 16 kilómetros para tomar el té con él. Ellos vinieron a través del distrito de su tío, pasando por la capilla a la cual él asistió esa mañana, pero no tuvieron noticia de su sanidad. Rees Howells tampoco había oído nada acerca de ello. Fue un día de prueba, y el tópico principal de conversación en la mesa de té fue: ¿Había sido curado el tío Ricardo? Aunque su mejor amigo había fallado en mantenerse creyendo, Dios mantuvo firme a Su siervo hasta las once en punto de la noche del lunes, cuando algunos de sus amigos le llamaron desde la calle a su ventana diciéndole: "Fue maravilloso ver a tu tío en la capilla". Pensaron que él ya sabía todo al respecto, debido a que le habían mandado contar el mismo domingo; pero el mensajero confió el transmitir el recado a otro y éste nunca llegó.
El comentario del señor Howells fue: "Si hubiese dudado, ¿me habría regocijado? El Señor nunca da el testimonio a menos que creamos, y si creemos, podemos soportar el retraso. Para mí había algo mayor que la sanidad; era la confirmación adicional de que la posición de intercesión había sido lograda y que podía usarse en cualquier caso que Dios deseara".
Su tío fue nombrado como una especie de misionero honorario del distrito, y durante los cinco años siguientes visitó cada casa en un radio de cinco kilómetros una y otra vez, y comenzó muchos círculos de oración. Un día caminó 29 kilómetros con su sobrino; y nunca tuvo un día de enfermedad después de su sanidad, hasta que el Señor lo llamó al hogar celestial después de decirle que su trabajo en la tierra había terminado.
Capítulo Veinte
LLAMADO A DEJAR DE SER UN ASALARIADO
Es difícil comprender que a través de estos tres años de conflicto intenso y muchos triunfos en el Espíritu, Rees Howells estuvo trabajando diariamente en uno de los empleos más duros que un hombre puede llevar a cabo, abajo en la mina, picando carbón. Su vida no era una monástica ni resguardada; sino un caminar en el Espíritu, en el mundo, sin jamás pertenecer a él. Durante el "turno" abajo en la mina, un período de diez a quince minutos durante el cual los hombres se acostumbraban a la oscuridad, si Rees estaba allí, ni siquiera una sola palabra obscena salía de sus labios. La profunda impresión que él causó en muchos de estos compañeros jóvenes en la mina, puede medirse mejor por un incidente que sucedió unos diez años más tarde, cuando regresó del campo misionero africano a Brynamman. En una reunión muy concurrida, celebrada en su iglesia, la primera fila estaba llena de aquellos mismos mineros, muchos de los cuales nunca se acercaban a un lugar de adoración. Un joven minero, Tommy Howells, quien se había convertido recientemente, fue tan tocado por la realidad práctica que vio en aquella vida "llena de fe y del Espíritu Santo", que en aquella reunión los corazones de ambos se unieron como el de Jonatán al de David. Durante todos los años subsiguientes "Tommy" llegó a ser su colaborador devoto y compañero de oración.
Pero ahora le llegó otro llamado, el cual lo iba a desatar aún más de sus viejas ataduras. Estaba en su lugar favorito, la Montaña Negra, donde los espacios silenciosos fueron con tanta frecuencia la puerta de entrada al cielo para él, y el Señor le habló. "Durante siete horas al día, te ganas dos chelines por hora, pero no necesitas trabajar más para un patrón terrenal. ¿Te gustaría salirte para invertir estas siete horas diarias trabajando para Mí?".
Rees Howells estaba parado sobre un pequeño puente de madera que cruzaba un pequeño arroyo, y el Señor le preguntó: "¿Me das tu palabra de no depender de otras personas para tu sostén? Si es así, levanta tu mano y repite: 'No tomaré ni una hebra de hilo o un cordón de zapato de otra persona, a no ser que el Señor me diga que lo haga'.
Tal como Abraham tomó esa posición cuando rechazó el botín de guerra que justamente le pertenecía, para que los hombres no pudieran decir que su prosperidad provenía de recursos naturales, así también Dios solicitando a Su siervo tomar esta misma posición por el resto de su vida. Allí en el puente, levantó su mano derecha e hizo su voto añadiendo: Creo que puedes mantenerme mejor que la compañía minera". Era una decisión de fe, pues ya hacía tiempo que el señor Howells se había retirado del ministerio activo en la misión y entre cristianos, lo que hubiera conducido a que otros le dieran dinero. Lo hizo consciente del peso de su decisión al decirle: "Recuerda esto: Nunca recibirás una comida en tu hogar sin pagar por ella, o tus hermanos podrían decir que te están manteniendo". No era que a la familia le hubiera molestado el tener que mantenerlo, sino que el Señor deseaba dejar bien marcado en él que la vida de fe verdadera significaba recibir de Dios todo cuanto necesitara. Tendría que cubrir sus gastos sin depender de ningún hombre, y menos aún de su familia, mientras trabajara para Dios.
Una vez más, su obediencia a Dios debía probarse con el precio de herir a su madre. Ella estaba muy contenta porque él ya no vivía como un nazareo ni hacía otras cosas "extrañas". Ahora, de seguro, viviría una vida normal. De modo que, cuando le contó sobre la nueva palabra de Dios para él, al principio no podía aceptarla. Fue un conflicto verdadero que duró por varios días. "¿Qué va a decir tu padre?", le preguntó. "Si pagas, serás como un inquilino y no como un hijo". Pero había sido un voto a Dios, y como dijo él, Dios tendría que cambiar antes de que él dejara de cumplir su voto. "Si me permites pagar por la comida, permaneceré en casa", le propuso, "si no, tendré que irme de aquí esta tarde". En realidad, tuvo que salir a buscar alojamiento antes de que su madre estuviera dispuesta a que le pagara una mensualidad.
Luego, el Señor le dio un mes de vacaciones, el cual podía pasarlo adorando al Amado de su corazón. Pasó cada día en la montaña, donde nunca vio un rostro humano. Estos no fueron días de intercesión ni de llevar cargas, sino de una comunión viva, totalmente sumergido en la presencia de Dios. Rees habló a menudo de este mes como uno de los más preciosos de su vida.
Comenzó el mes con un centavo, y el Señor no le agregó nada. Así que, a medida que subía la montaña en los primeros días, el diablo le decía cada mañana: "Todavía no has tenido una respuesta a la oración". Entonces una mañana, cuando pasaba por el portalón, donde dejaba totalmente atrás las casas y campos, el Señor le dijo: "Desde el momento en que cierres el portón tras de ti, no permitas que el diablo te hable de nuevo. No necesitarás ni un centavo hasta el día que le pagues a tu madre". "Así fue como le dí un golpe al enemigo", comentó Rees, "y le dije que no iba a hacer ni una sola oración pidiendo dinero hasta el final del mes. Nunca dudé que la gente para quien antes trabajaba me pagaría los sábados. . . Entonces, ¿por qué dudar de Dios? No oré ni una vez más, sino que vivía para adorar a mi amado celestial.
El día final del mes, a mediodía, el Señor le dijo que descendiera de la montaña y fuera a casa. Tan pronto como llegó, su padre entró para almorzar. Había llegado el momento de la prueba final en cuanto a su nuevo llamado. "El capataz dice que ha mantenido abierta la posibilidad de emplearte nuevamente si lo deseas", le dijo su padre. “¡Qué hombre tonto! ¿Por qué lo hizo?", exclamó Rees. "Pero. . . si no tienes intención de trabajar de nuevo, ¿quién va a mantenerte?". "¿No estás de acuerdo en que si trabajo para Dios, El puede mantenerme tal como lo hizo ese último patrón terrenal?", preguntó Rees. "Pero... ¿puedes acaso nombrarme otra persona que viva este modo de vida?", preguntó el padre. "Jorge Muller", fue la rápida respuesta de Rees. "Pero él está muerto. ¿Acaso debes llamar a un muerto para ayudarte?". "Bien", respondió Rees, "¿no crees en las palabras del Salvador 'No os proveáis de oro, ni plata. . . porque el obrero es digno de su salario'?". Esta cita de la Biblia pareció convencer a su padre, quien solamente agregó: "Sólo estaba trayéndote ese mensaje...".
Mientras aún estaba hablando, llegó el cartero con una misiva para Rees. La misma venía del señor Gosset, ofreciéndole una posición en la Misión de la Ciudad de Londres, y diciendo que tendría un salario de 100 libras por año. Añadió las palabras: "Aquellos que predican el Evangelio deben vivir del Evangelio", y las subrayó. Rees pudo ver el rostro de su padre cambiando. Evidentemente, estaba pensando: "Cuán afortunado es; todo se pone a su favor". "¿Lo ves?", le dijo a Rees. “¡Aquellos que predican el Evangelio deben vivir del Evangelio!". Se había logrado la victoria, su padre rompió en carcajadas, y en media hora el Señor le había enviado la liberación que necesitaba. Este fue un buen comienzo para cuarenta años de oración y en los que probó abundantemente la validez de la oración del Señor: "Danos hoy nuestro pan de cada día".
Capitulo Veintiuno
MADEIRA
Precisamente en el tiempo en que el tío Ricardo fue sanado, un joven llamado Joe Evans, tuvo una hemorragia en los pulmones. El había recibido una bendición maravillosa en una de las primeras reuniones en la casa de campo y era un gran colaborador en la obra. Los doctores le ordenaron ir a un sanatorio, y él fue a preguntarle a Rees Howells sobre si debía ir o no. Después de esperar en Dios durante varios días por temor a que su discernimiento fuera influenciado por sus deseos naturales, Rees le dijo a Joe que siguiera el consejo médico. Esto parecía como un desliz en la fe, pero Dios le había enseñado ya que El interviene cuando han fallado los remedios naturales. Fue así como le dijo a Joe: "Está bien que vayas al sanatorio. El Señor probablemente desea mostrarte que la medicina no tiene la solución".
Estuvo allí durante cinco meses, pero cuando salió tenía fiebre y una tos fuerte. El doctor no le dio esperanza, pero le ordenó comprar una carpa y vivir en la Montaña Negra. "Haz lo que el doctor te dice", recomendó Rees Howells de nuevo, "y si falla, entonces tendrás oportunidad de ser sanado por el Señor".
A menudo cuando el señor Howells lo visitaba en la montaña, Joe decía bromeando, "Después de yo haber predicado sobre una victoria total, y de tú haber logrado ese lugar de intercesión, ¡aquí estoy en mi carpa como luna bandera en el pico de esta montaña para que todos vean que no tenemos fe para la sanidad!". En realidad, como dijo Rees, "Si el Espíritu Santo no me hubiera enseñado que solamente debía hacer las oraciones que El me da, habría orado por mi amigo mucho tiempo antes. Esto comprobaba que aunque había logrado el lugar de intercesión, solamente podía usarlo guiado por el Espíritu Santo".
Joe estuvo en aquella montaña por más de dos meses, pero no se mejoró. El doctor dijo que probablemente no viviría mucho más a no ser que pasara el invierno en un clima tropical, tal como la isla de Madeira. Esto fue confirmado por un especialista de Swansea, pero cuando el padre de Joe lo supo se airó contra el doctor. La familia era muy pobre, y él culpaba al doctor por haber abierto una puerta a través de la cual podría pasar el hijo de un hombre rico, pero no su hijo.
Ese mismo día, ¡el señor Howells recibió una ofrenda de 320 libras! "¿Para qué querré yo 320 libras, si puedo vivir con dos centavos al día?", se preguntó. Pero la razón pronto estuvo clara. Todo estaba dentro de lo planeado por Dios. ¡Era el dinero para Joe! Entonces Rees preguntó al padre de Joe: "¿Si usted fuera un hombre de dinero? ¿Enviaría a su hijo a los trópicos?". " ¡Seguro que lo haría!", replicó. "Bien, yo tengo el dinero y podrá ir". El hombre se quebrantó y lloró. El estaba ajeno a la gracia de Dios, pero, como dijo el señor Howells, "vio el amor de Dios haciéndolo rico. Pensé que todo valía la pena aunque fuese solamente para alcanzarlo a él con la Palabra".
El siguiente obstáculo era cómo podría Joe ir a Madeira, ya que obviamente no estaba capacitado para viajar solo. El señor Howells no había pensado en llevarlo él mismo, pues el Señor ya estaba empezando a mostrarle los planes para el futuro. Pero una noche no podía dormir, y el Señor le habló. Le preguntó acerca quién iba a cuidar a Joe, y luego agregó: "Si no vas tú con él, no permitas que nadie más lo acompañe. No debes pedir a nadie que haga lo que puedes hacer por ti mismo". Era la prueba máxima. Sabía lo que podría significar. Había tratado tanto con tuberculosos desde el primer caso, que le había producido horror esa enfermedad. Además, hubo una gran campaña contra la tuberculosis ese año, mostrando los peligros de estar cerca de quienes la tenían.
Antes de mencionarlo a alguna otra persona, le contó a la señorita Jones. Le explicó con claridad lo que podría implicar, y que en tres meses se podría volver tuberculoso. ¿Qué diría ella? Ella se tomó dos días para orar al respecto, y luego le dijo que ya todo estaba resuelto. El Señor le había preguntado que si Rees fuera el tuberculoso y otra persona se hubiese ofrecido para ir con él, ¿no habría aceptado ella? Y, ¿no decía la Palabra "Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos?". Así que estuvo de acuerdo.
Fue así como Joe y él salieron para la isla de Madeira en el verano de 1910. Al llegar fue a recibirles el misionero de Funchal, para quien Howells traía una carta de presentación. El notó a primera vista que Joe estaba en un estado avanzado de la enfermedad y les preguntó si más de un médico le había aconsejado ir. Luego indagó acerca de cuál hotel preferirían. El hotel inglés costaba siete chelines y seis peniques al día, mientras el portugués valía cuatro chelines y dos peniques. El Señor ya le había dicho a Rees Howells que tomara su lugar acostumbrado de permanencia y que usara el dinero solamente para las cosas esenciales. Así que decidieron alojarse en el hotel portugués. Para el señor Howells, "la comida era de primera clase, después de vivir con una comida cada dos días", pero no sería por mucho tiempo. La comida portuguesa no le cayó bien a Joe, y al tercer día ya estaba muy indispuesto. Entonces Rees le dijo que -descansara tranquilamente mientras él iba al campo para pasar un tiempo con el Señor. Ahí, Dios le mostró qué debía hacer. El tenía derecho a ocho chelines y cuatro peniques al día, que era el costo de dos en el hotel. Podría poner a Joe en el hotel inglés por siete chelines y seis peniques; y vivir él mismo con los diez peniques restantes.
Cuando el misionero lo supo dijo que era imposible dormir en Madeira por un chelín cada noche y mucho menos vivir con eso, pero que tenía una sugerencia que hacerles. El señor Howells podría usar el Descanso del Marinero, que era el sótano de la casa de la misión, que hubiera sido lo más amable, pero Dios estaba tras de esa oferta y tenía un propósito especial en ello.
Este "Descanso del Marinero" era un edificio grande con espacio para más de una docena de personas. "No había sido ocupado durante meses", dijo Rees, "a no ser por criaturas que viven en los lugares abandonados en los trópicos. ¡De manera que experimenté un poco de lo que Faraón y su gente tuvieron que soportar con la tercera y cuarta plaga en Egipto! La primera noche no dormí, debido a mis luchas exteriores y a los miedos en mi interior. A la mañana siguiente a la hora del desayuno, la situación llegó a su clímax. Había otros que querían compartir la pequeña caja de avena Quaker, el pan y el queso. ¡Estaban muy ocupados en su desayuno cuando fui a preparar el mío! Pensé que tenía el mismo derecho que Pedro a quejarme respecto a las cosas desagradables, y comencé a pensar mal del misionero. Por lo general, no lo hacía por nada, cuidaba mi mente. Pero esto comenzó a agrandarse en mí y hallé algo en mi interior que me impedía amarlo.
Estaba cansado y sentí que no valía la pena vivir. Me sentí más como un hombre común, que como un hombre con el Espíritu Santo viviendo en él. Deseaba llorar, pero el Señor dijo: 'Antes de que llores, deseo hablarte. ¿No has predicado sobre James Gilmour viviendo en Mongolia con dos peniques al día? ¿No predicaste sobre Ezequiel y la forma como vivió?'. Le pedí al Señor que me perdonara, pero El dijo: 'Debo estar en ti. Te traje a Madeira, a este lugar, para mostrarte la diferencia entre mi amor y el tuyo. También quiero mostrarte que hay algo en tu naturaleza de lo cual es necesario liberarte. El Salvador te amó cuando lo trataste peor de lo que este misionero ha hecho contigo. Cuando estuvo en la tierra, El tomó una posición que no me has permitido hacer surgir en ti: amar a quienes te hacen daño, amar a quienes te dan cosas de segunda o tercera mano como si te hubieran dado lo mejor'.
"Alabé a Dios por haber hallado esta falla en mí. Debía amar al misionero, no por lo que me había dado, sino porque no podía evitar amarlo. Pude ver que la raíz de la naturaleza del Salvador era el amor y que, si la mía también lo era, nada de lo que el misionero hiciese me afectaría. Lo comprendí rápido. Caí de rodillas y le pedí al Espíritu Santo que no me sacara de ese lugar hasta que obtuviera la victoria. ¿Supongan que hubiera permanecido ciego y engañado y hubiera seguido predicando el Sermón del Monte con esto en mi naturaleza? entonces amé más al Salvador. Lo vi amando a quienes lo crucificaron y no hay límites para ese a mor. Aquel día salí a las colinas de Madeira y vi. Su belleza, y lo adoré. Me olvidé de mi amigo y viví con el Señor, quien es perfecto y santo. Me di cuenta de lo que sería obtener esa posición: El Espíritu Santo en mí con amor perfecto y misericordia perfecta hacia otros. Pueden pensar que la obtendría en una hora. Una persona puede decir, ¡Tú podías haber perdonado! Sí y tal vez sería una imitación del perdón para luego volver a sentir rencor. No perdonamos realmente hasta que somos como el Salvador y perdonamos como El lo hace. Varias veces pensé que mi perdón era real y que amaba al misionero, hasta que lo veía de nuevo. ¡En ese mismo momento reaparecían en mí otros sentimientos!
Pero en seis semanas había cambiado tanto como cambia un borracho cuando ve lo que el Salvador ha hecho por él. Cambié totalmente. ¡A qué vida me introdujo! ¡Oh, qué perfecto amor! La prueba de ello fue cuando me encontré al día siguiente, con el evangelista local. El no había hablado mucho conmigo antes, pero esa mañana dijo: ` ¿Dónde vive?'. 'En la casa de la misión', respondí. ` ¿En la casa?', me preguntó. Me dije para mí mismo: ¡Tú, diablo!'. Podía ver a Satanás tras él. '¿En el Descanso del Marinero?', continuó. `Sí', repliqué. ` ¿Le llaman cristianismo a eso en su país, ponerlo en un lugar como ese?', exclamó. ¡Lo que habría pasado si me hubiera preguntado eso días antes! Le respondí haciéndole otra pregunta: ` ¿Paga usted por su electricidad y lavandería?', 'Sí', dijo, `son muy caras'. `Bueno, la mía es gratuita. ¡Ese es cristianismo, eso es lo que el misionero ha hecho por mí!'. ¡Oh, qué libertad! ¡Oh, qué victoria! Nunca más viví en un lugar que el Señor bendijera más que el Descanso del Marinero. Había más comunión allí en una hora que durante todo el tiempo pasado en el hotel con sus buenas comidas. Conocía ahora la diferencia entre mi vivir en el Descanso del Marinero y tener a Dios viviendo allí".
Mientras tanto, después de dos meses de estar en el hotel inglés, Joe no daba muestras de mejoría alguna. Un día, se quebrantó completamente. Pensó que se estaba muriendo, y se apoderó de él una gran ansiedad por su país y por su familia. Era un momento de oscuridad, y el señor Howells pensó que debía tomar una decisión". ¿Piensas que el Señor te trajo hasta aquí y te dejaría morir sin revelarnos Su voluntad?", le preguntó, y agregó: "Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios". Cuando se despidieron cerca al pequeño tren que llevaría al señor Howells montaña abajo, Joe estalló en llanto. Fue difícil irse, porque Rees temía que tuviera una hemorragia en la noche, y sus lágrimas lo conmovieron. Pero "apenas entré al pequeño tren", dijo, "escuché aquella Voz que conozco tan realmente como un niño conoce la voz de su padre. Me dijo: 'A partir de hoy, dentro de un mes, Joe será restaurado'. La gloria de Dios descendió sobre el tren, de tal manera que la gente se dio vuelta pareciendo notar algo".
Al llegar hasta el Descanso del Marinero, se sentó inmediatamente y escribió tres cartas: a su familia, al padre de Joe y a la señorita Jones. Les dijo que en cuestión de un mes estarían de regreso. Aquel día, "cuando todo lo de la naturaleza y la medicina había fallado", el Señor le mostró que "iba a entrar en acción una ley más poderosa".
A la mañana siguiente regresó al hotel Reid's para dar la noticia a Joe. Primero le preguntó, en su estilo travieso, que qué planes tenía ahora para el futuro. A esto Joe respondió con tristeza, "ninguno, a no ser la tumba". El había prometido no quejarse cuando fue trasladado al hotel inglés, así que estaba resignado a la voluntad de Dios. Luego el señor Howells le recordé acerca de la bondad de Dios para con él en el sanatorio, en el tratamiento al aire libre y en Madeira, y agregó calmadamente: "Pero Dios ha guardado el mejor vino hasta ahora; ¡Dios va a sanarte en un mes!". Las lágrimas comenzaron a fluir. . . "Parecían venir de una fuente abierta", dijo Rees, "y fluyeron durante dos o tres días. Parecía demasiado bueno creer que regresaría a casa a ver a sus amigos. Joe dijo que había creído en el caso de mi tío, pero que creer para sí mismo era otro asunto. Sin embargo, en un día o dos realmente lo había comprendido y aceptado...
El señor Howells se encontró aquella noche con la esposa del misionero, y como de acostumbre, ella le preguntó por su amigo. "Está muy enfermo", fue la respuesta, "pero el Señor me ha indicado que lo va a sanar dentro de un mes". A ella le pareció una declaración increíble y exclamó: "¿Cómo puede decir tal cosa? Usted sabe que eso nunca podrá suceder, siendo que ya casi ha perdido sus dos pulmones. ¡Nunca antes ha sucedido tal cosa!". "No ha sucedido nunca antes debido a la incredulidad", replicó él, "pero el Señor me ha dicho que va a sanar a Joe y que regresaremos dentro de un mes".
A la mañana siguiente se encontró con el misionero. El supo por su esposa, de la conversación con Rees, y le dijo: " ¡Supe que regresarás a tu tierra en un mes! Salieron para no estar allá en invierno, y ahora regresarás con un tuberculoso a mediados de invierno. ¿Estás dispuesto a consultar a un especialista?". "Desde luego", respondió Rees, "Tengo 200 libras y estoy dispuesto probar todo lo que la medicina pueda hacer, y haremos todo lo que el especialista indique". Le explicó al misionero que no tenía nada en contra de la medicina y que Dios no interviene con una ley espiritual hasta que la ley de la naturaleza llega a su fin. Le preguntó: "¿Si el especialista lo da por desahuciado y luego es sanado, creerá usted que es Dios quien lo ha hecho?". "Sí", dijo con lágrimas en sus ojos, "Nunca he oído algo más razonable". Hizo conocer el asunto en todos los hoteles de Madeira. También estuvo muy sorprendido por la mención de las 200 libras. ¡No podía entender por qué el señor Howells vivía en el Descanso del Marinero si tenía todo ese dinero!
El especialista examinó minuciosamente a Joe, y confirmó que estaba gravemente enfermo y que tal vez pronto tendría otra hemorragia. Le dijo al señor Howells que no lo perdiera de vista, y que lo mejor que podrían hacer era volver a su tierra. "Fue así como ambos estuvimos satisfechos en cuanto a que la ley de la naturaleza había llegado a su límite", comentó el señor Howells.
Cuando la carta llegó a Brynamman diciendo que Joe iba a ser sanado en un mes, la madre de éste la mostró al doctor que había aconsejado a Joe ir al sanatorio. El se rió al leerla y dijo que era imposible, pero agregó que si la sanidad resultaba, él se haría creyente ese mismo día.
El señor Howells había prometido al especialista que se mantendría cerca de Joe, así que se reunió con él en el mismo hotel donde él estaba. "Fue un mes de vacaciones", dijo, "porque este caso no necesitaba oración. El Señor había dicho que sería sanado; nosotros confiamos en Su Palabra, y estábamos felices como pájaros. Muchos llegaron a saber del asunto en Funchal, y esperaban con agudo interés a ver qué pasaría".
La semana anterior a la sanidad, Rees y su amigo reservaron los pasajes e hicieron todos los preparativos para marcharse. Rees le recordó también a Joe que el tío Ricardo había recibido de Dios la hora exacta en la cual sería sanado y le sugirió que debía ir al Señor y preguntarle respecto a qué hora del sábado en la mañana sería sanado, para él mismo poder participar de ello. Joe regresó riendo y dijo que le había hablado de las tres y de las seis de la mañana, pero que sabía que el primer dato provenía del diablo porque era demasiado temprano. De modo que creyó que sería a las seis. Se pusieron de acuerdo en enviar un cable a Gales, a la casa del padre de Joe, el mismo día de la sanidad.
"El día antes de la sanidad fue muy emocionante", dijo Rees Howells. "Yo le había dicho que viniera mi habitación a las seis en punto de la mañana siguiente y me diera la noticia. Cuando nos dimos la mano al despedimos esa noche dijo: "Me siento muy nervioso al pensar que es la última vez que me acuesto con esta tuberculosis en mí". En cuanto a mí, casi no pude dormir aquella noche debido al gozo y la emoción. Fue un tiempo solemne, especialmente entre las cinco y las seis de la mañana, esperando que llegara la hora anhelada. Pero a las seis en punto no había ni señas de Joe. Lo llamé, y vino con su manta sobre la cabeza. Se sentó al pie de mi cama con su semblante triste y dijo: ¡No hay cambio en mí, estoy exactamente igual que ayer!'.
El Espíritu Santo me dijo enseguida: ` ¿Vas a enviar el cable?'. Le dije a Joe que regresara a su habitación y orara por mí. El no podía entender por qué debía hacerlo, ¡pensaba que él era quien necesitaba de la oración! Fui al Señor y le pregunté cuál era la causa de la tardanza. Si te digo que está restaurado', dijo, ` ¿enviarías el cable? Si crees que hay sanidad a pesar de lo que puedes ver y de lo que tu amigo dice, habrás obtenido una posición más alta que en la sanidad de tu tío'. Esto era delicado. Sabía lo que significaría enviar el cable al sitio donde mi tío había sido sanado. Si fallaba en esto, todos dirían que la sanidad de mi tío había sido pura casualidad. Solamente una fe real en Dios podría llevarme a hacerlo. El Señor trajo a mi mente el caso del siervo del centurión: ¿Creería yo en lo dicho por Dios a pesar de lo que veía? Después de luchar durante una hora, decidí enviarlo basado en la palabra de Dios, antes de que sucediera la sanidad. Fui a la oficina del correo antes de las ocho de aquella mañana y puse un cable de una sola palabra: Victoria. Después que el cable fue despachado, vi que mis manos estaban goteando de transpiración.
El día siguiente era domingo, y al mediodía estábamos sentados fuera, frente al hotel, esperando la hora del almuerzo. Entonces el Señor descendió sobre Joe como una llovizna y fue sanado en el acto. Me lo dijo al momento, y estaba danzando de gozo. Me pidió que echara una carrera con él y lo hicimos, hasta que me sobrepasó. Era como Elías corriendo delante de Acab; ¡parecía que todo ese poder se había ido a sus piernas! En nuestro gozo, ¡quebrantamos el día de reposo echando carreras! Era un gozo indecible, no solamente por la sanidad, sino por la victoria de fe. Aquella tarde, ambos asistimos a la reunión del misionero. Era la primera vez, en doce meses, que Joe podía ir a una reunión. La victoria fue maravillosa mientras el misionero hacía conocida en público la sanidad".
Salieron de Madeira para Gales dos días más tarde. Muchos de los que habían sido bendecidos, le hicieron una gran despedida en el hotel. Fue una escena conmovedora cuando les dijeron adiós al misionero y a su familia. Llegaron a casa un sábado, y al día siguiente el doctor vino a la casa y le preguntó a Joe si tenía alguna objeción en cuanto a ser examinado, a lo que él estuvo muy dispuesto. Después del examen el doctor dijo: "Es maravilloso, maravilloso. No puedo hallar ni rastros de la enfermedad en él". El médico fue a la capilla aquel domingo por primera vez desde que había venido al distrito, y algunos meses después, cuando otro tuberculoso fue a él le dijo: " ¡Mira, un doctor no puede hacer nada por ti, ve e intenta con el Señor!". El joven lo miró como pensando que bromeaba, pero él repitió lo mismo: "Eso es lo que quise decir, ¡vé y prueba con el Señor!".
Después de la sanidad, la realidad del sendero intercesorio dejado por esta victoria fue probada hasta lo sumo. Joe entró al ministerio, para el cual ya había recibido previamente un llamado. Poco tiempo después de regresar de Madeira, el señor Howells comenzó a toser con sangre. Estaba seguro de haber contraído la enfermedad por pasar tanto tiempo con Joe. No obstante tuvo una paz interior imperturbable y no se arrepintió por haberlo hecho. Después de varios días se encontró que el problema no era serio, pero había comprobado en su corazón que su entrega había sido real.
Capítulo Veintidós
MATRIMONIO Y LLAMADO MISIONERO
Poco después de volver de la isla de Madeira, Rees Howells se casó con Elizabeth Ana Jones, quien también era de Brynamman. Esto sucedió el 21 de diciembre de 1910. Se habían conocido desde la niñez. Después de meses de intensa convicción, ella nació de nuevo durante el Avivamiento Gales. Más tarde, llegó a ser uno de los componentes del grupo de voluntarios en el pueblito, y el Señor los fue uniendo gradualmente hasta que llegaron a pensar si sería la voluntad de Dios que se casaran y formaran un hogar para los vagabundos. Sin embargo, poco después fueron guiados en la dirección opuesta: Abandonar la idea del matrimonio, sin saber si la oportunidad les sería restaurada. Fue tres años más tarde que les vino palabra del Señor diciendo que sus vidas deberían unirse para Su servicio. Siendo una totalmente con él en su forma de pensar, la señora Howells llegó a ser una ayuda idónea dada por Dios para su esposo. Era una colaboradora que no fallaba, compartiendo siempre las cargas en el Espíritu.
De Norteamérica se recibió una ofrenda considerable para los gastos de la boda. Una parte se gastó en comprar lo necesario, y otra parte se guardó para cuando llegan el día de la boda. Sin embargo, una semana antes del evento, llegó a donde Rees una persona muy necesitada. En la vida de fe, él siempre había mantenido un principio: "La primera necesidad es la primera que se suple". Y la necesidad de este hombre apareció una semana antes que la de ellos. Así que le dio el dinero; estando seguro de que el Señor supliría. Pero un día antes de la boda no había llegado nada aún. "Le dije al Señor", comentó, "que si fuera cualquier otro día no me importaría, pero no podíamos estar sin dinero ese día. Habíamos invitado a mi hermana y cuñado y teníamos que tomar el tren antes de que llegara el primer correo. Llegó la noche, y no tenía ni un solo centavo. Fue una ocasión en la que se podría dudar del Señor, pero El nunca falló. Más tarde en la noche, llegó la liberación esperada, y fue muy valiosa, ¡porque se trataba de nuestro comienzo juntos en la vida de fe!".
Pocos meses más tarde, él viajó a Norteamérica con un amigo y empezó a predicar de nuevo. Visitó a muchas amistades, especialmente en la ciudad donde se había convertido. Regresaron a los tres meses y no pasó mucho tiempo antes de que el Espíritu le revelara que debía asistir a alguna iglesia de nuevo. Se extrañó, ya que llevaba mucho tiempo con la misión y además había estado viviendo una vida oculta. El y su esposa no habían estado en un templo hacía más de cinco años. Entonces la decisión ahora era: ¿A cuál iglesia deberían ir? Antes el era miembro de una Iglesia Congregacional, y ella era Bautista. Cuando procuraron dirección divina, fueron guiados a una pequeña capilla Congregacional que no tenía pastor en ese momento. Esto desconcertó aún más a los creyentes que cuando decidió vivir oculto. Fue así, porque después del Avivamiento hubo algún alejamiento entre los que habían sido bendecidos y las iglesias. Muchos dejaron de asistir a los templos, pues habían comenzado misiones. Por ejemplo, John, el hermano mayor de Rees, quien era muy respetado por la familia, se convirtió en el Avivamiento siendo diácono de una de las iglesias. El y algunos de sus amigos, fueron más tarde responsables por la construcción de la Galería Evangélica en Brynamman, la cual aún es un centro evangelístico en la ciudad. A medida que pasó el tiempo, la distancia entre las misiones y las iglesias se hizo cada vez mayor, con excepción de aquellas donde los ministros habían sido bendecidos con el Avivamiento, en esas, los creyentes permanecieron firmes y les ayudaban. De manera que cuando la gente supo que Rees asistía a un templo, lo vieron como una señal de retroceso. Y más aún porque esa iglesia quedaba cerca de la misión.
Desde el principio tomó parte en las reuniones y hubo un movimiento de Espíritu. Entonces un domingo, cuando iban para el culto, ¡Dios le dijo que debía entrar al ministerio! Fue directo a su casa y le dijo a su esposa: "¿Sabías que te habías casado con un ministro?". No lo comentó con nadie, pero una noche los ancianos le preguntaron si le gustaría entrar al ministerio. Después de una reunión de la Iglesia, fue aceptado y predicó su primer sermón. Un llamado al ministerio implicaba adiestramiento, así que juntamente con el hermano de su esposa, comenzó a asistir al Instituto Bíblico en Carmarthen.
"En mis predicaciones", dijo, "nunca hablé sobre la intercesión o mi vida pasada, más de lo que el apóstol habló sobre su tiempo en Arabia. Fui llamado a predicar el Evangelio simple, y me mantuve fiel a ello. ¡Qué privilegio era pararme en el púlpito y, en el poder del Espíritu Santo, proclamar las insondables riquezas de Cristo! El Señor me permitió volver a vivir una vida normal. Siempre estuve agradecido por el privilegio de predicar a las multitudes en muchas capillas del distrito. No hay gloria como la de proclamar el mensaje de la cruz. Fui llamado a predicar más sobre la vida eterna que sobre la Persona divina del Espíritu Santo. Fue así, ya que hay muchos en nuestro país que creen en la expiación y en la resurrección, pero no tienen la seguridad de haber pasado de muerte a vida. Desde que comencé a predicar, no obtuve nuevos niveles de intercesión, debido a que todas mis horas y pensamientos estaban dedicados a ese trabajo". Pero era el Rees Howells de siempre. Un día, en Carmarthen, él y un compañero de estudios pasaron crea a un vagabundo mal vestido y tiritando de frío. Rees enseguida, se quitó su abrigo y se lo dio.
Luego, en medio de todo esto, Dios los llamó de nuevo. El y su esposa sentían una carga de orar por algunos amigos misioneros en el África, el señor y la señora Stober. Estaban en el África Occidental con la Misión Evangélica de Angola. Sentían que debían ayudarlos de alguna manera, y mientras estaban preguntándole al Señor respecto a ello, leyeron en la revista de esa Misión que a estos hermanos les había nacido una niñita, Edith. El señor Howells sabía que África Occidental no es clima para niños. Le dijo a su esposa que esta era la oportunidad de ayudarlos, cuidarían de la pequeña mientras sus padres estaban en África. Era una verdadera prueba; la Sra. Rees estaría atada al hogar, aunque la niña nunca llegaría a ser de ellos. La señora Howells tomó una decisión: "Si ellos dan sus vidas por África, yo daré la mía por la niña". Escribieron respecto al asunto a los Stobers, pero la respuesta obtenida fue que ellos vendrían pronto a Inglaterra y entonces hablarían.
"Me encontré a mi amigo Stober en la Convención de Llandrindod", dijo Rees. "Durante los primeros días no me dijo nada, y no fue hasta que ya me iba para la reunión misionera que él me dijo cuán agradecidos estaban él y su esposa por nuestra oferta, pero que no deseaban dejar a Edith por ese entonces. Fui directo a la reunión, ¡y allí tuve una visión del África! Albert Head estaba hablando en nombre de la Misión General al África del Sur. Rogaba para que una pareja casada tomara el lugar del señor y la señora Edgar Faithfull, ya que ahora el sería el secretario en Inglaterra. Yo había escuchado a mucha gente hablando sobre la necesidad en el campo misionero, pero nunca "vi" a los paganos en su necesidad hasta aquella tarde. El Señor me dio una visión de ellos, parados frente a mí, como ovejas sin un pastor".
Volvió a casa el sábado y le contó a su esposa, especialmente sobre la pareja casada que necesitaban. Oraron esa noche por tal pareja, y no pudieron dejar de orar durante largo rato. Cuando lo lograron, no podían dormir y, antes de que llegara la mañana, el Señor les había dicho: "Responderé la oración por medio de ustedes; los enviaré allá". "Fue la mayor sorpresa de nuestras vidas", comentó el señor Howells. "Creíamos tener una visión de África pero sólo para interceder para que otros fueran. Pero con el Señor solamente podemos ejercer influencia sobre otros en la medida que estemos dispuestos a ser influenciados. Había mil y un impedimentos, pero el Señor no aceptaba nuestras excusas; para el que quiere, todo es posible".
El mayor problema era que les había nacido un niño. Cuando se ofrecieron para adoptar a Edith, no tenían hijos. "Habíamos dicho que aquellos misioneros debían renunciar a la niña y dedicarse totalmente a la obra", dijo Rees, "no nos imaginamos que estábamos preparando una trampa para nosotros mismos. ¡Ahora se nos llamaba a realizar lo que pensábamos que otros debían hacer!".
Meses antes de que les naciera el niño, el Señor dijo que lo llamaran Samuel. No había ningún Samuel en la familia; este nombre les fue dado como se le dio el nombre de Juan a Zacarías. Había varias similitudes entre su vida y la del Samuel bíblico. Una era que el nombre de la señora Howells también era Ana, y ahora ella también debía poner su hijo en el altar del sacrificio.
"Era nuestra primera prueba en cuanto al llamado, y la más difícil", dijo Rees Howells, quien nos narra la historia en sus propias palabras: "El Salvador había dicho, 'cualquiera que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí'. Ahora el Espíritu Santo nos decía: `Deben probarme que aman las almas de los africanos, que vivirán por la eternidad, más de lo que aman a su propio hijo'. ¿Será cierto lo que dice?, pensé. Sí, lo era; tal como le dijo a Abraham que tomara a su único hijo y lo llevara a la montaña para ofrecerlo en holocausto. Yo había predicado muchas veces sobre la obediencia de Abraham, y había enfatizado las palabras 'Toma ahora a tu hijo, tu único hijo, a quien amas'. ¡Cuán poco me había percatado de lo que esto había significado para él!
Sabía lo que era dar mi vida, pero dar la vida de otro era muy diferente. Dios nos había dado el nombre de Samuel antes de que naciera, y yo estaba consciente de que El tenía un propósito para su vida, y ésta era nuestra prueba. Dios dijo: 'Si renuncian a él, nunca podrán volver a reclamarlo. Después ya nunca más sentimos que Samuel fuera nuestro. Debíamos entregarlo en forma tan real como Dios dio a Su propio Hijo y Abraham el suyo. A menos que la entrega sea real, será incumplida mucho antes del final. No se trataba de dejar a Samuel atrás y luego que llamara nuestra atención de nuevo hacia él. Era cuestión de que ningún pensamiento acerca de Samuel podría hacernos regresar a este país.
"Se llegó la época en la cual mi esposa debía tomar estudios bíblicos. No sabíamos qué lugar tenía preparado el Señor para el pequeño Samuel. Lo dejamos absolutamente en las manos de Dios; no nos hubiéramos atrevido interferir, o podríamos haber cometido un grave error. Unas pocas semanas antes del tiempo de partir, mi tío me mandó buscar a un hermano que fue sanado. Su esposa era la directora de la escuela campestre de Garnant, cerca de Ammanford. Me preguntó si pensábamos llevarnos a Samuel. Contesté, 'No'. ` ¿Dónde va a vivir él?'. Le dije que no lo sabía. 'Bien', replicó, 'va a vivir con nosotros'. Ellos nunca lo habían visto, aunque vivían a unos cinco o seis kilómetros, pero él dijo que hacía unas noches habían sentido que deberían cuidarlo mientras estuviéramos fuera. En un par de días vendrían a verlo.
"Caminar hacia casa aquel día para decírselo a mi esposa, era más de lo que podía soportar. Aunque habíamos renunciado a él en nuestros corazones, cuando Dios abrió la puerta para que Samuel se quedara, fue como si nos rompieran el corazón en pedazos. Pero antes de llegar a casa, ya tenía suficiente victoria para controlarme. Hubiera sido inútil mostrarle a mi esposa que estaba quebrantado. Cuando llegué a casa, ella estaba jugando con él. Pensé que nunca lo había visto como lo contemplé aquella noche, y durante un rato no pude darle la noticia. Pero saqué fuerzas y se lo dije. La escena que siguió es mejor imaginársela que describirla. Estábamos agradecidos de tener que hacerlo solamente una vez en la vida. Aquella noche comprobamos que África nos iba a costar algo. Fuimos llegando a la victoria por etapas y el proceso fue lento y doloroso. Ya que se trataría de intercesión, teníamos que pasar por ese camino difícil.
"Mis tíos llegaron, ¡y nunca habían visto un niño como él! Sin duda, el Señor había puesto el amor de padres en sus corazones hacia él. Lo primero que hicieron fue invitar a mi hermana a ser la niñera; tal como lo de Miriam y Moisés. Llegó la mañana cuando mi her-, mana vino a buscarlo. Creo que en la eternidad podremos reflexionar sobre lo que pasamos entonces, al dar lo mejor al Maestro. Sabíamos lo que era dar dinero, salud, y muchas otras cosas, pero ésta fue la prueba más difícil. El diablo no se quedó callado aquella mañana, Me dijo que yo era el hombre más duro de corazón de todo el mundo por renunciar a mi hijito. Lo peor de todo fue compartir los sentimientos de mi esposa mientras preparaba su ropita, etc. Su salida fue más que vaciar la casa; nuestros corazones también se sintieron vacíos. Cuando volví a casa aquella noche, le pregunté a mi esposa: ` ¿Cómo pudiste hacerlo?'. Ella dijo que salió al jardín a llorar y pensó para sí: 'He cantado muchas veces:
Pero nunca podemos probar los encantos de Su amor, Hasta que todo en el altar rendimos. ..Y esta mañana tengo que comprobarlo'. Pero luego el Señor me dijo 'Compáralo con el Calvario'. Y con esas palabras ella pasó la prueba.
"Al orar juntos después, el Señor me mostró la recompensa. El nos dijo: 'Por cada cosa a la cual renuncien por Mí, les daré ciento por uno. Por ésta renuncia tienen derecho a 10,000 almas en África', y le creímos".
Después de que el señor y la señora Howells se fueron para África, Samuel llegó a ser un hijo del señor y la señora Rees en una forma tan total, que su nombre fue cambiado a Samuel Rees creció con ellos y más tarde fue a la Universidad de Oxford donde se graduó. Sucedió con él literalmente lo que al Samuel del Antiguo Testamento, fue separado para el Señor y le sirvió desde su juventud. Aceptó a Cristo como su Salvador personal a la edad de doce años. Sus padres adoptivos deseaban que fuese un doctor, pero él sintió el llamado del Señor para el ministerio. Después de sus estudios universitarios, se unió a su verdadero padre, con el consentimiento amoroso de sus padres adoptivos. Los Howells jamás ejercieron influencia alguna para atraerlo hacia ellos. Fue Dios quien lo envió de vuelta. El llegó a ser Director Asistente del Instituto Bíblico y ahora es Director desde que su padre partió al hogar celestial. De nuevo se le conoció por el nombre de Samuel Rees Howells. Cuán perfectamente ha cumplido el Señor las promesas dadas a su padre y madre aún antes de que naciera, y cuán abundantemente ha honrado el Señor el sacrificio hecho por sus padres al renunciar a su hijo, y qué impresionante fue el amor y cuidado mostrado a él por sus padres adoptivos.
Capítulo Veintitrés
ESPERANDO EN LA FILA
Mientras tanto, el señor Howells había escrito al señor Alberto Head, presidente de la Misión General de Sudáfrica, así como presidente de las Convenciones de Llandrindod y Keswick, ofreciéndose para el campo misionero. Le contó sobre la sanidad de su tío y de Joe, y el señor Head le escribió una carta solicitándole que viniera a Londres para reunirse con el Concilio de la misión y que trajera a Joe con él.
La mañana en que salieron para Londres, él y la señora Howells tenían solamente dos libras, ella se quedaría y necesitaba dinero ese mismo día. Pero como de costumbre, "lo primero se suplía primero". Ya que tenía que salir antes de que el correo llegara, él tenía derecho al dinero; le dijo a su esposa, consolándola que algo les llegaría en el correo. Joe y él llegaron a Londres con solamente cinco chelines, habiendo comprado solamente los pasajes de ida. Rees se reunió con el Concilio la noche siguiente y, él y su señora fueron aceptados para el campo misionero. El señor Head había organizado una reunión para el día siguiente, en la cual Rees hablaría sobre la intercesión. El Señor los bendijo y al despedirse Rees, cuando Albert Head le estrechó la mano, le dijo: "El Señor me ha estado hablando a través de ti. Jamás he sostenido a un misionero, pero Dios me ha dicho que ustedes serán mis misioneros. ¡Nadie más les proveerá financiación mientras predican en el África, yo compartiré de la cosecha!".
Antes de que tomaran el tren de regreso, almorzaron con algunos amigos y, al salir, le pusieron un sobre en la mano a Rees. Cuando lo abrió en Paddington, había cinco libras dentro. ¡Habían llegado con cinco chelines, pero se iban con cinco libras! "El Señor ha hecho con nosotros exactamente lo que hizo con el agua que transformó en vino", comentó Joe, " ¡solamente que ha cambiado el color de las monedas!". Tuvieron una reunión de alabanza cuando llegaron al hogar. La señora Howells les contó cómo le habían llegado dos libras media hora después de ellos partir. “¡No hay nada en el mundo que le fortalezca a uno la fe más que las pruebas!", fue el comentario de Rees Howells.
Más tarde, ambos salieron para Escocia, donde la señora Howells debía tomar un año de estudios en la Misión de la Fe. Poco después, la dejó allí y siguió hacia Londres donde él tomaría nueve meses de estudios de medicina en la Universidad de Livingstone. Nuevamente hubo muchas pruebas para su fe, y liberaciones. Su amigo especial en la Universidad con quien tuvo una relación muy cercana en el Espíritu, fue Harold St. John, quien llegó a ser conocido más tarde como profesor de la Biblia. Ellos acostumbraban a levantarse a las cinco cada mañana, para esperar en Dios. Golpeaban la pared que separaba sus habitaciones para despertarse, el uno al otro. Mientras tanto, la señora Howells tenía suplidas todas sus necesidades en Escocia. Nunca fue necesario que Rees le enviara nada. "Estábamos en la escuela de la fe", dijo él, "y no hay nada que compare con la liberación que lo mantiene a uno esperando en El.
En cierta ocasión, él sólo tenía unos pocos días para conseguir veinte libras para la admisión de la señora Howells a un curso sobre maternidad en Londres. Había otro estudiante, uno graduado de Cambridge, quien decía que ni siquiera una de sus oraciones jamás había tenido una respuesta directa y definida. De modo que Rees lo invitó a unírsele en este pedido por veinte libras. El nunca había oído sobre pedir dinero así y realmente esperar que llegara. Debían orar dos horas durante una tarde, cada uno en su propia habitación. ¡El joven estaba exhausto al finalizar el período de oración! ¡Jamás le había parecido que el tiempo pasara tan despacio; dijo que las dos horas habían sido como dos meses! El señor Howells no dio por terminada la oración esa tarde, así que sugirió que debían pasar otras dos horas en oración en 'la noche. "¿Qué?", exclamó su amigo, " ¡cuatro meses de trabajo laborioso por veinte libras!". Sin embargo, resolvió intentarlo de nuevo si a Rees Howells le parecía que sería de ayuda. Antes del final del segundo período de oración, Rees fue a su habitación y le dijo: "No necesitas orar más". "¿Conseguiste el dinero?", preguntó él. "No, pero obtuve la fe y el dinero vendrá". Tarde en la noche estaban dando una caminata juntos cuando el joven se detuvo súbitamente, se inclinó contra una cerca y rió a carcajadas. "¿De qué te ríes?", preguntó Rees. "Pensaba en el que tendrá que dar esas veinte libras". Lo había entendido. Dos días más tarde, el señor Howells recibió dos billetes de diez libras cada uno. Qué bendición fue ir hasta la habitación de su amigo y mostrárselos en su mano para que los viera. El Rector de la Universidad tomó por costumbre invitar al señor Howells a tomar el té cuando tenía visitantes especiales, y le solicitaba que les relatara algunas de sus experiencias de fe.
Algunos se preguntaban por qué Rees Howells estudiaba medicina habiéndole dado el Señor casos tan maravillosos de sanidad. Pero la razón era, como ya se mencionó antes, que él nunca se opuso a la medicina. El principio que había hallado en la vida de intercesión era que "la extrema necesidad del hombre es la oportunidad de Dios". La mayoría de las victorias que obtuvo fueron con casos donde la medicina había fallado. Comentando sobre esto, Rees dijo que solamente había rehusado dar medicina una vez, y esta fue cuando su hijo Samuel nació y su esposa estaba gravemente enferma. El Señor le dijo que ella no debía tomar medicina. “¡Qué gran prueba fue aquella!", dijo. "Para mí fue una lucha de fe, y para ella fue una lucha con la muerte. No me inmuté en mi posición. Sabía que Dios me había hablado. Le dije a mi esposa: 'No debes tomar medicina, y no vas a morir'. Cuando la gravedad apremiaba, en nuestra lectura matinal resaltaron como en letras doradas las palabras 'ten fe en Dios'. Creímos, y desde ese mismo momento ella empezó a mejorarse".
Comentando sobre el tema de la fe y la medicina, el señor Howells dijo: "Si uno sin tener dirección Divina le aconseja a alguien que no tome medicina y esa persona muere, es una tragedia. Pero sé de casos de personas que fueron guiadas a no tomar medicina y tuvieron victoria a través de todas sus vidas. Una de estas personas fue Lord Radstock, quien me dio muchos ejemplos de cómo el Señor había honrado su fe. Otro fue A.B. Simpson, el fundador de la Alianza Cristiana y Misionera, quien comprobó una y otra vez que hay poder para sanidad en la Sangre. En los casos donde se recomienda dar medicina, se depende totalmente de la dirección recibida. Si el Espíritu Santo guía a una persona a no usar medicina, es porque seguramente El suplirá su necesidad. Ambos fuimos guiados a tomar un curso de enfermería y medicina, y la que Dios no nos pruebe", dijo el señor Howells, " ¡y tratamos como mejor pudimos de hacerlo esta vez! De todas formas tuvimos que gastar el dinero y todos pensaron que estábamos bien provistos. Lo estuvimos hasta esa semana. Pensábamos que el dinero vendría seguramente el día antes de partir para Londres, pero llegó el último correo y no llegó nada. Nuestro tren salía antes de que llegara el correo de la mañana siguiente. Pensábamos que sería muy difícil despedirnos de mis tíos y del pequeño Samuel, pero la falta del dinero para el tren hizo la partida un poco más llevadera. Esa es a menudo, la forma como Dios hace las cosas. Cuando tenemos que hacer algo muy difícil, nos pone una carga más pesada para que la primera se nos haga más fácil.
A la mañana siguiente no fue tan difícil despedirnos de nuestros padres, ¡porque teníamos que caminar a la estación sin tener el dinero! Estábamos seguros de que en la plataforma de la estación alguien nos lo daría pero no fue así y se llegó la hora de la salida del tren. ¿Qué haríamos? Había sólo una posibilidad. Aún teníamos diez chelines y debíamos ir tan lejos como pudiéramos con ello. Así que fue nuestra necesidad extrema, la oportunidad para que Dios entrara en acción. Teníamos que cambiar de trenes en la estación de Llanelly, a unos 32 kilómetros de nuestro hogar, y esperar allí un par de horas. Sin dejar que nadie lo supiera, compramos pasaje hasta Llanelly. Había muchas amistades en la estación para despedirnos con buenos deseos, ¡pero lo que necesitábamos era dinero para ir a Londres! Muchos nos acompañaron hasta Llanelly, cantando por todo el camino. Pensé: ' ¡Yo cantaría mejor si tuviese el dinero!'.
Salimos a desayunar con algunos amigos en Llanelly, y luego caminamos de regreso a la estación. Aún no teníamos liberación, y ya el tren iba a partir. Entonces el Espíritu me habló y me dijo: 'Si tuvieras dinero, ¿qué harías?'. 'Tomar mi lugar en la fila en la oficina de pasajes', respondí. 'Bien, ¿no predicas que mis promesas son iguales a tener moneda corriente? Ocupa tu lugar en la fila'. No había nada que yo pudiera hacer, con excepción de obedecer. Había más o menos, una docena de personas antes de mí y estaban pagando, uno a uno, sus pasajes. El diablo me decía: 'Sólo hay unas pocas personas delante de ti, y cuando llegue tu turno, tendrás que seguir caminando. Has predicado mucho sobre Moisés con el mar Rojo adelante de él, y los egipcios siguiéndole, pero ahora eres tú quien está cercado'. 'Sí, cercado', respondí; pero, ¡como Moisés, seré gloriosamente liberado!'. Cuando quedaban solo dos personas delante de mí, un hombre salió de entre la gente y dijo: 'Lo siento, no puedo esperar más porque debo abrir mi tienda'. ¡Me dijo adiós y puso treinta chelines en mi mano! Esto fue glorioso, y solamente un anticipo de lo que el Señor haría en África si le obedecíamos. Después de ya tener los boletos, los que vinieron con nosotros hasta el tren comenzaron a darnos ofrendas. El Señor los había retenido de hacerlo hasta que hubiésemos sido probados. ¡Fuimos cantando durante todo el camino hasta Londres!".
Al llegar, el señor Head les invitó a desayunar con él a la mañana siguiente. Les dijo que tenía cincuenta libras para ellos, pero que no las había enviado por correo. "Gracias a Dios que no lo hizo", dijo Rees, agregando para sí mismo: "Por nada en el mundo hubiera querido quedarme sin la experiencia en la fila".
Tenían su equipo completo, con excepción de tres cosas: un reloj, una pluma estilográfica y un impermeable para cada uno. Nunca habían mencionado a nadie estas cosas, pero durante el desayuno el señor Head les preguntó: "¿Qué clase de relojes tienen ustedes?", y les dijo que su hijo Albert, deseaba darle un reloj a cada uno. Luego, preguntó: "¿Están preparados para las estaciones lluviosas del África? ¿Tienen buenos impermeables?". Cuando le dijeron que no, les dijo que fueran y consiguieran uno para cada uno; escribió una dirección en una tarjeta, diciendo que los gastos corrían por su cuenta. Después de escribir la dirección, les preguntó: "¿Han visto esta clase de pluma estilográfica?". "No", replicaron. "Deben llevarse una cada uno", dijo. ¡Las tres cosas que ellos le pidieron al Señor!
El señor Head les invitó a desayunar con él a la mañana siguiente de nuevo, para luego orar. Sugirió que Rees les contara a los criados un poco sobre sus experiencias en la fe. "¿Antes vivías una vida de fe, verdad?". "Sí, y recientemente también", respondió el señor Howells. Les narró sobre la espera en la fila para los boletos del tren. El señor Head casi no respiraba esperando para ver cómo les había ido". "Jamás oí algo así", exclamó. Pero Rees les dijo que todavía no había terminado, que lo que había pasado en Corrie Lodge el día anterior en esa misma sala, era aún mejor. Les contó acerca de los relojes, los impermeables y las plumas estilográficas. "Prefiero esto a mil libras", comentó el señor Head, "saber que el Señor puede guiarme así en dar".
Fue de esta manera como salieron de Inglaterra el 10 de julio de 1915, después de una victoria gloriosa, sabiendo que Aquel que los había llamado a esta vida era capaz de liberarlos en todas las circunstancias.
Capítulo Veinticuatro
AVIVAMIENTOS EN AFRICA
La Misión General de Sudáfrica había sido fundada en 1889 con el objetivo de evangelizar a muchas áreas de Sudáfrica. El primer presidente de la misión fue el Rey. Andrew Murray. Cuando el señor y la señora Howells se unieron, la misión tenía 170 europeos y obreros africanos en 25 estaciones, alcanzando hasta la frontera sur del Congo Belga (hoy Zaire) y al oriente y occidente llegaban hasta sitios no alcanzados de los territorios portugueses de Angola y Mozambique. Los Howells fueron enviados a la estación misionera Rusitu en Gazaland, ubicada cerca a la frontera del África Oriental Portuguesa. Allí se unieron al señor y la señora Hatch, quienes habían trabajado en ese sitio durante varios años. Ellos y otros misioneros que los habían precedido, sentaron una base firme y pagaron un precio real por llevar el evangelio a la gente de allí. El Sr.-y Sra. Hatch recientemente habían estudiado el tema de la Segunda Venida del Señor. Pasaban horas con la Palabra de Dios y en oración, anhelando una bendición más profunda en sus propias almas para que pudiera venir sobre su pueblo una bendición más plena. Por eso, cuando los Howells llegaron los corazones estaban preparados para la obra del Espíritu Santo.
Normalmente los nuevos misioneros pasan un tiempo considerable en el estudio del lenguaje, en aclimatarse, y en acostumbrarse a la vida en un país nuevo. Pero la gente ya había oído que el señor y la señora Howells venían de la tierra donde fue el avivamiento, e inmediatamente les preguntaron si habían traído con ellos esa bendición. Rees les dijo que la Fuente de todo avivamiento es el Espíritu Santo y que El podría hacer entre ellos lo que ya había hecho en Gales. Le solicitaron que predicara al respecto, por intérprete desde luego. En el lenguaje de ellos no había una palabra que tradujera el vocablo 'avivamiento', así que les habló de Pentecostés. Les dijo que era Dios quien había descendido en aquel entonces, moviéndose en los corazones de los hombres y las mujeres, que había arrastrado multitudes al Reino, y que haría lo mismo con ellos si estuvieran dispuestos a arrepentirse.
En las siguientes reuniones que estuvieron a cargo del señor Howells, continuó hablándoles sobre avivamiento y en seis semanas el Espíritu comenzó a moverse entre los cristianos. Un viernes por la noche, cuando cerca de una docena de ellos estaban reunidos en la casa de los Howells, la señora Howells les enseñó el coro "Señor, envíanos un avivamiento y permite que empiece en mí". El Espíritu descendió sobre ellos mientras cantaban, y continuaron cantando los días siguientes en sus lugares de siembra y en todas partes. Mientras el señor Howells los escuchaba, reconoció un sonido que había oído en el avivamiento galés. "Lo reconoces cuando lo oyes", dijo, "pero no puedes reproducirlo; ya el jueves siguiente, yo también estaba cantándolo. Había algo en ello que lo cambia a uno, y lo introduce a la quietud de Dios".
Aquella noche como acostumbraban cada jueves, los cuatro misioneros se reunieron para leer la Biblia y orar. Mientras estaban de rodillas, el Señor le habló a Rees diciéndole que su oración había sido oída y que vendría un avivamiento. El les pidió a todos que se levantaran, no había necesidad de más oración; El Espíritu Santo iba a descender para proporcionar un Pentecostés en su distrito. Tan grande era el poder de esa promesa de Dios, que estaban a la expectativa desde aquel mismo momento. Cada vez que alguien tocaba a la puerta, creían que era alguien viniendo a decirles que el Espíritu había descendido. Esperaron así durante dos días, y el sábado El llegó. Veamos el relato del señor Howells sobre los días que siguieron:
"Era domingo, diez de octubre, día de mi cumpleaños. Mientras predicaba en la mañana, podía sentir al Espíritu Santo descendiendo sobre la congregación. En la noche, El descendió. Nunca podré olvidarlo. Descendió sobre Kufase, una mujer joven, quien había ayunado durante tres días bajo la convicción de que no estaba lista para la Venida del Señor. Mientras oraba se quebrantó llorando, y en cinco minutos toda la congregación estaba llorando ante Dios. El poder descendió como un relámpago y un trueno. Yo nunca había visto algo así, ni siquiera en el avivamiento galés. Lo había oído nombrar respecto a Finney y otros. El cielo se había abierto, y no había suficiente espacio para contener la bendición. Estuve absorto en el Espíritu y oré tanto como ellos. Todo lo que podía decir era 'El ha llegado'. Así seguimos hasta tarde en la noche; no podíamos terminar la reunión. Lo que Dios me había, dicho antes de salir al África estaba sucediendo ahora, en solamente seis semanas. No es posible describir bien las reuniones en las cuales desciende el Espíritu Santo. Jamás olvidaré el sonido que hubo en el distrito aquella noche; era las voces de gente orando en cada choza.
"Al día siguiente El llegó de nuevo, y la gente estuvo de rodillas hasta las seis de la tarde. Continuaron así durante seis días, y comenzaron a confesar sus pecados y a ser libres según el Espíritu Santo los ayudaba. Recibían el perdón de sus pecados, y conocían al Salvador como sólo el Espíritu Santo puede revelarlo. Todo el que se acercaba quedaba bajo el encanto del Espíritu. Las personas se ponían de pie para dar sus testimonios, y no era nada extraño ver a 25 de pie al mismo tiempo. Al final de una semana, casi todos habían confesado. Celebramos dos reuniones diarias de avivamiento durante quince meses sin una sola interrupción, y las reuniones de los viernes duraban todo el día. Cientos se convirtieron, pero esperábamos más; los diez mil a los cuales El nos había dicho que teníamos derecho".
Cuando llegaron a Inglaterra las noticias de esta demostración del Espíritu Santo, y de su expansión a las estaciones cercanas, la señora Bessie Porter Head, la esposa de Albert Head, publicó dos folletos. Los tituló Avance en Gazaland y Retrospecto y Avivamiento, en Gazaland.
La señora Head comenzó dando un recuento de la fundación de la estación misionera en 1897, con el nombre de Rusitu. Varios pioneros que les antecedieron habían dado sus propias vidas por abrir la obra, incluyendo] la primera esposa del señor Hatch. Habían sembrado durante años y como dijo la señora Head, después del llegar y comenzar los Howells pudo verse la bendición: "Los dos primeros (señor y señora Batch) trabajaron, í durante muchos años allí, realmente 'sembrando con; lágrimas' la semilla de la vida, con paciencia y oración. Los dos últimos (señor y señora Howells) están ahora ayudándoles a 'recoger con gozo' una gran cosecha, la cual está siendo reunida en el poder del Espíritu Santo para la gloria de Dios". Después de describir el poderoso movimiento del Espíritu Santo en aquel primer domingo, ella continúa: "Las reuniones duraban desde el amanecer hasta la puesta del sol, teniendo solamente un intervalo corto. Las personas lloraban y confesaban sus pecados de tal forma que los misioneros no podían decir una palabra sino simplemente llorar y orar con ellos. Algunas veces, todos estaban arrodillados y confesando juntos en gran agonía del alma; y entonces uno y otro se 'liberaban' y comenzaban a cantar con gozo. Esto sucedió día a día de domingo a jueves, realizando el Espíritu un poderoso trabajo de convicción en las almas y guiándoles a. confesiones tales que ningún medio humano podría haber arrancado de ellas.
"Al oír del trabajo de Dios de manera tan notable en Rusitu, le enviaron una invitación de la estación de la Misión American Board (a unos 65 kilómetros al sur) a los señores Hatch y Howells para que visitaran Monte Silinda". . . Esta es una estación grande, con equipo de médicos, pastores, maestros de escuela, etc. En la primera reunión, a las nueve de la mañana del jueves, el sitio estaba lleno y los misioneros contaron cómo había llegado la bendición a Rusitu y cuáles fueron las condiciones para tal bendición. Después de dar dos o tres de los cristianos de Rusitu sus testimonios, grandes cantidades de personas comenzaron a llorar y a confesar sus pecados. Siendo tantos que era imposible ayudarlos a todos, aunque la reunión se extendió hasta la una de la tarde ese día. Todos se reunieron de nuevo a las dos de la tarde, y tuvieron un tiempo maravilloso. Los hombres que de alguna manera en la mañana se retrayeron, ahora venían adelante en confesión de pecado y completamente quebrantados; los profesores, evangelistas, y estudiantes estaban todos orando y confesando, y esto continuó sin confusión, bajo el control del Espíritu, hasta el atardecer.
Como se dijo anteriormente, sólo el Espíritu Santo podría haber logrado que la gente confesara los pecados que los agobiaban. Por ejemplo, un hombre alto se puso de pie y relató con voz conmovida la siguiente historia. En una de las guerras de los nativos, los jóvenes se estaban jactando de cómo mataban a las mujeres, etc., y él fue y, a sangre fría, mató a una joven. Después de convertirse, ella parecía estar constantemente frente a él, como si le preguntara por qué la había asesinado. Como cristiano ordinario, tuvo el pensamiento de que éste era un pecado demasiado grande para ser confesado, y solamente el poder del Espíritu Santo pudo llevarlo a hacer la confesión. Lloró muchísimo y dijo, que era el principal pecador, y estuvo en agonía del alma durante horas. ¡Pero qué escena la de cuando fue liberado! Solamente podía decir 'Gracias, Señor Jesús'. Comenzó a dar su testimonio, y dijo que durante años no había sabido lo que era la paz; y luego irrumpía de nuevo diciendo, ¡Gracias, Señor Jesús!'. Aquel día, alrededor de unas cien personas llegaron a obtener liberación total y victoria. El sábado muchos llegaron a tener la nueva vida de paz entregándose a Dios. En vez de tener agonía del alma, la mayoría estaba alabando y cantando con gozo. El domingo, más de doscientos habían sido liberados. No había necesidad de que los misioneros hablaran, debido a que cuatro o cinco personas se ponían de pie al mismo tiempo para testificar.
Tal vez la perspectiva más bendita para el distrito es que Dios encontrara y llenara poderosamente con Su Espíritu a veinte hombres y mujeres jóvenes que algunas semanas antes del avivamiento se habían ofrecido al Señor para el trabajo evangelístico en el África Oriental Portuguesa.
"Mientras va a la imprenta este breve relato de cómo está trabajando el Señor, nos han llegado más noticias del derramamiento continuo del Espíritu en el distrito de Gazaland. Durante la corta visita del señor Howells y el señor Hatch a Melsetter, el poder del Espíritu fue tan magnífico en las reuniones que tanto la gente de color como los blancos se sintieron profundamente culpables y se entregaron totalmente a Dios. Visitaron las granjas ubicadas en la carretera a Melsetter, y seis holandeses e ingleses se convirtieron, y cuatro que ya eran cristianos se rindieron totalmente a Dios.
"¿No son estos hechos de gran ánimo para que todos nosotros sigamos 'orando sin cesar' para que Dios continúe mostrándonos Sus 'cosas mayores' no solamente en Gazaland sino a través de toda África del Sur? Las llamas pequeñas que ya están encendidas en diferentes centros pueden, por medio de nuestras oraciones, ser avivadas hasta llegar a ser una poderosa llamarada".
Continúa ahora la historia de la señora Howells: "Al final de quince meses, llegó un pedido para todas las estaciones de la misión, de parte de la oficina central de la misma, en Ciudad del Cabo, solicitaban a todos los misioneros y africanos que dieran media hora de cada mañana, de 7 a 7:30, para orar pidiendo que cada estación misionera recibiera la misma bendición que habíamos experimentado en Rusitu. El señor Howells se iba a una pequeña casa de verano para pasar esta media hora especial de oración. Un lunes por la mañana, como un mes después de estar orando, vi. al señor Howells entrar, cuando había estado afuera solamente un cuarto de hora. Supe por su rostro que algo maravilloso le había sucedido. Dijo: 'Estaba suplicando sobre Su Palabra, Malaquías 3:10, cuando vi al Espíritu descendiendo. Se me apareció. Lo vi descender sobre todas las estaciones de la misión'. La gloria del Señor fue tanta sobre él que estaba fuera de sí. Dijo que no podía permanecer en la estación, sino que debía subir a la montaña. No podía quedarse quieto, sino que durante todo un día caminó kilómetros en la montaña gritando alabanzas a Dios. ¡Lo seguí hasta que estuve supremamente cansada! Estuvo en esa gloria toda la semana; ¡era tanta que parecía casi insoportable!".
Rees no pensó que él sería quien debía ir por todas las estaciones, hasta que un mes después recibieron una invitación a la conferencia de Durban, en la cual debían estar presentes todos los misioneros que pudieran salir de sus estaciones. Le solicitaron al señor y la señora Howells traer ropa suficiente para seis meses, pues deseaban que recorrieran todas las estaciones misioneras. A Rees le atemorizó tanto la responsabilidad de ser la persona a quien Dios usaría, que les dijo que no podía asistir. "He estado en el campo misionero solamente dos años", fue su excusa; pero la respuesta que vino fue del señor Middlemiss, el Superintendente en Ciudad del Cabo: " ¡Usted es un hombre bajo autoridad y debe venir!".
Antes de partir para Durban, el señor Middlemiss escribió diciendo: "Sé que no tienen cuenta bancaria (él sabía que ellos habían sido guiados a dar el 50% de su salario para continuar viviendo por fe, así que envíen un telegrama si no tienen dinero para los pasajes". Pero el señor Howells dijo: "No, nunca lo haré. Vamos a confiar en el Señor". El consideró esto como un buen medio para probar que el llamado era de Dios. Llegó el último correo antes de que salieran a las seis de la mañana. En el mismo venía una carta de un amigo en los Estados Unidos de América, quien nunca antes les había enviado dinero, y les manó en dólares, el equivalente a 25 libras. Fue así como empezaron su viaje en plena certeza de fe.
En la Conferencia había 43 misioneros presentes. Rees no esperaba tomar más parte que los demás, pero la bendición fue tan grande en las reuniones de apertura, que le solicitaron que hablara cada día. Durante tres semanas era como un avivamiento. Algunas noches las reuniones se extendieron hasta las primeras horas de la madrugada, y todos los misioneros recibieron bendición. Estaban tan llenos de gozo que hasta cantaban en los tranvías. Al finalizar la Conferencia, los misioneros hicieron una invitación unánime al señor Howells para que visitara todas las estaciones, confirmando así la' insinuación que ya había recibido de parte del Concilio en Ciudad del Cabo. Luego, todos regresaron a sus estaciones para orar y prepararse para la visita, esperando que el Espíritu Santo descendiera en cada estación como lo había hecho en Rusitu.
Rees continúa la narración: "¿Cómo podría creer yo que se salvarían muchas personas en estas estaciones, cuando en algunos casos el terreno estaba todavía muy pedregoso? El enemigo me desafió preguntándome que cómo podría llevar un avivamiento de una tierra a otra habiendo diferentes lenguas, y cientos de kilómetros de separación. No vencí en esta prueba en un día, fueron muchas las luchas porque los puntos en discusión eran tremendos, pero recuerdo cuando obtuve la victoria. Dije que no era necesario llevar a personas bendecidas de estación a estación, porque el Espíritu Santo estaba yendo en nosotros. El es el Autor del Pentecostés y la Fuente del avivamiento.
"Nuestro viaje nos llevó por casi 18.000 kilómetros, visitando cinco países: Swaziland, Pondoland, Bomvanaland, Tembuland y Zululand. Estuvimos dos años fuera de nuestra estación.
"En la primera estación, el primer día fue difícil. El misionero nos contó acerca de muchos de la iglesia que se habían vuelto al mundo; hasta algunos de los diáconos estaban causando dificultades. Pero al tercer día, el Espíritu descendió y limpió el lugar. Dos de los diáconos que siempre se sentaban, al ver a la gente confesando sus pecados y en gran bendición, vinieron a decirme: 'Disfrutamos mucho las reuniones, pero no nos gusta la confesión de pecados. Cuando comienza, sentimos un gran dolor en la parte de atrás de nuestras cabezas'. 'Así es', respondí; 'pero un día ese dolor se va a mover un poco más abajo, ¡hasta sus corazones!'. ` ¿Cree usted que necesitamos confesar?', me preguntaron luego. 'Si han pecado contra Dios', respondí, 'es algo entre ustedes y Dios. Pero si han pecado contra la Iglesia, deben confesar delante de todos'. Uno de los diáconos se llamaba Jefté. Se fue a orar, y continuó orando durante tres días. Luego, más o menos a la una de la mañana, su esposa vino y tocó a nuestra puerta despertándonos: 'Vengan, ¡Jefté está loco de gozo! ¿Tocamos la campana y convocamos a la gente para una reunión?'. 'No puedes tocar la campana a esta hora de la noche', objeté. Pero su madre fue por todas partes reuniendo a la gente y, ¡a las tres de la mañana, la Iglesia estaba llena! Jefté estaba ciego, tal como el apóstol Pablo; tuvieron que conducirlo al templo, donde confesó los pecados que había cometido. Después muchos se convirtieron. Recobró la vista en pocos días, y viajó con nosotros por unos tres meses. Donde quiera que diera su testimonio, era como disparos continuos de un arma; uno tras otro caían bajo la convicción del Espíritu Santo, y nunca falló en traer a muchos al Señor.
"El siguiente lugar era una escuela de 99 mujeres. Ellas habían oído que la gente estaba confesando sus pecados, así que se reunieron y acordaron no confesar sus pecados. Como consecuencia, las dos primeras reuniones fueron muy difíciles; pero a la medianoche del segundo día se levantó un lloro y no pudieron aguantar más. Comenzaron a confesar, hasta que 98 de 99 se habían convertido; la otra se escapó corriendo. Muchas comenzaron a orar por sus familias, las cuales nunca habían asistido a una reunión.
"El próximo sitio que visitamos fue Betania, donde vivía la Reina de Swaziland. El primer día estuvimos trece horas en la capilla, tratando todo el tiempo con las almas. ¡Al tercer día, el poder descendió! No era por la predicación, era el poder mismo. Un africano oró: `Señor, danos cien convertidos en los próximos tres días'. Así se cree teniendo al Espíritu Santo. La Reina de Swaziland envió por mí. Me preguntó que por qué su gente se estaba viniendo tras mi Dios. Le dije que se debía a que habían hallado al Dios viviente y tenían el perdón de sus pecados y la vida eterna como regalo. Le conté que Dios tenía un Hijo, y que lo había dado para morir por nosotros; nosotros también teníamos un hijo que habíamos dejado para contarle a la gente del África respecto a Dios. Se conmovió mucho al escuchar que mi esposa y yo amábamos a su gente más que a nuestro propio hijo. Me permitió tener una reunión privada con sus súbditos principales, ¡pero dijo que no debía mirarla a ella sino hablar como si solamente estuviera con ellos! Más tarde, en la capilla, el poder de Dios estuvo sobre la reunión; cincuenta personas aceptaron al Señor, incluyendo a la joven princesa, nuera de la reina gobernante. El hombre que había orado por las cien almas se puso en pie de un salto, exclamando: 'Alabado sea Dios por responder la oración. Cincuenta almas y la reina, ¡que equivale a otras cincuenta! ¡Tenemos nuestros cien!'. Pero antes de que terminaran los tres días, habían aceptado a Cristo 105 personas. Cuando regresamos, tiempo después, la reina solicitó vernos en privado. Nos dijo que hacía poco había perdido a su hija, quien también había llegado a ser cristiana, y que había muerto en perfecta paz, confiando en Jesús. Ella parecía muy conmovida, agregando que en su corazón también había aceptado al Salvador".
"En Pondoland, en una estación, yo estaba predicando el viernes santo sobre la crucifixión, y el Espíritu hizo resaltar las palabras ¡Crucifícale! ¡Crucifícale!'. Parecía como si la gente hubiese visto el infierno abrirse-les delante, y toda la congregación se abalanzó precipitadamente hacia el altar, para ponerse en paz con Dios. Temí que derribaran el púlpito".
"En otro lugar de Zululand donde estaba predicando, un evangelista estaba convencido de la falta de poder para ganar almas. Salió a la selva y clamó a Dios durante toda la noche. Al día siguiente, aceptó al Espíritu Santo, y el resultado de esa unción fue que en poco tiempo su estación misionera había llegado a ser mayor que la estación principal".
En maneras como éstas descendió el Espíritu Santo a cada estación y dio avivamiento, exactamente como había dicho que lo haría, y cumplió así la promesa de las diez mil almas. En Johannesburgo, por ejemplo, el señor Howells presidió grandes reuniones de avivamiento durante 21 días en una de las iglesias más grandes, y la misma se llenó cada noche. Le fue necesario hablar a través de tres intérpretes porque había muchas tribus diferentes, pero esto no impidió que el Espíritu Santo irrumpiera y cientos llegaran cada noche para ser salvos. Nadie estaba más consciente que Su siervo, de que el Espíritu Santo era el Hacedor de aquello y que no era "por espada, ni por poder, sino por Mi Espíritu". Impuso sus manos sobre cientos de personas, bajo la guía del Espíritu y Su poder, y fueron liberadas siempre. Fuera de las reuniones miraba sus manos, veía cuán ordinarias eran, ¡y se maravillaba de dónde saldría tanto poder! ¡Pero él lo sabía!
Al final del viaje, de regreso de Johannesburgo a Rusitu, fueron invitados por un amigo a quedarse con él en Umtali, una estación ferroviaria. De ahí tomarían el carro de correo que iba a Melsetter, para luego finalizar su viaje a caballo. Cuando llegaron a Umtali, su amigo los fue a esperar en la estación y les dijo que sentía mucho no poder tenerlos en su casa ya que había gripe. Les sugirió que fueran al hotel donde acostumbraban quedarse los misioneros. Se enteraron de que les costaría quince chelines diarios, y no tenían dinero. Pero el señor Howells dijo a su esposa: "Regocijémonos; estoy seguro que el Señor nos librará antes del fin de semana". Así que hicieron de ello un buen tiempo de descanso.
El correo llegó por ferrocarril la noche del sábado, y ellos esperaban que el Señor les enviara algo por ese medio ya que debían salir al día siguiente a las seis de la mañana. Pero cuando descendieron para encontrar el tren, dijeron que debido a una avería, no esperaban el tren esa noche. "Bromeamos de que no disfrutaríamos nuestra comida como era costumbre", dijo el señor Howells, "Le habíamos pedido al encargado del hotel que tuviera lista nuestra cuenta para la mañana del domingo. A las cinco de la mañana, tocó a nuestra puerta y nos la dio. Le dijimos que íbamos al correo y que le pagaríamos a las seis. Fuimos a las 5:30, orando todo el camino. Teníamos un apartado de correos en Umtali, a donde les habíamos dicho a algunos amigos que nos escribieran. ` ¿Hay algo para el apartado 32?', indagué. `Nada, señor', dijo el hombre después de mirar. Pero, de repente, mi esposa recordó que no era 32 sino 23... Había solamente una carta, y tenía cinco direcciones diferentes en el sobre. Esta carta nos había seguido por todo el viaje, y nos alcanzaba esta misma mañana trayendo treinta libras en su interior. Además de la cuenta del hotel, teníamos que pagar siete libras y diez chelines por el vehículo que nos llevaría. Aunque era duro y sin resortes, era para nosotros igual que un carro de motor. Nunca pensamos en esta carroza ni en los 225 kilómetros, ¡los resortes estaban en nosotros mismos!".
Los Howells habían aprendido, durante sus dos primeros años, el dialecto Chindau. A su regreso a Rusitu se establecieron para llevar la rutina normal de una estación misionera africana. Cuando los Hatch salieron en su licencia, los Howells quedaron a cargo de la escuela de niños y niñas, así como de las reuniones y el trabajo con los adultos. Tenemos que pasar por alto muchas de sus experiencias durante estos años sin embargo hubo un evento destacado. El avivamiento aun continuaba, pero había un obstáculo especial: casi no se habían convertido hombres casados. Ellos estaban atados a una costumbre muy antigua llamada Labola, que algunos creen se originó con Labán. El precio fijado por una esposa era de 25 libras, lo que significaba una gran suma para un padre con tres o cuatro hijas. Pero un hombre convertido no podía vender a su hija, y por eso ningún casado había aceptado al Señor. El Espíritu le recordó entonces al señor Howells acerca de su primera intercesión por un alma perdida, y le dijo que desafiara al diablo en este punto y usara la victoria del Calvario para colocar a estos hombres en libertad de aceptar a Cristo.
En ese tiempo el estaba construyendo una casa, y oró que pudiera conseguir hombres casados que trabajaran con él. Seis de ellos se dispusieron a trabajar; cada mañana oraban y oían el Evangelio. El Señor lo guió a invitar a algunos de ellos al servicio dominical en vez de pasar el día trabajando en sus huertos. Ellos dijeron que vendrían cada mañana pero que aquellas reuniones diarias eran durante sus horas de trabajo, ¡y no tenían ninguna objeción a que se les pagara por estar sentados! Rees les comentó que a Dios le agradaría mucho más si los domingos vinieran por su propia voluntad. Vinieron, y cinco fueron salvos. Ese fue el primer hueco hecho en las filas del enemigo, pero existían aún cientos sin alcanzar. ¿Cómo llegaría Dios hasta ellos?
Dios utilizó un medio inesperado. . . Era la época de la gran epidemia de gripe, la cual se expandió por el mundo después de la Primera Guerra Mundial causando millones de muertes. Muy poco tiempo después de que estos cinco aceptaron al Señor, Rees oyó decir que la gripe había llegado a su distrito, y ya había muchos postrados. Le inquietó la llegada de esta plaga precisamente cuando había empezado el impacto entre los hombres casados. Pero el Señor le dijo: "¿Crees en Romanos 8:28? ¿Puedes confiar en mí si te digo que ésta es una bendición disfrazada?".
Luego el Señor le recordó a Rees cómo, allí en su tierra natal al interceder por los enfermos, había sido guiado a desafiar la muerte varias veces. ¿Sería capaz de desafiarla de nuevo aquí, ahora en gran escala? El ya había pasado por una prueba difícil desde su llegada al África, en la cual había podido experimentar de nuevo la fidelidad de Dios en este respecto. Se trató de un ataque de malaria muy severo. "Estoy seguro que fue permitido solamente para probar esta posición", dijo, "porque cuando se enfrenta realmente al enemigo, es imposible desafiarlo a menos que se esté seguro de la posición donde uno se halla". Después de muchos días de fiebre que había resistido todo tratamiento ordinario, Rees se estaba agravando. Una noche parecía que no viviría hasta la mañana siguiente. La señora Howells se apartó por un momento para orar, y mientras él estaba solo, el Espíritu Santo le dijo: "¿Por qué no pides al Padre que te sane?". El pensó que ya la había hecho, pero el Espíritu Santo comentó: "No pediste creyendo". "Me di vuelta en la cama", dijo Rees, "y en ese momento fui sanado. Me pregunté si mi esposa lo sabría. ¿Habría perdido ella su carga? Ella regresó a la habitación, y en el momento que abrió la puerta supo que algo había sucedido. 'Has sido sanado', dijo, y riéndome fuerte le conté al respecto". Tres días más tarde ya estaba de viaje (como lo habían planeado antes de él caer con fiebre) y se hallaba perfectamente en forma. Aunque después, viajó y trabajó mucho en distritos donde había malaria, jamás volvió a padecerla.
Ahora estaba enfrentando a la muerte en gran escala. Después de su viaje a las estaciones misioneras, el señor y la señora Howells habían sido invitados por Charles Murray, el hijo del doctor Andrew Murray, a visitar la estación donde él trabajaba, pero hacía poco le habían solicitado cancelar la visita porque la influenza se había llevado a dos misioneros y a veintenas de convertidos.
En Rusitu, la influenza alcanzó primero la estación. En cuatro días varios estaban postrados, y los paganos decían que era una maldición de los espíritus de sus antepasados por culpa de los cristianos, quienes habían dejado de cumplir la Labola. Pero la fiebre alcanzó también muy pronto a la chozas, y muchos estaban muriendo. En unos días vino una delegación del jefe, y preguntaron: "¿Han tenido ustedes algunos muertos?". "No", respondió Rees. "¿Han tenido ustedes algunos?". "Sí, muchos", dijeron. "Pero... ¿no pueden hacer nada los brujos para ayudarles?". "Oh, dos de ellos estuvieron entre los primeros en caer". "Pero. ... ¿qué me dicen de sus espíritus ancestrales?". "Nuestros padres nunca tuvieron esta enfermedad", respondieron, "por eso sus espíritus no pueden tratarla". “¡Efectivamente!", replicó el señor Howells, "los brujos han fallado y los espíritus ancestrales también, pero nuestro Dios no". Preguntaron: "¿No van a morir algunos de los suyos?". El Espíritu Santo dijo a Su siervo: "Diles que nadie morirá en la estación". Entonces Rees les respondió: " ¡No! Nadie morirá en la estación de la misión".
"Ahora tenía la victoria de la fe", dijo Rees Howells, y el Señor nos guió en cuanto a la forma de hacer las cosas. Me dijo que transformara la capilla en un hospital y colocara antorchas durante la noche para mantener uniforme la temperatura. Si no hubiese pasado por aquellos quince meses de adiestramiento médico, estaría en un mar de confusiones porque no se podía cometer ni un error. El número de casos incrementó hasta que llegamos a tener cincuenta postrados a la vez. "Pocos días más tarde, llegó una segunda delegación. '¿No ha habido muertos todavía?', fue la primera pregunta. `Ni uno', les respondí. ` ¿Morirá alguno de ustedes?'. `No, nadie morirá en la estación de la misión'. ¿Hubiera yo dicho algo así sino tuviera la seguridad de que el Espíritu Santo es más fuerte que la muerte? `Bien', dijeron, 'el jefe nos mandó a preguntar que si algunos de nosotros podemos venir a la estación misionera para escapar a la muerte'. 'Díganle al jefe', respondí, 'que cualquiera de su pueblo que lo desee puede venir a la estación. Los cuidaremos, y nadie morirá. Pero recuerden esto: Si vienen, deben admitir que nuestro Dios es el Dios viviente y que El puede ayudar donde los doctores y los espíritus ancestrales han fallado'.
Horas más tarde, vio venir una procesión de personas tristes hacia la estación; ¡eran cinco de los peores pecadores entre los hombres casados, endurecidos al evangelio! Se acercaron lentamente con mantas sobre sus cabezas y mostrando en sus rostros el miedo a la muerte. Sus esposas, en la retaguardia, venían cargando sus colchones y pocillos. “¡Cómo alabé a Dios por mi Guía personal!", dijo Rees.
Después les llegaron docenas más. Rees trabajó con ellos durante tres meses, día y noche. La señora Howells le ayudó hasta que ella misma sucumbió a la enfermedad. ¡Estuvo desesperadamente mal durante ocho días, pero el señor Howells le había dicho que no podía morir! Durante un tiempo se sintió tocado por la epidemia, fatigado de dormir poco y luchar continuamente. Pero mientras atendía a uno de los pacientes, el Señor le habló: "Si puedo resguardar a la estación de la muerte, y hay la necesidad de que cuides a estos enfermos, ¿no crees que puedo impedir que la infección te venza?". Su fe se fortaleció y dijo: "En ese momento obtuve la victoria. Hallé que el Espíritu Santo dentro de mí era más fuerte que la gripe. ¡Lo que es vivir con Dios en medio de una plaga!".
Hubo dos casos que me probaron mucho", agregó. "Si el diablo se los llevaba, cargaría hasta con cincuenta. Hice por ellos todo lo posible, pero ningún médico podía hacerles bajar la temperatura. Fue así como los puse delante de Dios, y rogué basándome en Su Palabra. En el momento en que obtuve la victoria, sus temperaturas bajaron y estuvieron a salvo. No hubo ni una sola muerte". Las noticias de que el Dios del hombre blanco era más poderoso que la muerte se expandieron en un radio de alrededor de 32 kilómetros. La convicción de pecado se apoderó de muchos, y de los que vinieron a la estación muchos se entregaron al Salvador. La grandeza de la victoria del Señor se vio en el hecho de que después de pasar la epidemia, todo un lado de la capilla se llenaba de hombres casados. "Le dije al Espíritu, ' ¡Cuán maravilloso eres! ¡Has predicado más a los africanos de esta manera que por medio de cualquiera de mis palabras!"'.
Después del avivamiento, algunos de los hombres del grupo quienes fueron llenos del Espíritu Santo iban hasta el África Oriental Portuguesa, entre la estación de la misión y el puerto de Beira. Algunos de los habitantes de allí fueron bendecidos, y los que se convirtieron construyeron un pequeño lugar de adoración, aunque habían sido advertidos por los católicos romanos que no debían reunirse para orar. El domingo en la mañana, seis soldados marcharon hasta la pequeña capilla y tomaron prisioneros a 32 de ellos, teniéndolos en prisión, a hombres, mujeres y niños, durante cuatro meses. Ninguno de ellos se rindió, "mostraron espíritu de mártires". Después de cuatro meses, liberaron a las mujeres y a los niños, pero los obligaron a beber cerveza. A los seis hombres les dijeron que si dejaban de predicar, podrían salir libres ese mismo día. Ellos rechazaron esta opción diciendo que si eran liberados, predicarían al día siguiente. Los mantuvieron en prisión durante dos años, y cuatro de ellos murieron allí.
Fueron interrogados y perseguidos todo el tiempo porque sus acusadores no podían entender qué era lo que tenían. Sus-gritos de alabanza y gozo usualmente les molestaban, así que separaron a Mateo, su líder, y lo pusieron con un viejo pagano, un gran pecador quien siempre estaba en prisión. Los guardias no oyeron nada ni la primera ni la segunda noche, y estaban muy a gusto porque habían dejado de gritar. Pero a la noche siguiente el ruido fue peor que nunca. No sólo se regocijaba Mateo, sino que el viejo pagano también estaba gritando alabanzas a Dios por haberlo salvado. Mateo contrajo viruela en la prisión. Sabía que iba a morir, de manera que juntó a todos sus amigos y les dijo que se iba para estar con el. Señor y que debían permanecer firmes en la fe. Luego se despidió de ellos y se fue al hogar glorioso.
El señor Howells se dio cuenta de que la única manera de tener una base estable en el país era comprando una granja. Un francés le había ofrecido una en 1,200 libras. Cuando Timoteo, su maestro principal en Rusitu y los demás lo supieron, dijeron: "Todos daremos una tercera parte de nuestro salario para ayudar a comprarla". Los Howells se sintieron tan impactados por su ejemplo, que además del 500b de su salario que ya donaban, decidieron dar una ofrenda adicional de acción de gracias, equivalente a 100 libras.
Poco tiempo después, cuando estaban de licencia, el señor Howells estuvo contando en una Convención respecto a Mateo y lo que había sucedido en el África Oriental Portuguesa. El no había dicho una palabra en cuanto a dinero; pero no había hablando ni cinco minutos cuando una mujer que se hallaba allí se puso de pie y dijo: "Yo pagaré por esa granja". El Señor le dijo a Rees que no tomara todo aquel dinero porque ella estaba bajo la influencia de la reunión, de modo que le dijo después a ella: "Yo no espero que usted dé más de lo que yo dí, cien libras". El hermano de ella dijo que él daría cien libras, y dos personas más dijeron que cada una daría cien libras. Rees fue a Birmingham y recibió un ofrenda de cien libras. En Dundee, una mañana, halló otras cien libras bajo su plato. En Glasgow, de nuevo, un hombre dijo: "Si Mateo dio su sangre, yo daré cien libras". En total tenía 1.100 libras en ofrendas de cien libras cada una. Finalmente, no se compró la granja mencionada, pero fueron abiertos varios centros en el territorio.
Así terminó el período de los Howells en el África. "Fue una victoria perfecta", dijo el señor Howells, "no creo que hubo nada que nos causara problema, y tanto para mi esposa como para mí, estos fueron los seis años más felices de nuestras vidas".
Capítulo Veinticinco
COMPRA DE LA PRIMERA PROPIEDAD EN GALES
Los Howells llegaron a su tierra natal en la Navidad de 1920. En la sede central de la misión, se comentó que nunca habían visto a una pareja que regresando del campo misionero con tan buena apariencia física: "Hemos estado de vacaciones durante seis años, dijo Rees Howells, y quería tener reuniones de una vez. El Concilio insistió en un descanso de varias semanas, pero ellos pensaban que hasta seis semanas de descanso eran demasiado. Cuando comenzaron, continuaron sin parar durante tres años. El testimonio de avivamiento del señor Howells creó una gran agitación. Se les abrieron puertas por todas partes, y hubo una tremenda bendición. En realidad, para cientos que lo oyeron fue algo único. El Concilio de la misión reconoció esta obra del Espíritu como algo tan extraordinario que le pidieron que pasara cinco años viajando por los países de habla inglesa como Dios lo guiara, llevando su testimonio al pueblo de Dios en todas partes. Esto era exactamente lo que él más deseaba hacer: "No podía pensar en cualquier otra posición que fuera comparable a esa", dijo, "predicando a miles de personas- y él Señor derramando bendición. Antes de convertirme tenía la idea de viajar por el mundo, pero ya había desistido; ahora el Señor me lo concedió de nuevo".
Pero una vez más le sucedería lo inesperado. El Sr. Howells estaba predicando delante de un gran auditorio en la Convención de Llandrindod de 1922. El poder era tanto que, aunque era el primero que hablaba en la reunión, el Señor Head, presidente de la misión, le pidió que hiciera un llamado para una entrega total. Toda la audiencia, presidente, conferenciantes y la congregación, se pusieron de pie. El Reverendo G.H. Lunn quien debía hablar después de él dijo que estaría fuera de lugar que diera su disertación, y la reunión se cerró así. Inmediatamente después, un ministro solicitó al señor Howells y a varios otros que se unieran a él en oración. Puso delante de ellos el hecho de que muchos jóvenes habían respondido al llamado de Dios en Gales; y la necesidad urgente de tener más facilidades de adiestramiento allí. Sugirió que pidieran al Señor un centro de adiestramiento. A Rees Howells no se le ocurrió nunca que tendría parte en ello. Pero mientras se arrodillaban para orar, el Señor le dijo: "Ten cuidado cómo oras. ¡Voy a construir un Instituto, y lo edificaré por medio de ti!". Esto le sorprendió tanto que lo único que pudo decir fue: "Si realmente me estás hablando Tú, confírmalo por medio de la Palabra". Esa noche por medio de 1 Crónicas 28:20, 21, el Señor se lo confirmó. Se destacaron para él estas tres promesas: ". . . esfuérzate y manos a la obra... porque Jehová Dios estará contigo; El no te dejará ni te desamparará hasta que acabes toda la obra para el servicio de la casa de Jehová";”. Estarán contigo. . . todos los voluntarios e inteligentes para toda forma de servicio...."; y la tercera promesa estaba en capítulo siguiente (29:4), que el Señor le daría un talento de oro, el cual, según comprobó en las notas de su Biblia Scofield, era equivalente a 6.150 libras.
Mientras él y su esposa oraban por esto, llegó a convertirse en una gran prueba. Implicaba dejar de hacer lo que más les llamaba la atención, un ministerio de avivamiento a nivel mundial. Significaba nuevas y grandes cargas financieras porque el Señor les dijo que tendrían que llevarlo a cabo por fe; en el trabajo actual tenían provistas todas las finanzas. Lo peor de todo era que, después de haber abandonado a un hijo para ir al África, ahora tendrían que dejar a cientos de hijos espirituales en África.
Se estaban preparando para ir a los Estados Unidos para hacer una visita personal dentro de tres días; fue así como dieron un gran paso. Le solicitaron al Señor que sellara el nuevo llamado, enviándoles al día siguiente el dinero que necesitarían para todo el viaje. Este no era un pedido fácil, debido a que no había razón para que la gente les diera dinero, sabiendo que estaban recibiendo ayuda como misioneros. Pero al día siguiente, Dios les hizo regalos personales por la cantidad de 138 libras. Cincuenta libras vinieron de parte de un hombre que había sido bendecido a través del señor Howells once años antes, y le había dicho al Señor que si algún día se lo encontraba de nuevo le regalaría 50 libras. Estos regalos les parecieron tan sagrados que dieron 100 libras como ofrenda de acción de gracias a la misión, tal como David derramó el agua del pozo de Belén delante del Señor.
Al llegar a los Estados Unidos, hablaron en muchas congregaciones y visitaron centros muy conocidos, tal como la Reunión de Oración de Fulton Street, en Nueva York. Pero hubo un lugar que impresionó al señor Howells más que cualquier otro: El Instituto Bíblico Moody, en Chicago. "Valió la pena viajar 6.500 kilómetros aunque hubiera sido sólo para ver el Instituto", dijo. "De todo lo que vimos, fue lo mejor. Novecientos hombres y mujeres escogidos por Dios". Mientras estaba sentado en la plataforma, antes de hablar, el Señor le clarificó el asunto del Instituto Bíblico. Le preguntó: "¿Puedo construir algo como esto en Gales?". "Sí, Tú puedes hacerlo", le respondió; "Tú eres Dios". "Pero lo que voy a hacer, lo haré por medio de un hombre. Vas a decirles a todos estos jóvenes que vine a habitar en ti. ¿Puedo construir ese a través de ti?". "Creí a Dios en aquel mismo instante", dijo Rees. “¡El Instituto fue edificado en ese mismo instante!".
Al volver a casa en Brynamman, juntos hicieron una dedicación final de sí mismos para el nuevo llamado. Subieron a la Montaña Negra, su lugar favorito, y arrodillados allí, se entregaron al Señor para ser Sus instrumentos para fundar el Instituto. ¡Todo el dinero que tenían ese día eran 16 chelines! Una consecuencia triste era que implicaría renunciar a la misión, lo que era doloroso para ambos bandos. El Concilio no deseaba dejarlos ir, ellos nunca hubieran dejado la misión y a los compañeros a quienes amaba entrañablemente, a no ser por un mandato directo de Dios.
No tenían idea de dónde debería quedar el Instituto. Como Abraham, salieron sin saber a dónde iban. En los primeros días del verano de aquel año 1923, un amigo les ofreció su casa amoblada para pasar unas vacaciones en un pueblo cerca del mar. Fueron esperando disfrutarlo, pero tan pronto llegaron sucedió algo curio- so. Rees sintió que no debían estar allí. "Nunca me dí cuenta de que me disgustara algún lugar antes", dijo, "pero le dije a mi esposa: 'Este sitio no me gusta. Vamos al lugar del cual habló mi padre; a Mumbles'. Me reí de esto, conseguir una casa gratis y no quererla. Pero 1 desde el momento que llegamos a Mumbles, supe que era el lugar donde Dios quería que estuviéramos". Se alojaron allí durante un mes, y Rees pasó su tiempo en las montañas, no para disfrutar del mar, sino para estar a solas con Dios, pensando cuál sería el próximo paso.
Una mañana, dos de sus amigos, el profesor Keri Evans y el Rev. W.W. Lewis se reunieron con él para orar. Al enterarse de que aún no sabía dónde quedaría el Instituto, el señor Keri Evans sugirió Swansea. Preguntándose si sería del Señor, Rees hizo un pedido de oración definido: "Si Swansea es el lugar, muéstrame el Instituto antes de ir a Keswick la próxima semana, y la respuesta llegó: "Te lo mostraré mañana". Al día siguiente, mientras los Howells caminaban por la vía a Muebles, la cual bordea la bahía de Swansea, pasaron una finca ubicada en lo alto con vista a la bahía, y notaron que la casa estaba vacía. Subieron hasta la entrada, y vieron que el nombre del lugar era Glynderwen. Mientras estaban allí les vino palabra del Señor: " ¡Este es el Instituto!".
El señor Howells continúa la historia en sus propias palabras: " ¡Qué mansión me pareció! No tenía idea del valor de tal lugar, pero supuse que costaría 10.000 libras, ¡y todo el dinero que teníamos eran dos chelines! Recuerdo la impresión que me causó: ¡Comprar un lugar como ese por fe!
El jardinero nos informó que el señor William Edwards, J.P., el tapicero, era el dueño. El Espíritu me indicó que pidiera al Señor una confirmación en lo imposible; sería la prueba de que El había hablado. Cuando Dios da una prueba como esa, se puede estar seguro de que es algo de El y no del hombre. Así que le solicité que me enviara, dentro de dos días, a un hombre que conociera al dueño, ¡y nosotros no conocíamos a nadie en Mumbles!
"¿Cómo estaban mis sentimientos al día siguiente? Muy confundidos, porque sabía lo que implicaría edificar un Instituto. Si no obtenía la prueba, estaría libre y podría disfrutar de nuevo de la libertad que había tenido durante los diez años anteriores. Por otro lado, si la prueba solicitada nos era dada, tendría que comprometerme y aceptar la lucha.
"Más o menos a las diez de la mañana siguiente, llamó el pastor local. Habíamos asistido a esta capilla cuando él no estaba presente el domingo anterior y al saber que éramos misioneros había venido a invitarnos a tomar el té. ` ¿Conoce usted al señor Edwards, el tapicero?', le pregunté. `Sí, muy bien', contestó. ¡Esto era de Dios! Pero en un momento pasó una nube oscura sobre mí y supe que nunca sería libre de nuevo hasta que el Instituto fuera construido. Solamente los que han pasado por el mismo camino saben lo que esto significó:
"Llamé para ver al señor Edwards, pero me sentí tan débil como un hombre que se está recuperando de la fiebre. Oh, ¡qué carga! ¡Qué pesadez! ¡Parecía que los mismos poderes del infierno estaban en contra mía! El diablo me dijo que yo siempre estaba haciendo las cosas a mi manera, sin dinero y sin estudios de administración comercial. Me parecía no tener fuerza ni para tocar el timbre. Cuando le dije por qué había venido, comentó: 'Otra gente religiosa quiere comprar, pero no son de la misma religión suya. Yo salgo hoy para Londres; si viene a verme de nuevo, lo consideraré". Pero obviamente pensaba que un misionero no podía comprar tal edificio. Dijo que había una taberna en el terreno y ¿qué haría yo con un lugar como ese? ¡Qué momentos fueron aquellos cuando salí de allí! ¿Me habría equivocado?
Fui a ver la propiedad de nuevo al día siguiente, y mientras hablaba con el jardinero, éste comentó: "Los católicos han comprado esta casa". ¡Nunca!, dije. Luego, el Señor me habló: "Por eso es que te he llamado a comprar este lugar. Te he traído del África para hacer un caso de prueba para Mí con la Iglesia de Roma'. Ellos habían sido responsables por la muerte de seis de nuestros mejores hombres en el África Oriental Portuguesa. Ese había sido mi único contacto con ellos y todo mi ser les rechazaba. Sabía que estaban comprando terrenos cerca de las universidades y que nadie los detenía. El Espíritu Santo me estaba diciendo que nunca habría permitido a la Iglesia de Roma tener poder de nuevo en este país si hubiera encontrado a hombres que creyeran 1 en El. Su palabra para mí fue clara: "Me disgustaré mucho contigo si ellos obtienen esta propiedad". Inmediatamente supe que era una competencia con la Iglesia más rica del mundo, y dije: 'Pero no me has dado dinero'. ` ¿No te prometí un talento de oro?', replicó El. 'Si crees, arrodíllate aquí y reclama este lugar'. Así que me arrodillé en el pasto, cerca a un puente pequeño, y reclamé la propiedad. Además, declaré en voz alta: 'Nunca ¡obtendrán esta propiedad! tomo posesión de ella para el Señor"'.
A los pocos días habló de nuevo con el señor Edwards, quien le hizo una pregunta directa: "Si les digo que no a ellos, ¿`cerrará' usted el negocio conmigo?". Rees sabía tan poco sobre la compra de propiedades, ¡que primero tuvo que preguntar cuál era el significado de esa expresión! Luego, le prometió cerrar el negocio dentro de dos semanas, después de su regreso de la Convención de Keswick.
Mientras estaba en Keswick, Dios le dio otra confirmación maravillosa. Le llegó una invitación para predicar en Anwoth, Iglesia ubicada en el sur de Escocia. Enfrentados con tan grande decisión, no hubieran ido a no ser por una guía directa del Espíritu Santo. Pero tan pronto como llegaron a Anwoth, la señora Stewart, con quien se hospedaron, la viuda del anterior Cónsul General en Persia, les dijo que frente al dormitorio de ellos habían sido martirizados veintenas de los que firmaron el Pacto Nacional. "Esto es de Dios", dijo Rees, "nuevamente hemos sido guiados, aún cuando vinimos contra nuestra voluntad". Al día siguiente fueron invitados a tomar el té con Sir William y Lady Maxwell, en la Casa Cardoness. Lo primero que Sir William hizo fue llevarlos a una pequeña sala donde colgaba de la pared un documento enmarcado. "Voy a mostrarles la Escritura más preciosa que hay en Escocia", dijo, "firmada con la sangre de quienes pusieron sus nombres en ella".
"Cuando él dijo eso", continuó Rees, "sentí que mi sangre se me paralizaba. Pensar que en Glynderwen el Señor me había dicho que me había traído de regreso para servirle en un caso contra la Iglesia de Roma, y encontrarme cara a cara con esta Escritura. Es una maravilla que pudiera permanecer sobre mis pies. Había firmas garabateadas en sangre como si las hubieran hecho con pedacitos de madera. Al verlo, cambié totalmente. Haría lo posible para vindicar al Espíritu Santo. Aquella noche en mi habitación, derramé lágrimas. Le dije al Espíritu Santo: 'Aunque me cueste sangre, lo haré por Ti. Si el señor Edwards pide 10.000 libras, las pagaré. Y si la Iglesia de Roma coloca un fósforo en Glynderwen al día siguiente y convierte la propiedad en cenizas, aún diré que ha sido mi mejor inversión. El Espíritu de Dios descendió sobre mí para luchar contra esa Iglesia. Era la ira de Dios en mí hacia la Iglesia de Roma, por mantener a quinientos millones de almas en tinieblas, en el continente y en otras partes. Entré a un mundo donde no contaba con la confraternidad de la gente; la única comunión era con aquellos mártires que habían puesto sus propias vidas por la libertad del Evangelio. Cuando vi. aquella Escritura el poder de Dios vino sobre mí y cambió ¡mi cuerpo de barro en acero!".1
. En cuanto a esta Escritura, el señor J. Purves, quien es el autor de Sweet Believing (Dulce Creencia), un libro sobre estos mártires, nos ha enviado muy gentilmente, la siguiente nota: "Por medio de la familia Real de Stuart, su Derecho Divino de Reyes, y sus leyes y objetivos en la Iglesia del Estado, el poder de Roma ensombreció a Escocia durante casi todo el siglo XVII. A fines de febrero de 1638, fue redactado el Pacto Nacional por los líderes espirituales de la tierra y muchos miles lo firmaron con avidez diciendo: 'Especialmente detestamos y rechazamos la autoridad usurpada de ese Anticristo romano sobre las Escrituras de Dios, sobre la iglesia, el magistrado civil y la conciencia de los Hombres', y de acuerdo a ello anunciamos un replanteamiento claro y literal de la Fe Reformada, tal como se planteó en la Confesión de Fe de 1580-81. Fue la protesta abierta de una nación contra el papismo y la reafirmación de los puntos bíblicos del Evangelio de Salvación. Comprometía solemnemente que lo firmaran, a promover la doctrina y disciplina evangélica en toda su pureza bíblica". "Preservado en el Museo de la Corporación de Edimburgo está el gran original, un pergamino de piel de venado con 3.250 nombres sobre él, algunos evidentemente escritos con sangre. Fue suscrito en el patio de la Iglesia de Greyfriars, Edimburgo, el 28 de febrero de 1638. Inmediatamente se hicieron circular por el país copias de este Pacto Nacional, aún a lugares tan lejanos como Londres, en procura de firmas. Fue una de estas tan apreciadas copias la que el señor Howells vio en la Casa Cardoness, firmada por algunos de aquellos quienes sufrieron hasta la muerte. Las copias preparadas para las firmas eran escritas, generalmente, en papel vitela. El ejemplar de la Casa Cardoness es la única copia impresa que se conoce hoy de ese gran documento, el cual fue abrazado sinceramente por todas las iglesias de 1638, jurado y firmado con lágrimas y gran gozo".
"Me siento en gran deuda con el Coronel E. Rainsford-Hannay, de la Casa Cardoness, por suplirme amablemente los detalles que muestran la autenticidad de la copia Cardoness del Pacto Nacional, en la cual aparecen lado a lado los nombres honrados de los nobles así como de los plebeyos. La señora Rainsford-Hannay es hija de los difuntos Sir William y Lady Maxwell, quienes recibieron como huésped al señor Howells en la Casa Cardoness".
Cuando Rees Howells volvió de Keswick, al señor Edwards le hizo una oferta definida de Glynderwen, por 6.300 libras. "Pensé que pediría más", dijo Rees, "y tenía la intención de aceptarla, pero el Espíritu Santo dijo: `No. Lo que te prometí fue un talento de oro, y ni un penique más'. Me opuse a Dios por un segundo, mostré mi actitud hacia El, pero no dijo ni una palabra más y supe que no me atrevería a desobedecerle. Cuando cuestioné el precio, el señor Edwards me dijo que hablaría el asunto con su agente al día siguiente. Pero en vez de hacerlo, fui a la casa de un amigo en Llanelly, donde no comí ni bebí durante dos días. Qué agonía pasé. . . ¡pero qué lecciones aprendí! Le dije a Dios que El me había llamado a luchar contra la Iglesia de Roma, y que ahora estaba poniendo objeciones por 150 libras. El a cambio me recordó: ¿No había reclamado yo a Glynderwen para El? ¿No creía, entonces, que los católicos no lo obtendrían? Si se había ganado la batalla en Escocia, ¿podría el Espíritu permitir que el señor Edwards vendiera la propiedad a otro? Comenzaba a fortalecerme. ¿Estaba el señor Edwards en las manos del Espíritu Santo? ¿Podría inducirlo el diablo a vender la propiedad? En dos días obtuve la victoria, ¡y qué libertad tuve! No importando el precio que el enemigo ofreciera, él no podría obtener la propiedad. Había oído decir que el señor Edwards era un gran hombre de negocios, pero tenía que aprender que Dios podía ejercer control sobre él. Llegué a comprender que si Dios desea tomar posesión de una propiedad, el dueño tiene muy poco que ver en el asunto.
Cuando volví a casa, recibí una carta del señor Edwards diciendo que el negocio no se haría. Ya que yo no había ido a ver a su agente, había comprobado que no era un hombre de negocios. Vendería la propiedad a otro que le ofrecía 10.000 libras.
"La carta no me afectó porque el Capitán Invisible se había hecho cargo de la situación y la responsabilidad ya no era mía. Escribí al señor Edwards y le dije francamente que me era más difícil rehusar su oferta de 6.300 libras que aceptarla; pero que Dios había dicho que no debería pagar más de 6.150 libras. Le conté que después de pasar dos días con El, sin comer ni beber, me había confirmado Su palabra. ¡Recibí una carta como respuesta, en la cual me decía que rebajaría la oferta en' 500 libras! Rehusó recibir un penique más. ¿No era esto de Dios?".
Cuando se firmó el contrato, el señor Howells tenía un plazo de diez días para el pago inicial. El día que debía ir al agente con el dinero, le faltaban 140 libras. A la hora de la entrega, aún le faltaba esa cantidad, pero en fe, salió para la oficina. No había estado allí mucho tiempo, cuando llegó la señora Howells. Ella lo había seguido con la correspondencia en la que había tres cheques que sumaban exactamente 140 libras.
Pero la batalla verdadera surgió en cuanto a la suma total a pagar. El nunca antes había tratado con sumas tan grandes, y la carga sobre él fue grande. No debía presidir reuniones, ni hacer llamados para recolectar el dinero; sus ojos deberían estar puestos solamente en Dios. Rees se puso a orar, pasando los días en la pequeña habitación del segundo piso de la casa de su madre. Estaba a solas con Dios y Su Palabra de seis de la mañana a cinco de la tarde. A esa hora ingería alimentos por primera vez en el día. Por las noches continuaba en oración, ahora acompañado por su recién hallado compañero de oración, el señor Tommy Howells. Pasaron diez meses de esta manera hasta que la victoria fue completa.
Fue durante este tiempo que Dios estableció para él los principios de fe en las finanzas. Esto predominarían en todos sus tratos futuros con compras de propiedades y su mantenimiento. Jorge Müller era el único hombre de quien él sabía que había hecho algo así antes; sin concilio, sin denominación que lo apoyara, sin hacer conocidas a otros sus necesidades, y encerrado con Dios solamente. El señor Howells halló en él una gran ayuda en la prueba de que se puede confiar en las promesas de Dios y así caminar por fe. En efecto, comentó que los únicos dos libros que le ayudaron durante este período crítico fueron la Biblia y la autobiografía de Jorge Müller. A menudo se sentía animado a pensar: "Esto debe ser verdad, porque Müller lo hizo". "Estaba decidido a no hacer más de lo que Müller hizo, o sea, no comprar ni edificar hasta no tener tres cuartas partes del dinero.
Pero en sus súplicas diarias al Señor en cuanto al talento de oro prometido, el Espíritu le recordó algo más: el libro de Hageo. Los judíos habían comenzado a construir el segundo templo y la obra se había detenido debido a las acusaciones de sus enemigos. Entonces el Señor, por medio de Hageo, les dijo que fueran y construyeran aunque estuvieran en gran pobreza. Fue entonces cuando Dios les dijo: "Mía es la plata y mío es el oro", (Hag. 2:8). Empezaron a edificar basados en la fortaleza dada por la promesa, y en la lejana Babilonia, Dios movió al rey Darío para buscar en los archivos y ver lo qué les había prometido Ciro, y les envió todo lo que necesitaban (Esd. 6).
Después de enfrentar a Rees con este pasaje, el Señor le dijo: "Si crees que soy el dueño de la plata y el oro, mientras construyes te daré todo lo que necesites". En otras palabras, el Señor estaba ahora guiando a Su siervo de manera diferente a como lo hizo con Muller. No debía esperar hasta que tuviera las tres cuartas partes del dinero, sino que debía seguir adelante y no esperar una liberación del Señor en el día de hoy para una necesidad de mañana. Dios le había enseñado años antes, que "las promesas de Dios son iguales a dinero en efectivo", y que por lo tanto, debería actuar basado en las promesas como si realmente tuviera el dinero en la mano; pero él nunca pensó que fuera llamado a aplicar ese principio en gran escala. Implicaba muchas pruebas severas y no dudó en usar los métodos de adelantos del banco cuando era guiado a hacerlo. Pero la prueba de que Dios había estado con Su siervo de esta manera como lo estuvo con Jorge Muller de la otra, es que no hay deudas ni hipotecas hoy en las propiedades, cuyo valor actual es de unas 100.000 libras.
Pero regresemos a la compra de Glynderwen. El próximo pago requerido era de 2.000 libras. El Señor envió regalos desde cinco chelines hasta 300 libras durante los próximos tres meses. Cuando sólo tenía 1.700 libras, el agente inesperadamente le llamó requiriendo el pago a las once de la mañana siguiente. Al principio, Rees se desconcertó un poco pensando el por qué el Señor había permitido este pedido tan repentino. Caminaba por la calle Wind ("Viento") en Swansea y cuando pasaban bajo el puente, la palabra del Señor vino a él: "Confía en el Señor siempre, porque en Jehová el Señor están los recursos eternos". Era una palabra desde el cielo para él, y creyó que para las once de la mañana siguiente estaría pasando bajo aquel puente con el dinero. Tenía que tomar un tren y, hallando un vagón vacío, se arrodilló y alabó a Dios. "Podría haber danzado de gozo", dijo. A la mañana siguiente tenía las 300 libras. La mujer que las envió le dijo después que había sentido una gran carga por él durante la misma media hora en la cual él creyó. Era una carga tal, que tuvo que cerrar la tienda para ir a enviarle el dinero. ¡Podía pagar las 2.000 libras ese día y aún tener 18 libras a su favor!
Glynderwen había sido la casa de Sir Charles Eden, un tío del Honorable Anthony Eden. El terreno consistía de una mansión y 3.200 metros cuadrados, además de una taberna. La propiedad se había distribuido en prados, jardines, y un campo de tenis, teniendo una vista preciosa de la Bahía de Swansea y Mumbles. Durante los días de prueba, antes de ser pagadas las dos mil libras, surgió una oferta para comprarle al señor Howells la taberna y 1,600 metros cuadrados. Hacía muchos años que no se había concedido ninguna licencia nueva para la venta de licor en Swansea, así que el permiso sólo, ya valía más de mil libras. Tal venta hubiera provisto el dinero que se necesitaba. Esta fue la primera tentación en cuanto a finanzas; una manera fácil de salir del apuro. Pero no había posibilidad de términos medios. La oferta fue rechazada, la taberna se cerró, y el valor de la licencia se perdió. El poseedor del permiso fue indemnizado por liquidar tal negocio. La justicia es para todos, tanto santos como publicanos. Después, agregándole ocho habitaciones, la taberna misma fue convertida en un albergue para caballeros.
Toda la propiedad fue colocada en manos de tres administradores, quienes permanecieron unidos en esta aventura de fe. Fueron: El finado Rey. W.W. Lewis, un muy conocido y respetado ministro de Swansea; el señor Henry Griffiths, entonces el funcionario de confianza de la Compañía de la Mina de Carbón de la Montaña Grande y ahora es Contador de Grupo del Consejo Nacional del Carbón; y el tercero era Rees Howells.
El señor Edwards, el dueño previo, llegó a ser muy amigo de Rees y en años posteriores hizo contribuciones para la obra. Le dijo, "Yo no podía vender la propiedad a nadie más". Cuando se recibió la cuenta completa con cerca de veinte partidas, incluyendo los honorarios del agente, y la suma pagada por la licencia de la taberna, el total llegó a ser de 6.150 libras, siete chelines y cuatro peniques, ¡el equivalente a un talento de oro más siete chelines y los cuatro peniques!
La apertura del Instituto fue el lunes de Pentecostés de 1924 y vinieron multitudes a oír el recuento de lo que Dios había hecho durante el gran período de desconcierto comercial y escasez de dinero. Se reunieron alrededor de mil personas. "Recuerdo cómo me probó Dios", dijo Rees, "en ese entonces no teníamos ni una carpa o un edificio que fuera suficiente para acomodar a tanta gente y las reuniones tendrían que celebrarse al aire libre. Había estado lloviendo durante casi toda la semana. Yo había pedido cientos de sillas de la Corporación. El domingo obtuve la victoria respecto a que el lunes de Pentecostés haría buen clima; le dije a la gente que no habría ni una gota de lluvia hasta que llegaran a sus hogares ese día". Una de los futuros tutores del Instituto Bíblico, un erudito del griego y del hebreo, el Rev. Llynfi Davies, M.A., B.D., testificó después cómo había llegado a aquella reunión siendo un modernista y había salido siendo creyente. Al no encontrar un comité o un cuerpo religioso tras el Instituto, la prensa lo llamó "El Instituto de Dios". . . ¡Un título acertado!
Capítulo Veintiséis
EL INSTITUTO BÍBLICO DE GALES
Durante los primeros doce meses posteriores a la apertura del Instituto todo fue un gran éxito. Había cinco tutores y 38 estudiantes, la noticia acerca del Instituto salió en todos los periódicos del sur de Gales. Al finalizar el primer período se celebró una Convención a la cual asistieron cuarenta pastores. Pero ninguna obra de Dios queda bien establecida si no pasa por fuego. Debido a su creciente popularidad, Dios tuvo que llevar al Instituto a la muerte para que no hubiera nada en que pudieran confiar sino solamente en El. Fue igual que en años pasados cuando quitó a su siervo la popularidad y le hizo vivir del ojo del público, llevándolo a una vida oculta que muy pocos entendieron.
Dios le había estado mostrando al señor Howells durante las vacaciones de verano que El no estaba totalmente satisfecho con el Instituto. Había mundanalidad entre los estudiantes y falta de voluntad para vivir de acuerdo a los modelos de fe y entrega total que el Espíritu Santo había dicho debían ser presentados y sostenidos dentro de la institución. El Señor le advirtió que vendrían problemas, pero que por medio de ellos El haría una purga en la obra para Su gloria. Aún así, no se dieron cuenta en forma total, de lo severa que sería la prueba.
Poco después de comenzar el segundo período, surgió un conflicto agudo de carácter interno, que redujo el personal a un equipo de dos profesores y cinco estudiantes. Las heridas dentro del Cuerpo de Cristo son siempre dolorosas y nos colocan en el polvo, a los pies de Aquel quien murió para hacernos uno con El. Pero Dios tiene maneras maravillosas de sacar bien del mal, e hizo esto con el Instituto. En cuanto al señor Howells, Dios le dio una palabra definida: "Donde no hay chismoso, la disputa cesa". Fue así como no permitió que se le hablara una palabra en contra de aquellos que se habían ido. El Señor lo llamó nuevamente a la posición en la cual fue capaz de amar a aquel misionero de Madeira. Sin necesitar semanas para lograrlo en esta ocasión, pudo orar para que Dios bendijera tanto a quienes se habían ido como a los que se quedaron.
Durante doce meses no tuvieron ni una sola clase, y muchos pensaron que el Instituto nunca se levantaría de nuevo. Pero este tiempo fue pasado a solas con Dios en oración y pudieron comprobar que la obra no dependía del sostén humano o de la popularidad. "A través de esta experiencia", dijo Rees, "el Instituto fue colocado sobre la Roca de las Edades, sobre una base que ningún hombre ni diablo podría remover jamás". Es muy notable el hecho de que nunca recibieron grandes ofrendas hasta entonces, pero en adelante Dios empezó a enviarles sumas cada vez mayores de dinero.
A los cinco años, con ocasión del quinto aniversario, Rees Howells publicó el primer informe escrito. En él decía:
Deseamos relatarles brevemente lo que se ha logrado durante los últimos cinco años, tanto por medio de la fe, como por la oración efectiva. Miles estuvieron pendientes del resultado de esta aventura de fe. Un Instituto sin un comité, concilio, denominación y persona rica que lo apoyara. No se pidió ayuda financiera; una de las metas principales era el fortalecimiento de la fe del pueblo de Dios al dar una prueba visible de que El es el Dios viviente y fiel. . . Las necesidades del Instituto tal como está hoy son de cinco libras diarias (casi 35 libras semanales). Durante los pasados tres años, rara vez hemos tenido fondos suficientes para suplir nuestras necesidades de tres días seguidos. Ha sido la voluntad de Dios enseñarnos la forma de confiar en El cada mañana para las necesidades del día, para dar así una demostración práctica de las palabras `danos hoy nuestro pan de cada día'. Estos años han sido de gran confusión financiera en el mundo; la escasez de dinero y la presión financiera han hecho fallar los corazones de los hombres y muchos no han podido soportar la tensión. Pero el Señor ha estado comprobándonos día a día que la fe viva está por encima de las circunstancias; ningún retardo puede desanimarla, ninguna pérdida de amigos ni depresión comercial puede afectarla.
Durante este período el Señor ha permitido que seamos probados más allá de nuestras fuerzas; a menudo fuimos presionados sin medida, por encima de nuestra fortaleza. . . para que no confiáramos en nosotros mismos. Nuestra fe ha crecido con la obra y hemos experimentado una y otra vez que todas las pruebas han venido para el fortalecimiento de ella. Pocos años atrás fuimos capaces de aceptar el desafío de edificar un Instituto cuando sólo teníamos dos chelines. Hasta ahora hemos recibido 8.000 libras, sin pedirle dinero a nadie. Esto es para nosotros una gran motivación para que confiemos aún más.
En nuestro equipo tenemos seis tutores, cuatro de ellos con grados obtenidos en diversas universidades de nuestro país; los otros dos son pastores destacados en nuestra ciudad. Tenemos treinta estudiantes en el Instituto, hombres y mujeres quienes han sido llamados por el Espíritu Santo y han aceptado con gozo la vida de fe. La enseñanza es gratuita, y el alojamiento cuesta lo menos posible. Por medio de las ofrendas enviadas al Instituto en respuesta a la oración de fe, hemos podido alojar por casi la mitad del costo actual.
Capítulo Veintisiete
COMPRA DE LA SEGUNDA PROPIEDAD
El Señor había estado colocando una carga durante dos años sobre Rees: Que adquiriera otra propiedad para poder duplicar el estudiantado. La palabra que recibió fue: "Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas".
Un mes antes de imprimir aquel primer informe, él supo de la muerte de Sir Charles Ruthen, el propietario de Derwen Fawr, una hermosa propiedad ubicada un poco más allá de la vía a Glynderwen. (Derwen Fawr en galés significa Gran Roble. El antiguo árbol aún está en los terrenos). Sir Charles había sido Director de Vivienda para el Ministerio de Salud, e invirtió miles de libras en la propiedad comprando toda la tierra que había entre ella y la carretera a Mumbles, para impedir que algo obstruyera la vista de la bahía de Swansea. El terreno consistía de una casa grande, tres casas de campo, y siete hectáreas de terreno. Sir Charles había demostrado su habilidad como arquitecto al modificar la casa y al convertir grandes áreas del terreno en prados y en hermosos jardines italianos. Para estos jardines hizo arreglos con piedras costosas traída de Italia, costándole más de 20.000 libras. Entre los huéspedes que habían estado allí se encontraban el señor Lloyd George y su familia cuando él era Primer Ministro, Lord Melchett, y otros ministros del gabinete. El valor del terreno iba en mucho aumento porque la ciudad de Swansea crecía rápidamente en dirección a Mumbles y porque Derwen Fawr era la propiedad más grande y más cercana a la Universidad.
El Señor le reveló al señor Howells que Derwen Fawr era la próxima propiedad que debía comprar. Así que empezó a orar al respecto, y algunas veces caminaba con sus amigos alrededor del muro de la propiedad tal como si rondaran los muros de Jericó. Poco después supo que Lady Ruthen había puesto la propiedad a la venta y que, una vez más, la Iglesia de Roma quería comprarla. Ante tal prueba, sintió la necesidad de una señal de parte de Dios. Vió la seriedad de la posición, porque si adquirían esta propiedad podrían establecer un centro cercano a la Universidad. Estaba seguro de que Dios lo llamaba de nuevo a "luchar contra el enemigo, la Iglesia de Roma". De manera que le pidió que como confirmación le enviaran un cheque grande al día siguiente, de una fuente nueva para ellos. En la mañana llegó el primer y el segundo correos sin dinero, ¡pero en el tercero había una carta con 100 libras provenientes de alguien que nunca les había ofrendado antes!
La gran depresión financiera estaba en su peor grado entonces, y las existencias de oro de la Gran Bretaña descendieron. Era la peor época para emprender otra gran deuda. La carga sobre él era grande. "El Señor muestra siempre todas las dificultades cuando va a hacer algo a través de uno", dijo. Se sintió guiado a pedir otra señal más. El cumpliría cincuenta años en unos días, y le pidió a Dios que le enviaran un cheque por cincuenta libras, una libra por año, y que también proviniera de una fuente nueva. "Recuerdo la reunión que tuvimos la noche anterior", dijo, " ¡alabando a Dios antes de la victoria! Estábamos creyendo grandes cosas". Llegó la mañana y todo el equipo y alumnos estaban esperando la liberación divina. Esta vez el cartero trajo solamente una carta, de Escocia. "La abrimos con gran animación y encontramos dentro un cheque por cincuenta libras que venía de un donante nuevo".
Llevó esta ofrenda a su primo, el Dr. John Manila quien tenía un consultorio en Swansea y se la mostró como señal de que él sería el dueño de Derwen Fawr. El doctor hizo contacto con Lady Ruthen y en pocos días los dos fueron a ver la propiedad. Ella concedió al señor Howells la primera opción de compra. Lo más notable de todo, es que el mismo día que ellos fueron a visitarla por primera vez, conocieron al agente de los Católicos Romanos quien había sido enviado desde Londres para evaluar la propiedad. "Pero el Señor cambió el tiempo", dijo Rees. "Fue un día deprimente, húmedo y lleno de niebla y estoy seguro que no vio ni la mitad del lugar. Se debe haber ido no muy impresionado". Pero Rees estaba "cara a cara con el enemigo" su gran prueba había llegado. ¿Haría él la primera oferta? Por Glynderwen habían ofrecido 4.000 libras más de lo que luego pagaron; ¿qué ofrecerían por Derwen Fawr? Fue hasta el agente y le dio su cifra. El agente lo consideró favorable, y le pidió que volviera después del fin de semana.
"Recuerdo cómo me sentí al pensar en lo que había hecho", dijo el señor Howells. "Todavía debía por Glynderwen y estaba adquiriendo una nueva deuda de 10.000 libras. Aquel domingo debía predicar lejos de Swansea. Cuando me acosté el sábado en la noche, no podía dormir. Me levanté y bajé para orar. Esto implicaba una zambullida repentina en miles de libras sin tener ni un centavo a la mano. Sólo aquellos quienes han puesto su mano en el arado y no pueden mirar atrás saben lo que significa esto. Todo el ayuno del mundo no es nada comparado con el hecho de tener deudas. Nunca lo hubiera hecho por mi propia familia, solamente por el Reino. El diablo me dijo claramente que si compraba Derwen Fawr aún debiendo por Glynderwen, iría a la corte por bancarrota. Me vi. en esa situación. Pero cuando hizo mención de la palabra 'bancarrota', le dije; `Cuando estaba en Escocia, dije que iba a pagar 10.000 libras por Glynderwen y que si los Católicos lo convertían en cenizas al día siguiente, aún sería la mejor inversión que jamás hubiera hecho. Es así como no solamente estoy dispuesto a ir a la bancarrota por Derwen Fawr, sino que estoy dispuesto a derramar hasta mi última gota de sangre para que no caiga en manos de la Iglesia de Roma'. En el momento en que lo dije eso, obtuve la victoria. En mi predicación dominical me sentí tan libre como un pájaro.
El lunes en la mañana regresé a Swansea y fui al agente para saber si las negociaciones habían sido exitosas. El no había llegado, y mientras caminaba por la ciudad esperándolo, me encontré con un amigo que me preguntó dónde había estado durante el fin de semana. Dijo que pensó en mí constantemente. 'Y con razón', le dije, ¡he estado en la corte para bancarrotas!'. Seguidamente le describí la victoria del sábado en la noche. Se quedó pensando por un momento, y luego dijo: ` ¿Por qué estás solo luchando esta batalla? ¿Eres acaso el único protestante en el mundo?'. 'Parece que así es', le respondí. 'Bien', continuó, 'no vas a seguir sólo en esto. Si los que firmaron el Pacto Nacional dieron su sangre para obtener esta libertad para nosotros, yo también voy a dar algo para mantenerla. Vé a tu agente, y si tu oferta es aceptada, regresa a mí por el depósito'. ¡Qué victoria de valor incalculable! Ambos nos quedamos quietos con lágrimas en nuestros ojos. Había sido una dura escalada, pero pude decir con Abraham: 'Jehová-Jireh, en el monte de Jehová será provisto'. También me parecía oír aquellas palabras que habló Dios a Su siervo: 'Por cuanto has hecho esto,... de cierto te bendeciré. . . por cuanto obedeciste mi voz'. La liberación se halla siempre en el 'monte'; la fe viva debe probarle primero a Dios que ha aceptado Su promesa y palabra como la victoria".
Cuando llegó al agente, dijo que habría algún retardo en las negociaciones. Entonces el Señor le dijo al señor Howells que hiciera conocido el desafío. Así que envió 4.000 folletos contando sobre la guía del Señor al respecto y diciendo: "Las negociaciones se están llevando a cabo y ahora que el Señor nos ha dado la victoria por medio de la fe, creemos que 'Jehová-Jireh' Jehová proveerá muy pronto y estará inscrito sobre esa maravillosa propiedad".
Unas semanas después, los católicos retiraron su oferta, probablemente debido al informe desfavorable de su agente. Pero también había otro sindicato queriendo la propiedad, pues los contratistas locales sabían que ésta era una de las propiedades más deseables para la construcción en toda la ciudad de Swansea. Durante varias semanas de tensión no se sabía si sería de ellos o del Instituto. El único derecho que el señor Howells tenía era la promesa de la primera opción que le había dado Lady Ruthen. Fue a la oficina del agente un sábado para hacer el arreglo final, pero él dijo que estaba muy ocupado y le pidió que regresara el lunes siguiente. Rees podía ver que lo estaba dejando a un lado, y le pidió a su primo, el doctor, que lo acompañara el lunes. "Fue un día culminante que recordaremos siempre", dijo el señor Howells. "Cuando llegamos a la oficina estaba solamente la oficinista; dijo que el agente estaba enfermo en su casa, ¡y que me había enviado un mensaje diciendo que Derwen Fawr se había vendido! Fue demasiado para mi primo y no anduvo con rodeos en lo que dijo. Ahora, en verdad, era la gran prueba. ¿Era de Dios o del hombre? Si era de Dios, Derwen Fawr nunca podría ser vendida a otra persona. Al salir de la oficina, el Señor me dio fortaleza para decirle a mi primo: ¡Derwen Fawr no está vendida!'. Su respuesta estuvo llena de énfasis: ` ¿No oíste a la mujer decir que ya se ha vendido? ¿Cómo puedes decir que no lo está?'. 'Por qué el Señor me dijo que la comprara', respondí. 'Hace meses que lo publiqué en un folleto'. Luego, le dije: ` ¿Iras a ver al agente?'. Este hombre era un paciente de mi primo. Estuvo de acuerdo y salió inmediatamente para allá. La hija abrió la puerta y dijo que nadie podía ver a su padre, que estaba demasiado enfermo como para recibir visitas. 'Es la primera vez que sé de un paciente que está demasiado enfermo como para ver a un médico, respondió mi primo y entró. Fue entonces cuando supo que el sindicato había enviado un cheque para el depósito a la oficina del agente, el cual hubiera sido aceptado esa mañana al no estar enfermo él. A esa hora, a las once de la noche estuvo de acuerdo en rechazarles la oferta.
Luego, el Señor me dijo: 'Debes comprar Derwen Fawr esta noche, o nunca'. Así que aquella misma noche mi esposa y yo fuimos a ver a Lady Ruthen. Mientras nos acercábamos notamos que apagaron todas les luces. `Mira', dijo el enemigo, ' ¡saben que vienes y no quieren verte!'. Ella vaciló y nos dijo que estaba considerando no vender la propiedad. Le recordé su promesa, y su yerno la confirmó. Entonces le ofrecí 500 libras más que el sindicato y todo se arregló. El yerno me pidió que le diera al agente un depósito hasta que pudiéramos firmar el contrato. Todo lo que yo tenía en este mundo eran 25 libras de dos ofrendas que había recibido ese día, ¡así que ese fue mi primer depósito!".
La decisión de comprar había sido tomada en Noche Buena, por el precio de 8.000 libras. En tres días, el señor Howells recibió cinco donaciones de 250, 300, 50, 25 y 50 libras, y con otras sumas pequeñas pudo pagar el depósito legal y asegurar la propiedad. Rees no fue guiado a aceptar la amable oferta hecha unos pocos meses antes por aquel amigo quien, sin embargo, ayudó substancialmente después.
El lunes de Pentecostés de 1930, cerca de mil personas de todas partes de Gales se reunieron para celebrar el sexto aniversario del Instituto y la dedicación de Derwen Fawr. En los jardines del frente de la casa había un gran pedestal de piedra de cerca de más de un metro de altura, sobre el cual estaba colocada una estatua. Esta fue removida y en ambos lados del pedestal se hallan ahora dos inscripciones como testimonio permanente de la fidelidad de Dios: "Jehová-Jireh" Jehová Proveerá, y "Fe es substancia".
Capítulo Veintiocho
LA TERCERA PROPIEDAD Y EL HOGAR DE NIÑOS
Mientras Rees Howells aún estaba pagando la propiedad de Derwen Fawr y confiando diariamente en el Señor para las necesidades del Instituto, Dios le dijo que siguiera erigiendo nuevos edificios. Los dos primeros en construirse serían la Capilla del Instituto, con capacidad para 200 y un Salón de Conferencias para 400 personas. Seguirían dos residencias para varones y una para damas para acomodar a cien estudiantes; todo a un costo de unas 6.000 libras.
Cuando contrataron a los obreros, no había ni un centavo a la mano. Pero aunque se les empleó regularmente durante 18 meses, implicando esto un salario semanal de entre veinte y treinta libras, ni una vez se fueron sin recibir sus salarios completos. Aún así, era raro tener dinero los viernes para pagar los salarios el sábado. Algunas veces la liberación no venía en el primer correo del sábado, haciéndose un llamado a la oración triunfante antes de que llegara el segundo. "El Señor me mantuvo permaneciendo cada día y cada hora", dijo Rees, "para así cumplir con el requisito de poder reclamar respuesta para mis oraciones".
Durante estos meses fue guiado por primera vez a orar por una donación de 1.000 libras. Un martes en la mañana, el Señor le dijo que hiciera a los obreros detenerse en su trabajo, que dejaran de dar las clases y que dedicaran cada hora a esperar en Dios. El trabajo no debería reiniciarse hasta que no llegaran las mil libras y durante aquellos días "no hubo sonido de martillo". Día tras día oraban una y otra vez, "alcanzando el Trono con cada oración", hasta que llegaron las 1.000 libras el viernes en la mañana. “¡Qué grito de victoria hubo!".
Cada mañana cuando llegaba el lechero al Instituto, el señor Howells estaba allí para saludarlo. Acostumbraba decir que, como él mismo, Rees había descubierto el secreto de tener que "ser un pájaro tempranero, si se desea vencer en el mundo". Cuando llegó la mañana después de la victoria, puso sus caneca en el piso deliberadamente, con las manos en la cintura le preguntó: "¿Es verdad lo que he oído?". "¿Qué has oído?". “¡Que has conseguido mil libras!". "Sí, es verdad". “¡Bien, bien! Parece que tú y Amy Johnson (la actriz), ¡son las dos únicas personas que pueden conseguir dinero en estos días!".
El programa de construcciones estaba por finalizar cuando llegó el siguiente llamado, en 1932. Rees estaba leyendo sobre la vida del Dr. Whitfield Guinness, de la Misión al Interior de la China. Nadie les había ofrecido un hogar a sus hijos en ese país durante sus vacaciones de los estudios, a pesar de que sus padres habían abierto su hogar a tanta gente. Decía que eso le angustió más que las persecuciones que tuvo que soportar en la China. El Señor usó esto para colocar ante Rees la necesidad de muchos misioneros que tenían que dejar a sus hijos en su patria para poder salir al campo misionero. Fue una de las experiencias profundas y agonizantes de su vida. Sintió la angustia de las madres quienes dejaban a sus niños en este país, sin hogar y sin parientes cercanos. El Espíritu Santo permitió que lo experimentara. Estuvo en su habitación sin comer ni beber, y sus gemidos se oían, hasta que clamó al Señor: "¿Qué deseas que haga?". (El acostumbraba decir que había una ley: cuando no se puede soportar más una carga, el Espíritu Santo debe tomarla). Sólo se sintió libre cuando el Señor le dijo: "Quiero que hagas un hogar para los hijos de los que no pueden llevarse a sus niños al campo misionero", y estuvo de acuerdo. Una experiencia profunda, sí, y un gran resultado. Del dolor provino la visión del Hogar y Escuela para Hijos de Misioneros. El fruto de esta intercesión se había obtenido años antes, cuando Dios le dijo que lo había hecho "un padre para los huérfanos". Desde ese día en adelante hubo oración continua en el Instituto, rogando por la causa de las madres y padres quienes habían probado por su obediencia que amaban al Señor más que a sus propios hijos.
Para establecer el Hogar, el señor Howells negoció durante varios meses con la Corporación Swansea respecto a comprar Sketty Park, la mansión de Sir Byng Morris, que incluía siete hectáreas de terreno y no quedaba lejos del Instituto, pero al final la Corporación decidió no vender. Al día siguiente, fue puesta en venta otra propiedad llamada Sketty Isaf. Esta era también un terreno de siete hectáreas, exactamente al otro lado de la vía a Derwen Fawr; los dueños deseaban vender la casa con solamente dos hectáreas, dando opción de compra de las otras cinco. El ocupante era el Major Pratt, quien, cuando supo que el señor Howells había empezado a orar por el sitio, dijo jocosamente en su club: " ¡Si Rees Howells ha comenzado a mirar por sobre mis muros y a orar, mejor salgo antes de que me pase algo!". ¡Y así lo hizo!.. .
El Señor le dijo a Rees que comprara el sitio. El contrato fue confeccionado por el agente y entregado a él para firmarlo, pero no tenía el depósito. Así que cargó durante tres semanas el documento en el bolsillo. El agente quiso que se lo diera de nuevo, pero Rees lo mantuvo lejos de su alcance. El Señor lo liberó en tres semanas, y Sketty Isaf se compró por 3.000 libras. Solamente en un mercado decadente, en días de depresión, pudo comprarse tal casa y terrenos tan baratos; tal como Derwen Fawr llegó a sus manos por un precio muy por debajo de su valor en un mercado normal. Más tarde, compró las otras cinco hectáreas y obtuvo casi tres más de terreno limítrofe baldío.
El fracaso en comprar Sketty Park y la posterior guía del Señor en cuanto a la mucho más conveniente propiedad de Sketty Isaf, ilustra una importante lección de fe, la cual explicó el señor Howells de la siguiente manera: "Siempre tenemos dificultad en un punto que no es realmente esencial, pero luego se obtiene algo mejor. Antes de comprar Derwen Fawr, estuve intentando durante meses comprar otro lugar grande a algunos kilómetros de distancia. Tuvimos la fe para comprarlo, pero mi oferta fue rechazada, y supimos que no era de Dios. Esa misma semana se ofreció a la venta Derwen Fawr, y yo no la habría cambiado por dos como aquella otra propiedad que antes pretendíamos. Luego obtuve la fe necesaria para comprar Sketty Park. En el momento en que la Corporación rechazó mi oferta, sentí gozo porque reconocí que Dios estaba en ese rechazo, y al día siguiente, ¡Sketty Isaf estaba en venta!". Luego Rees continuó mencionando lo que se registrará en un capítulo posterior, de cómo intentó comprar Sketty Hall, la casa de Lord Swansea, pero se le rechazó después de obtener la fe. En su lugar, Dios le dijo que comprara Penllergaer y ese gran terreno es probablemente del valor de varias veces Sketty Hall.
El mismo principio de fe se vio en acción en muchas otras ocasiones de su vida. Tratando de obtener una gran meta que el Señor le había dado, investigaba, pedía y creía en alguna liberación o provisión particular que no obtendría en la forma exacta en que la había pedido. A aquellos quienes estaban contemplando desde afuera, esto a menudo les parecía un fracaso o error y venían grandes cantidades de críticas; pero el efecto sobre él y los que estaban con él en la batalla de oración era opuesto. Esto solamente servía para fortalecerlo en la búsqueda del principal objetivo de fe hasta que lo había obtenido. Una desilusión en el proceso de lograr lo pedido lo consideraba como un trampolín, no como un fracaso. La semejanza es con un escalador quien sube hasta un pico pensando erróneamente que es la cumbre, solamente para hallar picos más altos más adelante y así aumentara su resolución de alcanzar la cumbre. El mismo principio se verá en operación más tarde en las batallas de fe del tiempo de la gran guerra.
El Instituto Bíblico contaba entonces con cincuenta estudiantes. Algunos de los que empezaron más temprano habían sido llamados ahora a formar parte del equipo del Instituto: Tommy Howells, un amigo del señor Howells en Brynamman, la señorita Margaret Williams, y otros quienes desempeñaban varios puestos de responsabilidad. Entre los tutores estaba el Rey. A.E. Glover, M.A., autor de A Thousand Miles of Miracle ("Mil Millas de Milagro"). Algunos de los estudiantes fueron a los campos misioneros con diferentes entidades: Una pareja con la Misión al Interior de la China, otros con la Cruzada Mundial de Evangelización (WEC), uno fue a la antigua estación misionera del señor Howells, Rusitu, con la Misión General al África del Sur; otro buen número de estudiantes entró al ministerio en Gales mismo.
La Escuela para Niños de Misioneros abrió sus puertas en 1933 contando con once niños y niñas, incluyendo a algunos alumnos diurnos del distrito, quienes también eran admitidos. A medida que se desarrolló, se tenía cuidado de preservar el Hogar cono un verdadero hogar para niños, sin la intrusión de la atmósfera de la escuela. Muy pronto creció el número de estudiantes diurnos y de hijos de misioneros y Dios empezó a enviarles el equipo: Kenneth McDouall, M.A., como director; la señorita Doris Ruscoe, B.A., como directora; la señorita G. Roderick, como ama de llaves y madre de los niños; la señorita Elaine Bodley, directora de la Escuela Preparatoria, y otros profesores y ayudantes, quienes daban gratuitamente sus servicios para el Señor. La Escuela se trasladó en 1935 a Glynderwen, y con su rápido desarrollo se hicieron necesarias extensiones adicionales. Un edificio para dormitorios, tres para las clases, y un gimnasio fueron añadidos. Como de costumbre, no había ni un penique a la mano cuando los constructores llegaron. Dios no trajo los pagos para la primera semana hasta el segundo correo del sábado, cuando llegó un cheque por veinte libras. El sábado siguiente, el Señor movió a una dama a dejar la preparación de su comida para ir al Instituto a donar 25 libras. En maneras como ésta, semana tras semana, se erigieron todos los nuevos edificios del Instituto y de la Escuela, ubicados en los tres terrenos, valorados en unas 30.000 libras.
Mientas edificaban, Rees recibió nueve ofrendas separadas de mil libras. En cierta ocasión, el Señor le dijo que de todas las ofrendas de cien libras o más debía dar el 25%. Un año, él dio mil libras para la obra de Dios en otro lugar, aunque en realidad él mismo las estaba necesitando para el adelanto de este trabajo. Siempre creyó en la ley del ciento por uno, y actuó basado en ella. Empezó el Instituto con dos chelines, y en catorce años el Señor le envió 125.000 libras.
Durante estos años, además de la bendición que recibieron los visitantes que ya conocían al Señor, hubo una sucesión continua de personas que conocieron al Señor. Le recibían como Salvador, bien fuera por medio de las reuniones en el Instituto o por estar bajo la influencia del Espíritu a través de la atmósfera del lugar. En realidad, sería necesario todo un volumen para contar las muchas historias de cómo "éste y aquel hombre nacieron de nuevo allí".
Capítulo Veintinueve
LIBRO DE ORACION: EDUARDO VIII
Durante los primeros años del Instituto, hubo algunos ejemplos destacados de respuestas a la oración, a escala nacional. Estos fueron precursores de la oración estratégica a nivel mundial al que sería llamado el Instituto en años posteriores. Dos de ellos son dignos de relatarlos.
Algo que se recordará siempre es la controversia que se levantó en 1928 en relación a la propuesta de introducir el Nuevo Libro de Oración en la Iglesia de Inglaterra. Prácticamente todos los obispos estaban de acuerdo en tenerlo, a pesar de la tendencia romanista, y de acuerdo con los periódicos, era una conclusión inevitable el hecho de que el Parlamento lo aceptaría. Muy pocos en el país hubieran pensado que la Cámara de los Comunes lo rechazaría. Repentinamente, dos días antes del debate en la Cámara, el Espíritu Santo le preguntó a Rees Howells si creía que el Señor podía impedir que fuese aprobado. Si tenía fe suficiente, debía citar a una reunión aquella tarde con el propósito definido del rechazo del Libro de Oración". Luchó al respecto' con Dios, solo, de 10 a.m. a 1 p.m. y luego citó a la reunión. Las clases de la tarde fueron canceladas. El Espíritu descendió con gran poder, y la reunión continuó hasta que el Señor les dio plena seguridad de la victoria.
A la mañana siguiente, los periódicos contaron cómo la Cámara de los Loores había votado y aceptado el proyecto; pero el veto provenía de la Cámara de los Comunes, que debía votar ese día. El Espíritu dijo a Rees Howells: "Continúa sin dudar". Las escenas dramáticas en la Cámara de los Comunes serán recordadas cuando, ante una gran audiencia, uno o dos de los miembros hablaron, como nunca lo había hecho antes, acerca de los peligros de permitir otras tendencias romanistas en nuestra Iglesia nacional. Se informó que la atmósfera de la Cámara se parecía a la de una reunión de carácter religioso, y para asombro de todos, votaron en contra del Nuevo Libro de Oración. Como dijo Rees, "el Señor ya nos había dado la victoria la tarde anterior".
Algunos años después, en 1936, sucedió la seria crisis nacional respecto al Rey Eduardo VIII y su proyecto de matrimonio. En esto, el Señor guió nuevamente a la Facultad a tomar una posición de oración. Los periódicos de las reuniones diarias dan el siguiente relato:
Diciembre 4: "La noticia sobre el Rey ha salido a la luz en los periódicos de la mañana, y el director nos dijo cuán serias son las condiciones. Regresamos a la tarde y rogamos al Señor que lo guiara, y le diera sabiduría y discernimiento a todos aquellos relacionados con esta crisis".
Diciembre 5: "Día de oración en el Instituto. La situación en Inglaterra está muy grave, porque se trata no solamente de nuestra tierra sino del mismo Imperio Británico".
Diciembre 6: "Día de oración y ayuno en el Instituto. Oramos por el Imperio en su crisis actual, el Señor revela que es Su voluntad que el Rey Eduardo abdique. El señor Howells estaba como un león fuerte en la lucha, y declaró: 'Eduardo no debe reinar, o el Señor no ha hablado por mí". Hubo una victoria maravillosa cuando creímos en la tarde".
Diciembre 7: "Hay acción de gracias por la victoria de ayer. Los periódicos revelan que mientras al final de la semana pasada el Rey estaba desafiando la oposición, ahora está ansioso de hacer sólo lo que sea mejor para el Imperio".
Diciembre 9: "Fe de parte del Señor para ayudar al Rey Eduardo a tomar una decisión de acuerdo con la voluntad de Dios, y que su alma sea bendecida".
Diciembre 10: "Volvimos a las 2:30 de la tarde para pedir al Señor que controlara el país, ahora que se conoce la 'noticia de la abdicación del Rey Eduardo VIII".
Diciembre 11: "Damos gracias por esta seguridad de parte del Espíritu Santo. El Señor ha salvado el Imperio, y levantó el nivel de vida en nuestra amada patria".
El Instituto tenía un número creciente de amigos en Gales del Sur, muchos de los cuales eran visitantes frecuentes recibiendo gran refrigerio espiritual de las reuniones y la comunión, muchos eran fieles ayudadores con las finanzas. A algunos de ellos, Rees también les pudo ministrar en cosas tanto prácticas como espirituales. Un hombre, quien había sido amigo del Instituto desde su fundación, estaba pasando por unos problemas muy difíciles en su negocio. ¡Sus acreedores lo estaban presionando, y un día desesperado, pidió al señor Howells que orara para que el Señor quitara las ruedas de sus carros! (Ex. 14:25). Rees halló que este amigo estaba a punto de cerrar puertas y abandonarlo todo. "No vas a hacer tal cosa", le dijo. "¿Qué pasará con tus hijos?". Lo llevó al banco y arregló para que se aclarase todo lo necesario. Desde ese día en adelante empezó a prosperar y ha sido el medio para traer mucha bendición al Instituto durante muchos años.
Hubo otro amigo del Instituto, un diácono de su Iglesia, quien tenía por costumbre venir a las reuniones. Sus negocios descendieron y vino con el corazón muy apesadumbrado para hablar con Rees y pedirle que orara. Un día el señor Howells fue a su hogar y halló que todo había sido embargado. La madre y la hija estaban llorando, pero el Señor le indicó a Su siervo que les dijera que él supliría para todas las reclamaciones que había sobre ellos. ¡Las lágrimas se convirtieron en lágrimas de gozo!
En otra ocasión, el señor Howells estaba orando por una cierta suma de dinero, la cual necesitaba ese mismo día. Había una mujer que siempre le daba esa cantidad en esta época particular, antes del plazo. Ella llegó aquel día y trajo la liberación, pero él podía ver que estaba abatida. Ella le dijo que su yerno estaba en un gran problema, y que había un caso de acusación en la corte por crimen contra él. Si había cometido el crimen y era hallado culpable, sería puesto en prisión. El caso sería dilucidado en una semana, y ella no podía dormir. Deseaba que Rees hablara con el Señor al respecto y le dijera si iba a ser puesto en prisión o no. "He orado por este dinero y ella lo trajo", dijo él, "eso puede influenciar mi opinión. ¿Me podría decir el Señor si era culpable o no? Pensé, si es culpable el Señor no lo liberará. Por otro lado, si no lo era y estaba en peligro de ser condenado. . . ¿podría librarlo el Señor? Fui a mi cuarto y estuve allí por largo rato. Después de mucha oración, el Señor me dijo: 'El no es culpable y será liberado'. Entonces, le pregunté a ella: ` ¿Te envió el Señor hoy? ¿Te dijo El que yo te daría el resultado?'. 'Sí', dijo ella. Entonces respondí: `Si deseas llorar, llora todo lo que quieras antes de que te lo diga, pero después, ¡no derrames ni un lágrima! El no es culpable, y será dejado en libertad". Para sorpresa de ellos, el jurado no pudo ponerse de acuerdo y tuvieron que posponer el caso durante dos días. Luego, cuando fue reasumido, el juez halló a uno de los testigos diciendo una historia diferente a la que contó anteriormente. La acusación se derrumbó y el hombre fue absuelto, expandiéndose la noticia por toda la ciudad.
Capítulo Treinta
LA COMISION A TODA CRIATURA
El otoño de 1934 fue un tiempo maravilloso en el Instituto. Temprano en las mañanas, el señor Howells pasaba muchas horas en oración, sólo con Dios. Estudiaba los cuatro evangelios y recibió mucha luz de parte del Espíritu Santo en cuanto a la vida y Persona del Salvador. Al llegar a la reunión de la mañana cada día, parecía como si viniera de la misma presencia de Dios. La Sra. Howells, quien conocía los métodos que el Espíritu usaba para trabajar con su esposo, sabía que el Señor lo estaba preparando para algo.
El día después de la Navidad, en la mañana, el Espíritu estaba hablándole aún más temprano de lo acostumbrado, antes de que se levantara. La señora Howells, quien también estaba despierta, lo oyó repetir: "Toda criatura, toda criatura". A las tres de la mañana estaba tan consciente de que Dios deseaba decirle algo, que se vistió y salió de su habitación. El Señor le preguntó que si creía que Su último mandato debía ser obedecido. "Lo creo", replicó. "¿Entonces crees que puedo dar el Evangelio a toda criatura?". "Claro que sí", respondió. "Creo que puedes hacerlo; Tú eres Dios". "Yo habito en ti', dijo luego el Señor, "¿puedo hacerme responsable de esto por medio de ti?"
El señor Howells había estado orando durante años para que el Evangelio fuera expandido por todo el mundo. Antes de salir para África, el Espíritu puso delante de él la promesa dada por Dios a Su Hijo en el Salmo 2:8, y él no dejó pasar un día sin orar para que el Salvador tuviera "las naciones por Su herencia, y como posesión Suya los confines de la tierra". Fue en respuesta a sus propias oraciones que aceptó el llamado al África. Estando en África, fue impactado por un comentario de Andrew Murray sobre las palabras de Jesús en Mateo 9:38: "Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies". Murray había anotado, basado en este versículo, que el número de misioneros en el campo depende absolutamente de que otros obedezcan el mandato y oren por obreros. Y el Señor había llamado a Rees Howells a hacerlo. Esta había sido una de las formas de Dios prepararlo para la comisión futura de fundar un Instituto Bíblico. Así que, durante años, él había sido un hombre de visión mundial. Pero esta nueva palabra de Dios traería la responsabilidad directamente sobre él. No era un mero asentimiento al mandato general de predicar el Evangelio a toda criatura; implicaba, si lo aceptada, que él y todos los que se comprometieron con él, estarían obligados por el resto de sus vidas a interceder, ir, y servir a otros que fueron. Serían responsables por ver que cada criatura oyera el Evangelio.
La forma como fue interpretada esta comisión a Rees Howells, en términos firmes, era que en los próximos treinta años el Espíritu Santo hallaría 10.000 canales de todas partes del mundo, hombres y mujeres en los cuales viviría, quienes le permitirían tener posesión completa de ellos para usarlos en esta tarea, así como años antes se había posesionado de Su siervo. Se necesitaría dinero en abundancia, pero Aquel que había dado
La salida fenomenal de cientos de predicadores del Evangelio, consagrados como misioneros voluntarios, desde la Segunda Guerra Mundial especialmente de los Estados Unidos, es significativa. Unos 600 han salido para un solo campo misioneros: Japón. Los Institutos Bíblicos y Universidades Cristianas de los Estados Unidos tienen cerca de 40.000 jóvenes, hombres y mujeres; algunas iglesias dan hasta 50 y 70.000 libras anualmente para el sostén directo de misioneros evangélicos extranjeros. Estas cifras no incluyen a los cientos que han salido de los países de la Comunidad Británica, de Escandinavia, y de otros.
a David millones para el templo podría dar lo mismo a aquellos que le estaban construyendo un templo mucho más precioso, no hecho con manos, eterno en los cielos. Dios dio a Su siervo aquella palabra que hallamos en Dt. 28:12: "Te abrirá Jehová su buen tesoro, el cielo,... y prestarás a muchas naciones". Y con la palabra estaba la promesa de un primer regalo del "Tesoro", 10.000 libras, el cual vino a ser la confirmación de todo.
Rees salió de su habitación siendo un hombre con una visión y una carga que nunca lo dejaron. Era "Visión de Toda Criatura". Lo presentó al equipo y a los estudiantes, y el día de Año Nuevo de 1935 fue dedicado a la oración y al ayuno. La presencia de Dios se sintió de manera muy real. Sin minimizar la enormidad de la tarea, una profunda y creciente convicción se apoderó de muchos. Esta convicción era la de que Dios iba a hacer algo nuevo. Así como el Salvador había descendido al mundo para hacer expiación por toda criatura, igualmente el Espíritu Santo había venido para dar a conocer esa obra expiatoria a todos, y la completaría en su generación. El mundo empezó a ser su meta. Se dispusieron a que Dios depositara en ellos cualquiera oración que ayudara a alcanzar a toda criatura con el Evangelio. Se responsabilizaron a interceder por países y naciones, así como por misioneros y sociedades misioneras. El Instituto se convirtió en "una casa de oración para todas las naciones".
Una de las formas que tomó esta guerra de oración fue la intercesión a nivel nacional e internacional por cualquier cosa que afectara la evangelización mundial. Toda criatura debía oír. . . Por eso, las puertas debían mantenerse abiertas. Sus oraciones se volvieron estratégicas. Debían enfrentarse y luchar con el enemigo donde quiera que se estuviera oponiendo a la libertad para evangelizar. Dios estaba preparando un instrumento: Un grupo para luchar las batallas mundiales de rodillas.
La primera batalla de oración a escala internacional fue en 1936, cuando Alemania envió sus soldados a Rhineland y rompió el Tratado de Locarno. "Sabíamos que Francia estaría en guerra en un día", dijo Roes, "y eso significaba nada menos que una guerra europea. Sería una barrera para la expansión del Evangelio. Solamente aquellos que estaban en el Instituto podían darse cuenta de la carga que el Espíritu Santo colocó sobre nosotros. 'Prevalece contra Hitler', me dijo, y esto significaba tres semanas de oración y ayuno'.
El informe diario de las reuniones del Instituto en ese tiempo registra:
Marzo 21: "Las cosas están muy negras en el continente. Oramos de seguido hasta las once de la mañana, y volvimos a hacerlo a las 2:30, 6, y 9 p.m. Pedimos al Señor que trate con Alemania".
Marzo 23: "Es muy grave la situación en el continente y en Londres. Reuniones a las 9 y 11 a.m., y 6 y 9 p.m. Rogamos a Dios que se ocupe de Hitler y de la nación alemana, trayéndolos a rendir cuentas".
Marzo 24: "La situación de la crisis europea es muy oscura, y todos los países están en desacuerdo. La carga se nos está haciendo muy pesada, pero el Señor está permitiéndonos rogar por la Visión a Toda Criatura en Su misma presencia. El quita nuestra vista de los países y nos hace mirarle a El. Reuniones a las 9 a.m., 6 y 9
Durante cinco días la situación siguió igual. Luego, el 29 de marzo, el señor Howells entró en la reunión, y dijo: "La oración ha fallado. Estamos en terreno resbaladizo. Sólo la intercesión servirá. Dios está llamando intercesores; hombres y mujeres que depositaran sus vidas en el altar para luchar contra el diablo en forma tan real como batallarían con el enemigo en el frente occidental". Se dejó en claro que un soldado en el frente no escoge a dónde va ni lo que hará; no se toma vacaciones ni atiende a las reclamaciones de su hogar y de sus amados. El Señor les estaba diciendo que si algunos se comprometían en forma tan real como esa y arrojaban sus vidas a la trinchera (Ez. 22:30), El les daría la victoria y alejaría la guerra. Un gran número de integrantes del equipo y estudiantes hizo esta entrega total. "Vencimos", dijo Rees, "y supe que de ese momento en adelante Hitler no era más que una varilla de dirigir orquesta en las manos del Espíritu Santo". El diario registró:
Marzo 29: "Ha sido el día más maravilloso en el Instituto desde hace tiempo. Un gran día de entregas personales, y muchos aceptaron el desafío del martirio". Marzo 30: "El fuego cayó sobre el sacrificio. El Espíritu Santo descendió sobre la reunión de la noche. Todos nos arrodillamos y alguien comenzó el coro, ¡Bienvenido, bienvenido, bienvenido! Espíritu Santo, te damos la bienvenida. La libertad y el poder eran tan grandes, que seguimos cantando el mismo coro durante una hora". Abril 1: "Otro día de adoración y alabanza al Señor. El ha descendido sobre el Instituto y ahora es un lugar nuevo. Hay canto que se oye desde Derwen Fawr hasta Glynderwen".
De ese domingo en adelante, la crisis de guerra en Europa cambió hacia una búsqueda de paz; fue cuando se hizo la propuesta de tener un tratado de paz por 25 años. En la Facultad también había la seguridad de poder prevalecer por medio de Dios para mantener Su mano sobre Hitler y la amenaza nazi. Cada vez que él se abalanzó nuevamente, como en Austria, se reservaron días especiales para la oración.
La prueba mayor vino en el verano de 1938 cuando se levantó una disputa con Hitler en cuanto a Checoslovaquia, que resultó en ser la crisis de Munich. Sabemos que la `Voz de Hitler' coincidía con la guía de algunos de sus consejeros de confianza; querían atacar mientras que Gran Bretaña aún estaba sin prepararse. Parecía inevitable la guerra. Los líderes de la nación convocaron para un día de oración. Dios hizo muy real este desafío para el Instituto; durante días el conflicto fue más amargo. Era esencialmente un choque entre fuerzas espirituales: una prueba de poder entre el diablo en Hitler y el Espíritu Santo en Su ejército de intercesores.
En el punto culminante de la batalla, la oración que el Espíritu Santo dio a Su siervo fue: "Señor, doblega a Hitler", Llegó el momento cuando ese clamor doloroso se torno en un grito de victoria. El diablo tuvo que retroceder. Esto sucedió exactamente antes del nuevo período en el Instituto, y la victoria estaba tan segura, que Rees convirtió el día de apertura en un día de alabanza. En el periódico South Wales Evening Post del día sábado apareció un anuncio de septiembre 17, diciendo: "Las reuniones (del jueves siguiente) serán de alabanza y acción de gracias porque Dios ha alejado nuevamente una guerra europea". Cientos S reunieron en la Sala de Conferencias en aquella hora obscura para unirse en la alabanza a Dios. En los días que siguieron, la prueba creció en intensidad, pero la fe estuvo firme. Un jueves, septiembre 29, se les dio al Instituto y a la Escuela un día libre para celebrar la victoria venidera. El próximo día, septiembre 30, se firmó el Pacto de Munich. La guerra había terminado.
¿Qué pasó con Hitler? La única persona que estuvo en posición de saberlo fue Sir Neville Henderson, el Embajador británico en Alemania durante esa fatídica hora. En su libro Failure of a Mission, (El fracaso de una Misión), al describir la notable reacción de Hitler después de firmar el Pacto de Munich, él hace las siguientes declaraciones significativas: "Hitler se sintió irritado consigo mismo. Un grupo de sus seguidores le instaba siempre a atacar a Inglaterra mientras que el ejército inglés aún no estaba listo. Le reprocharon el haber aceptado el acuerdo de Munich, perdiendo así la oportunidad más favorable. La duda de que tal vez ellos tenían razón, contribuyó al mal humor de Hitler. Su Voz le había dicho que no habría momento más propicio que ese octubre; y por única vez había sido obligado a no prestarle atención a esa Voz y a escuchar consejos de prudencia. . . Por primera vez había fallado en obedecer a su Voz. . . En varias ocasiones había actuado en desafío abierto al consejo de sus más decididos seguidores y de su ejército, y los resultados siempre comprobaban que él tenía razón. Hasta Munich. . . Por primera vez, había sido movido a escuchar la opinión contraria. Su propia fe en su Voz y la confianza de su pueblo en él fueron sacudidas por primera vez... 'Usted es el único hombre', le dijo amargamente al señor Chamberlain, `a quien jamás he hecho una concesión"'.'-- El Señor había "doblegado a Hitler".
Fue la certeza de esta victoria y el conocimiento de que el Espíritu Santo era más fuerte que el diablo en Hitler, lo que le aseguró al Instituto un año más tarde, cuando llegó la guerra, que ahora no era el triunfo de Satanás sino la "Guerra de Dios contra la Bestia".
Algo que también fortaleció mucho al señor Howells y a sus seguidores en su desafío de fe de entonces, fue el hecho de que en julio de 1938, poco antes de esta crisis, Dios les había dado el sello prometido sobre la Visión a Toda Criatura: El regalo de 10.000 libras.
Capítulo treinta y uno
ETIOPIA
Poco después de la crisis de marzo de 1936, surgió la lucha por Etiopía. Fue dura y larga, pareciendo terminar con un triste fracaso. Tan pronto como fue aparente que Mussolini tenía la intención de invadir el país, Rees Howells y el Instituto vieron lo que implicaría. Etiopía, debido a la influencia del Emperador, se estaba abriendo nuevamente a las misiones evangélicas y era una perspectiva para la expansión del evangelismo en muchas áreas. El señor Howells vio que, una vez más, esta era una campaña contra el enemigo encarnado en la Iglesia de Roma porque, si Italia capturaba el país, sería el fin del testimonio protestante allí. La batalla de intercesión duró tres semanas. "Era como si estuviésemos luchando en el país mismo", dijo Rees. "Creímos que Dios no entregaría a Etiopía en las manos del dictador fascista". La lucha se volvió más feroz cuando el ejército italiano comenzó a acercarse a la capital, Addis Ababa. El diario del Instituto informaba en aquellos días de 1936:
Abril 24: "Día de oración y ayuno (con excepción del desayuno). Gran carga mientras oramos por los etíopes. Hacia la noche el asunto se pone realmente difícil y la noticia en el periódico es muy seria. Estamos creyendo que los italianos no entrarán en Addis Abeba".
Abril 25: "Cuatro reuniones de oración. Hay una gran carga. Creemos que el Señor intervendrá y dará un revés a los italianos”.
Abril 28: "La carga es grande. Muchos están seguros de que los italianos no entrarán en Addis Abeba y todo el Instituto está creyéndolo".
Abril 29: "Nos estamos lanzando con fe sólida para que Dios detenga a los italianos".
Mayo 1: "La lucha es todavía muy feroz. Tuvimos tres horas maravillosas con el Señor, rogando por los cien misioneros que se hallan en esa capital. El Señor le indica al Director que debe salir de la vida pública por los próximos diez años y dedicarse a interceder por las naciones. ¡Oh, qué gozo estar en esta vida y tomar parte en la batalla de la intercesión!".
Mayo 4: "Día de oración y ayuno. Hay una gran carga por Addis Abeba mientras leemos acerca de la huelga y disturbios que estallaron al salir el Emperador del palacio. Es un día difícil, pero creemos que el Señor va a intervenir, aunque está permitiendo que esta prueba llegue muy lejos".
Mayo 5: "Continúa la gran carga por Addis Abeba. Los italianos entran a las cuatro de esta tarde".
Esta fue la primera lección para muchos en el Instituto, de lo que hemos visto muchas veces en la vida de Rees Howells. Experimentaron la muerte en la intercesión que precede a la resurrección y la prueba sobre los intercesores para ver si pueden caminar a través de su valle de humillación, de fracaso aparente, con una fe inconmovible. No sucedió exactamente lo que ellos creían. .. Los italianos no debían a ocupar la capital, pero lo hicieron y el Emperador tuvo que escaparse. Roma había triunfado; parecía ser el fin del trabajo evangélico en el país. Pero Rees Howells explicó al Instituto el principio al cual ya nos hemos referido en este mismo libro: que un aparente fracaso puede ser el trampolín para una victoria mayor. El registro del Instituto continúa:
Mayo 6: "El Director quiere enseñarnos más sobre la intercesión: que a menos que hubiéramos intercedido por aquellos hombres que estaban en Etiopía, nunca habríamos sufrido con ellos. Y si nuestras oraciones se hicieron con fe, sólo hemos sufrido un revés y no el fracaso como resultado de la incredulidad. Gran reunión pública a las 7:30 p.m., cuando el Espíritu Santo nos habló sobre José, el soñador, quien permaneció firme en lo que Dios le había mostrado y pasó por pruebas tremendas, y finalmente vio suceder lo que había creído".
**********
Para poder mantener como uno el relato de los tratos de Dios con el Instituto respecto a Etiopía, repasaremos rápidamente los acontecimiento de algunos de los años siguientes, aunque esto nos llevará más allá de la fecha a la cual hemos llegado en el presente.
Aunque llegó el día cuando Mussolini capturó el país, el Instituto nunca perdió la fe. El Emperador vino a Inglaterra y visitó el Instituto. ¿Quién, si no Dios, pudo haber dirigido sus pasos hasta el grupo de personas quienes habían orado quizás en una manera mucho más concentrada que cualquier otro por él y su pueblo? Alfred Buxton, el yerno de C.T. Studd, quien fue líder de la Sociedad Misionera de los Pastores de la Biblia en Etiopía, supo que el Instituto tenía un Hogar y una Escuela para hijos de misioneros, y escribió al señor Howells para preguntarle si podía recibir en la Escuela a Lidj Asrate Kassa, el hijo de Ras Kassa y pariente del Emperador. (Quien luego fue llamado Dejazmach Asrate Kassa, y fue el Gobernador General de una de las grandes provincias de Etiopía).
Al año, el Emperador preguntó que si podía venir a visitar el Instituto para ver a Asrate. En Swansea se le brindó una bienvenida cívica por parte del Alcalde, la Alcaldesa y el Concejal David Richards y su hija. Fue llevado al Ayuntamiento donde firmó el Libro de Visitantes. El Alcalde, al dirigírsele, dijo que para él aún era "Su Majestad", y que creía que lo era también para la gente de Swansea. Le afirmó su esperanza de que algún día sería restaurado a su país. Sólo Dios podría hacerlo, agregó. Luego el Emperador visitó el Instituto y la Escuela, donde tomaron el té con él.
Rees Howells había comprado recientemente la mansión de Penllergaer, y la ofreció al Emperador para que fuera su residencia en Inglaterra hasta que sus oraciones fueran respondidas y le fuera devuelto su trono. Mientras manejaban por la avenida de casi dos kilómetros de extensión, tachonada de rododendros y azaleas, las lágrimas rodaron de los ojos del Emperador y le comentó a la señora Howells: "Si el cielo es un lugar más hermoso que éste, debe ser muy maravilloso. Lo que su esposo ha hecho me recuerda de un proverbio etíope: 'El hombre que sólo mira hacia Dios puede hacer cualquier cosa y nunca fracasar"'. El Emperador se conmovió al oír de cómo había sido llamado Rees a ayudar a los refugiados judíos, porque, según dijo, "yo mismo soy un refugiado". A los pocos días escribió:
Haile Selassie I
Elegido de Dios, Emperador de Etiopía
Al Reverendo Rees Howells y Sra.:
Es con profunda gratitud que deseo escribirle hoy para agradecerle de todo corazón todas las bondades que han mostrado para conmigo durante mi visita a su Instituto Bíblico la semana pasada. Me fue de mí inspiración ver todas las cosas maravillosas que el Señor los está guiando a hacer entre aquellos de su propio pueblo y los que se han refugiado en su país. Oro para que Dios en Su gracia continúe bendiciendo ricamente esa obra.
Sinceramente,
(Firmada personalmente por el Emperador).
El Capellán privado del Emperador y su yerno, Abye Abebe, quien después fue Brigadier General y Ministro de Guerra, vinieron al Instituto para estudiar durante un período. En el verano de 1939, el Emperador mismo pasó una quincena en un campamento en los terrenos de Penllergaer, y cada noche asistió a la reunión en el Instituto. Al final de su estadía, el comienzo de la guerra era inminente y se fue directamente del campamento a Londres, y luego de allí a su país. En junio de 1941, cuando el Emperador entró nuevamente a su capital, envió este cable al señor Howells:
Lo hago partícipe de mi gozo al entrar a mi capital.
Le envío este telegrama recordando su pasada sim-
patía y ayuda. Emperador Haile Selassie.
Al cual respondió Rees Howells:
Gracias por telegrama. Alabamos a Dios diaria- mente por restaurar a Etiopía y devolverle su trono. El Señor lo bendiga, le cuide, y le dé paz.
Rees Howells, Instituto Bíblico, Swansea.
La respuesta de Dios fue perfecta. La expansión de la obra misionera en el país desde la expulsión de los italianos ha sido la mayor en su historia. Tal como sería después en la Guerra Mundial, así ahora, la respuesta a la intercesión no habría sido completa si el agresor no hubiese sido tratado de tal manera que no pudiera levantarse y amenazar al país de nuevo. Y cuando los misioneros regresaron, les informaron que en el Distrito de Walamo no podían explicar el avivamiento que tuvieron durante la ocupación italiana, cuando los convertidos incrementaron de 500 a 20.000.
Capítulo Treinta y dos
VISITACION DEL ESPIRITU
Desde la ocasión de la dedicación especial, en marzo 29 de 1936, cuando muchos del Instituto, tanto del equipo como de los estudiantes, colocaron sus vidas en el altar como intercesores, el Espíritu estuvo obrando en el Instituto. El clímax y la consumación fue el primar día del año 1937. Este fue el "Pentecostés" del Instituto, del cual surgió no un grupo de personas consagradas vagamente unidas, sino un cuerpo en el sentido exacto del término, un organismo viviente e integrado, lleno de vida y con propósito. El Dr. Kingsley C. Priddy, M.B., B.S., D.T.M. & H., miembro del equipo de enseñanza y después Director de la Escuela, nos da el siguiente relato de aquellos días:
"En las vacaciones de Navidad de 1936, se pasó mucho tiempo en oración. Al acercarse el Año Nuevo de 1937, hubo una concientización creciente de la presencia de Dios. La primera señal exterior de que El estaba trabajando de una manera nueva, se vio cuando una de las damas del equipo se quebrantó en oración confesando su necesidad y rogando con lágrimas al Espíritu Santo para que viniera a su encuentro. Luego, oímos de cómo el Espíritu Santo se había manifestado en la gloria de Su Persona divina a algunas de las estudiantes, las cuales lloraron ante El por horas, quebrantadas por ver la corrupción de sus propios corazones revelada a la luz de Su santidad.
Un sentido profundo de la cercanía de Dios, el cual producía temor, comenzó a moverse secreta y furtivamente en todo el Instituto. Había una expectación solemne. Recordamos a los 120 en el aposento alto antes del día de Pentecostés. Tal como ellos, nosotros sólo deseábamos pasar nuestro tiempo en 'oración y súplica', conscientes de que la mano de Dios estaba sobre nosotros, sabiendo que El iba a hacer algo. Dios estaba allí, aún así nos sentíamos como que estábamos esperando que viniera. Y vino en los días que siguieron".
"No apareció como un viento recio repentino... Gradualmente, la Persona del Espíritu Santo llenó todos nuestros pensamientos, Su presencia llenó todo el lugar, y Su luz parecía penetrar a lo más recóndito de nuestros corazones. En cada reunión hablaba por medio del Director, pero fue en la quietud de nuestras propias habitaciones que se reveló a muchos de nosotros. Sentíamos que el Espíritu Santo había sido una Persona real para nosotros antes, tanto que estábamos seguros de haberlo recibido. Algunos habíamos conocido muchas de Sus operaciones en y por medio de nuestras vidas. Pero ahora la revelación de Su Persona fue tan tremenda que todas nuestras experiencias previas parecían ser como nada. No hubo aparición visible, pero se hizo a Sí mismo tan real a nuestros ojos espirituales, que fue una experiencia 'cara a cara', Y cuando lo vimos, supimos que en realidad nunca antes lo habíamos visto. Dijimos como Job: 'De oídas te había oído, pero ahora mis ojos te ven'. Y como él, clamamos: Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza'.
"A la luz de Su pureza, lo que vimos no era tanto el pecado como el yo. Vimos orgullo y motivos egoístas detrás de todo lo que habíamos hecho. Descubrimos lujuria y autocompasión en lugares donde nunca sospechamos que estuvieran. Y tuvimos que confesar que no sabíamos nada del Espíritu como Persona que habita en uno. Sabíamos que nuestros cuerpos debían ser templos del Espíritu Santo, pero cuando el presionó sobre la pregunta ` ¿Quien está viviendo en tu cuerpo?, no podíamos decir que era EL. Anteriormente lo hubiéramos afirmado, pero ahora lo habíamos visto a El. En Su naturaleza El era como Jesús; nunca viviría para Sí mismo; sino para los demás. Nosotros éramos personas que habíamos dejado todo para seguir al Salvador y habíamos abandonado todos los bienes que teníamos en este mundo para entrar a una vida de fe. Hasta donde sabíamos habíamos rendido enteramente nuestras vidas a Aquel que había muerto por nosotros. Pero El nos mostró que 'hay mucha diferencia entre vuestra vida rendida en mis manos y el vivir Mi vida en vuestros cuerpos'. Leímos de nuevo el Libro de los Hechos y encontramos que estábamos leyendo no los hechos de los apóstoles sino los hechos del Espíritu Santo. Los cuerpos de Pedro y los demás se habían convertido en Sus templos. El Espíritu Santo como Persona divina vivía en sus cuerpos tal como el Salvador había vivido Su vida terrenal en el cuerpo que nació en Belén. Y todo lo que el Espíritu Santo nos pedía eran nuestras voluntades y nuestros cuerpos. 'Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional' (Ro. 12:1). Parecía como si nunca antes hubiésemos visto este versículo. El dejó bien claro que no estaba pidiendo servicio, sino sacrificio. 'Nuestro Dios es fuego consumidor', y si Dios el Espíritu Santo tomaba posesión de estos cuerpos, entonces Su vida consumiría todo lo que fuera nuestro. A menudo habíamos cantado 'Deseo ser como Jesús', pero cuando una Persona es igual al Salvador, nos ofreció venir a vivir Su vida constantemente en nosotros, nos dimos cuenta cuán alejados de la realidad habíamos estado. Había mucho en nosotros que aún deseaba vivir nuestras propias vidas; temíamos a esa 'sentencia de muerte'. Empezamos a entender el significado de las palabras del Salvador en Lucas 9:24: 'Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará'.
"¿Por qué se manifestó a Sí mismo a nosotros de esta manera? El lo declaró claramente: Porque había una tarea por ser realizada en el mundo hoy, la cual El solamente podía llevar a cabo, (Jn. 16:8). No es de extrañar que el Maestro les dijera a Sus discípulos que no se movieran de Jerusalén hasta que hubiesen recibido la 'promesa del Padre'. Cuando llegara, ellos serían Sus testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y en los confines de la tierra".
"El pasado 29 de marzo, muchos de nosotros pusimos todo lo nuestro en el altar por la causa de dar el Evangelio a toda criatura. Estábamos dispuestos a ser cualquier pieza en la maquinaria que Dios necesitaba para llevarlo a cabo en nuestro generación. Pero ahora el Espíritu Santo dijo, tal como había dicho a Moisés, `Desciendo para hacerlo'. Y supimos que era tan poderoso como santo".
En cuanto aquellos días de visitación continuaban, estábamos postrados a Sus pies. Habíamos creído que existía alguna virtud en nuestra entrega incondicional, que nosotros, con otros miles, seríamos los que evangelizaríamos el mundo en esta generación. Pero ahora EL había venido y ya no seríamos nosotros; a no ser que nuestros cuerpos llegaran a ser los templos en los cuales El habitaría y por medio de los cuales haría la obra. El dijo: 'No he venido para darles gozo, paz, ni victoria. No he venido para darles ninguna bendición. En Jesús hallarán todo lo que necesitan. He venido para ponerlos en la cruz, pudiendo así vivir en vuestros cuerpos por la causa de un mundo perdido' (Col. 3:3; 2 Co. 4:10; Gá. 2:20).
"Nos advirtió que los problemas antes de que esta tarea fuese llevada a cabo serían muy grandes, y que los ataques de Satanás serían tan fieros, que 'carne y sangre' nunca los podrían resistir. Nos mostró que en la víspera de la crucifixión, cuando aconteció el choque real con los poderes de las tinieblas, solamente el Salvador permaneció firme. Vimos caer a cada uno de los discípulos en aquella hora, a pesar de todas sus entregas, sus votos y su devoción al Maestro. Y mirando hacia los años futuros, la oscuridad de los últimos días de esta edad, y la contienda final entre el cielo y el infierno por los reinos de este mundo, sólo podíamos ver a Una Persona que era 'suficiente para todas estas cosas' y esa era la Tercera Persona de la Trinidad en aquellos en quienes podía habitar".
"Nos confrontó uno a uno. Uno por uno derramamos lágrimas y estábamos contritos ante El. De uno y de otro se levantó el clamor como en Isaías: ' ¡Ay de mí! que soy muerto. . . inmundo. . .'. Una por una fueron quebrantadas nuestras voluntades, nos rendimos a Sus propios términos en forma incondicional. Uno tras otro nos dimos cuenta gloriosamente de que El había entrado y la maravilla de nuestro privilegio simplemente nos abrumó".
La experiencia personal fue magnífica: éramos personas nuevas. Su Palabra nos parecía nueva. Muy a menudo habíamos tenido que modificar la Palabra al nivel de nuestra experiencia. Ahora la Persona que estaba en nosotros insistía en hacer subir nuestra experiencia hasta el nivel de Su Palabra. Entendimos que la crucifixión era una muerte lenta y que El tendría que cambiarnos mucho antes de estar en libertad para hacer Su obra. Pero una cosa sabíamos: El había venido y nunca podía fracasar".
"Pero mucho más allí de lo que Su visitación podría significar para nosotros, estaba el hecho de lo que implicaría para el mundo. Lo vimos como Aquel para quien `las naciones son como una gota de agua en un cubo, y que como menudo polvo en las balanzas son estimadas'. Con nuestros rostros inclinados delante de El, solamente podíamos decir desde nuestros corazones atemorizados: `Espíritu Santo, has venido para sacudir al mundo'. En aquellos días no hubo animación ni entusiasmo de la carne. Cuando Su poder descendió sobre nosotros después del 29 de marzo, nos quedamos extasiados y cantábamos y gritábamos alabanzas. Pero en estos días estábamos tan atemorizados por la santa majestad de Su Persona, que casi no nos atrevíamos a levantar nuestras voces en las reuniones. Hasta los campos afuera parecían llenos de Su presencia. Cuando caminábamos juntos alrededor, de repente nos dábamos cuenta que estábamos hablando en susurros. Las horas de la noche llegaban, pero nadie pensaba en acostarse; Dios estaba allí. Parecía ser una anticipación de la Ciudad Santa: 'Allí no habrá noche'. Las dos y tres de la mañana a menudo nos parecía mediodía mientras comulgábamos juntos, orando con alguno que estaba en dificultades o esperando ante Dios en la quietud de nuestros corazones".
"Como tres semanas duró Su visita especial, aunque, alabado sea Dios, El vino para 'habitar en nosotros' y ha continuado con nosotros desde ese entonces. Pero nadie tiene monopolio sobre el Espíritu Santo. El es Dios, y cualquiera sea nuestra experiencia con El, El es mucho más grande que todo lo que podamos saber a Su respecto, es mayor que Sus dones, Sus manifestaciones y unciones. No importa la forma como se ha manifestado a nosotros, reconocemos también que Su operación es poderosa, en y a través, de otros. Vemos cada vez más al Espíritu Santo derramándose sobre toda carne, como profetizó Joel, como el Único medio por el que puede ser hecha realidad la visión que nos ha mostrado: a través de sus canales preparados en todo el mundo".
Mediante este descenso del fuego sobre el sacrificio, el Espíritu ha sellado para Sí un grupo de intercesores para toda criatura. Tutores, profesores de escuela, médicos y enfermeras, empleadas domésticas y de oficina, jardineros y mecánicos; pero la comisión de todos ellos es solamente una. Muchos de los estudiantes continuaron formando parte de este grupo de oración y trabajo. Hay ocasiones en los tratos de Dios con Sus siervos cuando El separa para Sí no solamente personas sino grupos bautizados por el mismo Espíritu en un cuerpo, para un propósito escogido por Dios; esta fue una de esas ocasiones.
Capítulo Treinta y tres
CUARTA PROPIEDAD, Y LOS JUDIOS
La próxima carga que vino sobre el señor Howells fue respecto a los judíos. Mientras le seguimos ahora en el Instituto y a través de sus meses y años de intercesión por Israel, es notable ver el cumplimiento de la primera etapa de su oración en el retomo de los judíos a su tierra y el establecimiento del Estado de Israel. ¡Cuán difícil nos parecía que veríamos una señal exterior de que esto sucedería cuando Su siervo sintió la carga al principio! Esto nos recuerda que ningún evento en la historia, aunque esté profetizado de antemano en las Sagradas Escrituras, llega a suceder hasta que Dios no halle Sus canales humanos de fe y obediencia. Las profecías deben ser creídas para que se manifiesten, tal como son predichas.
La carga vino primero sobre Rees Howells cuando leyó acerca de una proclamación por parte de Italia, en septiembre 3 de 1938. Todos los judíos deberían salir de Italia en seis meses. Esto, asociado con el antisemitismo que en ese entonces era tan feroz en Alemania, dirigió sus pensamientos hacia el regreso del pueblo de Dios a su propia tierra. El dijo en las reuniones:
Septiembre 3: "Siento una gran carga por este pueblo, y quiero que Dios coloque sobre mí la carga de ellos. El diablo, por medio de Hitler y Mussolini, está siendo usado para enviarlos de regreso a su propia tierra. Este cumplimiento de la profecía es otra señal de los últimos días. Ansío ayudar al pueblo de Dios a regresar a su propia tierra".
Septiembre 5: "En las profecías de Isaías acerca del segundo retorno del pueblo de Dios, dice en los capítulos once y doce que Dios los recogerá desde los cuatro extremos de la tierra. Eso es exactamente lo que está pasando hoy. . . El Espíritu Santo quiere ayudarlos por medio de alguien. Quiero que Dios me haga sentir aún más lo que este pueblo está sufriendo".
Septiembre 7: "Daniel pudo prevalecer con Dios de manera maravillosa en cuanto al regreso del pueblo de Dios, después de ver terminados los setenta años de cautiverio. Debemos tener fe y creer en el pacto de Dios con Abraham, que ellos habitarán en la tierra, y no tener meramente sentimientos de simpatía hacia los judíos. Dios movió a Ciro, quien los había tenido en cautividad, ¡a suplir el dinero para llevarlos de regreso! El lo hará de nuevo si alguien cree en El. Creo firmemente que los tiempos de los gentiles están acercándose a su fin, y los judíos deben estar de vuelta a su tierra cuando el Maestro regrese".
Septiembre 11: "Pienso en los lugares de intercesión obtenidos para los vagabundos en el pueblo, como nazareo, para las viudas de la India, para una tuberculosa, para los hijos de los misioneros. . . Ahora Dios nos está llamando a ser responsables por los judíos".
Luego empezó a describir cómo Dios le había dicho en forma definitiva que se responsabilizara por donativo de 100.000 libras para los judíos, y que tuviera fe para que se hiciera realidad. Se pasaron días en oración de fe ferviente pidiendo esta suma.
Sin embargo, a las pocas semanas llegó la noticia acerca de Hitler "expulsando" a varios miles de niños judíos en la frontera polaca, y la carga del señor Howells creció". En el momento en que lo leí en el periódico", dijo en el Instituto, "una gran angustia vino sobre mí. Nadie sabe lo que esto debe significar para los padres de los niños. El Espíritu Santo es exactamente como un padre, y si yo fuera el padre de unos niños cuyo hogar ha sido destruido, ¿no procuraría un abrigo para ellos enseguida? El Espíritu Santo sufre así por todos aquellos padres del continente. A menos que El en ustedes, les haga apropiarse de ese sufrimiento, no podrán interceder por ellos. Nunca tocarán el Trono a no ser que hagan subir un clamor auténtico; las meras palabras no valen".
Como era costumbre cuando él sentía una carga como esa, estaba seguro de que Dios solicitaría que él hiciese algo. Preguntó que qué podía él hacer y la repuesto vino: "Haz un hogar para ellos". El señor Howells había comprado ya tres terrenos por la fe, pero ahora el Señor iba a llamarlo a una gran aventura financiera, mayor que las demás. Intentó arrendar la casa de Sir Percy Molyneux, un amigo suyo que hacía poco había muerto. Calculó que podría albergar allí a cincuenta niños, pero los propietarios no deseaban que él la tuviera. Entonces intentó conseguir una más grande que podía albergar a 250, pero fue rechazado nuevamente. Entonces, una noche, Dios le "susurró" la palabra "Penllergaer", el nombre de una propiedad de la cual él ya había oído pero que no había visto. Sabía que era una de las más grandes en el área de Swansea, y que el dueño era Sir Charles Llewelyn. Al investigar, halló que este sitio consistía de 109 hectáreas y que los Católicos Romanos habían hecho una primera oferta de 14.000 libras por la mansión y dos de sus fincas, y Así que le costaría nada menos que 20.000 libras.
Los registros de las reuniones de las dos semanas siguientes hablan de oración constante respecto a esto, hasta que en noviembre 26 dijo: "Compraré la nueva propiedad probablemente la semana entrante, y estoy dispuesto a arriesgar todo para ayudar a los judíos".
Cuando fue al agente, supo que no tenía tiempo que perder porque otros se estaban preparando para ofrecer por la propiedad. Tenía que tomar una decisión en 24 horas. Ese día dijo en la reunión: "Estas otras personas están formando una sociedad para comprar Penllergaer, y debo procurar que la Trinidad sea mi Sociedad". Y en la próxima: "Me dijeron que sería el último día para comprar Penllergaer, así que hice una oferta mayor que la del grupo asociado. El agente me dijo que la propiedad sería nuestra, y que esta noche se lo comunicaría al propietario".
El asunto se arregló. Con algunas alteraciones que serían necesarias, el costo sería de veinte mil libras.... y no tenía nada a mano. Esta compra empequeñecía las anteriores. Dios lo había guiado de tal manera a través de los años, que podemos pensar que la prueba sería tremenda, y realmente lo fue. Aún así, como dijo uno de los estudiantes, él compró Penllergaer con menos ajetreo que el que muchos hacen para comprarse un traje. A los pocos días le animó la llamada telefónica de un amigo del Instituto. Le dijo si él arriesgaba su todo por Penllergaer, él haría lo mismo y que vendería una casa que le había dado su padre para donarle el dinero.
Esta era una propiedad hermosa, superior en mucho a cualquier de las otras tres. Penllergaer tenía una mansión con muchas dependencias, siete casas y una granja casera. Tenía huertas, en las cuales el finado Sir John Llewelyn empleaba 15 jardineros. La propiedad era famosa por su colección de árboles y arbustos, y había sido usada por la Universidad de Swansea para las clases de los estudiantes de Botánica. El río y el lago de ocho hectáreas, eran populares entre los pescadores por sus truchas. La hermosa ruta que conducía a la mansión, de casi dos kilómetros de extensión, cruzaba entre grandes cantidades de rododendros y azaleas.
Aquí, el señor Howells tuvo la visión de los "pequeñuelos perseguidos" mientras era conducido a través de estas riberas en pleno florecimiento. Sintió que estaban a más de la mitad de camino a su destino, la tierra de Palestina, que aún ha de manar leche y miel.
Los periódicos se refieren a esto como "La Ciudad de Refugio en Gales para los Niños Judíos Exiliados", y también los periódicos de Londres le dedicaron titulares. Se abrieron las negociaciones con el Secretario de Vivienda para obtener permiso para que varios centenares de niños judíos pudiesen ser traídos. Todo esto implicaría una responsabilidad financiera mucho más pesada y era necesario pagar una garantía de cincuenta libras por cada niño.
Entonces, Dios los llamó a tomar un paso aún más costoso. Se trataba de las 100.000 libras por las cuales estaban orando en el Instituto. Como dijo Rees: "Hay una regla dorada en la vida de fe. El cristiano nunca puede prevalecer con Dios para que mueva a otros a dar mayores sumas de dinero para Su obra, que las que él mismo ha dado o comprobado que estaría dispuesto a dar si estuviese en capacidad de hacerlo". Dios estuvo hablándole sobre esto durante varios días. Hubo un gran pesar en el Instituto cuando en la reunión del domingo por la mañana les dijo lo que Dios pedía y que ya él había hecho su decisión. Venderían las tres propiedades actuales, Glynderwen, Derwen Fawr y Sketty Isaf, que habían sido valoradas en unas 100.000 libras. Darían esa suma como las primeras 100.000 libras para los judíos. El Instituto y la Escuela se trasladarían a Penllergaer, y ocuparían esa propiedad juntamente con los niños judíos. La señora Howells sentía tener que vender todas estas propiedades con sus recuerdos. Les costaría tener que empezar todo de nuevo en Penllergaer. Parecía inconcebible que Dios realmente lo requiriera así, pero cuando oyó al señor Howells comprometiéndose así en público, supo que era la decisión final. ¿Podemos imaginarnos sus sentimientos al salir de aquella reunión, con sus ojos enceguecidos por las lágrimas? Ella luchó su batalla sola con Dios. No vino a la siguiente reunión ni almorzó, pero como a las tres en punto ya Dios le había ayudado a pasar la prueba y esto sucedió después de ver a Abraham subiendo al monte con su hijo Isaac y ofreciéndolo como holocausto a Dios. Sin saber cómo había pasado su esposa la dificultad, Rees predicó en la reunión de la tarde sobre aquel mismo pasaje de las Sagradas Escrituras. Le pidió a ella que finalizara la reunión con una oración y hubo muy pocos ojos secos en la congregación.
Empezaron entonces las negociaciones para la venta de las propiedades. El ejército ya había solicitado algunos campos cercanos a Derwen Fawr para adiestramiento, y estaban haciendo investigaciones sobre las propiedades del Instituto. Fue así como Rees Howells empezó a negociar con la Oficina de Guerra. Después de varios meses, el Comando de Occidente decidió no extenderse más en el distrito, y el Señor no probó más a Su siervo en este punto.
Hubo una serie de reuniones en el Instituto, en las cuales Dios habló a muchos respecto a poner sus llamados misioneros en el altar, permitiendo que el Espíritu Santo pudiera a través de ellos tomar el lugar de los padres y madres de los niños judíos refugiados. Esta fue una entrega real de parte de muchos, y aunque ese ministerio no se había materializado aún, esta era la extraña forma de la sabiduría de Dios. Implicaba que este grupo de cerca de 120 había sido separado por el Espíritu Santo durante estos años de guerra para llevar una vida de intercesión. Una vez más se veía que era Dios usando un llamado aparente para preparar a Sus siervos para otro aún más elevado. Por este medio tuvo El Su ejército del Espíritu que iba a luchar la guerra por medio de sus rodillas para liberar al mundo nuevamente, con el propósito de que toda criatura pudiera oír el Evangelio.
Mientras se estaban preparando para recibir a los niños, se declaró la guerra con Alemania y sus planes tuvieron que ser modificados. Aún así, doce niños judíos llegaron y formaron parte de la familia del Instituto. Este fue otro tiempo de prueba para Rees. "Si intentas hacer algo para Dios, todo se pone en contra tuya", dijo. "¿Podía haber algo más en contra mía que esto —que la guerra estalle después de comprar Penllergaer para los niños y ahora no poder recibirlos? Pero cuando Dios te habla, nunca puedes dudar. Si lo que Dios te ha dicho te mete en grandes problemas, entonces ve a Dios y pon esa carga sobre El. Nada podía parecerse más a un error que esto porque conllevaba una gran responsabilidad en ese tiempo, pero no dudé ni una sola vez. Sabía que no era un error aunque el diablo me decía lo contrario. Si bien no podíamos traer a los niños, de todas formas obedecimos al Señor y compramos la propiedad. El nos dijo que sacaríamos de ella miles de libras para usar en el Reino".
¡Cuán maravilloso es Dios! Primero, la posesión dé esa gran propiedad dio trabajo a los jóvenes llamados por Dios para permanecer en el Instituto para interceder. Ellos estuvieron ocupados todos estos años en talar madera en la propiedad y, como consecuencia, estuvieron exentos de rendir servicio. Luego, mientras la guerra continuaba, Rees fue llamado a trazar planos para la construcción de casas en el terreno. No queda duda de que fue guiado de Dios, porque poco después el gobierno introdujo una ley por la cual toda tierra estaba sujeta a impuestos en caso de desarrollo de la misma. Sin embargo, fue insertada una cláusula exceptuando a cualquier terreno que hubiese pasado los planos antes de una cierta fecha. Muy pocas propiedades pudieron sacar ventaja de esto, pero Penllergaer fue una de ellas; y cuando estuvieran construidas las casas se ahorrarían miles de libras para el Tesoro de Dios. La mansión Penllergaer fue ofrecida al Dr. Bernardo como un regalo para servir de casa a los huérfanos de la guerra. Después de largas deliberaciones, sin embargo, el Concilio decidió que la conversión, reparaciones y mantenimiento de la mansión serían muy caros. En la actualidad, el Concilio del Condado Glamorgan la ha tomado como escuela para niños retrasados mentales. Pero el terreno de los alrededores permanece en manos del Instituto para producir a su debido tiempo la suma de dinero que Dios prometió a Su siervo que sería para el Reino.
A través de los años de guerra, los judíos nunca fueron olvidados aunque la oración a Dios fue principalmente por asuntos de las naciones. Esto se debió a que, como dijo Rees "cuando estalló la guerra, El nos cambió de los judíos a la Bestia (un nombre que él usaba para el diablo en el sistema nazi), y me dijo: 'Véncelo'. Pero fue nuevamente después de la guerra, en octubre y noviembre de 1947, que se dedicaron días enteros a la oración por el regreso de los judíos a la tierra de Palestina. Dijo el señor Howells: "Rogábamos a Dios que basado en Su pacto con Abraham de hacía 4.000 años, llevara a Su pueblo de regreso a su tierra y que Palestina llegara a convertirse de nuevo en un Estado judío".
El desafío que se presentó en el Instituto fue: Si el pueblo judío no regresó después de la guerra de1914-18, ¿regresaría después de ésta? Ellos vieron la mano de Dios al establecer un Comité de la Naciones Unidas para considerar la cuestión de Palestina. Cuando se publicó la noticia de que Gran Bretaña iba a evacuar el país, hubo acción de gracias. En once días diferentes, durante estos meses, la oración se concentró en el voto venidero de las Naciones Unidas. Era algo dudoso y arriesgado. El día de la votación, noviembre 27 de 1947, hubo mucha oración. Se supo que la separación de Palestina no se había llevado a cabo. En el Instituto se regresó a oración aún más intensa y ellos vieron por fe "a los ángeles de Dios ejerciendo influencia sobre aquellos hombres que estaban en la Conferencia de la Naciones Unidas en Nueva York, para que trabajaran a favor del pueblo de Dios". Sobrevino una seguridad de victoria total. Cuando vino al día siguiente la noticia de que las Naciones Unidas habían aprobado la separación de Palestina por 33 votos contra 13, y de que el Estado de Israel era una realidad, el Instituto lo aclamó como "uno de los más grandiosos días para el Espíritu Santo en la historia de estos 2.000: años. Durante todos esos siglos no hubo ni una sola señal de que el país iba a ser devuelto a los judíos, quienes estaban esparcidos por todo el mundo. Ahora, 4.000 años después de Su pacto con Abraham, El había reunido a todas las naciones y les hizo devolverle a Israel mucho del terreno de Palestina.
Una iluminación poco usual fue dada al señor Howells en aquel tiempo, en relación a los árabes. Dijo: "Dios me puso aparte por unos días para revelarme la posición de los árabes. En Génesis 16:12, Dios dice de Ismael que él 'habitará delante de todos sus hermanos'. Este es el problema. . . ¿Estaba diciendo Dios que los árabes deben habitar con los judíos? Abraham amaba a Ismael y deseaba que él tuviera la herencia, y Dios declaró: 'Lo he bendecido'. Los árabes adoran solamente al Único Dios. ¿Quería decir Dios que serían bendecidos así como los judíos? Ellos proveerán abrigo para los judíos (Is. 21:13-15) y serán los primeros en llegar a Jerusalén para rendir homenaje al Rey (Is. 60:7). Tal como nosotros sentimos carga por los judíos cuando fuimos llamados a hacer intercesión por ellos, así mismo deseaba el Señor que tuviéramos interés también por los árabes. Ellos también son hijos de Abraham. ¿Puede el Espíritu Santo hacer surgir algo que derribará la barrera que hay entre los judíos y los árabes para que pueda haber un hogar y una bendición para ambos? Ciertamente los árabes son el pueblo de Dios, si es que van a abrigar a los judíos y vivir en aquellos países que escaparán de la mano de la Bestia".
Capítulo Treinta y cuatro
INTERCESION POR DUNKERQUE
Durante los cuatro años anteriores al estallido de la segunda guerra mundial, como ya hemos visto, el Señor estaba cambiando la carga de Rees Howells de los asuntos locales, centrados en el desarrollo del Instituto a cuestiones de carácter nacional e internacional. Como dijo él: "El mundo se convirtió en nuestra iglesia, y fuimos guiados a ser responsables por la intercesión en favor de países y naciones". También hemos visto cómo el Señor estaba preparando al Instituto como un instrumento especial de intercesión para los años de crisis mundial.
Fue en marzo de 1936 que el señor Howells comenzó a ver claramente que Hitler era el agente de Satanás para impedir que el Evangelio fuera llevado a toda criatura. Como comentó él después, "al luchar contra Hitler hemos dicho siempre que no estamos luchando contra un hombre, sino contra el diablo. Mussolini es un hombre, pero Hitler es diferente. El puede decir qué día este 'espíritu' entró en él". El señor Howells enfatizó durante varios años que Dios tendría que destruir a Hitler si la visión del Evangelio siendo llevado a toda criatura iba a tener su cumplimiento.
Al principio, Rees pensaba que Dios iba a impedir la guerra. Hemos visto cómo luchó el Instituto de rodillas durante la crisis de Munich y cómo creyeron para que hubiera paz.
Mientras que las nubes sobre Europa se obscurecían, Rees Howells aún creía que Dios intervendría y evitaría que se llegara a la guerra. Permaneció firme a su predicción hasta el día mismo de la declaración de guerra entre Gran Bretaña y Alemania, el mes de septiembre de 1939. Ni aún entonces vaciló su fe. Aunque la gente decía que la predicción era errada, él agradeció a Dios por haberla hecho. "Si tuviese que decidir nuevamente entre hacer esa predicción o no, la haría esta misma noche, aunque ha ido mucho más lejos de lo que pensábamos. Hitler debe ser sacado del camino, porque si no, se levantará de nuevo en un par de años. Deseo certificarme de que el Espíritu Santo es más fuerte que el diablo en el sistema nazi. Esta es la batalla de las edades, y la victoria aquí significa victoria para millones de personas", dijo.
En el día de la declaración de guerra, él publicó lo siguiente: "El Señor nos ha dado a conocer que El va a destruir a Hitler y al régimen nazi, para que el mundo sepa que fue Dios, y Dios solamente, quien esparció a los dictadores. Hace tres años y medio, el Instituto ha hecho esta oración durante semanas y meses y creemos firmemente que Dios la va a responder ahora. El ha aislado a Alemania para poder terminar con este sistema maligno que es el Anticristo, y liberar a Alemania, que es la tierra de la Reforma. El tratará a los nazis como trató al ejército egipcio en el tiempo de Moisés. Dios hará que Hitler caiga en el campo de batalla por una rebelión, o un gran levantamiento en Alemania contra los nazis".
Lejos de que la declaración de guerra lo moviera de su posición a él y a quienes estaban acompañándolo, solamente los hizo ponerse de rodillas con mucha más resolución que nunca antes. Eran llamados ahora de una manera diferente a cumplir la promesa que habían hecho tres años atrás: dar sus vidas para "luchar las batallas del Reino en forma tan real como si hubiesen sido llamados a pelear en el frente occidental". Esta posición de fe contra la guerra para que no fuese impedida la expansión del Evangelio, probó ser la manera de Dios al colocar sobre ese grupo una responsabilidad de la cual nunca sería posible liberarse hasta que el enemigo con el cual Dios estaba tratando fuese destruido.
Cuando, después de un mes de hostilidades, Hitler hizo una oferta de paz, el Instituto estuvo de acuerdo con el Primer Ministro al declarar que debía continuarse la guerra "hasta que el Hitlerismo sea derrocado". Aún así, como muchos otros, el Instituto tenía mucho que perder en caso de que la guerra siguiera. Su convicción se expresó en el título de un libro que el señor Howells escribió en las semanas de apertura de la guerra. Fue publicado en diciembre de 1939 bajo el Título God Challenges the Dictators — Doom of Nazis Predicted, (Dios Desafía a los Dictadores; La Predicción de la Derrota de los Nazis). En este libro, él decía: "El Dios de Daniel liberará al Pastor Niemóller y a los centenares de evangélicos alemanes quienes lo han seguido hasta los campos de concentración. ... sus lugares serán ocupados un día por los líderes nazis fanáticos, si es que alguno de ellos escapa a una muerte rápida".
Después de una acusación de Mussolini, dijo: "Cuando llegue la victoria sobre Alemania. . . Etiopía deberá ser entregada de nuevo a los etíopes, y esto también puede estar en el plan divino para evangelizar ese país". Aseveró además, que "bolcheviquismo y la Rusia Soviética están siendo usados en el plan de Dios para romper el régimen maligno de los nazis". Pero de Stalin dijo: "El diablo ha usado, y puede usar mucho todavía a este hombre, para ser el más grande enemigo de la Iglesia que el mundo haya conocido jamás".
Aunque su confianza estaba puesta en que Dios intervendría para tratar con el enemigo, escribió: "Podemos sufrir algún revés antes de que El nos dé la victoria. ... puede que nosotros, como los israelitas (refiriéndose a Jueces 20), tengamos que clamar a Dios, en medio de nuestra necesidad, por la ayuda que ciertamente vendrá".
Es realmente notable mirar hacia atrás y ver que estas cosas estaban ya impresas antes del final de 1939.
Al poco tiempo, el señor Howells hizo una predicción adicional, que fue publicada por The Western Mail (El Correo del Oeste), en enero 8 de 1940. El titular decía: "El Director del Instituto Bíblico de Gales, exhorta a la nación para detener la guerra". Esta publicación lo citó diciendo: "Si todos los justos del país elevan oración efectiva, estamos seguros de que prevaleceremos y se abrirá Penllergaer el lunes de Pentecostés, sin guerra ni apagones. ...Que alivio será para millones de personas si Dios interviene y pone fin a la guerra para el día de Pentecostés. ..". El ni se imaginaba cuando hizo esa predicción que los días cercanos al de Pentecostés, mayo 12, serían los más obscuros en la historia de la nación. Hacia 400 años que no había una amenaza como aquella de invadir sus playas. En mayo 10, las fuerzas armadas de Hitler irrumpieron en Holanda y en Bélgica. El 29 de mayo fue una fecha para no ser olvidada nunca en la historia: Fue el día de la evacuación de Dunkerque, que acontecería después del llamado memorable del señor Howells a "sangre, sudor, esfuerzo y lágrimas".
A pesar de este revés aparente, mientras leemos los informes de los diarios de reuniones del Instituto, tres reuniones casi todos los días, nos encontramos entre un grupo de personas que ciertamente no tienen miedo, su tarea principal no es ni siquiera la oración. Están victoriosos cuando todos alrededor desfallecen de temor. Lo que les dio tal claridad y seguridad de que la victoria era suya, ¡fue la aparente "muerte" de la predicción! Si decimos que Dios no estaba con ellos, bien podemos hacernos a nosotros mismos esta pregunta: "¿Hubo en algún lugar de Gran Bretaña, o Norteamérica, o en cualquier otro sitio, entre el pueblo de Dios, un grupo como éste, tal vez cien, quienes estuvieron firmes de rodillas día tras día asiéndose de la victoria por fe mientras nuestros soldados retrocedían kilómetro tras kilómetro, países enteros se rendían y el enemigo estaba por alcanzar su meta?". Desde esta ocasión en adelante, durante todos los años de la guerra, todos en el Instituto estuvieron en oración cada noche desde las siete hasta la medianoche, teniendo solamente un intervalo breve para la cena. No fallaron ni un solo día en hacerlo. Esto era en adición a una reunión en la cual se oraba una hora cada mañana y con frecuencia al mediodía. Hubo muchos períodos especiales cuando cada día fue dedicado totalmente a la oración y al ayuno.
En las reuniones celebradas un poco antes del Domingo de Pentecostés, Rees dijo: "En Dios hicimos la predicción, en Dios permanecemos firmes y en Dios vamos contra el enemigo. El me dice esta noche: `No temas por la predicción que has emitido, no temas a los nazis'. Pienso en lo glorioso que es no tener que modificar nuestras oraciones ni un poquito, a pesar del desarrollo actual de los eventos. Me siento muy contento por qué ha sido el Reino lo que hemos tenido ante nosotros todo el tiempo en los pasados nueve meses, y no me arrepiento de nada. El Señor ha dicho: 'Voy a encargarme de los nazis'. Lo que hemos estado luchando durante cuatro años ha sido una batalla entre el Espíritu Santo y el diablo".
El Domingo de Pentecostés, en vez de declararse la paz, ya hacía dos días que Hitler había invadido a Holanda y Bélgica. Ese día Rees dijo en la reunión del Instituto: "Nunca defenderemos la predicción. ¿Puede Dios colocar una duda en nosotros que ya hemos creído realmente? Si el Señor te dice que este retraso es para Su gloria, entonces debes sentirte victorioso por ello. No hay gloria en el retraso, a menos que haya fe para vencer. Yo sería un hombre diferente hoy si hubiese un fracaso, pero el Espíritu no falla; realmente puedo darle las gracias por el retraso. Por nada me perdería esta experiencia. Es muy extraño que lo que es muerte a los ojos del mundo, es victoria para el Espíritu Santo".
Al día siguiente dijo: "Nunca podríamos haber tenido una muerte mayor que en el retraso de esta predicción. Pero no vamos a tener resurrección en lo que no haya ido a la cruz. Ayer prediqué acerca de la victoria, sin aún tener todavía una victoria visible. Hay una muerte en cada nivel, pero seguramente el fruto será de ciento por uno.
Vamos hacia la batalla, y estoy tan seguro de nuestra victoria como de que vendrá el amanecer. Si sabes que tienes fe para obtener algo, ¿no seguirás hasta logarlo? Así sonará en el mundo: 'El Señor, ¡El es Dios!"'.
Mientras que los nazis invadían a Europa, el Instituto estuvo firme diariamente delante de Dios. A continuación, citamos de las notas tomadas durante los mensajes que Rees Howells dio en las reuniones:
Mayo 16, 9:30 a.m.: "El siguiente día después de Holanda rendirse: Hoy es probablemente, la mayor batalla de la historia. ¿Puede Dios hacer algo hoy? Ahora, cuando los alemanes dicen "Hemos puesto a correr a los aliados", ¿puede Dios hacerlo? Mantengan sus ojos en Dios hoy, y alcancen esta victoria. 2 p.m.: El Señor ha dejado muy en claro que la victoria es Suya y de nadie más, y El debe recibir toda la gloria. Dios ataca al enemigo en forma invisible tanto como visible; por medio de nosotros y a través del ejército. 5:30 p.m.: La posición es muy seria en Francia, pero aún con los franceses e ingleses luchando contra tan grande desigualdad, el Señor puede ayudarlos".
Mayo 17, 9:30 a.m.: "Dios hará a través de ti de acuerdo a tu fe. La victoria de anoche fue ver que no importa cuán cerca vino el enemigo, el Espíritu Santo es más fuerte que él. Hoy, cada uno de ustedes que ora es más responsable por esta victoria que aquellos hombres que están en el campo de batalla. Debemos morir a todo lo demás que no sea esta lucha. 1 p.m.: Debido a que ustedes se han comprometido, son responsables. Nunca tendrán paz de nuevo, hasta que el mundo tenga paz; pero ustedes tienen un lugar en la hendidura de la Roca. 3:30 p.m.: Estamos aquí hasta que los nazis sean expulsados. 7 p.m.: Si el Señor nos halla dispuestos verdaderamente a esta muerte-vida, y si ve que hemos logrado la victoria en la prueba, ¿nos permitirá prevalecer en El ahora para terminar? Si creímos el sábado pasado, esta noche vamos a creer. No estoy dispuesto a que miles de nuestros muchachos mueran; tiene que venir la derrota de los nazis', y vendrá ahora si prevalecemos. Si esto hubiera sido un fracaso, Dios hubiera estado contra nosotros; pero El se ha mostrado agradado con nosotros".
Mayo 18, 9:30 a.m.: "A menos que Dios intervenga hoy en una forma milagrosa, creo que hemos perdido. Estaría dispuesto a morir, pero no puedo permitirme ese lujo; tampoco podemos permitir que Hitler permanezca vivo. 2:30 p.m.: Deseo luchar de nuevo contra este enemigo este fin de semana, como si fuese el fin de la civilización. No podemos dejar nada al azar. No permitan que estos jóvenes que están en el frente de batalla hagan más de lo que ustedes hacen desde aquí. Le pido a El que traiga un gran desastre sobre los nazis este fin de semana. 6:30 p.m.: Como el Señor nos dio la predicción, tuvimos victoria en ella, y el retraso no ha inmutado nuestra fe ni un poco; entonces debemos volver y preguntarle cuándo va a hacerlo Siento que esta noche, no importando lo que los nazis hagan, no podrán escapar al Espíritu Santo. El cristianismo es seguro. Si tienen fe, pueden dejar esto en Sus manos y El intervendrá a su debido tiempo. No podemos preguntarle cuándo va a hacerlo, si no hemos llegado a tener la fe para que El lo lleve a cabo. 9:30 p.m.: No es la lucha de ustedes, sino de Dios, y ustedes llegan a saber lo que Dios está haciendo. ¿Es Dios Quien ha atraído a Hitler a través de esa línea, con sus 2.500 carros armados? Deseo que el Señor desconcierte a este hombre y a sus ejércitos". Mayo 19, 9:30 a.m.: "Estos nazis no destruirán la civilización. Cuando se acerquen lo suficiente, Dios tratará con ellos. Cuando el Espíritu Santo ha ido al lado de la victoria, nunca se podrá convencer al hombre o la mujer que han ido a su lado, de que El es un fracasado. 9:15 p.m.: Ahora es la mejor oportunidad para probar la Biblia en cuanto a las guerras, porque nosotros mismos estamos en una".
Mayo 20, 9 a.m.: "Las próximas 24 horas serán la crisis de esta gran batalla. Ellos están listos para tomar nuestro país en cualquier momento. La historia del mundo puede cambiar aún antes de la hora del almuerzo. Nunca nos ha acontecido algo así y no se sabe cuánta fe sea necesaria. Estamos viniendo ante el Señor esta mañana, diciéndole que nuestros ojos están puestos en El hoy. A menos que El intervenga, estamos perdidos. No dudo del Señor ni por un segundo, pero debo ser muy cuidadosa. 2:30 p.m.: Esta noche pienso enviar el libro God Challenges the Dictator (Dios Desafía a los Dicta dores) al Señor Churchill, para darle ánimo en este momento. El ejército está perdiendo terreno cada día, pero en el libro se ha dicho que el hombre no podrá darle fin a esto, sino que Dios ha dicho: 'No esperen que yo lo haga antes de que ustedes lleguen a su necesidad extrema'. Lo único que deseamos que el Señor nos aclare es: ¿Estamos en este momento en el lugar donde él desea? Y hay algo que quiero: no dudar en este tiempo de crisis. Esta va a ser una verdadera crisis. 7 p.m.: Hoy he enviado el libro al señor Chamberlain, Lord Halifax, y al señor Churchill, en la hora más obscura".
Mayo 21, 9 a.m. Temor de Invasión: ,"Ayer fue el día más negro en la historia de este país, especialmente después del discurso del Primer Ministro. Todos en esta ciudad, esperan que el enemigo invada el país. Le hemos dicho al Señor: 'Nuestras vidas a cambio de la victoria'. Ahora debemos orar para que Dios les impida llegar a este país. 2:30 p.m.: Debemos orar al Señor para que mantenga al enemigo en jaque. El está como un león rugiente. 7 p.m.: El Primer Ministro francés dice esta noche: 'Es solamente un milagro lo que nos salvará'. La prueba es respecto a si la Biblia es verdad o no. Estoy dispuesto a arriesgar mi vida para comprobarlo, y quiero decirles esta noche que es totalmente verdadera. Miren que la forma cómo creen sea la correcta; y si lo es, no necesitan temer".
Mayo 22, 9 a.m.: "El mundo está en pánico hoy, y nosotros ciertamente lo estaríamos a menos que no estuviéramos totalmente seguros de que el Señor nos ha hablado. El destino de Inglaterra estará en juego hoy y mañana. 2:30 p.m.: En una batalla como la que estamos librando hoy, no pueden confiar en una reunión o en sentimientos. Debemos volver a lo que Dios nos ha dicho. Hay un enemigo que debemos mantener en jaque hasta que Dios obre".
De la noche del 22 de mayo al 25: el señor Howells no vino más a las reuniones, otros miembros del equipo las presidieron. El se fue solo con Dios para batallar y, como otros han testificado, la carga aplastante de aque¬llos días quebrantó su cuerpo. Literalmente, él dio su vida.
El 26 de mayo fue el día de oración pública en Gran Bretaña. Así comentó el señor Churchill acerca del Culto de Intercesión del 26 de mayo en la Abadía de Westminster: "Los ingleses son reacios a exponer sus sentimientos, pero desde mi sitio en el coro pude sentir la emoción apasionada y reprimida, y también el miedo de la congregación; no un miedo a la muerte, heridas, o a la pérdida nacional, sino al fracaso y a la ruina final de Gran Bretaña". El señor Howells regresó a las reuniones del Instituto, y dijo: "(9:30 a.m.) Todo lo que pueden hacer hoy, cuando un gran clamor se elevará en todo el país, es estar en posición de recibir la respuesta de Dios. La pregunta, esta mañana, es: ¿Podemos recibir la respuesta? Si alguna vez han clamado, deberían hacerlo hoy. 11:15 a.m. ¿Cómo pueden estar seguros de que los nazis no tomarán nuestro país? Todos aquellos que están en comando saben hoy que, a menos que Dios intervenga, seremos esclavos. Oramos por Etiopía y otros países, así que nuestro clamor no es egoísta. 2:30 p.m.: Vamos contra esta Bestia, tal como David fue contra Goliat".
Mayo 27, 9 a.m.: "Hay intercesión y fe para que el Señor pueda hacer una gran obra. Nuestro pueblo verá 4 Dios respondiendo sus oraciones, y tendrán mucho gozo por ello. 2:45 p.m.: Todo lo que podemos hacer hoy es creer. Las noticias entre las dos reuniones fueron horribles; el infierno sobre la tierra".
El 28 de mayo, el señor Howells estuvo solo de nuevo con Dios. En las reuniones se oró para que Dios interviniera en Dunkerque y salvara a nuestros hombres; y al descender el Espíritu sobre ellos estando en oración y súplica, lo que uno oró al final expresaba la seguridad dada a todos: "Estoy seguro de que algo ha sucedido".
El 29 de mayo fue el día de la evacuación de Dunkerque. El señor Howells dijo: "Estemos conscientes en nuestra oración de que la intercesión ha sido lograda. La batalla es del Espíritu Santo. Véanlo fuera de ustedes mismos esta noche; El está en el campo de batalla con su espada desenvainada".
Mayo 30, 7:30 p.m.: "Desde el punto de vista del mundo, no hay esperanza de victoria; pero Dios ha dicho que así será. Yo no podía venir esta noche y pedirle que interviniera, porque ya hemos dicho que El lo va a hacer. Si El está en el campo de batalla, va a cambiar la mala noticia respecto a nuestros soldados por una muy buena noticia. ¡Oh, qué Dios nos levante esta noche! No vamos a tener pánico pensando que los nazis van a ganar: Alemania debe ser liberada, así como Inglaterra y Francia. Puede ser que aún pasemos por sufrimientos mucho mayores, pero no voy a dudar del resultado final. Declaramos en los términos más claros: El enemigo no invadirá a la Inglaterra cristiana".
Cuando ahora miramos hacia atrás después de estos años, muchos de nosotros en Inglaterra recordamos el terror de aquellos días. Recordamos el milagro de Dunkerque, reconocido por nuestros propios líderes como una intervención de Dios; el mar calmado permitiendo que los botes más pequeños cruzaran, la casi completa evacuación de nuestras tropas, y luego el mensaje que el señor Churchill dio a la nación. Estamos muy agradecidos de que Dios haya tenido esta compañía de intercesores secretos, cuyas vidas estuvieron en el altar día tras día mientras se paraban en la brecha orando por la liberación de Gran Bretaña.
Capitulo Treinta y cinco
LA BATALLA DE INGLATERRA
La siguiente batalla de intercesión fue respecto a los ataques aéreos repentinos y la crisis de la "Batalla de Inglaterra", cuando Goering llevó a cabo su gran intento de lograr el dominio del aire, en preparación para la invasión de Inglaterra. En ninguno de estos asuntos vitales se dejó algo al azar o a algún tipo de oración ambigua. Todo fue examinado en presencia de Dios y los motivos fueron discernidos, hasta que el Espíritu Santo pudo mostrar a Su siervo, en forma inteligente, que había un derecho innegable para que la oración fuera respondida. La fe reclamaría el derecho y se asirían de la victoria. No habría descanso hasta que él hubiese tenido la seguridad de Dios de que la fe había prevalecido y la victoria estaba asegurada. No era sólo orar y luego desear que hubiera una respuesta. Citamos algunas notas tomadas en los cultos de aquella época:
El dos de septiembre, de 1940: el señor Howells dijo: "Quiero ver si tenemos derecho a estar libres de la preocupación cuando estos aviones estén a nuestro alrededor. Nos apresuramos para ponernos en la brecha para salvar a los niños judíos de Hitler cuando él los estaba expulsando. ¿Podemos reclamar ahora protección para todos los niños de los misioneros? A menos que mi fe sea igual a la ocasión para la protección, debería llevar esta noche a cada uno de los niños al refugio antiaéreo, y estarme allí con ellos. ¿Debemos temer porque otros están asustados? Si confié en Dios para que estas propiedades llegaran a ser lo que son, voy también a confiar en Dios para que las proteja. Quiero que logren una base para esta confianza. Necesitamos una verdadera base para nuestra fe, en caso de que los ataques duren meses. ¿Podemos confiar en El para lo imposible en esto, así como en las finanzas?
"Lo único que temo es que me desvíe de la voluntad de Dios, mucha gente teme a las consecuencias. Debo ser claro en este punto, porque Dios dice: 'Si son las consecuencias a lo que temen, que no vengan a Mí buscando protección'. Hay una gran diferencia entre un miedo egoísta a las consecuencias, y el querer la protección de Dios porque tú tienes una labor que llevar a cabo para El. ¿Hemos logrado la victoria?".
La mención que el señor Howells hizo del refugio al cual dijo que llevaría los niños, fue una referencia a su obligación de proveer refugio para los estudiantes diurnos, que en ese tiempo eran unos 300. Pero para los estudiantes y niños de misioneros, que eran como sesenta y formaban parte de la familia del Instituto, el Señor le había dicho que no proveyera ni refugios ni máscaras antigases (aunque cualquier persona que quisiera podía sentirse en libertad de usarlos). Dios sostuvo plenamente la posición de Rees durante toda la guerra, no permitiendo que ni una sola bomba cayera en cualquier propiedad del. Instituto. La ciudad con sus estratégicos muelles había soportado varios ataques aéreos sumamente intensos. Pero, sigamos con los diarios:
Septiembre 3: (Después de un fuerte ataque aéreo durante la noche): "Estoy seguro que el Señor me llevó a la ciudad para ver cerca de 2.000.000 de libras de propiedad en el suelo. Pensé: `¿Valió la pena comprar a Penllergaer cuando es esto lo que sucede? ¿Vale la pena llevar una carga y agonizar por causa del Reino?'. Vi lo que serán estas propiedades, a no ser que Dios las proteja. Me hallé a mí mismo orando por la ciudad tanto como oré por el Instituto la noche anterior".
Septiembre 4: "La situación en el país se ha puesto muy seria debido a los ataques aéreos. Nosotros no hemos pasado por esto nunca antes; lo importante es encontrar dónde está Dios en todo. Cuando ustedes están en peligro cada noche, les toma bastante tiempo el estar seguros de que se hallan bajo la protección de Dios... ¿Pueden afirmar que están seguros bajo los ataques aéreos? ¿Se lo ha dicho Dios? Se puede intentar usar la Palabra de Dios sin Su poder que yace tras ella. Si Dios va a libertarnos de este infierno, tendrá que ser liberado algún poder. A menos que estén seguros de su propia victoria, nunca podrán orar por la liberación del país. Hemos atado al diablo una y otra vez, y estoy seguro que lo haremos de nuevo cuando llegue el momento de Dios en esta guerra".
Septiembre 7: "¿Cuánta gente se ha asustado por la aflicción de estos repentinos ataques aéreos? Si pueden creer que han sido librados del infierno, ¿por qué no pueden creer que lo han sido de estos ataques? Siempre he encontrado algo que me ha dado gozo durante el día, y mi gozo de hoy es porque tenemos la protección de Dios. Pero, a menos que realmente estemos confiando en El, ¿de dónde vendrá la alabanza? Esta paz que el Salvador da no es una de carácter artificial; es tan profunda que ni el diablo mismo puede perturbarla. No se puede oír al Espíritu mientras haya cualquier agitación interior o miedo en uno. Ante la presencia de Dios no se puede llegar ni con la más mínima sombra de temor". Septiembre 8. Día Nacional de Oración, 9 a.m.: "Nuestro país tiene solamente la forma exterior de religiosidad, ni frío ni caliente, tal como la Iglesia de Laodicea. Quiera Dios hacer que nuestra nación se arrepienta. Nuestra única causa para la alabanza es el hecho de que el enemigo no ha sido capaz de invadir a nuestro país".
Durante el culto del mediodía, exactamente cuando Rees Howells empezaba a hablar, los aviones nazis pasaron por encima, las armas retumbaron la finca, y la sirena sonó; pero él continuó con su mensaje, y "la congregación permaneció como fascinada". Fue en este punto que la carga de oración invocando protección y todas las dudas de los días pasados se cambiaron en alabanza y certidumbre. Recibieron seguridad de victoria y en palabras del señor Howells se oyó: " ¡Qué victoria! Aquellos que están en el Espíritu ven que es victoria porque El nos ha encontrado con fe. ¡Qué gozo! ¡Qué alabanza! Dios, probablemente, no daba fe para la victoria en la guerra hasta que no fuese lograda la victoria personal primero". Cuando terminaba el servicio, sonó la sirena indicando que todo estaba despejado. Para el cierre del culto, cantaron: "La muerte está vencida, decidlo con gozo, vosotros los fieles"'
En el culto de la tarde de ese mismo día, el señor Howells dijo: "En este momento podría llegar a publicar que ningún diablo puede tocar a ninguno de los que aquí están. No hay necesidad de orar más. Cuando ya se cree, no se ora más por ese asunto. Nunca antes hemos tenido tanta victoria, seguimos exactamente como si no hubiera guerra. ¿Cómo podíamos lograr la victoria para el mundo si no la creíamos para nosotros mismos? No se puede confiar en nada, a no ser en la oración que cree. ¡Cómo descendió el Espíritu Santo en el culto de comunión de esta mañana y nos contó acerca de Su victoria!".
Septiembre 9: "El Espíritu Santo ha encontrado fe igual a lo que El desea hacer. Ocúpense de estar creyendo. La fe es lo más delicado, es como un vapor que fácilmente se puede perder. . . La victoria aconteció ayer por la mañana, y si no la ven ahora, tal vez nunca la lleguen a contemplar. Desde ahora en adelante, El puede guiar esta batalla; pero no podía hacerlo sin fe".
Septiembre 10: "¿Qué sucederá si millones de oraciones han subido al cielo en el Día de Oración y ninguno de los que las hicieron ha creído? Después de la victoria del domingo hay gran libertad para orar, creyendo que Dios realmente tratará con el diablo en los nazis y pondrá fin a este maligno sistema. Nuestra oración por Londres es que Dios cambie el curso de las cosas ahora y ahorre vidas. No hay duda de que el enemigo está vertiendo a torrentes su desprecio sobre este último Domingo Nacional de Oración".
Septiembre 11: Con la batalla de Inglaterra sobre Londres y el sur de Inglaterra en su mayor fragor: "Ha habido muchos lugares bombardeados en Londres, hasta el Palacio de Buckingham ha sido tocado. Sentí la carga de orar por el Rey y la Reina, y creo que nuestra oración será respondida. Estoy solamente contemplando para ver cómo dominará Dios al enemigo".
Septiembre 12: "Oramos la noche anterior para que Londres fuese protegida y que el enemigo no pudiese avanzar, y Dios nos respondió. A menos que Dios pueda agarrar a este diablo y atarlo, ningún hombre estará seguro. Si tenemos protección para nuestras propiedades, ¿por qué no obtener protección para el país? Qué maravillosos día son estos".
Septiembre 14: "Porque hemos creído, Dios nos ha hecho conocer lo que va a suceder: Toda criatura debe oír el Evangelio, Palestina va a ser nuevamente de los judíos y el Salvador va a regresar".
El señor Churchill, en sus War Memoirs (Memorias de la Guerra) da el 15 de septiembre como "la fecha culminante" en la Batalla del Aire. El dice que visitó la Sala de Operaciones de la Real Fuerza Aérea aquel día y vio cómo los escuadrones del enemigo aparecieron en grandes cantidades y los nuestros subieron para hacerles frente, hasta que llegó el momento cuando preguntó al Mariscal del Aire: "¿Qué otras reservas tenemos?". "No hay ninguna", le respondió, e informó después cuán serio y reocupado lucía el señor Churchill. "Quisiera tenerlas", agregó el señor Churchill. Luego pasaron otros cinco minutos, y "parecía que el enemigo se estaba retirando. El cambio continuo de los discos sobre el tablero mostraba un constante movimiento hacia el oriente por parte de los bombarderos y cazas alemanes. No hubo ningún nuevo ataque. .. En diez minutos, la acción se acabó". Pareció no haber razón por la cual la Luftwaffe había regresado a su lugar de origen exactamente cuando la victoria estaba a su alcance. Nosotros sabemos el por qué. Después de la guerra, el Mariscal en Jefe del Aire, Lord Dowding, Comandante en Jefe del Comando de Cazas en la Batalla de Inglaterra, hizo este significativo comentario: "Aun durante la batalla, uno se daba cuenta día tras día de que estaba llegando mucha ayuda externa. Al fin de la batalla, se tenía el tipo de sentimiento de que había acontecido una intervención divina especial para alterar alguna secuencia de eventos que, de otra manera, hubieran sucedido".
Capítulo Treinta y seis
La victoria en la batalla de Inglaterra salvó al país de una invasión, pero el enemigo buscó recompensa por medio de un bombardeo nocturno aún más intenso e indiscriminado, el cual continuó hasta 1941.
RUSIA, AFRICA DEL NORTE, ITALIA, EL DIA "D"
En enero de ese año, el bombardeo constante sobre Inglaterra se convirtió en una carga de oración para el Instituto Bíblico, hasta que se llegó a una crisis.
"Hoy sentí definitivamente", dijo Rees Howells en la reunión de enero 20, "que Dios quiere que ore más por esta ciudad que por el país. El me dice: 'Si estos ataques aéreos se repiten, no puedo garantizarles que estarán a salvo, así que ora para que sean alejados del país'. Y le dije: 'Protégenos ahora, hasta que alcance la fe para creerte"'.
Pasaron diez días en oración, y entonces el 28 de enero en su diario declaró: "Creí que habrá protección para el país". Esto fue seguido por una petición notable: "Señor, has que el enemigo se vaya para el Mediterráneo", aliviando así la presión sobre Inglaterra al hacer que la atención de Hitler se enfocara en otra dirección. Casi dos meses después, el seis de abril, Hitler declaró la guerra a Yugoeslava y Grecia, y siguiendo con la invasión de Creta y África del Norte. Con estos nuevos empeños por delante, el enemigo fue obligado a dejar la destrucción de Inglaterra, y así se acabó la crisis inmediata para este país.
La próxima carga de oración fue aún mayor. Suponemos que nada dio al mundo una sacudida más grande, en toda la guerra, que cuando, sin una sola palabra de advertencia, Hitler dio un giro de 360° e invadió a Rusia. Si algo se vio como una intervención de Dios para ayudar a los Aliados, fue esto. Los periódicos seculares hablaron de ello usando las palabras del proverbio pagano: "A quien los dioses destruyeron, primero lo hicieron enloquecer". Esa decisión de Hitler fue reconocida como uno de los grandes actos de intervención divina que significaron la "derrota de los nazis". La invasión de Rusia comenzó el 22 de junio de 1941 a las 4 a.m. Pero con siete semanas de anterioridad, el dos de mayo, Dios empezó a hablarle al señor Howells respecto a Rusia. El dijo aquel día: "Mientras más queremos ver que la guerra se termine, parece ser que Dios está diciendo: 'Hay un país más sobre el cual deseo hacer juicio, y es la Rusia Comunista'. Y al día siguiente repite: "Rusia está ante mí. ¿Es correcto que Stalin y sus seguidores escapen? Si Dios nos diera a escoger, ¿le diríamos que prolongue la guerra aunque perdamos? Y de nuevo: "Pedimos al Señor que debilite a Rusia y a Japón, aún si implica la prolongación de la guerra por cinco años. ¿Puede el Señor cambiar la dirección del enemigo hacia Rusia? Si Dios no trata con Rusia ahora, tendrá que provocar otra guerra para hacerlo. Digo que El debería meter a Rusia en esto, no importando cuánto tiempo dure, a menos que El tenga otra manera de alcanzar a estos comunistas". Desde ese momento, éste se volvió el principal pedido de oración del Instituto Bíblico: "Señor, mete a Rusia en esta guerra y trata así al comunismo". Seis semanas más tarde, ¡Rusia se había metido en el conflicto!.
Pero muy pronto, el peligro fue de otra índole. Rusia entró en la guerra, pero después de unas pocas semanas estaba frente al colapso inminente. Mientras las hordas alemanas se metían en ese país, recordamos muy bien la ansiedad con la cual el mundo libre contemplaba la desintegración gradual de los ejércitos rusos y el constante acercamiento de los nazis a Moscú. Era una carrera contra el invierno. Se trataba de una repetición de la famosa invasión por parte de Napoleón. Hitler proclamó que él tendría éxito donde Napoleón había fracasado, y que pasaría el invierno en una Moscú intacta. ¿Lo lograría? ¿Creía alguien en aquellos días de tensión que no lo llevaría a cabo? Sus ejércitos estaban casi a las puertas de la ciudad. El domingo 19 de octubre de 1941, la señora Howells relata cómo, muy temprano en la mañana, Rees le dijo que bajaría para oír las noticias de las siete, para ver si Moscú había caído. Cuando regresó, dijo que la ciudad no había caído, pero que esperaban malas noticias en cualquier momento. A los pocos minutos, el Señor empezó a hablar con él: "¿Hay alguna necesidad de que Moscú caiga? ¿Por qué no oran y creen en Mí para salvar a Moscú y dar un revés a los nazis?".
El Dr. Kenneth G. Symonds, F.R.C.E., quien ha sido miembro del equipo del Instituto Bíblico durante doce años, nos cuenta acerca de la reunión de aquel domingo por la mañana: "El Director comenzó su mensaje diciendo que lo primero que el Señor le había dicho aquella mañana fue: ¡Oren para que Moscú no caiga!'. Parecía ridículamente imposible porque habíamos oído que la caída era inevitable, pero aunque esta respuesta de oración parecía estar lejos de nuestro alcance, el Espíritu puso la carga sobre nosotros. Daba la impresión de que era El quien oraba, en vez de nosotros. Oramos intensamente todo el día, hasta que en el culto de la noche, El nos inspiró tanto por medio de Su siervo que llegamos a tener la seguridad de que Dios estaba respondiéndonos. El Señor nos dio libertad para pedir en oración que los nazis fuesen totalmente derrotados en el invierno ruso. Nunca olvidaremos el gozo de victoria que se produjo en nosotros, mientras nuestra fe crecía durante aquellos días". Al segundo día, la noticia era que los rusos había tomado nuevo aliento, y la nieve estaba cayendo en grandes cantidades sobre algunos lugares. Cuatro días más tarde, Rees Howells dijo en el culto: "Ahora afirmo: 'Así dice el Señor: él (Hitler) pasará el invierno en las nieves rusas"'. Todos conocemos el final de la historia: Moscú no cayó nunca, y Goering, relatando más tarde los infortunios de aquel invierno declaró que tres millones de soldados, integrantes de lo mejor del ejército nazi, perecieron en la nieve. En su libro I Chose Freedom (Escogí la Libertad), Víctor Kravchenko aseveró: "Los alemanes podrían haber tomado a Moscú sin una sola lucha. La razón por la cual se regresaron es un misterio que solamente los alemanes mismos pueden resolver para la historia".
Dios empezó ahora a hacer que las oraciones del Instituto tomaran otra dirección. Los nazis estaban marchando a través de Yugoeslava y Grecia y capturaron a Creta; La amenaza de Rommel y los italianos crecía en el África del Norte, y la oración empezó a concentrarse en las tierras bíblicas. En realidad, esta fue una de las principales cargas de oración en el Instituto. Fue así porque mucho tiempo antes, Dios les había revelado que ésta no era solamente una guerra europea, sino que por medio de ella "en el determinado consejo y presciencia de Dios", los judíos volverían a Palestina, el Evangelio saldría para ser predicado a toda criatura, y el Salvador podría volver. Tan pronto como las tierras bíblicas parecieron estar en peligro de ser invadidas, Dios dirigió la oración en esa dirección. "Estoy seguro", dijo Rees Howells, "que el enemigo nunca tocará a Palestina, a Siria, o a Irak".
El área de mayor peligro inmediato era África del Norte. Con la aparición de Rommell y los ejércitos alemanes allí, la amenaza para Egipto se hizo grave, y si Egipto caía, la puerta estaría totalmente abierta para que llegaran a Palestina. Recordamos, de nuevo, aquellos días cuando Rommel había hecho retroceder a nuestros ejércitos y estaba casi a las puertas de Alejandría. "A no ser que Dios intervenga en favor de Palestina", dijo Rees el cuatro de julio de 1942, "no habrá seguridad allí para los judíos. Estas tierras bíblicas deben ser protegidas, porque es a estas tierras que el Señor regresará. Si tuviese que escoger hoy, diría a Dios: 'Toma todo lo que tengo, pero preserva a Palestina'. Hoy queremos decirle a Dios: 'A menos que haya una razón especial para que Egipto caiga, no permitas que Alejandría sea tomada; dale un revés a Rommel'. ¿Puedo tener hoy la misma carga por Alejandría como si fuese Swansea la ciudad que estuvieran atacando?". Era un sábado, y por lo general no había reuniones de oración en las tardes sabatinas, pero aquel día se llamó a todo el Instituto para orar y rogarle a Dios que salvara a Alejandría y cambiara las cosas en el África del Norte. Era una carga pesada, pero había gran libertad en la oración. En el culto de aquella tarde, el señor Howells dijo: "¿Es la oración de esta tarde del Espíritu Santo, para que el enemigo no tome a Alejandría? Estoy hablándole a todos los que participaron realmente en las oraciones contra el enemigo haciéndolo ir al Mediterráneo, orando para que fuera a Rusia, ¡y no permitiendo que tomara a Moscú! ¿Es esta oración del Espíritu Santo? Si lo es, podemos estar tan seguros de que el enemigo no tomará a Alejandría, como lo estará la gente cuando se sepa". Luego, el 5 de julio: "Todo lo que quiero saber es: ¿Ha sido logrado le pedido en la intercesión por las tierras bíblicas? Si así es, tenemos derecho a prevalecer con Dios en cuanto a que el enemigo no tomará a Alejandría. La primera prueba, después de Moscú, es Alejandría".
El señor Howells y el Instituto lograron la victoria aquella noche. "Pensé que se le iba a permitir tomar a Egipto", dijo, "pero ahora sé que nunca lo logrará; ni Alejandría, ni El Cairo caerán". Y al final de la reunión, declaró: "Hoy ha sido conmovido hasta lo más profundo de mi ser. He estado como un hombre que se abre paso en la arena. Pero ahora lo he logrado".
A la semana siguiente, leyeron en las noticias respecto a cuán graves habían estado las cosas en África del Norte aquel mismo sábado cuando se llamó en forma extraordinaria a la reunión de oración, y fue en aquel mismo fin de semana que todo cambió en El Alamein, y Alejandría se salvó. El Mayor P.W. Rainer, quien era responsable por proveer agua para el Octavo Ejército, relata lo siguiente respecto a un incidente destacado, que probablemente decidió la batalla de Alejandría. En su libro Pipe Line to Battle (Acueducto para la Batalla), como lo citó la Revista de la Asociación Cristiana de los Oficiales del Servicio Mercante, en la edición de abril de1944, dice:
Los restos de un ejército británico, cincuenta tanques, unas pocas armas de campo y cerca de 5.000 soldados, estaban entre los hombres de Rommel y Alejandría. Los bandos estaban equiparados, teniendo los alemanes cierta ventaja por el alcance superior de sus cañones de 88 mms. Ambos rivales estaban casi exhaustos por el calor, el polvo y la falta de agua. La batalla era feroz. En palabras del Mayor Rainer: "El sol estaba casi en su cenit, y nuestros hombres estaban llegando rápidamente al fin de su resistencia, cuando las nazis se rindieron. Diez minutos más, y podríamos haber sido nosotros mismos. Lenta y sombríamente, los tanques Mark IV se alejaron de su línea de batalla. Y luego aconteció lo increíble: 1.100 hombres de la División Panzer No. 90, la élite de los África Korps, vinieron caminando a tropezones, teniendo sus manos alzadas, a través de la arena árida. Resecas y negras por la sangre coagulada, sus lenguas hinchadas sobresalían de sus bocas. Como locos, arrancaron violentamente las cantimploras de las nucas de nuestros hombres y derramaron sorbos dadores de vida entre sus labios resecos". Luego, el Mayor Rainer sigue y da esta razón para la entrega de ellos: Los alemanes habían estado 24 horas sin agua, cuando invadieron las defensas británicas y hallaron un acueducto de seis pulgadas. Dispararon haciendo huecos en la tubería, y bebieron abundantemente. Sólo cuando habían tomado largos tragos, se dieron cuenta que era agua de mar. El acueducto había sido colocado hacía poco, y el Mayor Rainer recién había empezado a probarlo. Nunca se usaba agua fresca para probar cómo habían quedado las tuberías, era demasiado preciosa. "El día anterior, estos tubos habían estado vacíos", escribe. "Dos días más tarde, los habrían hallado llenos de agua fresca. Los nazis no detectaron la sal de una vez, debido que su sentido del gusto ya había sido anestesiado por el agua salobre a la cual habían estado acostumbrados, y por la sed". La entrega de aquellos 1.100 soldados sedientos puede haber sido el incidente decisivo en la batalla de Alejandría. El comentario del editor es: "Un acontecimiento tan increíble como este no puede ser tratado como una mera coincidencia. Seguramente, la mano del Dios Todopoderoso está en evidencia una vez más, viniendo en nuestra ayuda cuando estaban en disputa, asuntos muy importantes".
Después, la atención del Instituto tuvo que dirigirse a la campaña rusa de nuevo, si era que las tierras bíblicas iban a salvarse. El peligro del lado sur ya había pasado, pero en tanto que los alemanes, habiendo fracasado en su intento de tomar a Moscú, presionaban hacia el occidente a través del sur de Rusia y se acercaban a Stalingrado, estaban llegando a las proximidades de las Montañas del Cáucaso. Una vez pasada esa cadena montañosa,
tendrían de nuevo la puerta abierta para entrar a las tierras bíblicas por el norte. El Dr. Symonds nos dice que "Los nazis ya habían penetrado las defensas de Stalingrado, y estaban luchando en los suburbios de la ciudad. Entonces en forma totalmente inesperada, el Director anunció que el Espíritu Santo le estaba urgiendo a orar para que Stalingrado no cayera. La razón era que Stalingrado era la entrada al Cáucaso, y éste a las tierras bíblicas. El enemigo había hecho dos intentos de ocupar estas tierras. Primero fue por la vía de Creta, lo cual trajo la oración del Espíritu para que las hordas nazis se volvieron contra Rusia; y segundo fue por la vía de África del Norte, que terminó en la intervención divina como respuesta a la oración de fe por El Alamein. Pero esta oración por Stalingrado parecía la más difícil de todas. Luchamos durante toda una quincena. El Espíritu insistía por medio de Su siervo que como la oración había provenido de El, debíamos ser responsables por qué se llegara a un resultado exitoso como en el caso de Moscú.
A pesar de nuestros clamores, el enemigo siguió avanzando hasta que casi la mitad de la ciudad estuvo en sus manos. La lucha que hubo allí, de casa en casa, fue una de las más desesperadas de toda la guerra; pero el conflicto en el Espíritu fue igualmente desesperado. A la inversa de todo razonamiento humano, mientras las noticias se hicieron cada vez más desalentadoras, la fe se elevó aún más hasta que nos dimos cuenta que el enemigo estaba cediendo. Al mismo tiempo, el curso de los eventos en la batalla invisible cambió y, para sorpresa del mundo, el ejército nazi fue expulsado una vez más, totalmente resquebrajado y desmoralizado. Este fue otro triunfo poderoso del Espíritu Santo".
Algunos meses más tarde, habiendo ya pasado estas cuatro grandes batallas de oración (la invasión de Inglaterra, la de Alejandría, Moscú y Stalingrado), en el Instituto estaban muy interesadas en ver un artículo publicado en la prensa por el comentarista militar, General J.R.C. Fuller. Daba cuatro razones para la derrota de los nazis. Las llamó los cuatro errores de Hitler: El error número uno fue perder la oportunidad de invadir a Inglaterra. El error número dos fue su fracaso en atacar a Egipto y dominar a Alejandría. El error número tres: "Todo, en la campaña rusa, dependía de la caída de Moscú. Aún así, Hitler se desvió de sus objetivos". Error número cuatro: "La falla final de Hitler: El gran ataque a Stalingrado".
En otras dos ocasiones hubo oportunidades de concentración especial en la oración, una en la invasión de Italia y la otra fue para el llamado Día "D". En la batalla de Italia, el lugar de peligro era Salerno, donde nuestras tropas desembarcaron en septiembre de 1943 para capturar algunas colinas estratégicas y abrir el camino para que las fuerzas invasoras del sur llegaran a Roma. "El día del desembarco en Salerno, y sus resultados, estarán siempre destacados en mi memoria", dijo el Dr. Symonds. "Tuvimos la primera reunión de oración, como era costumbre, en el Salón de Conferencias, y nos reunimos de nuevo a las 9:45 p.m. para la reunión nocturna en Derwen Fawr. Este culto tuvo un tono solemne desde el inicio, con la voz del Director temblando por la carga de su mensaje, y casi inaudible decía: 'Entre reuniones, el Señor ha puesto sobre mí la carga de Salerno. Creo que nuestros hombres están en grandes dificultades, y el Señor me ha dicho que a menos que podamos orar durante toda la batalla, están en peligro de perder su dominio'. El temor de Dios se apoderó de nosotros porque esto vino como una completa sorpresa ya que no había noticias oficiales sobre ello en la radio, y porque nosotros mismos nos habíamos regocijado previamente, creyendo que Italia, al fin, estaba a punto de ser liberada de la tiranía fascista y nazi. Al momento estábamos de rodillas rogando a Dios para que interviniera. El Espíritu se asió de nosotros y nos dio la victoria. Alabamos y nos regocijamos, creyendo que Dios nos había oído y respondido. No pudimos seguir orando más, así que nos levantamos y empezamos a cantar alabanzas. El Espíritu daba testimonio en nuestros corazones de que Dios había llevado a cabo una intervención milagrosa en Italia. La victoria era tan notable, que miré el reloj cuando nos levantamos para cantar. Eran las once en punto de la noche.
Esperamos para oír las noticias de las doce de la noche. El noticiero dijo en tono serio, exactamente lo que el Director había aseverado de parte del Señor: Que a menos que aconteciera algún milagro, nuestras tropas estaban en grave peligro de perder antes de la mañana. Esto sirvió solamente para confirmarnos la guía del Espíritu, y nos sentimos más confiados que nunca de que la victoria era segura. Las noticias de la mañana siguiente eran más optimistas, pero nosotros esperábamos ansiosamente los informes de los periódicos sobre el frente de batalla. No fuimos desilusionados. El jueves en la mañana, uno de los periódicos mostraba en primera página un gran título en letras grandes: 'El Milagro de Salerno'. La narración del periodista, quien estaba personalmente en el frente, es, más o menos, como sigue: 'El lunes, yo estaba con nuestras tropas de avanzada en la invasión de Salerno'. La artillería enemiga se adelantaba rápidamente, con fuego incesante. El ruido era terrible. Era obvio que a no ser por un milagro, nuestras tropas nunca podrían detener el avance lo suficiente como para establecerse en la playa. De repente, sin ninguna aparente razón, el fuego cesó y la artillería nazi se detuvo en su avance. Una calma mortal se apoderó del lugar. Esperamos con una ansiedad que casi nos hacía contener el aliento, pero no sucedió nada. Miré mi reloj: Eran las once en punto de la noche. Esperamos un poco más, pero nada aconteció; y no pasó nada toda aquella noche, pero aquellas horas fueron decisivas para que no invadieran. En la mañana, estábamos establecidos en la playa"'.
En la última gran batalla de oración de la guerra, por la apertura del segundo frente, citaremos nuevamente algunas de las palabras del mismo señor Howells. El 6 de abril de 1944, exactamente dos meses antes del Día "D", él estaba diciendo en las reuniones: "Estamos preocupados por los jóvenes que deben ir a integrar el segundo frente. ¿Podemos creer que nuestros jóvenes pueden hacerlo con el mínimo de pérdidas? Si Dios intervino en Moscú, Stalingrado, Alejandría, y en nuestro propio país. . . ¿no puede acaso hacerlo en el segundo frente e impedir que suframos un revés? Tenemos derechos, perfectamente, de pedirle a Dios que venga y luche con nuestros jóvenes. Nuestros líderes sólo quieran lograr la Carta del Atlántico y sus Cuatro Libertades, como resultado de esta guerra. Si vencimos en Stalingrado, lo podemos lograr aquí. Sabemos que El está del lado de nuestros hombres, y esta noche no veo nada que no sea victoria".
Un mes más tarde, (7 de mayo), dijo: "Estoy hablando en una ocasión en que 5.000.000 de hombres están enfrentándose en el segundo frente de batalla. Estos hombres de Norteamérica están en nuestro país esperando la invasión, y muchos pueden morir. En Verdún, los franceses perdieron 1.000.000 de personas. Si no soy llamado a luchar, y sé de otra manera de ayudarlos y no lo hago, debería ser asesinado en lugar de ellos. Se están enfrentando a la muerte, y cualquiera que lo haya hecho sabe que esto es una cosa seria. Ellos le están haciendo frente por ti y por mí. Si sufren más de lo que sufrimos por ellos, será una vergüenza que nos durará toda la vida. Si hay un segundo frente la semana próxima, ¿hay un Dios en el cielo que pueda intervenir? Cuando esa batalla empiece, el Gobernador Dewey, de Nueva York, estará convocando a todo el Estado para que se una en oración. Lo peor de todo, es que Alemania es un país protestante y nosotros también lo somos, pero no es contra la nación alemana que luchamos; es contra el régimen nazi. Creemos que Dios está de nuestro lado, y El dice: 'No voy a enfundar la espada hasta que la Carta sea establecida y el mundo sea libre"'.
En otra reunión, Dios dio al Instituto la seguridad de que en el día "D" El "iba a ir delante de nuestras tropas, y que no sufrirían un revés". "La fe era tan fuerte que podíamos lograrlo", escribió uno que estuvo presente. "Después de la carga que estábamos llevando, el alivio fue tan grande que fui a mi habitación, me arrodillé, y estallé en lágrimas. Eran lágrimas de gozo y absoluto alivio de una tensión tremenda. Esto fue tan real para mí, entonces, como si todo el segundo frente hubiese sido establecido y la victoria ya se hubiera logrado".
El 6 de junio, el día de la apertura del segundo frente, el señor Howells leyó con gran aprobación el Orden del Día de parte del General Eisenhower para las tropas de asalto, en el cual decía: "Las esperanzas y oraciones de quienes aman la libertad en todas partes marchan con ustedes. . . imploremos todos la bendición del Dios Todopoderoso sobre este grande y noble emprendimiento". El maravilloso discurso del Rey, que transmitió al país, llamaba solemnemente a su pueblo a la oración y a la dedicación. Dijo: "Seguramente ninguno de nosotros está demasiado ocupado para desempeñar su parte en una vigilia de oración, como la gran cruzada lo requiere, a nivel nacional y, tal vez, a nivel mundial". En el culto, el señor Howells dijo: "Si va a haber un Día de Oración, será un día de victoria y con Dios obrando". En su oración al final de esta reunión, pensando en las tropas de asalto que habían desembarcando ya en Normandía, oró: "Si Tú no hubieses intervenido en Dunkerque, ninguno de nosotros estaría aquí hoy. Entonces, pon una carga sobre nosotros, no nos permitas aflojar. Si Hitler hubiese ganado, el cristianismo, la civilización y la libertad hubieran desaparecido. ¡Dios, protege y guarda nuestros hombres! No nos permitas orar en ninguna forma diferente a como lo haríamos si estuviésemos en la línea de frente. Creemos que el final de esto será la victoria".
Finalmente, el 8 de julio, dijo: "No creo que haya nada comparable con la noche cuando invadimos a Normandía. Dijimos que Dios estaba yendo delante de nuestros hombres, y que no sería como Dunkerque. El periódico .Daily Telegraph informó que fue la única noche en que los barcos-U no patrullaron el canal. La forma como pasamos a Normandía fue algo fuera de toda imaginación: 4.000 barcos y 11.000 aviones, ¡y no se encontraron ni un solo barco o avión del enemigo! Dios dijo: 'Voy a ir delante, y no habrá ni un solo revés'. Y aún ahora, mientras estoy predicando, hay una gran batalla llevándose a cabo. . . pero vuelvo a 7creer en Su palabra de que no habrá reveses".
La culminación de estos seis años de oración llegó en junio de 1945, con el establecimiento de las Naciones Unidas en San Francisco. Basado en ello, hubo esperanza de una paz mundial. La oración en el Instituto para que el Evangelio llegara a toda criatura y para el regreso de los judíos a Palestina, siempre ha sido con aquella gran anticipación del retomo del Salvador en gloria y el establecimiento del reino milenial, creyendo que será entonces cuando, al fin, habrá "paz en la tierra". Esta culminación fue la respuesta a años de oración por la reapertura del mundo para el Evangelio, de modo que toda criatura pueda oír las Buenas Nuevas en esta generación.
Capítulo Treinta y siete
LLAMADO AL HOGAR CELESTIAL
Ya había terminado este periodo de intercesión. Durante los años de la guerra, Dios había separado al Instituto para interceder por el mundo, tal como años antes había encerrado al señor Howells sólo con El para interceder por un alma. Ahora que la guerra había terminado, fueron renovados los vínculos de comunión con el campo extranjero. El Instituto siempre había estado firme en la comunión con todos los siervos fieles de Cristo en el mundo. A través de los años habían salido estudiantes a trabajar con varias organizaciones y han ayudado a muchas sociedades misioneras en las finanzas. Líderes y miembros de muchas misiones han estado como visitantes en el Instituto. Desde que éste fue fundado, Dios le dijo a Su siervo que nunca permitiera que un misionero visitara el lugar sin despedirlo con una ofrenda, aún cuando fuera lo último que les quedara. Ahora que el Instituto estaba libre de la carga de oración por la guerra, el Señor empezó a poner sobre ellos otra vez las necesidades del campo misionero. 'La Conferencia anual A Toda Criatura' comenzó de nuevo en 1947, así como el adiestramiento de estudiantes para todos los campos.
La carga especial que estaba en el corazón de Rees Howells eran las finanzas para llevar el Evangelio a toda criatura, dinero que sería gastado libremente en el sostén de los siervos de Dios en todo el mundo. Esta carga nunca lo abandonó hasta el domingo 15 de enero de1950. En el culto de las nueve de esa noche, él leyó las canciones de Moisés y David, y dijo: "Todo en mí alaba a Dios porque el Espíritu Santo puede decir 'He terminado la obra que me diste por hacer'. Toda criatura oirá el Evangelio, las finanzas para la misión están seguras, y el Rey regresará. . .". El tenía la seguridad de que Dios le daría las cien mil libras que él invertiría luego en Su obra, y reclamaría el cumplimiento de la Comisión a Toda Criatura ciento por uno.
El grupo que estaba en el Instituto poco se dio cuenta que éste era más que un culto victorioso de finanzas; era el final de la guerra terrenal para el intercesor del Señor. El, con el resto del Instituto, tenía fe en Su venida. En el espíritu de victoria sobre la muerte por medio de Cristo, estaba esperando el gran día del arrebato y el cumplimiento de Filipenses 3:21. Pero, después de lograr este lugar de intercesión final, aceptó la voluntad de Dios en plenitud de victoria. Al final del mes, estuvo cara a cara con su Salvador. El Dr. Symonds, quien estuvo con él hasta el final, nos da este relato:
"Más o menos dos años antes de su llamada al Hogar Celestial, nuestro amado Director tenía deseo de hacer una visita a los escenarios de su encuentro con el Espíritu Santo en Llandrindod en Gales. Unos pocos de nosotros tuvimos el privilegio de acompañarle. Su alma fue obviamente bendecida y reavivada mientras permanecimos fuera de la pequeña capilla (ahora fuera de uso) donde le fue revelado el Cristo glorificado. Luego nos llevó al sitio de la Convención en la carpa y nos contó, una vez más, sobre cómo el Espíritu Santo vino a su encuentro allí en Persona y le pidió su cuerpo. Mientras el Director pensaba nuevamente en aquellas experiencias y en todo lo que el Espíritu Santo había hecho en El y por medio de El desde aquel entonces, fue visiblemente fortalecido en Su creencia de que el Espíritu Santo no fallaría en el futuro para vencer todos los obstáculos y alcanzar a toda criatura con el Evangelio en esta generación.
"Poco después noté, mientras subíamos una colina, un espantoso color grisáceo que vino sobre él, y tuvimos que detenernos por un rato. Se hallaba en las angustias de un ataque al corazón. Desde ese día en adelante, solamente unos pocos de nosotros supimos cuánto debió de haber sufrido. Intentamos persuadirlo para que se tomara un descanso, pero le consumía tanto su pasión por el Reino y las almas de los que perecen que nunca descuidó su interés por las reuniones de oración y otros asuntos de su Rey. No tomaba ninguna medicina para aliviar su condición; prefería dejar todas las cosas, como siempre, en las manos del Señor.
"Desde aquella noche de domingo en adelante, cuando tuvimos tal victoria en las finanzas, estuvimos conscientes de que el Director sentía que su trabajo sobre la tierra había finalizado. Su ministerio principal siempre fue la intercesión. Con frecuencia me decía ahora que prefería ir al hogar celestial y a la gloria, y dejar lo demás a los Josués' que Dios pudiera llamar. Su gozo personal por toda la eternidad sería que fue fiel en las manos de Dios al establecer la base. Así fue.
El martes siete de febrero, la señorita Margaret Wright, Enfermera Jefe del Hospital del Instituto, sintió una carga especial por él y fue a su habitación, después de la reunión nocturna, para ver si estaba bien. Lo encontró caminando de un lado a otro en su habitación. Estaba cantando algunos de los antiguos himnos galeses que su madre acostumbraba cantar acerca de 'La Tierra que es más hermosa que el día'. Uno de ellos, traducido, dice así:
Bello y atractivo es mi Salvador,
El más Hermoso de los hermosos es El.
Rey de reyes, lo aclamo alegremente;
Aquí y eternamente;
Su gran belleza ha cautivado
Mi alma por completo.
Mira por encima de las nubes y de las sombras,
Mira, alma mía, la Tierra de la Luz
Donde la brisa es fragante por siempre,
Miríadas benditas gozan ahora su perfecta paz.
Ahora, finalmente, un poderoso traslado
Estremece este mi atribulado corazón,
En la expectativa de poseer
Esta herencia divina;
Benditos aquellos que buscan
Esta tierra de descanso.
Sí, partimos, pero no para siempre;
Gozosas esperanzas inflaman nuestros pechos:
Quienes aman al Salvador, nunca
Conocen un adiós prolongado y final.. .
Uniones benditas
Yacen tras este velo de separación.
"La noche siguiente, el ocho de febrero, al final del culto, él parecía transportado a la gloria, con todo el grupo en pie y cantando 'Más Allá del Jordán con mi Bendito Jesús', el coro que él mismo escogió, pero que no había sido cantado en el Instituto durante el pasado año. Su rostro fue descrito por algunos como recordándoles el de Estaban, el rostro de un ángel. Sacó su pañuelo y lo agitaba al cantar. Parecía estar saludando a su Salvador y a todos los santos que se habían ido antes. Este fue su último culto en la tierra.
"En un lapso de media hora fui llamado para verlo mientras yacía postrado en su cama y en medio de las angustias de un terrible ataque al corazón. Para sorpresa mía, estuvo de acuerdo en recibir algunos medicamentos. Este fue el primer presagio para mí, de que él en realidad no esperaba recuperarse, sino que hubiera preferido mantenerse solamente en su fe.
"Mientras yacía en una agonía que yo solo podía conjeturar porque nunca emitió ni siquiera una palabra con referencia a su propio sufrimiento, dijo: 'Es el Señor. . . Es el Señor. . . Estoy en el centro de la voluntad de Dios... todo se ha logrado... es el Señor'. Durante los cuatro días siguientes, antes de pasar al hogar celestial, cuando estaba consciente era para musitar el nombre de algún misionero (especialmente el del señor Norman Grubb y el de John Thomas), u otro amigo íntimo por quien él estaba obviamente orando, o para hablarnos sobre su creencia en toda la visión.
"Sus últimas palabras fueron en un momento en el cual se hallaba consciente, el domingo doce de febrero, cuando me reconoció y suspiró en su susurro tranquilo: `Victoria. . . Aleluya'. Durante aquellos días, había dicho la misma palabra a la señora Howells: 'Victoria gloriosa'. El final de su peregrinaje terrenal llegó a las diez de la mañana del lunes trece de febrero. Al arrodillarnos alrededor de su cama, estábamos profundamente conscientes de la maravillosa presencia de Dios. Dijimos en nuestra oración 'Hágase Tu voluntad' y pedimos al Señor que nos hiciera sucesores dignos de un siervo tan noble de nuestro Señor y Salvador Jesucristo".
En una hora, el señor Samuel Howells reunió a todo el equipo del Instituto y de la Escuela. Por naturaleza tranquilo y reservado, era obvio para todos que el Espíritu de Dios había descendido sobre él mientras convocaba a todos a una re dedicación de sus vidas para llevar a cabo la visión y comisión que su padre había dejado. Desde aquel día quedó muy claro para todos que en lo oculto de los pasados trece años, durante los cuales él había estado con sus padres en el Instituto, Dios había estado madurando y preparando a Su siervo para ocupar el lugar del señor Howells. Ningún hijo por herencia natural podría colocarse en el lugar de tal padre, pero todos reconocen con agradecimiento que la misma Persona Divina que vino a vivir en el difunto Director también habita en su hijo y así que, tanto el Instituto como la Escuela aún tienen el mismo Guía, Capacitador y Proveedor, el Señor Mismo en medio de ellos.
NOTA FINAL
El Instituto Bíblico de Gales y la Escuela de éste, los cuales Dios guió a Su siervo a fundar y a dirigir, continúan sus actividades exactamente igual que antes. El equipo del Instituto, Hospital, Escuela y Hogar para los Niños de Misioneros, suma en total 98 personas, con el señor Samuel Howells, M.A., como director honorario. Estos, juntamente con unos pocos viejos amigos quienes forman parte de la familia del Instituto, hicieron parte del grupo de intercesores durante los años de la guerra. Es difícil encontrar a uno entre ellos que haya estado en el Instituto menos de diez años, y algunos han permanecido quince y hasta veinte años. Todos son, en primer lugar, intercesores que se dan a sí mismos y viven en oración por la Visión a Toda Criatura. Usan sus dones y conocimiento en varias formas en el ministerio. Esto ha sido cumplimiento de aquella promesa dada al señor Howells en cuanto a "todo obrero voluntario y hábil". Muchos son profesores; hay tres doctores, seis enfermeras, dos tienen títulos en música, otras son secretarias, trabajadores domésticos, jardineros, mecánicos, etc. Todo el equipo ha caminado por fe con Dios, todos estos años, para la satisfacción de sus necesidades personales. Han aprendido en el lugar secreto a mover el Trono para suplir sus necesidades. No se pagan salarios ni pensiones; todo es provisto en respuesta a la oración. , Es digno de destacar que durante el año financiero de 1950-51, el primer año después de que Dios se llevó a Rees Howells para estar con El, el Señor ha enviado más dinero que en cualquier otro año en la historia del Instituto.
El Instituto Bíblico otorga a los estudiantes un curso de dos años para salir a los campos tanto del extranjero como de este país, a un precio mucho más bajo que el costo real, siendo gratis la enseñanza. Las reuniones de oración de la mañana y de la noche siguen siendo el centro de la vida espiritual del lugar. Los estudiantes reciben los cursos normales de materias sobre la Biblia, y otros más.
El Instituto tiene su propio hospital, el cual puede albergar hasta 25 pacientes. Fue construido en los terrenos de Derwen Fawr y es usado en muchos casos de enfermedad entre los niños de la Escuela y, a menudo, para los misioneros que están de licencia de sus respectivos campos. El Señor continúa dando al Instituto cargas de oración específicas por la sanidad de los enfermos. Los doctores y enfermeras del Instituto van personalmente a hablar con Dios para que supla la mayoría de las medicinas, además de sus propias necesidades.
Desde su comienzo, la mano de Dios ha estado en forma muy notable sobre la Escuela del Instituto Bíblico. Esta permanece casi única en Inglaterra como Escuela Preparatoria y Secundaria de altos logros escolásticos, a pesar de que cada miembro del equipo es un consagrado siervo de Jesucristo cuya prioridad es ganar a los niños para El. De once que asistieron cuando la Escuela se abrió en 1933, el número ha crecido hasta llegar a 400 muchachos y muchachas desde la edad de cinco años hasta los 18. Con el Dr. Kingsley C. Priddy, M.B., B.S., D.T.M. & H. como Director, y la señorita Doris M. Ruscoe, B.A., como Directora, hay un equipo de 33 maestros y maestras, catorce de los cuales tienen grados universitarios, y el resto poseen sus Certificados de Profesores; uno tiene diploma en Educación Física.
La Escuela solicitó al Gobierno que enviara a sus inspectores en 1948 para poder tener su aprobación oficial, y tanto las Escuelas de Gramática Preparatoria como Secundaria fueron aceptadas como "eficientes". Durante estos años, 22 estudiantes se han graduado de universidades, siete han recibido grados como médicos, 25 han pasado por Universidades de Pedagogía y cerca de veinte han llegado a ser enfermeras (os) adiestrados. De estos ha regresado una docena, llamados por el Señor para ser miembros del equipo de la Escuela. Financieramente, el equipo de la Escuela, tal como el del Instituto, vive por fe, sin salario o pensión.
En tres o cuatro ocasiones, el Espíritu de Dios se ha movido en forma notable entre los muchachos y muchachas, con comienzos de avivamiento y muchas conversiones. Aunque no se coloca sobre ellos ninguna clase de presión indebida, hay un balance saludable entre el desarrollo de espíritu, mente y cuerpo. La evidencia de la completa bendición de Dios sobre la escuela es su gran popularidad en Swansea y los distritos vecinos. Padres de todas las clases, inclusive aquellos que no simpatizan con el Instituto en su fe religiosa, procuran enviar a sus hijos allí.
El propósito original para que fue fundada, se destaca en la escuela: Proveer un hogar para los niños hijos de misioneros. Al hogar han llegado continuamente quienes luego han salido a predicar el Evangelio en tierras distantes. Durante varios años, éste número ha promediado 65. Es maravilloso ver cuan feliz es la familia, tanto en la vida de escuela como de hogar. Desde el mismo comienzo, Dios guió a Rees Howells a cobrar a los misioneros solamente la mitad de los costos para la educación y pensión de sus niños. También desde el inicio, Dios ha llamado a la señorita G. Roderick para ser la Matrona de la Escuela, y a través de los años se ha unido a ella un grupo de quince auxiliares.
Además del interés del Instituto en todas las actividades misioneras, hay algunos centros en el exterior que han sido ocupados por sus estudiantes, quienes mantienen vínculos como enviados por el Espíritu Santo desde el Instituto. El primero de tales centros es una Casa de la Misión en París, con un vestíbulo y acomodaciones, la cual fue comprada por el señor Howells hace trece años y donde trabaja un equipo de cinco personas. La meta es empezar un Instituto Bíblico para el adiestramiento de estudiantes del continente, en conexión con este centro.
Luego, a pedido directo del Emperador de Etiopía, una de las doctoras del Instituto, Margaret FitzHerbert, M.R.C.O.G., especialista en obstetricia y ginecología, salió para encargarse de esos departamentos en el Hospital Haile Selassie I, de Addis-Abeba. Algunas enfermeras también se han unido a ella. En esta posición estratégica, ellas pueden ser testigos para Cristo en el corazón de la capital, sin ser "misioneras profesionales".
En el Líbano, dos obreros armenios mayores de edad, quienes han tenido la escuela de una misión con cerca de cien niños, son ahora ayudados por dos miembros del Instituto. Después de una visita del señor Samuel Howells al Medio Oriente, existen ahora planes de abrir un centro misionero en la antigua ciudad de Jerusalén, y varios integrantes del Instituto están en este momento esperando ir allá.
En adición a estas extensiones directas del Instituto que están llegando hasta tierras distantes, hay vínculos de cooperación con misioneros evangelistas en India, Nigeria, Brasil, donde se hallan trabajando estudiantes del Instituto; además de aquellos alumnos que se han unido a varias sociedades misioneras.
En el Instituto se celebran Conferencias de Verano. Sin duda, habrá muchos a quienes Dios les hable por medio de esta lectura de la vida de Su siervo, quienes desearán venir, tal vez desde los mismos confines de la tierra, a tener una comunión viva y personal con los integrantes del grupo del Instituto, ya sea como visitantes o como estudiantes. Serán bienvenidos, pueden comunicarse con la señora de Rees Howells, la viuda del finado Director, quien sigue con su abundante ministerio de fe y amor en medio de la familia del Instituto; en el Instituto Bíblico de Gales, Derwen Fawr, Swansea, Gales del Sur.
La sorprendente e interesante historia del hombre de una aldea minera de Gales quien creyó que los acontecimientos del mundo podían ser cambiados por medio de la oración.
REES HOWELLS
INTERCESOR
Norman Grubb
CONTENIDO
CAPITULO
1. Primeros Años
2. Dos golpes
3. Conociendo Personalmente al Salvador Resucitado
4. El Avivamiento Gales
5. El Espíritu Santo Toma Posesión
6. Amando a un Proscrito Rechazado Por la Sociedad
7. Un Pueblo No Tocado por el Avivamiento
8. Los Vagabundos
9. Atando al Hombre Fuerte
10. Una Rama en la Vid
11. La Mujer Tuberculosa
12. ¿Qué Es Un Intercesor?
13. Desafiando la Muerte
14. Un Padre para los Huérfanos
15. Lord Radstock
16. Llamado a una Vida Oculta
17. La Brigada Sin Sombrero
18. El Voto de Nazareo
19. La Sanidad del Tío Ricardo
20. Llamado a Dejar de Ser un Asalariado
21. Madeira
22. Matrimonio y Llamado Misionero
23. Esperando en la Fila
24. Avivamientos en África
25. Compra de la Primera Propiedad en Gales
26. El Instituto Bíblico de Gales
27. Compra de la Segunda Propiedad
28. La Tercera Propiedad y el Hogar de Niños
29. Libro de Oración: Eduardo VIII
30. La Comisión a Toda Criatura
31. Etiopía
32. Visitación del Espíritu
33. Cuarta Propiedad y los judíos
34. Intercesión por Dunkerque
35. La Batalla de Inglaterra
36. Rusia, África del Norte, Italia, el Día "D"
37. Llamado al Hogar Celestial
Nota Final
ILUSTRACIONES:
Rees Howells teniendo entre sus brazos la pequeña Rutie
Rees Howells en sus 34 años
La casa donde nació Rees Howells
Glynderwen, la primera propiedad comprada
Derwen Fawr, la segunda propiedad comprada
Sketty Isaf, la tercera propiedad comprada
Sr. Howells y la señora con el Emperador de Etiopía
Sr. Howells, la señora y Samuel en los jardines de Derwen Fawr
Cuerpo docente del Instituto
PREFACIO
Considero como uno de los mayores privilegios de mi vida el haber ayudado en la preparación de esta biografía de Rees Howells. Conocí al señor Howells en 1928, en ese tiempo yo era un misionero de vacaciones, y pasé varios días con él en el Instituto Bíblico de Gales que en esa época estaba en sus primeros días. La luz simplemente se derramó en mi alma cuando me contó sobre algunos de los tratos más íntimos del Señor con él. Esta fue una de las mayores experiencias de mi vida. Aprendí secretos sobre el Espíritu, como el de que El es Quien descendió para hacer Su obra poderosa por medio de seres humanos, lo que revolucionó mi ministerio futuro.
En los años que siguieron tuve muchos períodos de íntima comunión con el señor Howells, a pesar que siempre me maravillaba pensando en el por qué se me había permitido tener semejante privilegio, a mi mente vino en muchas ocasiones el pensamiento de cuánto me hubiera gustado tener impreso para el mundo ese testimonio, esa luz que el Señor había revelado a Su siervo, y esos tratos maravillosos del Espíritu con él. Ahora, eso parece una preparación incógnita para lo que iba a venir. Yo nunca pensé que el Señor se llevaría a Su siervo tan pronto, pero cuando lo supe, estos pensamientos de años anteriores volvieron a mi mente.
Fue por esto que Samuel Howells, el único hijo del señor Howells, y la señora Howells, me ofrecieron el gran honor de escribir sobre la vida de él. Pero ahora quiero dejar bien en claro que, en realidad, yo he sido solamente el último miembro de todo un equipo que escribió esta narración. En primer lugar, la señorita Mary Henderson, la secretaria honoraria del señor Howells, archivó durante los últimos diez años, en forma fiel, las pláticas matutinas y vespertinas de él en el Instituto —diez y ocho libros manuscritos llenos de referencias de sus propias experiencias. Luego pasó semanas clasificándolo todo en preparación para la biografía, de tal modo que yo pudiera ir directamente a los pasajes importantes. Hemos sido colaboradores preparando diariamente el libro y ella ha sido capaz de mantenerme en el camino recto y angosto de la exactitud en muchos puntos y ha agregado detalles vitales de información.
Además, el Dr. Kingley Priddy, el director del Instituto Bíblico, ha dedicado horas de su tiempo a leer cada capítulo y darnos muchas sugerencias valiosas. Con su apreciación profundamente sensible del contenido espiritual de la vida del señor Howells, ha podido dar una y otra vez el toque necesario para sacar a relucir la esencia íntima de cada acontecimiento.
Combinado con esto ha estado el trabajo de la señorita Marie Scott, B.A. Como profesora de literatura inglesa en la escuela bachillerato y en la Universidad, y siendo uno de aquellos cuyas vidas fueron revolucionadas por sus contactos con el señor Howells, ella ha pulido muchos pasajes toscos y a menudo ha agregado toques de inspiración.
La señorita Doris Ruscoe, B.A. la directora, ha sido otro miembro del equipo y ha ayudado particularmente a encontrar los mejores métodos para producir la biografía. Finalmente, todo ha sido revisado por el señor Samuel Howells, M.A., actual director del Instituto Bíblico, y por la señora de Rees Howells, quien estuvo con su esposo desde los primeros días de su ministerio. Ella misma fue testigo ocular de mucho de lo que está registrado en el libro.
Me ha parecido que producir un libro en equipo en vez de hacerlo en forma individual ha sido una experiencia muy saludable y estimulante, y cada día hemos estado maravillosamente conscientes de que la buena mano dé Dios está sobre nosotros.
Por algunos de los datos sobre el comienzo del ministerio de Rees Howells, nos sentimos en deuda con el señor John Howells, su hermano mayor, quien siempre fue respetado por la familia. La deuda es también con otro hermano suyo, el señor Dick Howells, un gerente retirado de una mina. Asimismo con su hermana, la enfermera Catherine Howells, quien lo admiraba profundamente. Nuestro agradecimiento también al señor Tom Howells, el único miembro de la familia que aún vive en la antigua casa.
Este hombre de Dios tenía un corazón grande sin medida, era irreprensible en el gozo del Señor que brotaba de él ("El Espíritu está lleno de bromas", dijo una vez osadamente). Llevaba en su corazón el profundo sufrimiento y pecado del mundo hasta que lo quebrantó . . . El podría haber contado su propia historia de manera mucho más vívida de lo que nosotros jamás podríamos hacerlo. Esperamos que Dios se revele a Sí mismo, aun por medio de estas páginas, a través del velo de la carne humana, mediante un hombre "transformado de gloria en gloria en Su misma imagen, como por el Espíritu del Señor". El señor Morgan James, un funcionario retirado del Gran Ferrocarril del Oeste, y amigo del señor Howells, se expresó bien al decir: "El fue el cristiano con el corazón más grande que jamás he conocido". Los hombres de Dios de su generación reconocieron la unción particular de Dios sobre él: Lord Radstock; Albert Head, el presidente de la Convención de Keswick; D.E. Hoste, director de la Misión al Interior de la China; Stephen Jeffreys, tan usado poderosamente en el evangelismo y sanidades, quien en sus últimos años se apoyó mucho en la fe del señor Howells; Dan Williams, fundador de la Iglesia Apostólica; Paget Wilkes, de la Banda Evangelística al Japón; el Reverendo Andrew Murray, quien escribió de él un tratado y lo invitó a visitarlo; la señorita Bentham; el Dr. Bernardo; y la señora de Charles Cowman, autora de Manantiales en el Desierto.
Henry Griffiths, un contador de la Junta Nacional del Carbón, dijo de su primer encuentro con él en 1921: "Leí sobre el poderoso movimiento del Espíritu por medio de él en el África. El iba a venir a Llanelly y esa noche caminé casi cinco kilómetros para escucharlo.. . Y después de eso anduve casi veinte kilómetros para ir a oírlo. El era para mí el misionero más maravilloso del cual había leído. Su forma de hablar era diferente, en tal forma el Espíritu había permanecido en él. Recuerdo a un joven cristiano que le preguntó, ¿cómo conocía él la voz de Dios?, y le confesó: "¿No puedes diferenciar la voz de tu madre de cualquiera otra?". "Sí, desde luego", respondió el joven. "Bien, yo conozco la voz de El exactamente así". Nunca olvidaré la reunión en la Convención de Llandrindod, después de que él regresó del África. Francamente, estaba solo. Tenía aproximadamente cuarenta años de edad y estaba en la plenitud de su vida. Elevó la reunión a un plano tal que todos estaban fascinados. Nadie podía moverse, nadie podía seguirlo. Se le pidió que probara al grupo y preguntara a quiénes les gustaría darse a sí mismos a Dios tal como él lo había hecho, y todos se levantaron, incluyendo ministros. Al día siguiente se me permitió ir a una reunión de pastores en la cual estaba hablando el señor Paget Wilkes. Este hombre rápidamente reconoció al Espíritu en el señor Howells y dijo: "Hay alguien aquí entre nosotros con el cual iría yo por todo el país, llevando su bolsa de equipaje y limpiando sus botas".
Quiera Dios se encuentre con muchos de los que lean este libro, así como lo hizo con el autor al escribirlo. N.P.G.
Capítulo Uno
PRIMEROS AÑOS
Rees Howells nació el diez de octubre de 1879, siendo el sexto hijo de una familia de once. La casita blanqueada donde vivieron está todavía en la vía Llandilo, en el pueblito minero de Brynamman, Gales del Sur. Allí Tomás y Margarita Howells criaron sus tres niñas y ocho muchachos. ¡Es un milagro que todos pudieran caber en una casa tan pequeña!
En los primeros años la lucha fue muy dura . . El padre de Rees tenía un empleo en una fundición y luego estuvo en una mina de carbón. Su salario, la suma "considerable" de dos chelines y tres peniques o dos chelines y seis peniques al día, era la única fuente de entradas para la familia. Algunas veces, cuando había huelga, no recibía nada. Tampoco había beneficios o ayuda del gobierno para los desempleados. Años después, abrió una tienda pequeña en el pueblo, en la cual se vendían y reparaban zapatos. Cuando los niños mayores dejaron de estudiar y entraron a trabajar, las cosas marcharon mejor.
Pero ellos eran una familia feliz, porque la piedad y el amor tenían la preeminencia en el hogar. El amor de su madre fue una de las impresiones más profundas en la juventud de Rees, especialmente cuando la observaba cuidar incesantemente a uno de los tres miembros pequeños de su círculo, quienes más tarde fueron llevados de entre ellos. En cuanto al orgulloso padre, un día un visitante dejó perplejo al joven Rees cuando mirando alrededor a todos los niños le dijo al padre: " ¡Cuán rico eres!". Después Rees preguntó a su padre: ¿Cómo puede él decir que eres rico?". "Bien . . . ¿por cuánto te podría vender a ti?", respondió el padre. "¿Por mil libras? ¿O, vendería a John, a David, o a Ricardo por mil libras cada uno? " ¡Así de rico soy!".
La mayoría de los niños comenzó a trabajar en el molino de estaño de la localidad, que estaba en el fondo del valle, a la salida del pueblo. La única educación que obtenían era en la escuela del valle. Ellos no debían ser empleados antes de tener los trece años, pero cuando Rees tenía solamente doce y llevaba los alimentos a sus hermanos que trabajaban en el molino, el administrador le preguntó un día si le gustaría trabajar un poco. Su nombre no figuraría en la nómina, pero se le daría un sueldo que sería colocado bajo el nombre de su hermano Moisés. Así que, la instrucción escolar de Rees terminó a los doce años y los siguientes diez años los pasó en el molino donde se le consideraba como buen trabajador. Su trabajo le exigía doce horas al día, levantándose a las seis de la mañana y no regresando a casa hasta casi las seis de la tarde.
Tanto Rees como sus hermanos sentían la necesidad de obtener más educación y semanalmente asistían a clases nocturnas en la escuela del pueblo. En aquellos días no había tal cosa como una biblioteca en el pueblo. El único centro de lectura era una pequeña venta de periódicos donde por un penique al mes ellos podrían ir a leer el diario o pedir prestado un libro. Usando estos medios fue como dos de sus hermanos pasaron varios exámenes: John, el mayor, fue a trabajar en la Compañía del Ferrocarril y Ricardo llegó a ser gerente de una mina. Rees no se dedicó a ninguna línea específica de estudios, ¡pero dio señales de capacidad para organizar! Cuando la madre daba a los muchachos tareas para hacer, los otros hacían sus trabajos por sí mismos, pero Rees usualmente se las arreglaba para conseguir más o menos media docena de sus amigos para ayudarle .. . ¡Y luego solicitaba a su mamá que les diera a todos de comer! ¡Ella debió preguntarse si valía la pena pedirle a Rees que hiciera una tarea! ¡La generosidad, característica notoria en su madurez, también era visible en su niñez. El repartía todo lo que tuviera. Uno de sus hermanos cuenta que un cliente vino a la tienda a comprar unos zapatos cuando su padre estaba ausente . . . El cliente intentó persuadir a este hermano para que le rebajara el precio de tres chelines y nueve peniques, a dos chelines y seis peniques, pero él rehusó. Pocos días más tarde, la señora llamó y narró el incidente al padre, dando una descripción del "vendedor" . . La descripción dada podía ser la de Rees o la de su hermano, pero al padre no le tomó ni un segundo saber cuál fue, ¡él sabía que Rees no lo podía haber rechazado!
Rees desarrolló un físico excelente y tenía interés en el entrenamiento del cuerpo. El trajo a la casa pesas, guantes de boxeo y demás, midiéndose con sus hermanos en peleas amistosas. Un apetito saludable acompañaba un cuerpo saludable. . . Ricardo y Rees, algunas noches, regresaban tarde de sus varias ocupaciones. Si Ricardo llegaba primero, su madre, que ya estaba arriba, preguntaba: "¿Eres tú, Ricardo? Sírvete un pedazo de torta". Pero si Rees llegaba antes que Ricardo, su mamá preguntaba: "¿Eres tú, Rees? Hay una torta sobre la mesa. ¡Déjale un pedazo a Ricardo!".
Pero lo destacado de los primeros años de la vida de Rees era la forma como estaba consciente de Dios. Parecía como si una Presencia invisible le hubiera amparado desde su nacimiento. . . Aquel que, como a Pablo, lo separó desde el vientre de su madre y lo llamó por Su gracia. Los abuelos de Rees fueron la influencia más poderosa en este aspecto en sus primeros años. La casa de ellos era otra también blanqueada y pequeñita, llamada Pentwyn, arriba en la Montaña Negra, y cruzar el umbral de la puerta de ellos, dijo Rees años más tarde, era pasar de la tierra al cielo. Ellos se habían convertido en el Avivamiento de 1859, y Rees siempre creía que la bendición de ellos había llegado hasta él. Algo lo atraía en aquel pequeño hogar: "Dios era su atmósfera", decía. Le encantaba la caminata desde su casa en el valle de Amman, hacia arriba —atravesando potreros— dejando atrás una por una las casas, hasta que un portón de hierro hacía su mido metálico tras él, estaba afuera, en los espacios silenciosos de las faldas de las montañas. Estas, en los años futuros fueron a menudo su lugar de cita con Dios. Allí los únicos sonidos que perturbaban la quietud eran la canción de la alondra, el balido ocasional de la oveja y la música de un arroyo bajando la montaña.
Por sobe la cumbre fría el joven Rees bajando los doce kilómetros al otro lado del verde valle galés extendidos ante él, hasta que llegaba a su amada Pentwyn, encaramada en las empinadas cuestas, donde el páramo daba lugar nuevamente a los jardines y campos. Mientras cruzaba el umbral, oía como de costumbre la voz de la abuela leyendo la Biblia a su inválido tío Ricardo. Esto nos recuerda a otro joven que probablemente pasó muchas horas en otra Montaña Negra, Kara-Dagh, con Listra a los pies de la colina, donde el joven Timoteo creció también bajo la influencia piadosa de su "abuela Loida y su madre Eunice".
Efectivamente, los jóvenes de los tiempos bíblicos, como José y David, quienes temían y servían a Dios desde su juventud, tuvieron gran influencia sobre Rees. Su sabio padre había criado a los niños con las historias bíblicas; los recuerdos que Rees guardaba de su niñez estaban relacionados con las lecturas vespertinas y los efectos de éstas en su vida. La historia del Salvador, Su nacimiento, vida y muerte, sobresalía a las demás y lo guardó de alguna vez tomar Su nombre en vano u osar pecar con El. Ni aun los placeres normales del mundo llegaban a tener atracción sobre él. . . Caminaba kilómetros para oír predicar a alguien que lo trajera "bajo la influencia de Dios", pero "no cruzaba la calle para ir a escuchar un concierto". Solamente una vez fue a un partido de fútbol. Mientras la multitud estaba "gritando y vociferando" alrededor de él, sintió que ese no era su lugar e hizo el voto de que, apenas tuviera sus pies fuera de allí, nunca volvería a un sitio como ese y jamás regresó. El apóstol Pablo hace una declaración notable sobre el servir a Dios, tal como lo hicieron sus antepasados, con conciencia limpia; y Rees parecía otro ejemplo de esto. "Yo no caía en el pecado" dijo años más tarde. "Siempre había una restricción en mí. Parece que algunas personas son mucho más sensibles que otras, aun antes de la conversión. Manché mi conciencia una vez cuando mi padre me envió a entregar unos zapatos a un cliente y le pedí un chelín y diez peniques cuando el precio correcto era 1.9. Ese penique lo gasté en manzanas. Aunque confesé a mi padre mi pecado, no pude sacarme eso de la mente, ¡especialmente cuando veía manzanas! Desde luego, ese efecto sobre mí me guardó de cosas mayores". Pero aquello también tuvo otra consecuencia, de la cual él se desilusionaría más tarde, porque agregó: " ¡En aquellos días pensé que probablemente había nacido con una buena naturaleza!". A los trece años de edad se hizo miembro de la capilla, y resolvió —de acuerdo a la luz que tenía en ese entonces—que él debía ahora "cumplir en su vida la enseñanza del Salvador". Esta idea se le ocurrió al leer el libro de Sheldon, En Sus Pasos, solo para darse cuenta más tarde que, desde luego, no podía hacerlo. El contacto con otros jóvenes del molino no alteró sus gustos. Swansea quedaba a sólo 32 kilómetros, pero "la vida de la ciudad, una vida superficial, nunca me llamó la atención", decía. "No era ninguna prueba para mí el no ir a un teatro; no me gustaban esos lugares. Me sentía bien en las capillas y en reuniones de oración. La naturaleza, las colinas, los valles y los arroyos, me atraían. Los domingos por la mañana eran tiempos hermosos para mí; esa quietud y paz en todo. Sentía que podía darle la cara a Dios cada noche porque vivía una vida tan limpia y pura, y había cientos en Gales que vivían así".
De carácter tranquilo, buena vida, buen trabajador. . . no había muchas cosas que atrajeran la atención de este joven galés o que vislumbrara su vida futura. La excepción, tal vez, era una piedad no acostumbrada, que podría ser extraña a los ojos ingleses, aunque probablemente no a los galeses. Pero. . . ¿no es acaso Dios quien convierte lo ordinario en extraordinario cuando se le da la oportunidad?
Capítulo dos
DOS GOLPES
Nada sucedió para alterar el curso tranquilo de su vida casera hasta que Rees tuvo 22 años. Para ese entonces tenía una buena apariencia, siendo un joven de hombros amplios y cerca de 1.82 de estatura, con manos sensitivas. Tenía la frente cuadrada que algunas veces se ve entre los galeses, y sobre todo, unos ojos notorios, claros como el cristal y penetrantes; los ojos de un vidente. Sin embargo, bajo esa superficie tranquila se movía una corriente fuerte: la ambición. Deseaba ver el mundo, conseguir dinero y Estados Unidos se convirtió en un imán. Varios jóvenes del pueblo habían ido a Estados Unidos y mandaban informes entusiastas sobre lo que estaban ganando, obteniendo en un día lo que se conseguía en Gales del Sur en una semana. Cuando Rees oyó esto, nada pudo detenerlo, ni siquiera los lazos del hogar. El "puso en balanza las pérdidas y las ganancias y Estados Unidos ganó cada vez que lo hizo". Sus hermanos estaban estudiando para ejercer carreras pero él decidió " ¡hacer dinero y jubilarse siendo todavía joven!". Tenía un primo, Evan Lewis, quien había emigrado y conseguido trabajo en New Castle, en el área del acero que quedaba alrededor de Pittsburgh, Rees se embarcó y se unió a él, consiguiendo empleo en un molino de estaño.
Antes de salir de Brynamman, sin embargo, vino a él una palabra del Señor, algo que él consideró la mayor bendición que recibiera antes de su conversión. Un do mingo por la noche, un mes antes de embarcarse, llegó tarde a la iglesia y como estaba llena, se paró en el vestíbulo. . . El pastor estaba leyendo Hebreos 12:1: "Por tanto, nosotros también, teniendo en derredor nuestro tan grande nube de testigos. . .". "Estos testigos", dijo él, "son los hombres de fe mencionados en el capítulo anterior y debemos darnos cuenta que ellos están alrededor nuestro. Sabemos que son reales porque Moisés y Elías hablaron al Salvador en el Monte de la Transfiguración y los discípulos los vieron". El pastor luego dijo, como si supiese que Rees estaba escuchando, "Joven, tal vez estás por dejar tu hogar, quizás estás por ir a un lugar donde tus padres no te verán; pero recuerda: la nube de testigos y Dios te verán". Las palabras dieron en el blanco; Rees. Ellas eran nuevas para él y el efecto fue "una impresión del otro mundo" viniendo sobre él. "Vi el Monte mencionado en Hebreos 12:22", dijo, "la ciudad del Dios viviente, la asamblea general y la iglesia primitiva", y los vió no como a espías, sino como si estuvieran con él para animarlo y fortalecerlo. Era la mano protectora de Dios otra vez, colocando una restricción externa en Su vaso escogido hasta que le revelara Su Hijo; hasta que ese día llegara, esa nube de testigos permanecería como "la más grande realidad" de su vida.
Cuando dejó su tierra natal, Rees siguió llevando la misma vida religiosa en los Estados Unidos, donde se hizo miembro de una Iglesia y nunca faltó a una reunión de oración. En una sola ocasión por poco se rinde a una tentación de diversiones mundanas cuando un amigo lo invitó a ir a una exhibición de boxeo. Sin duda alguna, la atracción provenía de su interés anterior en el boxeo. Pero la Mano de la Restricción estaba sobre él. .. El día anterior a la pelea, el pensamiento vino a su mente: "Si tu padre o tío estuvieran aquí, ¿irías? ¿Y la nube de testigos?". ¡Le dijo a su amigo que no lo acompañaría esa noche ni por una fortuna!
Viviendo una vida recta como esa, ¿de qué manera podía Dios llevarlo a darse cuenta de que había nacido en pecado y necesitaba ser salvo? Hasta el pastor de su Iglesia pensaba que era "el mejor joven de la congregación", ¡lo cual era una indicación de que el pastor mismo debería estar necesitando lo mismo que Rees! Su caso no era diferente al de Pablo: "En cuanto a la justicia que es en la ley, irreprensible"; y hasta que no haya una convicción de la necesidad, nunca podrá haber un deseo de cambio. Pero Dios tiene Sus métodos.
La primera huella que Dios dejó en él fue por medio de su primo, Evan Lewis. Una noche él le dio a Rees una sacudida súbita al preguntarle si él era "nacido de nuevo". Rees nunca había oído esa expresión; él estaba "tan ignorante como Nicodemo". Pero sabía que estaba herido y sacó sus defensas: "¿Qué quieres decir? Mi vida es tan buena como la tuya". "No estoy hablando de eso. . . Ponlo en estas palabras: ¿Sabes si eres salvo?". "Soy un cristiano, y eso es lo suficientemente bueno para mí". Pero, aunque daba la impresión de no estar convencido, su satisfacción consigo mismo fue sacudida. Su primo fue persistente y no dejó el asunto pendiente, aunque siempre parecía terminar en un argumento infructífero. Pero un día la flecha realmente dio en el blanco. . . Su primo le dijo que cuando su hermana estaba muriendo le había hablado de su necesidad del Salvador y, mientras ella le hablaba, él "había visto el Calvario". Una vez más, Rees no sabía lo que él quería decir, pero sintió por instinto que estaba en terreno santo y una voz parecía advertirle que no discutiera más. La impresión fue tan fuerte que decidió dejar ese lugar y buscar trabajo en otra parte para no "tocar lo prohibido". Se fue a vivir a unos 160 kilómetros, a Martin's Ferry, pero cuando su primo lo despidió en la estación, hasta sus últimas palabras dirigieron la flecha al blanco: "Si sólo fueses nacido de nuevo no me importaría que te fueras, pero me atribula verte yéndote cuando no estás bien con Dios". Rees no pudo olvidar esas palabras. El divino Sabueso celestial seguía sus pasos "con una persecución sin prisa, con paso imperturbable, "con aquellos pies fuertes que seguían y seguían detrás".
La luz realmente comenzó a alborear cuando un día estaba leyendo un libro destacado en ese tiempo, La Ley Natural en el Mundo Espiritual, del profesor
Henry Drummond. El autor estaba diciendo cómo nunca había pensado que fuese posible dar una definición de la vida, hasta que encontró una en las obras de Herbert Spencer quien dijo que la vida es correspondencia con el medio ambiente. Un niño nace con cinco sentidos y varios miembros corporales y cada uno se corresponde con algo de su medio ambiente: el ojo ve, el oído escucha sonidos, los pulmones respiran aire, y así sucesivamente. . . "Mientras pueda tener correspondencia con mi medio ambiente tengo vida", dijo Spencer, "pero si me sucede algo que me impida corresponderme con mi medio ambiente, entonces estoy muerto; la muerte es falta de correspondencia". Drummond llevó la definición de regreso hasta Adán. El Señor le había dicho que el día que desobedeciera moriría con toda seguridad. ¿Murió él? En cuanto a la definición de Spencer, murió espiritualmente, porque aunque continuó teniendo una vida natural, perdió su correspondencia con Dios y solamente podía retornar a El por el camino del sacrificio, por medio de una víctima muerta en su lugar.
Al leer esto, el primer pensamiento que se le ocurrió a Rees fue: "¿Tenía él correspondencia con Dios? ¿Podía decir que su Salvador era tan real para él como su madre? ¿Conocía a Dios como una Presencia diaria en su vida, o solamente pensaba en El durante las reuniones de oración? Si moría, ¿tenía otro medio ambiente con el cual corresponderse? Aunque estaba lejos de sus padres, la distancia no interfería con la comunión entre ellos, pero no tenía una relación como esa con Dios. Volvieron a su mente aquellas palabras que su primo había estado citando constantemente: "A no ser que un hombre nazca de nuevo, no puede entrar al reino de Dios". " ¡Lo vi!", dijo Rees. "Yo creía en el Salvador, pero sabía una cosa: no era nacido de El. En cuanto a tener correspondencia con el medio ambiente del Salvador, yo era un hombre muerto, estaba fuera del reino al cual toda mi vida buena y mi religión nunca me habían capacitado para entrar. Estaba afuera, y aunque no era un borracho o un ladrón, estaba afuera porque no tenía correspondencia con Dios".
Su conformidad religiosa se hizo añicos. . . No había una gran convicción de pecado, pero sabía que existía un gran abismo entre él y Dios, y un interés más profundo por su destino eterno que por cualquier otro asunto poseyó su mente.
Capítulo Tres
CONOCIENDO PERSONALMENTE
AL SALVADOR RESUCITADO
"De cerca, de cerca, rastrea la caza". Lo que Rees había empezado a meditar en teoría, pronto tuvo que enfrentarlo cara a cara. De repente fue derribado por fiebre tifoidea, siempre peligrosa pero en aquellos tiempos a menudo fatal y rápidamente tuvo que estar frente a frente con la muerte. Durante esta amarga experiencia estuvo en pensiones sólo y lejos del hogar. Aquí de nuevo se ve la mano de Dios, porque él más tarde dijo: "Hallé el miedo en mí por primera vez y cuando enfrenté la posibilidad de dejar este mundo y entrar a un campo desconocido, los remordimientos me dominaron de una manera como nunca había sentido antes. Gracias a Dios, mis padres no estaban allí para quitarme ese miedo. . . Gracias a Dios, esa simpatía humana no me encegueció por la eternidad. Se puede vivir en medio de una multitud, pero tanto a Dios como a la eternidad se les conoce y enfrenta estando sólo".
El gozo que él había tenido ganando dinero, viajando y haciendo turismo fue olvidado. Ahora imploraba al Señor que le diera vida eterna. Clamó a Dios que no le permitiera morir. "Dame una oportunidad más", pidió llorando, "y te daré mi vida". Hubo un voto en ese lloro. . . Mientras aún clamaba, Rees supo en su corazón que no iba a morir. Desde ese momento comenzó a recuperarse, pero era un hombre cambiado. "Mientras me enfrentaba a perder todo y a entrar a una oscuridad eterna, toqué la vida real por primera vez", dijo. "Había visto lo mejor del mundo llevándome a una eternidad perdida, y descubrí que debía todo al Dios que me había liberado". Desde ese día en adelante él nunca consideró la eternidad ligeramente, porque se había enfrentado a la realidad del infierno, una separación de Dios para siempre.
Mientras se recuperaba, la gravedad de su experiencia reciente lo hizo examinar su posición con renovada seriedad. Había sido liberado de la muerte pero no del miedo a ella. Siempre había creído en la encarnación, la expiación y la resurrección, eran las verdades más preciosas de su vida. ¿Entonces, por qué no eran reales para él? Si Cristo había conquistado la muerte, ¿por qué sentía miedo de morir? Aquellos que lo han oído contar de este período de su vida, nunca olvidarán cómo evoca la respuesta a estas preguntas: "Me di cuenta que tenía solamente un Cristo histórico y no un Salvador personal que podía llevarme al otro lado".
Durante cinco meses buscó diariamente el camino hacia Dios. Dijo que gastaría con gusto hasta su último centavo, y que iría de un lado del vasto país hasta el otro si solamente pudiera encontrar un hombre que le mostrara el camino hacia la vida eterna. Fue a donde el único en quien podía pensar. Hizo el viaje de 160 kilómetros de regreso a New Castle para preguntarle a su primo acerca de ello, pero aunque su primo conocía el camino para sí mismo, parecía incapaz de explicárselo claramente a Rees.
En estos meses hizo otro viaje, a Connellsville, Pennsylvania. Ahí, por fin, la "cacería" llegó a su fin. "Detiene cerca de mí esa pisada. .. ¿Es mi tristeza, después de todo, Sombra de Su Mano extendida acariciándome? ¡Cuán maravillosamente cada movida agitada había sido un paso más hacia adelante en la búsqueda y captura de la presa. Rees no había estado mucho tiempo en su nuevo hogar, cuando oyó que un judío convertido, Maurice Reuben, de Pittsburgh, había venido a la ciudad para una misión. La primera noche que fue a escucharlo, Reuben contó la historia de su conversión y de cómo el Espíritu Santo le había revelado el Calvario. "Yo había oído predicar sobre el Calvario muchas veces antes y lo creía", dijo Rees, "pero nunca antes de esa noche había visto el Calvario". Fue llevado de vuelta al mismísimo punto que tanto le había impactado en el testimonio de su primo.
Maurice Reuben narró que pertenecía a una familia rica y cómo llegó a tener lo mejor que el mundo podía ofrecerle. También contó de cómo había vivido para ganar dinero. El era uno de los directores de Solomon & Reuben, una de las tiendas más importantes de Pittsburgh. Pero la vida de uno de sus compradores lo puso bajo una convicción profunda, y un día le dijo: "Usted debe haber nacido feliz". "Sí", replicó el comprador, "en mi segundo nacimiento. Acepté al Señor Jesucristo y nací de Dios. ¡En mi primer nacimiento no fui más feliz que usted!". Este testimonio conmovió tanto a Reuben que compró un Nuevo Testamento. Le impresionó el hecho de que todos los que siguieron a Jesús eran judíos: Juan el Bautista señalándole como el Cordero de Dios; Pedro, Santiago y Juan, los discípulos principales; y, a un judío el Salvador le había dicho: "Sobre esta roca edificaré mi Iglesia". Luego llegó a la historia del joven rico. Este fue un momento dramático, ¡un judío rico del siglo veinte, y bajo convicción, leyendo sobre el trato del Salvador con un judío rico del primer siglo! Reuben vio el asunto así: si Jesús le había dicho a ese rico que vendiera todo para heredar la vida eterna, ¿cómo podía él, Reuben, heredar el mismo regalo a no ser que fuera bajo la misma condición? Esta era la prueba suprema. . . Si se convertía en un discípulo, sabía que también estaba en posición de perderlo todo. Pero era muy tarde para volverse atrás; lo había visto y debía seguir. Mientras que Reuben decía estas palabras, Rees hacía eco de ellas en su propio corazón. También era demasiado tarde para él, volverse atrás.
Reuben hizo frente en forma imparcial y honesta y calculó el costo. Su esposa podía abandonarlo; era posible que su hermano lo sacara del negocio, y que ni un solo judío lo siguiera. . . Pero ya estaba decidido, pensaba hacerlo aunque lo perdiera todo. Entonces un día, camino a la tienda, Reuben oyó una voz que le repetía las palabras de Juan 14:6: "Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí". La verdad resplandeció sobre él, aceptó a Cristo y entró a la vida en ese momento. Luego les contó lo sucedido a su hermano y a otras personas. De acuerdo con el testamento de su padre, él perdería hasta el último centavo si cambiaba de religión. Su hermano ofreció darle 70.000 libras —su parte en el negocio— si cruzaba los Estados Unidos y se retiraba a vivir en Montana. Pero Reuben replicó: "He recibido la luz en Pittsburgh, y voy a testificar en Pittsburgh".
Ese sábado tarde en la noche, unos detectives vinieron y lo llevaron a la estación de policía. El lunes, dos doctores lo visitaron en su celda y le hicieron preguntas respecto a la voz que había oído. "¿Dudan de mi sanidad mental?", pensó. Dos horas más tarde vinieron unos vigilantes del asilo y lo llevaron a una habitación en la cual había 29 dementes. La amargura de su estado lo venció. Tuvo victoria en el calabozo, pero esto parecía ser más de lo que podía soportar. Cayó de rodillas al lado de la cama y derramó su corazón delante del Señor. No supo cuánto tiempo estuvo de rodillas pero le pareció perder el sentido y se le apareció una visión del Calvario. Dijo que fue testigo de cada etapa de la crucifixión. Olvidó sus propios sufrimientos en los sufrimientos del Salvador y, mientras contemplaba la cruz, el Maestro mismo le dijo: "¿Debo cargar la cruz sólo y todo el mundo estar libre?". Desde su corazón quebrantado, Reuben respondió: "No. Hay una cruz para cada uno, y hay una cruz para mí". Desde ese momento, él fue un hombre nuevo. En vez de quejarse por estar en el asilo, comenzó a orar por los otros 29. Le dijo al Salvador: "Permíteme sufrir por Ti. No importa lo que me permitas pasar, nunca me quejaré de nuevo".
Dos semanas más tarde, el hermano de Reuben vino a verlo y le reprochó por su necedad al meterse a sí mismo en tal situación. "¿Por qué no serás sabio?", dijo. "Sal de aquí y vete a Montana". "Ah. . . ¿Todavía permanece en pie esa oferta? ¡Entonces no es la condición médica sino algo más lo que me mantiene aquí!", dijo Reuben con toda la agudeza de su mente lógica. Algunos amigos cristianos, con los cuales estaba en contacto, hicieron que se iniciaran investigaciones. Su liberación se logró en seis semanas. Esto se convirtió en un caso de corte y la prueba era en cuanto a la voz que oyó. El juez llamó al doctor y le preguntó por qué había certificado que este hombre estaba demente. "Porque él oyó una voz", dijo el doctor. "¿No oyó una voz el apóstol Pablo?", contra atacó el juez, quien era un hombre cristiano. "Esto es una desgracia para la bandera americana", expresó, y le dijo a Reuben que entablara una acción de juicio contra todos los que tuvieran algo que ver con ello. "Nunca demandaré a ninguno", respondió Reuben, "pero voy a hacer una cosa, oraré por ellos". Cruzó hasta el otro lado y le ofreció la mano a su hermano quien le dio la espalda. Fue hasta su esposa y ella hizo lo mismo. Pero . . . ¡qué victoria tuvo en su propia alma!
Arrendó una habitación pequeña en Chicago donde vivió sólo con el Señor y ganó muchas almas. Durante dos años casi nunca tuvo una comida realmente satisfactoria. Un año más tarde, su esposa vino a oírlo en una reunión que se celebrada en un campamento y se convirtió. Por primera vez vio a su hijito pequeño, el cual había nacido después de abandonarlo su esposa. Ella deseaba unirse con el de nuevo pero solamente si optaba por trabajar para ganarse el pan de cada día como lo hacían otros cristianos. El corazón de Reuben se apegó a su pequeño hijo y esta prueba fue aún mayor que la primera. El pedido de ella parecía tan razonable, pero él sabía que el Señor lo había llamado del mundo a una vida de fe. Le rogó al Señor, pero la única respuesta que recibió fue: " ¡De regreso a Egipto!". Esto fue suficiente, y Reuben abrazó la cruz una vez más. Vio partir a su esposa y a su niño. Fue una experiencia costosa. Mientras el tren salía de la estación, parecía que Dios derramaba el gozo del cielo sobre su alma. Literalmente bailó sobre aquella plataforma. No vio a su esposa durante otros tres años. Luego, en otra reunión de campamento, ella también tuvo una revelación de la cruz. Como resultado de esto, testificó que aún cuando era creyente no había querido compartir la vida sacrificada de su marido, así fuese para la gloria de Dios, ahora estaría dispuesta a mendigar su pan de puerta en puerta. Se unieron otra vez y ella llegó a ser una maravillosa colaboradora en su ministerio.
Algo que había impedido a Rees Howells hacer realidad su conversión antes, era que mientras las personas decían que eran nacidas de nuevo, él no podía ver que sus vidas fueran mejores que la suya. ¿Cómo podía convencerse entonces que ellos tenían algo de lo cual él carecía? Pero algunas veces había dicho al Señor: "Si alguna vez veo una persona que está viviendo el Sermón del Monte, me rendiré". Antes de que Reuben llegara al final de su historia, el Señor le dijo a Rees: "¿Es éste tu hombre?".
Rees Howells cuenta en sus propias palabras lo que sucedió a continuación en aquella pequeña Capilla Metodista: "Mientras Maurice Reuben ponía delante de nosotros aquellas escenas sagradas, yo también vi la cruz. Parecía como si hubiera estado siglos a los pies del Salvador; lloré y lloré. Sentí como si hubiera muerto solamente por mí. Me perdí. Había estado viviendo con miedo a la muerte, y lo vi a El sufriendo esa muerte por mí. Mis padres me amaban mucho y, hasta entonces, para mi no había nadie como ellos. Aún así, nunca sufrieron la muerte por mí. El lo hizo. Su amor hacia mí, comparado con el de ellos, era tan alto como los cielos sobre la tierra. Se ganó mi amor completamente. Me quebrantó, y mi todo fue directamente hacia El.
"Luego me habló, y dijo: 'Mira que estoy a la puerta y llamo. ¿Puedo entrar en ti como entré en Reuben y tomar el lugar de esposa, hijo, hogar, provisión y mundo? ¿Me aceptarás?'. 'Sí', repliqué, y El entró. En ese momento cambié. Nací a otro mundo. Me encontré en el reino de Dios, y el Creador se tornó en mi Padre. Esa noche recibí el don de la vida eterna, el regalo que no se puede comprar con dinero.
Cuando volví a casa, el amigo que me había acompañado a la reunión, pero que no había visto nada en ella, me pareció muy tosco. El Salvador llegó a ser todo para mí. ¡No sólo era el más hermoso entre diez mil, sino entre millones! Ese amor Suyo había estado siempre allí, pero antes de que lo viera no había respuesta de mi parte, ahora sí, tenía muchas. Todo lo de este mundo se me hacía tosco, pero lo relacionado a El me parecía muy santo, puro y hermoso. Cambié totalmente. Ninguno de mis amigos de antes podía entender lo que había sucedido. No tenía comunión con las cosas naturales. Lo que vi no fue un punto de doctrina; no, era el Calvario. No fue un sentir mental; no, el velo fue quitado, mis ojos fueron abiertos y lo vi. Aquella noche vi este mundo como un lugar maldito y me vino el pensamiento de nunca tocarlo de nuevo.
Me fue revelado el amor del Salvador. No se puede explicar lo que es una revelación. Vi que el Salvador y Padre, antes de que yo sufriera, preferiría sufrir por mí. Ningún amor natural está en el mismo mundo que el Suyo. No se trataba meramente de que el Salvador me ayudaba desde fuera de Sí mismo; no, El tomó mi lugar. Vi todos los demás amores muy toscos en comparación al Suyo. El ego era la motivación de aquellos, pero podía ver este amor durable por todas las incontables edades de la eternidad. Cuando se recibe al Salvador, se recibe el amor de Dios. Ese amor inundó mi ser y desde entonces lo está inundando. Entendí que por Su entrada en mí, El amaría a los pecadores a través de mí, tal como me amó. No sería forzándome a mí mismo a amar a otros más de lo que el Salvador se forzó a Sí mismo para amarme. Nadie podría ser mi enemigo, porque yo había sido enemigo de El antes de haber sido reconciliado. Si vivo en el reino en el cual está El, vivo para tener misericordia y ser amable, para amar a otros. ¿Podría hacer daño a alguien el amor de Dios que está en mí? Había dejado al mundo y sus locuras, y había nacido a ese Reino donde lo único que hay es el amor de Dios; la vida más atractiva que existe sobre la faz de la tierra".
Rees siempre habló de este día, el de su cumpleaños espiritual, como el más destacado de su vida. También fue el día que puso fin a su estadía en Norteamérica. Nunca olvidó que fue en los Estados Unidos que halló al Salvador y por medio de un judío. Tenía una deuda con el pueblo escogido por Dios y la pagaría en los años posteriores. Sentía que debía testificar primero a su propia gente, a aquellos que lo habían nutrido en las cosas del Señor. El pensamiento de volver a su tierra natal se cristalizó en pocos días por medio de una tentación aguda en el punto de su debilidad previa —el amor al dinero. El gerente de obras en el lugar donde trabajaba tenía un alto concepto de él, y le ofreció un trabajo remunerado a dos libras diez chelines diarios, un buen salario aún en América en esos días... pero demandaría más de su tiempo. Le dijo a su amigo que se iba tan pronto como pudiera "porque el gerente está colocando una tentación delante de mí, y le he dicho al Señor que nunca más viviría para el dinero". La nueva vida lo estaba empujando rápidamente hacia afuera de la antigua. Como dijo' había dejado de hacer turismo pero había contemplado la mayor escena que había en el mundo: ¡El Calvario!
Capítulo Cuatro
EL AVIVAMIENTO GALES
El regreso de Rees a Gales fue en un año estratégico. Era 1904, la época del gran Avivamiento, y su propia experiencia reciente lo capacitó para tomar parte en él. "En poco tiempo, todo el país estaba encendido", dijo. "Cada Iglesia fue conmovida hasta sus profundidades. Los hombres fuertes estaban en lágrimas de penitencia, y las mujeres fueron movidas con nuevo fervor. La gente fue dominada por el Espíritu Santo como en el día de Pentecostés, y fueron tenidos por borrachos. En los cultos estaban orando, cantando y testificando. Era un Avivamiento eclesiástico, llevando a los cristianos para testificar por doquier: 'Ciertamente no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído"'.
La presencia y poder del Espíritu Santo en la Iglesia siempre ha sido un hecho reconocido por los creyentes verdaderos. No era cuestión de pedirle a El que viniera sino de reconocer Su presencia y pronto se percataban de Su poder. Pero a menudo, tenían que orar primero para quitar los estorbos a la bendición; la desobediencia y los corazones rencorosos eran dos pecados con los cuales tenían que tratar constantemente. Por otro lado, la obediencia a las direcciones del Espíritu Santo y la confesión abierta de Cristo hicieron descender la bendición. Una vez que se entonaba el primer himno, el culto se dirigía solo. No había quien estuviera dirigiendo la reunión, pero la gente sentía un control invisible. Frecuentemente los predicadores eran interrumpidos por un coro de cánticos y oración, pero no había un sentir de disonancia o rompimiento de la armonía. Había ruido, animación y emoción en las reuniones, pero era solamente el efecto de gente siendo liberada de la esclavitud. Cuando algunos se quejaron, ¡un predicador viejo dijo preferir el ruido de la ciudad al silencio del cementerio!
El Avivamiento probó lo que el Espíritu Santo podía hacer a través de un grupo de creyentes quienes tuvieran un mismo espíritu y una misma mente, como en el día de Pentecostés. Se había visto una y otra vez lo que el Señor podía hacer por medio de un evangelista o un pastor rendido a El, como Moody o Finney. En el Avivamiento galés fue el poder divino manifestado a través de la Iglesia. La clave es "la humillación de la Iglesia y la salvación del mundo". La única meta era salvar almas. El Salvador dijo que hay gozo entre los ángeles por un pecador que se arrepiente, y ellos podían decir que había gozo en la Iglesia por los convertidos. Las campanas del cielo sonaban a cada momento, y había un grito de victoria en el campamento.
Bajo la influencia del Espíritu Santo había un poder irresistible. Los más débiles eran revestidos a menudo con una majestad que era indescriptible. Sus palabras tenían unción cuando mostraban que el Salvador había sido "muerto por nuestras ofensas y levantado de nuevo para nuestra justificación". Congregaciones enteras fueron enternecidas, y las personas exclamaban en agonía del alma: "¿Qué debemos hacer para ser salvos?". Las multitudes experimentaban el poder de la sangre de Jesucristo para limpiarlos de todo pecado.
Pero el problema real comenzó cuando el Avivamiento continuó y miles de almas fueron agregadas a las Iglesias. .. Había más niños nacidos que enfermeras para cuidarlos. Discipular a los convertidos se convirtió en la mayor necesidad, que si no se suplía sería la debilidad más peligrosa del Avivamiento. Mientras el entusiasmo disminuía, habría muchos quienes habían dependido más de los sentimientos y que no habían aprendido a tener su fe basada sólidamente en la Palabra de Dios. El diablo sacó provecho de esto, muchos se volvieron fríos e indiferentes y comenzó el conflicto espiritual. Aquellos como Rees Howells, que aunque jóvenes en el Espíritu, pero al menos estaban un poco más avanzados que los convertidos en el Avivamiento, fueron necesitados como intercesores y maestros para llevar la carga de los bebés recién nacidos, orar y guiarlos hacia adelante. Pero estos jóvenes intercesores pronto comenzaron a ver cuán poderoso es el enemigo de las almas y que un conflicto, no contra carne y sangre sino contra los gobernadores de las tinieblas de este siglo, no podía ser luchado con armas carnales. Necesitaban lo que ellos mismos no habían recibido todavía, la capacitación del Espíritu Santo para el servicio. Como dijo Rees Howells más tarde: "La intercesión del Espíritu Santo por los santos en este presente siglo malo debe ser hecha por medio de los creyentes llenos del Espíritu Santo" (Ro. 8:26-27).
Esto fue lo que le llevó a él y a otros a sentir la necesidad de la plenitud. Nada faltaba en el gozo y la satisfacción que Rees encontró en el Salvador para su vida personal, pero no conocía el secreto del poder para el servicio. "Muchos culpaban a los nuevos convertidos por volverse atrás", dijo, "pero nosotros nos culpamos a nosotros mismos por no estar en una posición de orar por ellos hasta obtener la victoria. Oh, ¡qué tragedia estar frente al enemigo sin ayuda cuando estaba zarandeando a los nuevos convertidos! En Isaías 59 leemos que Dios vio que no había hombre, y se preguntó por qué no había intercesor, y ese era exactamente nuestro caso. Muchos sentimos la necesidad de ser 'revestidos de poder de lo alto'. Estábamos en la misma posición que aquellos discípulos a quienes el Señor les dijo que esperaran hasta que fuesen revestidos. La Biblia relata que ellos 'lo adoraron y retornaron a Jerusalén con gran gozo'. Tuvieron el gozo antes de tener el poder, entonces ese gozo no era prueba de que hubiesen sido revestidos por el Espíritu Santo. Tuvimos ese mismo gozo en el Avivamiento, al conocer al Cristo resucitado y la seguridad de la vida eterna, —un gozo inexplicable—, pero al mismo tiempo sentíamos la falta de poder para el servicio".
Capitulo Cinco
EL ESPIRITU SANTO TOMA POSESION
A su regreso de Norteamérica, Rees se estableció de nuevo en la antigua casa de la familia, donde había recibido una gran bienvenida. Sin embargo, en vez de volver al molino, como varios de sus hermanos, halló empleo ahora en una mina de los alrededores como a un kilómetro de distancia en el valle. Allí trabajaba bajo tierra en el frente de arranque del carbón, el trabajo más duro de todos.
Su tiempo libre lo invertía en las actividades del Avivamiento. La necesidad espiritual estaba creciendo entre los trabajadores, así que en 1906 una gran mayoría de ellos decidieron pasar su semana de vacaciones de verano buscando al Señor de manera especial. Fueron a la Convención de Llandrindod Wells, la contraparte en Gales de la Convención inglesa de Keswick. Su objetivo era obtener profundidad en la vida espiritual. Para Rees Howells, este iba a ser, después de su nuevo nacimiento, el evento más revolucionario de su vida.
Poco tiempo antes de que salieran hacia allá, Rees estuvo en una reunión en Brynamman donde una mujer joven leyó Romanos 8:26-30. Ella solamente podía leer en forma muy lenta, lo que dio tiempo para que cada palabra penetrase: "Predestinados. . . justificados. . . glorificados". Mientras oía, se dijo a sí mismo: "Sé que soy predestinado de acuerdo a la presciencia de Dios, y justificado, pero. . . ¿he sido glorificado?". Eso lo dejó perplejo y la pregunta estaba constantemente en su mente: ¿Qué significa ser glorificado?
Dos días más tarde, en el tren rumbo a Llandrindod, con este pensamiento aún en su mente, una voz le habló: "Cuando regreses serás un hombre nuevo". "Pero. . . yo soy un hombre nuevo", protestó. "No", fue la respuesta, "eres un niño". Los otros que iban en el vagón estaban cantando el himno más reciente del Avivamiento, La Canción de la Gloria, pero Rees nunca lo oyó. Se mantuvo caminando por el corredor con esa voz sonando en sus oídos: "Serás un hombre nuevo".
En la primera mañana de la Convención, el predicador, quien era quizás uno de los mayores expositores de la vida en el Espíritu que había producido Keswick, el Reverendo Evan Hopkins, habló sobre Efesios 2:1-6: "Y él os dio vida a vosotros. . . nos resucitó. . . y nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús". Señaló que fue el Señor resucitado Quien se apareció a los discípulos después de la resurrección, pero cuando el Espíritu Santo descendió, reveló al Salvador exaltado a la mano derecha del Padre. Luego, el señor Hopkins preguntó: "¿Han recibido ustedes vida por medio de Cristo? ¿Han sido resucitados para sentarse con El en los lugares celestiales?". En su corazón, Rees respondió: "Sí, sé que me ha sido dada vida, pero no he sido resucitado con Cristo a esa posición de poder". En el momento que dijo esto, vio al Señor glorificado. "Tan realmente como había visto al Cristo crucificado y al Cristo resucitado, vi al Cristo glorificado. La voz que oí en el tren me dijo: ¿Te gustaría sentarte allí con él? Hay un lugar para ti', y me vi a mí mismo al lado Suyo. Ahora sabía lo que significaba ser 'glorificado'. Lo vi a El tal como Juan lo vio en Patmos y fui deslumbrado como el apóstol Pablo. Cuando El revela algo, es exactamente así, no es imaginación. Toda aquella noche estuve en la presencia de Dios y mi Salvador glorificado. No hay nada en la naturaleza, refinado lo suficiente, como para describir esto. Veía a los hombres como a árboles caminando".
A la mañana siguiente, el señor Hopkins habló sobre el Espíritu Santo. Dejó bien claro que El es una Persona y que tiene todas las facultades de una Persona, exactamente como el Salvador. Tiene inteligencia, amor, y una voluntad propia. Como Persona que es, antes de venir a vivir en un hombre, se le debe dar total posesión de ese cuerpo. "Mientras él hablaba", dijo Rees, "el Espíritu Santo se me apareció y supe que era Aquel que me había hablado el día anterior y que me había mostrado ese lugar de esplendor y gloria al cual los ojos naturales jamás pueden mirar. Nunca se me había ocurrido antes que el Espíritu Santo era una Persona exactamente como lo es el Salvador, y que debe venir y habitar en carne y sangre. De hecho, la Iglesia sabe más sobre el Salvador, Quien estuvo en la tierra solamente treinta y tres años, que sobre el Espíritu Santo quien ha estado aquí durante dos mil años. Solamente había pensado en El como una influencia viniendo sobre las reuniones, y eso era lo que la mayoría de los que estábamos en el Avivamiento pensábamos. Nunca había meditado en que El debe vivir en cuerpos, tal como el Salvador vivió en el Suyo sobre la tierra".
El encuentro de Rees Howells con el Espíritu Santo fue tan real como el que tuvo con el Salvador unos años antes. "Lo vi como una Persona aparte de carne y sangre, y me dijo: 'Como el Salvador tuvo un cuerpo, así habito yo en el templo purificado del creyente. Soy una Persona. Soy Dios, y vengo a pedirte que me des tu cuerpo para poder trabajar por medio de él. Necesito un cuerpo para ser Mi templo (1 Co. 6:19), pero debe pertenecerme sin reserva, porque dos personas con diferentes voluntades nunca pueden vivir en el mismo cuerpo. ¿Me darás el tuyo? (Ro. 12:1). Pero si entro, lo hago como Dios, y tú debes salir (Col. 3:2, 3). No me mezclaré con tu yo'.
Me dejó muy en claro que nunca compartiría mi vida. Vi el honor que me concedió al ofrecer habitar en mí, pero había muchas cosas muy queridas para mí y sabía que no me dejaría quedarme con ni siquiera una de ellas. El cambio que haría estaba muy claro. Significaba que cada pedazo de mi naturaleza caída debería ir a la cruz, y que El pondría dentro de mí Su propia vida y Su propia naturaleza".
Se trataba de una entrega incondicional. Al salir de la reunión Rees se fue a un campo abierto donde derramó su corazón, porque, como dijo después: "He recibido una sentencia de muerte tan real como la de un prisionero en el banquillo de los acusados. He vivido en mi cuerpo durante 26 años y ¿cómo podría abandonarlo fácilmente? ¿Quién podía entregar su vida a otra persona en una hora? ¿Por qué un hombre lucha cuando viene la muerte, si es fácil morir? Sabía que había solamente un lugar adecuado para la vieja naturaleza: la cruz. Pablo hace esto muy claro en romanos seis. Una vez que esto se hace realidad, es para siempre. No podía apresurarme. Intenté hacerlo, pero ¡oh! ¡Cuán costoso! Lloré durante días. Perdí dos kilos y medio de peso, sólo porque vi lo que El me estaba ofreciendo. ¡Cómo deseaba no haberlo visto nunca! Una cosa que me hizo recordar fue que El solamente había venido para tomar lo que yo había prometido ya al Salvador, no en parte, sino del todo. Puesto que El había muerto por mí, yo había muerto en El, y sabía que la nueva vida era de El y no mía. Eso había estado claro en mi mente por tres años Así que había venido solamente para tomar lo que era suyo. Entendí que solamente el Espíritu dentro de mí podía vivir como lo había hecho el Salvador. Todo lo que dijo me llamaba la atención; era sólo la cuestión de la pérdida que sufriría al hacerlo. No le di mi respuesta en el momento y El tampoco deseaba que lo hiciera".
Me tomó cinco días hacer la decisión, días que pasé solo con Dios. "Como Isaías, vi la santidad de Dios", dijo, "y viéndolo a El contemplé mi propia naturaleza corrompida. Lo que vi no fueron los pecados, sino la naturaleza afectada por la caída. Estaba corrompido hasta la médula. Sabía que tenía que ser purificado, vi que había tanta diferencia entre el Espíritu Santo y yo como la que hay entre la luz y las tinieblas".
"Nada es más real para mí que el proceso por el cual pasé durante toda aquella semana", continuó. "El Espíritu Santo siguió tratando conmigo, exponiendo la raíz de mi naturaleza, que era el yo. Solamente se puede extraer algo cuando se hace desde la raíz. El pecado estaba cancelado, y no era el pecado con lo que El estaba tratando, era con el yo, el resultado de la caída. El no iba a aceptar cualquier tipo de entrega superficial. Apuntó Su dedo a cada parte de mi vida de ego y tuve que decidir a sangre fría. El nunca quitaría nada hasta que yo diera mi consentimiento. Luego, en el momento que se lo daba, había una purificación (Isaías 6:5-7) y nunca más podría volver atrás. No se trataba de decir que había sido limpiado y aun así seguir dominado por ese detalle. Era un rompimiento y el Espíritu Santo tomando el control. Este trato continuó día tras día. El estaba entrando como Dios, y yo había vivido como hombre; y lo que es permisible para un hombre ordinario', me dijo, 'no será permisible para ti".
Esta "experiencia de Llandrindod" fue la crisis que fue seguida por el proceso de santificación. El Espíritu Santo, en base a su entrega inicial, reemplazó paso a paso la naturaleza egoísta por Su propia naturaleza divina (2 Pedro 1:4). Primero fue el amor al dinero, aquella "raíz de todos los malos", lo que anteriormente había llevado a Rees a Norteamérica. El Señor le dijo que se llevaría de su naturaleza todo gusto por el dinero y cualquier ambición de poseerlo. "Tuve que considerar lo que esto significaba", dijo Rees. "El dinero no sería para mí más de lo que había sido para Juan el Bautista o para el Salvador. En cierta medida, esto fue tratado en mi nuevo nacimiento, pero ahora el Espíritu Santo estaba llegando a la raíz". La lucha duró todo un día, pero ya al atardecer, su "actitud hacia el dinero había cambiado totalmente".
Luego vino el hecho de que nunca tendría derecho a escoger para formar un hogar. "Vi que nunca podría dar mi vida a otra persona para vivir exclusivamente para ella. ¿Podría el Salvador haber dado Su vida y atención a una persona, en vez de a un mundo perdido? Tampoco podría hacerlo el Espíritu Santo. Se tomó Su tiempo para mostrarme lo que significaría: la vida que El viviría sería por la humanidad. ¿Estaba yo dispuesto a ello?". Otras cosas que fueron tratadas incluían la ambición. ¿Cómo podría ser ambicioso si el Espíritu entraba en él? La forma como Dios le mostró esto fue así: Suponiendo que él tuviera una misión en una ciudad y otra misión se estableciera en el mismo lugar y hubiera celos entre las dos. Y si fuera mejor para la ciudad tener solamente una misión, entonces sería la suya la que tendría que irse. O supongamos que él y otro hombre se presentaran para el mismo empleo, tendría que dejar que el otro lo obtuviera. O si estuviera ganando doce chelines al día y otro hombre padre de familia estuviera recibiendo mucho menos, el Espíritu le diría que diera su trabajo a ese hombre. Vio al Espíritu como tomando el lugar del otro y sufriendo en su lugar. Sí, Rees estaba dispuesto a hacerlo.
Al quinto día fue tocada su reputación. Mientras él estaba pensando en los hombres de la Biblia quienes fueron llenos del Espíritu Santo, y particularmente en Juan el Bautista, el Señor le dijo: "Entonces podré vivir a través de ti la clase de vida que viví por medio de él". ¡Un nazareo, vestido con pieles de camello, viviendo en un desierto! Aún si así fuera, o lo que pudiera ser su equivalente en los tiempos modernos, era necesario tomar una decisión real. "Si vivo mi vida en ti, y ese es el tipo de vida que escojo, no puedes detenerme", fue la palabra del Señor. El debía estar dispuesto a ser despreciado tal como fue el Salvador.
El viernes por la noche cada punto había sido confrontado. Sabía exactamente lo que se le había ofrecido: la elección entre la ganancia temporal y la eterna. El Espíritu le resumió el asunto: "Bajo ningún circunstancia te permitiré acariciar ni un simple pensamiento de tu ego. La vida que viviré en ti será un cien por ciento para los demás. Nunca podrás salvarte a ti mismo, no más de lo que el Salvador pudo cuando estaba en la tierra. Ahora, dime, ¿estás dispuesto?". Debía dar una respuesta final.
Esa noche un amigo le dijo: "Si algunos de nosotros venimos después de la reunión, ¿nos contarás sobre tu posición en Cristo?". En seguida el Espíritu lo desafió: "¿Cómo puedes hacerlo? Has visto la posición de los vencedores pero todavía no has llegado a ella. He estado tratando contigo por cinco días. Debes darme tu decisión a las seis en punto esta noche y recuerda, tu voluntad propia tendrá que salir. Bajo ninguna circunstancia te permitiré introducir cosa tuya. Irás a donde te envíe; harás lo que yo te diga". Esta era la batalla final sobre la voluntad.
"Le pedí más tiempo", continuó Rees, "pero El dijo: 'No tendrás ni un minuto más después de las seis en punto'. Cuando oí eso, fue exactamente como si una bestia salvaje se hubiese despertado dentro de mí. 'Me diste libre albedrío', respondí, 'y ahora me estás forzando a abandonarlo'. 'No te obligo', replicó, "¿pero no has estado diciendo durante tres años que no te perteneces y que deseas dar tu vida al Salvador tan completamente como El dio la Suya por ti?'. Descendí en un segundo. La forma como lo había dicho era un insulto a la Trinidad. 'Lo siento', le dije, 'eso no fue lo que quise decir'. 'No estás obligado a abandonar tu voluntad', dijo de nuevo, 'pero a las seis en punto recibiré tu decisión. Después nunca más tendrás otra oportunidad'. Esta era mi última oferta, ¡mi oportunidad final! Vi aquel trono (Ap. 3:21) y todo mi futuro yéndose para siempre. Dije: Por favor, perdóname, deseo hacerlo'.
Una vez más vino la pregunta: ¿Estás dispuesto?'. Faltaban diez minutos para las seis. Quería hacerlo, pero no podía. La mente se agudiza cuando uno está bajo prueba y en un instante vino a mí lo siguiente: "¿Cómo puede el ego estar dispuesto a abandonar al yo?'. Cinco para las seis. Sentía miedo de aquellos últimos cinco minutos. Podía contar los tics del reloj. Luego el Espíritu habló de nuevo: 'Si no estás dispuesto, ¿te gustaría que te ayudara? ¿Quieres estar dispuesto a abandonar tu ego?". 'Cuídate', susurró el enemigo. ¡Cuando una persona más fuerte que tú está del otro lado, estar dispuesto a que te ayude a estar dispuesto es igual que estar dispuesto! Mientras estaba pensando en ese punto, miré el reloj. Faltaba un minuto para las seis. Incliné mi cabeza, y dije: "Señor, estoy dispuesto".
En una hora, la Tercera Persona de la Trinidad había entrado. Le dio la palabra que se halla en Hebreos 10:19: "Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el lugar santísimo por la sangre de Jesucristo...". "E inmediatamente', dijo Rees, "fui transportado a otra esfera, dentro de aquel velo sagrado donde viven el Padre, el Salvador y el Espíritu Santo. Oí a Dios hablándome, y he vivido allí desde entonces. Cuando el Espíritu Santo entra, lo hace para 'permanecer para siempre'. ¡A la Sangre sea la gloria!
¡Cómo adoré la gracia de Dios! Es Dios Quien va hasta el punto de darnos el arrepentimiento. Fue Dios Quien me ayudó a abandonar mi voluntad propia. Había algunas cosas que El había solicitado le entregara en la semana, cosas que podía darle por ser yo el amo de ellas. Pero cuando me pidió abandonar mi ego y mi voluntad, no pude hacerlo hasta que El prestó Su ayuda.
Un testigo ocular nos dice que no hay palabras que puedan describir la pequeña reunión en la casa aquella noche; la gloria de Dios descendió. Rees comenzó el coro "Hay poder en la Sangre", y no pudieron dejar de cantar durante horas. Desde las nueve de la noche hasta las dos y media de la mañana, "sólo se oía al Espíritu Santo hablando cosas de las cuales nunca soñé y exaltando al Salvador".
Cuando despertó a la mañana siguiente, dijo: "Me di cuenta que el Espíritu Santo había venido para 'quedarse para siempre'. Sentía que El me había 'llevado a la casa del banquete y que Su bandera sobre mí era amor'. Es imposible describir los diluvios de gozo que siguieron".
Rees Howells no era una persona dada a hablar en público, por naturaleza era tranquilo y de vida retirada. Cuando el Espíritu entró soltó su lengua y puso Su propia osadía en él. Hubo una reunión de alabanza en la carpa de la Convención, con casi un millar de personas presentes, incluyendo unos doscientos ministros. La primera persona a quien Rees vio fue a su propio pastor, y si había algo que podía impedirle hablar era el hecho de su presencia allí. Pero durante la reunión, él se puso en pie y les contó clara y tranquilamente que los estaba llamando a ser testigos de que el mismo Espíritu que había entrado en los apóstoles en el día de Pentecostés había penetrado en él, y que produciría resultados similares. El efecto fue tal que durante la semana siguiente, cuando se habían reunido multitudes para escuchar los mensajes de un predicador famoso, cientos vinieron a preguntarle a Rees cómo había entrado el Espíritu Santo en él. Esta fue la primera corriente de los ríos prometidos que, como dijo Jesús, fluirían de aquellos en quienes habita el Espíritu.
Capítulo Seis
AMANDO A UN PROSCRITO RECHAZADO
POR LA SOCIEDAD
Cuando el dueño divino toma posesión de una propiedad, tiene un doble objetivo: Cultivo intensivo, y productividad abundante. Pero si el terreno es baldío, El solamente puede labrarlo metro por metro. Ahora veremos al Dueño labrando Su campo recién adquirido.
El primer metro que puso bajo labranza fue la vida de oración de Rees Howells. Rees acostumbraba hacer oraciones generales, pero si alguien le hubiera preguntado si sabía que iba a recibir una respuesta, él no hubiera sabido que contestar. Ahora el Espíritu le dijo: "El significado de la oración es la respuesta y de todo lo que te dé, ve que no pierdas nada". También le dijo que la oración eficaz debe ser dirigida por el Espíritu, y que no debía orar más por todo tipo de cosas de acuerdo con su antojo o imaginación, sino hacer solamente las oraciones que el Espíritu Santo le diera.
Junto con ésta, había otra lección importante: Nunca más debería pedirle a Dios que contestara una oración por medio de otros, si podía ser contestada por medio de él. Eso incluía su dinero. Cuando se oraba solicitando dinero, debería permitir que fuera usado el suyo. El Espíritu Santo le mostró que sin rendirse a El, podía pasar tiempo pidiéndole a Dios por las necesidades de los campos en el extranjero y por otras causas, y aún no estar dispuesto a que Dios contestara esa oración ' por medio de él. Le indicó que el Señor a menudo "se cansa con nuestras palabras". Toda esta falta de realidad debía ser abandonada para poner por obra las Sagradas Escrituras que actuarían en el sentido más práctico.
La primera oración de esta clase que el Espíritu Santo hizo por medio de él fue por un hombre llamado Will Battery. Hacía algunos años que había venido al distrito para vivir con su tío después de haber sufrido meningitis, lo cual lo dejó en una condición muy débil. En este estado el licor se había apoderado de él y fue de mal en peor. No había dormido en una cama durante los dos últimos años, sino que pasaba sus noches en las calderas del molino de estaño. Estaba sucio y sin afeitar, no usaba medias y nunca ataba los cordones de sus zapatos. El Avivamiento había llegado al distrito y cientos se habían convertido, pero nadie lo había alcanzado. Para su sorpresa, fue por este hombre que Rees Howells halló al Espíritu Santo intercediendo a través de él con gemidos indecibles. Debía orar por él en cuanto a sanidad y salvación y amarlo no "de palabra ni de lengua, sino de hecho y en verdad". "Nunca había venido a mi mente la idea de amarlo", dijo, "pero cuando el Espíritu Santo entra, también hace penetrar el amor del Salvador. Parecía como si pudiera dar mi vida por este hombre, un amor que nunca antes conocí estaba vertiéndose desde mi interior. Hablando en forma natural, él hubiera sido la última persona con quien pasaría mi tiempo libre, y el molino sería el último lugar a donde me gustaría ir.
En sus horas libres, Rees se hizo amigo de este hombre y pasaba todos sus domingos con él. Tenía más gozo en procurar ganar a este, que en la capilla en compañía de los otros creyentes. Hasta caminó alrededor del pueblo con él, aunque se avergonzó una o dos veces cuando la gente se volvía y los señalaba, pero "el Señor me ayudó", dijo.
Aproximadamente diez días antes de la Navidad, el Espíritu le preguntó a Rees que le gustaría recibir de regalo, ya que esta era la primera Navidad desde que Él había entrado en su vida. La elección de Rees era obvia que Will Battery tuviera una bendición, A partir de ese día Battery desapareció. "Lo busqué durante diez noches", dijo Rees, "como una madre busca a su niño.
Aún no conocía los métodos del Espíritu Santo, ni sabía que deseaba que confiara en El". Entonces un día antes de la Navidad, Battery vino a buscarlo. "Todavía puedo oír sus pasos", dijo Rees, "y, oh, ¡qué sensación! No tenía ni la más mínima idea acerca del amor del Espíritu Santo por un alma perdida, hasta que El amó a una a través de mí. ¡Qué noche pasamos! Al siguiente día, tuve el gozo de pasar mi primera Navidad después de que el Espíritu había entrado a mí, en el molino con este joven desde las diez de la mañana hasta las seis de la tarde. Mi madre me había dado una canastilla con la cena de Navidad para nosotros dos, pero mi gozo era demasiado para poder comer. ¡Battery se lo comió todo! A las cuatro de la tarde, me preguntó si podía venir conmigo a la reunión en la casa de campo. ¡Qué gozo sentí al caminar con él hasta allá! Yo mismo nunca le había pedido que fuera, por miedo de avergonzarlo".
Pero la obra no fue hecha en unas pocas semanas o meses. El fue ayudado paso a paso, hasta que Rees pudo ubicarlo en hospedajes y conseguirle un trabajo en la mina. Pero aún entonces hubo tropiezos, como cuando Rees fue llamado a enfrentar a una propietaria de hospedaje, muy enojada. Will Battery se había acostado con sus ropas de trabajo puestas, ¡inclusive con las botas! Rápidamente, Rees le dijo que enviara las sábanas a la lavandería, ¡pagando él el costo! Llegó el día cuando la gente de la capilla se maravilló al ver a Battery sentado en las reuniones y vestido en forma decente. Pero tomó tres años obtener la victoria final, cuando al fin el señor Howells fue capaz de persuadirlo a ir a la casa de su madre. Ella era una mujer convertida y había orado por él durante años. "De esta manera", comentó el señor Howells, "comencé desde el fondo y amé sólo a uno, y si se ama a uno, se puede amar a muchos; y si a muchos, se puede amar a todos".
La segunda oración destacada que el Espíritu Santo hizo por medio de él fue respecto a un hombre conocido por el nombre de Jim Stakes, pero cuyo nombre verdadero era James Thomas. Este fue también el medio que el Espíritu Santo usó para darle a Rees su primera lección sobre "dar abundantemente". Como lo narró él más tarde: "Puesto que mi dinero pertenece ahora al nuevo Dueño, el dueño anterior tiene que ser imparcial sobre la cantidad que El da. El nuevo Dueño es, por Su naturaleza, más generoso que el anterior; este último ha vivido tanto en Egipto y más tarde en el desierto, bajo la ley, que la mejor forma en que ha sido usado en dar el diezmo. Entonces, cuando el nuevo Dueño quiere dar ofrendas abundantes, prueba primero si la entrega a El ha sido real. Si ha sido genuina, entonces no habrá conflictos futuros cuando se soliciten grandes sumas". La prueba para Rees fue respecto a Jim Stakes.
Este hombre había sido de un carácter tan bajo, que el comentario común era: ¡Lo que Jim Stakes no hace, el diablo mismo no puede hacerlo! Era uno de los peores borrachos, y hubo una gran sensación durante el Avivamiento cuando el estuvo bajo convicción y aceptó la salvación en una reunión de oración. Tenía una casa llena de niños y debido a la bebida, estaba en gran pobreza. Rees Howells sólo se lo había encontrado una vez, pero lo conocía bien por su reputación. Una mañana estando en oración, casi inesperadamente, este hombre se "paró delante" de él. "Nunca antes había sabido de un conflicto tal por un alma en las esferas celestiales", dijo Rees. "Durante una hora, lo más que pude hacer era dejar que el Espíritu Santo orara a través de mí. Vi al diablo atacándolo, y si lo podía hacer volver al pecado, esa sería una de sus mayores victorias para contrarrestar la obra del Avivamiento. Vi que era un conflicto entre Dios y el diablo por un alma, y le dije al Señor que haría cualquier cosa si lo guardaba".
Esa misma noche, vino un hombre a la puerta para ver a Rees. Nunca había tenido una sorpresa mayor, ¡era Jim Stakes! Había venido desde una distancia de tres kilómetros y medio, porque según dijo, mientras estaba trabajando en la mina aquella mañana, Rees Howells "se había parado" delante de él. ¡Fue a esa misma hora en la mañana que Jim Stakes se había "parado delante" de Rees y la carga de oración había venido sobre él! "¿Estás en problemas?", le preguntó Rees. Efectivamente, estaba en líos. Tenía dos años de atraso en el pago de su arriendo y esa mañana los alguaciles habían cotizado sus muebles y venían para llevárselos. ¡Dos años de arriendo! Era mucho dinero. Después de una indecisión momentánea, el señor Howells dijo: "Te daré el alquiler equivalente a un año, y tengo un amigo quien creo, te dará la otra mitad". Subió a buscar el dinero, pero antes de llegar, el Espíritu Santo le habló. "¿No me dijiste esta mañana que darías todo lo que tenías para salvarlo? ¿Por qué le estás dando la mitad? ¿No pagó el Salvador toda tu deuda y te liberó?". Rees Howells se dio vuelta y corrió escaleras abajo, y le dijo al hombre: "Siento mucho el haberte dicho que te daría solamente un año para el alquiler. Voy a darte lo necesario para pagar los dos años y además todo lo que necesites. Voy a liberarte de tal manera que el diablo no podrá usar más ésta situación para meterse contigo". "En el momento en que lo dije", declaró después el señor Howells, "descendió el gozo del cielo. Fue como si algo cambiara en mi naturaleza, y se volvió más bienaventurado dar que recibir". El monto del regalo fue de setenta libras.
Aquella noche el señor Howells lo llevó directamente a ver a un amigo, y oraron juntos. En el camino, le preguntó si su esposa era convertida. ¿No había visto ella un cambio en él, ni estaba contenta? "Sí", contestó Jim, "pero ella no es salva; no ha tenido ropas para ir a las reuniones". Mientras escuchaba, Rees Howells dijo que sentía en el Espíritu como si hubiera salido virtud hacia ella, y supo que ella también se convertiría. El domingo siguiente, fue a la casa de ellos y la encontró bajo convicción. El "regalo abundante" la había quebrantado; el amor había vencido y el Espíritu Santo la guió al pie de la cruz. Allí ella vió que había una deuda todavía mayor que había sido pagada por ella, y cancelada con un precio más grande: La sangre preciosa de Cristo.
La bendición de esta pareja fue lo que Rees llamó "el comienzo" en el distrito. Se iniciaron reuniones caseras en su hogar cada sábado y domingo por la noche, presididas por Rees y sus amigos. Muchos vinieron, y algunos de los peores entregaron sus corazones al Señor,
En esta nueva experiencia de la vida en el Espíritu Santo, Rees tenía una persona cuya comunión significaba mucho para él: su tío Dick. Cuando regresó de Llandrindod, no todos los creyentes, de ninguna manera, podían ver la necesidad de esta entrega total al Espíritu Santo y algunos hasta se opusieron. Pero Dios le dio a él en su tío uno de su misma mente y corazón. Entre todos los creyentes del distrito, se podía pensar que tío Dick era quien menos tenía necesidad de esta entrega total. Había sido inválido durante 26 años, no podía caminar más que unos pocos metros, ni leer más de unos pocos minutos a la vez. Había aceptado esta condición como la voluntad de Dios y pasaba diariamente horas en oración, o en oír la lectura de la Biblia que le hacían sus familiares. Antes del Avivamiento, cuando el estado espiritual del país había sido tan bajo, se había unido en oración con muchos pidiendo un avivamiento y se gozó grandemente cuando llegó la respuesta.
No obstante, también sabía de su propia necesidad. Antes del Avivamiento, aún entre los más piadosos de las Iglesias había pocos que sabían de la vida eterna como un regalo totalmente gratuito o de la seguridad del perdón de los pecados. Ni siquiera después del Avivamiento la verdad acerca del Espíritu Santo como una Persona viviendo dentro del cuerpo del creyente era conocida por la mayoría. Esto incluía al tío Dick. El tenía un anhelo de más poder en la oración, y nunca había sabido cómo obtenerlo.
Se alegró mucho en la conversión de Rees, quien seguía considerándolo como su guía espiritual más valiosa. Naturalmente, él sería la primera persona a quien Rees iría al regresar de Llandrindod, para contarle su nueva experiencia. Pero la visita no era una de esas fáciles, porque el Señor le había revelado a Rees que debía ofrecer el Espíritu Santo a su tío, y mientras el más joven se había acostumbrado a ser bendecido a través del mayor, ahora el caso era al revés.
Pero el tío Dick estaba listo. En cuanto Rees le contó sobre la bendición y el precio que demandaba una completa rendición de la voluntad sin reservas, su tío lo reconoció como la Palabra del Señor y la verdad de las Escrituras. Le tomó tres semanas clarificar el asunto. En cada visita de Rees, su tío decía: "Estoy seguro que lo lograré en unos pocos días", y cuando lo hizo, fue una victoria gloriosa. El fue un ejemplo del hecho de que aún cuando un hombre sea piadoso y devoto, necesita al Espíritu Santo, y halló que de ninguna manera es fácil hacer una entrega total.
Desde esa ocasión en adelante y durante muchos años, la comunión en el Espíritu entre tío y sobrino fue muy profunda. Era un compañerismo espiritual en el cual el tío Dick llegó a ser el principal compañero de oración de Rees. El continuó su obra de oración por unas ocho horas al día, pero con esta diferencia: Hasta cuando el Espíritu Santo se posesionó totalmente de él, cualquier necesidad que surgía se volvía automáticamente un pedido de oración; pero de ahora en adelante, tal como con Rees, la misma era presentada en oración con objetivos específicos, agonía victoriosa y respuestas definitivas.
Capítulo Siete
UN PUEBLO NO TOCADO POR EL AVIVAMIENTO
A casi ochocientos metros del hogar de Jim Stakes, había un pueblo donde no había ni siquiera un cristiano, ni siquiera un sitio de adoración. Durante el tiempo del Avivamiento hubo quienes empezaron reuniones de oración allí, pero pronto fracasaron. Después que Jim Stakes y su esposa habían tenido aquella bendición de ser salvos, el Señor le dijo un día a Rees Howells: "Habiendo tenido tal gozo en ayudar a estos dos, ¿no te gustaría ayudar a todo un pueblo? Pero al ir allí, tengo otra lección por enseñarte: Tú debes ser el primero que sufra". Esto significaba que debería ser como un padre quien es el primero en sufrir por su familia, o como un buen pastor quien da su vida por las ovejas.
El Espíritu le mostró que el Salvador tomó el lugar del pecador llevando sus pecados, llevando sus enfermedades y sus cargas. Al ir a ese pueblo debía permitir que el Espíritu revelara el amor del Salvador por medio de él de una manera práctica. Esta gente había oído las mejores predicaciones durante el avivamiento, pero no habían sido alcanzados. El Espíritu estaba llevando a Su siervo allí ahora para que fuera el primer sufriente, y todo aquel que estuviera en necesidad tendría derecho a que él le supliera la misma.
Así que un domingo por la mañana el señor Howells, con su amigo Johnny Lewis, la señorita Elizabeth Hannah Jones, —quien más tarde llegó a ser la señora Howells— y otros jóvenes obreros cristianos que se habían unido a él, visitaron el pueblo. Nunca antes habían contemplado una vista como aquella. Había barriles de vino colocados al aire libre y la gente estaba bebiendo, apostando dinero y practicando todo tipo de juegos. El lugar había sido bautizado muy bien "La Caldera del Diablo". El señor Howells declaró más tarde: "Yo tenía solamente un pensamiento, que el Espíritu Santo estaba yendo allí y que El tenía la autoridad para expulsar demonios y perdonar pecados".
Y así resultó ser en el primer hogar que visitó. La mujer de la casa no quería que sus visitantes supieran que estaba horneando en domingo y dejó que el pan se quemara en el horno. Cuando el señor Howells supo esto, regresó y le dijo que había venido a pagarle por el daño que él había hecho. ¡El colocó una moneda de una libra sobre la mesa!
Una buena obra tiene alas, y muy pronto los habitantes del pueblo supieron que este grupo de jóvenes, todos ellos trabajadores en la mina o en el comercio, venían con algo más que meramente palabras. La mujer abrió su casa para las reuniones, y ella y su marido, que habían sido borrachos ambos, fueron los primeros convertidos. La mujer, particularmente, continuó siendo una de las mejores cristianas del pueblo.
El Espíritu dijo claramente al señor Howells que "mostrara externamente" la Biblia a la gente. Como las ropas de ellos eran diferentes de las suyas, debería vestirse más sencillamente, no atrayendo así la atención hacia sí mismo. Rees había traído un reloj de oro de Norteamérica y había dado uno a cada uno de sus hermanos y hermanas, pero no debía usar el suyo más. "Si eres el primer sufriente, no tengas nada que esta gente no pueda tener", le dijo el Señor. Casi todos en el pueblo tenían necesidades y el Espíritu le recordó el Sermón del Monte: "Al que te pida, dale". "Cualquiera que se halle en necesidad, puede reclamar de ti", le dijo. "Me has dado todo lo que tienes y te digo que todo esto es para la gente y ellos tienen tanto derecho a ello como tú".
El gran comienzo surgió cuando el cabecilla de los borrachos se convirtió. Durante mucho tiempo, el señor Howells oró por él y solicitó una oportunidad de alcanzarlo. Este hombre podía ver el amor de Dios expresado hacia otros, pero todavía no lo había experimentado en sí mismo. La oportunidad llegó. Hubo algún problema fuera del pueblo y este hombre estaba involucrado. Iba a ser un caso para la Corte. Entonces el Señor le dijo a Rees Howells: "Ahora es tu oportunidad, ofrece solucionarle el caso". Así que llamó a la casa del hombre y le dijo: "¿Se sentiría usted aliviado si este caso fuera arreglado fuera de la Corte? ¿Si las otras personas estuvieran dispuestas a aceptar una compensación, le gustaría que la pagara por usted?". El hombre se quedó mudo. "Era un hombre de pies a cabeza", dijo Rees, "las meras palabras nunca lo alcanzarían, pero cuando vio el amor de Dios en esta forma, fue tocado en un punto vital y se derribó. Confesó haber sido el culpable y empezó a venir a las reuniones, pudiendo sentir su amor por uno".
Pronto había más de una docena de convertidos, y se iniciaron las reuniones en forma periódica, incluyendo una Escuela Dominical y una Banda de la Esperanza. Fueron tantos los que dejaron las tabernas y se volvieron al Señor, que el grupo de obreros sintió que debían dar todo su tiempo para estar con ellos. Celebraban cinco reuniones a la semana, y otras dos noches visitaban los hogares. La obra del Espíritu se extendió más allá de este pueblo y pronto hubo convertidos esparcidos por todas las cercanías. Había tal poder en el ministerio, que se volvió costumbre decir: Si Rees Howells visita un hogar; fíjate bien, ¡alguien será convertido allí!
El señor Howells estaba ganando su salario semanal en la mina de carbón y también tenía otros ahorros, pero a este ritmo vió que su dinero se acabaría pronto. Fue entonces cuando el Espíritu le mostró tanto un mandamiento como una promesa. Al joven rico el Señor le había dado un mandato: "Vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres. . . y ven, sígueme". Y a quienes así les seguían les prometió "No hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo. . .". Rees vio que si él daba una libra, el Salvador le decía que iba a recibir cien libras. ¿Podría ser verdad? Si lo era, esperaría ansiosamente por el día, cuando llegara a un punto de extrema necesidad. Pero... ¿era verdad? Eso fue lo que capturó su imaginación, no el hecho de estar sin dinero, sino la posibilidad de que ese dinero le fuese reemplazado por medio de las promesas. ¿Podría realmente suceder ese cambio y recibir el ciento por uno?
Llegó el día cuando le quedaba su última libra. Entonces el Espíritu Santo le dijo: "Corta las cuerdas y toma las promesas". Fue un llamado directo para confiar en Dios. Pero siempre es más fácil hablar de tales cosas que realmente hacerlas. Había sido mucho más fácil dar cien libras sacándolas de la abundancia, que partir con esta última libra y llegar al final de sus ahorros por primera vez en quince años. “¡Oh, cómo se compadecía de mí el diablo y qué argumentos me presentó!", comentó Rees. "Me dijo que sería dar un paso en la oscuridad y que si había una convención o algo por el estilo, no podría ir a menos que tuviera esa libra ahorrada. Pero el Espíritu Santo me mostró que si Dios deseaba que fuera a alguna parte, El seguramente proveería los recursos". El peligro es el siguiente. Mientras que una persona tiene dinero, puede proceder sin consultar a Dios. Así lo hizo Jonás porque tenía dinero para pagar su pasaje e irse huyendo de El. De modo que no podemos ser siervos Suyos realmente hasta tanto El controle nuestros recursos.
Fue así como dio el paso decisivo y aprendió la bendita verdad de que su necesidad era la oportunidad de Dios. Sus ojos fueron abiertos al hecho de que tenía derecho a que Dios le proveyera cuando no podía hacerlo por sí mismo. Tan seguramente como el Espíritu le había dicho que la gente del pueblo tenía derecho sobre su dinero para suplir sus necesidades, vio también ahora que él tenía derecho a que los recursos de Dios suplieran la necesidad suya. La primera semana su necesidad fue de dos libras y pudo decirle al Señor en su oración que si las tuviera por sí mismo no habría venido a El. "Sólo le pedía al Señor que hiciera lo que yo habría hecho si tuviera el dinero y fuese para Su obra. ¡Recibí lo pedido y tuve mucho gozo al saber que había terminado con los recursos limitados del hombre y comenzado con los recursos ilimitados de Dios! Las promesas de Dios habían reemplazado al dinero guardado en el banco y se convirtieron en iguales a la moneda corriente para mí. ¡No tenía que cargar más mi tesoro conmigo donde quiera que fuese, porque sabía dónde estaba el Tesoro y cómo llegar a él!
La mayor prueba en el pueblo vino cuando una huelga era inminente. La última había durado ocho meses, con grandes dificultades para los trabajadores. El señor Howells se dio cuenta que la próxima podría durar lo mismo. Cuando tenía esta carga pesando sobre él, el Señor le hizo una pregunta, ¿permitiría que el Espíritu Santo hiciera por esta gente del pueblo lo que él haría por su propia familia? La Biblia había prometido que el pan y el agua estarían seguros, que no faltarían. ¿Haría él esa promesa al pueblo y les daría pan, queso, té y azúcar? Sabía que los dos tenderos le darían crédito, aunque no harían lo mismo con cualquier otra persona del pueblo. ¿Dejaría que la deuda llegase a cien libras? Este era un desafío tremendo. ¿Cómo podía hacer tal cosa? No fue hasta el domingo por la noche, antes del momento en el cual debía empezar la huelga, que él llegó a una conclusión. Luego les dijo en la reunión: "Esta huelga puede durar nueve meses, pero ninguno de ustedes estará necesitado de lo que Dios ha prometido. No es necesario que ninguno esté atribulado o temeroso". La bendición que descendió aquella noche fue tan grande, dijo él, que tuvieron que terminar la reunión y salir al aire libre. "Parecía que el canto ascendía al cielo y que los ángeles habían descendido para venir a nuestro encuentro".
A la mañana siguiente sucedió que hallaron a un agnóstico muy conocido, quien inmediatamente comenzó a refunfuñar sobre la inutilidad de la Iglesia y a hablar contra las autoridades de la mina como causantes de la huelga. "Bien, ¿qué va a hacer usted mismo por la gente en sus sufrimientos?", le preguntó el señor Howells, y luego le comentó lo que el Señor le había hecho prometerles la noche anterior. El hombre se quedó mudo. Este era un cristianismo contra el cual no había argumento. Antes de que se pudiese recobrar, el muchacho vendedor de periódicos vino con la noticia de que la huelga había sido solucionada.
Durante tres años, Rees Howells fue cada noche a ese pueblo, caminando más de seis kilómetros de ida y vuelta. Esto lo hacía después de haber terminado su día de trabajo. El clima nunca lo hizo detenerse. Una noche, cuando llegó a casa empapado después de caminar bajo un aguacero, su padre comentó: "No hubiera caminado hasta allá esta noche ni por veinte libras". “¡Yo tampoco lo hubiera hecho por veinte libras esterlinas!", respondió Rees.
Capítulo Ocho
LOS VAGABUNDOS
Todo siervo del Señor, en sus comienzos, tiene que aprender a dominar su cuerpo, y en los primeros días de su entrenamiento, pasa por las disciplinas necesarias.
.. Si tu mano derecha te es ocasión de caer, córtala...".
Dios comenzó a tratar con un apetito simple en Rees Howells, el amor por la comida. Esto sucedió en una ocasión cuando él sentía un gran peso por una cierta convención, la cual había sido interrumpida por asaltos del enemigo. El Señor lo llamó a un día de oración y ayuno, lo cual era algo nuevo para él. Acostumbrado, como él estaba, a un hogar confortable y a cuatro buenas comidas al día, fue como un choque el darse cuenta lo que significaba que no tendría almuerzo. Estaba muy agitado al respecto. ¿Sería solamente una vez? ¡Suponiendo que Dios le pidiera hacerlo todos los días!
Cuando llegó el mediodía, estaba arrodillado en su habitación, pero no hubo oración durante esa próxima hora. "No sabía que tal apetito estaba en mí", dijo él después. "Mi agitación era la prueba del dominio que tenía sobre mí. Y si no tenía poder sobre mí, ¿por qué argumentaba?".
A la una, su mamá lo llamó y él le contestó que no iba a almorzar. Pero ella lo llamó de nuevo, como lo haría una madre, y le urgió: "No te tomará mucho tiempo el comerlo". El buen aroma que provenía de abajo fue demasiado para él, y bajó. Pero después del almuerzo, cuando regresó a su habitación, no podía entrar a la presencia de Dios. Se vió cara a cara con su desobediencia al Espíritu Santo. "Me sentí como el hombre en el jardín del Edén", dijo. "Subí la montaña y caminé kilómetros, maldiciendo a ese 'viejo hombre' que había dentro de mí. Sentí que si Dios me quitaba el almuerzo hasta el final de mis días, estaría justificado por hacerlo. A algunos les parecerá que no hay nada malo en lo que hice, pero una vez que uno es el canal de Dios, de ninguna manera puede desobedecerle o introducir sus propias ideas. Derramé muchas lágrimas y casi parecía como si El nunca me permitiría regresar a Su presencia, hasta que me dijo: 'Te perdonaré, pero no te quedarás sin castigo. Levanta tus manos mientras oras de 6 a 9 en punto'. (Ex. 17:11-12; 1 Ti. 2:8). Mientras más cerca está una persona a Dios, más terrible parece ser el mínimo pecado.
A continuación no almorzó por muchos días, sino que pasó esa hora con Dios. Como dijo más tarde: "En el momento en que logré la victoria sobre ello, no fue algo muy grande; fue solamente un paso para el próximo llamado del Señor. Es solo mientras deseas una cosa que no puedes quitar tu mente de ella. Cuando te sobrepones, El puede devolvértela; pero entonces no te es imprescindible".
No mucho tiempo después, y sólo unos meses luego de haber comenzado el ministerio en el pueblo, el Señor le dio otra comisión para la cual estas lecciones eran una preparación obvia. Dios puso sobre él la carga de los vagabundos, muchos hombres que iban a ser encontrados en ese distrito errantes de lugar en lugar, sin hogar y sin trabajo. Deberían darle una oportunidad a cada vagabundo que llegara a la Misión. Sería una lección práctica de lo que el amor divino es para el pecador que no lo merece. El Espíritu puso bien en claro lo que debían hacer: dar a cada hombre ropa nueva, buscarle alojamiento y trabajo y pagar su mantenimiento hasta que obtuviera su primer salario. "Fuimos llamados a poner en práctica Isaías 58", comentó el señor Howells.
. Parte tu pan con el hambriento y a los pobres errantes alberga en tu casa; que cuando veas al desnudo lo cubras. . .'. En nuestro primer amor, habíamos condenado a todos los que no creían que la Biblia era verdadera literalmente, ¡y el Espíritu nos movía ahora a poner en práctica nuestra propia creencia! El Sermón del Monte declaró las leyes del reino, y debíamos actuar totalmente sobre la base de ellas: ... quítate la túnica, déjale también la capa. . . Al que te pida, dale... Amad a vuestros enemigos. .
Pronto me dí cuenta también que la meta del Espíritu Santo en esto era llevarme al grado de vida en el cual amaría a aquellos a quienes nadie amaba. Mi naturaleza egoísta y amor natural tendrían que ser cambiados por la naturaleza y amor divinos antes de que yo pudiese amar a un vagabundo como si fuese mi propio hermano".
El mismo día en que les fue dada esta nueva comisión, vieron por primera vez a un vagabundo en su reunión. Este hombre había estado en la carretera durante meses, sin trabajo ni alojamiento, y había oído los cánticos en la Misión. Fue vencido por la recepción que se le brindó. . . Uno de los creyentes le proveyó habitación y le buscó trabajo. A los dos días, llegó otro. "Las noticias de la caridad hecha vuelan", dijo el señor Howells. "Fueron llevadas a lo largo y ancho sin pérdida de tiempo, y llegó una cantidad mayor de la que esperábamos. No nos era permitido detenerlos. Si venían por su propia voluntad, no osábamos echarlos. Yo no los llamaba vagabundos, prefería el nombre que el Salvador usó y los llamaba pródigos. Aprendí de acuerdo con 1 Juan 4:20, que no se ama al Salvador ni un poquito más de lo que debe amarse al menor de aquellos por quienes El murió".
En todo, el Espíritu Santo estaba guiando a Su siervo más y más hacia el secreto de la intercesión: la identificación del intercesor con aquellos por quienes ora. Lo había llamado a asociarse con Will Battery, lo cual tocó su orgullo. Lo había hecho responsable por las deudas de Jim Stakes, habiendo afectado su bolsillo. Ahora lo había llamado a compartir los sufrimientos físicos de los desvalidos, lo que afectaría su cuerpo. Debía aprender un poco sobre cómo sentir lo que ellos sentían y sentarse donde se sentaban. Los vagabundos no tenían la comida abundante que otra gente poseía, y Dios lo llamó a bajar hasta el nivel de ellos. Las casas de alojamiento del gobierno daban dos comidas al día a los vagabundos, y el Señor le dijo a Rees Howells que viviera de la misma manera: comería dos comidas de pan, queso y sopa. Los ayunos a la hora del almuerzo habían sido una preparación para esto.
La dificultad residía, naturalmente, en su propio hogar. Su madre no estaba dispuesta a dejarlo vivir así mientras realizaba el pesado trabajo de un minero. Sin embargo, él insistió y apoyó sus argumentos refiriéndose a los cuatro jóvenes que estaban en Babilonia, quienes después de sus días de abstinencia, tenían apariencia de estar "mejor y más robustos" que los demás. Su madre tuvo que consentir, aunque se dice que hacía la sopa de la tarde lo más nutritiva posible.
Se alimentaba por primera vez a las 6:30 de la mañana y por segunda vez a las 5:30, después de su día de trabajo en el túnel y antes de salir para el pueblito. Al principio fue una lucha tanto física como mental el comer en la misma mesa con otros pero tener que ingerir alimentos diferentes. "Había muchas sospechas en cuanto al paradero de todo esto", dijo, "y cuál era mi objetivo al hacerlo. Ni ellos ni yo habíamos visto nunca a un hombre llamado al ayuno y ellos pensaron que el `experimento' pronto llegaría a su fin. Pero en menos de una quincena el Señor había cambiado tanto mi apetito, que prefería aquellas dos comidas a las cuatro de antes. Me fue quitado ese anhelo insaciable por la comida, y durante todo esto período mi salud estuvo mejor que la de los demás. Nunca tuve ni sombra de un dolor de cabeza, y mi cuerpo estaba en muy buena forma". Vivió así durante dos años y medio.
El suplir las necesidades de los vagabundos absorbió pronto las entradas del pequeño grupo de la misión, y fueron forzados a entrar más y más en una vida de fe. La parábola del amigo que viene a medianoche fue muy real para ellos en aquellos días, con una sola diferencia: él fue a molestar a su amigo solamente una vez, ¡pero ellos eran obligados a hacerlo casi todas las noches!
Probaron, dijo Howells, lo que el Reverendo Evan Hopkins acostumbraba a enseñar sobre las tres posiciones: Lucha, adhesión y descanso. La ilustración que el Rey. Hopkins usaba era la de un naufragio, cuando la gente era arrojada al mar. En la posición de lucha, están en el agua debatiéndose en medio de las olas y están en necesidad de ayudarse a sí mismos. En la posición de adhesión están aferrados al barco, casi a salvo ellos mismos, pero no pueden ayudar a nadie más porque sus manos están ocupadas. En la posición de descanso están sentados en el barco, con ambas manos libres para ayudar a otros. La liberación resultaba cuando descansaban en Dios por fe.
"Cuando empezamos a ayudarlos", dijo Rees, "temíamos que muchos vinieran en la misma quincena y no pudiésemos proveer para ellos. Mientras hubiera miedo, había lucha interior. Pronto vimos que no podíamos proveer para todas sus necesidades, y ese era exactamente el punto al cual el Señor deseaba que llegáramos. Luego tuvimos que darnos cuenta que Dios podía hacerlo si confiábamos en El. El Espíritu Santo nos dejó fracasar una o dos veces, y así dejamos de luchar e intentar hacerlo por nuestras propias fuerzas. Nos asíamos de las promesas de Dios suplicándole que viniera a nuestro rescate, y El nunca nos falló.
Después de muchas experiencias difíciles, hallamos el lugar de descanso. Llegamos a ser como camareros sirviendo en un restaurante, no era problema nuestro si venían diez, quince o veinte. Sabíamos que el Gerente no fallaría en proveer lo que era necesario. ¡Le dijimos al Señor que enviara tantos como quisiera! Pagábamos la cuenta de los víveres cada dos semanas, cuando nos reuníamos y vaciábamos nuestros bolsillos. En una ocasión cuando sabíamos que la cuenta era grande, un hermano enfermo, quien no había tenido entradas, dijo: "Estoy avergonzado de tener solamente cuatro centavos y medio. ¿Puedo darlos"?. La respuesta fue "Sí, será como la ofrenda de la viuda". Entramos a la tienda, nos dieron la cuenta, y vimos que los cuatro centavos y medio completaban el dinero necesario para pagar la deuda. Esa noche aprendimos a no despreciar las ofrendas pequeñas. Una y otra vez vimos cómo el dinero llegaba a la cantidad requerida, y nos daba más gozo que si hubiéramos tenido diez libras sobrantes".
En tres meses muchos de estos hombres fueron ayudados. Cada uno recibió ropa nueva, se le buscó empleo, y se les ubicó en buenos alojamientos. Algunos recibieron la vida eterna. Una noche, 16 de ellos estaban en la reunión, bien vestidos, y cantando desde lo más profundo de sus corazones, "Mi alma está bien". Un hermano que estaba sentado al lado de Rees susurró: " ¡Y sus cuerpos también!".
Pero solamente aquellos quienes han hecho tal trabajo pueden conocer lo que cuesta. Hubo ocasiones cuando el mismo vagabundo regresó después de que se le había dado todo un juego de ropa nueva. ¡La había vendido y venía por más! Había una mujer anciana que había caído muy bajo por el vicio de la bebida y vagaba por las calles "viendo cosas". Le buscaron alojamiento, pero cuando se enfermó de pulmonía, sus hijos no vinieron a cuidarla. El mismo señor Howells estuvo cuidándola toda una noche. Al regresar a su casa en la mañana, su madre lo regañó por "haber perdido una noche cuidando a esa vieja pecadora". Rees tuvo que recordarle que el Padre nos recibió "sin tener nada, a no ser nuestros harapos sucios". En otra ocasión, le encontró casa a una familia de vagabundos y consiguió trabajo para el esposo. Cuando otra familia vino buscando ayuda, le pidió a los primeros que compartieran su casa con ellos porque era lo suficientemente grande. “¡Qué, poner vagabundos en nuestra casa!", fue la respuesta que recibió. Sin decir una palabra, se dio vuelta y buscó otro lugar para ellos.
"Después de muchos meses en la escuela de la fe", contó Rees, "el Espíritu Santo puso tanto amor en nuestros corazones por esta gente, es preferible estar nosotros sin algo que permitir que estuvieran ellos en alguna necesidad. Nos convertimos en padres para ellos. Hubo muchas desilusiones, pero a algunos se les permitió decepcionarnos porque era parte de nuestro entrenamiento. Algunos no apreciaban la bondad, tal como nosotros no siempre hemos apreciado Su bondad. Entristecían a menudo al Espíritu Santo y pisoteaban la Sangre del Pacto. Teníamos suficientes pruebas para hacer callar a los muchos críticos.
La prueba final de Rees con los vagabundos fue en su propia casa. Se había acostumbrado a llevar al pueblo todo lo que hallara de ropa desechada en su hogar. En efecto, su madre bromeaba diciendo que mientras que antes tenían una habitación llena de ropa usada ya no podía encontrar ni siquiera un pedazo de tela para hacer un remiendo. Pero la prueba se hizo más severa cuando los vagabundos comenzaron a llegar a la casa. El Señor le había dicho a Rees que no debía tener un lugar diferente para él en su casa del que le era asignado a los vagabundos. "Sabía que echarlos sería echar al Salvador", dijo, "y podía ver venir la prueba". Quizás tendría que tomar una posición y abandonar su hogar. Entonces una noche, llegó al punto crítico. Algunos miembros de la familia dijeron que abandonarían la casa si las cosas seguían como estaban. Cada vez que llegaban a la casa después del trabajo, los vagabundos estaban allí. Se sentaban siempre en la silla de su padre y nunca se levantaban cuando él entraba. También dijeron que no se harían responsables si le sucedía algo a su madre mientras ellos no estuvieran en la casa. "Fue una de las peores pruebas de mi vida", dijo Rees, "al ver la posibilidad de que se dividiera el hogar de mi padre. Pero a él le fue dada mucha sabiduría en la respuesta que dio. Dijo a los demás: "Si no dejo venir a los vagabundos, ¿están ustedes dispuestos a que no deje venir tampoco a sus amigos? Todos nosotros traemos a nuestros amigos a casa. Si Rees se ha hundido tan bajo como para tener solamente vagabundos por sus amigos, a ellos también debe dárseles la libertad de venir". Se obtuvo la victoria, y lo más extraño de todo fue que nunca más volvió un vagabundo a la casa.
Capítulo Nueve
ATANDO AL HOMBRE FUERTE
Una noche cuando Rees Howells y sus amigos estaban regresando del pueblo, pasaron cerca a un grupo de mujeres que nunca habían venido a las reuniones. Se podía notar por sus voces que habían estado bebiendo. Uno del grupo exclamó: "¿Dónde está el poder para cambiar a esta gente?". Era un desafío, y Rees lo aceptó. Al instante, el Espíritu le concedió elegir a la cabecilla de aquellas mujeres, quien era de mala fama y una borracha confirmada. Oró para que ella llegase a ser parte del Reino antes del Día de Navidad.
Esto era algo nuevo. El había visto a muchos borrachos convertirse, pero el Señor había trabajado a través de sus contactos personales con ellos. En este caso sin embargo, él no tenía ninguna conexión con la mujer. El Señor le había dicho que no ejerciera ninguna influencia personal sino que la alcanzara a través del Trono. Sería una prueba real de fortaleza. ¿Podría el Espíritu Santo, a través de él, usar el poder de la expiación para romper con el poder del diablo en la vida de ella y así se cumpliese la palabra del Salvador en Mateo 12:29 respecto a atar al hombre fuerte y robarle sus bienes? Vio que si podía obtener esta prueba visible de la derrota del diablo, el Espíritu Santo podría aplicar a través de él, la victoria en mayor escala. Para hacer esto, el Espíritu le dio Juan 15:7: "Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid todo lo que queráis, y os será hecho". Todo dependería de su permanencia en El.
Ya que esta "permanencia" tomaría un lugar tan central en su vida futura de intercesión, es importante ver lo que el Espíritu le enseñó al señor Howells sobre ello. Este texto clave, Juan 17:7, deja bien en claro que la promesa es ilimitada, pero que su cumplimiento depende de la permanencia. Aquí está la razón del porqué en todos los casos de intercesión, el señor Howells hablaba constantemente de guardar su "lugar de permanencia". La clave bíblica para la permanencia está en 1 Juan 2:6: "El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo". En otras palabras, significaba estar dispuesto a que el Espíritu Santo viviera por medio de él la vida que el Salvador hubiera vivido si estuviese en su lugar.
La manera como el señor Howells mantuvo esta permanencia, fue pasando un tiempo dijo de espera en Dios cada día durante el período que duraba la intercesión. Entonces, el Espíritu Santo le hablaba por medio de la Palabra, revelándole cualquier nivel que debía alcanzar, particularmente en "las leyes del Reino" en el Sermón del Monte. Tenía que cumplir toda orden que el Espíritu le diera, ya que la manera de permanecer es guardando Sus mandamientos (Juan 15:10). El Espíritu también examinaba su corazón y arrojaba luz sobre su vida diaria, revelando cualquier motivación o acción que necesitaba confesión y limpieza en la Sangre. Pero las relaciones del Espíritu no eran tantas como las faltas exteriores con la naturaleza interior, egoísta, de la cual emanaban. No debía repetirse nunca ninguna trasgresión, sino que se le exigiría obediencia específica en ese punto hasta que se efectuara un cambio interior radical. Fue "purificado. . . por la obediencia a la verdad mediante el Espíritu. . ." (1 Pedro 1:22). Nunca podría llegar hasta la presencia de Dios a menos que hubiese obedecido todo lo que le había sido encomendado el día anterior.
La necesidad de la permanencia se ve en ese mismo capítulo, Juan 15. La vida está en la Vid. Mientras la rama permanece unida a la Vid, la vida produce el fruto por medio de la rama. En otras palabras, el poder está en Cristo. Cuando el intercesor sigue unido a El mediante la permanencia, Su poder opera a través de él y lleva a cabo lo que necesita ser hecho.
En tanto que el señor Howells continuara en este lugar de permanencia día a día, estaría cada vez más consciente de que el Espíritu estaba en batalla con el enemigo, hasta finalmente tener plena seguridad de la victoria. Entonces, el Espíritu le diría que la intercesión había finalizado, que se había obtenido la posición y que esperara la liberación visible en alabanza y fe.
Hay grados y etapas de permanencia. Mientras más profunda sea la unidad, más puede operar el poder de la vida resucitada de Cristo por medio del canal y se ganan nuevas posiciones de autoridad espiritual. La permanencia de Rees Howells estaba siempre de acuerdo a la luz recibida hasta ese momento. En ese sentido, la permanencia en un período particular podría ser denominada "perfecta" y reclamarse la victoria, aún cuando quedaran algunos aspectos de su vida que debían cambiar.
Durante la primera semana de permanencia, el Señor le habló cada noche sobre muchas cosas. "Comenzó a tratar con mi naturaleza", dijo, "y me mostró cosas que nunca soñé que estuviesen allí, yendo a la raíz de mis motivos. Era una muerte diaria. Pensé una y otra vez: ¿Es posible retroceder?". Pero con la obediencia vino la limpieza, hasta que en la segunda semana dijo: "Me he acostumbrado más a mi posición, y puedo ver al Espíritu Santo atando el diablo. Pronto me dí cuenta que no estaba luchando contra carne y sangre, sino 'contra huestes espirituales de maldad en las regiones celestes". Las siguientes semanas, a medida que obedecía inmediatamente al Espíritu Santo, en todas las cosas, fueron tiempos de comunión maravillosa. Al final de la sexta semana el Espíritu le dijo que la permanencia estaba completa y la victoria asegurada. "Estaba permaneciendo sin ser llamado a hacerlo, caminando en la posición, y el Señor me dijo que ya podría esperar ver a esta mujer dar un paso".
Esa misma noche, con emoción en su alma, la vio por primera vez en la reunión al aire libre y dijo al diablo: "Ahora sé que el Espíritu Santo es más fuerte que tú; has sido llevado a la ruina en el Calvario".
No tomó ningún paso para ejercer influencia sobre la mujer, pero ella pronto comenzó a asistir a las reuniones de la casa de campo. Un gran número de personas se volvieron espectadores en cuanto oyeron de la oración. Este era ahora un caso de alabanza antes de la victoria, y en las seis semanas que restaban para la Navidad el Espíritu Santo no le permitió a Rees orar por ella. "Era un conflicto el no orar", dijo, "porque el adversario nos presionaba diciendo que había necesidad de orar, pero esa hubiera sido una oración de duda". Durante ese tiempo, no hubo señal exterior de arrepentimiento en la mujer.
Llegó la mañana del día de Navidad, y la palabra que él tenía era sube y toma posesión. "Tuve oportunidad de experimentar lo que sentían hombres como Moisés al decir algo de antemano", comentó. Ni una sola duda vino a mi mente ese día. ¡Tenía fortaleza! Estuve alabando al Señor todo el día. No miraría mis tarjetas de Navidad o regalos, ¡porque éste era mi regalo de Navidad!".
Cuando llegó el momento de la reunión, la mujer estaba allí. Mucha gente había traído sus niños y había mucho ruido. En ninguna manera la atmósfera podría influenciar a una persona a arrepentirse. Pero a mitad de la reunión, "ella cayó de rodillas y clamó a Dios pidiéndole misericordia. Fue una victoria incalculable; y ella sigue firme hasta hoy".
Dentro de poco tiempo, Rees Howells pudo comprobar de nuevo que había aprendido un gran secreto. El encargado de unas obras en la vecindad, aunque alardeaba de nunca haber orado de rodillas, fue impactado por lo que se había hecho con los vagabundos y les dio trabajo en su empresa. Decía a los que se le acercaban: "¿Estás viviendo a costillas de aquellos jóvenes, verdad? “¡Mañana comienzas aquí!".
Su esposa había sido bendecida, así que el grupo de jóvenes obreros comenzaron a orar por la salvación de él. Mientras esperaban en Dios, surgió la pregunta: ¿Cómo podían alcanzarlo? Finalmente fueron guiados definitivamente a orar para que los invitara a su casa. Los invitó el domingo siguiente. Para evitar asustarlo no dijeron nada sobre sus oraciones sino que cantaron himnos solamente. Pasaron unos buenos tiempos juntos. Fueron invitados de nuevo para tomar el té y esta vez él se sintió más cómodo. Luego, les pidió que vinieran el jueves siguiente para tener un culto. "Tan pronto como abandonamos su casa aquella noche", dijo el señor Howells, "el Espíritu Santo me indicó que aplicara la posición de intercesión ya obtenida. Nos unimos en un círculo, y oramos: "Ahora, Señor, el diablo ha sido atado. No permitas que este hombre escape, no le des una segunda oportunidad". Entonces el Señor nos dijo que permaneciéramos hasta el próximo jueves y obtendríamos la victoria".
Cuando llegó la noche del jueves, cuatro de ellos estaban caminando hacia el pueblo. Al pasar cerca a un grupo de casas, el Espíritu le dijo al señor Howells, sin ninguna advertencia previa: "Ve a esa casa y llama a la puerta". ¿Cómo podría hacer tal cosa? No conocía a nadie que viviera en esa fila de casas. ¿Cómo podría golpear a una puerta ajena sin razón alguna o sin siquiera tener un tratado para darles? La indicación parecía ser tan extraña, que no pudo hacerlo. Pasó la casa y caminó sólo unos cientos de metros cuando la mano del Señor vino sobre él diciéndole en forma enfática que no debía ir a la reunión a no ser que primero fuera a esa casa. Rees sabía ahora que no había escape y regresó con uno de sus amigos. Cuando tocaron a la puerta, abrió una niña y, sin hacer preguntas, los invitó a entrar. Allí encontraron a una mujer que yacía en cama, en las últimas etapas de tuberculosis. Cuando el señor Howells dijo quienes eran, ella levantó sus manos y exclamó: " ¡Dios ha respondido mi oración! ¡Durante todo el día le he estado pidiendo que los enviara aquí!". La noche anterior, sus amistades pensaron que estaba muriendo y enviaron por el ministro. El había traído el sacramento, pero ella rehusó tomarlo porque no tenía paz. Alguien le había contado acerca del trabajo de estos jóvenes en la Misión y pensó que aquellos que habían traído tal bendición allí seguramente podían ayudarla a tener paz.
La mujer había sido miembro de una iglesia durante años, pero no tenía seguridad de salvación y se estaba hundiendo, tenía miedo de morir. Pudieron mostrarle el Calvario y aceptó a Cristo aquella noche. La libertad y la seguridad produjeron un "gozo insondable como el mar". Después de esto, cada jueves por la noche tuvieron reuniones en su casa y ella nunca cesó de darles las gracias hasta que un día se fue tranquilamente a la presencia del Rey.
Se les había hecho tarde para la reunión en la casa del encargado de las obras, pero el Señor hizo más en pocos minutos por medio de su obediencia, que lo que podría haber hecho en horas sin ella. Mientras contaban lo que había sucedido con la mujer que estaba muriendo, el encargado de las obras, como si le hubieran disparado, y echándose la silla encima, cayó de rodillas pidiéndole a Dios que tuviera misericordia de él. "Aquello fue un cielo abierto", dijo Rees Howells, "y nos unimos a los ángeles en el gozo por un pecador arrepentido".
Capítulo Diez
UNA RAMA EN LA VID
Iban a tener una reunión especial en el pueblo una noche y un amigo de Rees Howells debía dirigir. Los dos habían acordado caminar juntos hasta el pueblo, pero a la hora de partir, el predicador invitado envió a decir que no podría venir. Al oír esto, Rees se disgustó mucho y se dio cuenta por qué. No había sentido una carga por la reunión, lo que usualmente hacía, sino que había estado dependiendo más en su amigo que en el Espíritu Santo. Pronto se dio cuenta de que la Presencia que lo acompañaba siempre en el viaje nocturno hasta el pueblo se había retirado, y que el Espíritu estaba entristecido. Caminó casi hasta la mitad del camino sintiendo un peso en su corazón, hasta que no pudo soportarlo más "Por favor, perdóname", le dijo al Señor. "Te prometo que nunca volverá a suceder. Si vienes y nos das la victoria en esta reunión, te prometo que, como Jefté, al regresar esta noche te daré lo que me pidas".
Hubo una gran bendición en la reunión, y de regreso a casa, al llegar al lugar donde hizo su promesa, le preguntó al Señor qué era lo que solicitaría de él. La respuesta fue inesperada: "Después de esta noche", dijo el Señor, "deseo que seas un mayordomo y no un dueño. ¿Renunciarás a todo derecho sobre tu dinero por Mí?". Rees no entendió. ¿Acaso su dinero no había sido entregado ya al Señor? Fue entonces cuando el Señor le mostró su posición. Anteriormente había enfrentado el hecho de que no podía pedirle a Dios que supliera una necesidad si él mismo podía cubrirla. De modo que, todo su dinero se había invertido efectivamente en la obra del Señor. Pero aún así, era su dinero y tenía el gozo de obsequiarlo y el derecho de darlo o negarlo. "En el futuro, como mayordomo", dijo el Señor, "no tendrás derecho ni siquiera a dar sin mi permiso. Ni un centavo de Mi dinero se gastará en lo que no sea esencial". Para explicarle lo qué quería decir con esto, el Señor le preguntó: "¿Si tuvieses una familia de niños que estuviesen sin comida o ropa, gastarías un centavo en el periódico o en algo que no fuera indispensable?". "No". "Bien, el mundo es mi parroquia y mientras haya una persona que tenga necesidades básicas, no gastarás ni un centavo en otra cosa".
Rees hizo frente a lo que significaría perder ese gozo de dar y la obligación a la que estaría sujeto por el resto de sus días. Pero había venido ante Dios para pagar su voto. Así que, desviándose del camino, se arrodilló sobre la hierba al lado de la vía, y como no había nadie presente, puso a las estrellas y a las nubes por testigos para registrar que de esa noche en adelante sería solamente un canal.
Mientras caminaba, el enemigo le susurró al oído: "¿Sabes lo que has hecho? Estás peor que un hombre en la cárcel de Swansea. El ahorra un poquito que pueda gastar cuando salga, pero tú nunca tendrás ni un centavo". "Sí", respondió Rees, "pero recuerda esto, escogí hacerlo". En el momento de su respuesta, "pareció como si todo el cielo estuviese iluminado" y el Espíritu Santo le dijo: "Permíteme decirte lo que has hecho. Esta noche te he injertado en la Vida y toda la savia puede fluir a través de ti. Eres una rama en el Salvador. La rama no obtiene nada, es el necesitado quien recibe el fruto. Pero después de esta noche, desde este lugar de permanencia, lo que el Padre desee derramar en el mundo a través de ti, podrá hacerlo. "En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto. Debido a que has hecho esto por mí, ya no eres más un siervo, sino que te he llamado mi amigo". ¡Un amigo de la Trinidad! Esta fue una revelación personal de las palabras del Salvador en Juan 15. Durante días, comentó Rees, el gozo y la comprensión de lo sucedido lo anonadaron.
Durante los 18 meses siguientes, Rees nunca gastó ni un solo centavo si no era imprescindible. Fue durante este período que dejó de sentir que era propietario de su dinero. La verdadera prueba, como sucede a menudo, fue sobre un detalle muy pequeño, y no vino hasta que pasaron cuatro meses. Era asunto de un centavo y, como él observó, "muestra con cuanto interés cuida el Agricultor a la rama".
En la última Convención de Llandrindod había conocido a un caballero de Londres, el señor John Gosset, de quien vamos a saber más. Este amigo le había pedido su dirección y después, en Navidad, le envió dos libros y una tarjeta. El conflicto surgió por el deseo de Rees de responder la tarjeta de este amigo con otra similar, además de una carta de agradecimiento. Dijo: "Naturalmente, yo deseaba devolver la atención. Pensé que solamente me costaría un centavo, pero el Espíritu Santo dejó muy en claro que lo que importaba no era la cantidad sino el principio y la obediencia en mantener la posición. ¡Una tarjeta de año nuevo no era una necesidad de vida o muerte!". Fue así como le escribió al señor Gosset agradeciéndole por los libros, al mismo tiempo que le daba la razón por la cual no le enviaba una tarjeta. Después de dejar la carta en el correo, vino un ataque de parte del acusador de los creyentes. “¡Ahora has insultado a tu amigo! Estás sugiriendo que hace mal uso de su dinero". Sin embargo, el joven mayordomo pudo confiar en que su Señor no dejaría al enemigo transmitir una impresión falsa que no era la que se pretendía comunicar.
Dos semanas más tarde, estaban orando por dos libras que debían conseguir para cierto día. Esa misma mañana llego una carta de Londres; era del señor Gosset. Cuando Rees Howells la abrió, lo primero que vio fueron dos libras. La carta decía: "Recibí tu carta, y la bendición que me trajo fue de más valor para mí que todas las tarjetas de Navidad y Año Nuevo juntas. Cada domingo visito el Hospital de Westminster, y el domingo pasado, tu carta fue mi sermón para los pacientes: Una posición obtenida por la gracia. Cuando necesites dinero para tu obra, si me lo comunicas será un gozo compartir en ella". Esto, desde luego, nunca lo haría el señor Howells, pues sus necesidades debían hacerse conocer solamente a través del Trono. "Pero", agregó, " ¡encontré que era muy fácil alcanzar a este caballero de esa forma! Llegó a ser un gran amigo y fue usado con frecuencia por el Señor para contestar nuestras oraciones".
Al comentar más tarde sobre este trato radical del Espíritu con él, el señor Howells dijo: "No volví a sentir que era propietario de nada. Me volví tan insensible hacia el dinero como lo eran las piedras en la carretera. En aquellos días era un gran gozo pensar que el Salvador me había hecho una rama, solamente un canal a través del cual Su propia vida resucitada podía fluir para el mundo necesitado. No existe una relación más íntima que la de una rama y la Vid. Pero una cosa que el Agricultor no puede hacer es el injertar la vida vieja o injertar en la Vid. El ego nunca puede habitar en el Salvador, ni siquiera con sólo un átomo de él. Antes de poder ser injertado en la Vid uno debe ser separado de la vida antigua. Así estaba sucediendo y había muchas etapas en mi vida antes de que llegase a este nivel. Sin Su vida nueva, toda nuestra actividad y trabajo es nada a los ojos de Dios. No obstante, la Vid no puede hacer nada sin la rama. Toda la savia del árbol corre a través de la rama. Cuando esta nueva vida fluye a través de nosotros, todo nuestro ser se estremece, hasta nuestro mismo cuerpo. Si la Vid tiene gozo, la rama tiene el mismo gozo y los necesitados reciben el fruto".
En los años venideros Rees Howells manejaría el dinero del Señor por miles y como dijo más tarde, "Nunca me ha cuestionado ningún gasto". La experiencia de aquella noche y la obediencia durante 18 meses conformaron la preparación esencial para tal mayordomía sin un solo reclamo posterior en cuanto a la pertenencia.
Capítulo Once
LA MUJER TUBERCULOSA
El primer caso de enfermedad grave entre los convertidos en el pueblo trajo un nuevo desafío para el señor Howells. Fue aquella mujer del pan quemado en el horno. Tenía tuberculosis. El doctor la había desahuciado y se esperaba que muriera. Entonces una noche se recuperó notablemente y anunció a sus amigos que el Gran Médico le había dicho se iba a sanar.
En la mañana envió por el señor Howells y le cuestionó si el Señor le había revelado algo a él. Rees le dijo que no porque aún el Espíritu no le había dado nunca oraciones para sanidad. Sucedió lo mismo durante las tres noches siguientes, pero él la consoló diciéndole que oraría al respecto.
A la noche siguiente, mientras esperaba delante del Señor, el Espíritu le dijo que podía orar por ella. Rees hizo la súplica de Moisés registrada en Números 12:13: "Te ruego, oh Dios, que la sanes ahora". Recordó la palabra que Dios le había dado con tanta frecuencia: "Si permanecéis en mí,. . . pedid todo lo que queráis" (Jn. 15:7). La mujer se animó grandemente al saber que había venido palabra del Señor. Esto causó sensación en todo el pueblo cuando se supo cuál sería el próximo desafío de fe.
Aunque estaba listo para ir a una mayor profundidad con el Señor, Rees confesó que tuvo algún temor al comenzar éste período de "permanencia". La obediencia había sido ya tan costosa que temía de lo que pudiera suceder ahora al obtener esta nueva posición. No le fue dicho al principio cuánto tiempo duraría, pero estuvo orando por ella durante seis meses. Comentó: "Hubo obediencia diaria, permanencia diaria, y cada día un adelanto".
Mientras continuaba orando, dos cosas se estaban apoderando de él en una medida siempre creciente. En primer lugar, fue atraído por aquel versículo que dice: "El mismo tomó nuestras enfermedades, y llevó nuestras dolencias" (Mt. 8:17). Se dio cuenta por primera vez que, por medio de Su sacrificio expiatorio, el Salvador había provisto no solamente el perdón de nuestros pecados sino la redención plena de todos los efectos del pecado y la caída. Puesto que El fue hecho "maldición por nosotros", ¿por qué debían estos sufridores continuar llevando los efectos de esa maldición?
El Sr. Howells creía que Cristo "llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero", así que ofrecía siempre a los pecadores la libertad del pecado y de la condenación. También les ofrecía libertad del poder y dominio del pecado. "Pero", razonaba, "si El también `llevó nuestras enfermedades' ¿por qué no ofrezco con la misma libertad la sanidad en Su nombre? ¿Por qué no puede haber libertad del poder y dominio de la enfermedad?". Sentía que cualquier cosa inferior a ésta era no dar al Salvador la gloria que merecía. Resolvió pagar cualquier precio por comprobar que este poder estaba en la expiación.
En segundo lugar, durante la "permanencia" de aquellos meses, aprendió mucho más que nunca antes sobre el Espíritu Santo como un Intercesor divino. Es parte de Su ministerio en la tierra el "interceder por nosotros con gemidos indecibles. ...” (Ro. 8:26, 27). La gran verdad estaba llegando a Su siervo con claridad siempre en aumento. Aprendió que el Espíritu Santo sólo puede interceder a través de aquellos templos humanos en los cuales El habita y que no puede interceder nunca en un sentido arbitrario, sino sólo en la medida que Su canal sea uno con El en la intercesión.
El señor Howells ya había conocido algo sobre los gemidos indecibles del Espíritu a través de él por los necesitados y afligidos del pueblo, por Will Battery y, por los vagabundos. Conocía la obediencia que era necesaria. Pero, ¿qué implicaría interceder por una tuberculosa? Como intercesor, debía entrar en los sufrimientos y tomar el lugar de la persona por la cual oraba. Sabía que una tuberculosa postrada en cama no podía tener una vida normal de hogar. Estaba confinada a una habitación, alejada de todo lo que una vez le placía e interesaba en la vida. De modo que, durante este tiempo de permanencia el Espíritu Santo profundizó mucho más en cuanto a identificar a Rees con el sufrimiento de otros. Al hacerlo, no solamente el sufrimiento de esta' mujer tuberculosa vino sobre él, sino la carga de todos' los tuberculosos y sufridores del mundo.
Muy pronto Rees tuvo la convicción de que antes de obtener la victoria, el Señor dejaría que esta enfermedad viniera sobre él. Solamente como un verdadero tuberculoso podría interceder plenamente por los tuberculosos. El hecho de que esto no era una mera imaginación tonta sino una posibilidad práctica, se vería más tarde en su vida cuando, luego de pasar grandes riesgos personales para cuidar de una tuberculosa, pareció como que había contraído la enfermedad. Más aún, en todas las primeras intercesiones él tuvo que tomar literalmente el lugar de aquellos por quienes oraba y vivir como ellos.
Experimentó lo que esto implicaba y halló gracia para estar dispuesto a aceptarlo si a cambio el Señor restauraba esta madre a su familia. Sintió gran gozo al pensar que después de la victoria en un caso, el Señor podría liberar a muchos más.
Durante los meses que el Señor estuvo hablándole de esta manera, también estuvo ayudando a la mujer de una manera maravillosa. Ellos eran muy pobres y no podían comprar todas las comidas que a ella le gustaban. Pero cuando tenía algún antojo, siempre llegaba alguien a traerle exactamente lo que fuera el antojo. Cada tarde, el señor Howells y los demás venían a oír sobre sus oraciones contestadas, y "reían alegremente como niños". Todo el distrito llegó a saber que estaban orando por ella, y el doctor dijo que no estaba viviendo por sus pulmones sino que "estaba viva por la oración".
La crisis llegó la noche antes del Viernes Santo. Esa noche, ella les dijo a sus amigos que se estaba debilitando y que sentía que iba a morir. El señor Howells no podía aceptar esto y la exhortó a no perder su fe después de todos esos meses de intercesión. A todo el distrito se le había dicho que ella se sanaría, y él no podía aceptar el fracaso. Pero ella persistió en decir que se estaba muriendo. Al salir para su casa, Rees pudo entender plenamente lo que ella había dicho. Fue un momento de obscuridad. "Obscuro afuera", dijo, "pero más obscuro en el interior". Procuró examinar su posición: ¿Había algo errado en su permanencia? No, él la había vivido "día tras día, hora tras hora" y el Espíritu le dio testimonio de ello. "Entonces ella no morirá", le dijo al Señor. Pero recibió una respuesta inesperada: "La intercesión que has hecho era por una tuberculosa, ahora ha llegado la muerte. Si ella ha de ser liberada, acepta la muerte en su lugar esta noche".
El se había ofrecido con toda sinceridad para ser un tuberculoso en su lugar, pero no había realizado que el fin de la tuberculosis es una muerte prematura. El Señor solamente le estaba pidiendo llevar a cabo lo que él había afirmado que estaba dispuesto a hacer —tomar el lugar de esta mujer para que ella pudiera ser sanada. Pero entonces, esto ahora implicaba la muerte en cuestión de unas horas. El había sentido con frecuencia que había cierto resplandor en las palabras del Señor: "Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos", pero ahora no había ningún brillo en ellas, sólo obscuridad.
No se trataba de que ataduras carnales lo retuvieran en este mundo. Pero tenía el trabajo de la Misión, las almas a quienes amaba allí, y el futuro que creía el Espíritu Santo había delineado para él. Dejarlo todo ya, y enfrentar a sangre fría la separación de alma y cuerpo era más de lo que estaba dispuesto a hacer.
Dijo: "Fue una noche espantosa porque había perdido el rostro de Dios. Esa fue la primera noche que me fui a la cama sin orar; decidí no continuar la vida de intercesión ni mostrar a nadie este punto de fracaso.
Toda la noche me culpé a mí mismo por haber comenzado en esto. Habría sido mejor, pensé, si hubiera seguido en una vida de fe sin tocar el aspecto de sanidad.
Me levanté a la mañana siguiente sin intención de ir a trabajar, pero no me arrodillé; no podía dar la cara al Espíritu Santo. Sentía que El era un extraño para mí. Fui a ver a mi amigo quien también estaba orando por ella, y la primera pregunta, como siempre, fue: ` ¿Como está ella?'. Luego, ` ¿cual es el lugar de permanencia?'. Ahora comencé a llorar y le conté mi fracaso diciéndole que no podía continuar. Era peor que estar en las tinieblas egipcias.
Aquella noche, el Espíritu me habló de nuevo. Nunca lo olvidaré, cuán suave me pareció Su voz. Me dijo: 'No te diste cuenta que lo que te ofrecí ayer era un privilegio'. ` ¿Un privilegio?'. ¿Sí, se te ofreció un lugar entre los mártires? Las escamas cayeron de mis ojos en un momento, vi al ejército glorioso de mártires en la ciudad celestial, y al Salvador mirando por mil años a aquellos que habían hecho por El lo que El había hecho por ellos. Un mártir es una persona que voluntariamente ha acortado su vida aquí en la tierra por la causa del Salvador. No es meramente uno que muere en el cumplimiento de una responsabilidad. El Señor me mostró que debía estar entre ese número de personas. Al principio temí haber perdido mi oportunidad por no estar dispuesto a ello la noche anterior. Rogué al Señor que me perdonara, haría gustosamente lo que me pidiera. Ocupé la posición de la muerte, ¡pero no había muerte allí! Entendí que el Salvador había bebido cada gota de aquella copa por nosotros. 'La amarga copa El la bebió, y las bendiciones abundan para mí', comprendí que estaba 'al otro lado"'.
Tomado por la gloria de lo que había visto, el señor Howells corrió más de dos kilómetros a la casa de la mujer enferma, para contarle lo que había sucedido. Los llamó a todos a orar para que el Señor hiciera la transacción ya, que la sanara y que lo llevara a él a la gloria aquella noche. Sintió que no era casualidad que fuese Viernes Santo, y seguramente era la voluntad de Dios aceptar su vida en el día que el Salvador había sido "obediente hasta la muerte". Muchos estaban llorando, la mujer misma se rehusaba a orar.
Cuando la visitó a la noche siguiente, rápido notó que algo había sucedido. Su rostro estaba radiante como el de un ángel y estaba deseosa de que todos vinieran a su habitación para contarles. Mientras meditaba sobre lo que el señor Howells le había dicho, no estaba dispuesta a ello, porque él había sido más que un padre para ella y para muchos más en el pueblo. Entonces se arrodilló en su cama y oró: "Señor, no quiero la sanidad. No permitas que ninguno ore para que esta enfermedad sea puesta sobre él. El es más útil para Ti que yo y no deseo ser liberada a costa de él". Al momento de haber orado, fue elevada a Su presencia y se sumió alabando al Salvador. La habitación se llenó de Su gloria y continuó alabando al Señor toda la noche.
"Las semanas que siguieron no fueron menos que el cielo en la tierra", dijo el señor Howells. "No orábamos; no había necesidad de oración, sólo esperábamos que Dios hiciera Su voluntad. Había mucho más atractivo en ser llamado a llenar el vacío e ir directo a la gloria, que en permanecer aquí para llevar a cabo un poco de trabajo misionero. Cada día durante tres meses esperé que me fuera quitada la vida. El Señor lo permitió así para que yo no sólo estuviera dispuesto bajo la influencia del Señor".
Luego, después de tres meses, el Señor la llamó súbitamente al hogar celestial. Un sábado por la mañana, cuando Rees estaba trabajando, llegó el mensaje de que se le necesitaba inmediatamente. Pero, antes de que llegara, ella había fallecido. Mientras estaba sentado en la casa, el Señor trató con él por más de una hora. "A pesar de que había otras personas en la habitación", dijo, "yo estaba sólo con Dios. Me dijo que aunque había aceptado mi intercesión, no iba a tomar mi vida ahora sino que deseaba usarme como un `mártir viviente'. Yo nunca había oído esta expresión antes, pero El me hizo entender que si alguna vez reclamaba algún derecho sobre mi vida, más del que tiene un muerto, perdería mi posición".
En cuanto al caso de la sanidad, debería considerarlo como si fuese un fracaso y no dar ni una palabra en defensa. Todo el distrito sabía que estaba orando por la sanidad de esta mujer y ahora, había fracasado abiertamente. Ese fue el resultado en vez de la gloria que habíamos previsto. Apenas llegué a estar dispuesto a esto, una de las convertidas entró. Dijo que nuestra querida hermana, antes de partir con el Señor, había dejado un mensaje para mí. `Díganle a Rees y a los demás que no puedo esperarlos. El Salvador ha venido por mí, y quiero irme con El. Cuéntenles que volveré para encontrarlos'. (1 Ts. 4:14). Luego se había despedido, estrechando las manos de los que estaban con ella y se había ido con el Señor.
Ese testimonio glorioso de la primera persona de la Misión que descansó en Jesús, hizo de `fracaso' la cosa más dulce del mundo. La primera prueba vino en el funeral. Cientos de personas se habían reunido, porque habían oído tanto sobre ella y especialmente sobre la sanidad. El ministro que ofició no estaba de acuerdo con el ministerio de ellos en aquel tiempo. Abrió su Biblia en Job 13:1-5, y leyó: 'He aquí que todas estas cosas han visto mis ojos, y oído y entendido mis oídos.... Porque ciertamente vosotros sois fraguadores de mentira; sois todos vosotros médicos nulos. Ojala callarais por completo, porque esto os fuera sabiduría'. El estaba a un lado de la tumba y yo en el otro, ¡y eso en más de un sentido! Escuché lo que dijo pero permanecí inmóvil como si no hubiese oído. Luego el Señor me guió a hacer unos comentarios antes de que fuésemos al pueblo, sobre la vida de ella y la vida transformada posteriormente. La prueba era el triunfo que ella había tenido sobre la muerte, porque la muerte había sido absorbida en victoria. Conté como dijo ella que el Señor había venido a buscarla, cuánto deseaba irse y que se había despedido de todos los que estaban con ella. Dije: ` ¿Han oído alguna vez sobre una persona que está muriendo y estrecha las manos de todos como si se fuera de viaje?'. La gente empezó a cantar como en un avivamiento. Los cielos se abrieron y la victoria fue tal que todos comenzaron a agitar sus pañuelos incluyendo los dolientes. Nunca sentí tanta lástima de un hombre como la que sentí del ministro. La tumba triste se había convertido en la entrada al cielo; y desde ese funeral comenzó la vida de resurrección en la Misión.
"Poco después el Espíritu Santo reveló por qué había sido necesario culminar el caso en la forma que lo hizo: `para que ninguna carne se gloríe en Su presencia'. En una gran situación como ésta, Dios no tendría la libertad de obrar por medio de una persona que primero no hubiera `muerto' a la suya. Primero está la muerte y luego la resurrección. Así como debían devolvérsele al Señor los primogénitos y las primicias de los frutos, así también el primer caso de sanidad, los primeros frutos de esta intercesión, pertenecían al Señor y tenían que ir al altar".
Capitulo Doce
¿QUE ES UN INTERCESOR?
La verdad de mayor importancia que el Espíritu Santo le reveló gradualmente al señor Howells y que fue el caudal principal en su ministerio durante toda su vida, fue la intercesión. Se puede ver al Espíritu guiándolo en este aspecto en todos Sus tratos con él; desde que tomó plena posesión de él en la Convención de Llandrindod hasta cuando en su trato con la mujer tuberculosa el significado de la intercesión quedó totalmente claro. En adelante, el Espíritu estuvo guiándolo constantemente a obtener nuevas posiciones como intercesor y a revelar las verdades preciosas que había aprendido a aceptar. Por eso será útil detenernos por un momento para considerar en más detalle el significado de ser un intercesor.
Dios busca intercesores pero raras veces los encuentra. Esto es evidente en Su exclamación afligida en Isaías: "Y vió que no había hombre, y se maravilló que no hubiera quien intercediera. . .". Su protesta de desilusión en Ezequiel nos muestra lo mismo: "Y busqué entre ellos hombre que hiciese vallado y se pusiese en la brecha delante de mí, a favor del pueblo,... y no lo hallé".
Tal vez los creyentes en general han considerado la intercesión sólo como una forma de oración intensificada. Lo es, siempre y cuando haya gran énfasis en la palabra "intensificada". Hay tres cosas por ser vistas en un intercesor, las cuales no se encuentran necesariamente en la oración ordinaria: identificación, agonía y autoridad.
La identificación del intercesor con aquellos por quienes intercede se ve perfectamente en el Salvador. De El se dijo que derramó Su alma hasta la muerte: Fue contado entre los transgresores; llevó el pecado de muchos, e hizo intercesión por los transgresores. Como Intercesor Divino que intercedió por un mundo perdido, apuró la copa de nuestra condición de perdidos hasta su última gota. El "gustó la muerte por todos". Para ello, en el sentido más completo posible, se sentó donde nosotros nos sentamos. El tomó nuestra naturaleza sobre Sí mismo y aprendió la obediencia por medio del sufrimiento. Fue tentado en todos los puntos en que nosotros lo somos y se hizo pobre para nuestro bien. Finalmente se hizo pecado en nuestro lugar. Por tanto, obtuvo la posición de tener toda autoridad siendo Capitán de nuestra salvación, hecho perfecto a través del sufrimiento. Tiene plena comprensión de todo aquello por lo cual pasamos. De modo que puede vivir por siempre para interceder por nosotros. Por medio de súplicas efectivas al Padre, "puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios". La identificación es entonces, la primera ley del intercesor. El ruega con efectividad porque da su vida por aquellos por quienes intercede. Es su representante genuino. Ha sumergido sus propios intereses en las necesidades y sufrimientos de ellos y, hasta donde le es posible, ha tomado su lugar.
Hay otro Intercesor y en El vemos la agonía de este ministerio; porque El, el Espíritu Santo, "intercede por nosotros con gemidos indecibles". Este, el único intercesor presente sobre la tierra, no tiene corazones en los cuales pueda depositar Sus cargas, ni cuerpos a través de los cuales pueda sufrir y operar, a no ser los corazones y cuerpos de aquellos en quienes habita. Por medio de ellos, hace Su obra intercesora sobre la tierra. Se convierten en intercesores porque el Intercesor habita en ellos. Es una vida verdadera a la cual le llama, una vida igual, en menor medida, a la que el Salvador mismo vivió en la tierra.
Pero antes de El poder guiar a un vaso escogido a tal vida de intercesión, primero tiene que tratar a fondo con todo lo que es natural. Trata con el amor al dinero, la ambición personal, el afecto natural por los padres y seres amados, los apetitos del cuerpo, y el amor a la vida misma. Todo lo que aún a un hombre convertido lo obliga a vivir para sí, para su propia comodidad o provecho, para su propio progreso, hasta para su propio círculo de amigos, tiene que ir a la cruz. No es una muerte teórica sino una crucifixión real con Cristo, tal como sólo el Espíritu Santo puede hacer real en la experiencia de Su siervo. Debemos apropiarnos del testimonio de Pablo; como crisis y proceso: "He sido y sigo con Cristo juntamente crucificado". El ego debe ser liberado de sí mismo para convertirse en agente del Espíritu Santo.
Cuando procede la crucifixión, comienza la intercesión por medio de cargas y de llamados a obediencia, el Espíritu empieza a vivir Su propia vida de amor y sacrificio por un mundo perdido a través de Su canal ya limpio. Esto lo vemos en la vida de Rees Howells. En su mayor altura también lo vemos en las Sagradas Escrituras. Miremos a Moisés, el joven intercesor, dejando el palacio por libre elección para identificarse con sus hermanos esclavos. Veámoslo acompañándolos a través del desierto. Contemplemos cómo alcanza la cumbre misma de la intercesión cuando la ira de Dios estaba sobre ellos debido a la idolatría; y su destrucción como pueblo era inminente. No es su cuerpo lo que ofrece por ellos como intercesor, sino su alma inmortal: ". Que perdones su pecado, y si no, ráeme ahora de tu libro te ruego". Efectivamente, llamó esto "hacer expiación" por ellos.
Veamos al apóstol Pablo, admirable hombre de la nueva dispensación, tal como Moisés lo fue de la antigua. Durante años su cuerpo, por medio del Espíritu Santo, fue un sacrificio vivo para que los gentiles pudieran recibir el Evangelio; finalmente, su alma inmortal fue ofrecida sobre el altar. El mismo que estuvo regocijándose con los Romanos porque nada podía separarlos a él y a ellos del amor de Dios (Ro. S), dice un momento más tarde, con el Espíritu por testigo, que desearía ser él mismo "anatema, separado de Cristo, por amor a mis hermanos, los que son mis parientes según la carne" (Ro. 9). Este es un intercesor en acción. Cuando el Espíritu Santo realmente vive en un vaso escogido, no hay límites para los extremos a los cuales lo lleva en Su pasión por advertir y salvar a los perdidos. Isaías, aquel aristócrata, tuvo que andar "desnudo y descalzo" durante tres años, como una advertencia a Israel. ¡Difícilmente podemos creer tal cosa! Oseas tuvo que casarse con una prostituta para mostrar a su pueblo que el Esposo celestial estaba dispuesto a recibir a Su esposa adúltera. A Jeremías no se le permitió casarse, como una exhortación a Israel contra los terrores y tragedias de la cautividad. A Ezequiel no se le dejó derramar una lágrima por la muerte de su esposa, "el deleite de sus ojos". Y así podríamos continuar con la lista. . . Cada instrumento usado grandemente por Dios ha sido, en su medida, un intercesor: Wesley por la Inglaterra apóstata; Booth por los que estaban en la miseria; Hudson Taylor por la China; C.T. Studd por el mundo no evangelizado...
Pero la intercesión es más que el Espíritu compartiendo sus gemidos con nosotros y viviendo Su vida de sacrificio por el mundo a través de nosotros. Es el Espíritu logrando Sus fines de gracia abundante. Si el intercesor conoce la identificación y la agonía, también conocerá la autoridad. Es la ley del grano de trigo y la cosecha: ". . . si muere, lleva mucho fruto". La intercesión no es substitución por el pecado. Solamente ha habido un Substituto para un mundo de pecadores, Jesús el Hijo de Dios. Pero la intercesión se identifica tanto el intercesor con el sufriente, que le da un lugar prevaleciente delante de Dios. Conmueve a Dios. Hasta hace que El cambie de forma de pensar. Logra su objetivo o, más bien, el Espíritu lo logra a través de él. Fue así como Moisés, por medio de la intercesión, se convirtió en el salvador de Israel y previno la destrucción de ellos. No podemos dudar que el acto supremo de intercesión por parte de Pablo por el pueblo escogido de Dios resultó en la gran revelación que le fue dado en aquella época; la evangelización del mundo y la salvación final de Israel (Ro. 10 y 11). Esta intercesión misma permite a Dios llevarla a cabo.
El señor Howells hablaba a menudo de la "posición de intercesión obtenida", y la verdad de esto es obvia en muchas ocasiones en su vida. Es un hecho experimentado. Cuando se paga el precio, se cumple con la obediencia y las luchas interiores y los gemidos se ejercitan a capacidad, entonces "viene la Palabra de Dios". El débil canal es revestido con autoridad por el Espíritu Santo y puede emitir la palabra de liberación. Se hacen "mayores obras". No solo esto, sino que se obtiene y se mantiene una nueva posición de gracia. Aún entonces, esa gracia solamente puede ser apropiada y aplicada en cada instancia bajo la guía directa del Espíritu. El señor Howells, usando las frases del Sr. Mueller, lo describía como entrando a "la gracia de la fe", en contraste con recibir "los dones de fe". Lo que quería decir era que cuando oramos en forma normal podemos esperar que Dios, en Su bondad, nos dé lo pedido. Si lo hace, nos regocijamos; es Su regalo para nosotros; pero no tenemos el poder o la autoridad para decir que siempre vamos a recibir la misma respuesta en cualquier ocasión. Tales son los dones de fe. Pero cuando un intercesor ha logrado el lugar de intercesión en cierto campo, entonces ha entrado a la "gracia de la fe". Junto a ese sitio especial está abierto para él el inmensurable mar de la gracia de Dios. Ese es el lugar de la intercesión obtenida.
Rees Howells se refirió a la experiencia de Jorge Muller. El señor Mueller nunca había logrado un lugar de intercesión sobre la enfermedad, pero en una ocasión Dios levantó una persona por quien él oró. En otra ocasión, oró por otra persona enferma pero no hubo sanidad. Sin embargo, el señor Muller dijo que este no era un fracaso en la oración. Dijo que él nunca había logra, do un lugar de intercesión sobre la enfermedad y que por eso la respuesta a la primera oración era meramente un "regalo de fe", el cual no tenía necesariamente que repetirse. Pero sí había obtenido un lugar de intercesión por los huérfanos. Siempre estaba listo a ser el primero en sufrir por ellos. Si sólo había comida para todos menos uno, él era quien se quedaba sin comer. En cuanto a provisión, Dios lo hizo responsable de ver que todas las necesidades se suplieran siempre. Las puertas del Tesoro de Dios habían sido abiertas permanentemente para él, y podía tomar todo lo que necesitaba.
El Pastor Blumhardt, de Alemania, por su parte, era un hombre que había logrado una posición de intercesión por los enfermos. En sus primeras luchas con los espíritus malignos, pasó más de 18 meses de oración y ayuno antes de lograr la victoria final. Hubo quejas de que estaba siendo negligente con su trabajo ministerial por dedicarse a sanar a los enfermos. Pero él dijo que el Señor le había dado la parábola del amigo a medianoche y los tres panes y que aunque indigno, seguiría golpeando a las puertas. El oraba y Dios obraba. No solamente fueron bendecidas cientos de personas, sino que dejó sentado un precedente para la iglesia. Después de la victoria final, logró acceso al Trono con tal facilidad que a menudo, cuando las cartas llegaban pidiendo oración por gente enferma podía saber la voluntad de Dios en cuanto a si iban a ser sanados o no, con sólo levantar la vista por un momento. Se dolía tanto con los sufrimientos de los demás, que rogaba por ellos como si lo hiciera por sí mismo. Eso era intercesión.
prueba de ello fue que el Señor respondió a nuestras oraciones y nos capacitó para poder cumplirlo. Después de terminar nuestros estudios en Edimburgo y Londres, el Señor abrió la puerta para que yo fuera un farmaceuta junto a un médico durante seis meses, y mi esposa tomó un curso de maternidad. La experiencia obtenida nos fue muy útil en el campo misionero"
Más o menos una semana antes de embarcarse, recibieron dinero de la misión para pagar sus gastos en Londres. Todavía necesitaban algunas cosas para completar su equipaje, y una vez más se aplicó la regla de que la primera necesidad es la primera que se suple. "Siempre existe la tendencia a guardar dinero para Capítulo Trece
DESAFIANDO LA MUERTE
Enfrentando aún este aparente fracaso con la mujer tuberculosa, el señor Howells supo que había obtenido la posición de intercesión. No necesitaba prueba de ello para sí mismo, pero estaba seguro de que el Señor colocaría un sello exterior a la victoria interior. Este llegó unos pocos meses más tarde. Fue llamado a ver a un hombre que estaba muriendo en el pueblo. Lo encontró ya inconsciente. Su esposa no podía contener su llanto porque tenían diez hijitos y él era el único sostén de la familia. El efecto que esto causó en el señor Howells fue inmediato. El sufrimiento de la mujer vino sobre él como si fuese su propia hermana; salió hacia un campo y lloró y, como dijo más tarde, "Una vez que lloras, o el Espíritu Santo lo hace en ti, o eres el indicador para alcanzar el Trono".
El sabía que la única manera de ayudarla era devolviéndole a su marido sano, pero el hombre estaba fuera del alcance de todo tipo de ayuda humana. Sin embargo, parecía como si el Señor lo hubiera hecho penetrar en los sentimientos de ella hasta el punto en que tales sufrimientos se volvieron suyos y la necesidad de ella pasó a ser responsabilidad de él. Dios es "un Padre para los huérfanos" y "sostiene a la viuda" de modo que sabía que a menos que pudiese prevalecer por el marido enfermo, el Espíritu Santo insistiría en obtener esa posición a través de él y sería responsable por proveer el sostenimiento de la señora y sus hijos.
Regresó a la casa de la mujer y estando sentado allí, esperando que ella bajara, oyó una voz hablando desde un plano que le parecía nuevo, diciendo: "El no va a morir, vivirá". “¡Qué tranquilidad hubo en aquella salar, dijo el señor Howells! "Era la tranquilidad que Dios trae cuando El llega". La esposa bajó y él le dijo inmediatamente: "Desde la última vez que la vi, he sentido una gran carga de orar por su marido y el Señor me ha dicho que no va a morir, que vivirá". Pero ella no estaba convencida. .. El pudo ver que no le había creído y, naturalmente, tenía razón para no creerle ante la condición de su marido, y además el hecho de que la última persona a quien el señor Howells le había dicho que sanaría, había muerto muy recientemente.
Salió y regresó a su casa. Pero mientras iba, el Señor empezó a hablarle de nuevo y le dijo: "No le hablaste a esa mujer en la forma que lo haces cuando estás realmente seguro. Mañana temprano debes regresar, decírselo de nuevo, e irte sin dudar". Esta confirmación fue tan fuerte que, al irse a la cama, declaró en alta voz: "Mañana regresaré a desafiar la muerte y le diré 'no te llevarás a este hombre".
Como debía tomar el tren a la mañana siguiente a las ocho en punto, salió para el pueblo antes de las seis, pues la caminata era de tres kilómetros. Nevaba y todo estaba muy obscuro. Y el maligno lo atacó por todo el camino. "Era como si legiones de demonios me estuvieran deteniendo", dijo. "Me sentía como caminando contra la corriente y el enemigo seguía diciéndome: 'El hombre murió tan pronto como saliste anoche"'. Fue una prueba severa para su fe, pero después de batallar durante todo el camino, al acercarse a la casa, "fue dulce ver la luz". Cuando entró, le dijo a la señora: "No la culpo por no creerme ayer, pues no se lo dije con la certeza con que digo las cosas que sé. Pero he venido esta mañana para contarle ahora que su marido no morirá y, como prueba de ello, si él muriere, la sostendré económicamente a usted y a sus hijos". Ella se animó visiblemente, pues esta vez sí creyó y él regresó con gran gozo como había ido. "Parecía como si el cielo hubiese descendido para regocijarse. Supe que la muerte nunca podría llevárselo en esta ocasión. La muerte no estaba allí", dijo.
Estuvo lejos por dos días, durante los cuales rehusó prestar atención a los ataques del enemigo. En su viaje de regreso el diablo todavía seguía diciéndole que lo estarían esperando para darle las noticias de que el hombre había muerto y para pedirle que hablara en el funeral. Cuando llegó a la estación había algunos creyentes esperándolo; uno le gritó: " ¡Está fuera de peligro en el momento en que saliste de la casa comenzó a mejorar!".
El próximo caso fue más difícil. Se trataba de una mujer quien era una de sus mejores convertidas, en cuya casa celebraban reuniones hogareñas. Ella era la esposa de un creyente, William Davies y cuñada de la mujer tuberculosa. Estaba gravemente enferma después de dar a luz un niño. El doctor no le había dado esperanza de recuperación. Cuando Rees llegó a la casa estaban todos llorando. "¿Sabes cuál es la voluntad del Señor?", fue la primera pregunta ansiosa de William Davies. "No me la ha revelado todavía", respondió, "pero no creo que se la llevaría sin decírmelo". Ese fue el primer rayo de luz. No había tiempo para demoras, y William, en su ansiedad, lo presionó aún más: "¿Crees que El hablará hoy?". "Creo que lo hará", dijo para tranquilizarlo. "Caminaré a casa ahora y estoy seguro de que me hablará".
La pregunta vital, desde luego, era: ¿Cuál era la voluntad de Dios? Aunque había obtenido victoria en la intercesión, la voluntad de Dios debía ser revelada en cada caso; y en éste, el mismo hecho de que deseaba verla viva podría ejercer influencia en su juicio. Solamente siendo imparcial se puede hallar la voluntad de Dios, tal como el Salvador dijo en Juan 5:30. En la caminata de tres kilómetros, Dios hablaba siempre con Su siervo. "Os he llamado amigos", no era una teoría inútil para él, sino que era una relación práctica y preciosa. Rees siempre esperaba que el Maestro compartiera estos secretos con él. Así que mientras caminaban ese día, la palabra del Señor vino de nuevo a él: "Ella sanará y no morirá". "En el mismo instante que lo oí", dijo Rees, "tuve el gozo de la sanidad".
Regresó temprano en la tarde, porque cada minuto contaba. . . Ahora hasta podía bromear un poco con William Davies. "Si te cuento la voluntad de Dios, ¿me creerás? Si lo haces y te digo que tu esposa va a estar bien, ¡procura que no haya más lágrimas! ¡Si deseas llorar, mejor hazlo ahora antes de que te cuente!". "El Espíritu Santo estaba en aquella casa", dijo el señor Howells, "y supe que El había vencido la muerte. Naturalmente, la muerte estaba en la habitación, pero yo tenía perfecta paz. Nos arrodillamos y oramos, con seis de los niños uniéndose a nosotros. ¡Qué reunión de alabanza tuvimos, y ella comenzó a recuperarse ese día!".
Por medio de la posición ganada en su intercesión por la mujer tuberculosa, el siervo de Dios desarrolló una sensibilidad a Su voz como nunca antes, en casos de enfermedad. En ese ascendió espiritualmente con mucho trabajo, pero ahora en un momento podía tener la palabra del Señor. Tenía tantos casos de este tipo en ese tiempo, que parecía como si fuera a ser su ministerio especial. A menudo dijo de ese período que creía que había comenzado una nueva era de sanidad para la iglesia cristiana. Tal vez solamente la eternidad revelará cuánto de la intercesión del Espíritu y fe por medio de él ha contribuido al avivamiento de sanidad espiritual que se ha experimentado en muchas partes del mundo en años recientes.
Capítulo Catorce
UN PADRE PARA LOS HUERFANOS
Cuando la mujer tuberculosa murió, dejó cuatro niños pequeños. Esto fue una prueba tan dura para su marido, que cayó en malos hábitos por la bebida y los descuidó mucho. Un día, el señor Howells estaba agobiado por esto y Dios le mostró claramente que tendría que hacer algo por los niños. Le preguntó qué debía hacer el con ellos, y cuando Rees no le dio respuesta, Dios le dijo: "A menos que me des una respuesta, tendrán que ir al asilo de los pobres". Luego le preguntó: "Si algo le sucediera a tu hermano o a tu cuñada, ¿permitirías que sus hijos fueran al asilo?". "Claro que no", respondió el señor Howells. "¿Por qué me respondes tan rápido respecto a tu propia familia", dijo el Señor, "y no tienes nada qué decir respecto a estos cuatro huerfanitos?". "Bueno, pues son de mi propia sangre". "Sí, ¡pero el Espíritu es más que la sangre!".
El asunto llegó a una crisis cuando el padre se fue y abandonó a los niños. El primer pensamiento de Rees Howells fue hacerse responsable él mismo por ellos, como un guardián, y pagar a una mujer para que fuera y los cuidara en la casa. Ya era más de lo que otros hubieran hecho, pero el Señor le dijo: "Ellos lo que necesitan es un padre, no un guardián. Yo soy un Padre para los huérfanos, pero no puedo serlo para ellos estando en el cielo, por eso debo serlo por medio de ti".
Tenía que hacer frente a lo que eso significaría, constituir un hogar con ellos y ganar suficiente dinero para mantenerlos hasta que el menor fuera mayor de edad. Sería invertir en ello quince o veinte años de su vida y olvidarse de sus esperanzas de llevar algún día, el mensaje del Espíritu Santo al mundo. Más aún, ellos no eran sus hijos; no sentía el amor de un padre hacia ellos, y no existía nada en él que desease hacerlo.
Esta era la primera prueba sobre la realidad de su posición como mártir, que vino súbitamente contra él. En cuanto a esto el Espíritu lo desafió: El debía haber tomado el lugar de la madre en la tuberculosis y en la muerte, pero el Señor se la había llevado a ella y lo había devuelto a él como un "mártir viviente". Si esto era real, entonces debía reemplazarla tomando su lugar en el cuidado de los cuatro pequeños. No tuvo respuesta y no se atrevió a cuestionar la autoridad del Espíritu Santo en su vida. "Pero", dijo, "debes tener la naturaleza de Dios para amar a los niños de otra gente como si fueran los tuyos". Así que le dijo al Señor: "Estoy dispuesto a que seas un Padre por medio de mí, pero no puedo hacerlo a menos que los ames a través de mí para que no sean como adoptivos sino como hijos engendrados. Y para llevar a cabo esto, tendrás que cambiar mi naturaleza".
Rees nunca pensó en realidad que Dios podría hacerlo, pero El lo hizo. Una noche, arrodillado al lado de su cama, sintió el amor de Dios derramándose sobre él. Su amor por los huérfanos era un amor sin límites por aquellos cuatro niños. Ahora nada podía impedirle ir a vivir con ellos. Sintió que los niños tenían derecho a él. Lo definió de esta manera: "Cualquier niño sin padres tiene derecho a que Dios sea su Padre. Entonces, estos cuatro huérfanos tienen derecho a que el Espíritu Santo sea un Padre para ellos por medio de mí". Pero el amor divino no podía limitarse solamente a cuatro. Dijo: "Sentí que amaba a cada niño pequeño en el mundo que no tuviera a nadie que lo cuidara. Era el amor de Dios fluyendo a través de mí".
Hizo arreglos para que alguien cuidara a los niños temporalmente mientras hacía los preparativos para irse a vivir con ellos. Para él ya no era una prueba, sino un gozo. Sin embargo, el mismo día en que debía irse, tres tías de los niños dijeron que les gustaría llevárselos para darles un hogar. El Señor le mostró que esa era Su provisión para ellos, pero que él había obtenido la posición de "padre para los huérfanos".
Esto se comprobaría años más tarde cuando en el Instituto Bíblico el señor Howells y su esposa cuidaron con amor a los niños de los misioneros y a hijos de refugiados judíos. A algunos los cuidaban en su propia casa y a muchos otros en el hogar para los niños de los misioneros. Todos podían ver cómo Dios les había dado un corazón de padre y madre, el cual podía juntar, no a cuatro sino a setenta niños bajo sus alas.
Comentando sobre esto, tiempo después, el señor Howells dijo: "El lugar de intercesión logrado aquella primera vez aún permanece firme. No hubo necesidad de que el Señor me examinará de nuevo, a no ser que en mí hubiera existido indiferencia o algún desvío. Desde esa posición obtenida, uno puede orar continuamente por los huérfanos y pedir al Señor que sea un Padre para ellos aun por medio de otros, porque uno solamente le pide que haga a través de otro lo que está dispuesto a hacer por medio de uno mismo.
Esa es la ley de la intercesión en cada nivel de la vida. Sólo podemos interceder por otros cuando hemos sido examinados y comprobados que estamos dispuestos a hacerlo nosotros mismos. Cristo es un Intercesor por qué El tomó el lugar de cada uno por quien oró. Nunca se nos llama a interceder por el pecado, pues ya El lo hizo una vez y para siempre, pero a menudo sí se nos llama a interceder por los pecadores y sus necesidades. El Espíritu Santo nunca puede 'atar al hombre fuerte' por medio nuestro, en un nivel mayor que aquel en el cual El ha obtenido primero victoria en nosotros".
Dios también usó a Rees Howells de una manera maravillosa para revelar Su amor hacia el padre que había abandonado a los niños. Durante 16 años, desde que era un muchacho, el señor Howells había pagado dinero al Club Recabita para Beneficio del Enfermo, pero ahora el Señor le dijo que no debía seguir pagándolo más. "Mientras el Señor fuera el dueño del dinero", dijo Rees, "yo no podría usarlo sin Su permiso. El diablo estaba ocupado advirtiéndome que no tendría provisiones para el día lluvioso, y, en lenguaje más claro, que mi fin sería en el asilo de pobres. ¡Durante toda mi vida le había temido hasta al nombre de ese lugar!". Pero el Señor lo hizo permanecer firme sobre un versículo: "El que recogió mucho, no tuvo más, y el que poco, no tuvo menos", (2 Co. 8:15). Fue así como el Club Recabita tuvo que "ir al altar", y no se le permitió reclamar las cantidades ya pagadas.
Ya habían pasado tres meses desde que el padre abandonó a sus niños y dejó el distrito por un pecado que había cometido. Entonces el señor Howells fue guiado a pagar los atrasos del hombre en el Club Recabita y de ahí en adelante mantenerle los pagos al día. Era una indicación sorprendente, porque si no debía pagar sus propias cuotas del Club, ¿cómo podría ser correcto que pagara las de este hombre? Pero el Espíritu Santo le reveló que su error no había sido pagar al Club, sino la motivación que había tenido en mantener sus pagos al día. Dios lo había llamado a la Escuela de la Fe, y por lo tanto, una vez obtenida la posición de fe, sería un sustituto absoluto para el Club contra el asilo de los pobres. "Vi igualmente claro", dijo el señor Howells, "que no podemos decir que algo es errado para otros sólo porque hemos sido llamados a dejar de hacerlo; ello depende de nuestra posición o grado en la vida". De modo que pagó el Club por este hombre y nadie más lo supo.
No tuvo noticias sobre el hombre hasta casi cinco meses más tarde cuando recibió una carta de él diciendo que yacía en cama con tuberculosis, y que había tenido una hemorragia severa. Durante dos semanas había luchado consigo mismo para arrodillarse y pedirle perdón al Señor, pero estaba muy avergonzado de hacerlo porque había deshonrado el "Nombre bendito". Sin embargo, un domingo en la mañana vinieron los del Ejército de Salvación al frente de la casa donde permanecía, y mientras ellos cantaban, salió de la cama, se arrodilló, y recibió el perdón y la paz. Ahora escribía a Rees para decirle cuánto sentía el haberse rendido a la tentación y haber deshonrado a la Misión con su pecado. Pedía a los amigos que lo perdonaran, puesto que el Señor ya lo había hecho. No tenía dinero para pagar su alojamiento y ya el doctor había hecho arreglos para que lo llevaran al asilo de pobres a la semana siguiente. Cuando el hombre supo lo que el señor Howells había hecho por él, el amor de Dios lo quebrantó. En vez de ir al asilo, fue llevado a la casa de su padre. También recibió un pago semanal durante cinco meses hasta que se fue apaciblemente a estar en la presencia del Señor, y sus pequeños recibieron 38 libras después de su muerte. El incidente causó un gran impacto en el pueblo. También fue una prueba para Rees de que si daba obediencia perfecta al Espíritu, Dios no lo dejaría ir al asilo, sino que por medio de él evitaría que otros fueran allí.
En todas estas experiencias, el Señor tenía un doble propósito: La bendición para los necesitados, y la transformación de Su siervo. "El Espíritu Santo me llevó de un nivel a otro", dijo. "El proceso de cambiar la naturaleza de uno (el reemplazo de la naturaleza egoísta por la divina), es muy lento y amargo. Fue un diario morir para mostrar en adelante la vida de Cristo, pero esa vida era la de una víctima. Cristo fue la más grande Víctima en la cruz, pero también fue el más grande Vencedor, y el camino por recorrer diariamente era el sendero de la cruz. Cada motivo egoísta y cada pensamiento egocéntrico era tratado inmediatamente por el Espíritu Santo. En mis días de muchacho, el hombre más estricto que conocí fue mi maestro de la escuela primaria. Con cuanta frecuencia dije más tarde que el Espíritu Santo es mil veces más estricto. El profesor de la escuela podía juzgar solamente por los hechos, pero el Espíritu Santo juzga según los motivos".
Una noche, por ejemplo, Rees y su amigo estaban predicando al aire libre. El amigo dio su sermón primero y el Espíritu Santo lo usó tanto que Rees comenzó a preguntarse si se atrevería él predicar de nuevo. (Howells no era una persona muy bien dotada para predicar al aire libre). Ese sentir se incrementó tanto que llegó a convertirse en celos. "Nadie lo sabía", comentó, "pero aquella noche el Espíritu Santo me fustigó y me humilló hasta el polvo. Me mostró la fealdad de ello y cuánta ventaja sacaría el diablo de tal cosa para hacer daño a las almas de aquella gente. Nunca hubo nada que yo detestara más que eso, y podría haberme maldecido a mí mismo por ello. ` ¿No viniste a predicar al aire libre para que estas almas fueran bendecidas?', dijo El. 'Y si es así, ¿qué diferencia hay si les bendigo por medio de uno o del otro?'. Me pidió que confesara mi pecado y que si alguna vez lo veía de nuevo en mí, tendría que hacer una confesión en público. Desde ese día en adelante no me he atrevido a albergar un pensamiento de celos, porque nunca el Espíritu Santo se ha retractado de lo que me ha dicho. Cualquiera que fuera la advertencia de castigo que El me hiciera, si le desobedecía recibía todo el castigo. Hay quien pueda pensar que llevaba una vida de esclavitud y miedo. Sería así para la carne, pero para el hombre nuevo en Cristo era una vida de libertad total. Al principio tuve la tendencia de sentir compasión de mí mismo y de quejarme por el castigo debido a la desobediencia. Pero pronto vi que debía perder el ego corrupto aquí o llevar la vergüenza de que fuera mostrado públicamente en el futuro. Entonces estar de parte del Espíritu Santo contra mí mismo y ver el castigo como una liberación en vez de una pérdida".
Capítulo Quince
LORD RADSTOCK
En la convención de Llandrindod, en agosto de 1909, el señor Howells encontró de nuevo a su amigo, John Gosset, aquel con quien había tenido correspondencia sobre la tarjeta de Año Nuevo. Oyéndolo hablar en una de las reuniones sobre la oración y la intercesión, el señor Gosset fue tan bendecido que le contó sobre ello a su amigo Lord Radstock. Como resultado, se le pidió a Rees Howells hablar en una reunión especial de creyentes. El les contó lo que había probado en su experiencia en cuanto a la diferencia entre un guerrero de oración y un intercesor. Vale la pena registrar los puntos que él enfatizó aunque ya se hayan tratado en un capítulo anterior.
Un guerrero de oración puede orar para que se haga algo sin estar dispuesto a que la respuesta venga por medio de él, y ni siquiera está obligado a continuar orando hasta que sea respondida la petición. Pero un intercesor es responsable por lograr su objetivo y nunca podrá estar libre hasta haberlo obtenido. Llegará a cualquier extremo para que la oración sea respondida a través de él mismo. Una vez que una posición de intercesión se ha obtenido, se ha examinado y comprobado que es efectiva, el intercesor puede reclamar todas las bendiciones en ese nivel siempre y cuando sea la voluntad de Dios que lo haga. Nunca tiene necesidad de pasar por el mismo terreno dos veces, a menos que esté incierto en cuanto a algo relacionado con el asunto.
Durante su disertación, el señor Howells también tocó el tema de la sanidad divina. Contó acerca del trato del Señor con él en cuanto a la mujer tuberculosa: cómo el primer caso en el cual obtuvo la victoria tuvo que ir al altar porque los primeros frutos o primicias pertenecen al Señor. Les contó de cómo se le consideró un fracaso aún cuando el Espíritu Santo le dio testimonio de que había salido victorioso. Narró también cómo por medio de ello el Señor dio tal sentencia de muerte a la carne, que en los casos futuros de sanidad el ego no se llevaría la gloria.
Al comentar esto, Rees no tenía idea de que Lord Radstock había sido guiado por el mismo camino. La historia se registró después en su biografía. El había aceptado la verdad de la sanidad divina por medio de Santiago 5:15: "Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo levantará; y si hubiere cometido pecados, le serán perdonados". Fue así como se empeñó en poner su fe en práctica. El creía, en efecto, que la negligencia de la Iglesia en cuanto a este mandato era la causa de mucho sufrimiento. Después de haber tomado esta posición, su hija mayor cayó gravemente enferma. El conocía a muchos doctores entre sus amigos de la fe, pero se sintió guiado a rehusar la ayuda de ellos aunque, a pesar de su fe, "no hubo respuesta y la niña murió". Al pié de su lecho de muerte pudo decir: "Aunque El me matare, en El esperaré". Esta fue una prueba tremenda para su fe y le causó gran agonía personal, pero salió de la aflicción más que vencedor y luego fue usado en cientos de casos de sanidad divina. Sin embargo, nunca había entendido por qué había muerto su hija, hasta que oyó al señor Howells. En seguida comprendió la palabra referente a los primeros frutos yendo al altar. Se maravilló que el Señor hubiera podido revelarle estas leyes a su siervo aún tan joven. Fue tal su impresión, que ofreció pagarle los estudios universitarios a Rees. Con ello, estaría mejor capacitado para compartir la luz que había recibido, con toda la Iglesia de Cristo. También lo llevó a ver a muchos de sus amigos y le pidió que les hablara sobre el mismo punto. Pero, como dijo el señor Howells en cuanto al derecho que tiene Dios sobre las primicias: "Sólo una persona que haya vivido la experiencia podría verlo".
John Gosset quedó tan complacido con el resultado de la visita, que quiso que Rees conociera a muchos de sus amigos en Londres, incluyendo a Sir Robert Anderson, el Director General de Correos, y lo invitó a ser su huésped. Esta fue una nueva puerta abierta para el joven minero para conocer a "gente distinguida". Como dijo él, "nada podría agradar más al hombre natural, y mi primer pensamiento fue: no sabes dónde terminará todo esto. Tenía nuevas puertas abiertas desde muchas direcciones, pero esta me agradaba más que cualquiera otra y sentía alguna satisfacción secreta en darlo a conocer a mis amigos. Cuando les conté a mi familia, se mostraron muy complacidos y pensaron que sería el final de esta vida extraña, de la comida humilde y demás. Fue un gran honor que se me pidiera hablar sobre la oración y la intercesión a hombres como Lord Radstock y Sir Robert Anderson. Nada sabía yo de la gran lección que el Señor tenía que enseñarme a través de ello".
Capítulo Dieciséis
LLAMADO A UNA VIDA OCULTA
Casi un mes después de recibir la invitación del señor Gosset, vino un nuevo llamado a la intercesión. Aunque habían sido convertidos gloriosamente muchos borrachos del pueblo, había algunos hombres quienes no habían alcanzado victoria. Asistían a las reuniones y mostraban deseos de seguir al Señor, pero estaban tan terriblemente esclavizados a la bebida que el enemigo no los dejaba en libertad. Una vez más había necesidad de "atar al hombre fuerte y robarle sus bienes". En realidad, la intercesión probó ser el primer paso de un ministerio público a uno más bien latente.
Durante tres años, después de su día de trabajo, Rees Howells había estado en la misión cada noche. Había reuniones cinco noches a la semana y las otras dos se usaban para visitación. Su trabajo en la mina era desde las siete de la mañana hasta las cuatro y media de la tarde y luego, debía caminar un poco más de tres kilómetros, tanto de ida como de vuelta, cualesquiera que fuesen las condiciones del clima. No había tiempo para asistir a ninguna otra reunión porque él difícilmente dejaba su rebaño, sólo lo hizo durante la semana de la Convención de Llandrindod, a la cual se llevaron a todos los nuevos convertidos que les fue posible. La obra estaba tan bien establecida que mucha gente venía desde los distritos cercanos los domingos por las noches. Era como un avivamiento continuo. El efecto exterior en el pueblo había sido que tres años antes la cervecería enviaban dos vagones y un carro cargados con barriles de cerveza quincenalmente, y ahora sólo enviaban un carro, y éste lleno solamente hasta la mitad. ¡Era una broma común decir que valdría la pena si la cervecería persuadiera a Rees Howells y a sus amigos para que se hicieran accionistas! "El único enemigo que teníamos", dijo el señor Howells, " ¡era el diablo mismo! Toda la gente nos respetaba porque sabían que estábamos allí por su bienestar. Aunque a menudo estábamos pasando por luchas y pruebas, a ellos nunca se les dijo de éstas; era un avivamiento perpetuo para ellos. ¡Oh, cuán precioso era el Nombre de Jesús para nosotros! En los cultos al aire libre, todo el distrito resonaba con el himno 'Bendito Sea el Nombre de Jesús'.
La dificultad que el señor Howells tenía era encontrar tiempo para la oración. Realmente, su única oportunidad para orar estaba en aquellos tres kilómetros de caminata hasta la misión, pues más o menos kilómetro y medio se caminaba por un terreno solitario. Siempre procuraba estar sólo durante este kilómetro y medio, y después de dejar atrás la última casa, se quitaba el sombrero y continuaba en actitud de oración. Las costumbres en aquellos días el no usar sombrero fuera de la casa, era una cosa inaudita. Aún así, cuando estaba sólo, la presencia del Señor era tan real que siempre se descubría la cabeza. Esto se volvió un hábito tal que nunca cruzaba el terreno sin quitarse el sombrero, y cuando regresaba tarde por la noche, después de que las luces de la ciudad se habían apagado, seguía todo el camino así, sin cubrirse. Pero, por curioso que nos pueda parecer en nuestros días, ¡nada lo hubiera convencido a salir sin un sombrero durante el día! Como dijo, " ¡La brigada sin sombrero era desconocida en aquellos días!".
Este hábito aparentemente trivial, fue lo primero que el Espíritu usó para hacerlo morir a la influencia del público. Un domingo temprano en la mañana, estaba con el Señor en oración, comentó: "La gloria de aquella mañana era muchísimo más brillante que la luz del sol. Había tal paz y quietud solemne. Sentí que el suelo era sagrado. Algunas veces había percibido lo mismo antes, pero fue mucho más intenso aquella mañana, como si las palabras de Isaías se hubieran vuelto realidad: `. ..Y la luz del sol será siete veces mayor, como la luz de siete días. . .'. El Señor me mostró luego el lugar de permanencia en la intercesión al cual me había llamado. Se trataba de estar en actitud de oración durante todo el día. Por primera vez, ¡no podía llevar mi sombrero! Caminar por toda la ciudad así, para ir hasta la misión, ¡sería imposible! ¡No podría hacerlo! ¡Nunca! La gloria se alejó pronto, y el sol no tenía más luz que la normal, si acaso menos, y ¡oh!, ¡la oscuridad que vino sobre mí! Cuánto deseaba no haber salido aquella mañana. Ni el ayuno podía ser comparado con esto. Solamente los de mi casa estuvieron involucrados en la prueba del ayuno, pero en esto era yo quien debía ser un espectáculo delante de toda la población. ¡Ellos nunca habían visto a un hombre sin sombrero en la calle!".
Cuando se llegó la hora de ir a la misión, el Espíritu Santo le dijo que no debía ir a menos que le obedeciera. Mientras estaba de rodillas, el Señor le preguntó qué razones tenía para no querer obedecer. ¿Deseaba salir de la presencia del Señor? No, no era eso. La única razón que podía dar era que la influencia del público sería muy grande sobre él, y no sería capaz de soportarla. Entonces, el Señor le dijo que esa era exactamente la razón por la cual le había pedido que lo hiciera. No debía predicar de nuevo sobre el estar muerto al mundo hasta que tuviera la victoria sobre esto. “¡Cuánto del mundo está en nosotros, y pensamos a menudo que estamos muertos a él!", comentó el señor Howells. "Yo me reía de un hombre que se ponía el gorro del Ejército de Salvación, ¡pero ese día deseé que el Espíritu Santo me permitiera usar por lo menos eso! Pero El no transigiría para llegar a un acuerdo. . . Tuve que decir: 'Soy un esclavo de amor, Tú me sacarás del apuro'.
Pensó que si pudiera evitar herir a su madre lo demás no le importaría mucho. Esto, encima de lo del ayuno, de seguro la haría pensar que algo andaba mal en él. Su familia era muy conocida y altamente respetada en la ciudad, y el solo pensamiento de deshonrar a sus padres hizo esta prueba doblemente dura. "Estaba arriba orando", dijo, "intentando obtener tanta fortaleza como me fuera posible, pero el Señor parecía estar muy lejos. A menudo en una prueba, da la impresión de que no hay Dios en el mundo".
Su madre se dio cuenta que se había tardado en salir. Al oírlo descender, fue a su encuentro con el sombrero en la mano, limpiándolo con un cepillo con todo el cuidado amoroso de una madre. "Cuando le dije que no iba a usar el sombrero", dijo él, "pensé en las palabras del viejo Simeón a María: `... y una espada traspasará tu misma alma. . .'. ¡Cuánto significa para los padres ver a uno de sus hijos caminando por una senda extraña!".
"Nunca olvidaré el cruce por la ciudad aquel día y la gente que pasaba rumbo a otras iglesias. ¡Predicar sobre estar muerto al mundo! ¡Cada nervio sensitivo de mí estaba vivo al qué dirán! No estaba mejor que un ciego. Parecía que el diablo había juntado todas las fuerzas del infierno para atacar esta simple obediencia. En realidad no era nada; yo había sido llamado a pasar el día entero en actitud de oración y eso significaba un poco de separación del mundo. Oh, ¡qué profundidades las de esta respetable naturaleza egoísta! Pero estaba en proceso de ser cambiada por la naturaleza divina. Fue alivio llegar a la misión. Era como una Ciudad de Refugio que nos protegía del enemigo. Entre nosotros mismos había siempre una sonrisa después de la prueba".
Pero la actitud de oración no solamente debía ser conservada los domingos. "Ya fuera que estuviera trabajando, caminando o haciendo cualquier otra cosa", las almas por las cuales oraba debían estar en su corazón. Esto implicaba pasar cada día sin usar su sombrero. "Hasta cierto punto tuve la victoria", comentó, "pero era una muerte verdadera ir a trabajar sin sombrero. Sin embargo, ya era más difícil desobedecer que obedecer y la gente se acostumbró a verme así".
Al separar a Rees para Si, el Señor planeaba llevarlo mucho más lejos que esto. Iba a sacarlo del ministerio público y el próximo paso vino por medio de un ataque del enemigo sobre su amigo especial y ayudante en la misión. Ellos se amaban mutuamente. "Por naturaleza", dijo Rees, "él era una de las personas más encantadoras que jamás conocí, y como Apolos, era elocuente y poderoso en las Escrituras". Pero el enemigo, por medio de algunos creyentes, comenzó a decirle que mientras permaneciera con Rees Howells en el pueblo, nunca daría lo mejor de sí. El necesitaba tener una obra propia. El Señor le mostró a Rees Howells la seriedad de este ataque, y le indicó que él sería la única persona que podría salvar a su amigo: "La única manera de hacerlo es dándole lo mismo que el enemigo le dice que nunca conseguirá. ¿Por qué no le das el liderazgo de la misión? Retírate a la sombra de él y sé su intercesor. Ora para que la misión tenga un éxito aún mayor en sus manos que el que ha tenido en las tuyas". Y le recordó que éste era uno de los puntos que había tratado con él años antes en Llandrindod.
Tenía que hacer frente al efecto que esto tendría en su vida. . . "Durante tres años había invertido tiempo, dinero y cuanto tenía en la misión", dijo, "y había estado allí cada noche. Y ahora, cuando había grandes perspectivas, El me estaba pidiendo ceder mi puesto y que ayudara a mi amigo, y ayudarle como él lo había hecho anteriormente para mí. La misión estaba creciendo y se haría todavía más popular. La gente, naturalmente, atribuiría todo el éxito a mi amigo. Nunca verían ni recordarían que se había necesitado de alguien para fundar la base. El permitir que mi amigo se llevara el éxito exterior fue un gran conflicto interior. Este era el próximo grado de orgullo con el cual iba a tratar el Espíritu Santo y fue un proceso duro el dejar que mi Yo fuera reemplazado por Su naturaleza divina. Durante tres días no pude aceptarlo voluntariamente, pero sabía que Dios me ayudaría. Es Su forma de trabajar en uno.
Así prepara el terreno para que tenga el mismo gozo en una vida oculta y anónima como en una abierta y exitosa. Si mi meta en la vida era hacer la voluntad de Dios, entonces podría decir que de una forma u otra, el gozo sería el mismo. Le ayudó en esta ocasión el testimonio de Madame Guyon, donde el proceso de santificación se veía claramente. Aún en su celda decía: "No pido nada sino Tu perfecta voluntad".
Dios lo ayudó e hizo otro cambio profundo en su naturaleza. Como Jonatán, pudo amar al hombre que tomó su lugar. Habló el asunto con su amigo y le contó cómo Dios lo estaba guiando. De ahí en adelante la misión sería suya, mientras que Rees le respaldaría en oración: "Edifícala como una gran misión. El Señor ganará almas por medio de ti, y yo estaré orando. Quiero que la misión llegue a convertirse en un éxito mayor a través de ti, que lo que fue por medio de mí".
Capítulo Diecisiete
LA BRIGADA SIN SOMBRERO
Corto tiempo que el señor Howells había entregado la misión a su amigo, vino de Londres la esperada carta del Sr. Gosset invitando a Rees a ser su huésped a la semana siguiente. Su primer pensamiento fue que no podría ir porque había sido llamado a obtener este nuevo lugar de intercesión, y el viaje tomaría tres meses. Se acostó sintiendo que había hecho todo un sacrificio, pero a la mañana siguiente el Señor le preguntó: "¿Por qué no vas a Londres?”Por mi intercesión". "¿Por qué no puedes interceder desde Londres?". El Espíritu Santo siempre sondearía hasta la misma raíz del ego con que quería tratar. "Dame tu verdadera razón para no ir", le dijo. El señor Howells tuvo que confesar que era porque no podía enfrentarse ir a Londres sin su sombrero. "Tuve la victoria entre los míos", comentó, "pero ir a Londres así y a ser huésped de gente importante, era algo que no podría hacer. Sabía que el señor Gosset nunca permitiría un insulto. Yo era sensible a los sentimientos de los demás y, después de su amabilidad hacia mí, yo mejor hubiera rechazado cualquier cantidad de dinero en vez de herirle. ¡La carne elaboró mil y una excusas! Pero el Espíritu Santo no aceptó ninguna de ellas; había planeado todo esto para verificar si le obedecía a El antes que al hombre. La gente afirma, muy ligeramente a veces, que es un honor ser un tonto por causa de Cristo, pero en realidad, es muy diferente a ser llamado por el Espíritu Santo a portarse así.
El conflicto era agudo. Pasó por su mente, momentáneamente, el pensamiento de si sería posible salir de "esta vida de sumisión, de esclavitud voluntaria, y vivir solamente la vida cristiana ordinaria predicando el evangelio y ayudando a los pobres", como hacían muchos de sus amigos. Pero el Espíritu Santo le indicó la realidad de su posición de "mártir viviente", sin más derecho sobre su vida aquí que el que tiene un hombre muerto. Hubo algunas dudas, como siempre las había hasta que realmente llegaba a ser uno con el Espíritu Santo en lo que El estaba haciendo. Sabía que no tenía opción en el asunto, y por nada se atrevería a mostrar una falta de voluntad verdadera con tal dé no perder la privilegiada posición de mártir viviente.
El Espíritu, "Quien nunca impone", lo atrajo con las cuerdas del amor, mostrándole la amarga cruz que el Señor llevó. Como dicen las Sagradas Escrituras: "Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto; y como que escondimos de él el rostro, fue menospreciado, y no lo estimamos. Ciertamente llevó él nuestras enfermedades, y sufrió nuestros dolores; y nosotros le tuvimos por azotado, por herido de Dios y abatido". “¡Pero qué amarga lucha era caminar con El ahora! Le pedí que me mostrara por medio de la Biblia que había llamado a Sus siervos a hacer lo mismo que yo. Esto por si acaso el señor Gosset y sus amigos me pedían la base bíblica para lo que estaba haciendo. Si Dios me lo mostraba, entonces yo iría. Como un relámpago, trajo ante mí a Juan el Bautista y a Elías. El uno vestía solamente de cuero de camello y su comida era miel silvestre y langostas; el otro había pasado tres años y medio entre una cueva y la casa de una viuda, donde cada día consumían los últimos comestibles. Este había sido el camino de ellos a la cruz de poder.
El Señor siempre me ponía contra la pared, y luego yo reía y decía: 'Sí, Señor, Tú me ayudarás'. Así que cedí, pero esta vez había refunfuñado un poco, ¡y cuando El me recordó a Juan el Bautista, tuve miedo de que me mandara a Londres con algo menos que un sombrero! De modo que me mantuve ocupado todo aquel día, por si acaso El agregaba algo más a la obediencia".
Llegó el día de partir para Londres. La madre de Rees se había acostumbrado a verlo sin sombrero en su propia ciudad, pero ya había alistado y cepillado el sombrero aquella mañana. ¡Esa era la primera prueba! ¡El diablo también le sugirió que sería mejor llevar una gorra en su bolsillo en caso de que lloviera a lo que tuvo que decirle que un paraguas sería más apropiado!
Cuando el tren ya llegaba a Paddington, ¡Rees se sentía como que iba a morir! El señor Gosset estaba allí para recibirlo y le dio una bienvenida como a un rey al verlo descender del carruaje. Metió luego su cabeza dentro del compartimento y dijo: "Has olvidado el sombrero". "No, no lo traje". "¿Qué? ¿Venir a Londres sin sombrero? ¡No, querido! Debes darte cuenta, Rees, que ahora no estás en el campo. No puedes venir a Londres sin sombrero". "Entonces. . . debo regresarme". "No es cosa de devolverte", replicó Gosset, "es cuestión de usar un sombrero".
"Nunca sentí tanta lástima de un hombre como esta vez la tuve de mi anfitrión", dijo Rees, "mientras íbamos de Paddinton a Piccadilly en un carruaje abierto. Estaba tan rojo como una langosta de mar. Por el camino, dijo: 'Tengo en casa una gorra nueva, la cual es muy cara, pero no me queda bien; te la daré'. Tuve que decirle, entonces, que si me dieran todas las gorras de Londres no las recibiría porque ir sin sombrero era una de mis posiciones de permanencia para lograr un lugar de intercesión. Más tarde dijo que su orgullo nunca había sido herido tanto como lo fue en aquel entonces. El Señor había intentado alcanzarlo antes, pero él no permitía que nadie se acercara a su ego. Comentó que se había sonrojado más durante ese viaje que durante toda su vida anterior".
Si el sombrero había levantado tal conflicto, ¿cómo sería cuando se hablara del ayuno y de la comida abundante? ¿Qué pensaría él del "Menú de Daniel"? Mientras esperaban la comida, el Sr. Gosset le leyó todas las invitaciones para cenar. “¡Qué carga vino sobre mí!", dijo Rees. "Tenía que tomar otra posición. Sabía que solamente podía tomar dos porciones de comida simple dos veces al día, entonces. . . ¿para qué las cenas? No dije una palabra, nunca podría explicarlo, a no ser que fuese movido a ello, y aún así no tendría ánimo para decírselo. La campana sonó, y nos sentamos a comer. `Todo esto ha sido preparado para ti', dijo, 'y quiero que pruebes todo lo que hay en la mesa'. Entonces tuve que confesarle que durante los próximos tres meses yo debía tomar solamente dos comidas al día, ¡de pan, queso y sopa! Levantó sus manos en alto y exclamó: "¿Qué has hecho conmigo, Rees? ¿Qué dirán de mi huésped? ¿Qué es, uno de los antiguos profetas?". Ambos nos reímos con gusto. Le conté de cómo había sido una prueba para mí el obedecer al Señor e ir a Londres. Le expliqué que insultarlo con mi actitud a cambio de sus muchas bondades para conmigo, era mucho más de lo que yo imaginaba sucedería al tomar mi lugar de permanencia. "Y pensar que estás haciendo todo esto para alcanzar a las almas perdidas", fue su respuesta; "Y aquí estoy yo, un hombre de edad que prácticamente no he hecho nada para llevarles el evangelio". Luego me dijo: "No desobedezcas a Dios, ni así al rey mismo si te invitara a cenar", pero dijo seguidamente, " ¡No puedo andar contigo por Piccadilly! ¡Vas a tener que andar dos metros delante de mí, o dos detrás! Reímos durante horas. Qué cruz, ¡pero qué victoria!".
Gosset lo llevó a visitar a sus amigos y le dieron "una gran bienvenida y pasé un tiempo muy agradable con todos ellos, especialmente con Lord Radstock y Sir Robert Anderson. El Señor me estaba probando para ver si esa clase de sociedad me impactaba, y puedo decir que estaba muerto a todo ello".
Pero el propósito verdadero de Dios para esta visita sólo salió a la luz la noche antes de su partida. El señor Gosset vino a su habitación y le dijo: "Dios me ha revelado algo. Me ha dicho que va a bendecir mi casa porque estás aquí, tal como bendijo la casa de Obed-edom porque el Arca de Dios estaba allí". Mientras hablaba, Rees dijo que "el lugar se llenó de Dios y casi no podía resistirlo". A la mañana siguiente, el Señor guió a Rees a leer sobre la mujer sunamita y a decirle a Gosset: "¿Sabes que has hecho para mí exactamente como la mujer sunamita hizo con el profeta? Y yo también, quiero preguntar: ` ¿Que quieres que haga por ti?'. Dios te dará cualquier bendición que quieras. El se quebrantó y lloró. Dijo que tenía un gran deseo. Su hijo estaba en el ejército, el Capitán Ralph Gosset, y había abandonado los caminos del Señor en los que le habían criado. Ahora estaba por regresar del África y su deseo era que no trajera vergüenza a la familia. "Dios hará más que eso", respondió el señor Howells. "El no volverá al ejército sin ser un hombre convertido". Este era un cumplimiento de la palabra del Señor a los setenta: "En cualquier casa donde entréis, primeramente decir: Paz sea a esta casa. Y si hubiere allí algún hijo de paz, vuestra paz reposará sobre él".
Capítulo Dieciocho
EL VOTO DE NAZAREO
El camino de intercesión del señor Howells tomó ahora una precisión nueva y comenzó a ascender de forma extraordinaria. Los casos difíciles por quienes se le llamó a interceder de nuevo eran todos del pueblo y habían estado bajo su influencia personal. Pero no conocía al hijo del señor Gosset y probablemente nunca lo conocería, no tenía medios para ejercer influencia sobre él, a no ser a través del Trono. El Señor le dijo: "Este será el caso que probará tu intercesión". Era evidente que el Señor había estado preparando a Su siervo para lograr una posición mucho más alta de lo que él se había dado cuenta. Por esta razón sería sacado de su trabajo entre los hombres para tratar solamente con Dios. La petición se definió claramente pues la anotaron en una tarjeta, firmada tanto por el señor Gosset como por Rees, y ambos retuvieron una copia de dicha tarjeta. El señor Howells consideraba ésta como una de sus posesiones más valiosas.
Al regresar de Londres, como parte de su permanencia, fue llamado a orar de rodillas por tres horas cada noche, de seis a nueve, después de haber vuelto de la mina. Vio cómo el Señor lo estaba preparando para esto cuando unas pocas semanas antes tuvo que entregar el. Liderazgo de la misión a su amigo. Ahora el llamado era a dejar de lado todas las actividades espirituales, y ni siquiera podría asistir a las reuniones que se celebraban en la misión. Debía leer toda la Biblia de rodillas, que en realidad era la forma en que siempre lo hacía, y el Espíritu Santo sería su maestro. "Me tomó tiempo aprender a estar quieto delante de Su presencia", dijo. "Había estado tan acostumbrado a predicar, que cuando recibía alguna nueva luz sobre la Palabra estaba listo para predicar; ¡aunque en el momento no hubiera a quien predicarle! Tenía que contenerme todo el tiempo". Las condiciones iniciales para la permanencia fueron: (1) Tener dos comidas al día. (2) Vivir en actitud de oración, lo que implicaba estar sin sombrero. (3) Abandonar todo trabajo exterior en la misión, y no ir a ningún culto. (4) De seis a nueve cada noche debía orar de rodillas; dos horas leyendo la Palabra, y una esperando delante de Dios. El sabía que había otros lugares de permanencia, pero aún no los conocía.
Esta vida era realmente distinta de la que había vivido hasta ahora: una vida oculta, después de años de actividad. En vez de tener comunión con los cristianos, sería solamente con el Señor. Ni siquiera se le permitió contar a los suyos o a sus amistades, que había tenido que entregar la misión a su amigo y que por elección propia había entrado en este sendero de intercesión. Así que se difundió el rumor de que algo lo había desilusionado en su visita a Londres, y lo había hecho abandonar la misión para nunca más asistir a un lugar de adoración.
Al principio sentía que no podía obtener de la vida oculta el mismo gozo que tenía en el trabajo activo. Le parecía una gran tragedia el estar recibiendo tanta luz en la Palabra y no poder compartirla. Hasta tuvo la idea de que Dios nunca le permitiría predicar de nuevo. Otra desventaja era que en las noches no podía orar con la facilidad que lo hacía en las mañanas. Los acontecimientos del día se quedaban en su mente y al principio se le hacía difícil deshacerse de ellos. Decía: "Aunque estemos lejos de otros, es muy difícil silenciar las voces del ego. Pero después de un tiempo, el Señor me llevó al lugar donde, al momento en que cenaba la puerta a las seis en punto, dejaba el mundo afuera y tenía acceso a la presencia de Dios. Era una comunión perfecta.
El Señor le dijo luego que debía estar dispuesto a ser llevado por El a cualquier posición que los profetas o los apóstoles tomaron. "Ví cómo fue descargada sobre Ezequiel la iniquidad de la nación", dijo, "pero no sentía miedo de ser probado en cuanto a comida como él lo fue. Tampoco temía a Jeremías, pero sí a Isaías. Nunca hubo un profeta como aquel hombre. Fue un hombre de calidad, y uno de los mejores escritores. Vi cómo lo había humillado el Espíritu Santo en el trabajo que lo llamó a hacer (Isaías 20). El único consuelo que tenía era que al comenzar a leer desde Génesis, ¡pasarían como dos meses antes de llegar a Isaías! Pero mucho antes, encontré algo más a lo que no pude escapar. No había sido probado en el Génesis, pero llegué a Números 6:2-6: 'El hombre o la mujer que se apartare haciendo voto de nazareo,. . . Durante todo el tiempo de su voto no pasará navaja sobre su cabeza, ... será santo; dejará crecer su cabello . . . no se acercará a persona muerta'. El Espíritu Santo me dijo: 'Debes vivir así durante el período de esta intercesión. Si tu padre o madre mueren, no te les acercarás, y por ninguna razón uses navaja'.
"Le dije al Señor que sería mucho mejor morir que hacer esto. Yo tenía treinta años de edad, y era uno de seis hermanos quienes habían vivido todas unas vidas muy respetables. Sabía que en casa nunca se me permitiría tal cosa. El no usar sombrero era difícil, pero esto era mil veces peor. Sabía que todos los que se dejaban crecer la barba se la recortaban por lo menos, cada semana. Pero un nazareo no puede tocar su cabello o barba. El diablo me susurró: 'A este ritmo, en seis meses te llegará a las rodillas y el único lugar para ti será el asilo. No estaría tan mal si te fueras al asilo tu sólo; lo peor será que contigo té llevarás a tus padres'.
"Le dije al Espíritu Santo que no sabía de nadie quien hubiera sido llamado a hacer tal cosa en esta generación y, ¿cómo podría hacerlo yo? Pero, como siempre, El insistió en llegar a la verdadera razón para mi falta de voluntad. Las excusas nunca serían válidas para El. 'Dime la verdad', dijo, ` ¿por qué no estás dispuesto a andar como Samuel y Juan el Bautista?'. Respondí: `Debido a mis padres. ¿Quieres que les lleve a la tumba o a un asilo?'. En realidad pensé que ésta era mi razón, pero el Señor me dijo: Pon a tus padres en la cruz. Cuando yo, la mayor Víctima que el mundo jamás ha conocido colgaba de la cruz, mi madre estaba entre la multitud mirando. Dime la verdadera razón por la cual no estás dispuesto a hacerlo'. Entonces le dije: 'La verdadera razón es el qué dirán; es demasiado para mí. `Exactamente, y esa es mi razón para que lo hagas. Si no hay mundanalidad en ti, ¿cómo puede influenciarte el mundo? ¿Puede el mundo influenciar un muerto? Serás un nazareo hasta que todo esto sea quitado de ti'. También agregó: ` ¿Acaso no es la barba más natural para un hombre que el afeitarse?'. Tuve que admitir que lo era, pero le dije al Señor: 'Me fue muy difícil llevar vagabundos a casa, pero que yo sea un vagabundo. . Sé que mis hermanos no querrán convivir conmigo. Déjame ir a hospedajes' Pero me respondió: 'No, debes pasarlo en casa. Antes de obtener esta posición debe ser quebrantado todo afecto natural, cada lazo tierno, hasta que las almas de los demás lleguen a ser para ti como las de tus seres queridos"'.
Sabía que tendría que hacerlo, pero necesitaría Su ayuda. ¡Cuánto la necesitaba ahora! Tenía unos pocos días de gracia antes de que sus familiares, o el mundo exterior notaran la ausencia de la navaja. Debía prepararse para el efecto que causaría sobre ellos. Todo esto estaba sucediendo solamente unas pocas semanas después de las aparentes perspectivas para su vida por medio de la invitación a Londres. El padre del señor Gosset era un amigo personal del Rey Eduardo VII, y la visita de Rees a la casa de Gosset fue todo un acontecimiento para la vida de él. Hubo noticias de ello en el periódico local y Rees sabía que provenía de su padre. Era absolutamente correcto que la gente viera que una persona con el Espíritu Santo podía estar en compañía tanto con señores de alta sociedad como con vagabundos. Sus padres estaban realmente orgullosos de él, y esperaban que tales puertas se siguieran abriendo. En todos los caminos extraños por los cuales había sido guiado en los meses anteriores, ellos nunca habían dudado de su sinceridad; su única objeción era que llevaba las cosas demasiado lejos. Pero, ahora, ¡sería su "locura" suprema!
Lo primero que notaron fue que no salía en las noches como de costumbre y pensaron que algo andaba mal en la misión. Luego vieron que no salió de su habitación los domingos. Sus padres se quedaron en vez de ir a la capilla ese día, y él podía oírlos susurrando: "¿Qué le ha pasado? ¿Fue decepcionado en su visita a Londres?". Finalmente, cuando notaron que no se había afeitado y que estaba pasando todo el tiempo en su habitación, ¡pensaron que había llegado a lo peor! "Bebí esa copa hasta el fondo", dijo el señor Howells. "Me costó hacer esto a mis padres y ellos habrían hecho cualquier cosa por evitar que yo fuera un fracaso abierto ante los ojos del público. ¡Cuánto deseaba darles una palabra de explicación! Hubiera sido un alivio, pero no; el camino a seguir era: 'No abrió su boca'. Esto fue tan doloroso para mí como mi muerte ante el mundo exterior.
"Fue una gran muerte. Era el tema de conversación en el pueblo. A la carne no debería ahorrársele dolor en ningún punto. Muchos pensaron que mi apariencia exterior era el resultado del fracaso, pero no podían detectar dónde había fracasado. Hasta mis ropas en ese tiempo eran como para hacer a los míos avergonzarse de mí, porque el Señor me había hecho regalar lo mejor y quedarme solamente con un traje. Durante las dos primeras semanas no tuve victoria, e ir al trabajo era la experiencia más dolorosa. Cuando caminaba con Will Battery, años antes, la gente volteaba a mirar con asombro y yo me sonrojaba. Yo nunca había visto a un hombre como él sin afeitarse nunca, con el cabello largo, los cordones de los zapatos sueltos. . . Pensé en aquel entonces: 'Me ruborizo de caminar con él, ¡pero, si yo tuviera que tomar su lugar. . .! Había recordado cómo el Salvador tomó su lugar, murió su muerte y puso toda esa desgracia sobre Su propia familia terrenal, mientras que yo estaba sensitivo y sonrojado por apenas estar con él. Entonces pensé lo siguiente: 'Algún día tendrás que caminar así', y ahora estaba teniendo que hacerlo. Si siquiera me ruborizaba cuando pasaba delante de ciertas personas, el Espíritu me hacía devolverme y caminar frente a ellos de nuevo. Me vigilaba en cada punto hasta que me torné tan muerto como una persona que realmente ha dejado de existir. Solamente el valor de un alma perdida era lo que me obligaba a hacerlo".
La crítica que recibía no era solamente del mundo, pues mucha provenía de gente religiosa. Aseguraban que estaba yendo demasiado lejos; habían profetizado esta caída y ahora había acontecido. Era la experiencia del Salmo 69:8: "Extraño he sido para mis hermanos, y desconocido para los hijos de mi madre". Y la razón fue dada en el versículo siguiente: "Porque me consumió el celo de tu casa; y los reproches de los que te vituperaban cayeron sobre mí". Solamente unos pocos de sus amigos íntimos sabían que era por elección propia que había escogido este camino de intercesión, y que el Espíritu Santo le estaba haciendo pisar el mismo sendero de vergüenza al cual eran arrastrados tantos por el pecado. Muchos pensaban que "era como los monjes, que se le había metido en la cabeza una idea ridícula", o que todo esto era el efecto del fracaso y que se había vuelto loco.
Solamente podemos imaginarnos lo que esto significaba para la señorita Elizabeth Jones, quien permaneció como su compañera espiritual íntima aunque ya habían abandonado la esperanza de contraer matrimonio. En cierta ocasión, cuando debían encontrarse y ella tuvo inconvenientes para llegar a tiempo, el señor Howells pensó que al fin ella había fallado y no podía aceptar que la siguieran viendo con él, con su barba y cabellos largos y descuidados. Pero ella nunca falló. Permaneció firmemente con él a través de todo.
Pero si al principio el mundo lo estaba afectando, al final era él quien estaba afectando al mundo. La gente sentía la presencia del Señor con él y así lo decían. Hasta algunos sin fe religiosa se quitaban el sombrero cuando pasaban frente a él en las calles, y un hombre viejo acostumbraba a decir a las gentes: "Tomen nota de mis palabras: Ahí va un Juan Bautista moderno". Hay evidencia del efecto que él ejercía sobre el distrito. Un hombre, quien no le conocía, preguntó al recolector de boletos de tren que dónde "vivía el hombre que tenía el Espíritu Santo", y le indicaron como encontrar al señor Howells.
Su comentario sobre esta prueba fue: "En dos semanas tuve la victoria y me volví muerto a la influencia del mundo. Fue como dijo Pablo: 'Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria' (2 Co. 4:17). Oh, ¡la gloria de aquella vida interior! Las tres horas de oración era un tiempo pasado en la gloria; era el mismo Espíritu Santo iluminando la Palabra. ¡Qué perfecta paz me dio el Espíritu y qué amor por las almas perdidas! Hasta entonces temía los escrutinios del Espíritu Santo. Temía a los nuevos niveles de permanencia porque nunca podía rechazarlos, y mientras que haya el mínimo miedo, no hay libertad perfecta. La gente puede pensar que no tiene miedo, pero eso es porque nunca han sido probados. Yo pensaba que no temería ir contra el mundo y sus opiniones, y que lo más fácil sería estar muerto al mundo. Este fue el mayor error que pude haber creído. El Señor tenía que ayudarme a cada paso. Era el proceso de santificación donde la naturaleza egoísta y todas sus codicias tienen que ser cambiadas por la naturaleza divina (Ro. 6:6; 2 P. 1:4). Yo disminuía cada día, y El crecía. Cuando pasaba las pruebas, sentía como si estuviera en el mismo cielo, en Su gloria".
Después de caminar seis meses como un nazareo, el Señor le dio la seguridad de que la intercesión había sido obtenida y entró en una libertad maravillosa en la presencia de Dios. Inmediatamente fue a decirle a su madre que estaba libre y que podría afeitarse. Ella se sintió tan llena de gozo que lo único que podía decir una y otra vez era: " ¡Gracias a Dios!".
En la correspondencia entre él y el señor Gosset durante los meses siguientes, hubo numerosas referencias, de ambos, a la seguridad en cuanto a su petición. Las únicas indicaciones inmediatas a su respuesta eran que el hijo cambió su forma de vivir, cumplió su término y abandonó el ejército yéndose al Canadá como granjero. No fue sino hasta que pasaron doce años que el señor Howells recibió la noticia acerca del resultado pleno de la intercesión. Llegó una carta del señor Edgar Faithfull, Secretario de la Misión General del África del Sur, escrita el tres de agosto de 1921, desde Ciudad del Cabo, y decía:
Mí querido señor Howells: Habrá usted oído de la muerte del señor John Gosset, el doce de marzo pasado, después de estar enfermo durante una semana con pulmonía. Sus últimas palabras fueron: "El Señor ha venido". El señor Pirouet recibió la noticia del hijo de él, Ralph Gosset, quien nos habla de su propia conversión: Un evangelista había estado teniendo reuniones, a las cuales fueron él y su esposa. El hombre habló sobre El Hijo Pródigo, y las palabras "volviendo en sí" se clavaron en los oídos de Gosset. Al día siguiente, cuando estaba arando, estas palabras lo obsesionaron. A los pocos días, él y su esposa se pusieron de pie en la reunión y testificaron. Esta es una gran noticia, y sé que estará feliz de saberla. Creo que usted ha pasado tiempo orando en forma definitiva por él, hace años, y puede tener la seguridad de que su oración ha sido respondida. Creo que Ralph Gosset está de granjero en algún lugar del Canadá.
Capítulo Diecinueve
LA SANIDAD DEL TIO RICARDO
Al completar los seis meses de intercesión por el capitán Gosset, en la Pascua de 1910, Rees Howells estuvo libre para volver a la vida normal, pero el Señor le hizo la oferta de continuar en ese ministerio oculto por otros cuatro meses. Dios quería que obtuviese otros niveles de intercesión, siendo uno de ellos por las viudas niñas de la India, cuyos sufrimientos eran muchos en el sistema de esa época. El escogió continuar en la vida oculta porque, según dijo, "la comunión que tenía con el Señor sobrepasaba todas las que había tenido jamás con seres humanos, y tampoco había terminado de leer toda la Biblia con el Espíritu Santo. Lo más difícil en mi vida se había convertido en lo más dulce".
El Señor le señaló luego que estas viudas vivían con solamente un puñado de arroz al día, y le recordó acerca de la ley de intercesión: que antes de poder interceder por ellas, debería vivir como ellas. Así que su dieta consistiría de una comida de avena cocida cada dos días, " ¡a la cual el diablo sería capaz de llamar comida de cerdos!". Debía dejar el pan, el té, y el azúcar, además tomaría cada dos días la cantidad de leche equivalente a un penique. Todo esto costaba menos de un penique y seis chelines por semanas. El Señor también le dijo que se fuera de su casa y viviera en una pieza alquilada, pues su mamá nunca lo hubiera dejado vivir de esa forma. Comprendía plenamente que antes de que esta intercesión pudiera ser completada, tendría que llegar ala posición de nunca querer cambiar. ¿Podría el Espíritu Santo alterar tanto su gusto como para que la comida que iba a consumir ahora fuese tan satisfactoria para él como la excelente alimentación a la que estaba acostumbrado en su propia casa?
"Que punzadas de hambre sentía", dijo después. "El Señor no facilita las cosas. No te lleva sobre alas de águila. La victoria está en sobreponerse. Recuerdo cómo me sentí el primer día cuando no tuve pan. Hubiera dado cualquier cosa por una migaja de pan. Cuando se toma el lugar de otro, se toma el sufrimiento de él en cada detalle. Al llegar la hora de cada comida, no había nada para mí. Lo maravilloso es que no sucumbía ante ello ni me dí por vencido. Solamente Ezequiel era mi amigo, y todo lo que yo podía decir era: ` ¿Cómo lo hizo?"'. (Ez. 4). Tampoco se debe pensar que la intercesión del señor Howells implicaba meramente actos costosos de obediencia. Debido a sus propios sufrimientos, elevó a Dios un clamor continuo por el alivio de los sufrientes cuya carga él estaba llevando.
Continuó así durante diez semanas, y le tomó diez días obtener la victoria. Vio que la razón del ayuno es poner el cuerpo en sujeción al Espíritu. "Cada ayuno, si se lleva a cabo bajo la guía del Espíritu, implica que nuestros cuerpos se vuelvan más habilitados para llevar cargas". Comenzaba el día a las cinco de la mañana, pasándolo todo sin comer, y luego dormía sobre el piso. Al día siguiente estaba en pie de nuevo a las cinco en punto y pasaba otro día sin comida hasta las cinco de la tarde. "Hubiera continuado así todos los días de mi vida para liberar a aquellas viudas de la India", dijo. Y cuando logró la victoria, una comida cada dos días ya era para él igual que tener tres al día. "Sabía que estaba obteniendo una victoria para el Señor", comentó, "por la cual El podría liberar a aquellas viudas". Es un hecho significativo que con la independencia de la India y la nueva Constitución de 1949, se hizo por lo menos, un cambio legal en las leyes de la herencia para el beneficio de las viudas, y que alboreó un nuevo día en cuanto a la emancipación en general de las mujeres. ¿Quién sabe qué contribución hizo este tiempo de intercesión para esta liberación y, efectivamente, para la apertura de puertas a través de toda la India para la expansión del evangelio hoy?
En este período de intercesión, las posiciones finales de ayuno a las cuales Dios lo llamó fueron, primero, a una comida cada tres días y luego, a un ayuno total de quince días. Al séptimo día él dijo: "Me sentía muy feliz y no estaba afectado por ello. Me sentía exactamente igual en el séptimo día como en el primero. No había agotado del todo mi fortaleza y no sentía la necesidad de comida". Pero el Señor le dijo que la intercesión se había logrado y que el ayuno podía terminarse, aunque él mismo deseaba completarlo.
Durante estos meses finales de intercesión, un incidente tuvo lugar que el señor Howells consideró siempre como una de las mayores experiencias de su vida. En la Montaña Negra, vivía todavía el inválido tío Ricardo, en la vieja casa de los abuelos en Pentwyn. En el Día de Año Nuevo, antes de ir a visitarlo, Rees subió corriendo a su habitación. Era su costumbre, antes de salir, pedirle al Señor que lo cubriera con Su sangre y lo guiara a donde cualquiera que necesitara su ayuda. Pero aquella mañana, casi inesperadamente, el Espíritu Santo le habló: "Es la voluntad del Padre restaurar a tu tío". Parecía "demasiado bueno para ser realidad y demasiado grande para creerlo" que su tío, después de todos estos treinta años, pudiera caminar de nuevo como los demás.
Cuando llegó a Pentwyn, su tío, quien siempre esperaba con ansias su visita semanal, le hizo la pregunta acostumbrada: "¿Algo nuevo de parte del Señor?". "Sí", respondió Rees, "y es acerca de ti". “¡Sobre mí", fue su respuesta llena de sorpresa! "¿He hecho algo malo?". "No, sino que el Señor me ha dicho que es Su voluntad sanarte". Sólo podemos imaginarnos cómo esta noticia debe haber sonado a sus oídos. . . Todo lo que atinó a decir fue que debía salir y ver al Señor para preguntarle al respecto. Después de un cuarto de hora de permanecer en el pequeño jardín ubicado detrás, volvió con su rostro radiante. "Sí", dijo, "voy a ser sanado en cuatro meses y medio, será el quince de mayo".
Si hubieran dejado el asunto indefinido y no se hubieran comprometido con una fecha, habría sido mucho más fácil dar a conocer la sanidad públicamente. Pero el punto sobre el cual el Espíritu Santo presionó era que debería ser tan real ahora para ellos como lo sería para los demás cuando ya fuera un hecho consumado. "Es, pues, la fe la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve" (He. 11:1). "Este no era un caso de lucha de fe", dijo el señor Howells, "sino de permanecer firme y ver la salvación del Señor". La intercesión se había obtenido en los seis largos meses de batalla por la mujer tuberculosa, y "obtenerla una vez significaba lograr la posición; podría usarse en cualquier otro caso que el Espíritu deseara".
Entonces, en aquella semana, se hizo pública la gran noticia y pronto estuvo en la boca de todos los habitantes del distrito. Muchos sintieron lástima del tío y dijeron que se había dejado llevar por mal camino. Algunos llegaron a preguntar por qué el Señor había dicho cuatro meses y medio, en vez de un mes o una semana o un día. "Pero esas cosas no las entendíamos y por eso no tratábamos de explicarlas", dijo el señor Howells. "La gente siempre pregunta ` ¿por qué?'. Lo único que podíamos decir era que `los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas', y Dios dio esa fecha".
Dos semanas después de darse a conocer la noticia, su tío empeoró y estuvo en cama durante un mes. La gente decía que en vez de ser restaurado ¡estaría en la tumba cuando llegara la fecha indicada! Aunque estaba muy enfermo, el Espíritu Santo les advirtió que no oraran. Si lo hacían, sus pedidos serían oraciones de duda. En realidad, el Señor le había dicho al tío de Rees que en vez de orar durante las diez horas diarias, se preparara para el ministerio público que vendría para él después de la sanidad.
Dos semanas antes de la fecha de la sanidad, el Señor le hizo saber a Rees Howells que debía dejar su casa por unos pocos meses. Después de decírselo a su tío, no debería visitarlo de nuevo hasta después de la sanidad. Esto era debido a que no era la voluntad de Dios que ningún hombre fuese elogiado por la curación. Cuando fue a Pentwyn, su tío le preguntó, teniendo la gloria del Señor en su rostro: "¿Te ha dicho el Señor por qué dijo cuatro meses y medio y mayo quince? Ese día será Domingo de Pentecostés, y me está sanando en memoria de ello. ¡Me ha dicho que me sanará a las cinco en punto de la mañana y que debo caminar ida y vuelta a la capilla (una distancia de cinco kilómetros) por primera vez en treinta años!".
Como el señor Howells había ido a visitar a su tío cada semana y ahora no volvería, naturalmente el primer pensamiento que tendrían todos, sería que él había huido y abandonado a su tío en la estacada. "Nos reímos todo el día ante la grandeza del plan divino", dijo, "y nuestra tónica para aquellas dos últimas semanas fue la misma: "Permanece firme y ve la salvación del Señor contigo".
La noche antes del Domingo de Pentecostés, su tío estaba tan mal como siempre. Cada noche, entre la una y las dos de la mañana, tenía que levantarse ya que no podía permanecer acostado. Aquella noche anterior al milagro también tuvo que levantarse. Era el último ataque del enemigo, quien susurró: "Se acabó todo. Estás exactamente igual ahora que en cualquier otra noche y sólo te quedan tres horas". Pero un minuto es suficiente para el Señor. Volvió a la cama, y vino sobre él un sueño profundo. Lo próximo que oyó fue el reloj dando las cinco, y se encontró perfectamente restaurado. Llamó a la familia, y hubo un temor tan solemne en la casa, que todos sentían miedo de moverse al darse cuenta que Dios mismo había hecho aquella gran proeza en esa misma hora. Cuando se llegó el momento de caminar hacia la capilla, el diablo sugirió que podía llevar un bastón en caso de que necesitara un poco de apoyo; él tuvo que decirle: " ¡Apártate de mí Satanás!".
Llegó a la iglesia y tuvieron "otra razón más para dar gracias en el Día de Acción de Gracias". Al día siguiente vino gente de todas partes del distrito para verlo, y el corresponsal galés de The Life of Faith (La Vida de Fe), el Rev. Wynne Evans, escribió un artículo en ese periódico sobre la maravillosa sanidad.
Ese Domingo de Pentecostés, el señor Howells había invitado a dos de sus amigos a venir desde una distancia como de 16 kilómetros para tomar el té con él. Ellos vinieron a través del distrito de su tío, pasando por la capilla a la cual él asistió esa mañana, pero no tuvieron noticia de su sanidad. Rees Howells tampoco había oído nada acerca de ello. Fue un día de prueba, y el tópico principal de conversación en la mesa de té fue: ¿Había sido curado el tío Ricardo? Aunque su mejor amigo había fallado en mantenerse creyendo, Dios mantuvo firme a Su siervo hasta las once en punto de la noche del lunes, cuando algunos de sus amigos le llamaron desde la calle a su ventana diciéndole: "Fue maravilloso ver a tu tío en la capilla". Pensaron que él ya sabía todo al respecto, debido a que le habían mandado contar el mismo domingo; pero el mensajero confió el transmitir el recado a otro y éste nunca llegó.
El comentario del señor Howells fue: "Si hubiese dudado, ¿me habría regocijado? El Señor nunca da el testimonio a menos que creamos, y si creemos, podemos soportar el retraso. Para mí había algo mayor que la sanidad; era la confirmación adicional de que la posición de intercesión había sido lograda y que podía usarse en cualquier caso que Dios deseara".
Su tío fue nombrado como una especie de misionero honorario del distrito, y durante los cinco años siguientes visitó cada casa en un radio de cinco kilómetros una y otra vez, y comenzó muchos círculos de oración. Un día caminó 29 kilómetros con su sobrino; y nunca tuvo un día de enfermedad después de su sanidad, hasta que el Señor lo llamó al hogar celestial después de decirle que su trabajo en la tierra había terminado.
Capítulo Veinte
LLAMADO A DEJAR DE SER UN ASALARIADO
Es difícil comprender que a través de estos tres años de conflicto intenso y muchos triunfos en el Espíritu, Rees Howells estuvo trabajando diariamente en uno de los empleos más duros que un hombre puede llevar a cabo, abajo en la mina, picando carbón. Su vida no era una monástica ni resguardada; sino un caminar en el Espíritu, en el mundo, sin jamás pertenecer a él. Durante el "turno" abajo en la mina, un período de diez a quince minutos durante el cual los hombres se acostumbraban a la oscuridad, si Rees estaba allí, ni siquiera una sola palabra obscena salía de sus labios. La profunda impresión que él causó en muchos de estos compañeros jóvenes en la mina, puede medirse mejor por un incidente que sucedió unos diez años más tarde, cuando regresó del campo misionero africano a Brynamman. En una reunión muy concurrida, celebrada en su iglesia, la primera fila estaba llena de aquellos mismos mineros, muchos de los cuales nunca se acercaban a un lugar de adoración. Un joven minero, Tommy Howells, quien se había convertido recientemente, fue tan tocado por la realidad práctica que vio en aquella vida "llena de fe y del Espíritu Santo", que en aquella reunión los corazones de ambos se unieron como el de Jonatán al de David. Durante todos los años subsiguientes "Tommy" llegó a ser su colaborador devoto y compañero de oración.
Pero ahora le llegó otro llamado, el cual lo iba a desatar aún más de sus viejas ataduras. Estaba en su lugar favorito, la Montaña Negra, donde los espacios silenciosos fueron con tanta frecuencia la puerta de entrada al cielo para él, y el Señor le habló. "Durante siete horas al día, te ganas dos chelines por hora, pero no necesitas trabajar más para un patrón terrenal. ¿Te gustaría salirte para invertir estas siete horas diarias trabajando para Mí?".
Rees Howells estaba parado sobre un pequeño puente de madera que cruzaba un pequeño arroyo, y el Señor le preguntó: "¿Me das tu palabra de no depender de otras personas para tu sostén? Si es así, levanta tu mano y repite: 'No tomaré ni una hebra de hilo o un cordón de zapato de otra persona, a no ser que el Señor me diga que lo haga'.
Tal como Abraham tomó esa posición cuando rechazó el botín de guerra que justamente le pertenecía, para que los hombres no pudieran decir que su prosperidad provenía de recursos naturales, así también Dios solicitando a Su siervo tomar esta misma posición por el resto de su vida. Allí en el puente, levantó su mano derecha e hizo su voto añadiendo: Creo que puedes mantenerme mejor que la compañía minera". Era una decisión de fe, pues ya hacía tiempo que el señor Howells se había retirado del ministerio activo en la misión y entre cristianos, lo que hubiera conducido a que otros le dieran dinero. Lo hizo consciente del peso de su decisión al decirle: "Recuerda esto: Nunca recibirás una comida en tu hogar sin pagar por ella, o tus hermanos podrían decir que te están manteniendo". No era que a la familia le hubiera molestado el tener que mantenerlo, sino que el Señor deseaba dejar bien marcado en él que la vida de fe verdadera significaba recibir de Dios todo cuanto necesitara. Tendría que cubrir sus gastos sin depender de ningún hombre, y menos aún de su familia, mientras trabajara para Dios.
Una vez más, su obediencia a Dios debía probarse con el precio de herir a su madre. Ella estaba muy contenta porque él ya no vivía como un nazareo ni hacía otras cosas "extrañas". Ahora, de seguro, viviría una vida normal. De modo que, cuando le contó sobre la nueva palabra de Dios para él, al principio no podía aceptarla. Fue un conflicto verdadero que duró por varios días. "¿Qué va a decir tu padre?", le preguntó. "Si pagas, serás como un inquilino y no como un hijo". Pero había sido un voto a Dios, y como dijo él, Dios tendría que cambiar antes de que él dejara de cumplir su voto. "Si me permites pagar por la comida, permaneceré en casa", le propuso, "si no, tendré que irme de aquí esta tarde". En realidad, tuvo que salir a buscar alojamiento antes de que su madre estuviera dispuesta a que le pagara una mensualidad.
Luego, el Señor le dio un mes de vacaciones, el cual podía pasarlo adorando al Amado de su corazón. Pasó cada día en la montaña, donde nunca vio un rostro humano. Estos no fueron días de intercesión ni de llevar cargas, sino de una comunión viva, totalmente sumergido en la presencia de Dios. Rees habló a menudo de este mes como uno de los más preciosos de su vida.
Comenzó el mes con un centavo, y el Señor no le agregó nada. Así que, a medida que subía la montaña en los primeros días, el diablo le decía cada mañana: "Todavía no has tenido una respuesta a la oración". Entonces una mañana, cuando pasaba por el portalón, donde dejaba totalmente atrás las casas y campos, el Señor le dijo: "Desde el momento en que cierres el portón tras de ti, no permitas que el diablo te hable de nuevo. No necesitarás ni un centavo hasta el día que le pagues a tu madre". "Así fue como le dí un golpe al enemigo", comentó Rees, "y le dije que no iba a hacer ni una sola oración pidiendo dinero hasta el final del mes. Nunca dudé que la gente para quien antes trabajaba me pagaría los sábados. . . Entonces, ¿por qué dudar de Dios? No oré ni una vez más, sino que vivía para adorar a mi amado celestial.
El día final del mes, a mediodía, el Señor le dijo que descendiera de la montaña y fuera a casa. Tan pronto como llegó, su padre entró para almorzar. Había llegado el momento de la prueba final en cuanto a su nuevo llamado. "El capataz dice que ha mantenido abierta la posibilidad de emplearte nuevamente si lo deseas", le dijo su padre. “¡Qué hombre tonto! ¿Por qué lo hizo?", exclamó Rees. "Pero. . . si no tienes intención de trabajar de nuevo, ¿quién va a mantenerte?". "¿No estás de acuerdo en que si trabajo para Dios, El puede mantenerme tal como lo hizo ese último patrón terrenal?", preguntó Rees. "Pero... ¿puedes acaso nombrarme otra persona que viva este modo de vida?", preguntó el padre. "Jorge Muller", fue la rápida respuesta de Rees. "Pero él está muerto. ¿Acaso debes llamar a un muerto para ayudarte?". "Bien", respondió Rees, "¿no crees en las palabras del Salvador 'No os proveáis de oro, ni plata. . . porque el obrero es digno de su salario'?". Esta cita de la Biblia pareció convencer a su padre, quien solamente agregó: "Sólo estaba trayéndote ese mensaje...".
Mientras aún estaba hablando, llegó el cartero con una misiva para Rees. La misma venía del señor Gosset, ofreciéndole una posición en la Misión de la Ciudad de Londres, y diciendo que tendría un salario de 100 libras por año. Añadió las palabras: "Aquellos que predican el Evangelio deben vivir del Evangelio", y las subrayó. Rees pudo ver el rostro de su padre cambiando. Evidentemente, estaba pensando: "Cuán afortunado es; todo se pone a su favor". "¿Lo ves?", le dijo a Rees. “¡Aquellos que predican el Evangelio deben vivir del Evangelio!". Se había logrado la victoria, su padre rompió en carcajadas, y en media hora el Señor le había enviado la liberación que necesitaba. Este fue un buen comienzo para cuarenta años de oración y en los que probó abundantemente la validez de la oración del Señor: "Danos hoy nuestro pan de cada día".
Capitulo Veintiuno
MADEIRA
Precisamente en el tiempo en que el tío Ricardo fue sanado, un joven llamado Joe Evans, tuvo una hemorragia en los pulmones. El había recibido una bendición maravillosa en una de las primeras reuniones en la casa de campo y era un gran colaborador en la obra. Los doctores le ordenaron ir a un sanatorio, y él fue a preguntarle a Rees Howells sobre si debía ir o no. Después de esperar en Dios durante varios días por temor a que su discernimiento fuera influenciado por sus deseos naturales, Rees le dijo a Joe que siguiera el consejo médico. Esto parecía como un desliz en la fe, pero Dios le había enseñado ya que El interviene cuando han fallado los remedios naturales. Fue así como le dijo a Joe: "Está bien que vayas al sanatorio. El Señor probablemente desea mostrarte que la medicina no tiene la solución".
Estuvo allí durante cinco meses, pero cuando salió tenía fiebre y una tos fuerte. El doctor no le dio esperanza, pero le ordenó comprar una carpa y vivir en la Montaña Negra. "Haz lo que el doctor te dice", recomendó Rees Howells de nuevo, "y si falla, entonces tendrás oportunidad de ser sanado por el Señor".
A menudo cuando el señor Howells lo visitaba en la montaña, Joe decía bromeando, "Después de yo haber predicado sobre una victoria total, y de tú haber logrado ese lugar de intercesión, ¡aquí estoy en mi carpa como luna bandera en el pico de esta montaña para que todos vean que no tenemos fe para la sanidad!". En realidad, como dijo Rees, "Si el Espíritu Santo no me hubiera enseñado que solamente debía hacer las oraciones que El me da, habría orado por mi amigo mucho tiempo antes. Esto comprobaba que aunque había logrado el lugar de intercesión, solamente podía usarlo guiado por el Espíritu Santo".
Joe estuvo en aquella montaña por más de dos meses, pero no se mejoró. El doctor dijo que probablemente no viviría mucho más a no ser que pasara el invierno en un clima tropical, tal como la isla de Madeira. Esto fue confirmado por un especialista de Swansea, pero cuando el padre de Joe lo supo se airó contra el doctor. La familia era muy pobre, y él culpaba al doctor por haber abierto una puerta a través de la cual podría pasar el hijo de un hombre rico, pero no su hijo.
Ese mismo día, ¡el señor Howells recibió una ofrenda de 320 libras! "¿Para qué querré yo 320 libras, si puedo vivir con dos centavos al día?", se preguntó. Pero la razón pronto estuvo clara. Todo estaba dentro de lo planeado por Dios. ¡Era el dinero para Joe! Entonces Rees preguntó al padre de Joe: "¿Si usted fuera un hombre de dinero? ¿Enviaría a su hijo a los trópicos?". " ¡Seguro que lo haría!", replicó. "Bien, yo tengo el dinero y podrá ir". El hombre se quebrantó y lloró. El estaba ajeno a la gracia de Dios, pero, como dijo el señor Howells, "vio el amor de Dios haciéndolo rico. Pensé que todo valía la pena aunque fuese solamente para alcanzarlo a él con la Palabra".
El siguiente obstáculo era cómo podría Joe ir a Madeira, ya que obviamente no estaba capacitado para viajar solo. El señor Howells no había pensado en llevarlo él mismo, pues el Señor ya estaba empezando a mostrarle los planes para el futuro. Pero una noche no podía dormir, y el Señor le habló. Le preguntó acerca quién iba a cuidar a Joe, y luego agregó: "Si no vas tú con él, no permitas que nadie más lo acompañe. No debes pedir a nadie que haga lo que puedes hacer por ti mismo". Era la prueba máxima. Sabía lo que podría significar. Había tratado tanto con tuberculosos desde el primer caso, que le había producido horror esa enfermedad. Además, hubo una gran campaña contra la tuberculosis ese año, mostrando los peligros de estar cerca de quienes la tenían.
Antes de mencionarlo a alguna otra persona, le contó a la señorita Jones. Le explicó con claridad lo que podría implicar, y que en tres meses se podría volver tuberculoso. ¿Qué diría ella? Ella se tomó dos días para orar al respecto, y luego le dijo que ya todo estaba resuelto. El Señor le había preguntado que si Rees fuera el tuberculoso y otra persona se hubiese ofrecido para ir con él, ¿no habría aceptado ella? Y, ¿no decía la Palabra "Así que, todas las cosas que queráis que los hombres hagan con vosotros, así también haced vosotros con ellos?". Así que estuvo de acuerdo.
Fue así como Joe y él salieron para la isla de Madeira en el verano de 1910. Al llegar fue a recibirles el misionero de Funchal, para quien Howells traía una carta de presentación. El notó a primera vista que Joe estaba en un estado avanzado de la enfermedad y les preguntó si más de un médico le había aconsejado ir. Luego indagó acerca de cuál hotel preferirían. El hotel inglés costaba siete chelines y seis peniques al día, mientras el portugués valía cuatro chelines y dos peniques. El Señor ya le había dicho a Rees Howells que tomara su lugar acostumbrado de permanencia y que usara el dinero solamente para las cosas esenciales. Así que decidieron alojarse en el hotel portugués. Para el señor Howells, "la comida era de primera clase, después de vivir con una comida cada dos días", pero no sería por mucho tiempo. La comida portuguesa no le cayó bien a Joe, y al tercer día ya estaba muy indispuesto. Entonces Rees le dijo que -descansara tranquilamente mientras él iba al campo para pasar un tiempo con el Señor. Ahí, Dios le mostró qué debía hacer. El tenía derecho a ocho chelines y cuatro peniques al día, que era el costo de dos en el hotel. Podría poner a Joe en el hotel inglés por siete chelines y seis peniques; y vivir él mismo con los diez peniques restantes.
Cuando el misionero lo supo dijo que era imposible dormir en Madeira por un chelín cada noche y mucho menos vivir con eso, pero que tenía una sugerencia que hacerles. El señor Howells podría usar el Descanso del Marinero, que era el sótano de la casa de la misión, que hubiera sido lo más amable, pero Dios estaba tras de esa oferta y tenía un propósito especial en ello.
Este "Descanso del Marinero" era un edificio grande con espacio para más de una docena de personas. "No había sido ocupado durante meses", dijo Rees, "a no ser por criaturas que viven en los lugares abandonados en los trópicos. ¡De manera que experimenté un poco de lo que Faraón y su gente tuvieron que soportar con la tercera y cuarta plaga en Egipto! La primera noche no dormí, debido a mis luchas exteriores y a los miedos en mi interior. A la mañana siguiente a la hora del desayuno, la situación llegó a su clímax. Había otros que querían compartir la pequeña caja de avena Quaker, el pan y el queso. ¡Estaban muy ocupados en su desayuno cuando fui a preparar el mío! Pensé que tenía el mismo derecho que Pedro a quejarme respecto a las cosas desagradables, y comencé a pensar mal del misionero. Por lo general, no lo hacía por nada, cuidaba mi mente. Pero esto comenzó a agrandarse en mí y hallé algo en mi interior que me impedía amarlo.
Estaba cansado y sentí que no valía la pena vivir. Me sentí más como un hombre común, que como un hombre con el Espíritu Santo viviendo en él. Deseaba llorar, pero el Señor dijo: 'Antes de que llores, deseo hablarte. ¿No has predicado sobre James Gilmour viviendo en Mongolia con dos peniques al día? ¿No predicaste sobre Ezequiel y la forma como vivió?'. Le pedí al Señor que me perdonara, pero El dijo: 'Debo estar en ti. Te traje a Madeira, a este lugar, para mostrarte la diferencia entre mi amor y el tuyo. También quiero mostrarte que hay algo en tu naturaleza de lo cual es necesario liberarte. El Salvador te amó cuando lo trataste peor de lo que este misionero ha hecho contigo. Cuando estuvo en la tierra, El tomó una posición que no me has permitido hacer surgir en ti: amar a quienes te hacen daño, amar a quienes te dan cosas de segunda o tercera mano como si te hubieran dado lo mejor'.
"Alabé a Dios por haber hallado esta falla en mí. Debía amar al misionero, no por lo que me había dado, sino porque no podía evitar amarlo. Pude ver que la raíz de la naturaleza del Salvador era el amor y que, si la mía también lo era, nada de lo que el misionero hiciese me afectaría. Lo comprendí rápido. Caí de rodillas y le pedí al Espíritu Santo que no me sacara de ese lugar hasta que obtuviera la victoria. ¿Supongan que hubiera permanecido ciego y engañado y hubiera seguido predicando el Sermón del Monte con esto en mi naturaleza? entonces amé más al Salvador. Lo vi amando a quienes lo crucificaron y no hay límites para ese a mor. Aquel día salí a las colinas de Madeira y vi. Su belleza, y lo adoré. Me olvidé de mi amigo y viví con el Señor, quien es perfecto y santo. Me di cuenta de lo que sería obtener esa posición: El Espíritu Santo en mí con amor perfecto y misericordia perfecta hacia otros. Pueden pensar que la obtendría en una hora. Una persona puede decir, ¡Tú podías haber perdonado! Sí y tal vez sería una imitación del perdón para luego volver a sentir rencor. No perdonamos realmente hasta que somos como el Salvador y perdonamos como El lo hace. Varias veces pensé que mi perdón era real y que amaba al misionero, hasta que lo veía de nuevo. ¡En ese mismo momento reaparecían en mí otros sentimientos!
Pero en seis semanas había cambiado tanto como cambia un borracho cuando ve lo que el Salvador ha hecho por él. Cambié totalmente. ¡A qué vida me introdujo! ¡Oh, qué perfecto amor! La prueba de ello fue cuando me encontré al día siguiente, con el evangelista local. El no había hablado mucho conmigo antes, pero esa mañana dijo: ` ¿Dónde vive?'. 'En la casa de la misión', respondí. ` ¿En la casa?', me preguntó. Me dije para mí mismo: ¡Tú, diablo!'. Podía ver a Satanás tras él. '¿En el Descanso del Marinero?', continuó. `Sí', repliqué. ` ¿Le llaman cristianismo a eso en su país, ponerlo en un lugar como ese?', exclamó. ¡Lo que habría pasado si me hubiera preguntado eso días antes! Le respondí haciéndole otra pregunta: ` ¿Paga usted por su electricidad y lavandería?', 'Sí', dijo, `son muy caras'. `Bueno, la mía es gratuita. ¡Ese es cristianismo, eso es lo que el misionero ha hecho por mí!'. ¡Oh, qué libertad! ¡Oh, qué victoria! Nunca más viví en un lugar que el Señor bendijera más que el Descanso del Marinero. Había más comunión allí en una hora que durante todo el tiempo pasado en el hotel con sus buenas comidas. Conocía ahora la diferencia entre mi vivir en el Descanso del Marinero y tener a Dios viviendo allí".
Mientras tanto, después de dos meses de estar en el hotel inglés, Joe no daba muestras de mejoría alguna. Un día, se quebrantó completamente. Pensó que se estaba muriendo, y se apoderó de él una gran ansiedad por su país y por su familia. Era un momento de oscuridad, y el señor Howells pensó que debía tomar una decisión". ¿Piensas que el Señor te trajo hasta aquí y te dejaría morir sin revelarnos Su voluntad?", le preguntó, y agregó: "Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios". Cuando se despidieron cerca al pequeño tren que llevaría al señor Howells montaña abajo, Joe estalló en llanto. Fue difícil irse, porque Rees temía que tuviera una hemorragia en la noche, y sus lágrimas lo conmovieron. Pero "apenas entré al pequeño tren", dijo, "escuché aquella Voz que conozco tan realmente como un niño conoce la voz de su padre. Me dijo: 'A partir de hoy, dentro de un mes, Joe será restaurado'. La gloria de Dios descendió sobre el tren, de tal manera que la gente se dio vuelta pareciendo notar algo".
Al llegar hasta el Descanso del Marinero, se sentó inmediatamente y escribió tres cartas: a su familia, al padre de Joe y a la señorita Jones. Les dijo que en cuestión de un mes estarían de regreso. Aquel día, "cuando todo lo de la naturaleza y la medicina había fallado", el Señor le mostró que "iba a entrar en acción una ley más poderosa".
A la mañana siguiente regresó al hotel Reid's para dar la noticia a Joe. Primero le preguntó, en su estilo travieso, que qué planes tenía ahora para el futuro. A esto Joe respondió con tristeza, "ninguno, a no ser la tumba". El había prometido no quejarse cuando fue trasladado al hotel inglés, así que estaba resignado a la voluntad de Dios. Luego el señor Howells le recordé acerca de la bondad de Dios para con él en el sanatorio, en el tratamiento al aire libre y en Madeira, y agregó calmadamente: "Pero Dios ha guardado el mejor vino hasta ahora; ¡Dios va a sanarte en un mes!". Las lágrimas comenzaron a fluir. . . "Parecían venir de una fuente abierta", dijo Rees, "y fluyeron durante dos o tres días. Parecía demasiado bueno creer que regresaría a casa a ver a sus amigos. Joe dijo que había creído en el caso de mi tío, pero que creer para sí mismo era otro asunto. Sin embargo, en un día o dos realmente lo había comprendido y aceptado...
El señor Howells se encontró aquella noche con la esposa del misionero, y como de acostumbre, ella le preguntó por su amigo. "Está muy enfermo", fue la respuesta, "pero el Señor me ha indicado que lo va a sanar dentro de un mes". A ella le pareció una declaración increíble y exclamó: "¿Cómo puede decir tal cosa? Usted sabe que eso nunca podrá suceder, siendo que ya casi ha perdido sus dos pulmones. ¡Nunca antes ha sucedido tal cosa!". "No ha sucedido nunca antes debido a la incredulidad", replicó él, "pero el Señor me ha dicho que va a sanar a Joe y que regresaremos dentro de un mes".
A la mañana siguiente se encontró con el misionero. El supo por su esposa, de la conversación con Rees, y le dijo: " ¡Supe que regresarás a tu tierra en un mes! Salieron para no estar allá en invierno, y ahora regresarás con un tuberculoso a mediados de invierno. ¿Estás dispuesto a consultar a un especialista?". "Desde luego", respondió Rees, "Tengo 200 libras y estoy dispuesto probar todo lo que la medicina pueda hacer, y haremos todo lo que el especialista indique". Le explicó al misionero que no tenía nada en contra de la medicina y que Dios no interviene con una ley espiritual hasta que la ley de la naturaleza llega a su fin. Le preguntó: "¿Si el especialista lo da por desahuciado y luego es sanado, creerá usted que es Dios quien lo ha hecho?". "Sí", dijo con lágrimas en sus ojos, "Nunca he oído algo más razonable". Hizo conocer el asunto en todos los hoteles de Madeira. También estuvo muy sorprendido por la mención de las 200 libras. ¡No podía entender por qué el señor Howells vivía en el Descanso del Marinero si tenía todo ese dinero!
El especialista examinó minuciosamente a Joe, y confirmó que estaba gravemente enfermo y que tal vez pronto tendría otra hemorragia. Le dijo al señor Howells que no lo perdiera de vista, y que lo mejor que podrían hacer era volver a su tierra. "Fue así como ambos estuvimos satisfechos en cuanto a que la ley de la naturaleza había llegado a su límite", comentó el señor Howells.
Cuando la carta llegó a Brynamman diciendo que Joe iba a ser sanado en un mes, la madre de éste la mostró al doctor que había aconsejado a Joe ir al sanatorio. El se rió al leerla y dijo que era imposible, pero agregó que si la sanidad resultaba, él se haría creyente ese mismo día.
El señor Howells había prometido al especialista que se mantendría cerca de Joe, así que se reunió con él en el mismo hotel donde él estaba. "Fue un mes de vacaciones", dijo, "porque este caso no necesitaba oración. El Señor había dicho que sería sanado; nosotros confiamos en Su Palabra, y estábamos felices como pájaros. Muchos llegaron a saber del asunto en Funchal, y esperaban con agudo interés a ver qué pasaría".
La semana anterior a la sanidad, Rees y su amigo reservaron los pasajes e hicieron todos los preparativos para marcharse. Rees le recordó también a Joe que el tío Ricardo había recibido de Dios la hora exacta en la cual sería sanado y le sugirió que debía ir al Señor y preguntarle respecto a qué hora del sábado en la mañana sería sanado, para él mismo poder participar de ello. Joe regresó riendo y dijo que le había hablado de las tres y de las seis de la mañana, pero que sabía que el primer dato provenía del diablo porque era demasiado temprano. De modo que creyó que sería a las seis. Se pusieron de acuerdo en enviar un cable a Gales, a la casa del padre de Joe, el mismo día de la sanidad.
"El día antes de la sanidad fue muy emocionante", dijo Rees Howells. "Yo le había dicho que viniera mi habitación a las seis en punto de la mañana siguiente y me diera la noticia. Cuando nos dimos la mano al despedimos esa noche dijo: "Me siento muy nervioso al pensar que es la última vez que me acuesto con esta tuberculosis en mí". En cuanto a mí, casi no pude dormir aquella noche debido al gozo y la emoción. Fue un tiempo solemne, especialmente entre las cinco y las seis de la mañana, esperando que llegara la hora anhelada. Pero a las seis en punto no había ni señas de Joe. Lo llamé, y vino con su manta sobre la cabeza. Se sentó al pie de mi cama con su semblante triste y dijo: ¡No hay cambio en mí, estoy exactamente igual que ayer!'.
El Espíritu Santo me dijo enseguida: ` ¿Vas a enviar el cable?'. Le dije a Joe que regresara a su habitación y orara por mí. El no podía entender por qué debía hacerlo, ¡pensaba que él era quien necesitaba de la oración! Fui al Señor y le pregunté cuál era la causa de la tardanza. Si te digo que está restaurado', dijo, ` ¿enviarías el cable? Si crees que hay sanidad a pesar de lo que puedes ver y de lo que tu amigo dice, habrás obtenido una posición más alta que en la sanidad de tu tío'. Esto era delicado. Sabía lo que significaría enviar el cable al sitio donde mi tío había sido sanado. Si fallaba en esto, todos dirían que la sanidad de mi tío había sido pura casualidad. Solamente una fe real en Dios podría llevarme a hacerlo. El Señor trajo a mi mente el caso del siervo del centurión: ¿Creería yo en lo dicho por Dios a pesar de lo que veía? Después de luchar durante una hora, decidí enviarlo basado en la palabra de Dios, antes de que sucediera la sanidad. Fui a la oficina del correo antes de las ocho de aquella mañana y puse un cable de una sola palabra: Victoria. Después que el cable fue despachado, vi que mis manos estaban goteando de transpiración.
El día siguiente era domingo, y al mediodía estábamos sentados fuera, frente al hotel, esperando la hora del almuerzo. Entonces el Señor descendió sobre Joe como una llovizna y fue sanado en el acto. Me lo dijo al momento, y estaba danzando de gozo. Me pidió que echara una carrera con él y lo hicimos, hasta que me sobrepasó. Era como Elías corriendo delante de Acab; ¡parecía que todo ese poder se había ido a sus piernas! En nuestro gozo, ¡quebrantamos el día de reposo echando carreras! Era un gozo indecible, no solamente por la sanidad, sino por la victoria de fe. Aquella tarde, ambos asistimos a la reunión del misionero. Era la primera vez, en doce meses, que Joe podía ir a una reunión. La victoria fue maravillosa mientras el misionero hacía conocida en público la sanidad".
Salieron de Madeira para Gales dos días más tarde. Muchos de los que habían sido bendecidos, le hicieron una gran despedida en el hotel. Fue una escena conmovedora cuando les dijeron adiós al misionero y a su familia. Llegaron a casa un sábado, y al día siguiente el doctor vino a la casa y le preguntó a Joe si tenía alguna objeción en cuanto a ser examinado, a lo que él estuvo muy dispuesto. Después del examen el doctor dijo: "Es maravilloso, maravilloso. No puedo hallar ni rastros de la enfermedad en él". El médico fue a la capilla aquel domingo por primera vez desde que había venido al distrito, y algunos meses después, cuando otro tuberculoso fue a él le dijo: " ¡Mira, un doctor no puede hacer nada por ti, ve e intenta con el Señor!". El joven lo miró como pensando que bromeaba, pero él repitió lo mismo: "Eso es lo que quise decir, ¡vé y prueba con el Señor!".
Después de la sanidad, la realidad del sendero intercesorio dejado por esta victoria fue probada hasta lo sumo. Joe entró al ministerio, para el cual ya había recibido previamente un llamado. Poco tiempo después de regresar de Madeira, el señor Howells comenzó a toser con sangre. Estaba seguro de haber contraído la enfermedad por pasar tanto tiempo con Joe. No obstante tuvo una paz interior imperturbable y no se arrepintió por haberlo hecho. Después de varios días se encontró que el problema no era serio, pero había comprobado en su corazón que su entrega había sido real.
Capítulo Veintidós
MATRIMONIO Y LLAMADO MISIONERO
Poco después de volver de la isla de Madeira, Rees Howells se casó con Elizabeth Ana Jones, quien también era de Brynamman. Esto sucedió el 21 de diciembre de 1910. Se habían conocido desde la niñez. Después de meses de intensa convicción, ella nació de nuevo durante el Avivamiento Gales. Más tarde, llegó a ser uno de los componentes del grupo de voluntarios en el pueblito, y el Señor los fue uniendo gradualmente hasta que llegaron a pensar si sería la voluntad de Dios que se casaran y formaran un hogar para los vagabundos. Sin embargo, poco después fueron guiados en la dirección opuesta: Abandonar la idea del matrimonio, sin saber si la oportunidad les sería restaurada. Fue tres años más tarde que les vino palabra del Señor diciendo que sus vidas deberían unirse para Su servicio. Siendo una totalmente con él en su forma de pensar, la señora Howells llegó a ser una ayuda idónea dada por Dios para su esposo. Era una colaboradora que no fallaba, compartiendo siempre las cargas en el Espíritu.
De Norteamérica se recibió una ofrenda considerable para los gastos de la boda. Una parte se gastó en comprar lo necesario, y otra parte se guardó para cuando llegan el día de la boda. Sin embargo, una semana antes del evento, llegó a donde Rees una persona muy necesitada. En la vida de fe, él siempre había mantenido un principio: "La primera necesidad es la primera que se suple". Y la necesidad de este hombre apareció una semana antes que la de ellos. Así que le dio el dinero; estando seguro de que el Señor supliría. Pero un día antes de la boda no había llegado nada aún. "Le dije al Señor", comentó, "que si fuera cualquier otro día no me importaría, pero no podíamos estar sin dinero ese día. Habíamos invitado a mi hermana y cuñado y teníamos que tomar el tren antes de que llegara el primer correo. Llegó la noche, y no tenía ni un solo centavo. Fue una ocasión en la que se podría dudar del Señor, pero El nunca falló. Más tarde en la noche, llegó la liberación esperada, y fue muy valiosa, ¡porque se trataba de nuestro comienzo juntos en la vida de fe!".
Pocos meses más tarde, él viajó a Norteamérica con un amigo y empezó a predicar de nuevo. Visitó a muchas amistades, especialmente en la ciudad donde se había convertido. Regresaron a los tres meses y no pasó mucho tiempo antes de que el Espíritu le revelara que debía asistir a alguna iglesia de nuevo. Se extrañó, ya que llevaba mucho tiempo con la misión y además había estado viviendo una vida oculta. El y su esposa no habían estado en un templo hacía más de cinco años. Entonces la decisión ahora era: ¿A cuál iglesia deberían ir? Antes el era miembro de una Iglesia Congregacional, y ella era Bautista. Cuando procuraron dirección divina, fueron guiados a una pequeña capilla Congregacional que no tenía pastor en ese momento. Esto desconcertó aún más a los creyentes que cuando decidió vivir oculto. Fue así, porque después del Avivamiento hubo algún alejamiento entre los que habían sido bendecidos y las iglesias. Muchos dejaron de asistir a los templos, pues habían comenzado misiones. Por ejemplo, John, el hermano mayor de Rees, quien era muy respetado por la familia, se convirtió en el Avivamiento siendo diácono de una de las iglesias. El y algunos de sus amigos, fueron más tarde responsables por la construcción de la Galería Evangélica en Brynamman, la cual aún es un centro evangelístico en la ciudad. A medida que pasó el tiempo, la distancia entre las misiones y las iglesias se hizo cada vez mayor, con excepción de aquellas donde los ministros habían sido bendecidos con el Avivamiento, en esas, los creyentes permanecieron firmes y les ayudaban. De manera que cuando la gente supo que Rees asistía a un templo, lo vieron como una señal de retroceso. Y más aún porque esa iglesia quedaba cerca de la misión.
Desde el principio tomó parte en las reuniones y hubo un movimiento de Espíritu. Entonces un domingo, cuando iban para el culto, ¡Dios le dijo que debía entrar al ministerio! Fue directo a su casa y le dijo a su esposa: "¿Sabías que te habías casado con un ministro?". No lo comentó con nadie, pero una noche los ancianos le preguntaron si le gustaría entrar al ministerio. Después de una reunión de la Iglesia, fue aceptado y predicó su primer sermón. Un llamado al ministerio implicaba adiestramiento, así que juntamente con el hermano de su esposa, comenzó a asistir al Instituto Bíblico en Carmarthen.
"En mis predicaciones", dijo, "nunca hablé sobre la intercesión o mi vida pasada, más de lo que el apóstol habló sobre su tiempo en Arabia. Fui llamado a predicar el Evangelio simple, y me mantuve fiel a ello. ¡Qué privilegio era pararme en el púlpito y, en el poder del Espíritu Santo, proclamar las insondables riquezas de Cristo! El Señor me permitió volver a vivir una vida normal. Siempre estuve agradecido por el privilegio de predicar a las multitudes en muchas capillas del distrito. No hay gloria como la de proclamar el mensaje de la cruz. Fui llamado a predicar más sobre la vida eterna que sobre la Persona divina del Espíritu Santo. Fue así, ya que hay muchos en nuestro país que creen en la expiación y en la resurrección, pero no tienen la seguridad de haber pasado de muerte a vida. Desde que comencé a predicar, no obtuve nuevos niveles de intercesión, debido a que todas mis horas y pensamientos estaban dedicados a ese trabajo". Pero era el Rees Howells de siempre. Un día, en Carmarthen, él y un compañero de estudios pasaron crea a un vagabundo mal vestido y tiritando de frío. Rees enseguida, se quitó su abrigo y se lo dio.
Luego, en medio de todo esto, Dios los llamó de nuevo. El y su esposa sentían una carga de orar por algunos amigos misioneros en el África, el señor y la señora Stober. Estaban en el África Occidental con la Misión Evangélica de Angola. Sentían que debían ayudarlos de alguna manera, y mientras estaban preguntándole al Señor respecto a ello, leyeron en la revista de esa Misión que a estos hermanos les había nacido una niñita, Edith. El señor Howells sabía que África Occidental no es clima para niños. Le dijo a su esposa que esta era la oportunidad de ayudarlos, cuidarían de la pequeña mientras sus padres estaban en África. Era una verdadera prueba; la Sra. Rees estaría atada al hogar, aunque la niña nunca llegaría a ser de ellos. La señora Howells tomó una decisión: "Si ellos dan sus vidas por África, yo daré la mía por la niña". Escribieron respecto al asunto a los Stobers, pero la respuesta obtenida fue que ellos vendrían pronto a Inglaterra y entonces hablarían.
"Me encontré a mi amigo Stober en la Convención de Llandrindod", dijo Rees. "Durante los primeros días no me dijo nada, y no fue hasta que ya me iba para la reunión misionera que él me dijo cuán agradecidos estaban él y su esposa por nuestra oferta, pero que no deseaban dejar a Edith por ese entonces. Fui directo a la reunión, ¡y allí tuve una visión del África! Albert Head estaba hablando en nombre de la Misión General al África del Sur. Rogaba para que una pareja casada tomara el lugar del señor y la señora Edgar Faithfull, ya que ahora el sería el secretario en Inglaterra. Yo había escuchado a mucha gente hablando sobre la necesidad en el campo misionero, pero nunca "vi" a los paganos en su necesidad hasta aquella tarde. El Señor me dio una visión de ellos, parados frente a mí, como ovejas sin un pastor".
Volvió a casa el sábado y le contó a su esposa, especialmente sobre la pareja casada que necesitaban. Oraron esa noche por tal pareja, y no pudieron dejar de orar durante largo rato. Cuando lo lograron, no podían dormir y, antes de que llegara la mañana, el Señor les había dicho: "Responderé la oración por medio de ustedes; los enviaré allá". "Fue la mayor sorpresa de nuestras vidas", comentó el señor Howells. "Creíamos tener una visión de África pero sólo para interceder para que otros fueran. Pero con el Señor solamente podemos ejercer influencia sobre otros en la medida que estemos dispuestos a ser influenciados. Había mil y un impedimentos, pero el Señor no aceptaba nuestras excusas; para el que quiere, todo es posible".
El mayor problema era que les había nacido un niño. Cuando se ofrecieron para adoptar a Edith, no tenían hijos. "Habíamos dicho que aquellos misioneros debían renunciar a la niña y dedicarse totalmente a la obra", dijo Rees, "no nos imaginamos que estábamos preparando una trampa para nosotros mismos. ¡Ahora se nos llamaba a realizar lo que pensábamos que otros debían hacer!".
Meses antes de que les naciera el niño, el Señor dijo que lo llamaran Samuel. No había ningún Samuel en la familia; este nombre les fue dado como se le dio el nombre de Juan a Zacarías. Había varias similitudes entre su vida y la del Samuel bíblico. Una era que el nombre de la señora Howells también era Ana, y ahora ella también debía poner su hijo en el altar del sacrificio.
"Era nuestra primera prueba en cuanto al llamado, y la más difícil", dijo Rees Howells, quien nos narra la historia en sus propias palabras: "El Salvador había dicho, 'cualquiera que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí'. Ahora el Espíritu Santo nos decía: `Deben probarme que aman las almas de los africanos, que vivirán por la eternidad, más de lo que aman a su propio hijo'. ¿Será cierto lo que dice?, pensé. Sí, lo era; tal como le dijo a Abraham que tomara a su único hijo y lo llevara a la montaña para ofrecerlo en holocausto. Yo había predicado muchas veces sobre la obediencia de Abraham, y había enfatizado las palabras 'Toma ahora a tu hijo, tu único hijo, a quien amas'. ¡Cuán poco me había percatado de lo que esto había significado para él!
Sabía lo que era dar mi vida, pero dar la vida de otro era muy diferente. Dios nos había dado el nombre de Samuel antes de que naciera, y yo estaba consciente de que El tenía un propósito para su vida, y ésta era nuestra prueba. Dios dijo: 'Si renuncian a él, nunca podrán volver a reclamarlo. Después ya nunca más sentimos que Samuel fuera nuestro. Debíamos entregarlo en forma tan real como Dios dio a Su propio Hijo y Abraham el suyo. A menos que la entrega sea real, será incumplida mucho antes del final. No se trataba de dejar a Samuel atrás y luego que llamara nuestra atención de nuevo hacia él. Era cuestión de que ningún pensamiento acerca de Samuel podría hacernos regresar a este país.
"Se llegó la época en la cual mi esposa debía tomar estudios bíblicos. No sabíamos qué lugar tenía preparado el Señor para el pequeño Samuel. Lo dejamos absolutamente en las manos de Dios; no nos hubiéramos atrevido interferir, o podríamos haber cometido un grave error. Unas pocas semanas antes del tiempo de partir, mi tío me mandó buscar a un hermano que fue sanado. Su esposa era la directora de la escuela campestre de Garnant, cerca de Ammanford. Me preguntó si pensábamos llevarnos a Samuel. Contesté, 'No'. ` ¿Dónde va a vivir él?'. Le dije que no lo sabía. 'Bien', replicó, 'va a vivir con nosotros'. Ellos nunca lo habían visto, aunque vivían a unos cinco o seis kilómetros, pero él dijo que hacía unas noches habían sentido que deberían cuidarlo mientras estuviéramos fuera. En un par de días vendrían a verlo.
"Caminar hacia casa aquel día para decírselo a mi esposa, era más de lo que podía soportar. Aunque habíamos renunciado a él en nuestros corazones, cuando Dios abrió la puerta para que Samuel se quedara, fue como si nos rompieran el corazón en pedazos. Pero antes de llegar a casa, ya tenía suficiente victoria para controlarme. Hubiera sido inútil mostrarle a mi esposa que estaba quebrantado. Cuando llegué a casa, ella estaba jugando con él. Pensé que nunca lo había visto como lo contemplé aquella noche, y durante un rato no pude darle la noticia. Pero saqué fuerzas y se lo dije. La escena que siguió es mejor imaginársela que describirla. Estábamos agradecidos de tener que hacerlo solamente una vez en la vida. Aquella noche comprobamos que África nos iba a costar algo. Fuimos llegando a la victoria por etapas y el proceso fue lento y doloroso. Ya que se trataría de intercesión, teníamos que pasar por ese camino difícil.
"Mis tíos llegaron, ¡y nunca habían visto un niño como él! Sin duda, el Señor había puesto el amor de padres en sus corazones hacia él. Lo primero que hicieron fue invitar a mi hermana a ser la niñera; tal como lo de Miriam y Moisés. Llegó la mañana cuando mi her-, mana vino a buscarlo. Creo que en la eternidad podremos reflexionar sobre lo que pasamos entonces, al dar lo mejor al Maestro. Sabíamos lo que era dar dinero, salud, y muchas otras cosas, pero ésta fue la prueba más difícil. El diablo no se quedó callado aquella mañana, Me dijo que yo era el hombre más duro de corazón de todo el mundo por renunciar a mi hijito. Lo peor de todo fue compartir los sentimientos de mi esposa mientras preparaba su ropita, etc. Su salida fue más que vaciar la casa; nuestros corazones también se sintieron vacíos. Cuando volví a casa aquella noche, le pregunté a mi esposa: ` ¿Cómo pudiste hacerlo?'. Ella dijo que salió al jardín a llorar y pensó para sí: 'He cantado muchas veces:
Pero nunca podemos probar los encantos de Su amor, Hasta que todo en el altar rendimos. ..Y esta mañana tengo que comprobarlo'. Pero luego el Señor me dijo 'Compáralo con el Calvario'. Y con esas palabras ella pasó la prueba.
"Al orar juntos después, el Señor me mostró la recompensa. El nos dijo: 'Por cada cosa a la cual renuncien por Mí, les daré ciento por uno. Por ésta renuncia tienen derecho a 10,000 almas en África', y le creímos".
Después de que el señor y la señora Howells se fueron para África, Samuel llegó a ser un hijo del señor y la señora Rees en una forma tan total, que su nombre fue cambiado a Samuel Rees creció con ellos y más tarde fue a la Universidad de Oxford donde se graduó. Sucedió con él literalmente lo que al Samuel del Antiguo Testamento, fue separado para el Señor y le sirvió desde su juventud. Aceptó a Cristo como su Salvador personal a la edad de doce años. Sus padres adoptivos deseaban que fuese un doctor, pero él sintió el llamado del Señor para el ministerio. Después de sus estudios universitarios, se unió a su verdadero padre, con el consentimiento amoroso de sus padres adoptivos. Los Howells jamás ejercieron influencia alguna para atraerlo hacia ellos. Fue Dios quien lo envió de vuelta. El llegó a ser Director Asistente del Instituto Bíblico y ahora es Director desde que su padre partió al hogar celestial. De nuevo se le conoció por el nombre de Samuel Rees Howells. Cuán perfectamente ha cumplido el Señor las promesas dadas a su padre y madre aún antes de que naciera, y cuán abundantemente ha honrado el Señor el sacrificio hecho por sus padres al renunciar a su hijo, y qué impresionante fue el amor y cuidado mostrado a él por sus padres adoptivos.
Capítulo Veintitrés
ESPERANDO EN LA FILA
Mientras tanto, el señor Howells había escrito al señor Alberto Head, presidente de la Misión General de Sudáfrica, así como presidente de las Convenciones de Llandrindod y Keswick, ofreciéndose para el campo misionero. Le contó sobre la sanidad de su tío y de Joe, y el señor Head le escribió una carta solicitándole que viniera a Londres para reunirse con el Concilio de la misión y que trajera a Joe con él.
La mañana en que salieron para Londres, él y la señora Howells tenían solamente dos libras, ella se quedaría y necesitaba dinero ese mismo día. Pero como de costumbre, "lo primero se suplía primero". Ya que tenía que salir antes de que el correo llegara, él tenía derecho al dinero; le dijo a su esposa, consolándola que algo les llegaría en el correo. Joe y él llegaron a Londres con solamente cinco chelines, habiendo comprado solamente los pasajes de ida. Rees se reunió con el Concilio la noche siguiente y, él y su señora fueron aceptados para el campo misionero. El señor Head había organizado una reunión para el día siguiente, en la cual Rees hablaría sobre la intercesión. El Señor los bendijo y al despedirse Rees, cuando Albert Head le estrechó la mano, le dijo: "El Señor me ha estado hablando a través de ti. Jamás he sostenido a un misionero, pero Dios me ha dicho que ustedes serán mis misioneros. ¡Nadie más les proveerá financiación mientras predican en el África, yo compartiré de la cosecha!".
Antes de que tomaran el tren de regreso, almorzaron con algunos amigos y, al salir, le pusieron un sobre en la mano a Rees. Cuando lo abrió en Paddington, había cinco libras dentro. ¡Habían llegado con cinco chelines, pero se iban con cinco libras! "El Señor ha hecho con nosotros exactamente lo que hizo con el agua que transformó en vino", comentó Joe, " ¡solamente que ha cambiado el color de las monedas!". Tuvieron una reunión de alabanza cuando llegaron al hogar. La señora Howells les contó cómo le habían llegado dos libras media hora después de ellos partir. “¡No hay nada en el mundo que le fortalezca a uno la fe más que las pruebas!", fue el comentario de Rees Howells.
Más tarde, ambos salieron para Escocia, donde la señora Howells debía tomar un año de estudios en la Misión de la Fe. Poco después, la dejó allí y siguió hacia Londres donde él tomaría nueve meses de estudios de medicina en la Universidad de Livingstone. Nuevamente hubo muchas pruebas para su fe, y liberaciones. Su amigo especial en la Universidad con quien tuvo una relación muy cercana en el Espíritu, fue Harold St. John, quien llegó a ser conocido más tarde como profesor de la Biblia. Ellos acostumbraban a levantarse a las cinco cada mañana, para esperar en Dios. Golpeaban la pared que separaba sus habitaciones para despertarse, el uno al otro. Mientras tanto, la señora Howells tenía suplidas todas sus necesidades en Escocia. Nunca fue necesario que Rees le enviara nada. "Estábamos en la escuela de la fe", dijo él, "y no hay nada que compare con la liberación que lo mantiene a uno esperando en El.
En cierta ocasión, él sólo tenía unos pocos días para conseguir veinte libras para la admisión de la señora Howells a un curso sobre maternidad en Londres. Había otro estudiante, uno graduado de Cambridge, quien decía que ni siquiera una de sus oraciones jamás había tenido una respuesta directa y definida. De modo que Rees lo invitó a unírsele en este pedido por veinte libras. El nunca había oído sobre pedir dinero así y realmente esperar que llegara. Debían orar dos horas durante una tarde, cada uno en su propia habitación. ¡El joven estaba exhausto al finalizar el período de oración! ¡Jamás le había parecido que el tiempo pasara tan despacio; dijo que las dos horas habían sido como dos meses! El señor Howells no dio por terminada la oración esa tarde, así que sugirió que debían pasar otras dos horas en oración en 'la noche. "¿Qué?", exclamó su amigo, " ¡cuatro meses de trabajo laborioso por veinte libras!". Sin embargo, resolvió intentarlo de nuevo si a Rees Howells le parecía que sería de ayuda. Antes del final del segundo período de oración, Rees fue a su habitación y le dijo: "No necesitas orar más". "¿Conseguiste el dinero?", preguntó él. "No, pero obtuve la fe y el dinero vendrá". Tarde en la noche estaban dando una caminata juntos cuando el joven se detuvo súbitamente, se inclinó contra una cerca y rió a carcajadas. "¿De qué te ríes?", preguntó Rees. "Pensaba en el que tendrá que dar esas veinte libras". Lo había entendido. Dos días más tarde, el señor Howells recibió dos billetes de diez libras cada uno. Qué bendición fue ir hasta la habitación de su amigo y mostrárselos en su mano para que los viera. El Rector de la Universidad tomó por costumbre invitar al señor Howells a tomar el té cuando tenía visitantes especiales, y le solicitaba que les relatara algunas de sus experiencias de fe.
Algunos se preguntaban por qué Rees Howells estudiaba medicina habiéndole dado el Señor casos tan maravillosos de sanidad. Pero la razón era, como ya se mencionó antes, que él nunca se opuso a la medicina. El principio que había hallado en la vida de intercesión era que "la extrema necesidad del hombre es la oportunidad de Dios". La mayoría de las victorias que obtuvo fueron con casos donde la medicina había fallado. Comentando sobre esto, Rees dijo que solamente había rehusado dar medicina una vez, y esta fue cuando su hijo Samuel nació y su esposa estaba gravemente enferma. El Señor le dijo que ella no debía tomar medicina. “¡Qué gran prueba fue aquella!", dijo. "Para mí fue una lucha de fe, y para ella fue una lucha con la muerte. No me inmuté en mi posición. Sabía que Dios me había hablado. Le dije a mi esposa: 'No debes tomar medicina, y no vas a morir'. Cuando la gravedad apremiaba, en nuestra lectura matinal resaltaron como en letras doradas las palabras 'ten fe en Dios'. Creímos, y desde ese mismo momento ella empezó a mejorarse".
Comentando sobre el tema de la fe y la medicina, el señor Howells dijo: "Si uno sin tener dirección Divina le aconseja a alguien que no tome medicina y esa persona muere, es una tragedia. Pero sé de casos de personas que fueron guiadas a no tomar medicina y tuvieron victoria a través de todas sus vidas. Una de estas personas fue Lord Radstock, quien me dio muchos ejemplos de cómo el Señor había honrado su fe. Otro fue A.B. Simpson, el fundador de la Alianza Cristiana y Misionera, quien comprobó una y otra vez que hay poder para sanidad en la Sangre. En los casos donde se recomienda dar medicina, se depende totalmente de la dirección recibida. Si el Espíritu Santo guía a una persona a no usar medicina, es porque seguramente El suplirá su necesidad. Ambos fuimos guiados a tomar un curso de enfermería y medicina, y la que Dios no nos pruebe", dijo el señor Howells, " ¡y tratamos como mejor pudimos de hacerlo esta vez! De todas formas tuvimos que gastar el dinero y todos pensaron que estábamos bien provistos. Lo estuvimos hasta esa semana. Pensábamos que el dinero vendría seguramente el día antes de partir para Londres, pero llegó el último correo y no llegó nada. Nuestro tren salía antes de que llegara el correo de la mañana siguiente. Pensábamos que sería muy difícil despedirnos de mis tíos y del pequeño Samuel, pero la falta del dinero para el tren hizo la partida un poco más llevadera. Esa es a menudo, la forma como Dios hace las cosas. Cuando tenemos que hacer algo muy difícil, nos pone una carga más pesada para que la primera se nos haga más fácil.
A la mañana siguiente no fue tan difícil despedirnos de nuestros padres, ¡porque teníamos que caminar a la estación sin tener el dinero! Estábamos seguros de que en la plataforma de la estación alguien nos lo daría pero no fue así y se llegó la hora de la salida del tren. ¿Qué haríamos? Había sólo una posibilidad. Aún teníamos diez chelines y debíamos ir tan lejos como pudiéramos con ello. Así que fue nuestra necesidad extrema, la oportunidad para que Dios entrara en acción. Teníamos que cambiar de trenes en la estación de Llanelly, a unos 32 kilómetros de nuestro hogar, y esperar allí un par de horas. Sin dejar que nadie lo supiera, compramos pasaje hasta Llanelly. Había muchas amistades en la estación para despedirnos con buenos deseos, ¡pero lo que necesitábamos era dinero para ir a Londres! Muchos nos acompañaron hasta Llanelly, cantando por todo el camino. Pensé: ' ¡Yo cantaría mejor si tuviese el dinero!'.
Salimos a desayunar con algunos amigos en Llanelly, y luego caminamos de regreso a la estación. Aún no teníamos liberación, y ya el tren iba a partir. Entonces el Espíritu me habló y me dijo: 'Si tuvieras dinero, ¿qué harías?'. 'Tomar mi lugar en la fila en la oficina de pasajes', respondí. 'Bien, ¿no predicas que mis promesas son iguales a tener moneda corriente? Ocupa tu lugar en la fila'. No había nada que yo pudiera hacer, con excepción de obedecer. Había más o menos, una docena de personas antes de mí y estaban pagando, uno a uno, sus pasajes. El diablo me decía: 'Sólo hay unas pocas personas delante de ti, y cuando llegue tu turno, tendrás que seguir caminando. Has predicado mucho sobre Moisés con el mar Rojo adelante de él, y los egipcios siguiéndole, pero ahora eres tú quien está cercado'. 'Sí, cercado', respondí; pero, ¡como Moisés, seré gloriosamente liberado!'. Cuando quedaban solo dos personas delante de mí, un hombre salió de entre la gente y dijo: 'Lo siento, no puedo esperar más porque debo abrir mi tienda'. ¡Me dijo adiós y puso treinta chelines en mi mano! Esto fue glorioso, y solamente un anticipo de lo que el Señor haría en África si le obedecíamos. Después de ya tener los boletos, los que vinieron con nosotros hasta el tren comenzaron a darnos ofrendas. El Señor los había retenido de hacerlo hasta que hubiésemos sido probados. ¡Fuimos cantando durante todo el camino hasta Londres!".
Al llegar, el señor Head les invitó a desayunar con él a la mañana siguiente. Les dijo que tenía cincuenta libras para ellos, pero que no las había enviado por correo. "Gracias a Dios que no lo hizo", dijo Rees, agregando para sí mismo: "Por nada en el mundo hubiera querido quedarme sin la experiencia en la fila".
Tenían su equipo completo, con excepción de tres cosas: un reloj, una pluma estilográfica y un impermeable para cada uno. Nunca habían mencionado a nadie estas cosas, pero durante el desayuno el señor Head les preguntó: "¿Qué clase de relojes tienen ustedes?", y les dijo que su hijo Albert, deseaba darle un reloj a cada uno. Luego, preguntó: "¿Están preparados para las estaciones lluviosas del África? ¿Tienen buenos impermeables?". Cuando le dijeron que no, les dijo que fueran y consiguieran uno para cada uno; escribió una dirección en una tarjeta, diciendo que los gastos corrían por su cuenta. Después de escribir la dirección, les preguntó: "¿Han visto esta clase de pluma estilográfica?". "No", replicaron. "Deben llevarse una cada uno", dijo. ¡Las tres cosas que ellos le pidieron al Señor!
El señor Head les invitó a desayunar con él a la mañana siguiente de nuevo, para luego orar. Sugirió que Rees les contara a los criados un poco sobre sus experiencias en la fe. "¿Antes vivías una vida de fe, verdad?". "Sí, y recientemente también", respondió el señor Howells. Les narró sobre la espera en la fila para los boletos del tren. El señor Head casi no respiraba esperando para ver cómo les había ido". "Jamás oí algo así", exclamó. Pero Rees les dijo que todavía no había terminado, que lo que había pasado en Corrie Lodge el día anterior en esa misma sala, era aún mejor. Les contó acerca de los relojes, los impermeables y las plumas estilográficas. "Prefiero esto a mil libras", comentó el señor Head, "saber que el Señor puede guiarme así en dar".
Fue de esta manera como salieron de Inglaterra el 10 de julio de 1915, después de una victoria gloriosa, sabiendo que Aquel que los había llamado a esta vida era capaz de liberarlos en todas las circunstancias.
Capítulo Veinticuatro
AVIVAMIENTOS EN AFRICA
La Misión General de Sudáfrica había sido fundada en 1889 con el objetivo de evangelizar a muchas áreas de Sudáfrica. El primer presidente de la misión fue el Rey. Andrew Murray. Cuando el señor y la señora Howells se unieron, la misión tenía 170 europeos y obreros africanos en 25 estaciones, alcanzando hasta la frontera sur del Congo Belga (hoy Zaire) y al oriente y occidente llegaban hasta sitios no alcanzados de los territorios portugueses de Angola y Mozambique. Los Howells fueron enviados a la estación misionera Rusitu en Gazaland, ubicada cerca a la frontera del África Oriental Portuguesa. Allí se unieron al señor y la señora Hatch, quienes habían trabajado en ese sitio durante varios años. Ellos y otros misioneros que los habían precedido, sentaron una base firme y pagaron un precio real por llevar el evangelio a la gente de allí. El Sr.-y Sra. Hatch recientemente habían estudiado el tema de la Segunda Venida del Señor. Pasaban horas con la Palabra de Dios y en oración, anhelando una bendición más profunda en sus propias almas para que pudiera venir sobre su pueblo una bendición más plena. Por eso, cuando los Howells llegaron los corazones estaban preparados para la obra del Espíritu Santo.
Normalmente los nuevos misioneros pasan un tiempo considerable en el estudio del lenguaje, en aclimatarse, y en acostumbrarse a la vida en un país nuevo. Pero la gente ya había oído que el señor y la señora Howells venían de la tierra donde fue el avivamiento, e inmediatamente les preguntaron si habían traído con ellos esa bendición. Rees les dijo que la Fuente de todo avivamiento es el Espíritu Santo y que El podría hacer entre ellos lo que ya había hecho en Gales. Le solicitaron que predicara al respecto, por intérprete desde luego. En el lenguaje de ellos no había una palabra que tradujera el vocablo 'avivamiento', así que les habló de Pentecostés. Les dijo que era Dios quien había descendido en aquel entonces, moviéndose en los corazones de los hombres y las mujeres, que había arrastrado multitudes al Reino, y que haría lo mismo con ellos si estuvieran dispuestos a arrepentirse.
En las siguientes reuniones que estuvieron a cargo del señor Howells, continuó hablándoles sobre avivamiento y en seis semanas el Espíritu comenzó a moverse entre los cristianos. Un viernes por la noche, cuando cerca de una docena de ellos estaban reunidos en la casa de los Howells, la señora Howells les enseñó el coro "Señor, envíanos un avivamiento y permite que empiece en mí". El Espíritu descendió sobre ellos mientras cantaban, y continuaron cantando los días siguientes en sus lugares de siembra y en todas partes. Mientras el señor Howells los escuchaba, reconoció un sonido que había oído en el avivamiento galés. "Lo reconoces cuando lo oyes", dijo, "pero no puedes reproducirlo; ya el jueves siguiente, yo también estaba cantándolo. Había algo en ello que lo cambia a uno, y lo introduce a la quietud de Dios".
Aquella noche como acostumbraban cada jueves, los cuatro misioneros se reunieron para leer la Biblia y orar. Mientras estaban de rodillas, el Señor le habló a Rees diciéndole que su oración había sido oída y que vendría un avivamiento. El les pidió a todos que se levantaran, no había necesidad de más oración; El Espíritu Santo iba a descender para proporcionar un Pentecostés en su distrito. Tan grande era el poder de esa promesa de Dios, que estaban a la expectativa desde aquel mismo momento. Cada vez que alguien tocaba a la puerta, creían que era alguien viniendo a decirles que el Espíritu había descendido. Esperaron así durante dos días, y el sábado El llegó. Veamos el relato del señor Howells sobre los días que siguieron:
"Era domingo, diez de octubre, día de mi cumpleaños. Mientras predicaba en la mañana, podía sentir al Espíritu Santo descendiendo sobre la congregación. En la noche, El descendió. Nunca podré olvidarlo. Descendió sobre Kufase, una mujer joven, quien había ayunado durante tres días bajo la convicción de que no estaba lista para la Venida del Señor. Mientras oraba se quebrantó llorando, y en cinco minutos toda la congregación estaba llorando ante Dios. El poder descendió como un relámpago y un trueno. Yo nunca había visto algo así, ni siquiera en el avivamiento galés. Lo había oído nombrar respecto a Finney y otros. El cielo se había abierto, y no había suficiente espacio para contener la bendición. Estuve absorto en el Espíritu y oré tanto como ellos. Todo lo que podía decir era 'El ha llegado'. Así seguimos hasta tarde en la noche; no podíamos terminar la reunión. Lo que Dios me había, dicho antes de salir al África estaba sucediendo ahora, en solamente seis semanas. No es posible describir bien las reuniones en las cuales desciende el Espíritu Santo. Jamás olvidaré el sonido que hubo en el distrito aquella noche; era las voces de gente orando en cada choza.
"Al día siguiente El llegó de nuevo, y la gente estuvo de rodillas hasta las seis de la tarde. Continuaron así durante seis días, y comenzaron a confesar sus pecados y a ser libres según el Espíritu Santo los ayudaba. Recibían el perdón de sus pecados, y conocían al Salvador como sólo el Espíritu Santo puede revelarlo. Todo el que se acercaba quedaba bajo el encanto del Espíritu. Las personas se ponían de pie para dar sus testimonios, y no era nada extraño ver a 25 de pie al mismo tiempo. Al final de una semana, casi todos habían confesado. Celebramos dos reuniones diarias de avivamiento durante quince meses sin una sola interrupción, y las reuniones de los viernes duraban todo el día. Cientos se convirtieron, pero esperábamos más; los diez mil a los cuales El nos había dicho que teníamos derecho".
Cuando llegaron a Inglaterra las noticias de esta demostración del Espíritu Santo, y de su expansión a las estaciones cercanas, la señora Bessie Porter Head, la esposa de Albert Head, publicó dos folletos. Los tituló Avance en Gazaland y Retrospecto y Avivamiento, en Gazaland.
La señora Head comenzó dando un recuento de la fundación de la estación misionera en 1897, con el nombre de Rusitu. Varios pioneros que les antecedieron habían dado sus propias vidas por abrir la obra, incluyendo] la primera esposa del señor Hatch. Habían sembrado durante años y como dijo la señora Head, después del llegar y comenzar los Howells pudo verse la bendición: "Los dos primeros (señor y señora Batch) trabajaron, í durante muchos años allí, realmente 'sembrando con; lágrimas' la semilla de la vida, con paciencia y oración. Los dos últimos (señor y señora Howells) están ahora ayudándoles a 'recoger con gozo' una gran cosecha, la cual está siendo reunida en el poder del Espíritu Santo para la gloria de Dios". Después de describir el poderoso movimiento del Espíritu Santo en aquel primer domingo, ella continúa: "Las reuniones duraban desde el amanecer hasta la puesta del sol, teniendo solamente un intervalo corto. Las personas lloraban y confesaban sus pecados de tal forma que los misioneros no podían decir una palabra sino simplemente llorar y orar con ellos. Algunas veces, todos estaban arrodillados y confesando juntos en gran agonía del alma; y entonces uno y otro se 'liberaban' y comenzaban a cantar con gozo. Esto sucedió día a día de domingo a jueves, realizando el Espíritu un poderoso trabajo de convicción en las almas y guiándoles a. confesiones tales que ningún medio humano podría haber arrancado de ellas.
"Al oír del trabajo de Dios de manera tan notable en Rusitu, le enviaron una invitación de la estación de la Misión American Board (a unos 65 kilómetros al sur) a los señores Hatch y Howells para que visitaran Monte Silinda". . . Esta es una estación grande, con equipo de médicos, pastores, maestros de escuela, etc. En la primera reunión, a las nueve de la mañana del jueves, el sitio estaba lleno y los misioneros contaron cómo había llegado la bendición a Rusitu y cuáles fueron las condiciones para tal bendición. Después de dar dos o tres de los cristianos de Rusitu sus testimonios, grandes cantidades de personas comenzaron a llorar y a confesar sus pecados. Siendo tantos que era imposible ayudarlos a todos, aunque la reunión se extendió hasta la una de la tarde ese día. Todos se reunieron de nuevo a las dos de la tarde, y tuvieron un tiempo maravilloso. Los hombres que de alguna manera en la mañana se retrayeron, ahora venían adelante en confesión de pecado y completamente quebrantados; los profesores, evangelistas, y estudiantes estaban todos orando y confesando, y esto continuó sin confusión, bajo el control del Espíritu, hasta el atardecer.
Como se dijo anteriormente, sólo el Espíritu Santo podría haber logrado que la gente confesara los pecados que los agobiaban. Por ejemplo, un hombre alto se puso de pie y relató con voz conmovida la siguiente historia. En una de las guerras de los nativos, los jóvenes se estaban jactando de cómo mataban a las mujeres, etc., y él fue y, a sangre fría, mató a una joven. Después de convertirse, ella parecía estar constantemente frente a él, como si le preguntara por qué la había asesinado. Como cristiano ordinario, tuvo el pensamiento de que éste era un pecado demasiado grande para ser confesado, y solamente el poder del Espíritu Santo pudo llevarlo a hacer la confesión. Lloró muchísimo y dijo, que era el principal pecador, y estuvo en agonía del alma durante horas. ¡Pero qué escena la de cuando fue liberado! Solamente podía decir 'Gracias, Señor Jesús'. Comenzó a dar su testimonio, y dijo que durante años no había sabido lo que era la paz; y luego irrumpía de nuevo diciendo, ¡Gracias, Señor Jesús!'. Aquel día, alrededor de unas cien personas llegaron a obtener liberación total y victoria. El sábado muchos llegaron a tener la nueva vida de paz entregándose a Dios. En vez de tener agonía del alma, la mayoría estaba alabando y cantando con gozo. El domingo, más de doscientos habían sido liberados. No había necesidad de que los misioneros hablaran, debido a que cuatro o cinco personas se ponían de pie al mismo tiempo para testificar.
Tal vez la perspectiva más bendita para el distrito es que Dios encontrara y llenara poderosamente con Su Espíritu a veinte hombres y mujeres jóvenes que algunas semanas antes del avivamiento se habían ofrecido al Señor para el trabajo evangelístico en el África Oriental Portuguesa.
"Mientras va a la imprenta este breve relato de cómo está trabajando el Señor, nos han llegado más noticias del derramamiento continuo del Espíritu en el distrito de Gazaland. Durante la corta visita del señor Howells y el señor Hatch a Melsetter, el poder del Espíritu fue tan magnífico en las reuniones que tanto la gente de color como los blancos se sintieron profundamente culpables y se entregaron totalmente a Dios. Visitaron las granjas ubicadas en la carretera a Melsetter, y seis holandeses e ingleses se convirtieron, y cuatro que ya eran cristianos se rindieron totalmente a Dios.
"¿No son estos hechos de gran ánimo para que todos nosotros sigamos 'orando sin cesar' para que Dios continúe mostrándonos Sus 'cosas mayores' no solamente en Gazaland sino a través de toda África del Sur? Las llamas pequeñas que ya están encendidas en diferentes centros pueden, por medio de nuestras oraciones, ser avivadas hasta llegar a ser una poderosa llamarada".
Continúa ahora la historia de la señora Howells: "Al final de quince meses, llegó un pedido para todas las estaciones de la misión, de parte de la oficina central de la misma, en Ciudad del Cabo, solicitaban a todos los misioneros y africanos que dieran media hora de cada mañana, de 7 a 7:30, para orar pidiendo que cada estación misionera recibiera la misma bendición que habíamos experimentado en Rusitu. El señor Howells se iba a una pequeña casa de verano para pasar esta media hora especial de oración. Un lunes por la mañana, como un mes después de estar orando, vi. al señor Howells entrar, cuando había estado afuera solamente un cuarto de hora. Supe por su rostro que algo maravilloso le había sucedido. Dijo: 'Estaba suplicando sobre Su Palabra, Malaquías 3:10, cuando vi al Espíritu descendiendo. Se me apareció. Lo vi descender sobre todas las estaciones de la misión'. La gloria del Señor fue tanta sobre él que estaba fuera de sí. Dijo que no podía permanecer en la estación, sino que debía subir a la montaña. No podía quedarse quieto, sino que durante todo un día caminó kilómetros en la montaña gritando alabanzas a Dios. ¡Lo seguí hasta que estuve supremamente cansada! Estuvo en esa gloria toda la semana; ¡era tanta que parecía casi insoportable!".
Rees no pensó que él sería quien debía ir por todas las estaciones, hasta que un mes después recibieron una invitación a la conferencia de Durban, en la cual debían estar presentes todos los misioneros que pudieran salir de sus estaciones. Le solicitaron al señor y la señora Howells traer ropa suficiente para seis meses, pues deseaban que recorrieran todas las estaciones misioneras. A Rees le atemorizó tanto la responsabilidad de ser la persona a quien Dios usaría, que les dijo que no podía asistir. "He estado en el campo misionero solamente dos años", fue su excusa; pero la respuesta que vino fue del señor Middlemiss, el Superintendente en Ciudad del Cabo: " ¡Usted es un hombre bajo autoridad y debe venir!".
Antes de partir para Durban, el señor Middlemiss escribió diciendo: "Sé que no tienen cuenta bancaria (él sabía que ellos habían sido guiados a dar el 50% de su salario para continuar viviendo por fe, así que envíen un telegrama si no tienen dinero para los pasajes". Pero el señor Howells dijo: "No, nunca lo haré. Vamos a confiar en el Señor". El consideró esto como un buen medio para probar que el llamado era de Dios. Llegó el último correo antes de que salieran a las seis de la mañana. En el mismo venía una carta de un amigo en los Estados Unidos de América, quien nunca antes les había enviado dinero, y les manó en dólares, el equivalente a 25 libras. Fue así como empezaron su viaje en plena certeza de fe.
En la Conferencia había 43 misioneros presentes. Rees no esperaba tomar más parte que los demás, pero la bendición fue tan grande en las reuniones de apertura, que le solicitaron que hablara cada día. Durante tres semanas era como un avivamiento. Algunas noches las reuniones se extendieron hasta las primeras horas de la madrugada, y todos los misioneros recibieron bendición. Estaban tan llenos de gozo que hasta cantaban en los tranvías. Al finalizar la Conferencia, los misioneros hicieron una invitación unánime al señor Howells para que visitara todas las estaciones, confirmando así la' insinuación que ya había recibido de parte del Concilio en Ciudad del Cabo. Luego, todos regresaron a sus estaciones para orar y prepararse para la visita, esperando que el Espíritu Santo descendiera en cada estación como lo había hecho en Rusitu.
Rees continúa la narración: "¿Cómo podría creer yo que se salvarían muchas personas en estas estaciones, cuando en algunos casos el terreno estaba todavía muy pedregoso? El enemigo me desafió preguntándome que cómo podría llevar un avivamiento de una tierra a otra habiendo diferentes lenguas, y cientos de kilómetros de separación. No vencí en esta prueba en un día, fueron muchas las luchas porque los puntos en discusión eran tremendos, pero recuerdo cuando obtuve la victoria. Dije que no era necesario llevar a personas bendecidas de estación a estación, porque el Espíritu Santo estaba yendo en nosotros. El es el Autor del Pentecostés y la Fuente del avivamiento.
"Nuestro viaje nos llevó por casi 18.000 kilómetros, visitando cinco países: Swaziland, Pondoland, Bomvanaland, Tembuland y Zululand. Estuvimos dos años fuera de nuestra estación.
"En la primera estación, el primer día fue difícil. El misionero nos contó acerca de muchos de la iglesia que se habían vuelto al mundo; hasta algunos de los diáconos estaban causando dificultades. Pero al tercer día, el Espíritu descendió y limpió el lugar. Dos de los diáconos que siempre se sentaban, al ver a la gente confesando sus pecados y en gran bendición, vinieron a decirme: 'Disfrutamos mucho las reuniones, pero no nos gusta la confesión de pecados. Cuando comienza, sentimos un gran dolor en la parte de atrás de nuestras cabezas'. 'Así es', respondí; 'pero un día ese dolor se va a mover un poco más abajo, ¡hasta sus corazones!'. ` ¿Cree usted que necesitamos confesar?', me preguntaron luego. 'Si han pecado contra Dios', respondí, 'es algo entre ustedes y Dios. Pero si han pecado contra la Iglesia, deben confesar delante de todos'. Uno de los diáconos se llamaba Jefté. Se fue a orar, y continuó orando durante tres días. Luego, más o menos a la una de la mañana, su esposa vino y tocó a nuestra puerta despertándonos: 'Vengan, ¡Jefté está loco de gozo! ¿Tocamos la campana y convocamos a la gente para una reunión?'. 'No puedes tocar la campana a esta hora de la noche', objeté. Pero su madre fue por todas partes reuniendo a la gente y, ¡a las tres de la mañana, la Iglesia estaba llena! Jefté estaba ciego, tal como el apóstol Pablo; tuvieron que conducirlo al templo, donde confesó los pecados que había cometido. Después muchos se convirtieron. Recobró la vista en pocos días, y viajó con nosotros por unos tres meses. Donde quiera que diera su testimonio, era como disparos continuos de un arma; uno tras otro caían bajo la convicción del Espíritu Santo, y nunca falló en traer a muchos al Señor.
"El siguiente lugar era una escuela de 99 mujeres. Ellas habían oído que la gente estaba confesando sus pecados, así que se reunieron y acordaron no confesar sus pecados. Como consecuencia, las dos primeras reuniones fueron muy difíciles; pero a la medianoche del segundo día se levantó un lloro y no pudieron aguantar más. Comenzaron a confesar, hasta que 98 de 99 se habían convertido; la otra se escapó corriendo. Muchas comenzaron a orar por sus familias, las cuales nunca habían asistido a una reunión.
"El próximo sitio que visitamos fue Betania, donde vivía la Reina de Swaziland. El primer día estuvimos trece horas en la capilla, tratando todo el tiempo con las almas. ¡Al tercer día, el poder descendió! No era por la predicación, era el poder mismo. Un africano oró: `Señor, danos cien convertidos en los próximos tres días'. Así se cree teniendo al Espíritu Santo. La Reina de Swaziland envió por mí. Me preguntó que por qué su gente se estaba viniendo tras mi Dios. Le dije que se debía a que habían hallado al Dios viviente y tenían el perdón de sus pecados y la vida eterna como regalo. Le conté que Dios tenía un Hijo, y que lo había dado para morir por nosotros; nosotros también teníamos un hijo que habíamos dejado para contarle a la gente del África respecto a Dios. Se conmovió mucho al escuchar que mi esposa y yo amábamos a su gente más que a nuestro propio hijo. Me permitió tener una reunión privada con sus súbditos principales, ¡pero dijo que no debía mirarla a ella sino hablar como si solamente estuviera con ellos! Más tarde, en la capilla, el poder de Dios estuvo sobre la reunión; cincuenta personas aceptaron al Señor, incluyendo a la joven princesa, nuera de la reina gobernante. El hombre que había orado por las cien almas se puso en pie de un salto, exclamando: 'Alabado sea Dios por responder la oración. Cincuenta almas y la reina, ¡que equivale a otras cincuenta! ¡Tenemos nuestros cien!'. Pero antes de que terminaran los tres días, habían aceptado a Cristo 105 personas. Cuando regresamos, tiempo después, la reina solicitó vernos en privado. Nos dijo que hacía poco había perdido a su hija, quien también había llegado a ser cristiana, y que había muerto en perfecta paz, confiando en Jesús. Ella parecía muy conmovida, agregando que en su corazón también había aceptado al Salvador".
"En Pondoland, en una estación, yo estaba predicando el viernes santo sobre la crucifixión, y el Espíritu hizo resaltar las palabras ¡Crucifícale! ¡Crucifícale!'. Parecía como si la gente hubiese visto el infierno abrirse-les delante, y toda la congregación se abalanzó precipitadamente hacia el altar, para ponerse en paz con Dios. Temí que derribaran el púlpito".
"En otro lugar de Zululand donde estaba predicando, un evangelista estaba convencido de la falta de poder para ganar almas. Salió a la selva y clamó a Dios durante toda la noche. Al día siguiente, aceptó al Espíritu Santo, y el resultado de esa unción fue que en poco tiempo su estación misionera había llegado a ser mayor que la estación principal".
En maneras como éstas descendió el Espíritu Santo a cada estación y dio avivamiento, exactamente como había dicho que lo haría, y cumplió así la promesa de las diez mil almas. En Johannesburgo, por ejemplo, el señor Howells presidió grandes reuniones de avivamiento durante 21 días en una de las iglesias más grandes, y la misma se llenó cada noche. Le fue necesario hablar a través de tres intérpretes porque había muchas tribus diferentes, pero esto no impidió que el Espíritu Santo irrumpiera y cientos llegaran cada noche para ser salvos. Nadie estaba más consciente que Su siervo, de que el Espíritu Santo era el Hacedor de aquello y que no era "por espada, ni por poder, sino por Mi Espíritu". Impuso sus manos sobre cientos de personas, bajo la guía del Espíritu y Su poder, y fueron liberadas siempre. Fuera de las reuniones miraba sus manos, veía cuán ordinarias eran, ¡y se maravillaba de dónde saldría tanto poder! ¡Pero él lo sabía!
Al final del viaje, de regreso de Johannesburgo a Rusitu, fueron invitados por un amigo a quedarse con él en Umtali, una estación ferroviaria. De ahí tomarían el carro de correo que iba a Melsetter, para luego finalizar su viaje a caballo. Cuando llegaron a Umtali, su amigo los fue a esperar en la estación y les dijo que sentía mucho no poder tenerlos en su casa ya que había gripe. Les sugirió que fueran al hotel donde acostumbraban quedarse los misioneros. Se enteraron de que les costaría quince chelines diarios, y no tenían dinero. Pero el señor Howells dijo a su esposa: "Regocijémonos; estoy seguro que el Señor nos librará antes del fin de semana". Así que hicieron de ello un buen tiempo de descanso.
El correo llegó por ferrocarril la noche del sábado, y ellos esperaban que el Señor les enviara algo por ese medio ya que debían salir al día siguiente a las seis de la mañana. Pero cuando descendieron para encontrar el tren, dijeron que debido a una avería, no esperaban el tren esa noche. "Bromeamos de que no disfrutaríamos nuestra comida como era costumbre", dijo el señor Howells, "Le habíamos pedido al encargado del hotel que tuviera lista nuestra cuenta para la mañana del domingo. A las cinco de la mañana, tocó a nuestra puerta y nos la dio. Le dijimos que íbamos al correo y que le pagaríamos a las seis. Fuimos a las 5:30, orando todo el camino. Teníamos un apartado de correos en Umtali, a donde les habíamos dicho a algunos amigos que nos escribieran. ` ¿Hay algo para el apartado 32?', indagué. `Nada, señor', dijo el hombre después de mirar. Pero, de repente, mi esposa recordó que no era 32 sino 23... Había solamente una carta, y tenía cinco direcciones diferentes en el sobre. Esta carta nos había seguido por todo el viaje, y nos alcanzaba esta misma mañana trayendo treinta libras en su interior. Además de la cuenta del hotel, teníamos que pagar siete libras y diez chelines por el vehículo que nos llevaría. Aunque era duro y sin resortes, era para nosotros igual que un carro de motor. Nunca pensamos en esta carroza ni en los 225 kilómetros, ¡los resortes estaban en nosotros mismos!".
Los Howells habían aprendido, durante sus dos primeros años, el dialecto Chindau. A su regreso a Rusitu se establecieron para llevar la rutina normal de una estación misionera africana. Cuando los Hatch salieron en su licencia, los Howells quedaron a cargo de la escuela de niños y niñas, así como de las reuniones y el trabajo con los adultos. Tenemos que pasar por alto muchas de sus experiencias durante estos años sin embargo hubo un evento destacado. El avivamiento aun continuaba, pero había un obstáculo especial: casi no se habían convertido hombres casados. Ellos estaban atados a una costumbre muy antigua llamada Labola, que algunos creen se originó con Labán. El precio fijado por una esposa era de 25 libras, lo que significaba una gran suma para un padre con tres o cuatro hijas. Pero un hombre convertido no podía vender a su hija, y por eso ningún casado había aceptado al Señor. El Espíritu le recordó entonces al señor Howells acerca de su primera intercesión por un alma perdida, y le dijo que desafiara al diablo en este punto y usara la victoria del Calvario para colocar a estos hombres en libertad de aceptar a Cristo.
En ese tiempo el estaba construyendo una casa, y oró que pudiera conseguir hombres casados que trabajaran con él. Seis de ellos se dispusieron a trabajar; cada mañana oraban y oían el Evangelio. El Señor lo guió a invitar a algunos de ellos al servicio dominical en vez de pasar el día trabajando en sus huertos. Ellos dijeron que vendrían cada mañana pero que aquellas reuniones diarias eran durante sus horas de trabajo, ¡y no tenían ninguna objeción a que se les pagara por estar sentados! Rees les comentó que a Dios le agradaría mucho más si los domingos vinieran por su propia voluntad. Vinieron, y cinco fueron salvos. Ese fue el primer hueco hecho en las filas del enemigo, pero existían aún cientos sin alcanzar. ¿Cómo llegaría Dios hasta ellos?
Dios utilizó un medio inesperado. . . Era la época de la gran epidemia de gripe, la cual se expandió por el mundo después de la Primera Guerra Mundial causando millones de muertes. Muy poco tiempo después de que estos cinco aceptaron al Señor, Rees oyó decir que la gripe había llegado a su distrito, y ya había muchos postrados. Le inquietó la llegada de esta plaga precisamente cuando había empezado el impacto entre los hombres casados. Pero el Señor le dijo: "¿Crees en Romanos 8:28? ¿Puedes confiar en mí si te digo que ésta es una bendición disfrazada?".
Luego el Señor le recordó a Rees cómo, allí en su tierra natal al interceder por los enfermos, había sido guiado a desafiar la muerte varias veces. ¿Sería capaz de desafiarla de nuevo aquí, ahora en gran escala? El ya había pasado por una prueba difícil desde su llegada al África, en la cual había podido experimentar de nuevo la fidelidad de Dios en este respecto. Se trató de un ataque de malaria muy severo. "Estoy seguro que fue permitido solamente para probar esta posición", dijo, "porque cuando se enfrenta realmente al enemigo, es imposible desafiarlo a menos que se esté seguro de la posición donde uno se halla". Después de muchos días de fiebre que había resistido todo tratamiento ordinario, Rees se estaba agravando. Una noche parecía que no viviría hasta la mañana siguiente. La señora Howells se apartó por un momento para orar, y mientras él estaba solo, el Espíritu Santo le dijo: "¿Por qué no pides al Padre que te sane?". El pensó que ya la había hecho, pero el Espíritu Santo comentó: "No pediste creyendo". "Me di vuelta en la cama", dijo Rees, "y en ese momento fui sanado. Me pregunté si mi esposa lo sabría. ¿Habría perdido ella su carga? Ella regresó a la habitación, y en el momento que abrió la puerta supo que algo había sucedido. 'Has sido sanado', dijo, y riéndome fuerte le conté al respecto". Tres días más tarde ya estaba de viaje (como lo habían planeado antes de él caer con fiebre) y se hallaba perfectamente en forma. Aunque después, viajó y trabajó mucho en distritos donde había malaria, jamás volvió a padecerla.
Ahora estaba enfrentando a la muerte en gran escala. Después de su viaje a las estaciones misioneras, el señor y la señora Howells habían sido invitados por Charles Murray, el hijo del doctor Andrew Murray, a visitar la estación donde él trabajaba, pero hacía poco le habían solicitado cancelar la visita porque la influenza se había llevado a dos misioneros y a veintenas de convertidos.
En Rusitu, la influenza alcanzó primero la estación. En cuatro días varios estaban postrados, y los paganos decían que era una maldición de los espíritus de sus antepasados por culpa de los cristianos, quienes habían dejado de cumplir la Labola. Pero la fiebre alcanzó también muy pronto a la chozas, y muchos estaban muriendo. En unos días vino una delegación del jefe, y preguntaron: "¿Han tenido ustedes algunos muertos?". "No", respondió Rees. "¿Han tenido ustedes algunos?". "Sí, muchos", dijeron. "Pero... ¿no pueden hacer nada los brujos para ayudarles?". "Oh, dos de ellos estuvieron entre los primeros en caer". "Pero. ... ¿qué me dicen de sus espíritus ancestrales?". "Nuestros padres nunca tuvieron esta enfermedad", respondieron, "por eso sus espíritus no pueden tratarla". “¡Efectivamente!", replicó el señor Howells, "los brujos han fallado y los espíritus ancestrales también, pero nuestro Dios no". Preguntaron: "¿No van a morir algunos de los suyos?". El Espíritu Santo dijo a Su siervo: "Diles que nadie morirá en la estación". Entonces Rees les respondió: " ¡No! Nadie morirá en la estación de la misión".
"Ahora tenía la victoria de la fe", dijo Rees Howells, y el Señor nos guió en cuanto a la forma de hacer las cosas. Me dijo que transformara la capilla en un hospital y colocara antorchas durante la noche para mantener uniforme la temperatura. Si no hubiese pasado por aquellos quince meses de adiestramiento médico, estaría en un mar de confusiones porque no se podía cometer ni un error. El número de casos incrementó hasta que llegamos a tener cincuenta postrados a la vez. "Pocos días más tarde, llegó una segunda delegación. '¿No ha habido muertos todavía?', fue la primera pregunta. `Ni uno', les respondí. ` ¿Morirá alguno de ustedes?'. `No, nadie morirá en la estación de la misión'. ¿Hubiera yo dicho algo así sino tuviera la seguridad de que el Espíritu Santo es más fuerte que la muerte? `Bien', dijeron, 'el jefe nos mandó a preguntar que si algunos de nosotros podemos venir a la estación misionera para escapar a la muerte'. 'Díganle al jefe', respondí, 'que cualquiera de su pueblo que lo desee puede venir a la estación. Los cuidaremos, y nadie morirá. Pero recuerden esto: Si vienen, deben admitir que nuestro Dios es el Dios viviente y que El puede ayudar donde los doctores y los espíritus ancestrales han fallado'.
Horas más tarde, vio venir una procesión de personas tristes hacia la estación; ¡eran cinco de los peores pecadores entre los hombres casados, endurecidos al evangelio! Se acercaron lentamente con mantas sobre sus cabezas y mostrando en sus rostros el miedo a la muerte. Sus esposas, en la retaguardia, venían cargando sus colchones y pocillos. “¡Cómo alabé a Dios por mi Guía personal!", dijo Rees.
Después les llegaron docenas más. Rees trabajó con ellos durante tres meses, día y noche. La señora Howells le ayudó hasta que ella misma sucumbió a la enfermedad. ¡Estuvo desesperadamente mal durante ocho días, pero el señor Howells le había dicho que no podía morir! Durante un tiempo se sintió tocado por la epidemia, fatigado de dormir poco y luchar continuamente. Pero mientras atendía a uno de los pacientes, el Señor le habló: "Si puedo resguardar a la estación de la muerte, y hay la necesidad de que cuides a estos enfermos, ¿no crees que puedo impedir que la infección te venza?". Su fe se fortaleció y dijo: "En ese momento obtuve la victoria. Hallé que el Espíritu Santo dentro de mí era más fuerte que la gripe. ¡Lo que es vivir con Dios en medio de una plaga!".
Hubo dos casos que me probaron mucho", agregó. "Si el diablo se los llevaba, cargaría hasta con cincuenta. Hice por ellos todo lo posible, pero ningún médico podía hacerles bajar la temperatura. Fue así como los puse delante de Dios, y rogué basándome en Su Palabra. En el momento en que obtuve la victoria, sus temperaturas bajaron y estuvieron a salvo. No hubo ni una sola muerte". Las noticias de que el Dios del hombre blanco era más poderoso que la muerte se expandieron en un radio de alrededor de 32 kilómetros. La convicción de pecado se apoderó de muchos, y de los que vinieron a la estación muchos se entregaron al Salvador. La grandeza de la victoria del Señor se vio en el hecho de que después de pasar la epidemia, todo un lado de la capilla se llenaba de hombres casados. "Le dije al Espíritu, ' ¡Cuán maravilloso eres! ¡Has predicado más a los africanos de esta manera que por medio de cualquiera de mis palabras!"'.
Después del avivamiento, algunos de los hombres del grupo quienes fueron llenos del Espíritu Santo iban hasta el África Oriental Portuguesa, entre la estación de la misión y el puerto de Beira. Algunos de los habitantes de allí fueron bendecidos, y los que se convirtieron construyeron un pequeño lugar de adoración, aunque habían sido advertidos por los católicos romanos que no debían reunirse para orar. El domingo en la mañana, seis soldados marcharon hasta la pequeña capilla y tomaron prisioneros a 32 de ellos, teniéndolos en prisión, a hombres, mujeres y niños, durante cuatro meses. Ninguno de ellos se rindió, "mostraron espíritu de mártires". Después de cuatro meses, liberaron a las mujeres y a los niños, pero los obligaron a beber cerveza. A los seis hombres les dijeron que si dejaban de predicar, podrían salir libres ese mismo día. Ellos rechazaron esta opción diciendo que si eran liberados, predicarían al día siguiente. Los mantuvieron en prisión durante dos años, y cuatro de ellos murieron allí.
Fueron interrogados y perseguidos todo el tiempo porque sus acusadores no podían entender qué era lo que tenían. Sus-gritos de alabanza y gozo usualmente les molestaban, así que separaron a Mateo, su líder, y lo pusieron con un viejo pagano, un gran pecador quien siempre estaba en prisión. Los guardias no oyeron nada ni la primera ni la segunda noche, y estaban muy a gusto porque habían dejado de gritar. Pero a la noche siguiente el ruido fue peor que nunca. No sólo se regocijaba Mateo, sino que el viejo pagano también estaba gritando alabanzas a Dios por haberlo salvado. Mateo contrajo viruela en la prisión. Sabía que iba a morir, de manera que juntó a todos sus amigos y les dijo que se iba para estar con el. Señor y que debían permanecer firmes en la fe. Luego se despidió de ellos y se fue al hogar glorioso.
El señor Howells se dio cuenta de que la única manera de tener una base estable en el país era comprando una granja. Un francés le había ofrecido una en 1,200 libras. Cuando Timoteo, su maestro principal en Rusitu y los demás lo supieron, dijeron: "Todos daremos una tercera parte de nuestro salario para ayudar a comprarla". Los Howells se sintieron tan impactados por su ejemplo, que además del 500b de su salario que ya donaban, decidieron dar una ofrenda adicional de acción de gracias, equivalente a 100 libras.
Poco tiempo después, cuando estaban de licencia, el señor Howells estuvo contando en una Convención respecto a Mateo y lo que había sucedido en el África Oriental Portuguesa. El no había dicho una palabra en cuanto a dinero; pero no había hablando ni cinco minutos cuando una mujer que se hallaba allí se puso de pie y dijo: "Yo pagaré por esa granja". El Señor le dijo a Rees que no tomara todo aquel dinero porque ella estaba bajo la influencia de la reunión, de modo que le dijo después a ella: "Yo no espero que usted dé más de lo que yo dí, cien libras". El hermano de ella dijo que él daría cien libras, y dos personas más dijeron que cada una daría cien libras. Rees fue a Birmingham y recibió un ofrenda de cien libras. En Dundee, una mañana, halló otras cien libras bajo su plato. En Glasgow, de nuevo, un hombre dijo: "Si Mateo dio su sangre, yo daré cien libras". En total tenía 1.100 libras en ofrendas de cien libras cada una. Finalmente, no se compró la granja mencionada, pero fueron abiertos varios centros en el territorio.
Así terminó el período de los Howells en el África. "Fue una victoria perfecta", dijo el señor Howells, "no creo que hubo nada que nos causara problema, y tanto para mi esposa como para mí, estos fueron los seis años más felices de nuestras vidas".
Capítulo Veinticinco
COMPRA DE LA PRIMERA PROPIEDAD EN GALES
Los Howells llegaron a su tierra natal en la Navidad de 1920. En la sede central de la misión, se comentó que nunca habían visto a una pareja que regresando del campo misionero con tan buena apariencia física: "Hemos estado de vacaciones durante seis años, dijo Rees Howells, y quería tener reuniones de una vez. El Concilio insistió en un descanso de varias semanas, pero ellos pensaban que hasta seis semanas de descanso eran demasiado. Cuando comenzaron, continuaron sin parar durante tres años. El testimonio de avivamiento del señor Howells creó una gran agitación. Se les abrieron puertas por todas partes, y hubo una tremenda bendición. En realidad, para cientos que lo oyeron fue algo único. El Concilio de la misión reconoció esta obra del Espíritu como algo tan extraordinario que le pidieron que pasara cinco años viajando por los países de habla inglesa como Dios lo guiara, llevando su testimonio al pueblo de Dios en todas partes. Esto era exactamente lo que él más deseaba hacer: "No podía pensar en cualquier otra posición que fuera comparable a esa", dijo, "predicando a miles de personas- y él Señor derramando bendición. Antes de convertirme tenía la idea de viajar por el mundo, pero ya había desistido; ahora el Señor me lo concedió de nuevo".
Pero una vez más le sucedería lo inesperado. El Sr. Howells estaba predicando delante de un gran auditorio en la Convención de Llandrindod de 1922. El poder era tanto que, aunque era el primero que hablaba en la reunión, el Señor Head, presidente de la misión, le pidió que hiciera un llamado para una entrega total. Toda la audiencia, presidente, conferenciantes y la congregación, se pusieron de pie. El Reverendo G.H. Lunn quien debía hablar después de él dijo que estaría fuera de lugar que diera su disertación, y la reunión se cerró así. Inmediatamente después, un ministro solicitó al señor Howells y a varios otros que se unieran a él en oración. Puso delante de ellos el hecho de que muchos jóvenes habían respondido al llamado de Dios en Gales; y la necesidad urgente de tener más facilidades de adiestramiento allí. Sugirió que pidieran al Señor un centro de adiestramiento. A Rees Howells no se le ocurrió nunca que tendría parte en ello. Pero mientras se arrodillaban para orar, el Señor le dijo: "Ten cuidado cómo oras. ¡Voy a construir un Instituto, y lo edificaré por medio de ti!". Esto le sorprendió tanto que lo único que pudo decir fue: "Si realmente me estás hablando Tú, confírmalo por medio de la Palabra". Esa noche por medio de 1 Crónicas 28:20, 21, el Señor se lo confirmó. Se destacaron para él estas tres promesas: ". . . esfuérzate y manos a la obra... porque Jehová Dios estará contigo; El no te dejará ni te desamparará hasta que acabes toda la obra para el servicio de la casa de Jehová";”. Estarán contigo. . . todos los voluntarios e inteligentes para toda forma de servicio...."; y la tercera promesa estaba en capítulo siguiente (29:4), que el Señor le daría un talento de oro, el cual, según comprobó en las notas de su Biblia Scofield, era equivalente a 6.150 libras.
Mientras él y su esposa oraban por esto, llegó a convertirse en una gran prueba. Implicaba dejar de hacer lo que más les llamaba la atención, un ministerio de avivamiento a nivel mundial. Significaba nuevas y grandes cargas financieras porque el Señor les dijo que tendrían que llevarlo a cabo por fe; en el trabajo actual tenían provistas todas las finanzas. Lo peor de todo era que, después de haber abandonado a un hijo para ir al África, ahora tendrían que dejar a cientos de hijos espirituales en África.
Se estaban preparando para ir a los Estados Unidos para hacer una visita personal dentro de tres días; fue así como dieron un gran paso. Le solicitaron al Señor que sellara el nuevo llamado, enviándoles al día siguiente el dinero que necesitarían para todo el viaje. Este no era un pedido fácil, debido a que no había razón para que la gente les diera dinero, sabiendo que estaban recibiendo ayuda como misioneros. Pero al día siguiente, Dios les hizo regalos personales por la cantidad de 138 libras. Cincuenta libras vinieron de parte de un hombre que había sido bendecido a través del señor Howells once años antes, y le había dicho al Señor que si algún día se lo encontraba de nuevo le regalaría 50 libras. Estos regalos les parecieron tan sagrados que dieron 100 libras como ofrenda de acción de gracias a la misión, tal como David derramó el agua del pozo de Belén delante del Señor.
Al llegar a los Estados Unidos, hablaron en muchas congregaciones y visitaron centros muy conocidos, tal como la Reunión de Oración de Fulton Street, en Nueva York. Pero hubo un lugar que impresionó al señor Howells más que cualquier otro: El Instituto Bíblico Moody, en Chicago. "Valió la pena viajar 6.500 kilómetros aunque hubiera sido sólo para ver el Instituto", dijo. "De todo lo que vimos, fue lo mejor. Novecientos hombres y mujeres escogidos por Dios". Mientras estaba sentado en la plataforma, antes de hablar, el Señor le clarificó el asunto del Instituto Bíblico. Le preguntó: "¿Puedo construir algo como esto en Gales?". "Sí, Tú puedes hacerlo", le respondió; "Tú eres Dios". "Pero lo que voy a hacer, lo haré por medio de un hombre. Vas a decirles a todos estos jóvenes que vine a habitar en ti. ¿Puedo construir ese a través de ti?". "Creí a Dios en aquel mismo instante", dijo Rees. “¡El Instituto fue edificado en ese mismo instante!".
Al volver a casa en Brynamman, juntos hicieron una dedicación final de sí mismos para el nuevo llamado. Subieron a la Montaña Negra, su lugar favorito, y arrodillados allí, se entregaron al Señor para ser Sus instrumentos para fundar el Instituto. ¡Todo el dinero que tenían ese día eran 16 chelines! Una consecuencia triste era que implicaría renunciar a la misión, lo que era doloroso para ambos bandos. El Concilio no deseaba dejarlos ir, ellos nunca hubieran dejado la misión y a los compañeros a quienes amaba entrañablemente, a no ser por un mandato directo de Dios.
No tenían idea de dónde debería quedar el Instituto. Como Abraham, salieron sin saber a dónde iban. En los primeros días del verano de aquel año 1923, un amigo les ofreció su casa amoblada para pasar unas vacaciones en un pueblo cerca del mar. Fueron esperando disfrutarlo, pero tan pronto llegaron sucedió algo curio- so. Rees sintió que no debían estar allí. "Nunca me dí cuenta de que me disgustara algún lugar antes", dijo, "pero le dije a mi esposa: 'Este sitio no me gusta. Vamos al lugar del cual habló mi padre; a Mumbles'. Me reí de esto, conseguir una casa gratis y no quererla. Pero 1 desde el momento que llegamos a Mumbles, supe que era el lugar donde Dios quería que estuviéramos". Se alojaron allí durante un mes, y Rees pasó su tiempo en las montañas, no para disfrutar del mar, sino para estar a solas con Dios, pensando cuál sería el próximo paso.
Una mañana, dos de sus amigos, el profesor Keri Evans y el Rev. W.W. Lewis se reunieron con él para orar. Al enterarse de que aún no sabía dónde quedaría el Instituto, el señor Keri Evans sugirió Swansea. Preguntándose si sería del Señor, Rees hizo un pedido de oración definido: "Si Swansea es el lugar, muéstrame el Instituto antes de ir a Keswick la próxima semana, y la respuesta llegó: "Te lo mostraré mañana". Al día siguiente, mientras los Howells caminaban por la vía a Muebles, la cual bordea la bahía de Swansea, pasaron una finca ubicada en lo alto con vista a la bahía, y notaron que la casa estaba vacía. Subieron hasta la entrada, y vieron que el nombre del lugar era Glynderwen. Mientras estaban allí les vino palabra del Señor: " ¡Este es el Instituto!".
El señor Howells continúa la historia en sus propias palabras: " ¡Qué mansión me pareció! No tenía idea del valor de tal lugar, pero supuse que costaría 10.000 libras, ¡y todo el dinero que teníamos eran dos chelines! Recuerdo la impresión que me causó: ¡Comprar un lugar como ese por fe!
El jardinero nos informó que el señor William Edwards, J.P., el tapicero, era el dueño. El Espíritu me indicó que pidiera al Señor una confirmación en lo imposible; sería la prueba de que El había hablado. Cuando Dios da una prueba como esa, se puede estar seguro de que es algo de El y no del hombre. Así que le solicité que me enviara, dentro de dos días, a un hombre que conociera al dueño, ¡y nosotros no conocíamos a nadie en Mumbles!
"¿Cómo estaban mis sentimientos al día siguiente? Muy confundidos, porque sabía lo que implicaría edificar un Instituto. Si no obtenía la prueba, estaría libre y podría disfrutar de nuevo de la libertad que había tenido durante los diez años anteriores. Por otro lado, si la prueba solicitada nos era dada, tendría que comprometerme y aceptar la lucha.
"Más o menos a las diez de la mañana siguiente, llamó el pastor local. Habíamos asistido a esta capilla cuando él no estaba presente el domingo anterior y al saber que éramos misioneros había venido a invitarnos a tomar el té. ` ¿Conoce usted al señor Edwards, el tapicero?', le pregunté. `Sí, muy bien', contestó. ¡Esto era de Dios! Pero en un momento pasó una nube oscura sobre mí y supe que nunca sería libre de nuevo hasta que el Instituto fuera construido. Solamente los que han pasado por el mismo camino saben lo que esto significó:
"Llamé para ver al señor Edwards, pero me sentí tan débil como un hombre que se está recuperando de la fiebre. Oh, ¡qué carga! ¡Qué pesadez! ¡Parecía que los mismos poderes del infierno estaban en contra mía! El diablo me dijo que yo siempre estaba haciendo las cosas a mi manera, sin dinero y sin estudios de administración comercial. Me parecía no tener fuerza ni para tocar el timbre. Cuando le dije por qué había venido, comentó: 'Otra gente religiosa quiere comprar, pero no son de la misma religión suya. Yo salgo hoy para Londres; si viene a verme de nuevo, lo consideraré". Pero obviamente pensaba que un misionero no podía comprar tal edificio. Dijo que había una taberna en el terreno y ¿qué haría yo con un lugar como ese? ¡Qué momentos fueron aquellos cuando salí de allí! ¿Me habría equivocado?
Fui a ver la propiedad de nuevo al día siguiente, y mientras hablaba con el jardinero, éste comentó: "Los católicos han comprado esta casa". ¡Nunca!, dije. Luego, el Señor me habló: "Por eso es que te he llamado a comprar este lugar. Te he traído del África para hacer un caso de prueba para Mí con la Iglesia de Roma'. Ellos habían sido responsables por la muerte de seis de nuestros mejores hombres en el África Oriental Portuguesa. Ese había sido mi único contacto con ellos y todo mi ser les rechazaba. Sabía que estaban comprando terrenos cerca de las universidades y que nadie los detenía. El Espíritu Santo me estaba diciendo que nunca habría permitido a la Iglesia de Roma tener poder de nuevo en este país si hubiera encontrado a hombres que creyeran 1 en El. Su palabra para mí fue clara: "Me disgustaré mucho contigo si ellos obtienen esta propiedad". Inmediatamente supe que era una competencia con la Iglesia más rica del mundo, y dije: 'Pero no me has dado dinero'. ` ¿No te prometí un talento de oro?', replicó El. 'Si crees, arrodíllate aquí y reclama este lugar'. Así que me arrodillé en el pasto, cerca a un puente pequeño, y reclamé la propiedad. Además, declaré en voz alta: 'Nunca ¡obtendrán esta propiedad! tomo posesión de ella para el Señor"'.
A los pocos días habló de nuevo con el señor Edwards, quien le hizo una pregunta directa: "Si les digo que no a ellos, ¿`cerrará' usted el negocio conmigo?". Rees sabía tan poco sobre la compra de propiedades, ¡que primero tuvo que preguntar cuál era el significado de esa expresión! Luego, le prometió cerrar el negocio dentro de dos semanas, después de su regreso de la Convención de Keswick.
Mientras estaba en Keswick, Dios le dio otra confirmación maravillosa. Le llegó una invitación para predicar en Anwoth, Iglesia ubicada en el sur de Escocia. Enfrentados con tan grande decisión, no hubieran ido a no ser por una guía directa del Espíritu Santo. Pero tan pronto como llegaron a Anwoth, la señora Stewart, con quien se hospedaron, la viuda del anterior Cónsul General en Persia, les dijo que frente al dormitorio de ellos habían sido martirizados veintenas de los que firmaron el Pacto Nacional. "Esto es de Dios", dijo Rees, "nuevamente hemos sido guiados, aún cuando vinimos contra nuestra voluntad". Al día siguiente fueron invitados a tomar el té con Sir William y Lady Maxwell, en la Casa Cardoness. Lo primero que Sir William hizo fue llevarlos a una pequeña sala donde colgaba de la pared un documento enmarcado. "Voy a mostrarles la Escritura más preciosa que hay en Escocia", dijo, "firmada con la sangre de quienes pusieron sus nombres en ella".
"Cuando él dijo eso", continuó Rees, "sentí que mi sangre se me paralizaba. Pensar que en Glynderwen el Señor me había dicho que me había traído de regreso para servirle en un caso contra la Iglesia de Roma, y encontrarme cara a cara con esta Escritura. Es una maravilla que pudiera permanecer sobre mis pies. Había firmas garabateadas en sangre como si las hubieran hecho con pedacitos de madera. Al verlo, cambié totalmente. Haría lo posible para vindicar al Espíritu Santo. Aquella noche en mi habitación, derramé lágrimas. Le dije al Espíritu Santo: 'Aunque me cueste sangre, lo haré por Ti. Si el señor Edwards pide 10.000 libras, las pagaré. Y si la Iglesia de Roma coloca un fósforo en Glynderwen al día siguiente y convierte la propiedad en cenizas, aún diré que ha sido mi mejor inversión. El Espíritu de Dios descendió sobre mí para luchar contra esa Iglesia. Era la ira de Dios en mí hacia la Iglesia de Roma, por mantener a quinientos millones de almas en tinieblas, en el continente y en otras partes. Entré a un mundo donde no contaba con la confraternidad de la gente; la única comunión era con aquellos mártires que habían puesto sus propias vidas por la libertad del Evangelio. Cuando vi. aquella Escritura el poder de Dios vino sobre mí y cambió ¡mi cuerpo de barro en acero!".1
. En cuanto a esta Escritura, el señor J. Purves, quien es el autor de Sweet Believing (Dulce Creencia), un libro sobre estos mártires, nos ha enviado muy gentilmente, la siguiente nota: "Por medio de la familia Real de Stuart, su Derecho Divino de Reyes, y sus leyes y objetivos en la Iglesia del Estado, el poder de Roma ensombreció a Escocia durante casi todo el siglo XVII. A fines de febrero de 1638, fue redactado el Pacto Nacional por los líderes espirituales de la tierra y muchos miles lo firmaron con avidez diciendo: 'Especialmente detestamos y rechazamos la autoridad usurpada de ese Anticristo romano sobre las Escrituras de Dios, sobre la iglesia, el magistrado civil y la conciencia de los Hombres', y de acuerdo a ello anunciamos un replanteamiento claro y literal de la Fe Reformada, tal como se planteó en la Confesión de Fe de 1580-81. Fue la protesta abierta de una nación contra el papismo y la reafirmación de los puntos bíblicos del Evangelio de Salvación. Comprometía solemnemente que lo firmaran, a promover la doctrina y disciplina evangélica en toda su pureza bíblica". "Preservado en el Museo de la Corporación de Edimburgo está el gran original, un pergamino de piel de venado con 3.250 nombres sobre él, algunos evidentemente escritos con sangre. Fue suscrito en el patio de la Iglesia de Greyfriars, Edimburgo, el 28 de febrero de 1638. Inmediatamente se hicieron circular por el país copias de este Pacto Nacional, aún a lugares tan lejanos como Londres, en procura de firmas. Fue una de estas tan apreciadas copias la que el señor Howells vio en la Casa Cardoness, firmada por algunos de aquellos quienes sufrieron hasta la muerte. Las copias preparadas para las firmas eran escritas, generalmente, en papel vitela. El ejemplar de la Casa Cardoness es la única copia impresa que se conoce hoy de ese gran documento, el cual fue abrazado sinceramente por todas las iglesias de 1638, jurado y firmado con lágrimas y gran gozo".
"Me siento en gran deuda con el Coronel E. Rainsford-Hannay, de la Casa Cardoness, por suplirme amablemente los detalles que muestran la autenticidad de la copia Cardoness del Pacto Nacional, en la cual aparecen lado a lado los nombres honrados de los nobles así como de los plebeyos. La señora Rainsford-Hannay es hija de los difuntos Sir William y Lady Maxwell, quienes recibieron como huésped al señor Howells en la Casa Cardoness".
Cuando Rees Howells volvió de Keswick, al señor Edwards le hizo una oferta definida de Glynderwen, por 6.300 libras. "Pensé que pediría más", dijo Rees, "y tenía la intención de aceptarla, pero el Espíritu Santo dijo: `No. Lo que te prometí fue un talento de oro, y ni un penique más'. Me opuse a Dios por un segundo, mostré mi actitud hacia El, pero no dijo ni una palabra más y supe que no me atrevería a desobedecerle. Cuando cuestioné el precio, el señor Edwards me dijo que hablaría el asunto con su agente al día siguiente. Pero en vez de hacerlo, fui a la casa de un amigo en Llanelly, donde no comí ni bebí durante dos días. Qué agonía pasé. . . ¡pero qué lecciones aprendí! Le dije a Dios que El me había llamado a luchar contra la Iglesia de Roma, y que ahora estaba poniendo objeciones por 150 libras. El a cambio me recordó: ¿No había reclamado yo a Glynderwen para El? ¿No creía, entonces, que los católicos no lo obtendrían? Si se había ganado la batalla en Escocia, ¿podría el Espíritu permitir que el señor Edwards vendiera la propiedad a otro? Comenzaba a fortalecerme. ¿Estaba el señor Edwards en las manos del Espíritu Santo? ¿Podría inducirlo el diablo a vender la propiedad? En dos días obtuve la victoria, ¡y qué libertad tuve! No importando el precio que el enemigo ofreciera, él no podría obtener la propiedad. Había oído decir que el señor Edwards era un gran hombre de negocios, pero tenía que aprender que Dios podía ejercer control sobre él. Llegué a comprender que si Dios desea tomar posesión de una propiedad, el dueño tiene muy poco que ver en el asunto.
Cuando volví a casa, recibí una carta del señor Edwards diciendo que el negocio no se haría. Ya que yo no había ido a ver a su agente, había comprobado que no era un hombre de negocios. Vendería la propiedad a otro que le ofrecía 10.000 libras.
"La carta no me afectó porque el Capitán Invisible se había hecho cargo de la situación y la responsabilidad ya no era mía. Escribí al señor Edwards y le dije francamente que me era más difícil rehusar su oferta de 6.300 libras que aceptarla; pero que Dios había dicho que no debería pagar más de 6.150 libras. Le conté que después de pasar dos días con El, sin comer ni beber, me había confirmado Su palabra. ¡Recibí una carta como respuesta, en la cual me decía que rebajaría la oferta en' 500 libras! Rehusó recibir un penique más. ¿No era esto de Dios?".
Cuando se firmó el contrato, el señor Howells tenía un plazo de diez días para el pago inicial. El día que debía ir al agente con el dinero, le faltaban 140 libras. A la hora de la entrega, aún le faltaba esa cantidad, pero en fe, salió para la oficina. No había estado allí mucho tiempo, cuando llegó la señora Howells. Ella lo había seguido con la correspondencia en la que había tres cheques que sumaban exactamente 140 libras.
Pero la batalla verdadera surgió en cuanto a la suma total a pagar. El nunca antes había tratado con sumas tan grandes, y la carga sobre él fue grande. No debía presidir reuniones, ni hacer llamados para recolectar el dinero; sus ojos deberían estar puestos solamente en Dios. Rees se puso a orar, pasando los días en la pequeña habitación del segundo piso de la casa de su madre. Estaba a solas con Dios y Su Palabra de seis de la mañana a cinco de la tarde. A esa hora ingería alimentos por primera vez en el día. Por las noches continuaba en oración, ahora acompañado por su recién hallado compañero de oración, el señor Tommy Howells. Pasaron diez meses de esta manera hasta que la victoria fue completa.
Fue durante este tiempo que Dios estableció para él los principios de fe en las finanzas. Esto predominarían en todos sus tratos futuros con compras de propiedades y su mantenimiento. Jorge Müller era el único hombre de quien él sabía que había hecho algo así antes; sin concilio, sin denominación que lo apoyara, sin hacer conocidas a otros sus necesidades, y encerrado con Dios solamente. El señor Howells halló en él una gran ayuda en la prueba de que se puede confiar en las promesas de Dios y así caminar por fe. En efecto, comentó que los únicos dos libros que le ayudaron durante este período crítico fueron la Biblia y la autobiografía de Jorge Müller. A menudo se sentía animado a pensar: "Esto debe ser verdad, porque Müller lo hizo". "Estaba decidido a no hacer más de lo que Müller hizo, o sea, no comprar ni edificar hasta no tener tres cuartas partes del dinero.
Pero en sus súplicas diarias al Señor en cuanto al talento de oro prometido, el Espíritu le recordó algo más: el libro de Hageo. Los judíos habían comenzado a construir el segundo templo y la obra se había detenido debido a las acusaciones de sus enemigos. Entonces el Señor, por medio de Hageo, les dijo que fueran y construyeran aunque estuvieran en gran pobreza. Fue entonces cuando Dios les dijo: "Mía es la plata y mío es el oro", (Hag. 2:8). Empezaron a edificar basados en la fortaleza dada por la promesa, y en la lejana Babilonia, Dios movió al rey Darío para buscar en los archivos y ver lo qué les había prometido Ciro, y les envió todo lo que necesitaban (Esd. 6).
Después de enfrentar a Rees con este pasaje, el Señor le dijo: "Si crees que soy el dueño de la plata y el oro, mientras construyes te daré todo lo que necesites". En otras palabras, el Señor estaba ahora guiando a Su siervo de manera diferente a como lo hizo con Muller. No debía esperar hasta que tuviera las tres cuartas partes del dinero, sino que debía seguir adelante y no esperar una liberación del Señor en el día de hoy para una necesidad de mañana. Dios le había enseñado años antes, que "las promesas de Dios son iguales a dinero en efectivo", y que por lo tanto, debería actuar basado en las promesas como si realmente tuviera el dinero en la mano; pero él nunca pensó que fuera llamado a aplicar ese principio en gran escala. Implicaba muchas pruebas severas y no dudó en usar los métodos de adelantos del banco cuando era guiado a hacerlo. Pero la prueba de que Dios había estado con Su siervo de esta manera como lo estuvo con Jorge Muller de la otra, es que no hay deudas ni hipotecas hoy en las propiedades, cuyo valor actual es de unas 100.000 libras.
Pero regresemos a la compra de Glynderwen. El próximo pago requerido era de 2.000 libras. El Señor envió regalos desde cinco chelines hasta 300 libras durante los próximos tres meses. Cuando sólo tenía 1.700 libras, el agente inesperadamente le llamó requiriendo el pago a las once de la mañana siguiente. Al principio, Rees se desconcertó un poco pensando el por qué el Señor había permitido este pedido tan repentino. Caminaba por la calle Wind ("Viento") en Swansea y cuando pasaban bajo el puente, la palabra del Señor vino a él: "Confía en el Señor siempre, porque en Jehová el Señor están los recursos eternos". Era una palabra desde el cielo para él, y creyó que para las once de la mañana siguiente estaría pasando bajo aquel puente con el dinero. Tenía que tomar un tren y, hallando un vagón vacío, se arrodilló y alabó a Dios. "Podría haber danzado de gozo", dijo. A la mañana siguiente tenía las 300 libras. La mujer que las envió le dijo después que había sentido una gran carga por él durante la misma media hora en la cual él creyó. Era una carga tal, que tuvo que cerrar la tienda para ir a enviarle el dinero. ¡Podía pagar las 2.000 libras ese día y aún tener 18 libras a su favor!
Glynderwen había sido la casa de Sir Charles Eden, un tío del Honorable Anthony Eden. El terreno consistía de una mansión y 3.200 metros cuadrados, además de una taberna. La propiedad se había distribuido en prados, jardines, y un campo de tenis, teniendo una vista preciosa de la Bahía de Swansea y Mumbles. Durante los días de prueba, antes de ser pagadas las dos mil libras, surgió una oferta para comprarle al señor Howells la taberna y 1,600 metros cuadrados. Hacía muchos años que no se había concedido ninguna licencia nueva para la venta de licor en Swansea, así que el permiso sólo, ya valía más de mil libras. Tal venta hubiera provisto el dinero que se necesitaba. Esta fue la primera tentación en cuanto a finanzas; una manera fácil de salir del apuro. Pero no había posibilidad de términos medios. La oferta fue rechazada, la taberna se cerró, y el valor de la licencia se perdió. El poseedor del permiso fue indemnizado por liquidar tal negocio. La justicia es para todos, tanto santos como publicanos. Después, agregándole ocho habitaciones, la taberna misma fue convertida en un albergue para caballeros.
Toda la propiedad fue colocada en manos de tres administradores, quienes permanecieron unidos en esta aventura de fe. Fueron: El finado Rey. W.W. Lewis, un muy conocido y respetado ministro de Swansea; el señor Henry Griffiths, entonces el funcionario de confianza de la Compañía de la Mina de Carbón de la Montaña Grande y ahora es Contador de Grupo del Consejo Nacional del Carbón; y el tercero era Rees Howells.
El señor Edwards, el dueño previo, llegó a ser muy amigo de Rees y en años posteriores hizo contribuciones para la obra. Le dijo, "Yo no podía vender la propiedad a nadie más". Cuando se recibió la cuenta completa con cerca de veinte partidas, incluyendo los honorarios del agente, y la suma pagada por la licencia de la taberna, el total llegó a ser de 6.150 libras, siete chelines y cuatro peniques, ¡el equivalente a un talento de oro más siete chelines y los cuatro peniques!
La apertura del Instituto fue el lunes de Pentecostés de 1924 y vinieron multitudes a oír el recuento de lo que Dios había hecho durante el gran período de desconcierto comercial y escasez de dinero. Se reunieron alrededor de mil personas. "Recuerdo cómo me probó Dios", dijo Rees, "en ese entonces no teníamos ni una carpa o un edificio que fuera suficiente para acomodar a tanta gente y las reuniones tendrían que celebrarse al aire libre. Había estado lloviendo durante casi toda la semana. Yo había pedido cientos de sillas de la Corporación. El domingo obtuve la victoria respecto a que el lunes de Pentecostés haría buen clima; le dije a la gente que no habría ni una gota de lluvia hasta que llegaran a sus hogares ese día". Una de los futuros tutores del Instituto Bíblico, un erudito del griego y del hebreo, el Rev. Llynfi Davies, M.A., B.D., testificó después cómo había llegado a aquella reunión siendo un modernista y había salido siendo creyente. Al no encontrar un comité o un cuerpo religioso tras el Instituto, la prensa lo llamó "El Instituto de Dios". . . ¡Un título acertado!
Capítulo Veintiséis
EL INSTITUTO BÍBLICO DE GALES
Durante los primeros doce meses posteriores a la apertura del Instituto todo fue un gran éxito. Había cinco tutores y 38 estudiantes, la noticia acerca del Instituto salió en todos los periódicos del sur de Gales. Al finalizar el primer período se celebró una Convención a la cual asistieron cuarenta pastores. Pero ninguna obra de Dios queda bien establecida si no pasa por fuego. Debido a su creciente popularidad, Dios tuvo que llevar al Instituto a la muerte para que no hubiera nada en que pudieran confiar sino solamente en El. Fue igual que en años pasados cuando quitó a su siervo la popularidad y le hizo vivir del ojo del público, llevándolo a una vida oculta que muy pocos entendieron.
Dios le había estado mostrando al señor Howells durante las vacaciones de verano que El no estaba totalmente satisfecho con el Instituto. Había mundanalidad entre los estudiantes y falta de voluntad para vivir de acuerdo a los modelos de fe y entrega total que el Espíritu Santo había dicho debían ser presentados y sostenidos dentro de la institución. El Señor le advirtió que vendrían problemas, pero que por medio de ellos El haría una purga en la obra para Su gloria. Aún así, no se dieron cuenta en forma total, de lo severa que sería la prueba.
Poco después de comenzar el segundo período, surgió un conflicto agudo de carácter interno, que redujo el personal a un equipo de dos profesores y cinco estudiantes. Las heridas dentro del Cuerpo de Cristo son siempre dolorosas y nos colocan en el polvo, a los pies de Aquel quien murió para hacernos uno con El. Pero Dios tiene maneras maravillosas de sacar bien del mal, e hizo esto con el Instituto. En cuanto al señor Howells, Dios le dio una palabra definida: "Donde no hay chismoso, la disputa cesa". Fue así como no permitió que se le hablara una palabra en contra de aquellos que se habían ido. El Señor lo llamó nuevamente a la posición en la cual fue capaz de amar a aquel misionero de Madeira. Sin necesitar semanas para lograrlo en esta ocasión, pudo orar para que Dios bendijera tanto a quienes se habían ido como a los que se quedaron.
Durante doce meses no tuvieron ni una sola clase, y muchos pensaron que el Instituto nunca se levantaría de nuevo. Pero este tiempo fue pasado a solas con Dios en oración y pudieron comprobar que la obra no dependía del sostén humano o de la popularidad. "A través de esta experiencia", dijo Rees, "el Instituto fue colocado sobre la Roca de las Edades, sobre una base que ningún hombre ni diablo podría remover jamás". Es muy notable el hecho de que nunca recibieron grandes ofrendas hasta entonces, pero en adelante Dios empezó a enviarles sumas cada vez mayores de dinero.
A los cinco años, con ocasión del quinto aniversario, Rees Howells publicó el primer informe escrito. En él decía:
Deseamos relatarles brevemente lo que se ha logrado durante los últimos cinco años, tanto por medio de la fe, como por la oración efectiva. Miles estuvieron pendientes del resultado de esta aventura de fe. Un Instituto sin un comité, concilio, denominación y persona rica que lo apoyara. No se pidió ayuda financiera; una de las metas principales era el fortalecimiento de la fe del pueblo de Dios al dar una prueba visible de que El es el Dios viviente y fiel. . . Las necesidades del Instituto tal como está hoy son de cinco libras diarias (casi 35 libras semanales). Durante los pasados tres años, rara vez hemos tenido fondos suficientes para suplir nuestras necesidades de tres días seguidos. Ha sido la voluntad de Dios enseñarnos la forma de confiar en El cada mañana para las necesidades del día, para dar así una demostración práctica de las palabras `danos hoy nuestro pan de cada día'. Estos años han sido de gran confusión financiera en el mundo; la escasez de dinero y la presión financiera han hecho fallar los corazones de los hombres y muchos no han podido soportar la tensión. Pero el Señor ha estado comprobándonos día a día que la fe viva está por encima de las circunstancias; ningún retardo puede desanimarla, ninguna pérdida de amigos ni depresión comercial puede afectarla.
Durante este período el Señor ha permitido que seamos probados más allá de nuestras fuerzas; a menudo fuimos presionados sin medida, por encima de nuestra fortaleza. . . para que no confiáramos en nosotros mismos. Nuestra fe ha crecido con la obra y hemos experimentado una y otra vez que todas las pruebas han venido para el fortalecimiento de ella. Pocos años atrás fuimos capaces de aceptar el desafío de edificar un Instituto cuando sólo teníamos dos chelines. Hasta ahora hemos recibido 8.000 libras, sin pedirle dinero a nadie. Esto es para nosotros una gran motivación para que confiemos aún más.
En nuestro equipo tenemos seis tutores, cuatro de ellos con grados obtenidos en diversas universidades de nuestro país; los otros dos son pastores destacados en nuestra ciudad. Tenemos treinta estudiantes en el Instituto, hombres y mujeres quienes han sido llamados por el Espíritu Santo y han aceptado con gozo la vida de fe. La enseñanza es gratuita, y el alojamiento cuesta lo menos posible. Por medio de las ofrendas enviadas al Instituto en respuesta a la oración de fe, hemos podido alojar por casi la mitad del costo actual.
Capítulo Veintisiete
COMPRA DE LA SEGUNDA PROPIEDAD
El Señor había estado colocando una carga durante dos años sobre Rees: Que adquiriera otra propiedad para poder duplicar el estudiantado. La palabra que recibió fue: "Ensancha el sitio de tu tienda, y las cortinas de tus habitaciones sean extendidas".
Un mes antes de imprimir aquel primer informe, él supo de la muerte de Sir Charles Ruthen, el propietario de Derwen Fawr, una hermosa propiedad ubicada un poco más allá de la vía a Glynderwen. (Derwen Fawr en galés significa Gran Roble. El antiguo árbol aún está en los terrenos). Sir Charles había sido Director de Vivienda para el Ministerio de Salud, e invirtió miles de libras en la propiedad comprando toda la tierra que había entre ella y la carretera a Mumbles, para impedir que algo obstruyera la vista de la bahía de Swansea. El terreno consistía de una casa grande, tres casas de campo, y siete hectáreas de terreno. Sir Charles había demostrado su habilidad como arquitecto al modificar la casa y al convertir grandes áreas del terreno en prados y en hermosos jardines italianos. Para estos jardines hizo arreglos con piedras costosas traída de Italia, costándole más de 20.000 libras. Entre los huéspedes que habían estado allí se encontraban el señor Lloyd George y su familia cuando él era Primer Ministro, Lord Melchett, y otros ministros del gabinete. El valor del terreno iba en mucho aumento porque la ciudad de Swansea crecía rápidamente en dirección a Mumbles y porque Derwen Fawr era la propiedad más grande y más cercana a la Universidad.
El Señor le reveló al señor Howells que Derwen Fawr era la próxima propiedad que debía comprar. Así que empezó a orar al respecto, y algunas veces caminaba con sus amigos alrededor del muro de la propiedad tal como si rondaran los muros de Jericó. Poco después supo que Lady Ruthen había puesto la propiedad a la venta y que, una vez más, la Iglesia de Roma quería comprarla. Ante tal prueba, sintió la necesidad de una señal de parte de Dios. Vió la seriedad de la posición, porque si adquirían esta propiedad podrían establecer un centro cercano a la Universidad. Estaba seguro de que Dios lo llamaba de nuevo a "luchar contra el enemigo, la Iglesia de Roma". De manera que le pidió que como confirmación le enviaran un cheque grande al día siguiente, de una fuente nueva para ellos. En la mañana llegó el primer y el segundo correos sin dinero, ¡pero en el tercero había una carta con 100 libras provenientes de alguien que nunca les había ofrendado antes!
La gran depresión financiera estaba en su peor grado entonces, y las existencias de oro de la Gran Bretaña descendieron. Era la peor época para emprender otra gran deuda. La carga sobre él era grande. "El Señor muestra siempre todas las dificultades cuando va a hacer algo a través de uno", dijo. Se sintió guiado a pedir otra señal más. El cumpliría cincuenta años en unos días, y le pidió a Dios que le enviaran un cheque por cincuenta libras, una libra por año, y que también proviniera de una fuente nueva. "Recuerdo la reunión que tuvimos la noche anterior", dijo, " ¡alabando a Dios antes de la victoria! Estábamos creyendo grandes cosas". Llegó la mañana y todo el equipo y alumnos estaban esperando la liberación divina. Esta vez el cartero trajo solamente una carta, de Escocia. "La abrimos con gran animación y encontramos dentro un cheque por cincuenta libras que venía de un donante nuevo".
Llevó esta ofrenda a su primo, el Dr. John Manila quien tenía un consultorio en Swansea y se la mostró como señal de que él sería el dueño de Derwen Fawr. El doctor hizo contacto con Lady Ruthen y en pocos días los dos fueron a ver la propiedad. Ella concedió al señor Howells la primera opción de compra. Lo más notable de todo, es que el mismo día que ellos fueron a visitarla por primera vez, conocieron al agente de los Católicos Romanos quien había sido enviado desde Londres para evaluar la propiedad. "Pero el Señor cambió el tiempo", dijo Rees. "Fue un día deprimente, húmedo y lleno de niebla y estoy seguro que no vio ni la mitad del lugar. Se debe haber ido no muy impresionado". Pero Rees estaba "cara a cara con el enemigo" su gran prueba había llegado. ¿Haría él la primera oferta? Por Glynderwen habían ofrecido 4.000 libras más de lo que luego pagaron; ¿qué ofrecerían por Derwen Fawr? Fue hasta el agente y le dio su cifra. El agente lo consideró favorable, y le pidió que volviera después del fin de semana.
"Recuerdo cómo me sentí al pensar en lo que había hecho", dijo el señor Howells. "Todavía debía por Glynderwen y estaba adquiriendo una nueva deuda de 10.000 libras. Aquel domingo debía predicar lejos de Swansea. Cuando me acosté el sábado en la noche, no podía dormir. Me levanté y bajé para orar. Esto implicaba una zambullida repentina en miles de libras sin tener ni un centavo a la mano. Sólo aquellos quienes han puesto su mano en el arado y no pueden mirar atrás saben lo que significa esto. Todo el ayuno del mundo no es nada comparado con el hecho de tener deudas. Nunca lo hubiera hecho por mi propia familia, solamente por el Reino. El diablo me dijo claramente que si compraba Derwen Fawr aún debiendo por Glynderwen, iría a la corte por bancarrota. Me vi. en esa situación. Pero cuando hizo mención de la palabra 'bancarrota', le dije; `Cuando estaba en Escocia, dije que iba a pagar 10.000 libras por Glynderwen y que si los Católicos lo convertían en cenizas al día siguiente, aún sería la mejor inversión que jamás hubiera hecho. Es así como no solamente estoy dispuesto a ir a la bancarrota por Derwen Fawr, sino que estoy dispuesto a derramar hasta mi última gota de sangre para que no caiga en manos de la Iglesia de Roma'. En el momento en que lo dije eso, obtuve la victoria. En mi predicación dominical me sentí tan libre como un pájaro.
El lunes en la mañana regresé a Swansea y fui al agente para saber si las negociaciones habían sido exitosas. El no había llegado, y mientras caminaba por la ciudad esperándolo, me encontré con un amigo que me preguntó dónde había estado durante el fin de semana. Dijo que pensó en mí constantemente. 'Y con razón', le dije, ¡he estado en la corte para bancarrotas!'. Seguidamente le describí la victoria del sábado en la noche. Se quedó pensando por un momento, y luego dijo: ` ¿Por qué estás solo luchando esta batalla? ¿Eres acaso el único protestante en el mundo?'. 'Parece que así es', le respondí. 'Bien', continuó, 'no vas a seguir sólo en esto. Si los que firmaron el Pacto Nacional dieron su sangre para obtener esta libertad para nosotros, yo también voy a dar algo para mantenerla. Vé a tu agente, y si tu oferta es aceptada, regresa a mí por el depósito'. ¡Qué victoria de valor incalculable! Ambos nos quedamos quietos con lágrimas en nuestros ojos. Había sido una dura escalada, pero pude decir con Abraham: 'Jehová-Jireh, en el monte de Jehová será provisto'. También me parecía oír aquellas palabras que habló Dios a Su siervo: 'Por cuanto has hecho esto,... de cierto te bendeciré. . . por cuanto obedeciste mi voz'. La liberación se halla siempre en el 'monte'; la fe viva debe probarle primero a Dios que ha aceptado Su promesa y palabra como la victoria".
Cuando llegó al agente, dijo que habría algún retardo en las negociaciones. Entonces el Señor le dijo al señor Howells que hiciera conocido el desafío. Así que envió 4.000 folletos contando sobre la guía del Señor al respecto y diciendo: "Las negociaciones se están llevando a cabo y ahora que el Señor nos ha dado la victoria por medio de la fe, creemos que 'Jehová-Jireh' Jehová proveerá muy pronto y estará inscrito sobre esa maravillosa propiedad".
Unas semanas después, los católicos retiraron su oferta, probablemente debido al informe desfavorable de su agente. Pero también había otro sindicato queriendo la propiedad, pues los contratistas locales sabían que ésta era una de las propiedades más deseables para la construcción en toda la ciudad de Swansea. Durante varias semanas de tensión no se sabía si sería de ellos o del Instituto. El único derecho que el señor Howells tenía era la promesa de la primera opción que le había dado Lady Ruthen. Fue a la oficina del agente un sábado para hacer el arreglo final, pero él dijo que estaba muy ocupado y le pidió que regresara el lunes siguiente. Rees podía ver que lo estaba dejando a un lado, y le pidió a su primo, el doctor, que lo acompañara el lunes. "Fue un día culminante que recordaremos siempre", dijo el señor Howells. "Cuando llegamos a la oficina estaba solamente la oficinista; dijo que el agente estaba enfermo en su casa, ¡y que me había enviado un mensaje diciendo que Derwen Fawr se había vendido! Fue demasiado para mi primo y no anduvo con rodeos en lo que dijo. Ahora, en verdad, era la gran prueba. ¿Era de Dios o del hombre? Si era de Dios, Derwen Fawr nunca podría ser vendida a otra persona. Al salir de la oficina, el Señor me dio fortaleza para decirle a mi primo: ¡Derwen Fawr no está vendida!'. Su respuesta estuvo llena de énfasis: ` ¿No oíste a la mujer decir que ya se ha vendido? ¿Cómo puedes decir que no lo está?'. 'Por qué el Señor me dijo que la comprara', respondí. 'Hace meses que lo publiqué en un folleto'. Luego, le dije: ` ¿Iras a ver al agente?'. Este hombre era un paciente de mi primo. Estuvo de acuerdo y salió inmediatamente para allá. La hija abrió la puerta y dijo que nadie podía ver a su padre, que estaba demasiado enfermo como para recibir visitas. 'Es la primera vez que sé de un paciente que está demasiado enfermo como para ver a un médico, respondió mi primo y entró. Fue entonces cuando supo que el sindicato había enviado un cheque para el depósito a la oficina del agente, el cual hubiera sido aceptado esa mañana al no estar enfermo él. A esa hora, a las once de la noche estuvo de acuerdo en rechazarles la oferta.
Luego, el Señor me dijo: 'Debes comprar Derwen Fawr esta noche, o nunca'. Así que aquella misma noche mi esposa y yo fuimos a ver a Lady Ruthen. Mientras nos acercábamos notamos que apagaron todas les luces. `Mira', dijo el enemigo, ' ¡saben que vienes y no quieren verte!'. Ella vaciló y nos dijo que estaba considerando no vender la propiedad. Le recordé su promesa, y su yerno la confirmó. Entonces le ofrecí 500 libras más que el sindicato y todo se arregló. El yerno me pidió que le diera al agente un depósito hasta que pudiéramos firmar el contrato. Todo lo que yo tenía en este mundo eran 25 libras de dos ofrendas que había recibido ese día, ¡así que ese fue mi primer depósito!".
La decisión de comprar había sido tomada en Noche Buena, por el precio de 8.000 libras. En tres días, el señor Howells recibió cinco donaciones de 250, 300, 50, 25 y 50 libras, y con otras sumas pequeñas pudo pagar el depósito legal y asegurar la propiedad. Rees no fue guiado a aceptar la amable oferta hecha unos pocos meses antes por aquel amigo quien, sin embargo, ayudó substancialmente después.
El lunes de Pentecostés de 1930, cerca de mil personas de todas partes de Gales se reunieron para celebrar el sexto aniversario del Instituto y la dedicación de Derwen Fawr. En los jardines del frente de la casa había un gran pedestal de piedra de cerca de más de un metro de altura, sobre el cual estaba colocada una estatua. Esta fue removida y en ambos lados del pedestal se hallan ahora dos inscripciones como testimonio permanente de la fidelidad de Dios: "Jehová-Jireh" Jehová Proveerá, y "Fe es substancia".
Capítulo Veintiocho
LA TERCERA PROPIEDAD Y EL HOGAR DE NIÑOS
Mientras Rees Howells aún estaba pagando la propiedad de Derwen Fawr y confiando diariamente en el Señor para las necesidades del Instituto, Dios le dijo que siguiera erigiendo nuevos edificios. Los dos primeros en construirse serían la Capilla del Instituto, con capacidad para 200 y un Salón de Conferencias para 400 personas. Seguirían dos residencias para varones y una para damas para acomodar a cien estudiantes; todo a un costo de unas 6.000 libras.
Cuando contrataron a los obreros, no había ni un centavo a la mano. Pero aunque se les empleó regularmente durante 18 meses, implicando esto un salario semanal de entre veinte y treinta libras, ni una vez se fueron sin recibir sus salarios completos. Aún así, era raro tener dinero los viernes para pagar los salarios el sábado. Algunas veces la liberación no venía en el primer correo del sábado, haciéndose un llamado a la oración triunfante antes de que llegara el segundo. "El Señor me mantuvo permaneciendo cada día y cada hora", dijo Rees, "para así cumplir con el requisito de poder reclamar respuesta para mis oraciones".
Durante estos meses fue guiado por primera vez a orar por una donación de 1.000 libras. Un martes en la mañana, el Señor le dijo que hiciera a los obreros detenerse en su trabajo, que dejaran de dar las clases y que dedicaran cada hora a esperar en Dios. El trabajo no debería reiniciarse hasta que no llegaran las mil libras y durante aquellos días "no hubo sonido de martillo". Día tras día oraban una y otra vez, "alcanzando el Trono con cada oración", hasta que llegaron las 1.000 libras el viernes en la mañana. “¡Qué grito de victoria hubo!".
Cada mañana cuando llegaba el lechero al Instituto, el señor Howells estaba allí para saludarlo. Acostumbraba decir que, como él mismo, Rees había descubierto el secreto de tener que "ser un pájaro tempranero, si se desea vencer en el mundo". Cuando llegó la mañana después de la victoria, puso sus caneca en el piso deliberadamente, con las manos en la cintura le preguntó: "¿Es verdad lo que he oído?". "¿Qué has oído?". “¡Que has conseguido mil libras!". "Sí, es verdad". “¡Bien, bien! Parece que tú y Amy Johnson (la actriz), ¡son las dos únicas personas que pueden conseguir dinero en estos días!".
El programa de construcciones estaba por finalizar cuando llegó el siguiente llamado, en 1932. Rees estaba leyendo sobre la vida del Dr. Whitfield Guinness, de la Misión al Interior de la China. Nadie les había ofrecido un hogar a sus hijos en ese país durante sus vacaciones de los estudios, a pesar de que sus padres habían abierto su hogar a tanta gente. Decía que eso le angustió más que las persecuciones que tuvo que soportar en la China. El Señor usó esto para colocar ante Rees la necesidad de muchos misioneros que tenían que dejar a sus hijos en su patria para poder salir al campo misionero. Fue una de las experiencias profundas y agonizantes de su vida. Sintió la angustia de las madres quienes dejaban a sus niños en este país, sin hogar y sin parientes cercanos. El Espíritu Santo permitió que lo experimentara. Estuvo en su habitación sin comer ni beber, y sus gemidos se oían, hasta que clamó al Señor: "¿Qué deseas que haga?". (El acostumbraba decir que había una ley: cuando no se puede soportar más una carga, el Espíritu Santo debe tomarla). Sólo se sintió libre cuando el Señor le dijo: "Quiero que hagas un hogar para los hijos de los que no pueden llevarse a sus niños al campo misionero", y estuvo de acuerdo. Una experiencia profunda, sí, y un gran resultado. Del dolor provino la visión del Hogar y Escuela para Hijos de Misioneros. El fruto de esta intercesión se había obtenido años antes, cuando Dios le dijo que lo había hecho "un padre para los huérfanos". Desde ese día en adelante hubo oración continua en el Instituto, rogando por la causa de las madres y padres quienes habían probado por su obediencia que amaban al Señor más que a sus propios hijos.
Para establecer el Hogar, el señor Howells negoció durante varios meses con la Corporación Swansea respecto a comprar Sketty Park, la mansión de Sir Byng Morris, que incluía siete hectáreas de terreno y no quedaba lejos del Instituto, pero al final la Corporación decidió no vender. Al día siguiente, fue puesta en venta otra propiedad llamada Sketty Isaf. Esta era también un terreno de siete hectáreas, exactamente al otro lado de la vía a Derwen Fawr; los dueños deseaban vender la casa con solamente dos hectáreas, dando opción de compra de las otras cinco. El ocupante era el Major Pratt, quien, cuando supo que el señor Howells había empezado a orar por el sitio, dijo jocosamente en su club: " ¡Si Rees Howells ha comenzado a mirar por sobre mis muros y a orar, mejor salgo antes de que me pase algo!". ¡Y así lo hizo!.. .
El Señor le dijo a Rees que comprara el sitio. El contrato fue confeccionado por el agente y entregado a él para firmarlo, pero no tenía el depósito. Así que cargó durante tres semanas el documento en el bolsillo. El agente quiso que se lo diera de nuevo, pero Rees lo mantuvo lejos de su alcance. El Señor lo liberó en tres semanas, y Sketty Isaf se compró por 3.000 libras. Solamente en un mercado decadente, en días de depresión, pudo comprarse tal casa y terrenos tan baratos; tal como Derwen Fawr llegó a sus manos por un precio muy por debajo de su valor en un mercado normal. Más tarde, compró las otras cinco hectáreas y obtuvo casi tres más de terreno limítrofe baldío.
El fracaso en comprar Sketty Park y la posterior guía del Señor en cuanto a la mucho más conveniente propiedad de Sketty Isaf, ilustra una importante lección de fe, la cual explicó el señor Howells de la siguiente manera: "Siempre tenemos dificultad en un punto que no es realmente esencial, pero luego se obtiene algo mejor. Antes de comprar Derwen Fawr, estuve intentando durante meses comprar otro lugar grande a algunos kilómetros de distancia. Tuvimos la fe para comprarlo, pero mi oferta fue rechazada, y supimos que no era de Dios. Esa misma semana se ofreció a la venta Derwen Fawr, y yo no la habría cambiado por dos como aquella otra propiedad que antes pretendíamos. Luego obtuve la fe necesaria para comprar Sketty Park. En el momento en que la Corporación rechazó mi oferta, sentí gozo porque reconocí que Dios estaba en ese rechazo, y al día siguiente, ¡Sketty Isaf estaba en venta!". Luego Rees continuó mencionando lo que se registrará en un capítulo posterior, de cómo intentó comprar Sketty Hall, la casa de Lord Swansea, pero se le rechazó después de obtener la fe. En su lugar, Dios le dijo que comprara Penllergaer y ese gran terreno es probablemente del valor de varias veces Sketty Hall.
El mismo principio de fe se vio en acción en muchas otras ocasiones de su vida. Tratando de obtener una gran meta que el Señor le había dado, investigaba, pedía y creía en alguna liberación o provisión particular que no obtendría en la forma exacta en que la había pedido. A aquellos quienes estaban contemplando desde afuera, esto a menudo les parecía un fracaso o error y venían grandes cantidades de críticas; pero el efecto sobre él y los que estaban con él en la batalla de oración era opuesto. Esto solamente servía para fortalecerlo en la búsqueda del principal objetivo de fe hasta que lo había obtenido. Una desilusión en el proceso de lograr lo pedido lo consideraba como un trampolín, no como un fracaso. La semejanza es con un escalador quien sube hasta un pico pensando erróneamente que es la cumbre, solamente para hallar picos más altos más adelante y así aumentara su resolución de alcanzar la cumbre. El mismo principio se verá en operación más tarde en las batallas de fe del tiempo de la gran guerra.
El Instituto Bíblico contaba entonces con cincuenta estudiantes. Algunos de los que empezaron más temprano habían sido llamados ahora a formar parte del equipo del Instituto: Tommy Howells, un amigo del señor Howells en Brynamman, la señorita Margaret Williams, y otros quienes desempeñaban varios puestos de responsabilidad. Entre los tutores estaba el Rey. A.E. Glover, M.A., autor de A Thousand Miles of Miracle ("Mil Millas de Milagro"). Algunos de los estudiantes fueron a los campos misioneros con diferentes entidades: Una pareja con la Misión al Interior de la China, otros con la Cruzada Mundial de Evangelización (WEC), uno fue a la antigua estación misionera del señor Howells, Rusitu, con la Misión General al África del Sur; otro buen número de estudiantes entró al ministerio en Gales mismo.
La Escuela para Niños de Misioneros abrió sus puertas en 1933 contando con once niños y niñas, incluyendo a algunos alumnos diurnos del distrito, quienes también eran admitidos. A medida que se desarrolló, se tenía cuidado de preservar el Hogar cono un verdadero hogar para niños, sin la intrusión de la atmósfera de la escuela. Muy pronto creció el número de estudiantes diurnos y de hijos de misioneros y Dios empezó a enviarles el equipo: Kenneth McDouall, M.A., como director; la señorita Doris Ruscoe, B.A., como directora; la señorita G. Roderick, como ama de llaves y madre de los niños; la señorita Elaine Bodley, directora de la Escuela Preparatoria, y otros profesores y ayudantes, quienes daban gratuitamente sus servicios para el Señor. La Escuela se trasladó en 1935 a Glynderwen, y con su rápido desarrollo se hicieron necesarias extensiones adicionales. Un edificio para dormitorios, tres para las clases, y un gimnasio fueron añadidos. Como de costumbre, no había ni un penique a la mano cuando los constructores llegaron. Dios no trajo los pagos para la primera semana hasta el segundo correo del sábado, cuando llegó un cheque por veinte libras. El sábado siguiente, el Señor movió a una dama a dejar la preparación de su comida para ir al Instituto a donar 25 libras. En maneras como ésta, semana tras semana, se erigieron todos los nuevos edificios del Instituto y de la Escuela, ubicados en los tres terrenos, valorados en unas 30.000 libras.
Mientas edificaban, Rees recibió nueve ofrendas separadas de mil libras. En cierta ocasión, el Señor le dijo que de todas las ofrendas de cien libras o más debía dar el 25%. Un año, él dio mil libras para la obra de Dios en otro lugar, aunque en realidad él mismo las estaba necesitando para el adelanto de este trabajo. Siempre creyó en la ley del ciento por uno, y actuó basado en ella. Empezó el Instituto con dos chelines, y en catorce años el Señor le envió 125.000 libras.
Durante estos años, además de la bendición que recibieron los visitantes que ya conocían al Señor, hubo una sucesión continua de personas que conocieron al Señor. Le recibían como Salvador, bien fuera por medio de las reuniones en el Instituto o por estar bajo la influencia del Espíritu a través de la atmósfera del lugar. En realidad, sería necesario todo un volumen para contar las muchas historias de cómo "éste y aquel hombre nacieron de nuevo allí".
Capítulo Veintinueve
LIBRO DE ORACION: EDUARDO VIII
Durante los primeros años del Instituto, hubo algunos ejemplos destacados de respuestas a la oración, a escala nacional. Estos fueron precursores de la oración estratégica a nivel mundial al que sería llamado el Instituto en años posteriores. Dos de ellos son dignos de relatarlos.
Algo que se recordará siempre es la controversia que se levantó en 1928 en relación a la propuesta de introducir el Nuevo Libro de Oración en la Iglesia de Inglaterra. Prácticamente todos los obispos estaban de acuerdo en tenerlo, a pesar de la tendencia romanista, y de acuerdo con los periódicos, era una conclusión inevitable el hecho de que el Parlamento lo aceptaría. Muy pocos en el país hubieran pensado que la Cámara de los Comunes lo rechazaría. Repentinamente, dos días antes del debate en la Cámara, el Espíritu Santo le preguntó a Rees Howells si creía que el Señor podía impedir que fuese aprobado. Si tenía fe suficiente, debía citar a una reunión aquella tarde con el propósito definido del rechazo del Libro de Oración". Luchó al respecto' con Dios, solo, de 10 a.m. a 1 p.m. y luego citó a la reunión. Las clases de la tarde fueron canceladas. El Espíritu descendió con gran poder, y la reunión continuó hasta que el Señor les dio plena seguridad de la victoria.
A la mañana siguiente, los periódicos contaron cómo la Cámara de los Loores había votado y aceptado el proyecto; pero el veto provenía de la Cámara de los Comunes, que debía votar ese día. El Espíritu dijo a Rees Howells: "Continúa sin dudar". Las escenas dramáticas en la Cámara de los Comunes serán recordadas cuando, ante una gran audiencia, uno o dos de los miembros hablaron, como nunca lo había hecho antes, acerca de los peligros de permitir otras tendencias romanistas en nuestra Iglesia nacional. Se informó que la atmósfera de la Cámara se parecía a la de una reunión de carácter religioso, y para asombro de todos, votaron en contra del Nuevo Libro de Oración. Como dijo Rees, "el Señor ya nos había dado la victoria la tarde anterior".
Algunos años después, en 1936, sucedió la seria crisis nacional respecto al Rey Eduardo VIII y su proyecto de matrimonio. En esto, el Señor guió nuevamente a la Facultad a tomar una posición de oración. Los periódicos de las reuniones diarias dan el siguiente relato:
Diciembre 4: "La noticia sobre el Rey ha salido a la luz en los periódicos de la mañana, y el director nos dijo cuán serias son las condiciones. Regresamos a la tarde y rogamos al Señor que lo guiara, y le diera sabiduría y discernimiento a todos aquellos relacionados con esta crisis".
Diciembre 5: "Día de oración en el Instituto. La situación en Inglaterra está muy grave, porque se trata no solamente de nuestra tierra sino del mismo Imperio Británico".
Diciembre 6: "Día de oración y ayuno en el Instituto. Oramos por el Imperio en su crisis actual, el Señor revela que es Su voluntad que el Rey Eduardo abdique. El señor Howells estaba como un león fuerte en la lucha, y declaró: 'Eduardo no debe reinar, o el Señor no ha hablado por mí". Hubo una victoria maravillosa cuando creímos en la tarde".
Diciembre 7: "Hay acción de gracias por la victoria de ayer. Los periódicos revelan que mientras al final de la semana pasada el Rey estaba desafiando la oposición, ahora está ansioso de hacer sólo lo que sea mejor para el Imperio".
Diciembre 9: "Fe de parte del Señor para ayudar al Rey Eduardo a tomar una decisión de acuerdo con la voluntad de Dios, y que su alma sea bendecida".
Diciembre 10: "Volvimos a las 2:30 de la tarde para pedir al Señor que controlara el país, ahora que se conoce la 'noticia de la abdicación del Rey Eduardo VIII".
Diciembre 11: "Damos gracias por esta seguridad de parte del Espíritu Santo. El Señor ha salvado el Imperio, y levantó el nivel de vida en nuestra amada patria".
El Instituto tenía un número creciente de amigos en Gales del Sur, muchos de los cuales eran visitantes frecuentes recibiendo gran refrigerio espiritual de las reuniones y la comunión, muchos eran fieles ayudadores con las finanzas. A algunos de ellos, Rees también les pudo ministrar en cosas tanto prácticas como espirituales. Un hombre, quien había sido amigo del Instituto desde su fundación, estaba pasando por unos problemas muy difíciles en su negocio. ¡Sus acreedores lo estaban presionando, y un día desesperado, pidió al señor Howells que orara para que el Señor quitara las ruedas de sus carros! (Ex. 14:25). Rees halló que este amigo estaba a punto de cerrar puertas y abandonarlo todo. "No vas a hacer tal cosa", le dijo. "¿Qué pasará con tus hijos?". Lo llevó al banco y arregló para que se aclarase todo lo necesario. Desde ese día en adelante empezó a prosperar y ha sido el medio para traer mucha bendición al Instituto durante muchos años.
Hubo otro amigo del Instituto, un diácono de su Iglesia, quien tenía por costumbre venir a las reuniones. Sus negocios descendieron y vino con el corazón muy apesadumbrado para hablar con Rees y pedirle que orara. Un día el señor Howells fue a su hogar y halló que todo había sido embargado. La madre y la hija estaban llorando, pero el Señor le indicó a Su siervo que les dijera que él supliría para todas las reclamaciones que había sobre ellos. ¡Las lágrimas se convirtieron en lágrimas de gozo!
En otra ocasión, el señor Howells estaba orando por una cierta suma de dinero, la cual necesitaba ese mismo día. Había una mujer que siempre le daba esa cantidad en esta época particular, antes del plazo. Ella llegó aquel día y trajo la liberación, pero él podía ver que estaba abatida. Ella le dijo que su yerno estaba en un gran problema, y que había un caso de acusación en la corte por crimen contra él. Si había cometido el crimen y era hallado culpable, sería puesto en prisión. El caso sería dilucidado en una semana, y ella no podía dormir. Deseaba que Rees hablara con el Señor al respecto y le dijera si iba a ser puesto en prisión o no. "He orado por este dinero y ella lo trajo", dijo él, "eso puede influenciar mi opinión. ¿Me podría decir el Señor si era culpable o no? Pensé, si es culpable el Señor no lo liberará. Por otro lado, si no lo era y estaba en peligro de ser condenado. . . ¿podría librarlo el Señor? Fui a mi cuarto y estuve allí por largo rato. Después de mucha oración, el Señor me dijo: 'El no es culpable y será liberado'. Entonces, le pregunté a ella: ` ¿Te envió el Señor hoy? ¿Te dijo El que yo te daría el resultado?'. 'Sí', dijo ella. Entonces respondí: `Si deseas llorar, llora todo lo que quieras antes de que te lo diga, pero después, ¡no derrames ni un lágrima! El no es culpable, y será dejado en libertad". Para sorpresa de ellos, el jurado no pudo ponerse de acuerdo y tuvieron que posponer el caso durante dos días. Luego, cuando fue reasumido, el juez halló a uno de los testigos diciendo una historia diferente a la que contó anteriormente. La acusación se derrumbó y el hombre fue absuelto, expandiéndose la noticia por toda la ciudad.
Capítulo Treinta
LA COMISION A TODA CRIATURA
El otoño de 1934 fue un tiempo maravilloso en el Instituto. Temprano en las mañanas, el señor Howells pasaba muchas horas en oración, sólo con Dios. Estudiaba los cuatro evangelios y recibió mucha luz de parte del Espíritu Santo en cuanto a la vida y Persona del Salvador. Al llegar a la reunión de la mañana cada día, parecía como si viniera de la misma presencia de Dios. La Sra. Howells, quien conocía los métodos que el Espíritu usaba para trabajar con su esposo, sabía que el Señor lo estaba preparando para algo.
El día después de la Navidad, en la mañana, el Espíritu estaba hablándole aún más temprano de lo acostumbrado, antes de que se levantara. La señora Howells, quien también estaba despierta, lo oyó repetir: "Toda criatura, toda criatura". A las tres de la mañana estaba tan consciente de que Dios deseaba decirle algo, que se vistió y salió de su habitación. El Señor le preguntó que si creía que Su último mandato debía ser obedecido. "Lo creo", replicó. "¿Entonces crees que puedo dar el Evangelio a toda criatura?". "Claro que sí", respondió. "Creo que puedes hacerlo; Tú eres Dios". "Yo habito en ti', dijo luego el Señor, "¿puedo hacerme responsable de esto por medio de ti?"
El señor Howells había estado orando durante años para que el Evangelio fuera expandido por todo el mundo. Antes de salir para África, el Espíritu puso delante de él la promesa dada por Dios a Su Hijo en el Salmo 2:8, y él no dejó pasar un día sin orar para que el Salvador tuviera "las naciones por Su herencia, y como posesión Suya los confines de la tierra". Fue en respuesta a sus propias oraciones que aceptó el llamado al África. Estando en África, fue impactado por un comentario de Andrew Murray sobre las palabras de Jesús en Mateo 9:38: "Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies". Murray había anotado, basado en este versículo, que el número de misioneros en el campo depende absolutamente de que otros obedezcan el mandato y oren por obreros. Y el Señor había llamado a Rees Howells a hacerlo. Esta había sido una de las formas de Dios prepararlo para la comisión futura de fundar un Instituto Bíblico. Así que, durante años, él había sido un hombre de visión mundial. Pero esta nueva palabra de Dios traería la responsabilidad directamente sobre él. No era un mero asentimiento al mandato general de predicar el Evangelio a toda criatura; implicaba, si lo aceptada, que él y todos los que se comprometieron con él, estarían obligados por el resto de sus vidas a interceder, ir, y servir a otros que fueron. Serían responsables por ver que cada criatura oyera el Evangelio.
La forma como fue interpretada esta comisión a Rees Howells, en términos firmes, era que en los próximos treinta años el Espíritu Santo hallaría 10.000 canales de todas partes del mundo, hombres y mujeres en los cuales viviría, quienes le permitirían tener posesión completa de ellos para usarlos en esta tarea, así como años antes se había posesionado de Su siervo. Se necesitaría dinero en abundancia, pero Aquel que había dado
La salida fenomenal de cientos de predicadores del Evangelio, consagrados como misioneros voluntarios, desde la Segunda Guerra Mundial especialmente de los Estados Unidos, es significativa. Unos 600 han salido para un solo campo misioneros: Japón. Los Institutos Bíblicos y Universidades Cristianas de los Estados Unidos tienen cerca de 40.000 jóvenes, hombres y mujeres; algunas iglesias dan hasta 50 y 70.000 libras anualmente para el sostén directo de misioneros evangélicos extranjeros. Estas cifras no incluyen a los cientos que han salido de los países de la Comunidad Británica, de Escandinavia, y de otros.
a David millones para el templo podría dar lo mismo a aquellos que le estaban construyendo un templo mucho más precioso, no hecho con manos, eterno en los cielos. Dios dio a Su siervo aquella palabra que hallamos en Dt. 28:12: "Te abrirá Jehová su buen tesoro, el cielo,... y prestarás a muchas naciones". Y con la palabra estaba la promesa de un primer regalo del "Tesoro", 10.000 libras, el cual vino a ser la confirmación de todo.
Rees salió de su habitación siendo un hombre con una visión y una carga que nunca lo dejaron. Era "Visión de Toda Criatura". Lo presentó al equipo y a los estudiantes, y el día de Año Nuevo de 1935 fue dedicado a la oración y al ayuno. La presencia de Dios se sintió de manera muy real. Sin minimizar la enormidad de la tarea, una profunda y creciente convicción se apoderó de muchos. Esta convicción era la de que Dios iba a hacer algo nuevo. Así como el Salvador había descendido al mundo para hacer expiación por toda criatura, igualmente el Espíritu Santo había venido para dar a conocer esa obra expiatoria a todos, y la completaría en su generación. El mundo empezó a ser su meta. Se dispusieron a que Dios depositara en ellos cualquiera oración que ayudara a alcanzar a toda criatura con el Evangelio. Se responsabilizaron a interceder por países y naciones, así como por misioneros y sociedades misioneras. El Instituto se convirtió en "una casa de oración para todas las naciones".
Una de las formas que tomó esta guerra de oración fue la intercesión a nivel nacional e internacional por cualquier cosa que afectara la evangelización mundial. Toda criatura debía oír. . . Por eso, las puertas debían mantenerse abiertas. Sus oraciones se volvieron estratégicas. Debían enfrentarse y luchar con el enemigo donde quiera que se estuviera oponiendo a la libertad para evangelizar. Dios estaba preparando un instrumento: Un grupo para luchar las batallas mundiales de rodillas.
La primera batalla de oración a escala internacional fue en 1936, cuando Alemania envió sus soldados a Rhineland y rompió el Tratado de Locarno. "Sabíamos que Francia estaría en guerra en un día", dijo Roes, "y eso significaba nada menos que una guerra europea. Sería una barrera para la expansión del Evangelio. Solamente aquellos que estaban en el Instituto podían darse cuenta de la carga que el Espíritu Santo colocó sobre nosotros. 'Prevalece contra Hitler', me dijo, y esto significaba tres semanas de oración y ayuno'.
El informe diario de las reuniones del Instituto en ese tiempo registra:
Marzo 21: "Las cosas están muy negras en el continente. Oramos de seguido hasta las once de la mañana, y volvimos a hacerlo a las 2:30, 6, y 9 p.m. Pedimos al Señor que trate con Alemania".
Marzo 23: "Es muy grave la situación en el continente y en Londres. Reuniones a las 9 y 11 a.m., y 6 y 9 p.m. Rogamos a Dios que se ocupe de Hitler y de la nación alemana, trayéndolos a rendir cuentas".
Marzo 24: "La situación de la crisis europea es muy oscura, y todos los países están en desacuerdo. La carga se nos está haciendo muy pesada, pero el Señor está permitiéndonos rogar por la Visión a Toda Criatura en Su misma presencia. El quita nuestra vista de los países y nos hace mirarle a El. Reuniones a las 9 a.m., 6 y 9
Durante cinco días la situación siguió igual. Luego, el 29 de marzo, el señor Howells entró en la reunión, y dijo: "La oración ha fallado. Estamos en terreno resbaladizo. Sólo la intercesión servirá. Dios está llamando intercesores; hombres y mujeres que depositaran sus vidas en el altar para luchar contra el diablo en forma tan real como batallarían con el enemigo en el frente occidental". Se dejó en claro que un soldado en el frente no escoge a dónde va ni lo que hará; no se toma vacaciones ni atiende a las reclamaciones de su hogar y de sus amados. El Señor les estaba diciendo que si algunos se comprometían en forma tan real como esa y arrojaban sus vidas a la trinchera (Ez. 22:30), El les daría la victoria y alejaría la guerra. Un gran número de integrantes del equipo y estudiantes hizo esta entrega total. "Vencimos", dijo Rees, "y supe que de ese momento en adelante Hitler no era más que una varilla de dirigir orquesta en las manos del Espíritu Santo". El diario registró:
Marzo 29: "Ha sido el día más maravilloso en el Instituto desde hace tiempo. Un gran día de entregas personales, y muchos aceptaron el desafío del martirio". Marzo 30: "El fuego cayó sobre el sacrificio. El Espíritu Santo descendió sobre la reunión de la noche. Todos nos arrodillamos y alguien comenzó el coro, ¡Bienvenido, bienvenido, bienvenido! Espíritu Santo, te damos la bienvenida. La libertad y el poder eran tan grandes, que seguimos cantando el mismo coro durante una hora". Abril 1: "Otro día de adoración y alabanza al Señor. El ha descendido sobre el Instituto y ahora es un lugar nuevo. Hay canto que se oye desde Derwen Fawr hasta Glynderwen".
De ese domingo en adelante, la crisis de guerra en Europa cambió hacia una búsqueda de paz; fue cuando se hizo la propuesta de tener un tratado de paz por 25 años. En la Facultad también había la seguridad de poder prevalecer por medio de Dios para mantener Su mano sobre Hitler y la amenaza nazi. Cada vez que él se abalanzó nuevamente, como en Austria, se reservaron días especiales para la oración.
La prueba mayor vino en el verano de 1938 cuando se levantó una disputa con Hitler en cuanto a Checoslovaquia, que resultó en ser la crisis de Munich. Sabemos que la `Voz de Hitler' coincidía con la guía de algunos de sus consejeros de confianza; querían atacar mientras que Gran Bretaña aún estaba sin prepararse. Parecía inevitable la guerra. Los líderes de la nación convocaron para un día de oración. Dios hizo muy real este desafío para el Instituto; durante días el conflicto fue más amargo. Era esencialmente un choque entre fuerzas espirituales: una prueba de poder entre el diablo en Hitler y el Espíritu Santo en Su ejército de intercesores.
En el punto culminante de la batalla, la oración que el Espíritu Santo dio a Su siervo fue: "Señor, doblega a Hitler", Llegó el momento cuando ese clamor doloroso se torno en un grito de victoria. El diablo tuvo que retroceder. Esto sucedió exactamente antes del nuevo período en el Instituto, y la victoria estaba tan segura, que Rees convirtió el día de apertura en un día de alabanza. En el periódico South Wales Evening Post del día sábado apareció un anuncio de septiembre 17, diciendo: "Las reuniones (del jueves siguiente) serán de alabanza y acción de gracias porque Dios ha alejado nuevamente una guerra europea". Cientos S reunieron en la Sala de Conferencias en aquella hora obscura para unirse en la alabanza a Dios. En los días que siguieron, la prueba creció en intensidad, pero la fe estuvo firme. Un jueves, septiembre 29, se les dio al Instituto y a la Escuela un día libre para celebrar la victoria venidera. El próximo día, septiembre 30, se firmó el Pacto de Munich. La guerra había terminado.
¿Qué pasó con Hitler? La única persona que estuvo en posición de saberlo fue Sir Neville Henderson, el Embajador británico en Alemania durante esa fatídica hora. En su libro Failure of a Mission, (El fracaso de una Misión), al describir la notable reacción de Hitler después de firmar el Pacto de Munich, él hace las siguientes declaraciones significativas: "Hitler se sintió irritado consigo mismo. Un grupo de sus seguidores le instaba siempre a atacar a Inglaterra mientras que el ejército inglés aún no estaba listo. Le reprocharon el haber aceptado el acuerdo de Munich, perdiendo así la oportunidad más favorable. La duda de que tal vez ellos tenían razón, contribuyó al mal humor de Hitler. Su Voz le había dicho que no habría momento más propicio que ese octubre; y por única vez había sido obligado a no prestarle atención a esa Voz y a escuchar consejos de prudencia. . . Por primera vez había fallado en obedecer a su Voz. . . En varias ocasiones había actuado en desafío abierto al consejo de sus más decididos seguidores y de su ejército, y los resultados siempre comprobaban que él tenía razón. Hasta Munich. . . Por primera vez, había sido movido a escuchar la opinión contraria. Su propia fe en su Voz y la confianza de su pueblo en él fueron sacudidas por primera vez... 'Usted es el único hombre', le dijo amargamente al señor Chamberlain, `a quien jamás he hecho una concesión"'.'-- El Señor había "doblegado a Hitler".
Fue la certeza de esta victoria y el conocimiento de que el Espíritu Santo era más fuerte que el diablo en Hitler, lo que le aseguró al Instituto un año más tarde, cuando llegó la guerra, que ahora no era el triunfo de Satanás sino la "Guerra de Dios contra la Bestia".
Algo que también fortaleció mucho al señor Howells y a sus seguidores en su desafío de fe de entonces, fue el hecho de que en julio de 1938, poco antes de esta crisis, Dios les había dado el sello prometido sobre la Visión a Toda Criatura: El regalo de 10.000 libras.
Capítulo treinta y uno
ETIOPIA
Poco después de la crisis de marzo de 1936, surgió la lucha por Etiopía. Fue dura y larga, pareciendo terminar con un triste fracaso. Tan pronto como fue aparente que Mussolini tenía la intención de invadir el país, Rees Howells y el Instituto vieron lo que implicaría. Etiopía, debido a la influencia del Emperador, se estaba abriendo nuevamente a las misiones evangélicas y era una perspectiva para la expansión del evangelismo en muchas áreas. El señor Howells vio que, una vez más, esta era una campaña contra el enemigo encarnado en la Iglesia de Roma porque, si Italia capturaba el país, sería el fin del testimonio protestante allí. La batalla de intercesión duró tres semanas. "Era como si estuviésemos luchando en el país mismo", dijo Rees. "Creímos que Dios no entregaría a Etiopía en las manos del dictador fascista". La lucha se volvió más feroz cuando el ejército italiano comenzó a acercarse a la capital, Addis Ababa. El diario del Instituto informaba en aquellos días de 1936:
Abril 24: "Día de oración y ayuno (con excepción del desayuno). Gran carga mientras oramos por los etíopes. Hacia la noche el asunto se pone realmente difícil y la noticia en el periódico es muy seria. Estamos creyendo que los italianos no entrarán en Addis Abeba".
Abril 25: "Cuatro reuniones de oración. Hay una gran carga. Creemos que el Señor intervendrá y dará un revés a los italianos”.
Abril 28: "La carga es grande. Muchos están seguros de que los italianos no entrarán en Addis Abeba y todo el Instituto está creyéndolo".
Abril 29: "Nos estamos lanzando con fe sólida para que Dios detenga a los italianos".
Mayo 1: "La lucha es todavía muy feroz. Tuvimos tres horas maravillosas con el Señor, rogando por los cien misioneros que se hallan en esa capital. El Señor le indica al Director que debe salir de la vida pública por los próximos diez años y dedicarse a interceder por las naciones. ¡Oh, qué gozo estar en esta vida y tomar parte en la batalla de la intercesión!".
Mayo 4: "Día de oración y ayuno. Hay una gran carga por Addis Abeba mientras leemos acerca de la huelga y disturbios que estallaron al salir el Emperador del palacio. Es un día difícil, pero creemos que el Señor va a intervenir, aunque está permitiendo que esta prueba llegue muy lejos".
Mayo 5: "Continúa la gran carga por Addis Abeba. Los italianos entran a las cuatro de esta tarde".
Esta fue la primera lección para muchos en el Instituto, de lo que hemos visto muchas veces en la vida de Rees Howells. Experimentaron la muerte en la intercesión que precede a la resurrección y la prueba sobre los intercesores para ver si pueden caminar a través de su valle de humillación, de fracaso aparente, con una fe inconmovible. No sucedió exactamente lo que ellos creían. .. Los italianos no debían a ocupar la capital, pero lo hicieron y el Emperador tuvo que escaparse. Roma había triunfado; parecía ser el fin del trabajo evangélico en el país. Pero Rees Howells explicó al Instituto el principio al cual ya nos hemos referido en este mismo libro: que un aparente fracaso puede ser el trampolín para una victoria mayor. El registro del Instituto continúa:
Mayo 6: "El Director quiere enseñarnos más sobre la intercesión: que a menos que hubiéramos intercedido por aquellos hombres que estaban en Etiopía, nunca habríamos sufrido con ellos. Y si nuestras oraciones se hicieron con fe, sólo hemos sufrido un revés y no el fracaso como resultado de la incredulidad. Gran reunión pública a las 7:30 p.m., cuando el Espíritu Santo nos habló sobre José, el soñador, quien permaneció firme en lo que Dios le había mostrado y pasó por pruebas tremendas, y finalmente vio suceder lo que había creído".
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Para poder mantener como uno el relato de los tratos de Dios con el Instituto respecto a Etiopía, repasaremos rápidamente los acontecimiento de algunos de los años siguientes, aunque esto nos llevará más allá de la fecha a la cual hemos llegado en el presente.
Aunque llegó el día cuando Mussolini capturó el país, el Instituto nunca perdió la fe. El Emperador vino a Inglaterra y visitó el Instituto. ¿Quién, si no Dios, pudo haber dirigido sus pasos hasta el grupo de personas quienes habían orado quizás en una manera mucho más concentrada que cualquier otro por él y su pueblo? Alfred Buxton, el yerno de C.T. Studd, quien fue líder de la Sociedad Misionera de los Pastores de la Biblia en Etiopía, supo que el Instituto tenía un Hogar y una Escuela para hijos de misioneros, y escribió al señor Howells para preguntarle si podía recibir en la Escuela a Lidj Asrate Kassa, el hijo de Ras Kassa y pariente del Emperador. (Quien luego fue llamado Dejazmach Asrate Kassa, y fue el Gobernador General de una de las grandes provincias de Etiopía).
Al año, el Emperador preguntó que si podía venir a visitar el Instituto para ver a Asrate. En Swansea se le brindó una bienvenida cívica por parte del Alcalde, la Alcaldesa y el Concejal David Richards y su hija. Fue llevado al Ayuntamiento donde firmó el Libro de Visitantes. El Alcalde, al dirigírsele, dijo que para él aún era "Su Majestad", y que creía que lo era también para la gente de Swansea. Le afirmó su esperanza de que algún día sería restaurado a su país. Sólo Dios podría hacerlo, agregó. Luego el Emperador visitó el Instituto y la Escuela, donde tomaron el té con él.
Rees Howells había comprado recientemente la mansión de Penllergaer, y la ofreció al Emperador para que fuera su residencia en Inglaterra hasta que sus oraciones fueran respondidas y le fuera devuelto su trono. Mientras manejaban por la avenida de casi dos kilómetros de extensión, tachonada de rododendros y azaleas, las lágrimas rodaron de los ojos del Emperador y le comentó a la señora Howells: "Si el cielo es un lugar más hermoso que éste, debe ser muy maravilloso. Lo que su esposo ha hecho me recuerda de un proverbio etíope: 'El hombre que sólo mira hacia Dios puede hacer cualquier cosa y nunca fracasar"'. El Emperador se conmovió al oír de cómo había sido llamado Rees a ayudar a los refugiados judíos, porque, según dijo, "yo mismo soy un refugiado". A los pocos días escribió:
Haile Selassie I
Elegido de Dios, Emperador de Etiopía
Al Reverendo Rees Howells y Sra.:
Es con profunda gratitud que deseo escribirle hoy para agradecerle de todo corazón todas las bondades que han mostrado para conmigo durante mi visita a su Instituto Bíblico la semana pasada. Me fue de mí inspiración ver todas las cosas maravillosas que el Señor los está guiando a hacer entre aquellos de su propio pueblo y los que se han refugiado en su país. Oro para que Dios en Su gracia continúe bendiciendo ricamente esa obra.
Sinceramente,
(Firmada personalmente por el Emperador).
El Capellán privado del Emperador y su yerno, Abye Abebe, quien después fue Brigadier General y Ministro de Guerra, vinieron al Instituto para estudiar durante un período. En el verano de 1939, el Emperador mismo pasó una quincena en un campamento en los terrenos de Penllergaer, y cada noche asistió a la reunión en el Instituto. Al final de su estadía, el comienzo de la guerra era inminente y se fue directamente del campamento a Londres, y luego de allí a su país. En junio de 1941, cuando el Emperador entró nuevamente a su capital, envió este cable al señor Howells:
Lo hago partícipe de mi gozo al entrar a mi capital.
Le envío este telegrama recordando su pasada sim-
patía y ayuda. Emperador Haile Selassie.
Al cual respondió Rees Howells:
Gracias por telegrama. Alabamos a Dios diaria- mente por restaurar a Etiopía y devolverle su trono. El Señor lo bendiga, le cuide, y le dé paz.
Rees Howells, Instituto Bíblico, Swansea.
La respuesta de Dios fue perfecta. La expansión de la obra misionera en el país desde la expulsión de los italianos ha sido la mayor en su historia. Tal como sería después en la Guerra Mundial, así ahora, la respuesta a la intercesión no habría sido completa si el agresor no hubiese sido tratado de tal manera que no pudiera levantarse y amenazar al país de nuevo. Y cuando los misioneros regresaron, les informaron que en el Distrito de Walamo no podían explicar el avivamiento que tuvieron durante la ocupación italiana, cuando los convertidos incrementaron de 500 a 20.000.
Capítulo Treinta y dos
VISITACION DEL ESPIRITU
Desde la ocasión de la dedicación especial, en marzo 29 de 1936, cuando muchos del Instituto, tanto del equipo como de los estudiantes, colocaron sus vidas en el altar como intercesores, el Espíritu estuvo obrando en el Instituto. El clímax y la consumación fue el primar día del año 1937. Este fue el "Pentecostés" del Instituto, del cual surgió no un grupo de personas consagradas vagamente unidas, sino un cuerpo en el sentido exacto del término, un organismo viviente e integrado, lleno de vida y con propósito. El Dr. Kingsley C. Priddy, M.B., B.S., D.T.M. & H., miembro del equipo de enseñanza y después Director de la Escuela, nos da el siguiente relato de aquellos días:
"En las vacaciones de Navidad de 1936, se pasó mucho tiempo en oración. Al acercarse el Año Nuevo de 1937, hubo una concientización creciente de la presencia de Dios. La primera señal exterior de que El estaba trabajando de una manera nueva, se vio cuando una de las damas del equipo se quebrantó en oración confesando su necesidad y rogando con lágrimas al Espíritu Santo para que viniera a su encuentro. Luego, oímos de cómo el Espíritu Santo se había manifestado en la gloria de Su Persona divina a algunas de las estudiantes, las cuales lloraron ante El por horas, quebrantadas por ver la corrupción de sus propios corazones revelada a la luz de Su santidad.
Un sentido profundo de la cercanía de Dios, el cual producía temor, comenzó a moverse secreta y furtivamente en todo el Instituto. Había una expectación solemne. Recordamos a los 120 en el aposento alto antes del día de Pentecostés. Tal como ellos, nosotros sólo deseábamos pasar nuestro tiempo en 'oración y súplica', conscientes de que la mano de Dios estaba sobre nosotros, sabiendo que El iba a hacer algo. Dios estaba allí, aún así nos sentíamos como que estábamos esperando que viniera. Y vino en los días que siguieron".
"No apareció como un viento recio repentino... Gradualmente, la Persona del Espíritu Santo llenó todos nuestros pensamientos, Su presencia llenó todo el lugar, y Su luz parecía penetrar a lo más recóndito de nuestros corazones. En cada reunión hablaba por medio del Director, pero fue en la quietud de nuestras propias habitaciones que se reveló a muchos de nosotros. Sentíamos que el Espíritu Santo había sido una Persona real para nosotros antes, tanto que estábamos seguros de haberlo recibido. Algunos habíamos conocido muchas de Sus operaciones en y por medio de nuestras vidas. Pero ahora la revelación de Su Persona fue tan tremenda que todas nuestras experiencias previas parecían ser como nada. No hubo aparición visible, pero se hizo a Sí mismo tan real a nuestros ojos espirituales, que fue una experiencia 'cara a cara', Y cuando lo vimos, supimos que en realidad nunca antes lo habíamos visto. Dijimos como Job: 'De oídas te había oído, pero ahora mis ojos te ven'. Y como él, clamamos: Por tanto me aborrezco, y me arrepiento en polvo y ceniza'.
"A la luz de Su pureza, lo que vimos no era tanto el pecado como el yo. Vimos orgullo y motivos egoístas detrás de todo lo que habíamos hecho. Descubrimos lujuria y autocompasión en lugares donde nunca sospechamos que estuvieran. Y tuvimos que confesar que no sabíamos nada del Espíritu como Persona que habita en uno. Sabíamos que nuestros cuerpos debían ser templos del Espíritu Santo, pero cuando el presionó sobre la pregunta ` ¿Quien está viviendo en tu cuerpo?, no podíamos decir que era EL. Anteriormente lo hubiéramos afirmado, pero ahora lo habíamos visto a El. En Su naturaleza El era como Jesús; nunca viviría para Sí mismo; sino para los demás. Nosotros éramos personas que habíamos dejado todo para seguir al Salvador y habíamos abandonado todos los bienes que teníamos en este mundo para entrar a una vida de fe. Hasta donde sabíamos habíamos rendido enteramente nuestras vidas a Aquel que había muerto por nosotros. Pero El nos mostró que 'hay mucha diferencia entre vuestra vida rendida en mis manos y el vivir Mi vida en vuestros cuerpos'. Leímos de nuevo el Libro de los Hechos y encontramos que estábamos leyendo no los hechos de los apóstoles sino los hechos del Espíritu Santo. Los cuerpos de Pedro y los demás se habían convertido en Sus templos. El Espíritu Santo como Persona divina vivía en sus cuerpos tal como el Salvador había vivido Su vida terrenal en el cuerpo que nació en Belén. Y todo lo que el Espíritu Santo nos pedía eran nuestras voluntades y nuestros cuerpos. 'Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional' (Ro. 12:1). Parecía como si nunca antes hubiésemos visto este versículo. El dejó bien claro que no estaba pidiendo servicio, sino sacrificio. 'Nuestro Dios es fuego consumidor', y si Dios el Espíritu Santo tomaba posesión de estos cuerpos, entonces Su vida consumiría todo lo que fuera nuestro. A menudo habíamos cantado 'Deseo ser como Jesús', pero cuando una Persona es igual al Salvador, nos ofreció venir a vivir Su vida constantemente en nosotros, nos dimos cuenta cuán alejados de la realidad habíamos estado. Había mucho en nosotros que aún deseaba vivir nuestras propias vidas; temíamos a esa 'sentencia de muerte'. Empezamos a entender el significado de las palabras del Salvador en Lucas 9:24: 'Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará'.
"¿Por qué se manifestó a Sí mismo a nosotros de esta manera? El lo declaró claramente: Porque había una tarea por ser realizada en el mundo hoy, la cual El solamente podía llevar a cabo, (Jn. 16:8). No es de extrañar que el Maestro les dijera a Sus discípulos que no se movieran de Jerusalén hasta que hubiesen recibido la 'promesa del Padre'. Cuando llegara, ellos serían Sus testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y en los confines de la tierra".
"El pasado 29 de marzo, muchos de nosotros pusimos todo lo nuestro en el altar por la causa de dar el Evangelio a toda criatura. Estábamos dispuestos a ser cualquier pieza en la maquinaria que Dios necesitaba para llevarlo a cabo en nuestro generación. Pero ahora el Espíritu Santo dijo, tal como había dicho a Moisés, `Desciendo para hacerlo'. Y supimos que era tan poderoso como santo".
En cuanto aquellos días de visitación continuaban, estábamos postrados a Sus pies. Habíamos creído que existía alguna virtud en nuestra entrega incondicional, que nosotros, con otros miles, seríamos los que evangelizaríamos el mundo en esta generación. Pero ahora EL había venido y ya no seríamos nosotros; a no ser que nuestros cuerpos llegaran a ser los templos en los cuales El habitaría y por medio de los cuales haría la obra. El dijo: 'No he venido para darles gozo, paz, ni victoria. No he venido para darles ninguna bendición. En Jesús hallarán todo lo que necesitan. He venido para ponerlos en la cruz, pudiendo así vivir en vuestros cuerpos por la causa de un mundo perdido' (Col. 3:3; 2 Co. 4:10; Gá. 2:20).
"Nos advirtió que los problemas antes de que esta tarea fuese llevada a cabo serían muy grandes, y que los ataques de Satanás serían tan fieros, que 'carne y sangre' nunca los podrían resistir. Nos mostró que en la víspera de la crucifixión, cuando aconteció el choque real con los poderes de las tinieblas, solamente el Salvador permaneció firme. Vimos caer a cada uno de los discípulos en aquella hora, a pesar de todas sus entregas, sus votos y su devoción al Maestro. Y mirando hacia los años futuros, la oscuridad de los últimos días de esta edad, y la contienda final entre el cielo y el infierno por los reinos de este mundo, sólo podíamos ver a Una Persona que era 'suficiente para todas estas cosas' y esa era la Tercera Persona de la Trinidad en aquellos en quienes podía habitar".
"Nos confrontó uno a uno. Uno por uno derramamos lágrimas y estábamos contritos ante El. De uno y de otro se levantó el clamor como en Isaías: ' ¡Ay de mí! que soy muerto. . . inmundo. . .'. Una por una fueron quebrantadas nuestras voluntades, nos rendimos a Sus propios términos en forma incondicional. Uno tras otro nos dimos cuenta gloriosamente de que El había entrado y la maravilla de nuestro privilegio simplemente nos abrumó".
La experiencia personal fue magnífica: éramos personas nuevas. Su Palabra nos parecía nueva. Muy a menudo habíamos tenido que modificar la Palabra al nivel de nuestra experiencia. Ahora la Persona que estaba en nosotros insistía en hacer subir nuestra experiencia hasta el nivel de Su Palabra. Entendimos que la crucifixión era una muerte lenta y que El tendría que cambiarnos mucho antes de estar en libertad para hacer Su obra. Pero una cosa sabíamos: El había venido y nunca podía fracasar".
"Pero mucho más allí de lo que Su visitación podría significar para nosotros, estaba el hecho de lo que implicaría para el mundo. Lo vimos como Aquel para quien `las naciones son como una gota de agua en un cubo, y que como menudo polvo en las balanzas son estimadas'. Con nuestros rostros inclinados delante de El, solamente podíamos decir desde nuestros corazones atemorizados: `Espíritu Santo, has venido para sacudir al mundo'. En aquellos días no hubo animación ni entusiasmo de la carne. Cuando Su poder descendió sobre nosotros después del 29 de marzo, nos quedamos extasiados y cantábamos y gritábamos alabanzas. Pero en estos días estábamos tan atemorizados por la santa majestad de Su Persona, que casi no nos atrevíamos a levantar nuestras voces en las reuniones. Hasta los campos afuera parecían llenos de Su presencia. Cuando caminábamos juntos alrededor, de repente nos dábamos cuenta que estábamos hablando en susurros. Las horas de la noche llegaban, pero nadie pensaba en acostarse; Dios estaba allí. Parecía ser una anticipación de la Ciudad Santa: 'Allí no habrá noche'. Las dos y tres de la mañana a menudo nos parecía mediodía mientras comulgábamos juntos, orando con alguno que estaba en dificultades o esperando ante Dios en la quietud de nuestros corazones".
"Como tres semanas duró Su visita especial, aunque, alabado sea Dios, El vino para 'habitar en nosotros' y ha continuado con nosotros desde ese entonces. Pero nadie tiene monopolio sobre el Espíritu Santo. El es Dios, y cualquiera sea nuestra experiencia con El, El es mucho más grande que todo lo que podamos saber a Su respecto, es mayor que Sus dones, Sus manifestaciones y unciones. No importa la forma como se ha manifestado a nosotros, reconocemos también que Su operación es poderosa, en y a través, de otros. Vemos cada vez más al Espíritu Santo derramándose sobre toda carne, como profetizó Joel, como el Único medio por el que puede ser hecha realidad la visión que nos ha mostrado: a través de sus canales preparados en todo el mundo".
Mediante este descenso del fuego sobre el sacrificio, el Espíritu ha sellado para Sí un grupo de intercesores para toda criatura. Tutores, profesores de escuela, médicos y enfermeras, empleadas domésticas y de oficina, jardineros y mecánicos; pero la comisión de todos ellos es solamente una. Muchos de los estudiantes continuaron formando parte de este grupo de oración y trabajo. Hay ocasiones en los tratos de Dios con Sus siervos cuando El separa para Sí no solamente personas sino grupos bautizados por el mismo Espíritu en un cuerpo, para un propósito escogido por Dios; esta fue una de esas ocasiones.
Capítulo Treinta y tres
CUARTA PROPIEDAD, Y LOS JUDIOS
La próxima carga que vino sobre el señor Howells fue respecto a los judíos. Mientras le seguimos ahora en el Instituto y a través de sus meses y años de intercesión por Israel, es notable ver el cumplimiento de la primera etapa de su oración en el retomo de los judíos a su tierra y el establecimiento del Estado de Israel. ¡Cuán difícil nos parecía que veríamos una señal exterior de que esto sucedería cuando Su siervo sintió la carga al principio! Esto nos recuerda que ningún evento en la historia, aunque esté profetizado de antemano en las Sagradas Escrituras, llega a suceder hasta que Dios no halle Sus canales humanos de fe y obediencia. Las profecías deben ser creídas para que se manifiesten, tal como son predichas.
La carga vino primero sobre Rees Howells cuando leyó acerca de una proclamación por parte de Italia, en septiembre 3 de 1938. Todos los judíos deberían salir de Italia en seis meses. Esto, asociado con el antisemitismo que en ese entonces era tan feroz en Alemania, dirigió sus pensamientos hacia el regreso del pueblo de Dios a su propia tierra. El dijo en las reuniones:
Septiembre 3: "Siento una gran carga por este pueblo, y quiero que Dios coloque sobre mí la carga de ellos. El diablo, por medio de Hitler y Mussolini, está siendo usado para enviarlos de regreso a su propia tierra. Este cumplimiento de la profecía es otra señal de los últimos días. Ansío ayudar al pueblo de Dios a regresar a su propia tierra".
Septiembre 5: "En las profecías de Isaías acerca del segundo retorno del pueblo de Dios, dice en los capítulos once y doce que Dios los recogerá desde los cuatro extremos de la tierra. Eso es exactamente lo que está pasando hoy. . . El Espíritu Santo quiere ayudarlos por medio de alguien. Quiero que Dios me haga sentir aún más lo que este pueblo está sufriendo".
Septiembre 7: "Daniel pudo prevalecer con Dios de manera maravillosa en cuanto al regreso del pueblo de Dios, después de ver terminados los setenta años de cautiverio. Debemos tener fe y creer en el pacto de Dios con Abraham, que ellos habitarán en la tierra, y no tener meramente sentimientos de simpatía hacia los judíos. Dios movió a Ciro, quien los había tenido en cautividad, ¡a suplir el dinero para llevarlos de regreso! El lo hará de nuevo si alguien cree en El. Creo firmemente que los tiempos de los gentiles están acercándose a su fin, y los judíos deben estar de vuelta a su tierra cuando el Maestro regrese".
Septiembre 11: "Pienso en los lugares de intercesión obtenidos para los vagabundos en el pueblo, como nazareo, para las viudas de la India, para una tuberculosa, para los hijos de los misioneros. . . Ahora Dios nos está llamando a ser responsables por los judíos".
Luego empezó a describir cómo Dios le había dicho en forma definitiva que se responsabilizara por donativo de 100.000 libras para los judíos, y que tuviera fe para que se hiciera realidad. Se pasaron días en oración de fe ferviente pidiendo esta suma.
Sin embargo, a las pocas semanas llegó la noticia acerca de Hitler "expulsando" a varios miles de niños judíos en la frontera polaca, y la carga del señor Howells creció". En el momento en que lo leí en el periódico", dijo en el Instituto, "una gran angustia vino sobre mí. Nadie sabe lo que esto debe significar para los padres de los niños. El Espíritu Santo es exactamente como un padre, y si yo fuera el padre de unos niños cuyo hogar ha sido destruido, ¿no procuraría un abrigo para ellos enseguida? El Espíritu Santo sufre así por todos aquellos padres del continente. A menos que El en ustedes, les haga apropiarse de ese sufrimiento, no podrán interceder por ellos. Nunca tocarán el Trono a no ser que hagan subir un clamor auténtico; las meras palabras no valen".
Como era costumbre cuando él sentía una carga como esa, estaba seguro de que Dios solicitaría que él hiciese algo. Preguntó que qué podía él hacer y la repuesto vino: "Haz un hogar para ellos". El señor Howells había comprado ya tres terrenos por la fe, pero ahora el Señor iba a llamarlo a una gran aventura financiera, mayor que las demás. Intentó arrendar la casa de Sir Percy Molyneux, un amigo suyo que hacía poco había muerto. Calculó que podría albergar allí a cincuenta niños, pero los propietarios no deseaban que él la tuviera. Entonces intentó conseguir una más grande que podía albergar a 250, pero fue rechazado nuevamente. Entonces, una noche, Dios le "susurró" la palabra "Penllergaer", el nombre de una propiedad de la cual él ya había oído pero que no había visto. Sabía que era una de las más grandes en el área de Swansea, y que el dueño era Sir Charles Llewelyn. Al investigar, halló que este sitio consistía de 109 hectáreas y que los Católicos Romanos habían hecho una primera oferta de 14.000 libras por la mansión y dos de sus fincas, y Así que le costaría nada menos que 20.000 libras.
Los registros de las reuniones de las dos semanas siguientes hablan de oración constante respecto a esto, hasta que en noviembre 26 dijo: "Compraré la nueva propiedad probablemente la semana entrante, y estoy dispuesto a arriesgar todo para ayudar a los judíos".
Cuando fue al agente, supo que no tenía tiempo que perder porque otros se estaban preparando para ofrecer por la propiedad. Tenía que tomar una decisión en 24 horas. Ese día dijo en la reunión: "Estas otras personas están formando una sociedad para comprar Penllergaer, y debo procurar que la Trinidad sea mi Sociedad". Y en la próxima: "Me dijeron que sería el último día para comprar Penllergaer, así que hice una oferta mayor que la del grupo asociado. El agente me dijo que la propiedad sería nuestra, y que esta noche se lo comunicaría al propietario".
El asunto se arregló. Con algunas alteraciones que serían necesarias, el costo sería de veinte mil libras.... y no tenía nada a mano. Esta compra empequeñecía las anteriores. Dios lo había guiado de tal manera a través de los años, que podemos pensar que la prueba sería tremenda, y realmente lo fue. Aún así, como dijo uno de los estudiantes, él compró Penllergaer con menos ajetreo que el que muchos hacen para comprarse un traje. A los pocos días le animó la llamada telefónica de un amigo del Instituto. Le dijo si él arriesgaba su todo por Penllergaer, él haría lo mismo y que vendería una casa que le había dado su padre para donarle el dinero.
Esta era una propiedad hermosa, superior en mucho a cualquier de las otras tres. Penllergaer tenía una mansión con muchas dependencias, siete casas y una granja casera. Tenía huertas, en las cuales el finado Sir John Llewelyn empleaba 15 jardineros. La propiedad era famosa por su colección de árboles y arbustos, y había sido usada por la Universidad de Swansea para las clases de los estudiantes de Botánica. El río y el lago de ocho hectáreas, eran populares entre los pescadores por sus truchas. La hermosa ruta que conducía a la mansión, de casi dos kilómetros de extensión, cruzaba entre grandes cantidades de rododendros y azaleas.
Aquí, el señor Howells tuvo la visión de los "pequeñuelos perseguidos" mientras era conducido a través de estas riberas en pleno florecimiento. Sintió que estaban a más de la mitad de camino a su destino, la tierra de Palestina, que aún ha de manar leche y miel.
Los periódicos se refieren a esto como "La Ciudad de Refugio en Gales para los Niños Judíos Exiliados", y también los periódicos de Londres le dedicaron titulares. Se abrieron las negociaciones con el Secretario de Vivienda para obtener permiso para que varios centenares de niños judíos pudiesen ser traídos. Todo esto implicaría una responsabilidad financiera mucho más pesada y era necesario pagar una garantía de cincuenta libras por cada niño.
Entonces, Dios los llamó a tomar un paso aún más costoso. Se trataba de las 100.000 libras por las cuales estaban orando en el Instituto. Como dijo Rees: "Hay una regla dorada en la vida de fe. El cristiano nunca puede prevalecer con Dios para que mueva a otros a dar mayores sumas de dinero para Su obra, que las que él mismo ha dado o comprobado que estaría dispuesto a dar si estuviese en capacidad de hacerlo". Dios estuvo hablándole sobre esto durante varios días. Hubo un gran pesar en el Instituto cuando en la reunión del domingo por la mañana les dijo lo que Dios pedía y que ya él había hecho su decisión. Venderían las tres propiedades actuales, Glynderwen, Derwen Fawr y Sketty Isaf, que habían sido valoradas en unas 100.000 libras. Darían esa suma como las primeras 100.000 libras para los judíos. El Instituto y la Escuela se trasladarían a Penllergaer, y ocuparían esa propiedad juntamente con los niños judíos. La señora Howells sentía tener que vender todas estas propiedades con sus recuerdos. Les costaría tener que empezar todo de nuevo en Penllergaer. Parecía inconcebible que Dios realmente lo requiriera así, pero cuando oyó al señor Howells comprometiéndose así en público, supo que era la decisión final. ¿Podemos imaginarnos sus sentimientos al salir de aquella reunión, con sus ojos enceguecidos por las lágrimas? Ella luchó su batalla sola con Dios. No vino a la siguiente reunión ni almorzó, pero como a las tres en punto ya Dios le había ayudado a pasar la prueba y esto sucedió después de ver a Abraham subiendo al monte con su hijo Isaac y ofreciéndolo como holocausto a Dios. Sin saber cómo había pasado su esposa la dificultad, Rees predicó en la reunión de la tarde sobre aquel mismo pasaje de las Sagradas Escrituras. Le pidió a ella que finalizara la reunión con una oración y hubo muy pocos ojos secos en la congregación.
Empezaron entonces las negociaciones para la venta de las propiedades. El ejército ya había solicitado algunos campos cercanos a Derwen Fawr para adiestramiento, y estaban haciendo investigaciones sobre las propiedades del Instituto. Fue así como Rees Howells empezó a negociar con la Oficina de Guerra. Después de varios meses, el Comando de Occidente decidió no extenderse más en el distrito, y el Señor no probó más a Su siervo en este punto.
Hubo una serie de reuniones en el Instituto, en las cuales Dios habló a muchos respecto a poner sus llamados misioneros en el altar, permitiendo que el Espíritu Santo pudiera a través de ellos tomar el lugar de los padres y madres de los niños judíos refugiados. Esta fue una entrega real de parte de muchos, y aunque ese ministerio no se había materializado aún, esta era la extraña forma de la sabiduría de Dios. Implicaba que este grupo de cerca de 120 había sido separado por el Espíritu Santo durante estos años de guerra para llevar una vida de intercesión. Una vez más se veía que era Dios usando un llamado aparente para preparar a Sus siervos para otro aún más elevado. Por este medio tuvo El Su ejército del Espíritu que iba a luchar la guerra por medio de sus rodillas para liberar al mundo nuevamente, con el propósito de que toda criatura pudiera oír el Evangelio.
Mientras se estaban preparando para recibir a los niños, se declaró la guerra con Alemania y sus planes tuvieron que ser modificados. Aún así, doce niños judíos llegaron y formaron parte de la familia del Instituto. Este fue otro tiempo de prueba para Rees. "Si intentas hacer algo para Dios, todo se pone en contra tuya", dijo. "¿Podía haber algo más en contra mía que esto —que la guerra estalle después de comprar Penllergaer para los niños y ahora no poder recibirlos? Pero cuando Dios te habla, nunca puedes dudar. Si lo que Dios te ha dicho te mete en grandes problemas, entonces ve a Dios y pon esa carga sobre El. Nada podía parecerse más a un error que esto porque conllevaba una gran responsabilidad en ese tiempo, pero no dudé ni una sola vez. Sabía que no era un error aunque el diablo me decía lo contrario. Si bien no podíamos traer a los niños, de todas formas obedecimos al Señor y compramos la propiedad. El nos dijo que sacaríamos de ella miles de libras para usar en el Reino".
¡Cuán maravilloso es Dios! Primero, la posesión dé esa gran propiedad dio trabajo a los jóvenes llamados por Dios para permanecer en el Instituto para interceder. Ellos estuvieron ocupados todos estos años en talar madera en la propiedad y, como consecuencia, estuvieron exentos de rendir servicio. Luego, mientras la guerra continuaba, Rees fue llamado a trazar planos para la construcción de casas en el terreno. No queda duda de que fue guiado de Dios, porque poco después el gobierno introdujo una ley por la cual toda tierra estaba sujeta a impuestos en caso de desarrollo de la misma. Sin embargo, fue insertada una cláusula exceptuando a cualquier terreno que hubiese pasado los planos antes de una cierta fecha. Muy pocas propiedades pudieron sacar ventaja de esto, pero Penllergaer fue una de ellas; y cuando estuvieran construidas las casas se ahorrarían miles de libras para el Tesoro de Dios. La mansión Penllergaer fue ofrecida al Dr. Bernardo como un regalo para servir de casa a los huérfanos de la guerra. Después de largas deliberaciones, sin embargo, el Concilio decidió que la conversión, reparaciones y mantenimiento de la mansión serían muy caros. En la actualidad, el Concilio del Condado Glamorgan la ha tomado como escuela para niños retrasados mentales. Pero el terreno de los alrededores permanece en manos del Instituto para producir a su debido tiempo la suma de dinero que Dios prometió a Su siervo que sería para el Reino.
A través de los años de guerra, los judíos nunca fueron olvidados aunque la oración a Dios fue principalmente por asuntos de las naciones. Esto se debió a que, como dijo Rees "cuando estalló la guerra, El nos cambió de los judíos a la Bestia (un nombre que él usaba para el diablo en el sistema nazi), y me dijo: 'Véncelo'. Pero fue nuevamente después de la guerra, en octubre y noviembre de 1947, que se dedicaron días enteros a la oración por el regreso de los judíos a la tierra de Palestina. Dijo el señor Howells: "Rogábamos a Dios que basado en Su pacto con Abraham de hacía 4.000 años, llevara a Su pueblo de regreso a su tierra y que Palestina llegara a convertirse de nuevo en un Estado judío".
El desafío que se presentó en el Instituto fue: Si el pueblo judío no regresó después de la guerra de1914-18, ¿regresaría después de ésta? Ellos vieron la mano de Dios al establecer un Comité de la Naciones Unidas para considerar la cuestión de Palestina. Cuando se publicó la noticia de que Gran Bretaña iba a evacuar el país, hubo acción de gracias. En once días diferentes, durante estos meses, la oración se concentró en el voto venidero de las Naciones Unidas. Era algo dudoso y arriesgado. El día de la votación, noviembre 27 de 1947, hubo mucha oración. Se supo que la separación de Palestina no se había llevado a cabo. En el Instituto se regresó a oración aún más intensa y ellos vieron por fe "a los ángeles de Dios ejerciendo influencia sobre aquellos hombres que estaban en la Conferencia de la Naciones Unidas en Nueva York, para que trabajaran a favor del pueblo de Dios". Sobrevino una seguridad de victoria total. Cuando vino al día siguiente la noticia de que las Naciones Unidas habían aprobado la separación de Palestina por 33 votos contra 13, y de que el Estado de Israel era una realidad, el Instituto lo aclamó como "uno de los más grandiosos días para el Espíritu Santo en la historia de estos 2.000: años. Durante todos esos siglos no hubo ni una sola señal de que el país iba a ser devuelto a los judíos, quienes estaban esparcidos por todo el mundo. Ahora, 4.000 años después de Su pacto con Abraham, El había reunido a todas las naciones y les hizo devolverle a Israel mucho del terreno de Palestina.
Una iluminación poco usual fue dada al señor Howells en aquel tiempo, en relación a los árabes. Dijo: "Dios me puso aparte por unos días para revelarme la posición de los árabes. En Génesis 16:12, Dios dice de Ismael que él 'habitará delante de todos sus hermanos'. Este es el problema. . . ¿Estaba diciendo Dios que los árabes deben habitar con los judíos? Abraham amaba a Ismael y deseaba que él tuviera la herencia, y Dios declaró: 'Lo he bendecido'. Los árabes adoran solamente al Único Dios. ¿Quería decir Dios que serían bendecidos así como los judíos? Ellos proveerán abrigo para los judíos (Is. 21:13-15) y serán los primeros en llegar a Jerusalén para rendir homenaje al Rey (Is. 60:7). Tal como nosotros sentimos carga por los judíos cuando fuimos llamados a hacer intercesión por ellos, así mismo deseaba el Señor que tuviéramos interés también por los árabes. Ellos también son hijos de Abraham. ¿Puede el Espíritu Santo hacer surgir algo que derribará la barrera que hay entre los judíos y los árabes para que pueda haber un hogar y una bendición para ambos? Ciertamente los árabes son el pueblo de Dios, si es que van a abrigar a los judíos y vivir en aquellos países que escaparán de la mano de la Bestia".
Capítulo Treinta y cuatro
INTERCESION POR DUNKERQUE
Durante los cuatro años anteriores al estallido de la segunda guerra mundial, como ya hemos visto, el Señor estaba cambiando la carga de Rees Howells de los asuntos locales, centrados en el desarrollo del Instituto a cuestiones de carácter nacional e internacional. Como dijo él: "El mundo se convirtió en nuestra iglesia, y fuimos guiados a ser responsables por la intercesión en favor de países y naciones". También hemos visto cómo el Señor estaba preparando al Instituto como un instrumento especial de intercesión para los años de crisis mundial.
Fue en marzo de 1936 que el señor Howells comenzó a ver claramente que Hitler era el agente de Satanás para impedir que el Evangelio fuera llevado a toda criatura. Como comentó él después, "al luchar contra Hitler hemos dicho siempre que no estamos luchando contra un hombre, sino contra el diablo. Mussolini es un hombre, pero Hitler es diferente. El puede decir qué día este 'espíritu' entró en él". El señor Howells enfatizó durante varios años que Dios tendría que destruir a Hitler si la visión del Evangelio siendo llevado a toda criatura iba a tener su cumplimiento.
Al principio, Rees pensaba que Dios iba a impedir la guerra. Hemos visto cómo luchó el Instituto de rodillas durante la crisis de Munich y cómo creyeron para que hubiera paz.
Mientras que las nubes sobre Europa se obscurecían, Rees Howells aún creía que Dios intervendría y evitaría que se llegara a la guerra. Permaneció firme a su predicción hasta el día mismo de la declaración de guerra entre Gran Bretaña y Alemania, el mes de septiembre de 1939. Ni aún entonces vaciló su fe. Aunque la gente decía que la predicción era errada, él agradeció a Dios por haberla hecho. "Si tuviese que decidir nuevamente entre hacer esa predicción o no, la haría esta misma noche, aunque ha ido mucho más lejos de lo que pensábamos. Hitler debe ser sacado del camino, porque si no, se levantará de nuevo en un par de años. Deseo certificarme de que el Espíritu Santo es más fuerte que el diablo en el sistema nazi. Esta es la batalla de las edades, y la victoria aquí significa victoria para millones de personas", dijo.
En el día de la declaración de guerra, él publicó lo siguiente: "El Señor nos ha dado a conocer que El va a destruir a Hitler y al régimen nazi, para que el mundo sepa que fue Dios, y Dios solamente, quien esparció a los dictadores. Hace tres años y medio, el Instituto ha hecho esta oración durante semanas y meses y creemos firmemente que Dios la va a responder ahora. El ha aislado a Alemania para poder terminar con este sistema maligno que es el Anticristo, y liberar a Alemania, que es la tierra de la Reforma. El tratará a los nazis como trató al ejército egipcio en el tiempo de Moisés. Dios hará que Hitler caiga en el campo de batalla por una rebelión, o un gran levantamiento en Alemania contra los nazis".
Lejos de que la declaración de guerra lo moviera de su posición a él y a quienes estaban acompañándolo, solamente los hizo ponerse de rodillas con mucha más resolución que nunca antes. Eran llamados ahora de una manera diferente a cumplir la promesa que habían hecho tres años atrás: dar sus vidas para "luchar las batallas del Reino en forma tan real como si hubiesen sido llamados a pelear en el frente occidental". Esta posición de fe contra la guerra para que no fuese impedida la expansión del Evangelio, probó ser la manera de Dios al colocar sobre ese grupo una responsabilidad de la cual nunca sería posible liberarse hasta que el enemigo con el cual Dios estaba tratando fuese destruido.
Cuando, después de un mes de hostilidades, Hitler hizo una oferta de paz, el Instituto estuvo de acuerdo con el Primer Ministro al declarar que debía continuarse la guerra "hasta que el Hitlerismo sea derrocado". Aún así, como muchos otros, el Instituto tenía mucho que perder en caso de que la guerra siguiera. Su convicción se expresó en el título de un libro que el señor Howells escribió en las semanas de apertura de la guerra. Fue publicado en diciembre de 1939 bajo el Título God Challenges the Dictators — Doom of Nazis Predicted, (Dios Desafía a los Dictadores; La Predicción de la Derrota de los Nazis). En este libro, él decía: "El Dios de Daniel liberará al Pastor Niemóller y a los centenares de evangélicos alemanes quienes lo han seguido hasta los campos de concentración. ... sus lugares serán ocupados un día por los líderes nazis fanáticos, si es que alguno de ellos escapa a una muerte rápida".
Después de una acusación de Mussolini, dijo: "Cuando llegue la victoria sobre Alemania. . . Etiopía deberá ser entregada de nuevo a los etíopes, y esto también puede estar en el plan divino para evangelizar ese país". Aseveró además, que "bolcheviquismo y la Rusia Soviética están siendo usados en el plan de Dios para romper el régimen maligno de los nazis". Pero de Stalin dijo: "El diablo ha usado, y puede usar mucho todavía a este hombre, para ser el más grande enemigo de la Iglesia que el mundo haya conocido jamás".
Aunque su confianza estaba puesta en que Dios intervendría para tratar con el enemigo, escribió: "Podemos sufrir algún revés antes de que El nos dé la victoria. ... puede que nosotros, como los israelitas (refiriéndose a Jueces 20), tengamos que clamar a Dios, en medio de nuestra necesidad, por la ayuda que ciertamente vendrá".
Es realmente notable mirar hacia atrás y ver que estas cosas estaban ya impresas antes del final de 1939.
Al poco tiempo, el señor Howells hizo una predicción adicional, que fue publicada por The Western Mail (El Correo del Oeste), en enero 8 de 1940. El titular decía: "El Director del Instituto Bíblico de Gales, exhorta a la nación para detener la guerra". Esta publicación lo citó diciendo: "Si todos los justos del país elevan oración efectiva, estamos seguros de que prevaleceremos y se abrirá Penllergaer el lunes de Pentecostés, sin guerra ni apagones. ...Que alivio será para millones de personas si Dios interviene y pone fin a la guerra para el día de Pentecostés. ..". El ni se imaginaba cuando hizo esa predicción que los días cercanos al de Pentecostés, mayo 12, serían los más obscuros en la historia de la nación. Hacia 400 años que no había una amenaza como aquella de invadir sus playas. En mayo 10, las fuerzas armadas de Hitler irrumpieron en Holanda y en Bélgica. El 29 de mayo fue una fecha para no ser olvidada nunca en la historia: Fue el día de la evacuación de Dunkerque, que acontecería después del llamado memorable del señor Howells a "sangre, sudor, esfuerzo y lágrimas".
A pesar de este revés aparente, mientras leemos los informes de los diarios de reuniones del Instituto, tres reuniones casi todos los días, nos encontramos entre un grupo de personas que ciertamente no tienen miedo, su tarea principal no es ni siquiera la oración. Están victoriosos cuando todos alrededor desfallecen de temor. Lo que les dio tal claridad y seguridad de que la victoria era suya, ¡fue la aparente "muerte" de la predicción! Si decimos que Dios no estaba con ellos, bien podemos hacernos a nosotros mismos esta pregunta: "¿Hubo en algún lugar de Gran Bretaña, o Norteamérica, o en cualquier otro sitio, entre el pueblo de Dios, un grupo como éste, tal vez cien, quienes estuvieron firmes de rodillas día tras día asiéndose de la victoria por fe mientras nuestros soldados retrocedían kilómetro tras kilómetro, países enteros se rendían y el enemigo estaba por alcanzar su meta?". Desde esta ocasión en adelante, durante todos los años de la guerra, todos en el Instituto estuvieron en oración cada noche desde las siete hasta la medianoche, teniendo solamente un intervalo breve para la cena. No fallaron ni un solo día en hacerlo. Esto era en adición a una reunión en la cual se oraba una hora cada mañana y con frecuencia al mediodía. Hubo muchos períodos especiales cuando cada día fue dedicado totalmente a la oración y al ayuno.
En las reuniones celebradas un poco antes del Domingo de Pentecostés, Rees dijo: "En Dios hicimos la predicción, en Dios permanecemos firmes y en Dios vamos contra el enemigo. El me dice esta noche: `No temas por la predicción que has emitido, no temas a los nazis'. Pienso en lo glorioso que es no tener que modificar nuestras oraciones ni un poquito, a pesar del desarrollo actual de los eventos. Me siento muy contento por qué ha sido el Reino lo que hemos tenido ante nosotros todo el tiempo en los pasados nueve meses, y no me arrepiento de nada. El Señor ha dicho: 'Voy a encargarme de los nazis'. Lo que hemos estado luchando durante cuatro años ha sido una batalla entre el Espíritu Santo y el diablo".
El Domingo de Pentecostés, en vez de declararse la paz, ya hacía dos días que Hitler había invadido a Holanda y Bélgica. Ese día Rees dijo en la reunión del Instituto: "Nunca defenderemos la predicción. ¿Puede Dios colocar una duda en nosotros que ya hemos creído realmente? Si el Señor te dice que este retraso es para Su gloria, entonces debes sentirte victorioso por ello. No hay gloria en el retraso, a menos que haya fe para vencer. Yo sería un hombre diferente hoy si hubiese un fracaso, pero el Espíritu no falla; realmente puedo darle las gracias por el retraso. Por nada me perdería esta experiencia. Es muy extraño que lo que es muerte a los ojos del mundo, es victoria para el Espíritu Santo".
Al día siguiente dijo: "Nunca podríamos haber tenido una muerte mayor que en el retraso de esta predicción. Pero no vamos a tener resurrección en lo que no haya ido a la cruz. Ayer prediqué acerca de la victoria, sin aún tener todavía una victoria visible. Hay una muerte en cada nivel, pero seguramente el fruto será de ciento por uno.
Vamos hacia la batalla, y estoy tan seguro de nuestra victoria como de que vendrá el amanecer. Si sabes que tienes fe para obtener algo, ¿no seguirás hasta logarlo? Así sonará en el mundo: 'El Señor, ¡El es Dios!"'.
Mientras que los nazis invadían a Europa, el Instituto estuvo firme diariamente delante de Dios. A continuación, citamos de las notas tomadas durante los mensajes que Rees Howells dio en las reuniones:
Mayo 16, 9:30 a.m.: "El siguiente día después de Holanda rendirse: Hoy es probablemente, la mayor batalla de la historia. ¿Puede Dios hacer algo hoy? Ahora, cuando los alemanes dicen "Hemos puesto a correr a los aliados", ¿puede Dios hacerlo? Mantengan sus ojos en Dios hoy, y alcancen esta victoria. 2 p.m.: El Señor ha dejado muy en claro que la victoria es Suya y de nadie más, y El debe recibir toda la gloria. Dios ataca al enemigo en forma invisible tanto como visible; por medio de nosotros y a través del ejército. 5:30 p.m.: La posición es muy seria en Francia, pero aún con los franceses e ingleses luchando contra tan grande desigualdad, el Señor puede ayudarlos".
Mayo 17, 9:30 a.m.: "Dios hará a través de ti de acuerdo a tu fe. La victoria de anoche fue ver que no importa cuán cerca vino el enemigo, el Espíritu Santo es más fuerte que él. Hoy, cada uno de ustedes que ora es más responsable por esta victoria que aquellos hombres que están en el campo de batalla. Debemos morir a todo lo demás que no sea esta lucha. 1 p.m.: Debido a que ustedes se han comprometido, son responsables. Nunca tendrán paz de nuevo, hasta que el mundo tenga paz; pero ustedes tienen un lugar en la hendidura de la Roca. 3:30 p.m.: Estamos aquí hasta que los nazis sean expulsados. 7 p.m.: Si el Señor nos halla dispuestos verdaderamente a esta muerte-vida, y si ve que hemos logrado la victoria en la prueba, ¿nos permitirá prevalecer en El ahora para terminar? Si creímos el sábado pasado, esta noche vamos a creer. No estoy dispuesto a que miles de nuestros muchachos mueran; tiene que venir la derrota de los nazis', y vendrá ahora si prevalecemos. Si esto hubiera sido un fracaso, Dios hubiera estado contra nosotros; pero El se ha mostrado agradado con nosotros".
Mayo 18, 9:30 a.m.: "A menos que Dios intervenga hoy en una forma milagrosa, creo que hemos perdido. Estaría dispuesto a morir, pero no puedo permitirme ese lujo; tampoco podemos permitir que Hitler permanezca vivo. 2:30 p.m.: Deseo luchar de nuevo contra este enemigo este fin de semana, como si fuese el fin de la civilización. No podemos dejar nada al azar. No permitan que estos jóvenes que están en el frente de batalla hagan más de lo que ustedes hacen desde aquí. Le pido a El que traiga un gran desastre sobre los nazis este fin de semana. 6:30 p.m.: Como el Señor nos dio la predicción, tuvimos victoria en ella, y el retraso no ha inmutado nuestra fe ni un poco; entonces debemos volver y preguntarle cuándo va a hacerlo Siento que esta noche, no importando lo que los nazis hagan, no podrán escapar al Espíritu Santo. El cristianismo es seguro. Si tienen fe, pueden dejar esto en Sus manos y El intervendrá a su debido tiempo. No podemos preguntarle cuándo va a hacerlo, si no hemos llegado a tener la fe para que El lo lleve a cabo. 9:30 p.m.: No es la lucha de ustedes, sino de Dios, y ustedes llegan a saber lo que Dios está haciendo. ¿Es Dios Quien ha atraído a Hitler a través de esa línea, con sus 2.500 carros armados? Deseo que el Señor desconcierte a este hombre y a sus ejércitos". Mayo 19, 9:30 a.m.: "Estos nazis no destruirán la civilización. Cuando se acerquen lo suficiente, Dios tratará con ellos. Cuando el Espíritu Santo ha ido al lado de la victoria, nunca se podrá convencer al hombre o la mujer que han ido a su lado, de que El es un fracasado. 9:15 p.m.: Ahora es la mejor oportunidad para probar la Biblia en cuanto a las guerras, porque nosotros mismos estamos en una".
Mayo 20, 9 a.m.: "Las próximas 24 horas serán la crisis de esta gran batalla. Ellos están listos para tomar nuestro país en cualquier momento. La historia del mundo puede cambiar aún antes de la hora del almuerzo. Nunca nos ha acontecido algo así y no se sabe cuánta fe sea necesaria. Estamos viniendo ante el Señor esta mañana, diciéndole que nuestros ojos están puestos en El hoy. A menos que El intervenga, estamos perdidos. No dudo del Señor ni por un segundo, pero debo ser muy cuidadosa. 2:30 p.m.: Esta noche pienso enviar el libro God Challenges the Dictator (Dios Desafía a los Dicta dores) al Señor Churchill, para darle ánimo en este momento. El ejército está perdiendo terreno cada día, pero en el libro se ha dicho que el hombre no podrá darle fin a esto, sino que Dios ha dicho: 'No esperen que yo lo haga antes de que ustedes lleguen a su necesidad extrema'. Lo único que deseamos que el Señor nos aclare es: ¿Estamos en este momento en el lugar donde él desea? Y hay algo que quiero: no dudar en este tiempo de crisis. Esta va a ser una verdadera crisis. 7 p.m.: Hoy he enviado el libro al señor Chamberlain, Lord Halifax, y al señor Churchill, en la hora más obscura".
Mayo 21, 9 a.m. Temor de Invasión: ,"Ayer fue el día más negro en la historia de este país, especialmente después del discurso del Primer Ministro. Todos en esta ciudad, esperan que el enemigo invada el país. Le hemos dicho al Señor: 'Nuestras vidas a cambio de la victoria'. Ahora debemos orar para que Dios les impida llegar a este país. 2:30 p.m.: Debemos orar al Señor para que mantenga al enemigo en jaque. El está como un león rugiente. 7 p.m.: El Primer Ministro francés dice esta noche: 'Es solamente un milagro lo que nos salvará'. La prueba es respecto a si la Biblia es verdad o no. Estoy dispuesto a arriesgar mi vida para comprobarlo, y quiero decirles esta noche que es totalmente verdadera. Miren que la forma cómo creen sea la correcta; y si lo es, no necesitan temer".
Mayo 22, 9 a.m.: "El mundo está en pánico hoy, y nosotros ciertamente lo estaríamos a menos que no estuviéramos totalmente seguros de que el Señor nos ha hablado. El destino de Inglaterra estará en juego hoy y mañana. 2:30 p.m.: En una batalla como la que estamos librando hoy, no pueden confiar en una reunión o en sentimientos. Debemos volver a lo que Dios nos ha dicho. Hay un enemigo que debemos mantener en jaque hasta que Dios obre".
De la noche del 22 de mayo al 25: el señor Howells no vino más a las reuniones, otros miembros del equipo las presidieron. El se fue solo con Dios para batallar y, como otros han testificado, la carga aplastante de aque¬llos días quebrantó su cuerpo. Literalmente, él dio su vida.
El 26 de mayo fue el día de oración pública en Gran Bretaña. Así comentó el señor Churchill acerca del Culto de Intercesión del 26 de mayo en la Abadía de Westminster: "Los ingleses son reacios a exponer sus sentimientos, pero desde mi sitio en el coro pude sentir la emoción apasionada y reprimida, y también el miedo de la congregación; no un miedo a la muerte, heridas, o a la pérdida nacional, sino al fracaso y a la ruina final de Gran Bretaña". El señor Howells regresó a las reuniones del Instituto, y dijo: "(9:30 a.m.) Todo lo que pueden hacer hoy, cuando un gran clamor se elevará en todo el país, es estar en posición de recibir la respuesta de Dios. La pregunta, esta mañana, es: ¿Podemos recibir la respuesta? Si alguna vez han clamado, deberían hacerlo hoy. 11:15 a.m. ¿Cómo pueden estar seguros de que los nazis no tomarán nuestro país? Todos aquellos que están en comando saben hoy que, a menos que Dios intervenga, seremos esclavos. Oramos por Etiopía y otros países, así que nuestro clamor no es egoísta. 2:30 p.m.: Vamos contra esta Bestia, tal como David fue contra Goliat".
Mayo 27, 9 a.m.: "Hay intercesión y fe para que el Señor pueda hacer una gran obra. Nuestro pueblo verá 4 Dios respondiendo sus oraciones, y tendrán mucho gozo por ello. 2:45 p.m.: Todo lo que podemos hacer hoy es creer. Las noticias entre las dos reuniones fueron horribles; el infierno sobre la tierra".
El 28 de mayo, el señor Howells estuvo solo de nuevo con Dios. En las reuniones se oró para que Dios interviniera en Dunkerque y salvara a nuestros hombres; y al descender el Espíritu sobre ellos estando en oración y súplica, lo que uno oró al final expresaba la seguridad dada a todos: "Estoy seguro de que algo ha sucedido".
El 29 de mayo fue el día de la evacuación de Dunkerque. El señor Howells dijo: "Estemos conscientes en nuestra oración de que la intercesión ha sido lograda. La batalla es del Espíritu Santo. Véanlo fuera de ustedes mismos esta noche; El está en el campo de batalla con su espada desenvainada".
Mayo 30, 7:30 p.m.: "Desde el punto de vista del mundo, no hay esperanza de victoria; pero Dios ha dicho que así será. Yo no podía venir esta noche y pedirle que interviniera, porque ya hemos dicho que El lo va a hacer. Si El está en el campo de batalla, va a cambiar la mala noticia respecto a nuestros soldados por una muy buena noticia. ¡Oh, qué Dios nos levante esta noche! No vamos a tener pánico pensando que los nazis van a ganar: Alemania debe ser liberada, así como Inglaterra y Francia. Puede ser que aún pasemos por sufrimientos mucho mayores, pero no voy a dudar del resultado final. Declaramos en los términos más claros: El enemigo no invadirá a la Inglaterra cristiana".
Cuando ahora miramos hacia atrás después de estos años, muchos de nosotros en Inglaterra recordamos el terror de aquellos días. Recordamos el milagro de Dunkerque, reconocido por nuestros propios líderes como una intervención de Dios; el mar calmado permitiendo que los botes más pequeños cruzaran, la casi completa evacuación de nuestras tropas, y luego el mensaje que el señor Churchill dio a la nación. Estamos muy agradecidos de que Dios haya tenido esta compañía de intercesores secretos, cuyas vidas estuvieron en el altar día tras día mientras se paraban en la brecha orando por la liberación de Gran Bretaña.
Capitulo Treinta y cinco
LA BATALLA DE INGLATERRA
La siguiente batalla de intercesión fue respecto a los ataques aéreos repentinos y la crisis de la "Batalla de Inglaterra", cuando Goering llevó a cabo su gran intento de lograr el dominio del aire, en preparación para la invasión de Inglaterra. En ninguno de estos asuntos vitales se dejó algo al azar o a algún tipo de oración ambigua. Todo fue examinado en presencia de Dios y los motivos fueron discernidos, hasta que el Espíritu Santo pudo mostrar a Su siervo, en forma inteligente, que había un derecho innegable para que la oración fuera respondida. La fe reclamaría el derecho y se asirían de la victoria. No habría descanso hasta que él hubiese tenido la seguridad de Dios de que la fe había prevalecido y la victoria estaba asegurada. No era sólo orar y luego desear que hubiera una respuesta. Citamos algunas notas tomadas en los cultos de aquella época:
El dos de septiembre, de 1940: el señor Howells dijo: "Quiero ver si tenemos derecho a estar libres de la preocupación cuando estos aviones estén a nuestro alrededor. Nos apresuramos para ponernos en la brecha para salvar a los niños judíos de Hitler cuando él los estaba expulsando. ¿Podemos reclamar ahora protección para todos los niños de los misioneros? A menos que mi fe sea igual a la ocasión para la protección, debería llevar esta noche a cada uno de los niños al refugio antiaéreo, y estarme allí con ellos. ¿Debemos temer porque otros están asustados? Si confié en Dios para que estas propiedades llegaran a ser lo que son, voy también a confiar en Dios para que las proteja. Quiero que logren una base para esta confianza. Necesitamos una verdadera base para nuestra fe, en caso de que los ataques duren meses. ¿Podemos confiar en El para lo imposible en esto, así como en las finanzas?
"Lo único que temo es que me desvíe de la voluntad de Dios, mucha gente teme a las consecuencias. Debo ser claro en este punto, porque Dios dice: 'Si son las consecuencias a lo que temen, que no vengan a Mí buscando protección'. Hay una gran diferencia entre un miedo egoísta a las consecuencias, y el querer la protección de Dios porque tú tienes una labor que llevar a cabo para El. ¿Hemos logrado la victoria?".
La mención que el señor Howells hizo del refugio al cual dijo que llevaría los niños, fue una referencia a su obligación de proveer refugio para los estudiantes diurnos, que en ese tiempo eran unos 300. Pero para los estudiantes y niños de misioneros, que eran como sesenta y formaban parte de la familia del Instituto, el Señor le había dicho que no proveyera ni refugios ni máscaras antigases (aunque cualquier persona que quisiera podía sentirse en libertad de usarlos). Dios sostuvo plenamente la posición de Rees durante toda la guerra, no permitiendo que ni una sola bomba cayera en cualquier propiedad del. Instituto. La ciudad con sus estratégicos muelles había soportado varios ataques aéreos sumamente intensos. Pero, sigamos con los diarios:
Septiembre 3: (Después de un fuerte ataque aéreo durante la noche): "Estoy seguro que el Señor me llevó a la ciudad para ver cerca de 2.000.000 de libras de propiedad en el suelo. Pensé: `¿Valió la pena comprar a Penllergaer cuando es esto lo que sucede? ¿Vale la pena llevar una carga y agonizar por causa del Reino?'. Vi lo que serán estas propiedades, a no ser que Dios las proteja. Me hallé a mí mismo orando por la ciudad tanto como oré por el Instituto la noche anterior".
Septiembre 4: "La situación en el país se ha puesto muy seria debido a los ataques aéreos. Nosotros no hemos pasado por esto nunca antes; lo importante es encontrar dónde está Dios en todo. Cuando ustedes están en peligro cada noche, les toma bastante tiempo el estar seguros de que se hallan bajo la protección de Dios... ¿Pueden afirmar que están seguros bajo los ataques aéreos? ¿Se lo ha dicho Dios? Se puede intentar usar la Palabra de Dios sin Su poder que yace tras ella. Si Dios va a libertarnos de este infierno, tendrá que ser liberado algún poder. A menos que estén seguros de su propia victoria, nunca podrán orar por la liberación del país. Hemos atado al diablo una y otra vez, y estoy seguro que lo haremos de nuevo cuando llegue el momento de Dios en esta guerra".
Septiembre 7: "¿Cuánta gente se ha asustado por la aflicción de estos repentinos ataques aéreos? Si pueden creer que han sido librados del infierno, ¿por qué no pueden creer que lo han sido de estos ataques? Siempre he encontrado algo que me ha dado gozo durante el día, y mi gozo de hoy es porque tenemos la protección de Dios. Pero, a menos que realmente estemos confiando en El, ¿de dónde vendrá la alabanza? Esta paz que el Salvador da no es una de carácter artificial; es tan profunda que ni el diablo mismo puede perturbarla. No se puede oír al Espíritu mientras haya cualquier agitación interior o miedo en uno. Ante la presencia de Dios no se puede llegar ni con la más mínima sombra de temor". Septiembre 8. Día Nacional de Oración, 9 a.m.: "Nuestro país tiene solamente la forma exterior de religiosidad, ni frío ni caliente, tal como la Iglesia de Laodicea. Quiera Dios hacer que nuestra nación se arrepienta. Nuestra única causa para la alabanza es el hecho de que el enemigo no ha sido capaz de invadir a nuestro país".
Durante el culto del mediodía, exactamente cuando Rees Howells empezaba a hablar, los aviones nazis pasaron por encima, las armas retumbaron la finca, y la sirena sonó; pero él continuó con su mensaje, y "la congregación permaneció como fascinada". Fue en este punto que la carga de oración invocando protección y todas las dudas de los días pasados se cambiaron en alabanza y certidumbre. Recibieron seguridad de victoria y en palabras del señor Howells se oyó: " ¡Qué victoria! Aquellos que están en el Espíritu ven que es victoria porque El nos ha encontrado con fe. ¡Qué gozo! ¡Qué alabanza! Dios, probablemente, no daba fe para la victoria en la guerra hasta que no fuese lograda la victoria personal primero". Cuando terminaba el servicio, sonó la sirena indicando que todo estaba despejado. Para el cierre del culto, cantaron: "La muerte está vencida, decidlo con gozo, vosotros los fieles"'
En el culto de la tarde de ese mismo día, el señor Howells dijo: "En este momento podría llegar a publicar que ningún diablo puede tocar a ninguno de los que aquí están. No hay necesidad de orar más. Cuando ya se cree, no se ora más por ese asunto. Nunca antes hemos tenido tanta victoria, seguimos exactamente como si no hubiera guerra. ¿Cómo podíamos lograr la victoria para el mundo si no la creíamos para nosotros mismos? No se puede confiar en nada, a no ser en la oración que cree. ¡Cómo descendió el Espíritu Santo en el culto de comunión de esta mañana y nos contó acerca de Su victoria!".
Septiembre 9: "El Espíritu Santo ha encontrado fe igual a lo que El desea hacer. Ocúpense de estar creyendo. La fe es lo más delicado, es como un vapor que fácilmente se puede perder. . . La victoria aconteció ayer por la mañana, y si no la ven ahora, tal vez nunca la lleguen a contemplar. Desde ahora en adelante, El puede guiar esta batalla; pero no podía hacerlo sin fe".
Septiembre 10: "¿Qué sucederá si millones de oraciones han subido al cielo en el Día de Oración y ninguno de los que las hicieron ha creído? Después de la victoria del domingo hay gran libertad para orar, creyendo que Dios realmente tratará con el diablo en los nazis y pondrá fin a este maligno sistema. Nuestra oración por Londres es que Dios cambie el curso de las cosas ahora y ahorre vidas. No hay duda de que el enemigo está vertiendo a torrentes su desprecio sobre este último Domingo Nacional de Oración".
Septiembre 11: Con la batalla de Inglaterra sobre Londres y el sur de Inglaterra en su mayor fragor: "Ha habido muchos lugares bombardeados en Londres, hasta el Palacio de Buckingham ha sido tocado. Sentí la carga de orar por el Rey y la Reina, y creo que nuestra oración será respondida. Estoy solamente contemplando para ver cómo dominará Dios al enemigo".
Septiembre 12: "Oramos la noche anterior para que Londres fuese protegida y que el enemigo no pudiese avanzar, y Dios nos respondió. A menos que Dios pueda agarrar a este diablo y atarlo, ningún hombre estará seguro. Si tenemos protección para nuestras propiedades, ¿por qué no obtener protección para el país? Qué maravillosos día son estos".
Septiembre 14: "Porque hemos creído, Dios nos ha hecho conocer lo que va a suceder: Toda criatura debe oír el Evangelio, Palestina va a ser nuevamente de los judíos y el Salvador va a regresar".
El señor Churchill, en sus War Memoirs (Memorias de la Guerra) da el 15 de septiembre como "la fecha culminante" en la Batalla del Aire. El dice que visitó la Sala de Operaciones de la Real Fuerza Aérea aquel día y vio cómo los escuadrones del enemigo aparecieron en grandes cantidades y los nuestros subieron para hacerles frente, hasta que llegó el momento cuando preguntó al Mariscal del Aire: "¿Qué otras reservas tenemos?". "No hay ninguna", le respondió, e informó después cuán serio y reocupado lucía el señor Churchill. "Quisiera tenerlas", agregó el señor Churchill. Luego pasaron otros cinco minutos, y "parecía que el enemigo se estaba retirando. El cambio continuo de los discos sobre el tablero mostraba un constante movimiento hacia el oriente por parte de los bombarderos y cazas alemanes. No hubo ningún nuevo ataque. .. En diez minutos, la acción se acabó". Pareció no haber razón por la cual la Luftwaffe había regresado a su lugar de origen exactamente cuando la victoria estaba a su alcance. Nosotros sabemos el por qué. Después de la guerra, el Mariscal en Jefe del Aire, Lord Dowding, Comandante en Jefe del Comando de Cazas en la Batalla de Inglaterra, hizo este significativo comentario: "Aun durante la batalla, uno se daba cuenta día tras día de que estaba llegando mucha ayuda externa. Al fin de la batalla, se tenía el tipo de sentimiento de que había acontecido una intervención divina especial para alterar alguna secuencia de eventos que, de otra manera, hubieran sucedido".
Capítulo Treinta y seis
La victoria en la batalla de Inglaterra salvó al país de una invasión, pero el enemigo buscó recompensa por medio de un bombardeo nocturno aún más intenso e indiscriminado, el cual continuó hasta 1941.
RUSIA, AFRICA DEL NORTE, ITALIA, EL DIA "D"
En enero de ese año, el bombardeo constante sobre Inglaterra se convirtió en una carga de oración para el Instituto Bíblico, hasta que se llegó a una crisis.
"Hoy sentí definitivamente", dijo Rees Howells en la reunión de enero 20, "que Dios quiere que ore más por esta ciudad que por el país. El me dice: 'Si estos ataques aéreos se repiten, no puedo garantizarles que estarán a salvo, así que ora para que sean alejados del país'. Y le dije: 'Protégenos ahora, hasta que alcance la fe para creerte"'.
Pasaron diez días en oración, y entonces el 28 de enero en su diario declaró: "Creí que habrá protección para el país". Esto fue seguido por una petición notable: "Señor, has que el enemigo se vaya para el Mediterráneo", aliviando así la presión sobre Inglaterra al hacer que la atención de Hitler se enfocara en otra dirección. Casi dos meses después, el seis de abril, Hitler declaró la guerra a Yugoeslava y Grecia, y siguiendo con la invasión de Creta y África del Norte. Con estos nuevos empeños por delante, el enemigo fue obligado a dejar la destrucción de Inglaterra, y así se acabó la crisis inmediata para este país.
La próxima carga de oración fue aún mayor. Suponemos que nada dio al mundo una sacudida más grande, en toda la guerra, que cuando, sin una sola palabra de advertencia, Hitler dio un giro de 360° e invadió a Rusia. Si algo se vio como una intervención de Dios para ayudar a los Aliados, fue esto. Los periódicos seculares hablaron de ello usando las palabras del proverbio pagano: "A quien los dioses destruyeron, primero lo hicieron enloquecer". Esa decisión de Hitler fue reconocida como uno de los grandes actos de intervención divina que significaron la "derrota de los nazis". La invasión de Rusia comenzó el 22 de junio de 1941 a las 4 a.m. Pero con siete semanas de anterioridad, el dos de mayo, Dios empezó a hablarle al señor Howells respecto a Rusia. El dijo aquel día: "Mientras más queremos ver que la guerra se termine, parece ser que Dios está diciendo: 'Hay un país más sobre el cual deseo hacer juicio, y es la Rusia Comunista'. Y al día siguiente repite: "Rusia está ante mí. ¿Es correcto que Stalin y sus seguidores escapen? Si Dios nos diera a escoger, ¿le diríamos que prolongue la guerra aunque perdamos? Y de nuevo: "Pedimos al Señor que debilite a Rusia y a Japón, aún si implica la prolongación de la guerra por cinco años. ¿Puede el Señor cambiar la dirección del enemigo hacia Rusia? Si Dios no trata con Rusia ahora, tendrá que provocar otra guerra para hacerlo. Digo que El debería meter a Rusia en esto, no importando cuánto tiempo dure, a menos que El tenga otra manera de alcanzar a estos comunistas". Desde ese momento, éste se volvió el principal pedido de oración del Instituto Bíblico: "Señor, mete a Rusia en esta guerra y trata así al comunismo". Seis semanas más tarde, ¡Rusia se había metido en el conflicto!.
Pero muy pronto, el peligro fue de otra índole. Rusia entró en la guerra, pero después de unas pocas semanas estaba frente al colapso inminente. Mientras las hordas alemanas se metían en ese país, recordamos muy bien la ansiedad con la cual el mundo libre contemplaba la desintegración gradual de los ejércitos rusos y el constante acercamiento de los nazis a Moscú. Era una carrera contra el invierno. Se trataba de una repetición de la famosa invasión por parte de Napoleón. Hitler proclamó que él tendría éxito donde Napoleón había fracasado, y que pasaría el invierno en una Moscú intacta. ¿Lo lograría? ¿Creía alguien en aquellos días de tensión que no lo llevaría a cabo? Sus ejércitos estaban casi a las puertas de la ciudad. El domingo 19 de octubre de 1941, la señora Howells relata cómo, muy temprano en la mañana, Rees le dijo que bajaría para oír las noticias de las siete, para ver si Moscú había caído. Cuando regresó, dijo que la ciudad no había caído, pero que esperaban malas noticias en cualquier momento. A los pocos minutos, el Señor empezó a hablar con él: "¿Hay alguna necesidad de que Moscú caiga? ¿Por qué no oran y creen en Mí para salvar a Moscú y dar un revés a los nazis?".
El Dr. Kenneth G. Symonds, F.R.C.E., quien ha sido miembro del equipo del Instituto Bíblico durante doce años, nos cuenta acerca de la reunión de aquel domingo por la mañana: "El Director comenzó su mensaje diciendo que lo primero que el Señor le había dicho aquella mañana fue: ¡Oren para que Moscú no caiga!'. Parecía ridículamente imposible porque habíamos oído que la caída era inevitable, pero aunque esta respuesta de oración parecía estar lejos de nuestro alcance, el Espíritu puso la carga sobre nosotros. Daba la impresión de que era El quien oraba, en vez de nosotros. Oramos intensamente todo el día, hasta que en el culto de la noche, El nos inspiró tanto por medio de Su siervo que llegamos a tener la seguridad de que Dios estaba respondiéndonos. El Señor nos dio libertad para pedir en oración que los nazis fuesen totalmente derrotados en el invierno ruso. Nunca olvidaremos el gozo de victoria que se produjo en nosotros, mientras nuestra fe crecía durante aquellos días". Al segundo día, la noticia era que los rusos había tomado nuevo aliento, y la nieve estaba cayendo en grandes cantidades sobre algunos lugares. Cuatro días más tarde, Rees Howells dijo en el culto: "Ahora afirmo: 'Así dice el Señor: él (Hitler) pasará el invierno en las nieves rusas"'. Todos conocemos el final de la historia: Moscú no cayó nunca, y Goering, relatando más tarde los infortunios de aquel invierno declaró que tres millones de soldados, integrantes de lo mejor del ejército nazi, perecieron en la nieve. En su libro I Chose Freedom (Escogí la Libertad), Víctor Kravchenko aseveró: "Los alemanes podrían haber tomado a Moscú sin una sola lucha. La razón por la cual se regresaron es un misterio que solamente los alemanes mismos pueden resolver para la historia".
Dios empezó ahora a hacer que las oraciones del Instituto tomaran otra dirección. Los nazis estaban marchando a través de Yugoeslava y Grecia y capturaron a Creta; La amenaza de Rommel y los italianos crecía en el África del Norte, y la oración empezó a concentrarse en las tierras bíblicas. En realidad, esta fue una de las principales cargas de oración en el Instituto. Fue así porque mucho tiempo antes, Dios les había revelado que ésta no era solamente una guerra europea, sino que por medio de ella "en el determinado consejo y presciencia de Dios", los judíos volverían a Palestina, el Evangelio saldría para ser predicado a toda criatura, y el Salvador podría volver. Tan pronto como las tierras bíblicas parecieron estar en peligro de ser invadidas, Dios dirigió la oración en esa dirección. "Estoy seguro", dijo Rees Howells, "que el enemigo nunca tocará a Palestina, a Siria, o a Irak".
El área de mayor peligro inmediato era África del Norte. Con la aparición de Rommell y los ejércitos alemanes allí, la amenaza para Egipto se hizo grave, y si Egipto caía, la puerta estaría totalmente abierta para que llegaran a Palestina. Recordamos, de nuevo, aquellos días cuando Rommel había hecho retroceder a nuestros ejércitos y estaba casi a las puertas de Alejandría. "A no ser que Dios intervenga en favor de Palestina", dijo Rees el cuatro de julio de 1942, "no habrá seguridad allí para los judíos. Estas tierras bíblicas deben ser protegidas, porque es a estas tierras que el Señor regresará. Si tuviese que escoger hoy, diría a Dios: 'Toma todo lo que tengo, pero preserva a Palestina'. Hoy queremos decirle a Dios: 'A menos que haya una razón especial para que Egipto caiga, no permitas que Alejandría sea tomada; dale un revés a Rommel'. ¿Puedo tener hoy la misma carga por Alejandría como si fuese Swansea la ciudad que estuvieran atacando?". Era un sábado, y por lo general no había reuniones de oración en las tardes sabatinas, pero aquel día se llamó a todo el Instituto para orar y rogarle a Dios que salvara a Alejandría y cambiara las cosas en el África del Norte. Era una carga pesada, pero había gran libertad en la oración. En el culto de aquella tarde, el señor Howells dijo: "¿Es la oración de esta tarde del Espíritu Santo, para que el enemigo no tome a Alejandría? Estoy hablándole a todos los que participaron realmente en las oraciones contra el enemigo haciéndolo ir al Mediterráneo, orando para que fuera a Rusia, ¡y no permitiendo que tomara a Moscú! ¿Es esta oración del Espíritu Santo? Si lo es, podemos estar tan seguros de que el enemigo no tomará a Alejandría, como lo estará la gente cuando se sepa". Luego, el 5 de julio: "Todo lo que quiero saber es: ¿Ha sido logrado le pedido en la intercesión por las tierras bíblicas? Si así es, tenemos derecho a prevalecer con Dios en cuanto a que el enemigo no tomará a Alejandría. La primera prueba, después de Moscú, es Alejandría".
El señor Howells y el Instituto lograron la victoria aquella noche. "Pensé que se le iba a permitir tomar a Egipto", dijo, "pero ahora sé que nunca lo logrará; ni Alejandría, ni El Cairo caerán". Y al final de la reunión, declaró: "Hoy ha sido conmovido hasta lo más profundo de mi ser. He estado como un hombre que se abre paso en la arena. Pero ahora lo he logrado".
A la semana siguiente, leyeron en las noticias respecto a cuán graves habían estado las cosas en África del Norte aquel mismo sábado cuando se llamó en forma extraordinaria a la reunión de oración, y fue en aquel mismo fin de semana que todo cambió en El Alamein, y Alejandría se salvó. El Mayor P.W. Rainer, quien era responsable por proveer agua para el Octavo Ejército, relata lo siguiente respecto a un incidente destacado, que probablemente decidió la batalla de Alejandría. En su libro Pipe Line to Battle (Acueducto para la Batalla), como lo citó la Revista de la Asociación Cristiana de los Oficiales del Servicio Mercante, en la edición de abril de1944, dice:
Los restos de un ejército británico, cincuenta tanques, unas pocas armas de campo y cerca de 5.000 soldados, estaban entre los hombres de Rommel y Alejandría. Los bandos estaban equiparados, teniendo los alemanes cierta ventaja por el alcance superior de sus cañones de 88 mms. Ambos rivales estaban casi exhaustos por el calor, el polvo y la falta de agua. La batalla era feroz. En palabras del Mayor Rainer: "El sol estaba casi en su cenit, y nuestros hombres estaban llegando rápidamente al fin de su resistencia, cuando las nazis se rindieron. Diez minutos más, y podríamos haber sido nosotros mismos. Lenta y sombríamente, los tanques Mark IV se alejaron de su línea de batalla. Y luego aconteció lo increíble: 1.100 hombres de la División Panzer No. 90, la élite de los África Korps, vinieron caminando a tropezones, teniendo sus manos alzadas, a través de la arena árida. Resecas y negras por la sangre coagulada, sus lenguas hinchadas sobresalían de sus bocas. Como locos, arrancaron violentamente las cantimploras de las nucas de nuestros hombres y derramaron sorbos dadores de vida entre sus labios resecos". Luego, el Mayor Rainer sigue y da esta razón para la entrega de ellos: Los alemanes habían estado 24 horas sin agua, cuando invadieron las defensas británicas y hallaron un acueducto de seis pulgadas. Dispararon haciendo huecos en la tubería, y bebieron abundantemente. Sólo cuando habían tomado largos tragos, se dieron cuenta que era agua de mar. El acueducto había sido colocado hacía poco, y el Mayor Rainer recién había empezado a probarlo. Nunca se usaba agua fresca para probar cómo habían quedado las tuberías, era demasiado preciosa. "El día anterior, estos tubos habían estado vacíos", escribe. "Dos días más tarde, los habrían hallado llenos de agua fresca. Los nazis no detectaron la sal de una vez, debido que su sentido del gusto ya había sido anestesiado por el agua salobre a la cual habían estado acostumbrados, y por la sed". La entrega de aquellos 1.100 soldados sedientos puede haber sido el incidente decisivo en la batalla de Alejandría. El comentario del editor es: "Un acontecimiento tan increíble como este no puede ser tratado como una mera coincidencia. Seguramente, la mano del Dios Todopoderoso está en evidencia una vez más, viniendo en nuestra ayuda cuando estaban en disputa, asuntos muy importantes".
Después, la atención del Instituto tuvo que dirigirse a la campaña rusa de nuevo, si era que las tierras bíblicas iban a salvarse. El peligro del lado sur ya había pasado, pero en tanto que los alemanes, habiendo fracasado en su intento de tomar a Moscú, presionaban hacia el occidente a través del sur de Rusia y se acercaban a Stalingrado, estaban llegando a las proximidades de las Montañas del Cáucaso. Una vez pasada esa cadena montañosa,
tendrían de nuevo la puerta abierta para entrar a las tierras bíblicas por el norte. El Dr. Symonds nos dice que "Los nazis ya habían penetrado las defensas de Stalingrado, y estaban luchando en los suburbios de la ciudad. Entonces en forma totalmente inesperada, el Director anunció que el Espíritu Santo le estaba urgiendo a orar para que Stalingrado no cayera. La razón era que Stalingrado era la entrada al Cáucaso, y éste a las tierras bíblicas. El enemigo había hecho dos intentos de ocupar estas tierras. Primero fue por la vía de Creta, lo cual trajo la oración del Espíritu para que las hordas nazis se volvieron contra Rusia; y segundo fue por la vía de África del Norte, que terminó en la intervención divina como respuesta a la oración de fe por El Alamein. Pero esta oración por Stalingrado parecía la más difícil de todas. Luchamos durante toda una quincena. El Espíritu insistía por medio de Su siervo que como la oración había provenido de El, debíamos ser responsables por qué se llegara a un resultado exitoso como en el caso de Moscú.
A pesar de nuestros clamores, el enemigo siguió avanzando hasta que casi la mitad de la ciudad estuvo en sus manos. La lucha que hubo allí, de casa en casa, fue una de las más desesperadas de toda la guerra; pero el conflicto en el Espíritu fue igualmente desesperado. A la inversa de todo razonamiento humano, mientras las noticias se hicieron cada vez más desalentadoras, la fe se elevó aún más hasta que nos dimos cuenta que el enemigo estaba cediendo. Al mismo tiempo, el curso de los eventos en la batalla invisible cambió y, para sorpresa del mundo, el ejército nazi fue expulsado una vez más, totalmente resquebrajado y desmoralizado. Este fue otro triunfo poderoso del Espíritu Santo".
Algunos meses más tarde, habiendo ya pasado estas cuatro grandes batallas de oración (la invasión de Inglaterra, la de Alejandría, Moscú y Stalingrado), en el Instituto estaban muy interesadas en ver un artículo publicado en la prensa por el comentarista militar, General J.R.C. Fuller. Daba cuatro razones para la derrota de los nazis. Las llamó los cuatro errores de Hitler: El error número uno fue perder la oportunidad de invadir a Inglaterra. El error número dos fue su fracaso en atacar a Egipto y dominar a Alejandría. El error número tres: "Todo, en la campaña rusa, dependía de la caída de Moscú. Aún así, Hitler se desvió de sus objetivos". Error número cuatro: "La falla final de Hitler: El gran ataque a Stalingrado".
En otras dos ocasiones hubo oportunidades de concentración especial en la oración, una en la invasión de Italia y la otra fue para el llamado Día "D". En la batalla de Italia, el lugar de peligro era Salerno, donde nuestras tropas desembarcaron en septiembre de 1943 para capturar algunas colinas estratégicas y abrir el camino para que las fuerzas invasoras del sur llegaran a Roma. "El día del desembarco en Salerno, y sus resultados, estarán siempre destacados en mi memoria", dijo el Dr. Symonds. "Tuvimos la primera reunión de oración, como era costumbre, en el Salón de Conferencias, y nos reunimos de nuevo a las 9:45 p.m. para la reunión nocturna en Derwen Fawr. Este culto tuvo un tono solemne desde el inicio, con la voz del Director temblando por la carga de su mensaje, y casi inaudible decía: 'Entre reuniones, el Señor ha puesto sobre mí la carga de Salerno. Creo que nuestros hombres están en grandes dificultades, y el Señor me ha dicho que a menos que podamos orar durante toda la batalla, están en peligro de perder su dominio'. El temor de Dios se apoderó de nosotros porque esto vino como una completa sorpresa ya que no había noticias oficiales sobre ello en la radio, y porque nosotros mismos nos habíamos regocijado previamente, creyendo que Italia, al fin, estaba a punto de ser liberada de la tiranía fascista y nazi. Al momento estábamos de rodillas rogando a Dios para que interviniera. El Espíritu se asió de nosotros y nos dio la victoria. Alabamos y nos regocijamos, creyendo que Dios nos había oído y respondido. No pudimos seguir orando más, así que nos levantamos y empezamos a cantar alabanzas. El Espíritu daba testimonio en nuestros corazones de que Dios había llevado a cabo una intervención milagrosa en Italia. La victoria era tan notable, que miré el reloj cuando nos levantamos para cantar. Eran las once en punto de la noche.
Esperamos para oír las noticias de las doce de la noche. El noticiero dijo en tono serio, exactamente lo que el Director había aseverado de parte del Señor: Que a menos que aconteciera algún milagro, nuestras tropas estaban en grave peligro de perder antes de la mañana. Esto sirvió solamente para confirmarnos la guía del Espíritu, y nos sentimos más confiados que nunca de que la victoria era segura. Las noticias de la mañana siguiente eran más optimistas, pero nosotros esperábamos ansiosamente los informes de los periódicos sobre el frente de batalla. No fuimos desilusionados. El jueves en la mañana, uno de los periódicos mostraba en primera página un gran título en letras grandes: 'El Milagro de Salerno'. La narración del periodista, quien estaba personalmente en el frente, es, más o menos, como sigue: 'El lunes, yo estaba con nuestras tropas de avanzada en la invasión de Salerno'. La artillería enemiga se adelantaba rápidamente, con fuego incesante. El ruido era terrible. Era obvio que a no ser por un milagro, nuestras tropas nunca podrían detener el avance lo suficiente como para establecerse en la playa. De repente, sin ninguna aparente razón, el fuego cesó y la artillería nazi se detuvo en su avance. Una calma mortal se apoderó del lugar. Esperamos con una ansiedad que casi nos hacía contener el aliento, pero no sucedió nada. Miré mi reloj: Eran las once en punto de la noche. Esperamos un poco más, pero nada aconteció; y no pasó nada toda aquella noche, pero aquellas horas fueron decisivas para que no invadieran. En la mañana, estábamos establecidos en la playa"'.
En la última gran batalla de oración de la guerra, por la apertura del segundo frente, citaremos nuevamente algunas de las palabras del mismo señor Howells. El 6 de abril de 1944, exactamente dos meses antes del Día "D", él estaba diciendo en las reuniones: "Estamos preocupados por los jóvenes que deben ir a integrar el segundo frente. ¿Podemos creer que nuestros jóvenes pueden hacerlo con el mínimo de pérdidas? Si Dios intervino en Moscú, Stalingrado, Alejandría, y en nuestro propio país. . . ¿no puede acaso hacerlo en el segundo frente e impedir que suframos un revés? Tenemos derechos, perfectamente, de pedirle a Dios que venga y luche con nuestros jóvenes. Nuestros líderes sólo quieran lograr la Carta del Atlántico y sus Cuatro Libertades, como resultado de esta guerra. Si vencimos en Stalingrado, lo podemos lograr aquí. Sabemos que El está del lado de nuestros hombres, y esta noche no veo nada que no sea victoria".
Un mes más tarde, (7 de mayo), dijo: "Estoy hablando en una ocasión en que 5.000.000 de hombres están enfrentándose en el segundo frente de batalla. Estos hombres de Norteamérica están en nuestro país esperando la invasión, y muchos pueden morir. En Verdún, los franceses perdieron 1.000.000 de personas. Si no soy llamado a luchar, y sé de otra manera de ayudarlos y no lo hago, debería ser asesinado en lugar de ellos. Se están enfrentando a la muerte, y cualquiera que lo haya hecho sabe que esto es una cosa seria. Ellos le están haciendo frente por ti y por mí. Si sufren más de lo que sufrimos por ellos, será una vergüenza que nos durará toda la vida. Si hay un segundo frente la semana próxima, ¿hay un Dios en el cielo que pueda intervenir? Cuando esa batalla empiece, el Gobernador Dewey, de Nueva York, estará convocando a todo el Estado para que se una en oración. Lo peor de todo, es que Alemania es un país protestante y nosotros también lo somos, pero no es contra la nación alemana que luchamos; es contra el régimen nazi. Creemos que Dios está de nuestro lado, y El dice: 'No voy a enfundar la espada hasta que la Carta sea establecida y el mundo sea libre"'.
En otra reunión, Dios dio al Instituto la seguridad de que en el día "D" El "iba a ir delante de nuestras tropas, y que no sufrirían un revés". "La fe era tan fuerte que podíamos lograrlo", escribió uno que estuvo presente. "Después de la carga que estábamos llevando, el alivio fue tan grande que fui a mi habitación, me arrodillé, y estallé en lágrimas. Eran lágrimas de gozo y absoluto alivio de una tensión tremenda. Esto fue tan real para mí, entonces, como si todo el segundo frente hubiese sido establecido y la victoria ya se hubiera logrado".
El 6 de junio, el día de la apertura del segundo frente, el señor Howells leyó con gran aprobación el Orden del Día de parte del General Eisenhower para las tropas de asalto, en el cual decía: "Las esperanzas y oraciones de quienes aman la libertad en todas partes marchan con ustedes. . . imploremos todos la bendición del Dios Todopoderoso sobre este grande y noble emprendimiento". El maravilloso discurso del Rey, que transmitió al país, llamaba solemnemente a su pueblo a la oración y a la dedicación. Dijo: "Seguramente ninguno de nosotros está demasiado ocupado para desempeñar su parte en una vigilia de oración, como la gran cruzada lo requiere, a nivel nacional y, tal vez, a nivel mundial". En el culto, el señor Howells dijo: "Si va a haber un Día de Oración, será un día de victoria y con Dios obrando". En su oración al final de esta reunión, pensando en las tropas de asalto que habían desembarcando ya en Normandía, oró: "Si Tú no hubieses intervenido en Dunkerque, ninguno de nosotros estaría aquí hoy. Entonces, pon una carga sobre nosotros, no nos permitas aflojar. Si Hitler hubiese ganado, el cristianismo, la civilización y la libertad hubieran desaparecido. ¡Dios, protege y guarda nuestros hombres! No nos permitas orar en ninguna forma diferente a como lo haríamos si estuviésemos en la línea de frente. Creemos que el final de esto será la victoria".
Finalmente, el 8 de julio, dijo: "No creo que haya nada comparable con la noche cuando invadimos a Normandía. Dijimos que Dios estaba yendo delante de nuestros hombres, y que no sería como Dunkerque. El periódico .Daily Telegraph informó que fue la única noche en que los barcos-U no patrullaron el canal. La forma como pasamos a Normandía fue algo fuera de toda imaginación: 4.000 barcos y 11.000 aviones, ¡y no se encontraron ni un solo barco o avión del enemigo! Dios dijo: 'Voy a ir delante, y no habrá ni un solo revés'. Y aún ahora, mientras estoy predicando, hay una gran batalla llevándose a cabo. . . pero vuelvo a 7creer en Su palabra de que no habrá reveses".
La culminación de estos seis años de oración llegó en junio de 1945, con el establecimiento de las Naciones Unidas en San Francisco. Basado en ello, hubo esperanza de una paz mundial. La oración en el Instituto para que el Evangelio llegara a toda criatura y para el regreso de los judíos a Palestina, siempre ha sido con aquella gran anticipación del retomo del Salvador en gloria y el establecimiento del reino milenial, creyendo que será entonces cuando, al fin, habrá "paz en la tierra". Esta culminación fue la respuesta a años de oración por la reapertura del mundo para el Evangelio, de modo que toda criatura pueda oír las Buenas Nuevas en esta generación.
Capítulo Treinta y siete
LLAMADO AL HOGAR CELESTIAL
Ya había terminado este periodo de intercesión. Durante los años de la guerra, Dios había separado al Instituto para interceder por el mundo, tal como años antes había encerrado al señor Howells sólo con El para interceder por un alma. Ahora que la guerra había terminado, fueron renovados los vínculos de comunión con el campo extranjero. El Instituto siempre había estado firme en la comunión con todos los siervos fieles de Cristo en el mundo. A través de los años habían salido estudiantes a trabajar con varias organizaciones y han ayudado a muchas sociedades misioneras en las finanzas. Líderes y miembros de muchas misiones han estado como visitantes en el Instituto. Desde que éste fue fundado, Dios le dijo a Su siervo que nunca permitiera que un misionero visitara el lugar sin despedirlo con una ofrenda, aún cuando fuera lo último que les quedara. Ahora que el Instituto estaba libre de la carga de oración por la guerra, el Señor empezó a poner sobre ellos otra vez las necesidades del campo misionero. 'La Conferencia anual A Toda Criatura' comenzó de nuevo en 1947, así como el adiestramiento de estudiantes para todos los campos.
La carga especial que estaba en el corazón de Rees Howells eran las finanzas para llevar el Evangelio a toda criatura, dinero que sería gastado libremente en el sostén de los siervos de Dios en todo el mundo. Esta carga nunca lo abandonó hasta el domingo 15 de enero de1950. En el culto de las nueve de esa noche, él leyó las canciones de Moisés y David, y dijo: "Todo en mí alaba a Dios porque el Espíritu Santo puede decir 'He terminado la obra que me diste por hacer'. Toda criatura oirá el Evangelio, las finanzas para la misión están seguras, y el Rey regresará. . .". El tenía la seguridad de que Dios le daría las cien mil libras que él invertiría luego en Su obra, y reclamaría el cumplimiento de la Comisión a Toda Criatura ciento por uno.
El grupo que estaba en el Instituto poco se dio cuenta que éste era más que un culto victorioso de finanzas; era el final de la guerra terrenal para el intercesor del Señor. El, con el resto del Instituto, tenía fe en Su venida. En el espíritu de victoria sobre la muerte por medio de Cristo, estaba esperando el gran día del arrebato y el cumplimiento de Filipenses 3:21. Pero, después de lograr este lugar de intercesión final, aceptó la voluntad de Dios en plenitud de victoria. Al final del mes, estuvo cara a cara con su Salvador. El Dr. Symonds, quien estuvo con él hasta el final, nos da este relato:
"Más o menos dos años antes de su llamada al Hogar Celestial, nuestro amado Director tenía deseo de hacer una visita a los escenarios de su encuentro con el Espíritu Santo en Llandrindod en Gales. Unos pocos de nosotros tuvimos el privilegio de acompañarle. Su alma fue obviamente bendecida y reavivada mientras permanecimos fuera de la pequeña capilla (ahora fuera de uso) donde le fue revelado el Cristo glorificado. Luego nos llevó al sitio de la Convención en la carpa y nos contó, una vez más, sobre cómo el Espíritu Santo vino a su encuentro allí en Persona y le pidió su cuerpo. Mientras el Director pensaba nuevamente en aquellas experiencias y en todo lo que el Espíritu Santo había hecho en El y por medio de El desde aquel entonces, fue visiblemente fortalecido en Su creencia de que el Espíritu Santo no fallaría en el futuro para vencer todos los obstáculos y alcanzar a toda criatura con el Evangelio en esta generación.
"Poco después noté, mientras subíamos una colina, un espantoso color grisáceo que vino sobre él, y tuvimos que detenernos por un rato. Se hallaba en las angustias de un ataque al corazón. Desde ese día en adelante, solamente unos pocos de nosotros supimos cuánto debió de haber sufrido. Intentamos persuadirlo para que se tomara un descanso, pero le consumía tanto su pasión por el Reino y las almas de los que perecen que nunca descuidó su interés por las reuniones de oración y otros asuntos de su Rey. No tomaba ninguna medicina para aliviar su condición; prefería dejar todas las cosas, como siempre, en las manos del Señor.
"Desde aquella noche de domingo en adelante, cuando tuvimos tal victoria en las finanzas, estuvimos conscientes de que el Director sentía que su trabajo sobre la tierra había finalizado. Su ministerio principal siempre fue la intercesión. Con frecuencia me decía ahora que prefería ir al hogar celestial y a la gloria, y dejar lo demás a los Josués' que Dios pudiera llamar. Su gozo personal por toda la eternidad sería que fue fiel en las manos de Dios al establecer la base. Así fue.
El martes siete de febrero, la señorita Margaret Wright, Enfermera Jefe del Hospital del Instituto, sintió una carga especial por él y fue a su habitación, después de la reunión nocturna, para ver si estaba bien. Lo encontró caminando de un lado a otro en su habitación. Estaba cantando algunos de los antiguos himnos galeses que su madre acostumbraba cantar acerca de 'La Tierra que es más hermosa que el día'. Uno de ellos, traducido, dice así:
Bello y atractivo es mi Salvador,
El más Hermoso de los hermosos es El.
Rey de reyes, lo aclamo alegremente;
Aquí y eternamente;
Su gran belleza ha cautivado
Mi alma por completo.
Mira por encima de las nubes y de las sombras,
Mira, alma mía, la Tierra de la Luz
Donde la brisa es fragante por siempre,
Miríadas benditas gozan ahora su perfecta paz.
Ahora, finalmente, un poderoso traslado
Estremece este mi atribulado corazón,
En la expectativa de poseer
Esta herencia divina;
Benditos aquellos que buscan
Esta tierra de descanso.
Sí, partimos, pero no para siempre;
Gozosas esperanzas inflaman nuestros pechos:
Quienes aman al Salvador, nunca
Conocen un adiós prolongado y final.. .
Uniones benditas
Yacen tras este velo de separación.
"La noche siguiente, el ocho de febrero, al final del culto, él parecía transportado a la gloria, con todo el grupo en pie y cantando 'Más Allá del Jordán con mi Bendito Jesús', el coro que él mismo escogió, pero que no había sido cantado en el Instituto durante el pasado año. Su rostro fue descrito por algunos como recordándoles el de Estaban, el rostro de un ángel. Sacó su pañuelo y lo agitaba al cantar. Parecía estar saludando a su Salvador y a todos los santos que se habían ido antes. Este fue su último culto en la tierra.
"En un lapso de media hora fui llamado para verlo mientras yacía postrado en su cama y en medio de las angustias de un terrible ataque al corazón. Para sorpresa mía, estuvo de acuerdo en recibir algunos medicamentos. Este fue el primer presagio para mí, de que él en realidad no esperaba recuperarse, sino que hubiera preferido mantenerse solamente en su fe.
"Mientras yacía en una agonía que yo solo podía conjeturar porque nunca emitió ni siquiera una palabra con referencia a su propio sufrimiento, dijo: 'Es el Señor. . . Es el Señor. . . Estoy en el centro de la voluntad de Dios... todo se ha logrado... es el Señor'. Durante los cuatro días siguientes, antes de pasar al hogar celestial, cuando estaba consciente era para musitar el nombre de algún misionero (especialmente el del señor Norman Grubb y el de John Thomas), u otro amigo íntimo por quien él estaba obviamente orando, o para hablarnos sobre su creencia en toda la visión.
"Sus últimas palabras fueron en un momento en el cual se hallaba consciente, el domingo doce de febrero, cuando me reconoció y suspiró en su susurro tranquilo: `Victoria. . . Aleluya'. Durante aquellos días, había dicho la misma palabra a la señora Howells: 'Victoria gloriosa'. El final de su peregrinaje terrenal llegó a las diez de la mañana del lunes trece de febrero. Al arrodillarnos alrededor de su cama, estábamos profundamente conscientes de la maravillosa presencia de Dios. Dijimos en nuestra oración 'Hágase Tu voluntad' y pedimos al Señor que nos hiciera sucesores dignos de un siervo tan noble de nuestro Señor y Salvador Jesucristo".
En una hora, el señor Samuel Howells reunió a todo el equipo del Instituto y de la Escuela. Por naturaleza tranquilo y reservado, era obvio para todos que el Espíritu de Dios había descendido sobre él mientras convocaba a todos a una re dedicación de sus vidas para llevar a cabo la visión y comisión que su padre había dejado. Desde aquel día quedó muy claro para todos que en lo oculto de los pasados trece años, durante los cuales él había estado con sus padres en el Instituto, Dios había estado madurando y preparando a Su siervo para ocupar el lugar del señor Howells. Ningún hijo por herencia natural podría colocarse en el lugar de tal padre, pero todos reconocen con agradecimiento que la misma Persona Divina que vino a vivir en el difunto Director también habita en su hijo y así que, tanto el Instituto como la Escuela aún tienen el mismo Guía, Capacitador y Proveedor, el Señor Mismo en medio de ellos.
NOTA FINAL
El Instituto Bíblico de Gales y la Escuela de éste, los cuales Dios guió a Su siervo a fundar y a dirigir, continúan sus actividades exactamente igual que antes. El equipo del Instituto, Hospital, Escuela y Hogar para los Niños de Misioneros, suma en total 98 personas, con el señor Samuel Howells, M.A., como director honorario. Estos, juntamente con unos pocos viejos amigos quienes forman parte de la familia del Instituto, hicieron parte del grupo de intercesores durante los años de la guerra. Es difícil encontrar a uno entre ellos que haya estado en el Instituto menos de diez años, y algunos han permanecido quince y hasta veinte años. Todos son, en primer lugar, intercesores que se dan a sí mismos y viven en oración por la Visión a Toda Criatura. Usan sus dones y conocimiento en varias formas en el ministerio. Esto ha sido cumplimiento de aquella promesa dada al señor Howells en cuanto a "todo obrero voluntario y hábil". Muchos son profesores; hay tres doctores, seis enfermeras, dos tienen títulos en música, otras son secretarias, trabajadores domésticos, jardineros, mecánicos, etc. Todo el equipo ha caminado por fe con Dios, todos estos años, para la satisfacción de sus necesidades personales. Han aprendido en el lugar secreto a mover el Trono para suplir sus necesidades. No se pagan salarios ni pensiones; todo es provisto en respuesta a la oración. , Es digno de destacar que durante el año financiero de 1950-51, el primer año después de que Dios se llevó a Rees Howells para estar con El, el Señor ha enviado más dinero que en cualquier otro año en la historia del Instituto.
El Instituto Bíblico otorga a los estudiantes un curso de dos años para salir a los campos tanto del extranjero como de este país, a un precio mucho más bajo que el costo real, siendo gratis la enseñanza. Las reuniones de oración de la mañana y de la noche siguen siendo el centro de la vida espiritual del lugar. Los estudiantes reciben los cursos normales de materias sobre la Biblia, y otros más.
El Instituto tiene su propio hospital, el cual puede albergar hasta 25 pacientes. Fue construido en los terrenos de Derwen Fawr y es usado en muchos casos de enfermedad entre los niños de la Escuela y, a menudo, para los misioneros que están de licencia de sus respectivos campos. El Señor continúa dando al Instituto cargas de oración específicas por la sanidad de los enfermos. Los doctores y enfermeras del Instituto van personalmente a hablar con Dios para que supla la mayoría de las medicinas, además de sus propias necesidades.
Desde su comienzo, la mano de Dios ha estado en forma muy notable sobre la Escuela del Instituto Bíblico. Esta permanece casi única en Inglaterra como Escuela Preparatoria y Secundaria de altos logros escolásticos, a pesar de que cada miembro del equipo es un consagrado siervo de Jesucristo cuya prioridad es ganar a los niños para El. De once que asistieron cuando la Escuela se abrió en 1933, el número ha crecido hasta llegar a 400 muchachos y muchachas desde la edad de cinco años hasta los 18. Con el Dr. Kingsley C. Priddy, M.B., B.S., D.T.M. & H. como Director, y la señorita Doris M. Ruscoe, B.A., como Directora, hay un equipo de 33 maestros y maestras, catorce de los cuales tienen grados universitarios, y el resto poseen sus Certificados de Profesores; uno tiene diploma en Educación Física.
La Escuela solicitó al Gobierno que enviara a sus inspectores en 1948 para poder tener su aprobación oficial, y tanto las Escuelas de Gramática Preparatoria como Secundaria fueron aceptadas como "eficientes". Durante estos años, 22 estudiantes se han graduado de universidades, siete han recibido grados como médicos, 25 han pasado por Universidades de Pedagogía y cerca de veinte han llegado a ser enfermeras (os) adiestrados. De estos ha regresado una docena, llamados por el Señor para ser miembros del equipo de la Escuela. Financieramente, el equipo de la Escuela, tal como el del Instituto, vive por fe, sin salario o pensión.
En tres o cuatro ocasiones, el Espíritu de Dios se ha movido en forma notable entre los muchachos y muchachas, con comienzos de avivamiento y muchas conversiones. Aunque no se coloca sobre ellos ninguna clase de presión indebida, hay un balance saludable entre el desarrollo de espíritu, mente y cuerpo. La evidencia de la completa bendición de Dios sobre la escuela es su gran popularidad en Swansea y los distritos vecinos. Padres de todas las clases, inclusive aquellos que no simpatizan con el Instituto en su fe religiosa, procuran enviar a sus hijos allí.
El propósito original para que fue fundada, se destaca en la escuela: Proveer un hogar para los niños hijos de misioneros. Al hogar han llegado continuamente quienes luego han salido a predicar el Evangelio en tierras distantes. Durante varios años, éste número ha promediado 65. Es maravilloso ver cuan feliz es la familia, tanto en la vida de escuela como de hogar. Desde el mismo comienzo, Dios guió a Rees Howells a cobrar a los misioneros solamente la mitad de los costos para la educación y pensión de sus niños. También desde el inicio, Dios ha llamado a la señorita G. Roderick para ser la Matrona de la Escuela, y a través de los años se ha unido a ella un grupo de quince auxiliares.
Además del interés del Instituto en todas las actividades misioneras, hay algunos centros en el exterior que han sido ocupados por sus estudiantes, quienes mantienen vínculos como enviados por el Espíritu Santo desde el Instituto. El primero de tales centros es una Casa de la Misión en París, con un vestíbulo y acomodaciones, la cual fue comprada por el señor Howells hace trece años y donde trabaja un equipo de cinco personas. La meta es empezar un Instituto Bíblico para el adiestramiento de estudiantes del continente, en conexión con este centro.
Luego, a pedido directo del Emperador de Etiopía, una de las doctoras del Instituto, Margaret FitzHerbert, M.R.C.O.G., especialista en obstetricia y ginecología, salió para encargarse de esos departamentos en el Hospital Haile Selassie I, de Addis-Abeba. Algunas enfermeras también se han unido a ella. En esta posición estratégica, ellas pueden ser testigos para Cristo en el corazón de la capital, sin ser "misioneras profesionales".
En el Líbano, dos obreros armenios mayores de edad, quienes han tenido la escuela de una misión con cerca de cien niños, son ahora ayudados por dos miembros del Instituto. Después de una visita del señor Samuel Howells al Medio Oriente, existen ahora planes de abrir un centro misionero en la antigua ciudad de Jerusalén, y varios integrantes del Instituto están en este momento esperando ir allá.
En adición a estas extensiones directas del Instituto que están llegando hasta tierras distantes, hay vínculos de cooperación con misioneros evangelistas en India, Nigeria, Brasil, donde se hallan trabajando estudiantes del Instituto; además de aquellos alumnos que se han unido a varias sociedades misioneras.
En el Instituto se celebran Conferencias de Verano. Sin duda, habrá muchos a quienes Dios les hable por medio de esta lectura de la vida de Su siervo, quienes desearán venir, tal vez desde los mismos confines de la tierra, a tener una comunión viva y personal con los integrantes del grupo del Instituto, ya sea como visitantes o como estudiantes. Serán bienvenidos, pueden comunicarse con la señora de Rees Howells, la viuda del finado Director, quien sigue con su abundante ministerio de fe y amor en medio de la familia del Instituto; en el Instituto Bíblico de Gales, Derwen Fawr, Swansea, Gales del Sur.
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